Un dios salvaje:
Cuatro excelentes actores y un gran director haciendo lo que saben hacer mejor
Siempre admire la inteligencia de algunos realizadores a la hora de hacer una gran película partiendo de un simple incidente en una sola locación. Tal es el caso de Francis Veber con La Cena de los Tontos, pero Yasmina Reza redoblo esa apuesta; es decir presento un incidente mucho más simple como una breve reunión entre dos padres y se las ingenió para demostrar que a veces los argumentos de los adultos, por más escudados en la madurez que estén, pueden llegar a ser igual o peor de violentos que los de los niños, aunque este solo se limite a verbalidades.
La adaptación encarada por la autora de la obra y Roman Polanski, director de esta película, elude al sospechoso habitual de la adaptación teatral que es sacar la obra a pasear por exteriores; cosa que solo limita al incidente entre los dos infantes que abre y cierra esta película.
Toda la película transcurre en un departamento y por ende hay ingenio, ya lo dije más arriba, en prolongar lo que debería ser una reunión de unos cuantos minutos en una de unas cuantas horas. Dichas prolongaciones son detonadas por sutiles recriminaciones de una pareja de padres a la otra, que progresivamente se convierten, a medida que avanza el metraje, en explosiones verbales de leve melodrama pero notoria comicidad.
La película si bien sigue una estructura de introducción, nudo y desenlace. No tiene una percepción de la misma en un sentido tradicional. Es decir, tiene una presentación de personajes, sabemos que es lo que detona la trama, pero no nos percatamos del final sino hasta que este inevitablemente llega; cosa que no pasa seguido con muchas películas en las cuales uno siente cuando está llegando el final.
A nivel técnico, Polanski tiene un sentido no solo de puesta en escena, sino de la teatralidad inherente por cuestiones obvias a la historia. Saludo a su fotógrafo, Pawel Edelman por sus composiciones de cuadro estratégicas en 2.35:1 (Cinemascope), donde la cámara casi siempre esta estacionada y se mueve justo en lo necesario. También saludo a su montajista, Herve de Luze, por su montaje de precisión quirúrgica que contribuyó a que la película no pasara más rápido, sino que tuviera al menos un poco más de ritmo y se informara lo justo y necesario y cada personaje, aunque sea en solitario, tuviera su momento.
El nivel actoral es el gran atractivo de esta película. Los cuatro actores son excelentes, uno no sabe con quién quedarse. Personalmente el que más dejo el nivel actoral de la película en alto es Christoph Waltz, en su interpretación de un sofisticado y agrandado abogado que no puede sacarse el celular de encima. Luego tenemos a Kate Winslet, que consigue sacarnos unas risas y muchas veces, sobre todo finalizando el metraje, sonoras carcajadas cuando su personaje de esposa snob aparentemente civilizada progresivamente se convierte en una borracha predicadora de verdades. Los que siguen a Jodie Foster les advierto que acá se encontraran con una interpretación distinta, bastante distinta de lo que estamos acostumbrados a ver de ella. John C. Reilly adopta el rol de marido bonachón y de buen corazón como los que interpreto en Magnolia o Chicago, pero también encuentra sus momentos de graciosas rabietas; casi siempre en complicidad con el personaje de Waltz.
Conclusión: Aunque su poco habitual desarrollo de guion pueda llegar a dejar al espectador con la sangre en el ojo, el poder de las interpretaciones es lo que lleva adelante la película y contribuye un 50% a esa regla de meterle al espectador la curiosidad de saber que va a pasar. Pero puntualmente, es como si estuviéramos viendo una de esas millones de charlas de café que uno tiene en casa de unos amigos. Si se tiene en cuenta esto, y aun así quiere disfrutar de unos excelentes actores y una puesta en escena prodigiosa por parte de Polanski, la recomiendo.
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