Cantando por un tren Arriesgada propuesta de María Eugenia Fontana, Bien de familia, una película musical (2015) se mete de lleno con el género musical poco explorado en las últimas décadas en Argentina. En Bien de familia, una película musical tres hermanos deben enfrentarse con algunas decisiones luego del fallecimiento de su padre, quién delegó en Olivia, la hermana mayor de los tres, la dirección de la casa y otros asuntos. La situación cambia al llegar Marcos, el hijo varón, de Buenos Aires para el entierro. Mientras Olivia y Marcos discuten la hermana más pequeña, Victoria, no hará ningún planteo pero decide acercarse a Marcos para liberarse de la tiranía de su hermana que la trata como una sirvienta dentro de su propia casa, mientras descubre sus “habilidades” para ejercer “maldiciones” en los otros. Una herencia, un viejo tren de paseo y eventos del padre, se convierte en el botín de guerra entre los hermanos en un film que, si bien aporta su frescura al intentar aggiornar y adaptar el género al cine local, deja caer su eje central en un segundo plano cuando la trama se disuelva en las canciones que interpretan los protagonistas (con mucho de forzado más que de ensamble con el relato). Justamente en las canciones hay obviedades desde la letra, y si uno de los personajes canta “no se puede evitar, todo vuelve a vibrar. Siento el frío de mis recuerdos” la directora apela al flashback durante la canción de una manera simple y directa que le resta peso a la interpretación del actor. A medida que avanza el guión, la película va presentando algunas lagunas en las historias, y si se presta atención a detalles, todo termina colapsando y uno aparentemente cree estar viendo un episodio de alguna novela juvenil en la que las relaciones casuales -los celos entre hermanos, la búsqueda de identidad y otros tópicos-, son recurrentes pero no necesarios. Este acercamiento también se da porque justamente la directora elige contar todo con planos más cercanos a la tele que al cine. Bien de familia, una película musical podría haber potenciado el localismo para generar una historia más universal, pero ante la imposibilidad de lograrlo, todo el esfuerzo y la puesta en escena termina convirtiéndose en una mala parodia de clásicos musicales que varias cinematografías han generado. Cuando hace algunos años El otro lado de la cama (Emilio Martínez Lázaro, 2002) irrumpió en los cines sabía que el resultado de experimentar con la música podía enriquecer su trama, algo que la película de María Eugenia Fontana no puede hacer transformándose en una caricatura de su fundamento, rechazando sus premisas narrativas sin siquiera darse una oportunidad de disfrutar lo que presenta. El hacerlo además en el ámbito rural, ejerce aún más presión para poder solventar una idea, cuya premisa e hipótesis podría funcionar si se la presentaba de una manera más natural y no tan sobreactuada por parte de los protagonistas. Bien de familia, una película musical arranca con fuerza y termina por disolver su empuje inicial con el esfuerzo por mostrarse diferente, pero termina siendo igual a otras propuestas de similares características que sí han funcionado más naturalmente.
La ópera prima de María Eugenia Fontana es el musical Bien de familia que gira alrededor de una familia que intenta volver a unirse. Lo primero que se puede decir de la película de María Eugenia Fontana, es que la idea de hacer un musical en nuestro país todavía es rara y novedosa. Bien de familia es además una película chiquita, que demuestra que no necesita grandes locaciones ni coreografías multitudinarias para lograr su cometido. Con una muerte, la del padre, comienza esta historia en muchas partes cantadas. Esa muerte pone a dos hermanas en situaciones más incómodas y presionadas, y trae de vuelta al pueblo a Marcos, el hermano que se fue porque su padre nunca lo hizo sentir del modo que necesitaba sentirse con su padre. En escena tenemos a la hermana responsable y trabajadora, pero también autoritaria y bastante reprimida; la hermana menor, que intenta imitarla pero no se esfuerzan en hacerle saber que las cosas no le salen bien y la tía que fue como desterrada de la familia por rara es la única que de repente se le acerca; el hijo que regresa al pueblo algo así como por obligación y sólo piensa en querer irse al mismo tiempo que conoce a una chica que inmediatamente le gusta. No obstante el otro protagonista es un tren de la alegría. Perteneció al hombre que acaba de morir y los hermanos no se ponen de acuerdo para venderlo y la lucha se verá reflejada más que nada sobre este objeto. Si bien es un musical, en Bien de familia no predominan las escenas cantadas pero sí las hay unas cuantas, algunas más mejores que otras. Se destaca principalmente una en la que la hermana menor junto a su mejor amigo cantan sobre la caza en el bosque al mismo tiempo que Marcos tiene sexo salvaje con la chica que acaba de conocer y quedó encandilado; una secuencia muy lograda tanto a nivel narrativo como visual. Sin embargo, en otras, quizás también a causa de un presupuesto acortado, el abuso de planos cercanos no termina de aprovechar la idea del musical como tal. Otro problema es que en conjunto, el guión tiene un buen planteo inicial pero luego no termina de aprovechar lo que sugiere y la resolución termina sintiéndose apresurada al mismo tiempo que previsible. Sin dudas, Bien de familia es una propuesta arriesgada y con buenas intenciones. Curiosa aunque floja a nivel guión, interesante para quienes quieran ver algo diferente sin muchas pretensiones.
LOS HERMANOS DESUNIDOS La opera prima de Eugenia Fontana, que surgió en el marco de la FADU (UBA) como tesis final, tiene una mirada fresca sobre los conflictos familiares, cuando de herencia se trata, entre tres hermanos. Romances, peleas, alianzas, y temas musicales para subrayar el toque naif y delicado, en vez de sumergirse en negruras. Una mirada distinta para tener en cuenta.
Bien de Familia cultiva un género más arraigado con la cultura de Norteamérica, con las adaptaciones de Broadway, y el cine europeo. Muchos directores célebres han incursionado exitosamente en el género musical. Por ejemplo, lo tenemos al danés Lars Von Trier que, si bien es más conocido por historias como la fascinante Dogville, en el 2000 sacó el drama musical Bailarina en la Oscuridad, con la cantante islandesa Björk. Menciono esta película por un motivo específico: la odié, no la disfruté ni me gustó. ¡Pero técnicamente era impecable! Las canciones tenían que ver con la trama, las coreografías eran estilísticamente atractivas y la película funcionaba como un musical (y no podría haber funcionado de otra forma). Con Bien de Familia me pasó lo contrario: si le sacás los momentos musicales te quedás con la misma película, y hasta capaz que es mejor. El artilugio de que los protagonistas canten no es eficaz porque los temas no tienen conexiones genuinas con el argumento. Son como pedazos de videoclips descolgados que aparecen cada tanto. Lo cierto es que tampoco ayuda el argumento, que es exageradamente simple. El conflicto –si es que puede llamarse así– se balancea entre lo banal y lo ridículo. Es cierto que hay una armonía que se quiebra por el choque entre los hermanos. Olivia (Delfina Oyuela) –quizás el único personaje interesante y bien actuado– es rigurosa y controladora. Vicky (Celeste Sanazi) es un espíritu libre e inocente y Marcos (Eliseo Barrionuevo) es el canchero, el rebelde. El problema es que estas personalidades tan dispares nunca se llegan a explotar del todo. La familia como un bien: Hay algunos valores morales importantes que presenta la historia, esto de pensar que el verdadero bien que tiene una familia no es lo material, pero está trabajado con extrema sencillez, con un enfoque casi infantil que parece tomado de la guía para crear historias de Cris Morena. Lo cual es perturbador, porque hay alguna que otra escena de índole sexual que no encaja del todo. Respeto la fotografía del pueblo de Alberti, maravillosa, y algunos montajes divertidos que exponen las diferentes personalidades de los hermanos. Pero todo queda ahí, en una producción apenas zafable que es independiente, y se le nota. Los actores hacen un trabajo aceptable, si bien ninguno se destaca realmente. Cantan bien (algunos no tanto) pero, de nuevo, son canciones sin conexión, sin baile, sin coreografía, sin segundas voces. Son ellos con una guitarra. Y lo peor es que no avanzan en la trama, sino que la detienen. Conclusión: Bien de Familia se las ingenió para recaudar fondos en Panal de Ideas que soportaran los gastos de traslado del equipo técnico al pueblo. Creo que eso es muy loable, y también el hecho de que se apunte hacia un género no tan cultivado en Argentina como es el musical. El proyecto de Fontana es atractivo como disparador. Evidentemente se trató de una historia muy personal, ya que la directora y guionista pasó gran parte de su vida en Alberti. En este sentido, ella hace un uso efectivo del marco rural, de los exteriores, y acierta con una paleta de colores cálidos y luminosos que brindan cierto sabor local. Desgraciadamente, el argumento y “lo musical” no ayudan a levantar un film que, indudablemente, necesitaba más madurez.
Unidos por un tren Resulta loable la apuesta a un género extremadamente difícil como punto de partida de un proyecto que tiene sus raíces sujetas a la independencia y a un acotado presupuesto como Bien de familia (2016), dirigida por María Eugenia Fontana. Sin embargo, en el balance final, son más los contras que los pro. La base de todo musical que se precie, sin lugar a dudas, es encontrar un equilibrio y funcionalidad entre la trama y la justificación de las canciones, con sus determinadas letras, tonos, etc. La pregunta es ¿por qué cantan los personajes?; ¿cuál es la necesidad de esa canción?, entonces aquí viene aparejado el primer problema, y es el sentido de contar una historia con canciones.
AL RITMO DE LA FAMILIA La ficción argentina, ya sea en cine, teatro, literatura o en televisión, presenta a la familia como un tópico central en la construcción de la trama en un gran número de casos. Bien de familia, una película musical no escapa a esta regla, pero le agrega ritmo y soltura. Con una trama vista ya en reiteradas oportunidades, la muerte del padre de familia desencadena la reorganización de una familia de un pueblo del interior, en la que tres hermanos deberán acomodarse dentro del nuevo esquema familiar. En un principio, la situación se presenta como amarga y conflictiva, aflorando viejos y nuevos rencores familiares. A pesar de esto, la contada pero numerosa interrupción de la acción por la entonación de canciones por parte de los protagonistas, permite dar un respiro y un aire nuevo a esta temática ya tantas veces trabajada tanto aquí como en la cinematografía mundial. Explotando las bonitas postales que un pueblo del interior puede presentar, con sus callecitas de barrio bañadas por el sol, con puestas poéticas vistas a través de un gran campo verde, la fotografía del film se compone de forma artísticamente adecuada, ya que no abusa de lo estético del lugar, sino que sabe usarlo en su justa medida. Lo mismo sucede con las canciones: las mismas no componen en sí la parte más importante del film, sino que sirven como monólogos interiores de los personajes, ayudando a expresar aquello que ellos mismos no pueden o no se animan a decir. Los personajes principales por antonomasia son el trío de hermanos, Olivia, Victoria y Marcos, acompañados por personajes secundarios (Ernestito, Clarisa y la tía paterna) que los ayudarán a encontrar aquello que buscan o la realización personal de cada uno. Las interpretaciones son pertinentes a la finalidad del film, que es entretener, no sobresaliendo ninguna por sobre las demás. Es interesante como el tratamiento del tema central del film -cómo seguir después de la muerte del “jefe de familia”-, atenuado por la música, termina manifestándose con la naturalidad con que la muerte podría ser tomada, siendo un paso más en el devenir de la vida. Este fallecimiento permite reparar viejos rencores y traumas infantiles, además de acortar las distancias con otros sectores de la familia. Gracias a la música, los personajes encuentran la liberación y su verdadero camino, abriéndose paso hacia el futuro y cortando con el pasado.