LOS ORÍGENES DE LA CUMBIA VILLERA Y SU PUESTA EN VALOR El director de este film, Cristian Jure, asegura que no hace cine antropológico, sino que es un antropólogo que hace cine”, Lo cierto es que investiga a través de un argumento de ficción el genero llamado “cumbia villera y cada uno de los responsables de ese movimiento que fue el telón de fondo sonoro de la crisis del 2001. Así un hilo argumental permite las entrevistas a cada uno de los famosos del género, desde Pablo Lescano a Pepo, y a los distintos grupos con nombres tan llamativo como “Damas gratis” o “SupermerK2”. Historias de vida y creatividad desde la nada misma para un género que nació en la villa y nunca soñó con trascender los limites del lugar. Para informarse, para entender. Un genero que no merece la condena que sufre y debe ser puesto en valor.
Cuando me muera quiero que toquen cumbia Alta Cumbia (2017), de Cristian Jure, es el estudio social, político y antropológico de un género musical popular con tantos adeptos como detractores. Muchas veces a la hora de reflejar un movimiento, popular o no, el cine falla porque no encuentra una estructura que le sea fiel tanto estética como narrativamente al objeto que se quiere representar. En la mayoría de los casos hay una disociación entre forma y contenido. Pero si una característica tiene Alta Cumbia, es la de serle fiel la cumbia villera sin traicionarla cinematográficamente. Alta Cumbia es una ficción pero también un documental, o mejor dicho una ficción que toma elementos del documental, y viceversa. En resumidas cuentas es un hibrido. La trama se centra en Martín, que en plena crisis de 2001 luego de perder su trabajo en una productora y al quedar en la calle se va a vivir a una villa. Años más tarde, es convocado para hacer un documental de exportación sobre el origen de la cumbia villera. A partir de esa premisa, Martín, junto a un equipo técnico reducido, deambulará por una serie de reductos típicos de este movimiento musical, para a través de la propia voz de sus protagonistas sacar a la cumbia villera de la estigmatización y mostrarla como una corriente musical representativa de una época. Jure dirige una película que respira cumbia por todos sus poros. Y no solo por la galería de personajes que transitan por ella –de Pablo Lescano al Pepo y de Pibes Chorros a Supermerk2- sino por la forma que eligió para contarla, con un estilo característico -por llamarlo de alguna menera- al “cine villero” que viene haciendo César González, salvando las distancias económicas en cuanto a la producción. Pero sí, donde hay una búsqueda a cierto tipo de actuación, planos sucios, y cierta desprolijidad adrede más allá de los efectos de colores que utiliza reiteradamente, sobreimprimiéndolos en las imágenes para brindar luminosidad y que reafirman que la desprolijidad, en este caso, es buscada. Lo también interesante de Alta Cumbia es el recorrido que hace del género musical, desde sus orígenes hasta la actualidad. Sus inicios en la crisis de 2001, la estigmatización mediática de lo popular, la censura del ex Comfer (Comité Federal de Radiodifusión), sus influencias sociales, políticas y hasta la profundidad irónica de sus letras pese a la simpleza y banalidad de lo que aparentan decir, algo que le causó más problemas que alegrías. La película muestra a una cumbia villera tan crítica y ácida como lo fue el rock durante la dictadura, la revindica pero con argumentaciones válidas que la ponen en un lugar negado por muchos. Más allá de sus defectos y virtudes Alta Cumbia es una película que se la juega, acercando el cine y la cumbia a todos los sectores sociales. En un momento un personaje se pregunta por qué hacer una película sobre la cumbia si la gente que la consume no va al cine, el opuesto sería por qué hacer una película sobre la cumbia si la gente que va al cine no la escucha. La primera sentencia se resuelve instalando un cine en la villa. La segunda todavía es un enigma que espera una respuesta.
La docuficción de Cristian Jure utiliza una historia trillada para mostrar la fuerza creativa de un género musical estigmatizado, emergente de una crisis brutal. Alta cumbia se interna en la profundidad de la crisis del 2001 para mostrar uno de los emergentes artísticos de esa coyuntura: la cumbia villera. Sobre el esqueleto endeble de un relato guionado a partir de elementos relaes (la historia de Martín Doisi, el Fanta: un productor de cine y televisión que queda en la lona durante la crisis y va a vivir a una villa porteña), el filme exhibe entrevistas a los principales creadores del género villero. La idea de Jure era sostener el carácter inclusivo de la cumbia villera utilizando elementos de otro género masivo, el western. Años después de haberlo estafado, un malo estereotipado, blanco y ventajero va a buscar al Fanta con la intención de producir un documental sobre cumbia villera para la televisión española. Esta es la excusa narrativa que da pie a la pintura de un amplio fresco que incluye a cantantes y poetas del género, a su público y a sus paisajes, simulando anclar la atención del espectador en una doble zanahoria trillada: la seducción cultural de una productora blanca y rubia pero de buen corazón, que empieza odiando los sonidos de la villa. Es lícito preguntarse si la endeblez de ese planteo no es una forma de subestimación, pero hay que señalar que los méritos principales del filme de Jure descansan en algunas decisiones visuales y en sus aspectos documentales. Usando la superposición de texturas de comic sobre las imágenes (“robándole” esa estética al megaestigmatizador Policías en acción), el filme de Jure consigue presentar una serie de personajes que escapan al pintoresquismo por la fuerza de su creatividad tanto musical como verbal, exponiendo además una conciencia plena de haber modificado el género para contar una realidad dolorosa y compleja a partir de una crisis brutal. El relato de Ariel Salinas, de Pibes chorros, que tuvo que explicarle hasta el cansancio al mainstream blanco de los medios que el nombre no implicaba la criminalidad de la banda, casi paga la película. A la fuerza de esos testimonios (que apuntan muchas veces al estigma social que pesó sobre el género) hay que agregarle el valor de exhibir la cocina de la composición, la extraña belleza de los sonidos de la cumbia y el colorido a veces procaz de su poesía; además, la circulación alegre por un ámbito que en general es retratado con tristeza. A pesar de la fragilidad de su trama y su tono ligeramente edulcorado, muy adecuado a la voluntad de homenaje, Alta cumbia hace pasar su más de hora y media con las manos arriba.
Alta cumbia, dirigida por Cristian Jure, un trabajo no sólo cinematográfico sino también antropológico y político-social. Alta cumbia es la película que el género de la cumbia villera se merecía desde hacía muchos años. Se presenta como una ficción en la cual se realiza un documental (que también es parte del filme) recorriendo los barrios, los referentes del género y desentrañando el por qué de su importancia allá en los años 90 y principios del 2000. Si bien cinematográficamente no es una película pulida ni tan lograda, en lo que respecta al sonido, las actuaciones y la fotografía, su mayor logro y donde está su corazón son las entrevistas logradas, de enorme riqueza. Puede que estos “desaciertos” a la hora de filmar sean los buscados y tengan una razón de ser por el tema que se está tratando, pero esto no invalida que al verla se sienta rudimentaria y amateur. El recorrido que hace su director desentrañando los orígenes de la cumbia villera, la estigmatización que sufrió y sufre el género por parte de mucha gente, así como las letras que representaban a esa parte de la sociedad que vivía en el olvido. La cumbia villera fue una música de protesta, sin ningún lugar a dudas, en donde Pibes Chorros, MalaFama, Los Gedes, Yerba Brava y Pablo Lescano fueron la voz de una sociedad oprimida, marginada y que encontraron en ellos una forma de expresión. Para tomar un ejemplo, la canción “Industria Argentina”, de Damas gratis, del año 2004, en su letra decía: “Patacones, Quebracho, Lecop, la puta que te parió, devolvé la plata que te llevaste al exterior. Políticos de porquería se robaron lo poco que quedaba en la Argentina.”
CUANDO LA CRISIS SE HIZO CUMBIA Pasada ya una década y media de los sucesos que terminaron en las tragedias de 2001, el film Alta cumbia se propone analizar cómo la música denominada “cumbia villera” se encargó de representar un relato vivo de la situación. La interesante temática se fortalece al estar construida desde un estilo propio de los programas televisivos que trasmiten exclusivamente cumbia. Varias son las bandas que dan su testimonio de cómo vivieron ellos hacer cumbia durante esos años. Por el estilo de los músicos y el formato que se le da, la película toma un tinte de humor que le da mucho vigor como relato. Esta actitud permite que se atraviese sobre el periodo más duro de los últimos años de la Argentina con la misma fuerza y simpatía con que las canciones se llevaron a cabo. El humor no quita la seriedad de la información que se presenta en la película. Justamente esta forma hace posible que se entienda por qué estas bandas tuvieron tanto impacto. La ficción dentro de la ficción hace posible que haya un juego con los géneros. El film trata de un hombre al que le proponen la realización de un documental sobre la cumbia y su vinculación con la crisis de 2001. Con este pie la película puede manifestar mucha información de forma indirecta, mediante sus personajes. De esta forma, no sólo se habla del prejuicio sino que este se manifiesta y se hace palpable. También permite que se muestre a la villa y sus habitantes de una forma más cercana. Asimismo, el formato de documental da lugar a que se establezcan las entrevistas con los músicos y se otorgue información que complemente lo que se muestra. En cuanto al modo de realización, se hacen predominantes los colores vivos y excéntricos. La película maneja lo bizarro con buen criterio, como el cantante de Mala fama haciendo payasadas en la cámara. Los testimonios del Pepo también son de gran valor, ya que el personaje toma relevancia por su mismo carácter. Pablo Lescano, siendo siempre muy carismático, aparece recién a lo último, lo cual, por su éxito con el público por sobre los demás, es una decisión que parece más que acertada. No podía faltar el precursor de este estilo de música pero darle más protagonismo podría haber generado que el film pierda el eje tomando más preponderancia la figura del cantautor por sobre el conjunto de los músicos. Alta cumbia logra representar el espíritu de la música de la que hace mención. Por un lado, está la diversión que éstas proponen, que permitieron sobrevivir a la depresión del momento. Pero por el otro, bajo esa sonrisa aparecen los relatos de denuncia. Es el humor lo que les permitió tener una llegada más amplia y poder relatar qué se estaba viviendo en la Argentina.
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Es curioso el caso de “Alta Cumbia” (Argentina, 2014), filme del realizador Cristian Jure (que tiene por estrenar la película sobre “Pepo”, presentada recientemente en el Festival Internacional de Cine de Mar Del Plata) que intenta desandar los caminos de la llamada “cumbia villera” y su momento de surgimiento en un contexto político y social particular. Lo curioso es que el realizador decide transitar la lábil línea que separa el documental y la ficción, manejando entre los dos registros un tono casi paródico por lo que el trabajo de campo e investigación, exhaustivo, profundo, termina por desdibujarse. Tomando como punto de partida la situación particular de un exproductor de televisión, que ahora se dedica a vender CD’s truchos en la villa, y la posibilidad de conseguir un dinero para terminar con los “aprietes” de usureros, acepta la propuesta de un empresario (Diego Cremonesi) de hacer un documental para España sobre el género “cumbia villera” (si es que hay un género llamado así) y volver a recuperar, con él, un espacio ganado que tenía sobre la música y que lo perdió luego de la crisis de 2001. Martín Roisi, conocido como “el Fanta”, por su grupo “Fantasma”, es el encargado de personificar al “rastreador” de los orígenes del estilo, quien además debe lidiar con cuestiones particulares como el próximo nacimiento de su hijo, deudas que lo están agobiando y el poder, de alguna manera, recuperar el lugar que tenía en la música y que la economía quiso que no tenga más. Jure narra la búsqueda con particular énfasis en las entrevistas personales que Roisi consigue, en ella éste dialoga coloquialmente con cada uno de los miembros del movimiento musical al que se lo emparenta con el 2001 como una manifestación de un estado social de crisis y explosión que no pudo contenerse y que encontró en la simpleza y claridad de las letras de sus canciones, un público cautivo que supo que no era música nada más aquello que sonaba desde las radios. “Alta Cumbia” rinde homenaje a cada uno de los exponentes de la cumbia villera otorgándole en la pantalla el tiempo necesario para que puedan contar, a partir de anécdotas y recuerdos (algunos gratos y otros no tanto) la explosión de un fenómeno que supo ocupar horas y horas en las radios y programas de TV, y que rápidamente, también, se trasladó a fiestas y bailes. “Flor de Piedra”, “Los Gedes”, “Pepo”, Daniel Lescano, son sólo algunos de los convocados al documental para poder comprender, en parte, la complejidad del fenómeno llamado como “cumbia villera”. Roisi avanza en la investigación y captura de testimonios mientras intenta, casi sin lograrlo, encontrar a la figura máxima del movimiento, Pablo Lescano, que supo hacer con su grupo Damas Gratis himnos que fueron tarareados y cantados por infinidad de seguidores. Hay una búsqueda expresiva a partir de la utilización de trazos gráficos, exposición de la imagen a colores, y la utilización constante a referencias de la iconografía y cultura popular (Gauchito Gil, Maradona, etc.) que buscan legitimar aún más aquello que se relata. “Alta Cumbia” claramente es un exponente del documental, que en el híbrido con otros géneros termina por perder el norte por lo que sólo se puede recuperar algunos testimonios de aquellos que en un momento supieron con su música expresar un estado de época y darle voz a los más necesitados, mudos hasta el momento.