Fluctuando entre la narración en primera y tercera persona, Algo se enciende retoma un caso de femicidio que en su momento tuvo bastante repercusión en los medios. La desaparición de Anahí Benitez el 29 de junio de 2017 y la aparición de su cadáver a los seis días en Lomas de Zamora, produjo una conmoción mediática y social a gran escala. Pero como suele suceder, esta llama se agota rápido. La noticia pasa y otro femicidio sustituye al viejo. Algo se enciende trata más bien de otro tipo de llama, la de la furia inicial pero también la del duelo como instancia de pasaje transformador. La realizadora Luciana Gentinetta, egresada de la misma escuela a la que asistía Anahí –Ensam– propone un proyecto que no tiene directa relación con lo que, como espectadores, sabíamos del caso. De lo que sí teníamos conocimiento es que de los dos implicados, solo uno fue condenado a cadena perpetua mientras que el otro fue declarado incompetente y aún espera a ser juzgado. También sabíamos que no se conoce la relación de estos dos hombres, que no estaban claras las pruebas que condenaron al primero de ellos y que, debido a esto, una ONG trabaja para concretar la liberación del condenado. Finalmente, también sabíamos que en los últimos tiempos se había vinculado a la policía local con el negocio de la prostitución y la trata. Es decir, sabemos bastante o podemos acceder a esta información a través de Google pero la realidad es que no sabemos nada. Gentinetta no está interesada en hacer una película detectivesca, que busca pistas y apuesta a dar luz sobre el caso. Los únicos testimonios que le interesan son los de los compañeros y amigos de Anahí, que cuentan el impacto que implicó para ellos el suceso. Gentinetta registra lo que queda, como una documentación de imágenes con posterioridad a un tsunami. Por supuesto, no se trata de igualar las causas del desastre; comparar este horror con un accidente natural, por más devastador que sea, siempre será inapropiado. Nos referimos a la manera en que se registra el vacío, el resto, la ausencia. ¿Cómo seguir construyendo una vida cuando el peso de lo que no está tiene más densidad que lo que está? En definitiva, Gentinetta realiza la documentación de un duelo que, en el caso de la comunidad educativa de la Ensam, implicó un pasaje y un proceso de transformación. Los allegados a Anahí no descansan en la demanda de justicia por ella, pero logran hacerlo desde un lugar de celebración de su vida, desde la práctica sanadora del arte. Algo se enciende es una película hermosa y honestas sobre ese proceso. ALGO SE ENCIENDE Algo se enciende. Argentina 2021. Guion y Dirección Luciana Gentinetta. Jefa de Producción: Valeria Tucci. Sonido Directo: Julia Castro. Post de sonido: Gaspar Scheuer. Montaje: Jimena García Molt. Color Pepo Razzari. Distribución Santa Cine. Duración: 65 minutos.
Anahí Benítez, una joven de 16 años, desapareció el 29 de julio de 2017, luego de haber salido de su casa de Parque Barón en Lomas de Zamora. Si bien su familia y amigos hicieron la denuncia y se movilizaron rápidamente, el 4 de agosto se encontró su cuerpo. Uno de los acusados de haberla secuestrado, violado, drogado y asesinado, Marcos Esteban Bazán, dueño de la casa donde estuvo cautiva la joven, fue condenado a prisión perpetua; mientras que el otro imputado, Marcelo Villalba, había sido declarado que no estaba en condiciones para comprender el proceso en su contra, algo que posteriormente se revirtió pero todavía no fue juzgado. «Algo se enciende», la ópera prima de Luciana Gentinetta, toma el caso de Anahí Benítez, pero no para retratar su desaparición en detalle, sino para enfocarse más en cómo sus compañeros de escuela lucharon para encontrarla, en cómo tuvieron que volverse adultos de la noche a la mañana y transitar un duelo siendo tan chicos. A partir de entrevistas a amigos de Anahí que movieron cielo y tierra para tratar de encontrarla o de obtener alguna respuesta por parte de las autoridades, material de archivo de los medios de comunicación (donde se pone el ojo en la morbosidad y mala cobertura del caso) o imágenes de las marchas, el documental va reconstruyendo las vivencias de estos chicos, desde sus primeras reacciones, hasta la decisión de tomar cartas en el asunto y la forma de encauzar sus emociones. Todos se desenvuelven muy bien frente a las cámaras, con mucha madurez, convicción y sensibilidad, algo que tuvieron que aprender como consecuencia de lo que vivieron durante los últimos años. A través de sus palabras y sus gestos transmiten valentía, lucha, impotencia, necesidad de justicia, desesperación, entre otras cuestiones, y se nota esa llama encendida a la que el título hace referencia. Además, la película hace mucho hincapié en el arte como canalizador del duelo y la angustia, como también una manera de mantener viva la memoria de Anahí, que se la relacionaba con el dibujo y la pintura. No es un dato menor que la directora es ex alumna del colegio al cual fue Anahí, la Escuela Nacional Antonio Mentruyt (ENAM), estableciendo una conexión profunda con la institución que sirvió de marco para la lucha y que contuvo a estos adolescentes durante su peor momento. En síntesis, «Algo se enciende» es un interesante documental que no busca centrarse en los detalles de un femicidio sino abordar el tema desde la fortaleza y el crecimiento de sus compañeros que no solo muestra el compromiso de la sociedad sino también marca las falencias de aquellos que deberían hacerse cargo de que esto no pase y difundir la información de forma responsable. Una historia que te interpela, te emociona y te hace reflexionar.
Algo se enciende es un documental que cuenta la historia de un grupo de adolescentes atraviesa su último año de secundaria y vive el duelo de la desaparición y femicidio de una de sus compañeras. La película toma los testimonios de cada uno de ellos y los difíciles días que vivieron. Desde la incertidumbre de la ausencia hasta la certeza del asesinato. Un crimen terrible que los ha marcado, tal vez para siempre. La película muestra el triste estado de los colegios en Argentina, así como también el esfuerzo genuino de los jóvenes por encontrar su identidad mientras tratan de entender el horror que la vida les ha puesto frente a ellos. La película es anticlimática y el final es menos poderoso que el nudo de la historia. Funciona más como una honesta catarsis para ellos que un gran largometraje.
Una muerte que despierta el accionar político de una comunidad Una de las pocas películas locales que reflexiona sobre la construcción política de los sujetos, la que, en este caso, se disparó por la desaparición de la joven Anahí Benitez en 2017. “Un día la tristeza del mundo se nos coló”, cuenta a cámara, sentada en un pupitre, una de las compañeras de la joven desparecida y luego encontrada sin vida, y Luciana Gentinetta, como parte de la comunidad en la que Benítez pasaba sus días, decide construir su vívido recuerdo del caso que los estremeció, y lo sigue haciendo, escapando a formalismos y explorando desde el soporte una nueva manera de contar la historia, la de Anahí, la suya, la de sus amigos. A una cuidada puesta en escena para los testimonios, eligiendo espacios poco utilizados en documentales, un baño, una escalera, la calle, se le suma un discurso político que atraviesa a cada uno de los sujetos que ofrecen su recuerdo de los hechos. Por ahí está el Laucha, con sus cabellos multicolor, íntimo amigo de Anahí, que aún no logra comprender qué pasó con ella y cómo su muerte repercutió de manera directa en la comunidad de la Escuela Nacional Superior Antonio Mentruyt (ENSAM), en Lomas de Zamora, pero también hay otros testimonios, el de su novio, sus amigos y amigas, todos en una misma sintonía, “todos tuvimos que hacernos adultos de un día para el otro”. El caso, doloroso, inesperado, sirvió, lamentablemente, para comprometer a todos a accionar, a reclamar justicia, a exigir que ninguna mujer desaparezca, y que rápidamente se esclareciera qué pasó con Anahí. Gentinetta analiza ese emergente político en cada uno de los discursos de los jóvenes, y hasta en la recuperación de imágenes de archivo del tratamiento mediático que se hizo del caso, demostrando, una vez más, la necesidad de capacitación en perspectiva de género para dejar de tildar a las víctimas de aberraciones o, como pasó aquí, ser objeto de la vulneración de su intimidad. Entre la tensión de esos discursos, más la revisión desde el presente de aquello que sucedió, Algo se enciende (2021), revela la fuerza de una comunidad que se puso al servicio de unode sus miembros, y cómo, a partir de allí, el arte, la cultura, la amistad, los vínculos, se transformaron en el motor para transformar una realidad que ya nada tuvo de normal e intrascendente. Además, permite comprender el accionar policial y judicial, plagado de mecanismos patriarcales arcaicos, con procedimientos interrogatorios que exponen y vulneran a aquellos que son parte de los mismos. Entre la ausencia de Anahí, y la presencia y vigencia de la lucha de sus compañeros por mantener viva su memoria y recuerdo, la propuesta se muestra como uno de los más logrados discursos cinematográficos documentales políticos, la que junto a Quién mató a mi hermano (2019) de Ana Fraile y Lucas Scavino, permiten analizar los oxidados mecanismos de la justicia, y la movilización política de aquellos que exigen un esclarecimiento sobre la desaparición y muerte de miembros de una sociedad.
La directora veinteañera Luciana Gentinetta fue compañera de colegio (la Escuela Normal ENAM de Banfield) de Anahí Benitez, una adolescente de 16 años que desapareció en junio de 2017 y cuyo cadáver fue encontrado recién 6 días después. El femicidio tuvo en su momento bastante repercusión mediática (sobre todo por la constante y masiva movilización de los estudiantes), pero este documental prioriza no tanto la reconstrucción del caso sino cómo esa lucha los cambió para siempre, cómo terminó de forma abrupta con la inocencia adolescente y los obligó a confrontar las responsabilidades (y también los horrores) de la adultez. El eje del relato son los sentidos, íntimos, por momentos emotivos testimonios de amigos y amigas que la conocieron y que luego participaron en su búsqueda para terminar pidiendo justicia en medio de inacciones y complicidades (hasta ahora a nadie le convence la resolución del caso judicial). La estructura de Algo se enciende es clásica y hasta un poco convencional, pero hay momentos en que Gentinetta logra otorgarle al film una dimensión más cinematográfica que periodística (hay algo del Gus Van Sant de Elefante en algunas tomas del gigantesco establecimiento) y cambia lo sombrío del hecho por un tributo lúdico y artístico hacia esa compañera y amiga que ya no está, pero de alguna manera los sigue inspirando. Misión cumplida.
Es la opera prima de Luciana Gentinetta, que cuenta, como parte de esa escuela normal de Banfield, una historia de resistencia colectiva, de dolor y superación. Es que los alumnos de ese establecimiento recuerdan como se movilizaron por la desaparición de Anahi Benitez, con marchas, radios abiertas, creando cada día una acción. Y no se detuvieron ante la confirmación del femicidio. El caso aún continua impune, con la sospecha de todos de una mala actuación policial y judicial. Esos chicos se encendieron en la búsqueda, pero también el el reclamo de justicia, apoyados por los vecinos, los medios, pero muy especialmente por la comunidad educativa. En la historia de esa escuela, en los años de la dictadura militar desaparecieron 32 estudiantes. Nadie olvida. Y en ese ámbito, un segundo hogar para esos chicos luchadores, incluida la realizadora y los que participaron en el film, ellos lidiaron con el vacío y la impotencia, encontraron en el arte una respuesta vital, y en el accionar colectivo una razón. Emotivo documental sobre “una menos”, una chica de 17 años asesinada y violentada que tiene a los femicidas libres.
CRECER DE GOLPE Reconozco que encerrar este documental de Luciana Gentinetta en el contexto de las calificaciones y los puntajes, y de la lógica de la crítica de cine, es un poco injusto. Algo se enciende es sí un documental que recurre a sus mecanismos y resortes genéricos y expositivos, pero es sobre todo una necesidad, casi una catarsis. El origen de la película es seguir a un grupo de estudiantes del último año del secundario de un colegio de Banfield y cómo atraviesan el duelo de la desaparición y muerte de una compañera, ocurrida años atrás. No solo el tema genera un compromiso, sino que además la propia directora (de apenas 24 años) estudió en esa misma institución y hasta llegó a convivir con esos estudiantes. Por lo que hay en el documental no solo una necesidad de registrar un fenómeno social, sino además una rabia, un dolor, que se observan auténticos y vivenciales, y que vuelven un poco innecesario el trabajo del crítico. El caso que toma Algo se enciende es el de Anahí Benítez, una joven de 16 años que engrosa la lamentable lista de crímenes de mujeres que atraviesan a la sociedad argentina. Fue uno de esos casos que salen en la televisión, con movileros instalados en el lugar y acompañando a los familiares y amigos en las marchas. Gentinetta lo que hace es entrevistar a los compañeros de Anahí, ubicándolos estratégicamente en diferentes espacios del colegio al que concurren: el lugar es la pertenencia de los entrevistados (e incluso de los documentalistas), pero también es donde se forjaron los vínculos y las relaciones con el calor de la adolescencia. Lo que surge de los testimonios es estupor y bronca, pero especialmente un sentido melancólico de pérdida de la inocencia, de jóvenes que crecieron de golpe a la luz de una noticia tremenda. Gentinetta es inteligente en el recorte que hace de los testimonios, que a su manera forman un coro doloroso. Pero por otros momentos el documental va tomando caminos un tanto zigzagueantes, que desde las buenas intenciones buscan connotar también el carácter artístico de Anahí. Ahí es donde la simpleza de Algo se enciende se engrosa un poco en la búsqueda de diferentes tonalidades, que no ayudan a la solidez del relato, a la denuncia, a la exposición. El documental pierde el centro y se vuelve tal vez demasiado ambicioso. Pero en el fondo se entiende que el compromiso delante y detrás de cámaras, la cercanía con la víctima, vuelven todo un tanto borroso y atropellado. A Algo se enciende le alcanza con los testimonios de esos pibes que de un día para el otro ingresaron en el horroroso mundo de los adultos.
Un camino de dolor y tristeza. Es el año 2017 y en el conurbano bonaerense, los estudiantes de la escuela normal de Banfield tendrán un golpe en sus vidas que los marcará para siempre: Anahí Benítez, su compañera y amiga, desaparecerá para luego ser encontrada asesinada tras un lapso de 5 días. Esta ópera prima de la directora Luciana Gentinetta repasa en carne propia los testimonios de aquellos chicos que con 16 y 17 años, tuvieron que enfrentarse de golpe a uno de los escenarios más siniestros de sus vidas. Algo se enciende es un documental que se ocupa principalmente de construir un sentimiento de lucha a partir de los múltiples relatos que narran lo que fue aquel proceso tanto de búsqueda como de justicia. No le interesa ni es su objetivo indagar en lo que significó todo el peritaje y las causas judiciales que acontecerían al caso; simplemente se limita a seguir un camino que pareciera estar marcado desde un principio: un camino de dolor y tristeza. Aún así, por momentos este documental se torna un poco anticlimático y la esencia principal, que, si bien es un poco convencional, se distorsiona en algunos pasajes del film debido al continuo registro de entrevista y a la decisión de omitir la resolución del caso, que bien podría haberle otorgado una cuota de profundidad. De todas maneras, queda claro que la búsqueda y el propósito del film es otro; y poco de lo que diga importará ya que estamos frente a un documental que logra exponer un sentimiento de protesta y movimiento ante la constante violencia e inseguridad que padece la mujer en Argentina.
Este documental se centra en el caso de Anahí Benítez, la adolescente de 16 años asesinada en Lomas de Zamora desde la perspectiva de sus compañeros de escuela, entre los que se incluye la propia realizadora. Este breve y potente documental se centra en el caso de Anahí Benítez, la adolescente de 16 años de Lomas de Zamora que un día de julio del 2017 salió de su casa, estuvo desaparecida una semana y fue encontrada muerta poco después. Pero la propuesta está muy lejos del convencional relato periodístico sobre este tipo de temas. La directora, de apenas 23 años, iba también a la ENAM de Lomas de Zamora, la misma escuela a la que concurría Benítez. Y lo que hace aquí, por un lado, es contar la experiencia desde la perspectiva de los compañeros de Anahí, en la manera en la que la noticia los atravesó y en cómo se unieron para marchar y exigir respuestas. A la vez, el film muestra cómo sus ex compañeros trabajaron su dolor y sus emociones a partir de distintas formas artísticas. Gentinetta prueba tener un notable aplomo narrativo en la manera calma, estudiada y tranquila en la que presenta la historia a través de los testimonios, con cuidados planos de quienes hablan y creando un clima grave y severo alrededor de la escuela que recuerdan en cierto modo a los de ELEPHANT, de Gus van Sant. Ese tono va cambiando a medida que la narración avanza –y se saben más cosas sobre la desaparición– y luego se transforma en una suerte de manifestación artística centrada en las maneras en las que sus compañeros y otros alumnos de la escuela fueron expresando sus sensaciones al respecto. La directora no explora demasiado el caso, consciente del proceso de revictimización que eso puede generar –apenas un cartel al final de la película aclara los puntos salientes del hecho, el resto cualquiera puede buscarlo en internet– sino que prefiere poner el acento en el impacto emocional que tuvo en quienes la rodeaban, incluyendo a la propia directora y al equipo, que se inscriben de manera muy emotiva en los acontecimientos que se narran. ALGO SE ENCIENDE es un relato de dolor y de resistencia que prefiere dedicarle su espacio y su tiempo a la pulsión de vida antes que a la de muerte.
Anahí Benítez, una joven vivaz y vital de 16 años de la Escuela Normal de Banfield desaparece en el año 2017. Sus compañeros inmediatamente se movilizan por su aparición con vida. Pegan su foto en cada calle, marchan por la ciudad, producen radios abiertas. Luego de cinco días, sus compañeros encabezan otra movilización, esta vez al Congreso. La reunión fue interrumpida y los estudiantes se vieron obligados a cambiar su consigna de aparición con vida a un reclamo de verdad y justicia: Anahí había sido asesinada. Así comienza Algo se enciende, el sensible documental de Luciana Gentinetta, que puede verse en Cine Ar Estrenos desde el 9 de diciembre hasta el 9 de enero. Tristemente, no es la desaparición de Lucía la única que ha marcado la historia de la escuela. Ya que durante la última dictadura cívico-militar 32 estudiantes fueron desaparecidos y el caso de Lucía no puede sino actualizar la tragedia previa. Por otra parte, este sombrío panorama hizo que los problemas socio-políticos de la actualidad y los que conciernen a la educación pública son los pilares de esta incansable lucha de los estudiantes que mantienen la memoria viva. Algo se enciende cuenta con varios aciertos. Es emotivo y conmovedor sin llegar al sentimentalismo ni a la siempre tan conveniente catarsis. No pretende asfixiar al espectador con una angustia intolerable, pero tampoco hace caso omiso de todo lo doloroso que hay que mostrar para informar y generar una profunda reflexión. Son diversas las miradas de los estudiantes, se complementan, no son redundantes y no dan rodeos. Que ellos sean tan jóvenes hace que sus palabras sean más sentidas todavía. Otro mérito reside en el tono general del documental. Rabioso por momentos, más sosegado en otras oportunidades y siempre asertivo, acá no hay gritos desde la barricada ni consignas desaforadas. Incluso, un poco antes del final, se ve cómo los estudiantes hacen sus duelos de manera activa, dejando de lado tanto martirio y retornando a una especie de vida normal. Es que vuelven a apostar por la vida una vez más. Antes, la depresión los agobiaba; ahora, cierta alegría y vitalidad los cobija. El material de archivo – creo que, en parte, es inédito – nos retrotrae a los momentos de lucha más aguerridos, a las marchas, al reclamo de una comunidad entera. Eventualmente, también al dudoso valor de los medios de comunicación a la hora de explotar el dolor de los otros. Pero eso ya lo sabíamos antes de ver el documental. Siempre, o casi siempre, buscan culpar a la víctima, tergiversar información y construir una narrativa propia que sirva para sus fines. La película termina en una nota desalentadora, con una placa que señala: “Según la propia querella, el juicio no despeja lo que le ocurrió a la adolescente de Lomas de Zamora. El caso tiene una trama en la que se mezclan corrupción policial, redes de trata, narcotráfico y una comisaría intervenida. Desde el feminismo denuncian que no hay pruebas contra Marcos Bazán, el único acusado que espera el veredicto. Hicieron encajar todos los indicios para inculpar Bazán, para proteger a la policía”. Una vez más, nada nuevo bajo el sol. Tarde o temprano, la impunidad es la gran protagonista, en este caso y en tantos otros.