La alienación del dinero Una tributaria a varias películas de alto impacto o realities de moda parece esta película que llega a los cines locales con el nombre de Apuestas perversas y por la cual navegan momentos que parecen tomados de El juego del miedo, La gran estafa, El club de la pelea, o de casi cualquier programa de concursos que pululan en la TV, que en su conjunto hacen un cóctel en apariencia nuevo pero inmediatamente reconocido como previsible y obvio. Todas aquellas historias parecieran compartir una preocupación o un trauma: cómo enfrentar el cáncer del materialismo, el dinero que perturba la mente y termina por enloquecer a algunos seres humanos. No por casualidad muchos de sus protagonistas son personas alienadas por la abundancia (traducida en hedonismo e indiferencia por la injusticia del mundo) o por la ausencia de ésta, sublimada en frustración y violencia. Lo cierto es que resultan patéticas las escenas de Apuestas perversas donde un dandy decadente les paga a dos tipos que conoció en un bar por tragar de una sola vez un vaso de alcohol o palmear la cola de una stripper sin el consentimiento de ésta. Y eso es apenas el principio de una espiral que durante casi una hora y media muestra la degradación de cuatro seres humanos (luego se suma una quinta, la novia del dandy) con un interés más enfocado en llamar la atención a través del escándalo, que de alertar acerca de las conductas ciudadanas de estas cinco personas de espíritu evidentemente trastocado. Si los que legislan los contenidos del mundo del entretenimiento se tomaran más seriamente su trabajo, hace rato deberían haber extendido la calificación de pornografía a este tipo de relatos que provocan un daño incalculable en el tejido social. Es que, aún cuando la calificación finalmente sea apta para mayores de 18 años, cuando empezamos a deliberar acerca de temas tales como si el policial moderno responde o no a un paradigma distinto, o si la perversión vende, o por qué le adjudican características de comedia a este filme, ya perdimos la mitad de la batalla. Apuestas perversas Drama, thriller, terror “Cheap thrills” (EE.UU., 2013). Dirección: E.L.Katz. Guion: David Chirchirillo. Música: Mads Heldberg. Montaje: Brody Gusar. Duración: 85 minutos. Reparto: Pat Healy, Ethan Embry, Sara Paxton. Violencia: alta. Sexo: alto. Complejidad: alta. Apta para mayores de 18 años.
Los vínculos tienen el poder La vara tiene una cierta altura en el thriller y alcanzarla no es fácil en un medio como el cine industrial. El aprendiz apuesta a la intriga, al suspenso, a la elegancia, a la tecnología y a la acción, como la mayoría dentro género, y va todavía más allá con otros ingredientes que a algunos espectadores también les gusta encontrar en esta clase de películas: el drama, la sensibilidad, el romance. Una de las tramas más fuertes de esta historia toma este último aspecto, el de los vínculos. El famoso código de desapego afectivo de los espías, que suele ser usado como una debilidad por los enemigos, es cuestionado una vez más por los guionistas cuando los protagonistas de la ficción son obligados a enfrentarse en torno a una misión. Deveraux (Pierce Brosnan) y Mason (Luke Bracey) fueron maestro y aprendiz en el pasado. ¿No quedó nada de eso? ¿Qué es más fuerte? ¿El cerebro lavado o el corazón dormido? Una de las tantas preguntas que emanan de las líneas argumentales. Una de las falencias de este filme es que, pese a ser dinámico, no marcha con la misma solvencia cuando entra en el terreno dramático. La misma actualidad y astucia para usar una cámara en un robot drone debería ponerse para explorar los terrenos del alma humana del siglo 21 pero, claro, son más complicados. Lo difícil es hacerlo simple y que respire, que esté vivo, que sea un reflejo del hombre y la mujer modernos, o sea los espectadores. Además, como thriller El aprendiz es desparejo. A una secuencia lograda se le opone otra inverosímil. La primera es la persecución de los automóviles en Moscú. La segunda, el ingreso de Brosnan en el hotel de Belgrado para llegar hasta un posible asesino. De repente, las medidas de seguridad parecen haber desaparecido. Los climas entonces se desvanecen uno tras otro, cambiando de manera brusca e interrumpiendo la concentración. La acción tiene altibajos y la trayectoria espiritual de la película también sufre vaivenes. En cierto modo, la pantomima de los actores pareciera estar diciendo que el poder no lo está en el dinero, las armas, la droga, ni la política, sino el corazón humano. ¿Y luego? El aprendiz Thriller Buena ("The november man", EE.UU., 2014). Dirección: Roger Donaldson. Guion: Michael Finch y otros. Con Pierce Brosnan, Olga Kyrilenko, Luke Bracey y Mediha Musliovic. Música: Marco Beltrami. Fotografía: Romain Lacourbas. Montaje: John Gilbert. Para mayores de 16 años. Duración 108 minutos. Complejidad: media. Violencia: alta. Sexo: medio.
Mi querido robot inflable. El concepto, el diseño y la música de Grandes héroes son seductores. Los amantes de la tecnología se darán un pequeño gusto viendo esta película que juega a ir un poco más allá en el futuro para mostrar el siguiente capítulo de la evolución de las máquinas. Decir que el protagonista es un robot inflable -Baymax, programado para tareas médicas- es sólo una parte, pero importante, de lo que ofrece este relato. El compañero de Baymax y líder en la historia es Hiro, un niño genio que tras la desaparición de su hermano decide poner toda su inteligencia en la cacería de un villano enmascarado. Grandes héroes es una película de superhéroes y, como todas ellas, tiene un origen gris que da fuerza al corazón de los paladines. En este filme la dosis de pérdidas afectivas es importante. Hiro atraviesa tristezas que no son disimuladas en el desarrollo. Él busca a la persona que se llevó su invento: micro robots magnéticos que se configuran con una orden telekinética para hacer lo que el amo humano les ordene. Sus amigos estudiantes de la universidad tecnológica se suman a la causa, revestidos con poderes programados a través del teclado. Pocas veces es tan evidente como aquí el romance entre el cómic norteamericano y el japonés (el manga). Decir que todo transcurre en una ciudad futurista llamada San Franstokio es sólo el comienzo. Pagodas, linternas rojas de papel, kimonos, dragones y máscaras del teatro kabuki abundan en un paisaje que lleva el tradicional Barrio Chino a escala de una ciudad donde Oriente y Occidente conviven en el equilibrio del ying y el yang. Hay momentos de creatividad y libertad refrescantes. Luego, y para alentar a futuros episodios, los superhéroes se asumen como tales y el cuento entra en terreno más previsible. Pero ese es material para sociólogos. Grandes héroes Animación. Familia. Excelente (Big hero 6 , EE.UU., 2014). Dirección: Don Hall, Chris Williams. Guion: Jordan Roberts y otros. Música: Henry Jackman. Montaje: Tim Mertens. Diseño de producción: Paul A. Félix. Apta para todo público. Duración: 102 minutos. Complejidad: nula. Violenica: nula. Sexo: nulo.
Osito cariñoso Paddington está basada en una serie televisiva británica de la década de 1970, sobre un oso peruano que es adoptado por una familia londinense. Se trata en su versión para la pantalla grande al nivel de Babe, el chanchito valiente o Stuart Little, que -como tantas otras- lograron resultados muy buenos jugando con la idea de familias adoptando a mascotas fuera de serie. Paddington es una película muy simpática, moderna, dinámica y con esa pizca de saludable locura que los británicos siempre se han permitido, a veces disfrazándola de "extravagancia" o "estilo". Los efectos especiales son impecables, la fotografía exquisita, las actuaciones de primera, el ritmo atractivo, la música ligeramente exótica (mezcla de instrumentos nativos con letras en inglés). Uno de los grandes temas es el de las estructuras familiares, la opción de darle la forma que a cada grupo humano le convenga y sin importar las opiniones ajenas, cuando el amor es la guía. También se manifiesta el choque de culturas entre el oso y el imperio colonialista, éste último, como es sabido, bien pagado de sus costumbres, a las que considera parámetros incuestionables de civilización. El gesto de la familia Brown de adoptar a Paddington es una infiltración en medio de ese modelo añejo, mientras que la villana que persigue el plantígrado para venderlo al Museo de Ciencias Naturales representa la peor resistencia a la igualdad. Lástima que Paddington, el protagonista, no tiene casi nada de peruano. Huele a oportunidad desperdiciada para difundir algo más que el lugar común referido a este pueblo. Pero, en una película tan profundamente localista no sorprende. Más bien, mueve la conciencia sobre la importancia de querer lo propio, como los demás sabiamente hacen con lo que les toca, incluso con lo que cambiarían.
Aventuras en un reino lejano Esta película está basada en un libro de Elsa Bornemann, una de las más importantes autoras argentinas de literatura infantil, que falleció el año pasado. Fue prolífica, estuvo prohibida durante la dictadura militar a raíz, entre otras publicaciones del libro Un elefante ocupa mucho espacio y con posterioridad le llegaron los reconocimientos internacionales, incluidos los más prestigiosos. El último mago o Bilembambudín es una creación de 2014 que, al igual que tantas otras, llegó a las aulas como material de estudio. Cuenta la historia de una niña de 8 años llamada Aldana, que se encuentra en una función de teatro y está bastante aburrida. Finalmente, logra escabullirse con un mago que conoce ocasionalmente y termina enredada en una aventura de fantasía. En un reino lejano, debe ayudar a recuperar los colores de la naturaleza y la alegría de vivir oponiéndose a un mago encerrado en una torre y protegido por gigantes. Más allá de la indudable importancia de adaptar a los autores nacionales, la versión es aceptable. Leyendo apenas una reseña del libro original basta para notar que muchos de los detalles consignados por Bornemann han sido omitidos, lo que le hace perder ese sabor casi de receta casera. Aunque se entiende que la decisión responde a las necesidades de adaptar el texto a las posibilidades técnicas y de recursos. Aun así, persiste la intención nacida en el libro de pensar algunos conceptos, como el poder, el cuidado de la naturaleza, la magia y la valentía desde otros lugares. La animación (que también fue pensada para el 3D) es correcta y con algunos hallazgos. Algunas formas y movimientos son un poco esquemáticos, o el coloreado muy pasivo, pero muchos otros sorprenden. Un buen comienzo para un dúo de realizadores (Diego Rodríguez y Martín Masciandaro, director y guionista, respectivamente) que debutan en el ambiente del cine comercial.
Enredos y secuestros Hollywood ha contado muchas y variadas historias de amistad y Quiero matar a mi jefe 2 es una de esas, aunque el título sugiera otra cosa. Es una de esas y además con éxito probado en su primera entrega, lo que los animó a encarar esta segunda parte cambiando de director y manteniendo al trío de protagonistas, más algunas salidas y entradas en el coro de consagrados que se distribuyen los papeles secundarios. Por ejemplo, siguen Kevin Spacey y Jennifer Aniston, salieron Donald Sutherland y Colin Farrell, pero entraron Jamie Foxx y Christophe Waltz, este último con carrera en ascenso. Esta vez los muchachos para liberarse de los malditos jefes han concebido una lucha inteligente con mucho futuro comercial. Están buscando socios capitalistas pero lo que encuentran es la basura del sistema. Un empresario ruin y deshonesto que los traiciona para quedarse con el producto y con la patente. A partir de ahí, un secuestro y más enredos. Pero este es sólo el comienzo de una historia con muchos golpes de efecto, cambios de rumbo repentinos que mantienen la atención del espectador en alto por la vía de la sorpresa seguida de una nueva sorpresa y así. Quiero matar a mi jefe 2 es buena en ese aspecto. Se las arregla para hacer ese juego 10, 15, quizá más veces, y lo bueno es que no se deja adivinar fácilmente. Se empieza a esperar el consabido golpe de efecto, pero las formas en que éste aparece siguen teniendo algo de inteligente, alocado, o de algún otro ingrediente, que lo vuelve amistoso. El chichoneo permanente entre los tres amigos no es para cualquiera. Códigos de hombres pero no de todos los hombres, de a ratos demasiado localistas y que se repiten demasiadas veces conviven con momentos más frescos y cómicos. Una ensalada para comer algo y dejar el resto.
Aventuras secretas El suceso de la serie de cortos animados sobre la vida secreta de los insectos titulada Minúsculos (que actualmente se exhibe por la TV Pública) les dio coraje a los realizadores franceses Helen Giraud y Thomas Szabó para contar una historia de largo aliento. Saludable decisión que encuentra un resultado tan fresco y admirable como el original. Otra vez la técnica de mezclar imágenes del mundo natural con figuras de computadora da una combinación especial en Minúsculos: el valle de las hormigas. De a ratos parece una película de stickers en movimiento, pegados sobre postales. Asimismo, el silencio es la gran compañía del espectador a lo largo de toda la aventura. Los bichos se comunican excepcionalmente entre sí y cuando lo hacen es a través de mínimos sonidos caricaturizados de trompetas, silbatos y demás. Todo está para ser visto más que escuchado en el filme, y lo mejor es que el entretenimiento no decae un solo segundo. Para el trasfondo del relato, los realizadores filmaron ambientes en dos espectaculares parques nacionales franceses, y lograron paisajes que parecen pinturas selectas de una pinacoteca. Sobre ese lienzo, asoma la historia de una vaquita de San Antonio que traba amistad con un grupo de hormigas, a las que ayuda a transportar una carga de terrones de azúcar hasta el hormiguero, defendiéndose de una sanguinaria colonia de vecinas: las hormigas coloradas. Entre lo más valioso de la película está el amor elegante por el detalle. No sólo de la imagen, sino de las conductas de muchos de los diminutos seres que pueblan la pantalla. Se aprende de entomología (ciencia que estudia a los insectos) mientras se observa ocurrir acciones muy simples, cómicas y tiernas, como las que la naturaleza escatima diariamente a nuestros impacientes ojos.
El muelle secreto Para llevar al cine a una ganadora del Premio Nobel de literatura como fue la británica Doris Lessing se pusieron a trabajar la directora de habla francesa Anne Fontaine y un semi monstruo de las adaptaciones como Christopher Hampton, quien ya lo hizo anteriormente en muchos filmes de época virados hacia el drama romántico como Relaciones peligrosas, Carrington, Mary Reilly o Expiación, deseo y pecado donde ya mostró suficiente habilidad para lidiar con el universo femenino. Y era necesaria para este argumento tan complejo, un típico caso donde la ficción podría matar a la realidad si no se trabajara debidamente la credibilidad. Es que Madres perfectas cuenta una historia muy poco común en el cine, como es el amor entre dos amigas maduras con el hijo de la otra. Un recorrido apasionante ni bien se supera la incredulidad, porque permite bucear por sitios recónditos de la condición humana y social. Cabe decir que el relato está construido casi como un best seller: un lugar paradisíaco junto a la playa, actores bien parecidos (y famosos como Naomi Watts y Robin Wright), ambientes culturales e intelectuales elevados, imágenes tan cuidadas como el tratamiento de las emociones, entre otros arquetipos. Difícil sintetizar aquí el universo del relato pero en cambio vale decir que el filme invita a pensar sobre el significado del amor, el paso del tiempo vital o los moldes sociales que nos apresan y que en este relato los tópicos son atravesados por los protagonistas, para llegar hasta donde lo pide la necesidad de encontrar libertad para seguir viviendo. El filme representa todo un desafío para el espectador pues, consciente de que es imposible abarcar todo, deja espacios en blanco para llenar y se anima a cruzar fronteras de confort.
A paso de policía El gran éxito de Liam Neeson en los últimos años se llama Búsqueda implacable (Taken, en el original) y este nuevo policial, Caminando entre tumbas, va hacia el mismo camino. Sólo un dato comercial es que ya había recuperado bastante de su inversión antes del estreno, por la venta de derechos a mercados internacionales. Ahora bien, los parecidos son sólo eso, parecidos. En Caminando entre tumbas hay mucho menos acción que en Búsqueda implacable. Y no es la única diferencia. Neeson, actor irlandés con más de una centena de filmes realizados (una buena cantidad de ellos, buenos) es un innegable animal del cine, de un gran magnetismo. Cualidad imprescindible para este tipo de películas donde se pasa una gran parte ocupando los planos, y muchas veces en escenas austeras en las que apenas camina, piensa, mira, busca, habla, actitudes típicas de un investigador. Policía retirado, su personaje es convocado por un traficante menor de drogas para descubrir a quienes asesinaron a su novia. Dato para anotar: Matt Scudder (así se llama el personaje) es la creación de un escritor de novelas policiales conocido en Estados Unidos, Lawrence Block, que remite a otros autores más conocidos en el género, como Elmore Leonard. Scudder ya apareció en casi dos decenas de libros, pero esta es apenas la segunda vez que "trabaja" en la pantalla grande. La primera fue en 8 millones de maneras de morir, filme en el que fue encarnado por Jeff Bridges, en 1986. El filme trabaja muy bien el paso a paso de la investigación y así atrae interés hacia su molino. Pero es una pena que eso se contraponga con cierta falta de ritmo. Pero una de las virtudes de Caminando entre tumbas es que está bien filmada, bien contada y logra muchas atmósferas interesantes, sobre todo porque esquiva toda grandilocuencia. Atendible también el trabajo de locaciones, que hacen que Brooklyn y toda Nueva York no se parezcan a una postal clásica.
Las dos caras del amor Hay una superficie e inmediatamente debajo, como las corrientes de agua dulce debajo de algunos ríos, una segunda lectura de Sólo amigos, la comedia romántica que tiene al exniño mago de Harry Potter como protagonista. Por encima, Wallace (Daniel Radcliffe) y Chantry (Zoe Kazan) se conocen, se caen bien y ante la relación sentimental que ella tiene con un tercero deciden convertise en amigos, mejores amigos. Todo está empezando en sus vidas y por eso la cosa funciona. Wallace está a punto de recibirse de médico y su antigua manera de relacionarse con las mujeres está en crisis. Chantry, mientras tanto, está en una posición expectante en su trabajo: tiene chances de evolucionar y es el tipo de persona que tarde o temprano lo hará, pero otros asuntos la mantienen en vilo. Por ejemplo, su novio. El muchacho está haciendo carrera en la ONU, viaja todo el tiempo y parece que tardará un tiempo en asentarse en más de una cosa. De manera subterránea, fluye el lazo emocional que Wallace y Chantry trabaron no bien se vieron, jugando con unos imanes de una heladera en una fiesta. Ella descubre en él una energía en sintonía que en su novio no encuentra tal como la necesita. Y a él le ocurre algo similar. La película dirigida por Michael Dowse y escrita por Elan Mastai consigue fijar estos parámetros interiores mientras sabe entretener gracias a situaciones sorprendentes, diálogos chispeantes y retratos de personalidades que buscan ser originales. Este interés por diferenciarse de otras comedias románticas del estilo se hace bien explícito en el uso de dibujos animados o efectos especiales irónicos para romper cualquier molde indeseado que hubiera querido instalarse donde no debe. Tiene, además, una enmarcación amigable, un buena banda sonora y la metrópoli norteamericana fotografiada con un ojo sensible.