Adrenadicto Heisenberg realiza una película correctísima, con una narración clásica que pone en relieve la tragedia en potencia. El director alemán Heisenberg, basando el guión en libro del austriaco Martin Prinz, recrea una historia real sucedida en Austria en los años 80. Cuando Johan Rettenberger sale de prisión se dedica a correr maratones profesionalmente y paralelamente atraca bancos compulsivamente. También se reencuentra con Érica una antigua amiga de la que se enamora, quizá en ella encuentre un bálsamo ante tanta adrenalina. La motivación de esa conducta delictiva no es el dinero, ya que lo amontona en un bolso debajo de su cama. El actor Andrea Lust compone un Johan austero e impasible, su rostro inmutable nunca refleja algún tipo de emoción. Lo único que lo hace sentirse realmente vivo y eufórico es esa pulsión adictiva que lo lleva a combinar el peligro con la acción por la acción misma, llegando a robar hasta tres bancos en un mismo día. Heisenberg, sin remitirse a psicologismos para justificar los comportamientos del protagonista, realiza una película correctísima, con una narración clásica que pone en relieve la tragedia en potencia. Todo el tiempo percibimos un Johan que está a punto de extralimitarse por ese gran cúmulo de energía constante que manifiesta. Conectándose también con lugares del género policial, la película se mantiene con un tempo fluido sosteniendo el interés rítmico. Pero también, paradójicamente, creo que esta elaboración y compaginación tan lograda (incluyendo la música), le juega un tanto en contra ya que se genera un halo desapasionado provocando cierta distancia con el espectador.
Cálida, simple y poética, Bummer Summer habla, entre otras cosas, de como en la vida las cosas cambian sin que sepamos el momento preciso en que esto sucede. Bummer Summer es una sencilla película de adolescentes filmada íntegramente en blanco y negro con una cámara fotográfica*. Se trata de una ópera primera interesante, muy indie, con unos planos bellísimos que denotan nostalgia y cierta melancolía. Esa añoranza que despierta la adolescencia en donde se transitan caminos difusos y de autodescubrimientos. Aquí se narra la historia de dos hermanos, a uno le queda poco tiempo para ir a la universidad, y el otro viene a pasar el verano a su hogar porque justamente ya comenzó este ciclo. Juntos y, con la extrovertida ex novia de uno de ellos, emprenderán un viaje para ir a visitar un laberinto. El film transcurre con suma naturalidad, según el director las actuaciones son totalmente improvisadas, y tranquilidad. Características propias del pueblo en el que viven y de la personalidad de ambos hermanos. Todo se construye a partir de situaciones despojadas, de silencios que dicen mucho y del propio devenir. No hay dobles lecturas o moralejas, sino insinuaciones y espacios que se transitan, que se viven y disfrutan. Los personajes hablan poco pero se reconocen mucho, aquí las palabras están demás. Solo existe el estar, el compartir y el conocer sin importar la situación en las que se encuentren. Lo que se narra en si no es importante, lo que cobra significancia son los estados que fluyen en forma errática. Como encontrarse con amigos a los cuales no tenían planeado visitar porque se les rompió el auto o como el hallarse con un autocine en el lugar que estaba el supuesto laberinto que tenían planeado visitar. Como en la vida las cosas cambian y nunca sabemos el momento preciso en que esto sucede. Cálida, simple y poética es esta realización que revela a un nuevo director con un alto grado de sensibilidad y honestidad.
Chloe es la obra más predecible y lineal de Egoyan Chloe, es la última realización del director armenio-canadiense Atom Egoyan. La película sería como una reinterpretación de otra anterior, específicamente de Nathalie X (2003), de origen francés y dirigida por Anne Fontaine. Esta contaba con un estupendo reparto en el que se destacan Fanny Ardant, Emmanuelle Béart y Gérard Depardieu. Esta nueva versión, que posee sus buenas variaciones argumentales, también tiene intérpretes sólidos y de renombre, como Jualianne Moore y Liam Neeson. Básicamente la historia auscultara los recodos de un potencial triangulo amoroso. Catherine y David son una matrimonio maduro con una posición económica exitosa, el es músico devenido en profesor universitario y ella ginecóloga. Parecen estar atravesando una crisis, se ven poco y su vida sexual es casi inexistente. Tras sospechas de Catherine, sobre posibles infidelidades de su marido, decide contratar a una hermosa y joven call girl, Chloe, para que seduzca a David y ver como él reacciona. Juego que resultará un tanto peligroso e imprevisible. Egoyan suele tener en sus films estructuras narrativas enigmáticas. En gran parte de Chloe, se componen ambientes sumamente tensos dentro de la propia cotidianidad. El momento emocional de Catherine es muy sugestivo, parece estar poseída por una energía extraña que la lleva a manifestar estados introspectivos, pero poniendo el cuerpo, experimentando. Su cine suele ser incitante y siempre dotan de sentido piezas específicas, en este caso será la horquilla para el pelo que le deja Chloe a Catherine. Es cierto que hay giros en la historia, especialmente los relacionados al comportamiento de los personajes, pero algunos resultan demasiado forzados, como elementos aislados que no responden a un dinamismo interno coherente. Y el final me dejó una sensación ambigua, por un lado resulta ideológicamente oscuro, complaciente y tranquilizador, pero por otro lado el cierre circular, y con el plano detalle final, deja la puerta abierta para más de una interpretación. Creo que el film no logra la tonicidad adecuada ya que los conflictos desenterrados no alcanzan ese dramatismo que parece querer expresar y también porque el personaje de Chloe (la blonda Amanda Seyfried) está un tanto desdibujado y queda opacado al lado del de Catherine. En fin, Chloe termina siendo la obra más predecible y lineal de este consolidado director.
Vincere se sitúa como un tour de force artístico, personal y esclarecedor. Vincere cuenta la historia, poco conocida, de Ida Dalser, la amante de Benito Mussolini. Ella tuvo un hijo con el Duce y fue quién lo ayudo, en los principios de su carrera política, cuando este era socialista, vendiendo todas sus pertenencias para que funde el diario Il popolo d´Italia, principal órgano propagandístico que sentaría las bases de su futuro político. A medida que Mussolini va adquiriendo poder hace a un lado a Ida hasta prácticamente desecharla. Cabe enfatizar las actuaciones soberbias de Giovanna Mezzogiorno y del impetuoso Filippo Timi. Entre un tono operístico y dramático Bellochio revela la corrupción y la impunidad de un momento histórico de Italia, que bien se podría relacionar con el actual. No es adrede la mención del movimiento futurista en el film, ya que las acciones del Duce coinciden con esta concepción artística vinculada al fascismo. La velocidad, el movimiento, la energía, la violencia y dignificación a la guerra como espacio superador, es el marco en el que transcurre esta historia pasional y de alto voltaje sexual, en donde las consecuencias desencadenan en una Ida Dalser, y su hijo, acallados y humillados, hasta el punto de encubrir la existencia de ambos. No había lugar para una mujer avasallante en una era tan misógina, donde el papel femenino era confinado al de mero objeto decorativo por ser sinónimo de debilidad. Era más funcional tener una compañera sumisa y que no cuestione, una familia pour la gallery, que la amenaza latente de una mujer ideológicamente vehemente e intensa que lucho hasta las últimas consecuencias por mantener su lugar e identidad, a pesar de ser recluida a un psiquiátrico y a ser separada de su hijo Benito. Bellochio narra la historia desde el punto de vista de Ida, y así desnuda los turbios mecanismos y las macabras formas del fascismo. Intercala material de archivo brindándole más potencia al film, además de lo anecdótico. Y también deja un espacio para mostrar el dispositivo cinematográfico como "espejo social y personal", segun indicaría Edgar Morín, basta con ver la escena en la que la protagonista mira El pibe de Chaplin y se siente identificada hasta las lágrimas con dicha historia. Vincere se sitúa como un tour de force artístico, personal y esclarecedor que confirma la vigencia de Marco Bellocchio, uno de los mejores realizadores del cine contemporáneo.