Michael Bay se pone tras las cámaras de esta trepidante remake en la que el vehículo que da nombre al film permitirá hablar de la diferencia de clases a partir de dos hermanos que deberán poner a prueba su vínculo en medio de una inesperada situación. Cumple con lo que promete.
Ambulancia es el mejor argumento que podría usar el sindicato de editores para cuestionar antes del Oscar la decisión de la Academia de Hollywood de dejar a sus afiliados fuera de la transmisión en vivo de la ceremonia de este año. El montaje de imágenes es la verdadera estrella de películas como esta, que muestran en su máxima expresión el poder del cine industrial de Hollywood como una mezcla única entre el oficio artesanal, la capacidad tecnológica y los recursos visuales y sonoros de última generación. Desde este lugar, el editor no merece ser apartado de los reconocimientos principales que se premian con el Oscar. Todo esto es posible dentro del reino de Michael Bay, el director de mayor perfil de Hollywood que elige narrar sus películas como si fueran gigantescos videoclips. De hecho, su carrera empezó a hacerse notar en ese terreno, que llega por momentos aquí casi al paroxismo. Desborda el extenso relato de planos brevísimos, casi siempre agitados, nerviosos y eléctricos, e inverosímiles movimientos (horizontales, verticales, laterales) de una cámara que nunca deja de serpentear o moverse en zigzag a la velocidad del rayo. Bay entiende el cine como una montaña rusa en movimiento. Esta remake de un largometraje danés de 2005 sostiene una de las premisas de la película original (la narración en tiempo real de lo que ocurre luego de que el robo a un banco sale mal) y descansa en la pericia de Bay y de sus editores para llenar de tensión, suspenso y adrenalina la interminable persecución por las calles y autopistas de Los Ángeles. También hay una pizca de humor y hasta algún momento en el que Bay se ríe de su propia historia como director. Los Ángeles es una de las grandes protagonistas de la película, expuesta con todo el poder de su reconocible fotogenia en el retrato de su escenografía urbana, sus calles y autopistas. Es muy logrado el uso que la película hace, como fondo de la frenética acción, de la degradación edilicia y social de estos tiempos de pandemia en el área que se conoce históricamente como Downtown L. A., el centro histórico de la gigantesca urbe. Todo ese nervio se aplaca cuando Bay tiene que ocuparse de los retratos humanos, presentados con la torpeza y el trazo grueso que caracteriza a su cine. Lo que lleva a los personajes a actuar es presentado de un modo tan pueril que más de una vez arroja como resultado algunos comportamientos incomprensibles. Sobre todo en el caso del drama personal de un veterano de Afganistán que a su regreso es arrastrado a un dilema moral para resolver la situación límite que enfrenta su familia. Como si no alcanzara todo el armado de ese mapa elemental de conductas, una banda sonora estridente y plañidera se encarga de reforzarlo. En el tramo más intenso de la acción, Ambulancia consigue el objetivo de un modesto entretenimiento que logra sostenerse hasta el desenlace, estirado en exceso. Los actores, sobre todo Jake Gyllenhaal (en una versión todavía más recargada de su típico personaje intenso), le ponen literalmente el cuerpo a un relato vertiginoso que se olvida a la misma velocidad.
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Antes de sentarte a ver Ambulancia tenés que entender (y aceptar) que estás entrando al mundo de Michael Bay. Un lugar donde su propio estilo se lo devoró a sí mismo y de esa manera arrastra a la audiencia a un sinsentido que te marea. Bay fue uno de los abanderados de la parte “más industrial” de Hollywood hacia fines de los 90s y principios de los 2000s con películas tales como La Roca (1996), Armageddon (1998) o Pearl Harbor (2001). Pero fue luego de la saga Transformers en donde consolidó una forma de narrar cuasi putrefacta. Y aunque ya no pueda hacer primeros planos de una cola de una actriz, mantiene el resto de sus vicios, pero redoblados. Por ello, Ambulancia es un film que ya vimos mil veces, la copia de la copia de Speed (1994) y sus derivados, pero con su filtro imposible de digerir. Excelentes actores tales como son Jake Gyllenhaal y Yahya Abdul-Mateen II se ven “forzados” a la más pésima de las sobreactuaciones. Poco importa la suspensión de verosímil que propone el film porque no llega a dar la vuelta para convertirse en un placer culposo (si es que el término existe y/o se aplica aquí). Ambulancia solo es apta para los que banquen la impronta del director. En mi caso, me resultó de lo peor que he visto en los últimos tiempos.
Si le prestamos atención al póster de Ambulancia, la nueva película del director y productor Michael Bay, nos daremos cuenta de un detalle significativo: las letras “l” y “a” están con otro color, para que queden distinguidas las iniciales de Los Ángeles, la ciudad que será el escenario del filme protagonizado por Jake Gyllenhaal, Yahya Abdul-Mateen II y Eiza Gonzalez. Michael Bay es consciente del lugar simbólico de Los Ángeles, cuya iconografía se construyó a través del cine de Hollywood, y sabe que el cine norteamericano de género tiene una historia tan vasta como aplastante, y que él tiene que ser un digno heredero de esa tradición de cine industrial. Lo que Bay hace en Ambulancia, remake de una película danesa de 2005 dirigida por Laurits Munch-Petersen, es lo que mejor sabe hacer: una vertiginosa máquina de acción imparable. A Bay le basta un simple argumento para poner en movimiento un arsenal de efectos visuales y su talento para desplegar una puesta en escena hiperquinética, que marcha a toda velocidad al ritmo de sus característicos planos breves. Will Sharp (Yahya Abdul-Mateen II), condecorado veterano de guerra, vive con su mujer y su bebé, y necesita dinero para solventar un problema urgente, situación que lo lleva a ver a su hermano adoptivo Danny (Jake Gyllenhaal) para pedirle plata. Danny se dedica a robar bancos y a los negocios turbios. Tiene a quién salir, ya que el padre de ambos fue un renombrado delincuente. Danny aprovecha la visita desesperada de su hermano para pedirle que lo ayude a robar un banco que cuenta con 32 millones de dólares. A Will no le queda otra y decide acompañarlo. Como en toda heist movie (películas de grandes robos), el plan del atraco sale mal. Dos policías se acercan al banco. Uno de ellos quiere declararle su amor a una de las cajeras y se da cuenta de que están robando. Esto da pie a una sucesión de persecuciones, disparos y muertes. En la huida, Danny y Will secuestran una ambulancia y toman de rehén a Cam (Eiza Gonzalez), una paramédica, y al policía que entró al banco y que fue herido por Will. Bay pone en marcha una sofisticada persecución que abarca toda la película, mientras nos pasea por algunos de los lugares más icónicos de Los Ángeles, como el famoso río de la ciudad, que fluye sobre un concreto de 60 kilómetros (lugar en el que se filmaron muchas películas). La tradición de cine norteamericano más cine de acción urbano son los pilares de Ambulancia, que tiene un par de escenas dramáticas mecánicas que no aportan demasiado, pero que aun así logran allanar el terreno para que la ambulancia corra indetenible y cargada de espectacularidad. Bay amasa una película de ritmo trepidante y se permite la dosis justa de emotividad, con peleas y discusiones que mantienen en ebullición el suspenso. Además, el director hace chistes con su propia filmografía, con diálogos que funcionan más como guiño para seguidores que como recursos egocéntricos. En su homenaje bipartito al cine norteamericano, la icónica Los Ángeles y la acción balacérica de alto presupuesto le sirven a Bay para dar rienda suelta a un espectáculo de calidad garantizada. Bay demuestra, una vez más, que es uno de los grandes directores de acción.
Michael Bay no aprende más. ¿Qué se puede esperar de un burro sino una patada? El director Michael Bay toma un concepto que en la película danesa original Ambulancen (2005) duraba 80 minutos y lo anaboliza fiel a su forma de entender el entretenimiento audiovisual (el cine es otra cosa) en esta remake que dura casi una hora más. La extensión adicional suma disparates argumentales, absurdos de todo tipo, escenas de acción desmesuradas metidas con fórceps y un desarrollo de personajes tan penoso como para dejar expuesto en sus limitaciones a un actor apenas discreto como Jake Gyllenhaal cuyo papel oscila, incoherentemente, entre la estupidez -que gana por demolición- y ciertos rasgos de inteligencia. Yahya Abdul-Mateen II, el coprotagonista, sale un poco mejor parado de esta experiencia que difícilmente vaya a encontrar un espacio relevante en su filmografía. La mexicana Eiza González es por lejos quien más se destaca en su rol de paramédica badass. No obstante, debo señalar que su elección es un cliché hollywoodense porque luce sexy y provocativa hasta ribetes contraproducentes. Llegados a este punto es conveniente volver a recordar que estamos frente a una obra de Michael Bay… detalles como estos son lo mínimo que hay que aceptar para completar el visionado de esta frenética y muy tonta Ambulancia 2022. La historia: Danny (Jake Gyllenhaal) y su hermano adoptivo Will (Yahya Abdul-Mateen II) han lidiado toda su vida con un padre delincuente de la peor calaña (¿les parece algo creíble que este ladrón y asesino tenga el gesto humanitario de adoptar a un niño?, ¿se puede adoptar teniendo antecedentes penales?), para salir de su sombra y no caer en la ilegalidad Will se enrola en el ejército. Una vez concluida esa etapa retoma su vida de civil pero no consigue trabajo y para colmo su esposa padece de una enfermedad grave que requiere de una costosa cirugía experimental. Con un bebé de pocos meses a cargo, un Will desesperado acude a su hermano Danny que ha conservado el oficio de papi: ladrón de bancos y a mucha honra (no demuestra vergüenza al menos). La misma mañana que se vuelven a ver después de muchos años, Danny le propone sumarse al equipo que ha formado para un “golpe” que resolverá para siempre todos sus problemas económicos. Nada de pensarlo mucho: el plan empieza en minutos… ¡YA! Así arranca Ambulancia. Las inverosimilitudes están a la orden del día, a Michael Bay no le importan porque apuesta todo al ritmo y a la acción hiperbólica que patentó a mediados de los 90’s (recordemos Dos policías rebeldes, La Roca, Armageddon, Pearl Harbor y la interminable e insoportable saga de Transformers). El objetivo es un banco y el botín de 32 millones de dólares que se supone un trámite no lo será tanto cuando un policía enamoradizo meta la nariz donde no debe y desencadene la catástrofe: con su banda aniquilada, Danny y Will deben escapar del banco como sea. La aparición de una ambulancia en la zona será en principio el salvoconducto ideal para alejarse del lugar. La presencia de la paramédica Cam (Eiza González) y de un policía malherido será esencial para el juego psicológico planteado con el capitán Monroe (gran trabajo de Garret Dillahunt), el responsable del operativo. Y esa sería la sinopsis: una ambulancia en fuga con dos ladrones y dos rehenes, y toda la policía de Los Angeles que los persiguen atraviesan la ciudad de Los Angeles pulverizando las calles con disparos, explosiones, autos que chocan y gente que vuela por el aire. Básicamente, el repertorio habitual en los filmes de Bay. El guión adaptado de Chris Fedak es de lo peor que se haya conocido en mucho tiempo en Hollywood. Las auto referencias explícitas a otras películas del mismo director son patéticas y los toques de humor -como el gigantón perro Nitro, el miembro de la banda rubio que se presenta en sandalias y vestido como hippie o el personaje de un colaborador de Danny que fracasa como relevo cómico- francamente no funcionan nunca. El uso y abuso de drones para hacer tomas aéreas con recorridos y angulaciones imposibles delatan a Michael Bay como un chico caprichoso con un aparato enorme de producción a su disposición y muy pocas ideas reales sobre cómo aprovecharlo sin caer en sus gratuitas ampulosidades que algunos consideran estilo. Mucho para tan poco.
LAS MÚLTIPLES PERSONALIDADES DE MICHAEL BAY A esta altura del partido ya es bastante claro que ver una película de Michael Bay puede ser una experiencia realmente extenuante, un desafío casi físico a los sentidos, en el peor sentido posible. Es que Bay no mueve la cámara: directamente la arroja, la revolea sin criterio, de un lado al otro, sin mostrar la más mínima preocupación por que lo que se vea sea entendible. Sin embargo, en Ambulancia aparece de forma más patente un componente que, convengamos, ya estaba muy latente en su cine: esa voluntad de querer concentrar discursos, tonos y atmósferas de todo tipo en un solo plano, incluso cuando claramente eso es incompatible con lo que se está narrando. Y eso genera la impresión de estar ante un film rodado por una persona con un desorden de personalidad múltiple. Porque lo cierto es que el argumento de Ambulancia -remake de un film danés del 2005-, a pesar de sus ambiciones temáticas, no deja de poseer cierta simplicidad: hay un ex soldado (Yahya Abdul-Mateen II, demasiado intenso) que necesita dinero urgente para un tratamiento experimental contra el cáncer de su esposa que va a pedirle ayuda a su hermano adoptivo (Jake Gyllenhall, híper intenso), un criminal de carrera del cual se mantenía alejado. Este le propone sumarse a un millonario asalto bancario que, obviamente, sale mal, por lo que, para poder huir, terminarán abordando una ambulancia y tomando de rehenes a una enfermera (Eiza González, con un maquillaje muy intenso) y un policía herido. A partir de ahí, se desencadena una persecución donde tendrán atrás a la Policía de Los Ángeles y al FBI, mientras buscan lidiar con tensiones afectivas y morales, en un camino donde los márgenes para la redención se van acotando minuto a minuto. Es decir, un relato tendiente a la espectacularidad, pero también conciso y concentrado en sus conflictos. Hay un pasaje donde Bay parece entender que la narración pide cierta economía de recursos y un enfoque preciso sobre lo que se está contando. Es una secuencia donde los personajes de Abdul-Mateen II deben hacer una operación improvisada sobre el policía herido, con la asistencia virtual de unos médicos y Gyllenhaal tratando de conducir de forma estable la ambulancia. Son minutos tensos, casi angustiantes, donde los gritos y la histeria de los protagonistas están justificados, ya que prevalecen una cámara y un montaje que se ponen al servicio de lo que está sucediendo. Allí, Bay da la impresión de tomar consciencia de que solo un trabajo para hacer: mostrarle al espectador cómo un grupo de personas intenta salvar a un individuo al borde de la muerte. Esos minutos son, quizás, una muestra de lo que podría haber sido Ambulancia. También son la excepción a la regla: el resto del tiempo, Bay quiere apilar acción, drama, thriller y comedia, sin hilos conductores, con resultados dantescos y agotadores. Por esa falta de equilibrio y prepotencia narrativa es que Ambulancia podría durar una hora y media, pero su metraje se extiende hasta las dos horas y cuarto, sin real sustento. Y si Bay vuelve a exhibir esa falta de timing absoluta para el humor -que no solo es tosco y agresivo, sino también totalmente a destiempo, sin relación con lo que pide cada escena-, además suma una concepción sobre el drama donde todo pareciera tratarse de acumular vueltas de tuerca cada vez más inverosímiles y redundantes. A medida que pasan los minutos, el film se pone cada vez solemne y a la vez incoherente, porque si por un lado quiere hablar sobre el deber de los profesionales, los lazos familiares, la pérdida y las vías para redimirse de los pasados traumáticos, al mismo tiempo manipula a los personajes como a los autos a los que hace chocar y explotar. Para Bay -y sus películas-, los seres humanos son iguales a las máquinas: meros instrumentos a los que arrojar en el medio de imágenes gritonas y ruidosas, plagadas de discursos rimbombantes. Ambulancia es otra muestra más de esa violencia artística y narrativa.
Sabemos qué esperar de Michael Bay: la acción vertiginosa, autos que vuelan por los aires, una narrativa lineal, un verosímil absurdo. Cortes, tomas cercanas, shake cam. Todo a raudales y sin capacidad de digerir demasiado qué se nos está contando. Son sus armas para crear un espectáculo grande y dramático. “Ambulancia” acertará en todos los tópicos: tendrá una gigantesca persecución como especialidad de la casa, un plan de huida que justifica el entretenimiento de modo adrenalínico y una intensidad mercada en cada encuadre. Es un viaje al pasado con aroma a blockbuster de la década del ’90. Pensemos en que Bay es el autor de films rendidores en su tiempo como “La Roca” (1996), “Armaggedon” (1998) y “Pearl Harbor” (2001). “Ambulancia” se aprovecha de la acción exagerada para disimular su endeble relato. Apagamos la inteligencia y nos dejamos llevar por la decisión que toma aquella vuelta de tuerca innecesaria. Lo lamentamos por el talentoso Jake Gyllenhaal, quien luego del encierro al que lo sometiera un poco inspirado Antoine Fuqua, en la soporífera “Culpable” (2021), arriesga su vida (y buen gusto artístico) en veloces carreteras. Hace tiempo que Bay hundió su carrera en un hoyo de mediocridad, gracias a films olvidables como “Underground 6”. Ni hablemos de la saga Transformers, vaya llamado de emergencia!…Su deseo de anodina repetición lo ubica en el lugar donde debe estar.
Una lección de cómo arruinar una película por parte del maestro de la cámara revoleada, Michael Bay. Tiene una historia interesante (tipo acosado por deudas se suma a robo a un banco, y este sale mal, escapa en una ambulancia con un policía herido en su interior) llena de posibilidades para el drama humano y la acción desenfrenada. Hay de las dos cosas, pero mal. Todo lo que hace es confundir “entretener” pero “aturdiendo”.
Ernst Lubitsch, uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos dijo alguna vez: “Hay infinitos lugares donde poner la cámara, pero sólo uno correcto”. Bueno, Michael Bay no conoció a Ernst Lubitsch o al menos no la segunda parte de la frase. Michael Bay pone la cámara en cualquier lado. Ojalá fuera metafórico o una exageración. En sus películas más desaforadas, como los films de Transformers todo es ruido y caos, pero aquí, donde el mundo es el mismo que habitamos todos, se nota mucho más la arbitrariedad ilimitada del trabajo del director. Un veterano de guerra necesita desesperadamente dinero para cubrir las deudas médicas de su esposa y decide entonces recurrir a su hermano adoptivo, Danny, quien le ofrece participar del más grande robo a un banco de la historia de la ciudad. Por supuesto que el robo sale mal y ambos terminan secuestrando una ambulancia con un policía herido y una paramédica. Todas las fuerzas de seguridad de la ciudad saldrán ahora detrás de ellas en una espectacular persecución. Michael Bay está convencido de que puede hacer cualquier tontería con la cámara y que no puede salir mal. Hay algunas tomas que son directamente abyectas desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico. De golpe un plano es un movimiento de cámara que trepa o desciende por los costados de los edificios sin finalmente no tomar nada de la acción principal. Entre tanta tontería hay algunos planos bien logrados, porque sus experimentos sin sentido son como un reloj descompuesto, dan la hora aunque sea dos veces al día. Michael Bay es un autor. Su costoso, feo, arbitrario y confuso estilo es fácil de reconocer. Hay tanto descontrol que parece que al final el desastre dará toda la vuelta y el ridículo se volverá genial. No pasa, en mitad de ese sueño todo se derrumba. No es difícil pensar que hubiera pasado si esta historia la hubiera dirigido Tony Scott, alguien con un estilo excesivo pero capaz de darle algo de cine a este tipo de películas.
Si hablamos de grandilocuencia en el cine, un despliegue visual impactante, persecuciones y explosiones, seguramente en la primera persona que pensamos para llevar una historia así a la pantalla grande es Michael Bay. Con varios éxitos entre los cuales se encuentran «Bad Boys», «Armaggedon», «Pearl Harbour» y «Transformers», el director norteamericano es un símbolo del uso de efectos especiales y rápidas narraciones. Este año volvió al cine para traernos «Ambulancia», una película frenética que a pesar de algunas decisiones un poco cuestionables y no seguir la regla de «a veces menos es más», nos brinda más de dos horas a pura tensión y entretenimiento. «Ambulancia» se centra en Will Sharp, un veterano de guerra que está desesperado por conseguir dinero para cubrir las deudas médicas de su esposa. Sin que ella sepa, recurre a su hermano adoptivo Danny, quien está vinculado a actividades no del todo legales. Para llegar a esa plata, le ofrece participar de un robo a un banco, el más grande en la historia de la ciudad. Cuando las cosas se complican durante el escape, secuestran una ambulancia con un policía herido y una paramédica. Es así como deberán huir de un inmenso despliegue de fuerzas de seguridad que se encuentra por toda la ciudad para conseguir una nueva vida. Basada en la película danesa «Ambulancen» de Laurits Munch-Petersen y Lars Andreas Pedersen, la versión norteamericana se destaca por sus escenas de acción, su ritmo frenético que no nos da respiro por más de dos horas y por el clima de tensión y suspenso que mantiene en todo momento. Sin haber visto el film original, no sabemos si estamos frente a una copia fiel o si la historia se adaptó a la idiosincrasia estadounidense, pero de todas maneras cumple con lo que se propone. Michael Bay, como de costumbre, sabe cómo brindarnos una película de acción despampanante. Siempre sabe dónde poner el ojo para mostrar un plano novedoso, centrándose por momentos en ciertos detalles y por otros en un despliegue más genérico. En ciertas secuencias todo esto se vuelve demasiado, la cámara no para de moverse de un lado al otro, mareando un poco al espectador. A veces no siempre es necesario utilizar todos los recursos para impactar. En cuanto a la historia, tal vez no nos encontramos con algo demasiado original. Hombre bueno que está en una situación límite y hace algo que no corresponde por un fin mayor es algo que hemos visto en un sinfín de oportunidades, pero lo más interesante del largometraje pasa por las persecuciones, las ingeniosas maneras de salir airosos y algunas reflexiones que se dan en el camino. En todo momento los personajes están en peligro, tanto del lado de los buenos como el de los villanos, haciendo que se vuelva más realista e impredecible, con varios giros sorprendentes. También hay que decir que existen algunas decisiones argumentales un poco tiradas de los pelos, como vínculos entre personajes que surgen de la nada y no le suman a la trama. Jake Gyllenhaal, Yahya Abdul-Mateen II y Eiza González es el trío protagónico que lleva adelante esta historia, con la intervención de varios actores más, pero son quienes más se exponen en el film. Gyllenhaal siempre se destaca en papeles como este, donde su personalidad coquetea con la desesperación y la locura, aunque por momentos pueda sentirse un poco sobreactuado. Abdul-Mateen II y González están correctos en sus papeles, tratando de llevar, por momentos, coherencia a su alrededor. En síntesis, Michael Bay vuelve a proporcionarnos un film con su sello característico, donde lo visual se encuentra por encima de la historia. No porque le falte cierta profundidad, sino porque se enfoca más en brindarnos un show explosivo que en traer una trama novedosa y cuyas decisiones narrativas cierren por todos lados. Para los que busquen explosiones, persecuciones, dos horas de tensión, suspenso y un ritmo frenético que no decae seguramente queden más que satisfechos, el resto tal vez pase solamente un rato entretenido y no mucho más.
Cada tanto Michael Bay se inspira y las cosas le salen bien. Acá tenemos una persecución que no da respiro y donde no paran de surgir conflictos. Por fin el pulso caótico de su director se ajusta de forma correcta para mantener la adrenalina a flote.
El mejor Michael Bay va a 100 kilómetros por hora ¿Ver una película del director de Transformers ha vuelto a ser una buena idea? ¿De qué va? Unos hermanos ladrones intentan dejar a atrás a la policía de Los Ángeles después de secuestrar una ambulancia para escapar del robo de un banco. La carrera de Michael Bay, uno de los directores americanos de acción más famosos -por no decir, el más ruidoso- de la historia, es una que ha dado tantas vueltas como las persecuciones de sus películas. Desde su debut acompañado con Will Smith y Martin Lawrence donde le probó a todos que su estilo, una combinación de su electrizante energía dirigiendo acompañada de la estética digna de un comercial, era perfecto para los grandes tanques de Hollywood; pasando por su breve búsqueda del prestigio con su grandilocuente recreación del conflicto de Pearl Harbor; hasta su denostada pentalogía de Transformers; es con Ambulance, su más reciente película, que parece que está dispuesto a abrir un nuevo capítulo: el de volver a ser esa imparable fuerza detrás de cámaras que viene a darlo todo. Es refrescante que, en el panorama donde la mitad de las grandes sagas de Hollywood son secuelas que ya rozan los dos dígitos, o piezas de un rompecabezas que se lleva construyendo años con pequeñas hijas bastardas que buscan atención -te estoy viendo a ti, doctor Michael Morbius-, Bay llega con un planteamiento sumamente sencillo y que comienza a mover sus mecanismos bien va empezando la película. Will Sharp (Yahya Abdul-Mateen II), un veterano de guerra que “puede conducir cualquier cosa”, está desesperado por reunir el dinero para el tratamiento experimental de su esposa. El seguro médico -ese sistema que tantas heist movies ha desatado- se niega a cubrirlo, dejándole como única opción ir con su hermano, Danny (Jake Gyllenhaal), quien está planeando un ambicioso golpe a un banco donde saldrán con 32 millones de dólares. Por suerte, en una historia que ya se ha visto y repetido infinidad de veces -de hecho, Ambulance es una adaptación de una película danesa de 2005-, Bay y el guion escrito por Chris Fedak cubren en menos de 10 minutos todo lo que podría sentirse como la larga subida antes de que la montaña rusa de su primera caída. Está el reencuentro de los hermanos, la planeación del robo y la introducción de los personajes que de una forma u otra se verán involucrados: la mejor enfermera de Los Ángeles (Eiza Gonzáles), el capitán de policía que buscará detenerlo todo (Garret Dillahunt) y un joven oficial (Jackson James White) que es herido en medio del robo. Una vez sucede todo esto, el golpe sale mal y sus protagonistas tienen que huir en una ambulancia con dos rehenes, la cámara de Michael Bay se desquicia y nunca vuelve a quedarse quieta. Todos sabemos que Bay es un experto en hacer que cualquier plano, sin importar el presupuesto, se vea como el más caro en la historia de Hollywood. Y aquí no es la excepción, para ser un “pequeño proyecto” -para estándares de lo que hoy es un tanque taquillero- de 40 millones de dólares, Ambulance brilla por lo auténtica que es. No solo son sus locas tomas en dron que se elevan entre los grandes edificios de Los Ángeles y luego se dejan caer, dando un vértigo que solo los personajes dentro de esa ambulancia a toda velocidad podrían sentir, es también su gusto por lo práctico. Hacer una broma sobre Bay y explosiones es algo viejo en pleno 2022, pero está claro que el hombre las adora y, siempre que pueda, recurrirá a la visceralidad de sentir el calor de una bola de fuego expansiva en su rostro en lugar de acudir al CGI -que lo hay en la película, en contadas ocasiones-. Con un aspecto técnico que rara vez decepciona y la manera de filmar de Bay, que aquí se muestra lleno de confianza pese a que su excesivo movimiento puede llegar a hacer confuso lo que sucede en pantalla, solamente queda esperar a que la trama -como solo sucede en una película de este director- no se interponga en la diversión. Es verdad que Ambulance, pese a utilizar la velocidad como su principal fuerza narrativa -algo muy de los 90s-, está lejos de controlarse tan bien como una Speed y sus tres set-pieces magistralmente hiladas, pues lo que se presta a una sólida película de hora y media se transforma en una de más de dos horas. Es por esto que ya bien arrancada la persecución se siguen presentando personajes y situaciones que, aunque no todas mantienen el mismo interés e incluso se pueden percibir como inconsecuentes, sí que hacen su mayor esfuerzo para mantener la imparable tensión. En lo demás, es el Bay de siempre, sin grandes discursos y comprometido a entretener y enganchar hasta el último minuto. Otro detalle que juega a favor de Ambulance es que su elenco, principalmente un enloquecido Gyllenhaal, parece estar en todo momento en la misma sintonía de Bay. Si los agresivos movimientos de cámara hacen su mayor esfuerzo para traer caos en pantalla, sus actores son esa fuerza que se mueven con la misma intensidad para no quedar en segundo plano y traer algo de estabilidad. Gyllenhaal, justo como hizo en el anterior tanque donde participó, aprovecha su lado más neurótico para impulsar una entretenida actuación llena de gritos y cambios de humor; Yahya funciona muy bien como el centro emocional de la película pese a que todo lo que sucede a su alrededor parecería querer dejarlo sin redención, y González cumple bien como la estoica enfermera -y la principal cara en la mayoría de las secuencias más tensas de la película-. Finalmente, solo queda asegurar que, para sorpresa de muchos, hacer el viejo ritual de «ver la nueva película de Michael Bay» es nuevamente una buena idea. Es la oportunidad de disfrutar de un blockbuster que seguro destaca en autenticidad al lado de los esperados refritos de viejas franquicias. Claro, es entrar a una trama que en todo momento te pide tu complicidad para perdonarle los vicios a su director, así como su poco temor en romper la lógica con el loable objetivo de crear una de esas escenas que solo son posibles dentro de su película. Si estás listo para un tenso viaje junto a un cineasta a quien 27 años dentro de su carrera todavía logra sacar un proyecto que se siente lleno de su identidad, así como un recuerdo de esa gran época para el cine de acción que fueron los 90’s, Ambulance es la película ideal.
El nuevo film del director de «La roca» y «Armageddon» es un relato de acción constante centrado en dos hermanos, ladrones de bancos, que se escapan de la policía en una ambulancia. Con Jake Gyllenhaal. Aún no disponible en plataformas digitales. Hubo un tiempo –digamos, de mediados de la década del ’90 hasta alrededor del 2010– que el nombre de Michael Bay era sinónimo casi de «basura cinematográfica». El director de BAD BOYS, LA ROCA, ARMAGEDDON, PEARL HARBOUR y de la saga TRANSFORMERS era considerado algo así como el representante de todo lo que estaba mal con la industria de Hollywood: películas de acción rimbombantes y bastante tontas, montaje feroz y sin sentido en función de generar impacto a costa de cualquier tipo de credibilidad, films en los que las explosiones importaban más que los personajes. De a poco, sin embargo, algo empezó a cambiar. Por un lado, un sector de la crítica empezó a rescatar su obra como parte de lo que decidieron llamar «autores vulgares», expresión que se refiere a aquellos cineastas «comerciales» que tienen una clara marca autoral en todo lo que hacen aunque sus productos no sean los que habitualmente se celebran en el mercado. Las «marcas» del cine de Bay son la adrenalina pura, el movimiento constante, la comprensión del cine como impulso frenético que jamás se detiene. A uno puede gustarle o no lo que hace, pero una película suya se reconoce casi de inmediato. Son esas en las que la cámara no para de moverse nunca y raramente un plano se sostiene más de tres segundos. El otro factor –para mí, más importante– tiene que ver con el desembarco del MCU, el universo cinematográfico de Marvel. Es que las películas de esa empresa empezaron a ser tan dominantes, tan ampulosas y, sobre todo, tan digitales, que de golpe el cine de Bay se volvió terrenal, casi humano. Quizás no sea el caso de su saga TRANSFORMERS, pero el resto de sus películas empezaron a ser casi «tradicionales». A diferencia del cine de superhéroes –que son, fundamentalmente, películas de animación con algunos actores–, el cine de Bay uno puede sentir el impacto de la violencia, la aceleración de una persecución, el peso físico de los cuerpos y de los elementos. AMBULANCIA es Bay en estado puro, destilado hasta lo más básico y esencial. Es una película de un poco más de dos horas que, salvo por breves momentos, puede verse como una sola y constante persecución a través de las calles, avenidas, autopistas y acueductos de Los Angeles. Los personajes tienen las mínimas dimensiones indispensables que este tipo de films clase B requieren (salió 40 millones de dólares, muy rendidores si uno ve la película y lo compara con los 200 o más que sale una de Marvel), su historia es simple y básica, y su guión quizás no se caracterice por su originalidad, pero una vez que se pone en marcha procede con la furia de una topadora. Anteriormente muchos de nosotros (me incluyo) solíamos decir que películas armadas como «montaña rusas» eran casi el enemigo del buen cine. Y si bien esto no se ha modificado en términos generales, el paso del tiempo ha cambiado el foco. El entretenimiento masivo se ha vuelto tan digital e intercambiable, que uno puede sentir hasta nostalgia de esas simples pero efectivas atracciones de feria. Y AMBULANCIA es una de ellas. Una montaña rusa de esas viejas, las que al bajarse lo dejaban a uno dolorido en todos los huesos y con la sensación de haber estado en serio peligro. Aquí hay un par de hermanos que se unen a la fuerza para robar un banco. Danny Sharp (Jake Gyllenhaal) es un ladrón profesional, experto en el tema, heredero en ese sentido de su padre, un famoso ladrón de bancos. Pero su hermano adoptivo Will (Yahya Abdul-Mateen II) es un ex militar que no tiene nada que ver con ese mundo y que se ve forzado a unirse al robo porque necesita dinero para pagar una complicada operación de la que depende la vida de su esposa, con la que acaba de tener un bebé. En una película que empieza con un robo a lo FUEGO CONTRA FUEGO y de ahí se mueve a modelos narrativos más parecidos a los de Tony Scott (especialmente en films como IMPARABLE), el eje pasará por la fuga de ambos hermanos tras un asalto en el centro de Los Angeles que termina de manera caótica y con un policía herido. Los dos «tomarán prestada» la ambulancia del título y se llevarán de ahí al oficial en cuestión y a una paramédica, Cam (Eiza González), experta socorrista que atiende casos de urgencia en los lugares más peligrosos. Lanzados a la fuga y con lo que parece ser la mitad de los uniformados del estado de California detrás suyo (policía, FBI, comandos militares, autos, camiones, helicópteros, lo que sea), los hermanos Sharp tienen que tratar, a la vez, de escapar de la persecución intentando que el policía en cuestión no muera, ya que eso significaría su aniquilación inmediata. En el medio de la fuga, al tipo hay que operarlo (toda una hazaña, ya verán), encontrar lugares para escapar de la mirada policial y lidiar con las diferencias entre los hermanos. Danny es un criminal puro y duro al que no le importa dejar un tendal detrás suyo, pero Will quiere hacer el mínimo daño posible, aún cuando se da cuenta que el asunto ya no tiene vuelta atrás. Utilizando cámaras que se mueven a toda velocidad, drones que se cruzan entre sí, movimientos acrobáticos de todo tipo –de personas, de autos y hasta de las propias cámaras– y un ritmo intrépido de montaje que, por suerte, no confunde las nociones espaciales (tampoco es tan difícil, hay muchos autos persiguiendo y uno siendo perseguido), AMBULANCIA es una chase movie pura y dura que sostiene el interés durante gran parte de su duración. Sí, es cierto, el guión hace agua por varios lados, hay improbabilidades de todo tipo (¿a cuántos matan por salvar a uno?) y los personajes están delineados con tres trazos, pero la propia energía de la película (y de Gyllenhaal, en plan desaforado) nos lleva durante un buen tiempo a pasar por alto esos baches, de la misma manera que la ambulancia parece volar por la autopista aun en los momentos en que a los conductores se les da por pelearse entre sí dejando el volante casi de lado. Adaptada –con algunas diferencias– de la película danesa del mismo título, AMBULANCIA es un cine de acción y persecución que, a esta altura de los formatos narrativos, parece hasta clásico, old school, casi tradicional. Es muy impresionante que, frente a los diez o más minutos de créditos que tiene cualquier superproducción actual, todos los nombres de los que trabajaron en la película de Bay entran en poco más de dos minutos. A la vista, no hay diferencia alguna. De hecho, uno podría argumentar que esta es una película más espectacular que muchas de las de superhéroes, al menos en lo relacionado a la sensación que transmite de suceder en un lugar y en un tiempo concretos. Sí, me podrán decir que también acá hay muchísimos efectos digitales. Es cierto. Pero al menos están usados para agregarle credibilidad al asunto, no para quitársela. Parece mentira usar las palabras «Michael Bay» y «credibilidad» en un mismo párrafo, pero en función del cine que se hace en 2022 quizás sea una definición correcta.