Apenas empieza, Renfield (2023) deja en claro que se trata de una película lograda. Se mueve con soltura como un título original y divertido, al mismo tiempo que es una evidente secuela de uno de los grandes clásicos del cine de terror de todos los tiempos: Drácula (1931) de Tod Browning, protagonizada por Bela Lugosi. ¿Cuántos espectadores que vean Renfield sabrán de la existencia de aquella película de la cual aparecen fragmentos editados al inicio? Posiblemente casi ninguno, pero al mismo tiempo no hay cinéfilo fan de Drácula que se vaya a perder este nuevo largometraje que está a la altura de las expectativas que había creado. Robert Montague Renfield(Nicholas Hoult) es, desde hace noventa años, el asistente del Conde Drácula (Nicolas Cage). No está contento con el trato que selló con el vampiro cuando fue a su castillo a venderle unas tierras. Renfield vive torturado por el mal que hace para llevarle comida a su amo. Actualmente se ha sumado a un grupo de personas que no pueden salir de una relación codependiente y abusiva. Ninguno en el grupo imagina que el monstruo al que se refiere Renfield es realmente uno, y no una metáfora de una persona destructiva. Renfield y Drácula se han instalado en New Orleans y sin querer se cruzan con una terrible banda de famosos. Una policía absolutamente honesta y valiente llamada Rebecca Quincy (Awkwafina) se terminará metiendo también en la historia. La película tiene un ritmo preciso y no hay un solo momento aburrido o innecesario. Sus noventa y tres minutos son aprovechados al máximo y en los títulos del final se asoma una imagen de lo que fue un número musical que finalmente no quedó en la película. La inteligencia del montaje no sólo está en evitar escenas inútiles, sino en darle gran ritmo a las que están. La banda de sonido también está elegida con una precisión nada gratuita, acompañando las escenas sin que nunca se vea forzada su inclusión. El guión tiene grandes momentos humorísticos y al mismo tiempo una enorme carga cinéfilo, pero lo que completa su encanto es toda la idea de mostrar el vínculo entre Renfield y Drácula como una relación tóxica del cuál el primero debe aprender a alejarse. Claro que luego de un siglo no es fácil, toda la línea de grupo de ayuda es lo más original y divertido. Tanto Nicholas Hoult como Nicolas Cage están perfectos en sus roles. Incluso cuando los efectos visuales permiten reemplazarlos en la película de 1931, poniendo sus rostros en lugar de los de Dwight Frye y Bela Lugosi respectivamente. También Awkwafina, Shohreh Aghdashloo, Ben Schwartz y Adrián Ramirez están muy bien, porque la solidez del elenco es uno de los pilares sobre los cuales se sostiene la trama. La película es una comedia construida sobre uno de los grandes mitos del cine de terror de todos los tiempos y también tiene un costado más humano que logra sobrevivir al disparate hermosamente sangriento que el largometraje es. Es una verdadera alegría ver películas que son capaces de encontrar un tono y un estilo. El director Chris McKay, el mismo de The Lego Batman Movie (2021), puede llenar de detalles para cinéfilos y sobreentendidos para los amantes de historias de vampiros, pero lo que se impone es la forma en la cual se construye un Renfield memorable, una vuelta de tuerca sobre uno de los personajes más famosos del cine y la literatura. En cuánto a Drácula, se nota que es un sueño cumplido para el gran Nicolas Cage, una estrella que ha dedicado en los últimos a apostar por películas originales dentro del cine de género. Cage se ha transformado en sinónimo de valentía artística y Renfield es la prueba clara de esto.
Suzume es la nueva película de Makoto Shinkai, cineasta y autor de manga japonés. Su obra es legendaria en su país y el mundo lo conoció por sus largometrajes Your Name (2016) y El tiempo contigo (2019). Maestro del animé, sus largometrajes unen públicos de diferentes edades y sus largometrajes tienen diferentes niveles de complejidad dentro de un mismo relato. En este nuevo largometraje la protagonista es Suzume, una joven de diecisiete años que vive en un pueblo tranquilo en Japón. Suzume conoce a un misterioso joven que busca una puerta. Los dos viajan juntos y encuentran una puerta vieja en una casa abandonada en las montañas. Pero cuando Suzume abre dicha misteriosa puerta desata una serie de desastres por todo Japón. Ahora deberá cerrar todas esas puertas que ha abierto para evitar lo que se ha desatado. Como siempre en el director, la película tiene temas superficiales y otros más complejos. Se mueve con naturalidad por escenas de una belleza superior al promedio de todo el cine que se hace. No hay nada que falle, pero al mismo tiempo, este tercer largometraje que llega hasta nuestras salas es algo que sorprende menos, ya que todo lo que podemos elogiar ya lo hemos visto antes en su propia obra. No deslumbra de la misma forma, pero tiene emoción y belleza, dos características que nunca pueden ser mal recibidas. Quien nunca haya visto una película de este director, sin duda se impresionará con esta película.
Sobrevivientes sigue la vida de tres jóvenes: Dahyana, Maxi y Analía. Cada uno de ellos tiene una discapacidad producto de un siniestro vial. Los tres sufrieron un cambio radical en su existencia, primero atravesando la recuperación posterior al incidente y luego aprendiendo a vivir de una forma completamente distinta. Maxi se presenta como un amante del deporte que practicaba todos los que podía antes de ser atropellado por un conductor alcoholizado que se dio a la fuga. Su amor por el deporte no cesó y él sigue practicando varios. Analía estudiaba periodismo y era una lectora voraz, fue atropellada por un taxista y el golpe en la cabeza que tuvo le provocó una afasia en la expresión. Dahyana es profesora de inglés en una escuela primaria y secundaria. Justo antes de mudarse a la ciudad de Córdoba fue embestida por una camioneta en una calle de su pueblo. Una lesión en la médula también la ha dejado en silla de ruedas, sin movilidad en las piernas y en las manos. El objetivo de la película es muy sencillo y sin embargo no deja de ser una rareza que se le dedique una película al tema. Los números de víctimas de siniestros viales son altísimos en Argentina. No sólo las personas que mueren en dichos incidentes, sino los que sobreviven con lesiones permanentes. Más de 5000 personas mueren por año en el país de esta forma y es la principal causa de muerte y discapacidad en los jóvenes de nuestro país. La idea sencilla pero clara de que en un segundo pueden cambiar todos los planes de vida de una persona. No hay mejor llamado de atención para evitar esto que contar la vida de tres personas que sobrevivieron a estos accidentes. Es desgarrador el testimonio de los protagonistas, aunque se trate de tres personas que no se han rendido, a pesar de los malos días. Si más gente ve este documental o conoce estas historias, es posible que un cambio para bien ocurra en la sociedad.
Justina (Flor Torrente), una joven grafóloga, se entera que Patricio, su eterno amor de verano, se va a casar en la Puerto Pirámides, en la Patagonia argentina, el lugar donde ella pasaba sus vacaciones años atrás. Ella llega al lugar en temporada de ballenas para hospedarse en lo de su tía Amalia, dueña de un restaurante especializado en frutos del mar. Son pocos habitantes y se conocen mucho, por lo que todos especulan con que Justina viene a interrumpir el casamiento. Pero el viaje, con su paisaje y su ambiente, tal vez termine generando en ella algo distinto al escándalo que todos esperan. Una idea que finalmente es desperdiciada por la falta de ganas de contar una buena historia. Reparo es una película que juega con el minimalismo de las situaciones, aún cuando las ballenas y los grandes paisajes ofrezcan imágenes más llamativas que las situaciones sencillas que atraviesan todo el largometraje. Hay algo de inocencia y egocentrismo en pensar que una historia tan pequeña que juega tan poco a poner drama y ritmo pueda cautivar al espectador. Algún día los realizadores de esta clase de títulos deberían pensar seriamente para qué hacen películas de esta clase. No porque no sean masivas, muchos genios no lo son, sino porque no ofrecen una calidad relevante y tampoco algo perdurable. Un ombliguismo que sólo sirve para palmearse la espalda entre ellos. La facilidad con la que se olvidan estos largometrajes no habla de la ligereza, sino más bien de la falta de fuerza cinematográfica.
Siempre se agradece un largometraje que ponga algo de estilo a la puesta en escena. Hay un trabajo estético por encima del promedio, aunque eso no alcance para un resultado perfecto. Tres hermanos, cazadores y aficionados al heavy metal, luchan con sus problemas personales en la Patagonia argentina. Mientras tanto, el río vecino amenaza con inundaciones la finca familiar, lo que arruinaría la cosecha. La tensión va creciendo y la violencia es permanente. La película es bastante gráfica e incluso sórdida en la manera de mostrar el comportamiento primitivo de los tres protagonistas. Tres hermanos se inscribe dentro de una temática que el cine ha tratado muchas veces y que hoy parece olvidada. Sus búsquedas son auténticas pero los resultados son bastante dispares. Por momentos se ve algo forzada y pierde el rumbo narrativo. Hay un espíritu de cine, sin embargo, que la mantiene dentro de las películas interesantes.
El exorcista del Papa se inspira en los libros del famoso Padre Gabriele Amorth, el exorcista más famoso del mundo, quien se desempeñó en la diócesis de Roma y proclamó haber realizado más de 50.000 exorcismos. Amorth fue un personaje mediático y su trabajo fue reflejado en un extraño documental llamado The Devil and the Father Amorth (2017) dirigido por William Friedkin. Dicho largometraje tuvo como origen la admiración de Amorth por El exorcista (1973) dirigida por William Friedkin, a quien Amorth consideraba la mejor película de exorcismos que se haya hecho. En eso, claro, estamos todos de acuerdo, pero el motivo de Amorth incluía el considerarla un registro muy logrado de un verdadero exorcismo. Pero en la película del 2023 el Padre Amorth está interpretado por Russell Crowe y es una versión muy libre del personaje real. Amorth es el exorcista oficial del Vaticano y sus prácticas son discutidas por la jerarquía, aunque tiene el apoyo del Papa (interpretado por Franco Nero). Su estilo combina una profunda fe religiosa con una mirada racional sobre ciertos casos que no son verdaderas posesiones. En medio de los reclamos que le hacen, aparecerá un caso en España que necesita con urgencia la presencia del cura. Un niño ha sido poseído cuando junto a su madre y su hermana se mudan a una abadía que intentan restaurar. Un cura local será el asistente de Amorth. No es un caso cualquiera y el secreto oculto en el lugar puede hacer caer a toda la iglesia. La película, ambientada en 1987, se destaca por la construcción de un relato que evita el exceso de golpes de efecto y pone énfasis en el protagonista de una manera no solemne, aún con la gravedad del tema. Elige confiar en los espectadores y esquiva parecerse a los peores exponentes del género, mientras que parece haber tomado nota de los mejores. Todos estos méritos se concentran en el personaje central, que es lo que convierte a El exorcista del Papa en una película que vale la pena. El padre Amorth encarnado por Russell Crowe parece salido de una película de John Ford, tiene sentido del humor, es un poco borrachín, tiene una nobleza inquebrantable y mucho coraje. El diablo odia los chistes, dice en un momento. No sería posible este personaje sin la presencia aligerada y a la vez potente del actor. Mucho se dice que Crowe pasó de ganar dos Oscars a películas como estas, pero no es fácil realizar cine de género con la calidad que él ofrece. Sus aires a lo Orson Welles lo hacen doblemente querible. La película tiene algunas ideas interesantes y sofisticadas y, a diferencia de otros títulos, sostiene la fe religiosa como algo indispensable para combatir al mal. Abreva en las ideas del verdadero Amorth, que pensaba que el diablo estaba detrás de los más sangrientos momentos de la historia de la humanidad. No puede evitar, sin embargo, sumar más efectos visuales de los necesarios en el final, pero eso no borra lo hecho hasta ahí. Russell Crowe en una Vespa justifica la existencia de esta película.
Película para todos los que conocen al famoso personaje de Nintendo. Su popularidad es tan grande que la adaptación con actores hecha años atrás ha pasado al olvido y hoy la versión animada arrasa en la taquilla mundial. Super Mario Bros: la película no está pensada sólo para quienes han jugado el videojuego, sino para todos los que tan sólo lo conocen de nombre o lo han visto saltar en pequeños fragmentos del juego. Mario y Luigi están ahora en Nueva York cuando las tuberías los llevan a un mundo mágico. Lamentablemente en dicho mundo quedan separados y Mario deberá emprender el camino para reencontrarse con su hermano. Mario (Chris Pratt) aterriza en el Reino Champiñón, gobernado por la princesa Peach (Anya Taylor-Joy) , mientras que Luigi (Charlie Day) aterriza en las Tierras Oscuras, gobernadas por el rey de los Koopas Bowser. Bowser (Jack Black) busca casarse con Peach y destruirá el Reino Champiñón usando la Superestrella si ella se niega. Bowser encierra a Luigi para chantajear a Mario, a quien ve como una competencia por el amor de Peach. Mario conoce a Toad (Keegan-Michael Key), quien será su guía en este nuevo mundo. Color y diversión no faltan, aunque no puede evitar verse como un producto bastante mecánico, frío, distante, algo muy habitual en las películas de animación, cuyas emociones e ideas terminan resultan ser efectivas pero deshumanizadas. La excepción -y el motivo por el cuál debe verse en inglés sí o sí- es Jack Black, cuyo personaje está bien construido y al que él sabe agregarle la humanidad de quien deja todo en cada personaje. Un villano que está por encima de una película completamente calculada, sin nada que la desvíe de sus ideas cuadradas. Cada uno puede decidir si eso le alcanza o no.
Hay un mérito muy especial en contar historias de la vida real cuyo final todos los espectadores conocen y aún así lograr una tensión cinematográfica de primer nivel. En este caso el mérito es del director y coguionista Ben Affleck, director de Air y autor del guión junto a Alex Convery y Matt Damon. La película cuenta como la sección de básquet de la marca Nike intenta contratar al jugador novato Michael Jordan, cuando este todavía no era la estrella número uno de la NBA. Ni Jordan aún se había mostrado finalmente como quien sería, ni la NBA había alcanzado su cima, ni Nike podía competir contra Adidas y Converse, las dos marcas que estaban en la delantera en aquellos años. La película está ubicada en el momento previo a uno de los cambios más importantes en la historia del deporte mundial. Un montaje de 1984 nos ubica como pocas películas lo han hecho en aquellos años. No sólo por sus personajes y su música, sino también por la forma en la cuál Affleck ha decidido filmar su nuevo largometraje. No sólo está ubicada en la década de los ochenta, también parece filmada en esa década, por su fotografía y sus texturas. La película consigue una autenticidad absoluta en ese aspecto, además de un efecto nostálgico que aporta una emoción extra. El protagonista es el reclutador Sonny Vaccaro (Matt Damon) quien busca a una estrella del básquet para que sea la cara de Nike en la siguiente temporada. La empresa liderada por Phil Knight (Ben Affleck) tiene puesto su énfasis en el running y el calzado de básquet no es la prioridad. Si no logran un triunfo ese año, posiblemente todo el equipo de la sección deba ser cancelado. Vaccaro ve lo que nadie ha percibido, un novato tiene un talento superlativo que está a punto de sacudir al mundo. Debe convencer a Knight y a todo su departamento de jugársela por él, pero lo más difícil será ganarle la partida a Adidas y Converse y convencer a un públicamente renuente a Nike Michael Jordan. El hallazgo del guión consiste en contar esta apasionante historia en su dimensión humana, no sólo en las tácticas y riesgos empresariales que deben llevarse adelante para ganar el negocio del calzado deportivo. Es justamente el lado humano, que la película enfatiza, lo que conecta a Vaccaro con Deloris Jordan (Viola Davis) la mamá de Michael. Un dato de color es que Michael Jordan fue consultado acerca del guión y lo único que sugirió fue que esa actriz interpretada a su madre. Es fundamental para la emoción de la película el personaje de Rob Strasser (Jason Bateman, perfecto, como siempre) el encargado de marketing de la empresa, quién se juega absolutamente todo en la apuesta osada de Vaccaro. Air es la quinta película de Ben Affleck como director. Las otras cuatro son Desapareció una noche (Gone Baby Gone, 2007), Atracción peligrosa (The Town, 2010), Argo (2012) y Vivir de noche (Live by Night, 2016). Sumadas, estas cinco películas lo convierten en uno de los mejores directores del siglo XXI, aunque no haya recibido el reconocimiento completo que se merece. Su colaborador y amigo Matt Damon vuelve a mostrar su talento como guionista y como actor. Son un equipo sobrio y talentoso que sigue haciendo cine en estas épocas de confusión estética y falta de corazón en las películas. Air es otro triunfo de ambos.
Guillermo Francella es una estrella indiscutible del cine argentino y desde El secreto de sus ojos en adelante uno de los actores más respetados. En La extorsión él interpreta a Alejandro, un experimentado piloto aeronáutico que ama profundamente la tarea en la cual se ha destacado a lo largo de los años. Pero guarda al menos un secreto que lo vuelve vulnerable y que en caso de exponerse lo dejaría fuera del trabajo que tanto ama. Esto lo deja a merced de los Servicios de Inteligencia que lo extorsionarán, pidiéndole que lleve unas misteriosas valijas en la ruta entre Buenos Aires y Madrid sin hacer preguntas acerca del contenido. Alejandro le oculta a todo el mundo, incluida su esposa (Andrea Frigerio), lo que está haciendo pero a su vez en cada viaje intenta buscar la manera de salir de esta red. La red que lo tiene atrapado es mucho más poderosa de lo que parece y el intentar abandonarlos o denunciarlos le puede no sólo costar su trabajo, sino también la vida. La película es un sólido exponente de cine de género y está realizada a la altura de sus ambiciones. Un cine de calidad que resulta entretenido y que atrapa al espectador durante la primera mitad y un poco más allá. Un elenco particularmente sólido es otro pilar que sostiene al largometraje, no sólo el costado técnico de la película. Francella se ajusta a papel perfectamente y Andrea Frigerio y Mónica Villa también merecen ser destacadas por sus buenos trabajos y también demostrar que el casting está muy bien hecho. Los problemas vienen al final, cuando aún sin caer mucho en calidad, la narración pierde su fuerza y también su credibilidad. No es que la película fuera realista, pero las dos elipsis del último tercio dejan un espacio para perder pensar en la falta de lógica y eso daña el rigor narrativo que intentaba mantener. Son vueltas de tuerca que suelen sufrir muchas películas de género y que diferencian una película clásica de un film correcto. La extorsión es esto último.
Hijo de una familia de trabajadores, Manuel vuelve a su tierra con el objetivo de prepararse para entrar al conservatorio de música como pianista. En esos días de ensayos, se cruza con Sibila, la hija de un latifundista. Entre ellos nace una historia de amor prohibida por las diferencias sociales. La familia de Manuel está en una situación adversa que los lleva a perderlo todo. Para revertir la situación, Manuel decide participar de una carrera de motos con los peligros que implica para sus manos como pianista. La película está filmada en los bellos paisajes del sur, un lugar cuyo director, Alex Tossenberger, conoce muy bien. Pero la historia es muy básica y las actuaciones son casi de aficionados, aún con varios actores conocidos en el elenco. Los temas sociales, políticos y económicos, mezclados con el melodrama romántico, están desarrollados de forma infantil, sin interés por la puesta en escena ni cariño alguno por el ritmo cinematográfico más elemental. Las locaciones son aprovechadas pero no al máximo, la sensación de un film fallido con límites artísticos y narrativos se impone. Ideas del cine muy antiguas, propias de un cine argentino que ya no existe más.