Sin sailda Poco y nada tiene que ver Stanley Kubrick con la realidad pura y dura de la Argentina del año 2001 y mucho menos su obra maestra 2001: Una odisea en el espacio (1968) más allá de la referencia en un video club, como uno de esos títulos que nadie se cansa de ver. El hecho es que aquella situación de conmoción social y estado de sitio dio mucha tela para cortar en términos cinematográficos, pero sobre todo en el territorio del documental. Para la ficción, siempre estuvo la idea del trasfondo, del detonante capaz de establecer relaciones causales para adentrarse en otro tipo de conflictiva. Es por eso que este film toma como punto de partida el escenario del 2001, el momento crítico de los saqueos y las noticias relacionadas a la violencia, manifestaciones en las calles, corralito y esa sensación de aire contaminado y de no salida que se vivía por aquellos días negros. Los protagonistas son adolescentes, atravesados tanto por esa edad difícil como por la situación del país. En sus departamentos, en sus charlas, con el ruido del descontento popular de fondo, intentan encontrarle una vuelta y una salida a su existencia, pero parece que ese elemento es tan difícil de hallar como el sentido de una fuga hacia otros países, algo que rondaba en la cabeza de muchos jóvenes en esos instantes donde todo parecía venirse a pique. La fuga se vuelve el único escape posible y la road movie se adueña de la trama, reduce el clima opresivo para encontrar en el paisaje del interior, ruta, espacio y rencillas entre los tres tripulantes de una nave rosa en busca de su destino. Malena Villa se destaca en el trío, genera entre los dos amigos los roces propios de los celos, pero también habilita el lugar para las confesiones y los miedos que afloran cuando no se ve horizonte posible. El pretexto de un concurso de aviones de papel en Noruega como la salida del desastre funciona para el relato como una metáfora intensa y que marca el clima de esta historia de adolescentes atrapados en su época. Algo tan liviano como un avión de papel se yuxtapone al peso de los sueños y la ilusión, que una vez que remonta parece no querer descender aunque sea a medio centímetro del suelo. De eso se trata la adolescencia.
Momento de crisis El título de esta película de Gabriel Nicoli supone un paralelo entre el clásico de Stanley Kubrick, 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) y la realidad argentina post debacle económica. Lejos de ser un documental que analice causas y consecuencias, el film toma la crisis social de contexto para narrar la road movie de tres adolescentes en plena crisis existencial abordo de un Peugeot 404 color rosa. La realidad estalla en mil pedazos, la desesperanza se adueña de las personas en plena crisis política y social en la Argentina del 2001. En ella deambulan los tres adolescentes de la película que interpretan Alan Daicz, Malena Villa y Vicente Correa. La radio y televisión propagan las imágenes de la debacle económica vista infinidad de veces y, mientras sus padres se hunden en la depresión, ellos salen a la ruta en busca de un futuro. El peugeot 404 color rosa funciona de coraza que protege el vínculo entre los amigos, en una película plagada de simbología para expresar el sentimiento de una época que marcó a una generación. 2001: mientras Kubrick estaba en el espacio (2016) es una road movie de adolescentes en plena crisis, de las tantas que realizó el cine argentino entre finales de los noventa y principios del nuevo milenio. Pero algo la diferencia felizmente del resto, y es la mirada en retrospectiva de lo sucedido. Mediante una serie de símbolos que justifican el accionar desesperanzado de los adolescentes, vemos y percibimos el clima de un momento particular. Las ruinas están desplegadas por doquier en el trayecto que atraviesan los personajes en una suerte de universo post apocalíptico, que los obliga a una búsqueda de identidad, conectándose nuevamente con el deseo y, sobre todo, con el futuro. Las menciones al clásico de la ciencia ficción son varias aunque no en sentido literal. Más allá del comienzo con adolescentes marginales golpeando y destruyendo un maniquí en asociación inmediata con el comienzo prehistórico de la película de Kubrick, entendemos que el film de Nicoli no pretende hablar de la humanidad ni mucho menos de la condición humana. Simplemente busca una explicación -y con ella, una salida- al mal momento histórico atravesado sin buscar culpables sino ver las consecuencias sobre los adolescentes de entonces. La película logra actuaciones convincentes, indispensables para este tipo de relato, y expone un paralelo cinéfilo e histórico para un relato sensitivo que no evade causas y consecuencias externas que afectan la psiquis de los personajes.
Con aire de cine independiente norteamericano, esta sensible, estimulante y divertida mezcla de road movie con film de crecimiento sigue a tres adolescentes escapando, con auto y dinero robados a sus familias, de la buenos aires de 2001, cuando las pantallas mostraban que todo se iba al diablo y Kubrick, al espacio. Van en un auto pintado de rosa, el de la abuela de uno de ellos, pero eso parece menos absurdo que lo que está pasando en el país. Que es menos importante, a su vez, de lo que sucede en sus corazones. Una fotografía inspirada aprovecha tanto las locaciones como a sus tres estupendos y bellos actores nuevos, rodeados de figuras conocidas, para una sorpresa, de las buenas, en el cine argentino.
2001: mientras Kubrick estaba en el espacio narra un intento desesperado de huida En 2001, muy lejos de las naves espaciales, la Argentina sufre una crisis social y económica que despierta la furia en las calles. Saqueos y terror son parte del paisaje cotidiano. Durante esos días de incertidumbre tres amigos intentan despegarse de la crisis que los acecha y con auto y dinero robados a sus familias, recorren el camino que los llevará entender que para superar la situación primero tendrán que enfrentarse a ellos mismos. El director Gabriel Nicolini concibió esta historia sobre ese recorrido de los jóvenes que se mueve entre la calidez y la sombra siniestra de aquella época defícil. Una road movie logra conmover por su logrado clima.
EL CAOS GENERAL Y EL PERSONAL Con dirección y guión de Gabriel Nicoli con algunos actores famosos como Jazmín Stuart, Esteban Lamothe, María Onetto y jóvenes interpretes como Alan Daicz, Malena Villa y Vicente Correa. Corre el año 2001, momento terrible en nuestro país, el fin de la presidencia de De La Rua, ese es el telón de fondo de una historia de tres chicos unidos por las circunstancias en un viaje donde se dan a conocer, casi sin tomar conciencia de lo que ocurre a su alrededor. En el medio del caos, la búsqueda personal. Con interesantes apuntes y buenos climas, y secretos revelados para poder crecer.
Cómo remontar avioncitos de papel. A veces daría la impresión de que las películas de caminos, en las que todo es por esencia pasajero, sirven como forma de encontrarle un vehículo a la indefinición, de modo que ésta pase por tema y no defecto. Ese parecería el caso de esta película argentina, primera de ficción de Gabriel Nicoli, que antes había dirigido dos documentales (Vida de circo, 2007, codirigido junto a su hermano Pablo, y El verano siguiente, 2014, sobre la banda uruguaya No te va gustar). Como el título indica, en la Buenos Aires de 2001 (De la Rúa, Cavallo, hiperinflación, corralito, protestas, saqueos, represión, muertos), tres chicos que no saben muy bien qué hacer con sus vidas salen a la ruta con un objetivo: competir en las eliminatorias del Mundial de… Avioncitos de Papel. ¿Y Kubrick y el espacio? Nada, porque por otra parte en 2001 Kubrick y el espacio no hacían nada. En 1968 sí, en tal caso. La idea del viaje surge de Julieta (Malena Villa), que dada la situación decidió irse –según dice, luego se verá que el motivo es otro– a casa de los padres, en algún punto del interior, y le ofrece a Felipe (Vicente Correa) irse con ella. Julieta es muy linda, Felipe muy tímido. Es una oferta que Felipe no puede rechazar. Valentín (Alan Daicz, el chico que atropella a un desconocido en Relatos salvajes) suma el Peugeot 404 rosa de la abuela (Roxana Randón) y su fe en clasificar para el Mundial de Avioncitos. Lo último que queda es que Felipe le robe al papá (Gabo Correa) parte de los ahorros que logró rescatar esforzadamente del banco (es llamativo que falte la escena en la que el padre descubre la falta), y entonces sí los tres saldrán a la ruta. Un poco como si quisieran revivir a Los jóvenes viejos de Rodolfo Kuhn, Juli y Felipe son el imperio de la languidez y la melancolía respectivamente. Como si ella fuera Graciela Dufau y él, Emilio Alfaro. Valentín es lo contrario y su exceso de agresividad brotará a la larga como un geiser, salpicando para todos lados. El problema es que, dejando de lado la falta de motivación que los protagonistas pueden haber tenido hasta allí, el guión se ocupa de quitarles sentido en el presente del relato, al convertir algo tan pavo como los avioncitos de papel en lo más parecido a un objetivo a conquistar. Sobredimensionándolo, además, y por lo tanto ridiculizándolo aún más, al imaginar la disputa de un Mundial alrededor de una práctica tan elemental. El carácter pasajero que tiende a teñir relaciones y personajes incluye una situación embarazosa, así como una madre (María Onetto) con una patología severa, que queda en el camino y una serie de prestaciones actorales reducidas a apenas cameos (Esteban Lamothe, Jazmín Stuart, Bárbara Lombardo).
RESISTENCIA DE PAPEL Difícil rebatir que el argumento de 2001: mientras Kubrick estaba en el espacio no se presente como (algo) original. Veamos: año de corralito, crisis, presidente en helicóptero, muertes, represión policial, barricadas, estado de sitio, saqueos, fin de la fiesta menemista extendida vía efímera “alianza” En ese contexto, tres amigos –no tan “adolescentes” – se enteran que en Noruega se realizará un mundial de “aviones de papel” (sí, no hay error de tipeo) con eliminatorias previas en el interior del país. Y hacia allí irán, con autito y plata afanada a la familia porque los sueños, como se sabe, sueños son. Viaje iniciático, adiós a una “tardía” adolescencia, los dos muchachos (Daicz, Agulla) y la muchacha (Villa) discutirán, se pelearán, se reconciliarán, competirán, se les quedará el auto hundido o algo así en el barro, conocerán gente, recorrerán parte del país y verán qué pasa a su alrededor (sin alterarse demasiado por esa geografía que se incendiaba). El punto de vista es claro: aguanten los avioncitos de papel y los (pequeños) conflictos familiares en oposición a un paisaje que estallaba en mil pedazos cada diez segundos. Semejante construcción dramática a cargo del director Nicoli (también responsable del doc sobre No te va gustar), por lo tanto, y de acuerdo a la perspectiva de cada espectador, invita al disfrute o a la irritación en parejas dosis. Como si los tres pos jóvenes miraran al mundo desde arriba (bah, como Kubrick en su propia 2001: odisea del espacio – de paso, una de las películas más sobrevaloradas e insoportables de la historia del cine-) junto a ese entorno al que a los protagonistas parecería importarles un catzo, y desde el que se anoticia con imágenes televisivas, radios encendidas y materiales de archivo, bajo esos conceptos, la película transmite una abundante carga de tilinguería ética e ideológica que condice con los tiempos actuales. A menos que un concurso de avioncitos de papel se manifieste como el santo grial para tres personajes que no miran para los costados (la película tampoco, ya que sólo ilustra aquel fin de año), 2001: mientras Kubrick estaba en el espacio es un film atípico para el mercado local: una estudiantina veinteañera fashion, desideologizada y pueril, correcta en los rubros técnicos, con breves actuaciones de intérpretes conocidos fuera del trío central, invadida por una visión del mundo que la acerca (hasta rozarla, acariciarla) al paisaje político y social de estos días. Al respecto, porqué no plantearse el hoy de esos tres amigos, en 2001 preocupados solo por una competencia en papel, y en estos días, podría suponerse, convertidos en proCeos con su particular manera de ver al mundo teñida de estupidez y cinismo revanchista. 2001: MIENTRAS KUBRICK ESTABA EN EL ESPACIO 2001: Mientras Kubrick estaba en el espacio.Argentina, 2016. Dirección y guión: Gabriel Nicoli. Fotografía: Daniel Ortega. Edición: Federico Mackeprang y Gabriel Nicoli. Dirección de arte: Eugenia Lestard. Música: Seba Landro, Productores: Gonzalo Agulla, Juan Jaureguialzo y Gabriel Pastore. Intérpretes: Alan Daicz, Malena Villa, Vicente Correa, María Onetto, Esteban Lamothe, Jazmín Stuart, Bárbara Lombardo, Iair Said, Roxana Randon. Duración: 77 minutos.
Hay más de una referencia a Kubrick y su odisea en el espacio en la película de Gabriel Nicoli, su ópera prima. Incluso aparece, en cierto modo, el propio Kubrick. Pero mientras estos tres adolescentes, uno obsesionado con 2001: Odisea en el espacio (no obsesionado hasta el punto de relacionarlo todo con ella pero sí de ser una película que no se canse de alquilar y ver), intenta saber qué hacer y qué quieren con sus vidas, el país estalla en crisis y eso los lleva a escaparse. La chica del grupo, interpretada por Malena Villa, después de la partida de su hermana, interpretada por Jazmín Stuart, quiere irse al interior supuestamente con sus padres aunque en realidad espera otra cosa de ese viaje. Los dos muchachos que la acompañan y se ofrecen a llevarla en auto, un Peugeot rosado, en las pieles de Vicente Correa y Alan Daicz (con el personaje más complejo y saliendo más que airoso de él), persiguen la ilusión de participar y ganar en un mundial de aviones de papeles. Viajar, escapar de esa Capital cada vez más ruidosa e inquieta. El resto de los personajes tiene apariciones esporádicas, alguno ni siquiera tiene nombre (como el de Esteban Lamothe). El universo está compuesto acá por esos tres personajes que cada uno carga con un equipaje emocional distinto al otro, y así como congenian pueden chocar. Y mientras tanto, el país grita. No obstante, así como ese contexto social y político tiene una presencia muy fuerte e indispensable en la película, no es allí donde radica el foco principal. Sino en esos universos personales. No es una mirada crítica, dura, ni siquiera depresiva sobre esa época difícil. Pero sí en algún momento esos personajes a veces demasiado centrados (y hasta cerrados) en sí mismos La presencia de Kubrick es anecdótica, cariñosa. No hay un paralelismo con su película ni nada por el estilo, sino más bien un amor hacia ella plasmada a través de ciertos detalles que no definen a la película. Ni comedia ni drama ni romántica. 2001: Mientras Kubrick estaba en el espacio es simplemente una linda película sobre tres adolescentes, una especie de coming of age, y la relación que forjan entre ellos, porque la que existe con el mundo exterior es un poco más hostil. Una mirada tierna pero no por eso menos precisa sobre una época tumultuosa, tanto a nivel interno como externo. Y con grandes interpretaciones de su joven trío protagonista.