Un castor en la familia La depresión y el aislamiento consigo mismo, lo llevaran a Walter (Mel Gibson) a estar cada vez más lejos de su familia. En uno de sus ataques de locura y pánico tomará un títere de un castor y de ahí en mas no se lo quitará de su mano; siendo que ya no solo será parte de él, sino que le encomendará su propia vida y como excusa para poder recuperar a su familia y que la empresa familiar que había heredado progrese, se dirigirá a todos a través de la marioneta. Principalmente, en esto se centrará La Doble Vida de Walter, el nuevo film de Jodie Foster, quién también co-protagonista al interpretar a Meredith, la esposa del damnificado. Ella deberá lidiar con Porter (Anton Yelchin) su hijo mayor adolescente, el cual no se siente para nada identificado con su padre y esconde ciertos problemas psicológicos, como con el pequeño Henry (Riley Thomas Stewart), desorientado tras la ida de su progenitor, pero sumamente ilusionado a su regreso y con su cambio de actitud junto al castor. Como lo hizo el cine estadounidense en las últimas décadas, La Doble Vida de Walter es una película más que incursiona en el factor de la familia disfuncional; Todd Solondz con Felicidad, Sam Mendes con Belleza Americana, y en una de las más recientes, Lisa Cholodenko con Mi Familia ya habían profundizado en el tema. Todos y con alternativas distintas mostraron este fenómeno de la manera más real y cruda posible, y el caso del film de Foster no será la excepción en una obra que a pesar de tener momentos cómicos, refleja el más profundo drama de las personalidades de sus protagonistas. El film, gracias a un sólido guión de Kyle Killen, se centrará en la lucha de la familia por aceptar la locura de Walter, que a pesar de que en principio todo podía parecer agradable y con un buen fin para todos, todo se le terminará complicando al protagonista hasta perder el control de sus acciones. Tanto esto como los hechos paralelos del progreso de la compañía de juguetes presidida ahora por el castor y la típica relación conflictiva entre Porter y su compañera de secundario Norah (Jennifer Lawrence) llevaran a que todos los aspectos de la obra, tanto narrativos, argumentales y psicológicos respecto a la profundidad y sentimiento de los personajes, estén muy bien caracterizados. Con su tercer título como realizadora, Mentes que Brillan y Feriados en Familia los anteriores, se puede decir que Foster concreta un film más que correcto, que entre buenas actuaciones y un buen desarrollo de temas severos como la depresión y la locura, hacen de La Doble Vida de Walter una obra a considerar en la carrera de su titiritera.
Otra chica mala Rudas, audaces y entrenadas para matar; en las últimas décadas el cine quiso mostrar así a las mujeres. Luc Besson puso en escena a Anne Parillaud en Nikita (quizás la más recordada asesina de sexo femenino), y luego a una niña Natalie Portman, quién buscaba vengar a su hermanito en El Perfecto Asesino; también Quentin Tarantino colocó su acento en la cuestión creando al mítico personaje de Uma Thurman en Kill Bill. En Hanna, el nuevo film de Joe Wright, aparecerá la joven Saoirse Ronan, quién interpretará a una adolescente sin ningún escrúpulo al momento de aniquilar a alguien. En la reciente película del realizador de Expiación, Deseo y Pecado, se narra como la prematura asesina, quién fue distanciada de la civilización, para ser educada y entrenada por Erik, su padre (Eric Bana), que le encomendará su primera misión, en la cual tendrá que huir entre África y Europa de una tropa liderada por Marissa (Cate Blanchett), agente de inteligencia estadounidense que busca eliminar a su padre y encontrarla a ella, a la que ve como una compleja amenaza. El hilo narrativo del film no solo se desarrolla entre frenéticas persecuciones y abundantes escenas de acción, sino que a lo largo de la trama se irán relevando las incógnitas sobre la existencia de la adolescente, a través de operaciones encubiertas surgidas en el pasado. Quizás lo más desentendido del film sean los puntos en que Wright muestra como Hanna se familiariza con el mundo exterior que le fue esquivo por tanto tiempo, momentos en los que tiene contacto con los hombres o la tecnología, los cuales están para distender y dar descanso a la acción, pero que junto a la asociación con lo fantástico y las fábulas de los hermanos Grimm que plantea la narración, no terminan de cumplir su cometido y cerrar ideas concretas que aporten algo más al núcleo de la obra. Hanna no presenta nada nuevo dentro de las películas de acción o espionaje, aunque sí hay que decir que gracias a llevaderos climas de acción, un montaje acorde y el acompañamiento musical a cargo de The Chemical Brothers hacen que la obra sea bastante compacta. A favor de Wright, se puede mencionar que tras films monótonos y sumamente sentimentales como Orgullo y Prejuicio y Expiación…, pudo irrumpir en un género diferente, en el cual a pesar de no mostrar demasiados destellos, provoca con Hanna un trabajo intenso de un ritmo mucho más avasallante que en sus anteriores incursiones, haciendo hincapié en que la estética moderna le sienta mejor que la de época.
Melancólica balada de amor Una historia de amor, de esas tristes y melancólicas, pero de las reales. Eso es Blue Valentine, film de Derek Cianfrance que narra la historia de Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams), dos adolescentes que se enamoran y que a lo largo de los años, luego de estar casados y tener una hija experimentarán como su matrimonio se desmorona. La película de Cianfrance se divide en dos líneas temporales bien marcadas: el presente en dónde ambos protagonistas confrontarán una serie de conflictos que irán destruyendo la pareja; en tanto que entre intercalados flashbacks se irá desplegando su etapa de jóvenes a partir del momento cuando se conocen y enamoran al mejor estilo cuento de hadas. El distanciamiento, las discusiones y decisiones erróneas harán que Dean y Cindy desgasten una relación de un comienzo encantador, que como relata el film en una escena memorable, él le recitará con su ukelele, al mejor estilo Tiny Tim, unas palabras de amor mientras ella hace unos pasos de tap al compás de la música. Tales minutos tendrán un espectro mágico que declararán lo que sus sentimientos representan y así propagar la esencia de la obra. Blue Valentine es un film independiente, al mejor legado del gran John Cassavetes y obras como Una Mujer Bajo la Influencia: la cruda y realista fotografía (buen trabajo de Andrij Parekh), la utilización de la cámara en mano y la temática conflictiva entre relaciones amorosas y familiares hacen posible una proximidad con un deje un tanto moderno más a la estética del cine de Gus Van Sant y películas como Elephant o Paranoid Park. La película es agradable y a pesar de tener baches un tanto densos en la narración, los desarrollos temporales están muy bien interceptados gracias a un solvente guión que junto a Cianfrance realizaron Cami Delavigne y Joey Curtis; pero si hay algo para destacar es la dirección de actores que provoca el lucimiento de Gosling y Williams, quienes le dan vida a esta historia de amor y a una obra que se nutre constantemente de ellos. Blue Valentine es un film más que correcto que cuenta una historia sencilla que presenta un enfoque de estrecho realismo a través de una estética cruda y planos largos y bien detallados, que hacen que la película de Cianfrance sea de gran importancia dentro del cine independiente estadounidense moderno.
Otra vez más navegando hacia el mismo rumbo Luego de la trilogía de Gore Verbinski, el nuevo elegido para llevar las arcas de la híper popular Piratas de Caribe resulta ser Rob Marshall, director de la sobrevalorada Chicago y las intrascendentes posteriores Memorias de una geisha y Nine. Para la cuarta edición de la saga del Jack Sparrow (ya el mítico personaje interpretado por Johnny Depp), esta popular odisea de aventuras desembarca con Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas, una nueva entrega dónde el ícono de Walt Disney en los últimos diez años se encontrará con Angélica (Penélope Cruz), una mujer con la que tuvo una relación en el pasado, quién lo hará llegar a ella para ir en busca de la fuente de la juventud, ya que su padre, el malvado capitán Blackbeard (Ian McShane) teme de una profecía que predica su muerte. Entre engaños y diversas incógnitas zarparan en busca de los acontecimientos, cómo también lo hará por paralelo el capitán Barbossa (Geoffrey Rush) que irá en busca de venganza. Como en los tres primeros, el film de Marshall es un collage de acción y efectos especiales manejado por grandes figuras de Hollywood cómo las ya mencionadas; aunque dejando un saldo repetitivo y obsoleto. La película es sumamente predecible y todo lo que va sucediendo es lo que se supone que va a pasar en una enorme marea de clichés. En 2003 con La maldición del Perla Negra, el más correcto de la saga de Sparrow, comenzaba lo que sería un boom multitudinario: un personaje llamativo, espectaculares efectos visuales, acción y un toque de comedia que cautivaron al público a pesar de no presentarse una gran obra; pero como es habitual en la Hollywood moderna, se opta por explotar cada film pochoclero y producir innumeradas e innecesarias sagas de cada película que tiene un éxito de importancia. Por ende se privilegia más el negocio que el cine, más el dinero que el arte, aunque tranquilamente podrían ir paralelos; pero cada vez son menos los casos de este estilo, ya lejos queda en el tiempo Steven Spileberg los las tres primeras Indina Jones o Robert Zemeckis con Volver al futuro y sus respectiva trilogía. En 2006 con El cofre de la muerte y 2007 con En el fin del mundo, lo único que se demostró fue que la historia de Piratas del Caribe se reescribía en materias similares en vez de buscar nuevas variantes y algo sorpresivo que pueda hacer evolucionar a la obra; sin embargo se puede entender en que esto poco influyó en el público, ya que estos films son tan calculados para ser efectivos que generalmente contienen lo que la mayor parte de la gente espera. Pero volviendo a Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas hay que decir de que a pesar de ser correcto visualmente, tener pasajes entretenidos de aventuras y un humor negro aceptable, la obra de Marshall decae siempre en obviedades y hasta en romances cursis como el de un religioso tripulante de Blackbeard y compañía con una joven sirena que capturan para concretar el tan ansiado plan. En conclusión, Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas es otra floja parte de las aventuras del capitán Jack Sparrow, además como pareciese y lo da a entender la película de Marshall en un futuro cercano tendremos una nueva edición de la saga, y luego quién sabe cuantas más; lo único que se puede esperar es, aunque sea, un poco de creatividad por parte de Hollywood.
La cosa sigue funcionando Woody Allen fue quien renovó a la comedia norteamericana, que con su tinte intelectual entre la cinefilia, lo cultural y artístico. A través de guiones brillantes, hizo de sus personajes entes profundos e interesantes dispuestos a desarrollar relaciones excéntricas dentro de universos desequilibrados. Después de dos años, se estrena la postergada Que la “cosa” funcione, film anterior a Conocerás al hombre de tus sueños que había sido exhibida hace tres meses en Argentina; esta anteúltima obra de Allen (aunque pronto se presentará en el festival de Cannes Midnight in Paris) no esta a la altura de sus mejores comedias, pero sí es una de las mejores del realizador en los últimos diez años. Que la “cosa” funcione cuenta la historia de Boris (Larry David) un hombre mayor, antipático y creído que le dará cobijo a Melody (Evan Rachel Wood), una ingenua joven que se había escapado de la casa de sus padres y de la cual se terminará enamorando. Los inconvenientes surgirán cuando aparezcan John y Marietta (Ed Begley y Patricia Clarkson), los padres de ella, quienes peleados entre sí reprobaran la relación que mantiene su hija. Como en todos los films de Allen, los diversos personajes se inmiscuirán en diversos y alocados enredos amorosos, los cuales sostendrán una inteligente y entretenida trama en torno a ciertas relaciones humanas y las clásicas discusiones existenciales, sexuales y artísticas que mantienen. Pero todo el film gira entorno a la gran actuación de David, creador de Seinfeld, quién en este caso cumple la función de reemplazar al típico personaje de Woody: el excéntrico y temeroso neoyorquino, que entre sus problemas hipocondríacos, sus ataques de pánico y odio a la humanidad cumplirá la función cómica planteada en el guión como lo supo hacer el mejor Allen en films como Annie Hall, Manhattan o Los secretos de Harry. Ya desde el comienzo se puede ver la profundidad de Boris, quién le relata su historia a los espectadores, Allen hace un gran trabajo con el recurso de mirar a cámara, dónde el personaje ficticio le da pie a su relato directamente a los receptores que se encuentran viendo la película. Que la “cosa” funcione es una obra de un ritmo llevadero, que entre inteligentes diálogos cómicos y situaciones disparatadas dejan al regreso de Allen a filmar en la ciudad de Nueva York, una atractiva comedia en dónde resalta la gran actuación de David entre los clásicos acordes de jazz y las sinfonías de Ludwig van Beethoven que acostumbra el director.
Guilty Culpable o inocente de Brad Furman es un nuevo film de un género que se encuentra un tanto desgastado en Estados Unidos: el thriller, en el cual se impuso el típico cliché que entre un crimen principal y diversos hechos policiales, el personaje principal tendrá que esquivar distintas adversidades para conocer la verdad. La película en cuestión narra como Mick Haller (Matthew McConaughey), un excéntrico y poco convencional abogado penal, se gana la vida amparando a malhechores de la baja sociedad. Pasará de una oficina ambulante dentro de su Lincoln negro a defender a Louis Roulet (Ryan Phillippe), hijo de una millonaria que es acusado de violación e intento de asesinato. Este caso podría resultar una gran oportunidad para el protagonista; pero esto no será tan sencillo, como resulta lógico en este tipo de films nada es certero y los inconvenientes aparecerán al por mayor en lo que respecta a su entorno humano. A pesar de por momentos ser entretenida, la obra del inexperto Furman peca de poca originalidad en todo sentido posible, cada segmento que se construye entorno a la estructura narrativa del film es sumamente predecible, a la película le falta un factor sorpresa que le de un vuelco importante a la trama, y más aun un hilo tensionante que vaya desarrollando los hechos para que esto ocurra. Como acostumbra el cine estadounidense últimamente, Culpable o inocente es un thriller que no tiene nada que ver con toda la enseñanza que pudo haber dejado el gran Alfred Hitchcock, pareciese que en la actualidad sólo se puede narrar una historia de un crimen en dónde un abogado/periodista/policía pueda encontrar la evidencia para poder desencadenar un misterio que nunca existió, ya que todo resulta muy predecible y monótono para el espectador, más que nada por la falta de ideas y los endebles guiones. No muchos realizadores han podido concretar buenas historias en torno al género en los últimos años, David Fincher sería una buena excepción con películas como El Club de la Pelea o Zodiaco, las cuales se destacaban por tener una serie de situaciones interesantes que podían despertar algún sentido de la sorpresa o mantener latente el suspenso a lo largo de la narración. En el caso del film de Furman nunca se produce ningún intento de estupor, y mucho tiene que ver el muy flojo libreto de John Romano, que exponiendo personajes carentes de carácter, diálogos convencionales y acciones tortuosas y repetitivas, lo único que hace es empobrecer la historia. Culpable o inocente es otro film trivial que brinda el cine norteamericano actual; la película de Furman es tan intrascendente que poca pretensión tiene; sólo deja un thriller desabrido que en nada enorgullece al género.
Lo que no queda de Shakespeare Kenneth Branagh supo destacarse por diversos films, basados en míticas obras teatrales o literarias inglesas, llevando al cine Enrique V y Hamlet entre otras de William Shakespeare o Frankenstein de Mary Shelley. En la actualidad, con Thor el realizador británico incursiona en un arte más moderno como el cómic, mayormente un relato de la cultura estadounidense. Thor es una convencional película posmoderna de superhéroes en la que todo su ímpetu esta dedicado al entretenimiento de masas, que con un argumento endeble, un sentimentalismo desatinado y una moral importunada no se acerca ni siquiera a lograrlo. Por el contrario, otros íconos de Marvel como Iron Man en su versión cinematográfica de Jon Favreau o Spider Man de Sam Raimi, a pesar de no ser grandes películas, cumplían con sus expectativas primordiales y resultaban ser films correctos. La superproducción de Branagh narra la épica historia del guerrero del martillo (interpretado por Chris Hemsworth), quién es desterrado por su padre del reino de Asgard debido a su arrogancia, para que el destino lo envíe a La Tierra. Ahí empezará a comprender de sus errores para luego convertirse en un “verdadero héroe” y salvar a ambos planetas de la amenaza del mal. El film proyecta una estructura narrativa paralela entre los sucesos en Asgard como en La Tierra, mientras Thor va descubriendo dónde se encuentra se irá enamorando de Jane (una Natalie Portman muy lejana a la de El Cisne Negro), audaz física quién causalmente se lo cruza en busca de un experimento científico. En semejanza, su hermano Loki (Tom Hiddleston) planeará conquistar el trono del otro mundo ansiando interrumpir de cualquier manera su retorno y evitar que interfiera en sus planes. El film por momentos esta lleno de lugares comunes, es absurdo y ni los costosos efectos visuales impresionan para salir de la fatiga; aunque con esto no se quiera decir que la película sea densa, pero si intrascendente. La historia nunca tiene profundidad, su ideología es casi nula, o todo lo contrario a lo que podría ser una obra modelo como El Caballero de la Noche de Christopher Nolan. La película de Branagh no proyecta el culto de los trabajos anteriores del director, toda aquella poesía shakesperiana parece quedar en el olvido tanto narrativa como estéticamente. El film plantea consecuencias muy lineales y básicas, en tanto que su protagonista parece ser más un modelito para las adolescentes que un superhéroe creíble. En fin, mucho ruido, pocos nueces… Thor de Branagh es un estallido de efectos especiales que no enriquecen al género, y su pobre estructura narrativa deja a este clásico de Marvel muy distante de lo deseado; pareciese más que nada un trabajo por encargo, de los cuales alejan incipientemente los ideales artísticos del cine para implementar historias pochocleras que cada vez entretienen menos por su monotonía y previsibilidad.