Así como hay quienes llevan muchas de sus artimañas del trabajo a casa, Travis Block (Liam Neeson, convertido en héroe de acción a repetición) instruye hasta a su nietita sobre si algún extraño la vigila o sigue, y la verificación de salidas de escape. Bueno, es que puede ser un poco paranoico, pero también es un obsesivo compulsivo. Digámoslo todo. Es que en Agente secreto, Neeson -que ya tiene 70 años, diez menos que Harrison Ford, y por más que diga que abandonará el género, al rato se desdice- trabaja para su amigo el director de FBI (Aidan Quinn, de Benny & Joon, Corazones en conflicto). Travis tiene, cómo no, un pasado oscuro. Desde hace años se dedica a extraer a agentes encubiertos. O a hacer cosas que, legalmente, ejem, serían difíciles de explicar o disimular. Pero la nueva misión lo pone en estado de alerta extrema. Travis empieza a intuir, y luego descubre, que su amigote del FBI está tramando cosas non sanctas contra ciudadanos estadounidenses (¡epa!). Todo a partir del pedido de hacerse cargo de Dusty Crane (Taylor John Smith, visto en Sharp Objects). Crane alterna entre el alcohol y las pastillas, pero no se sabe si toma para olvidar o es al revés. Hubo un hecho reciente que lo marcó a fuego, y está dispuesto a contar la verdad al periodismo. Esos son buenos ciudadanos estadounidenses. Así las cosas, la trama del filme de Mark Williams irá yendo de Crane huyendo, y tratando de encontrarse con Mira Jones (Emmy Raver-Lampman de The Umbrella Academy), para contarle todo, a Travis lidiando con él. Como en muchas de las películas de acción con Neeson, desde Búsqueda implacable (2008) a la fecha, su personaje tiene algún fuerte enlace con la familia -si es que le queda algún miembro vivo-. Aquí, es con su hija (Claire Van Der Boom), que está divorciada, y la nieta de la que hablábamos al comienzo (Gabriella Sengos). Disparos, persecuciones y sigue la lista Todo esto para humanizar, si cabe el término entre tantas persecuciones, disparos, muertes, emboscadas y traiciones, a Travis. Porque Travis habrá hecho cosas malas, pero siempre, siempre, hay tiempo para redimirse. Y para alejarse del trabajo arduo, y pasar más y mejor tiempo con sus chicas. ¿Quién no lo haría? Pero su amigo del FBI no le acepta la jubilación, y ahí es donde lo manda a buscar a Crane. El resto es más o menos previsible, si ya vieron alguna que otra película de Neeson con un arma en la mano. Hay muchas persecuciones bien filmadas, y las víctimas se cuentan por decenas. Neeson vuelve aquí a trabajar con el director Mark Williams, que lo había dirigido en Venganza implacable (2020), donde era un ladrón de bancos que decidía entregarse, pero era traicionado por dos agentes del FBI. Se ve que entre Neeson, Williams y esos tipos del FBI, hay algo personal.
Mark Williams no utiliza metáforas ni sutilezas: Blacklight (Agente Secreto) es una película de acción con un discurso político. El director acepta la convención de que en este género no importa la historia, sino quién la protagoniza, qué auto usa y cuántas balas dispara. Un guion perfectamente mediocre con algo que decir sobre Estados Unidos: que el FBI es una organización mafiosa que en nombre de la democracia ha estado asesinando durante décadas a cualquier persona con ínfulas revolucionarias, o ni siquiera: cualquiera que desafía la mitología de esos oscuros sistemas de poder.
Hace unos meses, Stephen King escribió en su cuenta de Twitter “Necesito una nueva película de Liam Neeson”. La frase no solamente es un deseo de King, sino que también sintetiza lo que el actor representa para muchos espectadores: Neeson ya es un género en sí mismo, nos tiene acostumbrados a entregarnos varias películas por año, y si el tiempo transcurrido entre una y otra se prolonga, los amantes de la acción pasatista empiezan a extrañarlo. Neeson no defrauda, por más que algunas películas que lo tienen como protagonista no lleguen a ser del todo buenas. El actor siempre regala momentos de acción que valen la pena ver y que justifican la entrada al cine. Desde Búsqueda implacable (2008), Neeson se convirtió (ya de grande) en un referente del género de acción. Agente secreto (Blacklight), su nueva película, tiene una primera hora en la que su director, Mark Williams, demuestra pulso para construir el suspenso y cierto talento para rodar las escenas de acción, aunque lamentablemente cuenta con un final apresurado, que hace agua por todos lados, como si a Williams no le importara arruinar una película con un arranque bastante digno porque sabe que le alcanza con tener al maestro indiscutible del género en la actualidad. Neeson interpreta a un agente secreto del FBI, pero extraoficial, casi paralelo, que se encarga de vigilar y controlar a los agentes secretos oficiales, junto con el jefe del FBI, interpretado por un avejentado Aidan Quinn, quien le salvó la vida en el pasado, cuando eran jóvenes y estaban en la Guerra de Vietnam. La trama se centra en Dusty Crane (Taylor John Smith), un agente secreto que quiere confesar los crímenes que comete el FBI. Por supuesto, será Travis Block (Neeson) quien deba detener a Dusty para que no llegue a la periodista Mira Jones (Emmy Raver-Lampman) y, sobre todo, para que el FBI no lo mate. Lo más interesante de la película es que, en un momento, se desdibujan los límites que separan a los buenos de los malos. A primera vista, Block/Neeson está del lado de los buenos, pero a medida que el filme avanza nos damos cuenta de que, en realidad, no es tan así. Otra cuestión interesante es que Block hace muy bien de un paranoico, producto de un pasado bélico. Pero su paranoia es también el símbolo y la metáfora del ser estadounidense, como si los yanquis no pudieran hacer patria sin la paranoia que creen necesaria para construir un enemigo y defender la ley y el orden, filosofía con la que el FBI se escuda para justificar atrocidades contra civiles inocentes. Y eso es, justamente, lo valioso de la película, que, más allá de sus fallas de guion, plantea una cuestión política sin ambivalencias, que señala un hecho de corrupción que está bien que el espectador sepa, por más que esté atenuado por el filtro del entretenimiento. Es decir, un aspecto importante de la política de Estados Unidos queda al descubierto en una película de acción fallida pero valiosa, que vale la pena ver aunque más no sea para disfrutar un rato de las últimas piñas de un actor con peso propio, que está dando sus pasos finales en un género que lo consagró como el último gran héroe de acción.
UN NEESON PARA EL RETIRO Si el retiro es una opción que se menciona con frecuencia a lo largo de todo su metraje, Agente secreto -traducción que, a pesar de no ser del todo exacta, termina cuajando mejor que el título original, Blacklight, también era cuando menos difuso- muestra a un Liam Neeson listo para jubilarse. Pero no por las ideas subyacentes alrededor de su personaje y/o su figura actoral -algo que ya había insinuado en películas como El protector-, sino porque lo muestra cansino y desganado en un relato carente de inventiva. El film de Mark Williams (que ya venía de dirigir a Neeson en la fallida Venganza implacable) se centra en un agente que trabaja para el FBI de forma un tanto encubierta, respondiendo directamente al jefe de la agencia (un Aidan Quinn bastante desperdiciado). Su labor es ejecutar rescates de último minuto de los agentes encubiertos que están en problemas, gracias a las habilidades que desarrolló como veterano durante la Guerra de Vietnam. Ya con ganas de retirarse para estar más presente en las vidas de su hija y su nieta, acepta un trabajo que consiste en capturar a un agente renegado que parece haber descarrillado y ha terminado en la cárcel. Sin embargo, irá descubriendo que detrás del estallido emocional de ese colega hay asesinatos ilegales ordenados por su propio jefe y una trama conspirativa que lo pondrán a él y su familia en peligro. Aunque un tanto enredado, el argumento de Agente secreto está repleto de lugares comunes que podrían ser igualmente efectivos si hay una mano hábil manejándolos o tratando de repensarlos mínimamente. En cambio, la puesta en escena de Williams (coautor también del guión) solo se dedica a repetir esquematismos y hasta sumar otros: el protagonista algo torturado por las implicancias de sus acciones pero también terriblemente ingenuo hasta que no le queda otra que afrontar la verdad; el villano que manipula con un discurso donde despliega patriotismo y altruismo cuando está claro que solo está preocupado por sus propios intereses; la periodista con altas dosis de idealismo que choca con sus jefes; la hija que le reprocha ausencias al padre, aunque igual le perdona todas sus macanas; y hasta la nietita que es tan buenita y dócil con su abuelo que termina siendo insoportable. Eso conduce rápidamente al relato a un callejón sin salida, donde se pierde toda capacidad de sorpresa y de tensión, en el que incluso la mayoría de las secuencias de acción son predecibles y muestran a un Neeson poco creíble en su rol de héroe. En Agente secreto se pueden rescatar apenas un par de breves pasajes donde la película se deja llevar por la fisicidad y el disparate, aunque sin alcanzar grandes niveles: una persecución automovilística donde todo es destrucción de vehículos e instalaciones urbanas; y un enfrentamiento en una casa en el que la violencia se impone sin muchas vueltas. No hay mucho más que eso en un film sin nervio y mayormente aburrido, en el que Neeson trota porque pareciera que, para correr, ya no le da la nafta.
Liam Neeson se niega a abandonar el abordaje de acción más convencional. Habiendo realizado una cantidad de films genéricos, desde el primer capítulo de la saga “Venganza” (2008), su figura ha poblado la gran pantalla en films mediocres y pasatistas, como “The Ice Road” y “El Protector”. Con excepción de “Una Villa en la Toscana” y “Eternamente Enamorados”, la carrera del intérprete nominado al Premio Oscar por “Michael Collins” (1996) ha girado, durante la última década, en derredor de films como “Agente Secreto”. Lo plano describe de lleno las intenciones de este veterano e inoxidable héroe de acción funcional a la clase de productos que garantizan entretenimiento pochoclero, se reúne con Mark Williams, luego de la inferior “The Honest Tief” (2020). Un rebelde agente del gobierno descubre un secreto oculto; una conspiración involucra las cúpulas de poder. Allí está el actor irlandés, dispuesto a desmantelar al mismísimo FBI, liderado por un irreconocible Aidan Quinn. Lo sabemos de memoria, se nos ha contado la misma historia una y otra vez. Argumento nimio y previsible como el aquí impera, plagándose de escenas de inverosímil resolución. Deberá el eterno héroe proteger a su familia en peligro y se verá dispuesto a salvar el pellejo de inocentes, repartiendo golpes a diestra y siniestra. Si es necesario irá en contra de la agencia y su propio país. La corrupción sobrepasa, pero Neeson trata de mostrarse cool y ser mejor abuelo que padre. Es un paranoico que desea redimirse con sus afectos y no hay escuadrón suficiente que pueda detenerlo. La adrenalina parece brindarle la fuente de la inmortalidad. ¿Alcanza para ganar nuestra simpatía?