La rebelión de las cámaras Intenso documental sobre la protesta y represión en Birmania, con imágenes de videoperiodistas. Birmania debe ser uno de los países más cerrados y secretos del mundo. Con un gobierno totalitario que controla cada protesta al punto de encerrar violentamente a un hombre por levantar un cartel en la calle, es poco lo que trasciende de la brutal dictadura que maneja ese país hace décadas ante un pueblo que en muy contadas ocasiones se ha rebelado contra ese poder criminal. Burma VJ se centra en un grupo de reporteros (en uno, especialmente, que narra el documental, que se hace llamar Joshua) que han decidido salir a las calles a filmar con sus cámaras de video lo que sucede realmente en su país y enviar ese material, contrabandeado o vía Internet, hacia el exterior, para que se sepa la verdad. De la manera en la que la narración está organizada, se entiende que esos reporteros se topan con la que va a ser la primera y mayor revuelta política interna desde 1988, año en el que la última rebelión fue brutalmente aniquilada. Corre 2007 y a partir del aumento del precio del gasoil y la consecuente inflación, el pueblo empieza a salir tímidamente a la calle a protestar, siendo reprimidos en cada ocasión. Pero la situación va creciendo y explota cuando los monjes budistas no sólo se suman a las protestas, sino que las lideran con una valentía asombrosa, suponiendo que el respeto religioso hacia ellos impedirá que se los ataque. Pero las cámaras de los reporteros -casi todo lo que se ve en el filme proviene de esas filmaciones- mostrarán que no fue tan así, en una serie de cada vez más violentos enfrentamientos, donde la investidura religiosa de los monjes no tiene peso alguno y en el que, pese al crecimiento exponencial de la protesta popular, el gobierno no duda en una represión salvaje, de-saforada, que las cámaras captan en algunas escenas shockeantes. El filme de Anders Ostergaard fue nominado al Oscar y es un documento no sólo de la crueldad y brutalidad del régimen de Birmania (Myanmar es el nombre oficial del país, pero no es aceptado por la gente), sino de las posibilidades de la tecnología (videos, Internet y, lo que luego serían las redes sociales) para revelar los actos encubiertos y los secretos que se desconocen de un país que sufre a puertas cerradas. En tiempos de Wikileaks y otras revelaciones de documentos secretos, el trabajo de los “videoperiodistas” de Birmania muestran que la tecnología es útil y necesaria para dar a conocer situaciones que se ocultan al mundo. Después, si sirven o no, si complican o ponen en peligro la vida de los que las difunden, es otra cosa. Finalmente, cuando Myanmar atraviese las brutales idas y venidas de la rebelión de los monjes, se topará con uno de los tsunamis más terribles de todos los tiempos. Y contra eso, la tecnología no podrá hacer demasiado.
Birmania, imágenes clandestinas El documental del cineasta danés Anders Østergaard fue candidato al Oscar Los conflictos étnicos y políticos vienen marcando a fuego la historia de Myanmar (Birmania), en los viejos tiempos de monarquía y colonia británica, y en sucesivos regímenes, hasta la dictadura militar de las últimas tres décadas. Centrado en la masacre de Rangún, Burma VJ deviene una prolija y tensa edición de videograbaciones sobre la realidad de aquel país asiático que habitualmente son enviadas, por distintos medios al exterior -siempre clandestinamente-, para ser subidas a Internet o mostradas en informativos extranjeros. En este caso el protagonista es Joshua, uno de los jóvenes periodistas que trabajan para rebatir la propaganda oficial y puntualmente echar una mirada al alzamiento masivo de monjes budistas ocurrido en diciembre de 2007. Por un lado, las imágenes de Joshua y su equipo de camarógrafos; por el otro, la impronta de Østergaard puesta en retratar esa actividad que en forma permanente elude ser descubierta y reprimida, algo cotidiano en un país donde reina el control absoluto por parte de las fuerzas militares. El efecto de Burma VJ es contundente en un sentido periodístico, en virtud de que la necesidad de revelar una verdad está en ese material rodado furtivamente y a riesgo de la propia vida de los reporteros birmanos que llevan a cabo la difícil tarea para sacarlo del país y así mostrar al mundo una realidad trágica. Tres de los reporteros del equipo, informa la pantalla después del sangriento desenlace de los acontecimientos, fueron apresados y a la fecha del estreno del film aguardaban una condena a prisión que probablemente sea de por vida. El resto es un proceso de edición preciso, con un claro concepto de qué es lo que se quiere contar, sin intermediación alguna que pueda poner en peligro la autenticidad del registro. Resulta obvio advertir que la propuesta de Østergaard, que fue candidata al Oscar, no es de fácil digestión. Sin embargo, resulta imprescindible para conocer cómo estos monjes y el periodismo son víctimas de la opresión, la persecución, la cárcel y la muerte en un régimen impiadoso.
Sobre la guerrilla audiovisual Birmania vive desde hace casi cinco décadas bajo un férreo régimen dictatorial que mantiene cercado el país y en donde sólo los medios de comunicación oficiales pueden transmitir información, así las atrocidades cotidianas permanecen ocultas y silenciadas. Durante la segunda mitad del 2007 la junta militar removió los subsidios a los combustibles motivando un aumento significativo en los precios finales al público, circunstancia que vino a sumarse a “factores tradicionales” como la opresión social, la ausencia de libertades individuales, la prohibición de toda actividad política y el abuso a los derechos humanos. En términos concretos en septiembre de ese año surgió un interesante movimiento de protesta que pareció poner en jaque al gobierno de facto: en un principio caracterizado por episodios aislados, pronto estos ejercicios de valentía mutaron en manifestaciones populares a gran escala impulsadas por la participación de los miles de monjes budistas del lugar. Sin embargo la pasividad de los generales frente a esta serie de marchas pacíficas duró relativamente poco y la temida represión no tardó en llegar, dejando una vez más como saldo varios muertos, numerosas desapariciones y una enorme cantidad de detenidos. La obra que nos ocupa combina elementos de los documentales expositivos con los de observación, centrándose en el accionar clandestino de Joshua, suerte de “líder táctico” de la única cadena periodística opositora, la Voz Democrática de Birmania. Estamos hablando de un grupo de jóvenes que se dedican a registrar con cámaras camufladas los atropellos, castigos y detenciones que padece el pueblo a manos de las autoridades enquistadas en el poder. Sacando el material a través de Internet o vía satélite, éste se edita rápidamente para luego regresar por aire y ser retransmitido al resto del globo mediante servidores web. El realizador dinamarqués Anders Østergaard ofrece el testimonio en primera persona del protagonista acerca de esos acontecimientos de septiembre, utilizando recreaciones y permitiendo que las imágenes originales de la organización despejen cualquier duda. Así es cómo presenciamos los intentos rudimentarios de edificar un enérgico mecanismo de denuncia contra las barbaridades perpetradas por los militares: esta guerrilla audiovisual no sólo cumple su cometido sino que además adquiere la suficiente preponderancia como para importunar al sistema, poniendo en evidencia las tristes mentiras difundidas a nivel masivo. Burma VJ: Noticias de un País Aislado (Burma VJ: Reporter i et lukket land, 2008) es un retrato muy eficaz tanto de una red encubierta como de la incomunicación colectiva, producto de un estado policial y totalitario que por lo burdo parece una traslación directa de aquel paradigma que tan maravillosamente dibujó George Orwell en su mítica novela 1984. Trazando un paralelo con los trágicos sucesos de 1988 y explicitando la importancia social de la figura de Aung San Suu Kyi, ilustre acreedora en 1991 del Premio Nobel de la Paz, Østergaard construye una experiencia intensa que exalta la osadía de esta lucha ejemplar…
Noticias desde Birmania Burma VJ (2008) es un film de denuncia, una forma de mostrar al mundo el valor de treinta reporteros que desde la clandestinidad tomaron imágenes de lo que sucedía dentro de Birmania, un país azotado por una dictadura, y como a través de diferentes mecanismos lograron sacarlas del país para lograr que el mundo se hiciera eco de lo que allí estaba sucediendo. Anders Østergaard toma este material y lo transforma en un documental insoslayable tanto por su valor testimonial como cinematográfico. Joshua, es un periodista de 27 años que lidera a un grupo de reporteros encargados de tomar imágenes de lo que sucede en Birmania y rebatir al mundo el verdadero sentido de la dictadura militar que gobierna al país. Ante la prohibición que rige en el mismo negando la entrada de la prensa internacional y la censura ejercida sobre los medios locales, ellos se han transformado en los portavoces de un país que había caído en el olvido y que gracias a su labor volvió a ser parte de la agenda de los medios masivos de comunicación. Anders Østergaard nos presenta un film construido a través de imágenes que fueron tomadas desde la clandestinidad pero que revelan una realidad. A partir de ese material construye un documental pero con formato de un trhiller con los diferentes acontecimientos que van sucediendo en el país. Lo atractivo es la forma en que decide narrarlo apelando al suspenso ante una resolución final desconocida. Desde cierto ángulo Burma VJ se asemeja por su estructura a Trelew (2004) de Mariana Arruti y a Tarnation (2003) de Jonathan Caouette por su construcción, pero también uno puede encontrar relaciones con ficciones como El último Rey de Escocia (The Last King of Scotland, 2006) o realidades como las que sucedían en Argentina durante la última dictadura militar. Burma VJ es una film valioso no sólo por lo que cuenta sino por el modo que eligió contarlo, innovando desde la estética de la realidad sin caer en el típico formato periodístico.
Dentro del ciclo “El documental del mes”, del que ya se ha informado su mecanismo, se proyecta durante diciembre el largometraje documental que en danés, su idioma original, lleva por título con traducción literal “Burma VJ. Reportando desde un país cerrado”, más acertado que la traducción que se hiciera al español que ha quedado como “Burma VJ. Noticias de un país aislado”. Y la consideración de que el título original es más adecuado se explica porque la trama principal presenta un hecho político muy conocido que ya ha dejado de ser “noticia” para convertirse en ítem histórico, en lo que se centra el desarrollo del guión es en cómo se logró el mecanismo de transmisión (el reporter) de ese suceso. Además Birmania no es un país “aislado” porque cuenta con el apoyo del intercambio comercial con muchos países de los que China es el más importante. El realizador Anders Østergaard es graduado en periodismo, por lo tanto conoce a fondo los métodos y códigos para capturar la información y enfocarla hacia un objetivo predeterminado; y su desarrollo laboral le ha dado un “training” profesional muy valioso a la hora de elaborar un documental. En esta oportunidad se ve en pantalla una trama principal que consiste en revelar las terribles trabas que para ejercer su profesión tienen los periodistas birmanos con ideas opositoras al gobierno. Joshua, nombre ficticio de un reportero, es la figura sobre la que giran todas las situaciones referidas a la imposibilidad de mostrar sucesos que el gobierno considere contrarios a sus intereses, por lo que todo debe hacerse dentro de un marco de riesgosa clandestinidad. La conclusión, que supera al mensaje cinematográfico, es la comprobación de que en Birmania no existe en absoluto la libertad de prensa. La única subtrama se trasfunde con la trama. En pantalla, y mediante los informes de los periodistas clandestinos, se ve la feroz represión a que fueron sometidos monjes y estudiantes que organizaron una revuelta a raíz de los abusivos aumentos en los combustibles que decretó sorpresivamente la dictadura militar que rige al país, y aquí el documental toma el carácter de denuncia sobre las violaciones a los Derechos Humanos en Birmania. Østergaard pone imágenes cuidadosamente seleccionadas que impactan al espectador, y también ha reconstruido algunas situaciones quizá para darle agilidad al desarrollo del guión para que no decaiga el ritmo ni el interés a lo largo de casi hora y media de proyección. Este documental fue estrenado mundialmente en mayo de 2009 y obtuvo varios premios de organizaciones internacionales defensoras de los Derechos Humano. Además fue nominado al premio Oscar en el rubro de Mejor Documental. Hasta noviembre de 2010 sus exhibiciones han recaudado una suma cercana a los 150.000 dólares que para un documental significa un buen recupero por taquilla.
En un mundo donde todo es representable, existen aún, parece mentira, imágenes prohibidas: por un lado, las que están protegidas bajo estricto derecho de autor, nuestro mundo cada vez más está regido por ellos, en ese caso imagen tomada “ilegalmente”, robada. Luego, las que transgreden leyes de Estado, generalmente dictatoriales, o estrategias de Estado con respecto a todo aquello que aparece en los medios. Vivimos en un mundo donde la imagen es sobrepoderosa, pero, también, en una realidad, difícil palabra, donde la imagen suele subordinarse a los discursos particulares, sociales, económicos, con lo cual lo que deberíamos decir, además, es que hoy TODA imagen es sospechosa. En el MALBA el documental del mes de diciembre es Burma V.J, informando desde un país cerrado. Subtítulo potente que ya de por sí llama a su visión. Dirigido por el holandés Anders Østergaard. Nominado al Oscar este año, se trata de un film de montaje realizado con la suma de esas imágenes prohibidas tomadas sobre la historia reciente de Birmania, pais asiático sometido durante décadas a una de las dictaduras más feroces del siglo XX. 3000 personas reprimidas y asesinadas en las calles durante 1989, una ex presidenta privada de su libertad, una última represíón en setiembre del 2007 que esta película se encarga de detallar. Camarógrafos hormiga portando cámaras caseras filman en las calles de Rangún, la ciudad mas populosa de Birmania el tema es la tensión que genera el malestar social frente al aumento de los combustibles de una de las dictaduras mas feroces de la historia, aún vigente es rastreada en un momento histórico: el de setiembre del año 2007, a 19 años de aquella fatal represión, monjes secuestrados y asesinados. Todas esas imágenes salen del país ilegalmente y alimentan las cadenas de TV del primer mundo. El canal la Voz Democrática de Birmania (DVB) trasmite desde Noruega. El director de Burma VJ, asume el punto de vista de Joshua, uno de estos camarógrafos. Elige "armar" su relato a partir del material de contrainformación, sumada a la voz de Joshua que narra en primera persona las sensaciones de vivir con miedo en un país donde grabar con una cámara en la calle está prohibido. Aunque Burma es la traducción de Birmania, los Burma VJ suenan casi como los Kino de Vertov, los Kino pravda de la realidad birmana que sacan ilegalmente las imágenes de la protesta y la represión. Nunca se ve ni a Joshua ni a los otros "Burma", se los escucha narrar lo que ven trasmitiendo desde las calles por teléfono celular. En los momentos de tensión la película gana en dramatismo, no faltan camaras filmando dentro de bolsos o cadáveres en el río. La foto que ilustra esta nota puede ayudar a concentrar muchas de las cosas que inteamos trasmitir: la camara como arma y dos monjes caminando por las calles de una ciudad sitiada. Para acompañar la causa birmana, basta entrar a la sección "Take action" de la pagina web de la película. Todo un síntoma de su función.