Terror biológico. Film de género catástrofe, con todos los ingredientes necesarios, de origen coreano. La trama sigue a un ex piloto de aviones que decide viajar con su pequeña hija a Honolulu; pero como lo sugiere el título, todo se complicará. Hay más de una historia dando vuelta y todas convergerán en ese vuelo fatídico. Además de nuestro ex piloto que pasó al retiro por una mala experiencia en un vuelo que se cobró víctimas, también se embarca un científico experto en bioquímica que tiene muy malas intenciones. En resumen, quiere plantar un virus letal en ese avión repleto de turistas dispuestos a disfrutar de las playas de Hawái. Y lo logra. En paralelo, y en tierra firme, un par de detectives siguen las pistas de este bioterrorista que dejó videos grabados en la red, amenazando con tamaño atentado. Da la casualidad, que la esposa de uno de los policías se encuentra en este vuelo mortal, en donde el psicótico esparce en el ambiente este virus hiper contagioso. Los primeros infectados, no tardarán en manifestar sus síntomas. Emergencia en el Aire no da respiro. La acción es vertiginosa. Se van sucediendo escenas que trasmiten el pánico que sienten los pasajeros, quienes deben resolver minuto a minuto su futuro inmediato. Claro que los ecos del COVID resuenan en esta historia que también se torna un verdadero melodrama, y a lo grande, involucra a varias naciones y al propio estado coreano. Nadie se quiere responsabilizar de un potencial desastre, si el avión toca tierra. Si te gusta el cine catástrofe, abrochate el cinturón y dale chance a esta aventura que posee un relato coherente y personajes consistentes.
Lo que la crisis nos dejó. Apostando al terror más clásico, podríamos decir setentoso, llega Bárbaro. También un thriller oscuro y complicado, que deja entrever los resabios de una Detroit arrasada por la crisis. Una ciudad en la que a pesar de su actual “resurrección” económica, todavía sobrevuela fantasmas. El film comienza con una escena lluviosa, en donde Tess (Georgina Campbell) llega a una casa que alquiló vía Airbnb, dado que al día siguiente tiene una entrevista laboral. Tras varios intentos no logra encontrar las llaves, y cuando está a punto de marcharse, nota que hay alguien mas en la casa. Es así que la recibe Keith (Bill Skarsgård), quien también alquiló el lugar en esa fecha. Es claro que hubo un malentendido. Afuera está fatal, por lo que Keith la invita a pasar la noche. A pesar de que ambos establecen una relación armoniosa, todo se complica cuando Tess decide explorar el sótano y descubre un verdadero laberinto de túneles… y una presencia extraña. La cosa no queda aquí, también se verá involucrado el actor, recientemente acusado de abuso sexual, AJ Gilbride (Justin Long). Dueño de esta propiedad ubicada en un barrio en ruinas de Detroit, que decide ir revisarla (y de paso escapar del asedio mediático) para después ponerla a la venta. Los protagonistas estarán implicados en una verdadera lucha de supervivencia debido al oscuro secreto que habita las entrañas de ese lugar. El realizador sabe jugar muy bien con los tempos narrativos para generar una tensión constante. Va sembrando sospechas de quien (o qué) puede ser la verdadera amenaza todo el tiempo. Es así que se descubren varias historias para todas confluir en un verdadero tour de forcé, que además del horror también involucra un sesgo social. No es casual que la acción transcurra en un barrio olvidado de Detroit, donde solo hay ruinas en lugar que supo ser prospero y colorido. Y que el propietario sea un narcisista que justifica su mal accionar con una mujer. Una persecución nerviosa donde se desdibujan los roles. Alejado del maniqueísmo, el film muestra solo las consecuencias de un determinado accionar; algunos seres salvajes ávidos de afecto y otros civilizados que son egoístas y mezquinos, que por el contrario no están motivados por una necesidad. Una pesadilla correcta y demencial.
“La Chica Salvaje” (no tanto). Basada en una novela de Delia Owens, llega esta transposición al cine, que de salvaje tiene muy poco. La trama sigue a Kya Clark (Daisy Edgar-Jones), una niña que se cría prácticamente sola en los pantanos del sur profundo de los Estados Unidos. Varios hermanos, una madre idealizada, compañera… hasta que aparece el padre. Un ser violento, golpeador. Por lo que un día la mamá decide huir del hogar bucólico inmerso en las marismas, dejando a sus hijos a merced del monstruo. Y así sucesivamente comienzan a dejar el hogar uno a uno los demás hijos, salvo la pequeña Daisy que tolera como puede el comportamiento de su padre (y espera ilusionada que vuelva su madre). Pero un día… este también la abandona, y ella queda sola, contando con la única ayuda civilizada de los almaceneros del lugar, y juntado almejas para tener algo de dinero. Cabe destacar que tiene un don para dibujar, y de esto se da cuenta Tate (Taylor John Smith), un joven del que se enamora perdidamente, y quien incentiva su virtud. La película comienza con la “salvaje” sentada en el estrado, acusada del asesinato de Chase Andrews (Harris Dickinson), otro de sus pretendientes. A partir de aquí flashback, retrocedemos en el tiempo para conocer la historia de Kya, qué la llevó a ese lugar, cómo se vinculó con estos dos hombres. La cinta tiene poco de suspenso, o de seguir de cerca el tema del crimen; por el contrario, relata una gran historia de amor rosa y cliché, al estilo Corin Tellado. Por otro lado, se dificulta bastante creer que la protagonista es un espíritu salvaje. Hay un problema de verosimilitud en ese universo Sarah Kay, donde las mariposas de colores se posan en las hermosas flores silvestres. Ella viste muy bien, habla muy bien, y su comportamiento no se condice con algún aspecto primitivo del ser humano. En concreto, un relato que aborda con superficialidad los aspectos más oscuros (o complejos) que aquí se insinúan (padre golpeador, la sexualidad, un asesinato); para devenir en un melodrama grosero y edulcorado.
Animales Salvajes (y cósmicos). Somos apenas un pequeño destello en la inmensidad del universo. Un universo que contiene miles de formas de vida, entre ellas la humana. Una especie que puede ser más peligrosa que cualquier otra. Y Jordan Peele nos lo recuerda en su nueva película, Nop. Una verdadera fiesta visual que alterna entre el humor, la crítica social (por supuesto), el suspenso, la ciencia ficción y el surrealismo. El realizador sale de su zona de confort para hacer algo distinto, aunque su forma de narrar tenga una estructura reconocida. La primera escena, es escalofriante. Y evoca al terror propiamente dicho. En un set de filmación de una comedia televisiva, vemos como unos de sus protagonistas, un simio, enloquece y ataca ferozmente a sus partners humanos. De allí pasamos a un rancho en California, en donde OJ Haywood (Daniel Kaluuya) y su padre, adiestran caballos para producciones cinematográficas. Mientras entrenan a los nobles animales, comienzan a caer objetos de cielo, y uno de ellos mata al patriarca (literal). A partir de este extraño suceso, OJ y su hermana Esmerald (Keke Palmer), caen en cuenta de que un fenómeno inexplicable ocurre en sus tierras. Inexplicable y sumamente peligroso. Además de nuestros protagonistas, aparecerán otros personajes para dar forma a este relato que cabalga a merced de varios géneros. Está presente el humor absurdo; hay climas de suspenso; lo sobrenatural y la ciencia ficción; la aventura y el western. Peele tiene resto para amalgamar todo esto y salir airoso. Un imaginario de universos tan temerarios (el rancho, el parque temático, un set de filmación), como fascinantes. Lo cotidiano y lo fantástico aquí se fusionan con su suma naturalidad, así como todas las tramas que se presentan, aunque por momentos no lo parezca, terminan cobrando sentido a medida que avanza el film. Una vez más Peele demuestra que es diferente a la hora de realizar cine de género. Que asume riesgos y busca un espectador activo, al punto de someterlo a situaciones límites. Que es tan (o más) salvaje que los animales de su nueva película.
Pánico y locura en el tren. Ladybug (Brad Pitt), se embarca en un tren bala en Japón. Tiene como encargo hacerse de una maleta mal habida y bajarse en la próxima parada ni bien lo consiga. Pero las cosas se complicarán, porque en este tren de lujo hay varios personajes en juego, que si bien tienen distintas intencionalidades todos están sumidos bajo el influjo invisible de La Muerte Blanca (Michael Shannon). El mafioso más temido de Japón. Un desfile de interlocutores que se irán vinculando a lo largo de los vagones. Una inocente joven (en apariencia), Prince (Joey King); quien ha empujado al vacío al hijito de Kimura (Andrew Koji) con el propósito que la ayude a asesinar a La Muerte Blanca. También están Tangerine (Aaron Taylor-Johnson) y Lemon (Brian Tyree Henry); dos asesinos a sueldo que poseen la maleta codiciada por Ladybug y deben proteger al hijo del mafioso. Hasta aparece Bad Bunny en el rol de Wolf, otro criminal ligado al capo nipón. La acción no cede ni un minuto en esta comedia gore, donde el humor negro y la sangre brillan, pero por su presencia. Pura adrenalina. Personajes tarantinescos, peleas, explosiones, yakuzas, slapstick, ¡hasta un osito kawai! hay en este tren delirante. Una narración certera que sabe ubicar a cada personaje en medio de la vorágine, sin descuidar los diálogos ni el show. Porque Bullet Train brinda espectáculo puro gracias a las buenas actuaciones, y a las situaciones que crea. Una especie de John Wick, pero con un protagonista psicoanalizado, queriendo cambiar de rumbo, buscando su centro zen. También es una película de enredos. Una película que reúne varios géneros, varios humores, y nos trae a una genial Sandra Bullock (la química con Brad trasciende la pantalla). Diversión y empatía asegurada.
Nace una estrella. Estamos ante ¿un biopic?, nada menos que el de Elvis Presley (Austin Butler), y de la mano de Baz Luhrmann, responsable de un musical como Moulin Rouge. Una estética cuidada de colores brillantes, entonces, no va a estar ausente; así como cierta rigurosidad histórica a la hora de narrar los hechos. Los episodios de vida de un Elvis que gradualmente se convierte en una leyenda musical. La película está narrada desde la voz del coronel Tom Parker (Tom Hanks), el controvertido representante de Elvis, responsable de la mediatez meteórica (además de sus aptitudes, por supuesto) y el perfil mercantil que adquirió el astro del rock. Aparte la cinta, recorre los orígenes del cantante, su infancia y las influencias de la música negra en su estilo, en una época donde el racismo era moneda corriente. Y así recorremos el ascenso y la caída de Elvis, en un relato frenético, también desordenado, que pinta de forma maniqueísta a nuestros protagonistas: nuestro chico es idealista y sentimentalista, mientras que el coronel es un verdadero villano, quién se limita a exprimirle todo el jugo al cantante/personaje (monetariamente hablando), sin dejar que experimente su propio camino artístico. “Encerrándolo” en un hotel lujoso de Las Vegas. No, no vamos a ver una historia que explora el costado más humano de Elvis. Vamos a ver show, luces, espectáculo… y nos remontamos a sus orígenes siempre secundados de los hechos históricos mas relevantes de la época. La muerte y el discurso de Martín Luther King; el asesinato de Kennedy; la guerra de Vietnam y sus consecuencias… situaciones que no solo modifican la historia de un país, del mundo, también que afectan al propio Elvis. Luhrmann, despliega una puesta en escena única y amalgama de manera perfecta las canciones y el personaje en contexto. Le escribe una carta de amor a Elvis, se cuela por cada fotograma la admiración y ese entusiasmo por transmitir la pasión colectiva que provocaba el rey del rock. Lo hace con precisión, con respeto y dispersando mucha belleza. Hay épica.
Crítica de “Thor: Love and Thunder” (and fury). Después de verlo algo deprimido y flojo en Avengers:Endgame, esperábamos el regreso de nuestro Dios nórdico (y apuesto), dueño de unos martillos envidiables. La música de los Guns N´ Roses, suena a puro ritmo, mientras Thor (Chris Hemsworth) se enfrenta a todo tipo de criaturas junto a los Guardianes de la Galaxia. Un breve racconto da cuenta cómo nuestro héroe, centrado en una búsqueda espiritual, vuelve a ponerse en forma para seguir protegiendo a los suyos. También nos cuenta como se desgastó la relación con la doctora Jane Foster (Natalie Portman), quien en esta instancia padece una enfermedad terminal. Por lo que recurrirá al folclore nórdico, y gracias a una promesa de protección, logrará la reconstrucción del Mjolnir para adoptarlo como su arma, y convertirse en una superheroína. Es así que se reencontrará con el hijo de Odín, para juntos combatir a un nuevo y temible villano: Gorr (Christian Bale), el carnicero de los Dioses. Por supuesto que también renacerá ese amor que se mantuvo intacto, a pesar de la rutina y el temor a enfrentar conflictos. Lo bueno de esta entrega de Thor es que está dirigida, nuevamente, por Taika Waititi. A pesar de que se mantienen las peleas épicas marvelitas, el desparpajo y la incorrección se cuela en toda la película, llegando a sostener el realizador un tono paródico, alivianando el drama con humor, con mucha comedia. Los personajes son conscientes de sus defectos y se ríen de ello, sin por esto restar importancia al tópico de aventura y la oscuridad del archivillano. El grupo funciona de maravilla, con mucha química, a caballo de una narrativa que no da respiro, que se desarrolla a toda velocidad. A destacar la sensacional aparición de Russell Crowe en la piel, nada menos que, de Zeus. Y prestar mucha atención a las escenas post créditos de Thor: Amor y Trueno, habemus nuevo personaje. Se agradece la antisolemnidad de Waititi en una película de superhéroes, quién aporta un punto de vista atrevido y autoral.
“El pasado no está muerto". Basada en un relato de Joe Hill (si, el hijo de Stephen King), Scott Derrickson regresa a un terreno que maneja muy bien (el terror), con The Black Phone. Una película ambientada en unos convulsionados años 70´, marcada por los movimientos sociales y la herida abierta de Vietnam. La violencia inunda las calles, las instituciones, hasta el propio seno familiar. Es así que la historia transcurre desde el punto de vista de Finney (Mason Thames), un niño de 13 años, tímido y muy sensible, que vive con su hermana pequeña (Madeleine McGraw), y un padre alcohólico y abusivo. Su madre se suicidó dejando un vacío muy grande en la familia; dejando a dos pequeños sin contención, atajando la vida como pueden. De su casa a la escuela, donde Finney es blanco favorito para el bullyng, y donde las peleas cruentas son moneda corriente a la hora de defenderse (no importa la edad). Una vez ubicados en contexto los personajes, comienzan las desapariciones de niños. Uno a uno, de modo aleatorio, desaparecen sin dejar rastro. Vemos señales como la aparición de un camioneta y globos negros. Hasta que un día raptan a Finney. Lo encierran en un sótano y atravesamos toda esta odisea perversa y violenta desde su mirada. En El teléfono negro, Derrickson no solo se centra en una narración oscura y tensa, también pone en relieve el entramado personal y social de nuestros personajes menores, para generar una atmosfera asfixiante. Un clima opresivo donde sobrevuelan los recuerdos del pasado, y donde un teléfono negro funciona como catalizador para ir estructurando la historia. Despojándose de la mirada adulta, no le interesa explicar la psicología del raptor, pone en valor la fuerza y la resiliencia de estas pequeñas victimas que tienen mucho por manifestar, y la necesidad de reparar algo de una sociedad tan dañada. Una película dura, visceral, física, con tintes fantásticos y uno de los peores villanos de las películas de horror (nota aparte la actuación de Ethan Hawke). Máscaras siniestras, juguetes setentosos, alguna que otra bocanada de aire fresco con música de la época y bromas… una película que se olvida del jump scare para introducirte en una pesadilla incómoda y traumática.
Volver al futuro. Quien disfrutó de la saga Toy Story, por supuesto que no le será indiferente Lightyear, uno de los muñecos predilectos del pequeño Andy. Un guardián del espacio sumamente heroico y arrojado, con una gran historia detrás. Y de esto se trata esta especie de spin off, narra las hazañas del hombre que inspiró al juguete. Claro que, en clave animada y de la mano de la dupla Disney-Pixar. Todo comienza cuando el arriesgado Buzz, al querer salir con su tripulación entera de un planeta algo hostil, queda varado allí por un error que comete. Gracias a que cuentan con una tecnología super avanzada y con las mejores mentes del planeta Tierra, crean en este lugar una especie biosfera para poder vivir, relacionarse, y poder crear nuevamente el combustible adecuado para volver a su hogar. Los años pasan y la misión primigenia parece imposible. La comunidad evoluciona y las personas parecen acostumbrarse a este planeta con enredaderas e insectos carnívoros. Todos, menos Lightyear, quien necesita a toda costa remendar el terrible error: los tiene que sacar de allí. Insistiendo con repetir la misión en fase de prueba, lo intenta una y otra vez en su nave; con el pequeño detalle de queda vez que sale al espacio sideral, pasan cinco o seis años. Los demás envejecen menos él. Lightyear, tiene un hallazgo asombroso que es su compañero gatito robot, Sox, quién le añade el grado de comicidad al relato. Sox es muy divertido en su interacción con el guardián del espacio, y es una pena que este tópico no se haya explayado más en una narración que se apoya principalmente en la ciencia ficción. Es básicamente una película con mucha acción y aventuras, sin contemplar (como en otras cintas de Pixar) la complejidad de los personajes. Es innegable el carisma de nuestro astronauta (aquí con la voz de Chris Evans), y la propia mística que conlleva solo por ser uno de los protagonistas de la saga Toy Story; aparte de esto, y narrativamente hablando, hay escenas redundantes y cansadoras. Falta la magia y la sensibilidad que le aportaban Andy, Woody, Rex y Jessy (entre otros), a nuestro heroico compañero. Buzz, te preferimos como juguete.
Regresa otra entrega jurásica, y no escatima en despliegue tanto de actores (están presentes todos los que alguna vez formaron parte de este mundo fantástico); como desde la acción y lo visual. Nuestros bichotes jurásicos siguen clasificados y tan realistas como siempre, inclusive en esta secuela hay una nueva especie carnívora, que viene a disputar el territorio al ya famoso, y añorado, Tyrannosaurus rex. La historia transcurre unos años después de la destrucción de Isla Nublar, que contenía a todas las especies de dinosaurios. Por lo que estamos en una instancia, en donde estos animales están desparramados por todo el planeta y ¿conviven? con los humanos. O sea, los pacifistas y vegetarianos son los más amables; pero los carnívoros y con temperamento agresivo, siguen causando estragos. En medio de este entorno, donde la especulación científica y el mercado negro están a la orden del día, Claire (Bryce Dallas Howard) trata de rescatar dinosaurios en cautiverio, junto a su amado Owen (Chris Pratt), quien sigue tratando de domesticar a las bestias para preservar a la especie. Ambos están a cargo de una adolescente Maisie (Isabella Sermon), la nieta clonada de Benjamin Lockwood, quien es buscada fervientemente por la corporación BioSyn, que ha creado un santuario para los dinosaurios, supuestamente con fines beneficiosos. Por otro lado, reaparece Ellie Sattler (Laura Dern), quien investiga una extraña mutación de langostas, que están arrasando los cultivos; y se conecta con su antiguo amigo Alan Grant (Sam Neill) para que la ayude a hallar evidencias. Lo cierto es que toda esta coralidad de personajes, confluirá en el santuario de BioSyn por distintas motivaciones, pero con un mismo fin. La secuela cambia un poco de rumbo en cuanto a sus antecesoras, y si bien aquí los dinosaurios están presentes, no tienen tanto protagonismo. La narración está a favor de las escenas de acción, como si estuviéramos en una especie de Misión Imposible, pero con dinos interfiriendo en las persecuciones letales. Mucha adrenalina, mucha historia y mucha nostalgia, para dejar a un lado el asombro y el terror que antes provocaba la sola presencia de los amiguitos jurásicos. Si bien es cierto que ahora los dinosaurios están más naturalizados en la sociedad, el caos y descontrol que generan es intrínseco. Pero esto es dejado de lado, para además de la acción poner en relieve ciertas cuestiones morales en torno a la manipulación genética; una bajada un tanto demagógica. La película entretiene, pero no deslumbra. Es un tanto repetitiva en cuanto sus tópicos anteriores, por lo que no estamos ante el comienzo de una nueva etapa jurásica. Está más centrada en el espectáculo propiamente dicho, restando importancia a su eje dramático y su conceptualización.