Los dos primeros minutos de Canela transcurren en un edificio en construcción. Arriba, los albañiles trabajan, conversan, en ocasiones desvían la mirada hacia la cámara o hacia algún punto de la ciudad de Rosario. Mientras tanto, una mujer madura recorre con casco reglamentario el interior de la obra, observa detalles del andamiaje, sube al piso donde están los obreros, se detiene a completar un formulario, desciende a la calle. Volvemos a verla sentada al volante de un vehículo anaranjado, acicalándose frente al espejito retrovisor. En el documental de Cecilia del Valle, los albañiles aparecen retratados al rayo del sol. Antes de encontrarlos, la ¿supervisora? atraviesa un esqueleto de cemento apenas iluminado. La exhibición de una mayoría masculina evoca el lugar común que reduce la arquitectura a una profesión de hombres; he aquí un primer motivo de empatía con quien –adivinamos– inspiró el título de este film. Las facciones del rostro proyectado en el espejo retrovisor alimentan el sentimiento de sororidad: Canela Grandi Mallarini es una arquitecta (y docente universitaria) transgénero. Por un lado, imaginamos que su femineidad habrá redoblado las conductas machistas padecidas por las colegas cisgénero. Por otro lado, entendemos el edificio en construcción como una alegoría de la obra que la protagonista inició a sus 48 años y que ahora, diez años después, parece reclamar una decisión: darla por terminada o emprender una nueva etapa. Limitarse a la hormonización o someterse a una vaginoplastía: ésta es la disyuntiva que desvela a Canela, y que Del Valle y su co-guionista Romina Tamburello convirtieron en eje del largometraje que primero fue un corto para TV. La decisión narrativa resulta acertadísima porque permite abordar la experiencia trans desde una perspectiva original, y no a través del relato clásico que reconstruye todas las instancias de la mencionada transición. Las autoras del guion también eludieron el tratamiento convencional cuando eligieron acompañar a Grandi Mallarini en su vida cotidiana antes que recurrir a la tradicional técnica de cabezas parlantes. Sólo la madre y una ex pareja y amiga de la protagonista prestan un testimonio formal, mirando a cámara. Por lo demás, descubrimos a Canela mientras interactúa con albañiles, con sus alumnos de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario, con su mamá, con sus hijos, nuera y nieta, con sus médicos, con su psicoterapeuta, con su peluquera, con una vendedora de ropa, con el mecánico de su camioneta anaranjada, con otras mujeres trans, con una pastora y algunas fieles del Centro de Adoración de Jesucristo. Ante la mirada respetuosa y contenedora de Del Valle, Canela revela progresivamente su personalidad amorosa, lúcida, valiente, sensible. Sus intervenciones académicas resultan tan interesantes como el tema central del film (por momentos la protagonista parece discípula de Rodolfo Livingston que, dicho sea de paso, inspiró esta semblanza cinematográfica). «Esta película es sobre una minoría dentro de una minoría» sostiene la realizadora en la presentación escrita de su documental. Sin dudas, la vida de Grandi Mallarini escapa a la regla de vulnerabilidad laboral, económica, social, y esta condición excepcional realza la sensación de asistir a una propuesta única, irreductible a un propósito pedagógico o conscientizador. Canela es tan digna de un largometraje como Omar Borcard, el albañil sesentón –vaya coincidencias– que construyó solito dos salas de cine en la localidad entrerriana de Villa Elisa, y que Luz Ruciello retrató en Un cine en concreto. Algunos espectadores quisiéramos hacernos amigos de ambos; por lo pronto los incorporamos enseguida a nuestros afectos dilectos. Antes de terminar esta reseña, vale señalar el reconocimiento al séptimo arte como una suerte de espejo que ayuda a entender realidades y eventualmente a enfrentar adversidades. De hecho, aparecen citadas dos ficciones que abordan la condición trans: El juego de las lágrimas de Neil Jordan en boca de Canela, en un encuentro con uno de sus hijos, y La chica danesa de Tom Hooper en boca de la ex pareja y amiga Valeria cuando habla a cámara. ——————————————— Información importante La cuarentena anti-coronavirus tiró por tierra los planes de exhibición de Canela: debut en el 22º BAFICI, concretamente en la competencia argentina del histórico festival, y posterior estreno –para empezar– en el circuito de salas del INCAA. El mismo fenómeno convirtió al documental de Del Valle en la punta de una lanza singular: la sala virtual que la Asociación de Directores de Cine PCI inaugurará mañana jueves 14 de mayo. A partir de ese día, será posible alquilar la película por 24 horas. De los 160 pesos que cada espectador deberá abonar (vía Mercado Pago, tarjeta de débito o crédito), 50 serán donados para el acompañamiento de personas trans en el país, a través de la Liga LGBTIQ + de las Provincias.
Una película que abre inquietudes y necesidades en la comunidad trans. Crítica “Canela” La realizadora rosarina Cecilia del Valle consigue un filme que toma muchos elementos del documental estilo “historia de vida” y plantea una crítica social sobre las problemáticas económicas, sanitarias y marginación al colectivo transexual. Por. Florencia Fico. Una película que acompaña y acerca | Canela se estr... | Página12 El argumento de la película “Canela”se centra en la figura de la arquitecta Canela Grandi pero en un paréntesis de su vida. Los avatares de una persona que tiene 48 años con tres hijos. Asimismo reconocida por su labor profesional y docente de la Facultad de Arquitectura de Rosario. Toma la elección hace 14 años de comenzar su transición a otro género. Luego de un período, Canela se pregunta si necesita hacerse una vaginoplastía, es decir intervenir su cuerpo para ser esa mujer que quiere ser. La dirección de Cecilia del Valle inserta a los espectadores en un enriquecido relato donde la voz de Canela es narradora. La ubica específicamente en su trabajo. Su inicio en la hormonización con el doctor Claudio Bertone en el Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias de Rosario (CEMAR). Manifiesta carácter dictando clases como profesora en la Universidad Nacional de Rosario. Las nuevas amistades, sus gustos cinematográficos, las sesiones psicológicas, su búsqueda la lleva a un espacio espiritual. La reconstrucción muy madura de su transformación de Ayax Grandi Mallarini a Canela; en la casa de su madre. Su relación con sus hijos también con viejos amores. Estrena la película "Canela" sobre una mujer trans: Solo se vive ... Las guionistas del filme son: Cecilia Del Valle y Romina Tamburello quienes dejaron y sembraron climas cargados de reflexión constante. Ya sea con una explicación académica pero a la vez parte de la realidad de Canela. Por ejemplo: “La verdad de la arquitectura está en el espacio interior no en las paredes que lo encierran”, una visión que emerge en los interrogantes más profundos del ser y no en su estructura o etiqueta social. Fue un logro fundamental la sanción de la Ley de Identidad de género 27.743. Con la captura a un cartel que dice: “Lo imposible se consigue en cuotas”, es un paratexto que sugiere lo duro que es pasar por la transición de género desde su aceptación, su cambio en la fisionomía, el déficit patrimonial. Estrena la película "Canela" sobre una mujer trans: Solo se vive ... “Los tres males del capitalismo eran: el interés, el alquiler y la sustitución del esfuerzo(…) Así como está garantizada la salud, educación debiera estar garantizada la vivienda”, comenta Canela en la facultad como un eje central que padecen los sectores menos favorecidos. Un guiño para los trans que como ella. Han perdido sus casas, trabajos por prejuicios y están en la pobreza. Los encargados en fotografía Lucas Pérez, Marcos Garfagnoli, Ariel Frazzeto enfatizaron en hacer capturas panorámicas del escenario local. Tomas en contrapicado que reforzaron la jerarquía de Canela en los espacios de construcción donde los obreros, capataces y colegas no deslizaron ni mostraron algún vestigio machista lo que sí sucede en otros lugares. El tratamiento de imagen con algunos fundidos o transiciones hacen buenas pausas para dejar entender el contexto. Canela Grandi, la historia de una mujer trans que será llevada a ... La melodía en manos de la banda El melancólico Robinson y su orquesta de señoritas emplea un rock de denuncia con una letra que la pinta a Canela con sus miedos y aislamientos. “Llevo aquí tanto tiempo, un no se, si soy real. Si existe el mundo donde viví tal vez. Vengo de un laberinto o me perdí pero no era un callejón sin salida lo que descubrí después”, los versos de una canción que dibuja sus incógnitas y el camino de la identidad de género. CANELA GRANDI 1957 – UN DIA | UNA ARQUITECTA 4 Cabe recordar que la operación de la reafirmación de género o en éste caso la vaginoplastía aparejan una serie de etapas. Los análisis pre quirúrgicos y post que necesitan de un cuidador, ya que debilita al que se somete a la cirugía. Hay pérdida de sangre, cincos días de internación, debe permanecer en reposo y no trabajar por 40 días al menos. La hormonización en cambio es una terapia que induce a la modificación donde se aplican medicamentos para el desarrollo del género deseado. En éste filme se demuestra cómo Canela sufre cambios de ánimo y se subraya la falta de contención. Después de la operación en materia económica, acceso a la información y escasos puntos de atención. Soy papá, travesti, arquitecta, docente | Canela Grandi ... Le suma al filme el testimonio de Canela una exponente de la oportunidad que tiene la colectividad trans de aprender y tener un oficio que les aporte a sus familias. Sin embargo se sabe que muchos de los empleos desplazan a su comunidad y desatan desigualdad social hasta las deja en situación de trata. La ópera prima de Cecilia del Valle atraviesa y revela una aproximación a una persona en vías de debatir la sexualidad con diversos matices. Una jubilada trans que ha dejado ver las heridas de la discriminación, preocupación, angustia y valor, con la observación atenta, risueña y denunciante de la directora. La película tiene fines solidarios se lanza el 14 de mayo en la plataforma virtual Puentes de Cine y el ingreso tiene un valor de 160 pesos; de ellos 50 se destinarán a la campaña del colectivo de diversidad sexual. Mediante la Liga LGBTIQ+ de las Provincias se notificó que es un sector vulnerable por la pandemia del coronavirus. Puntaje:85
El largometraje de Cecilia Del Valle que iba a ser estrenado en el BAFICI de este año y que encontró en la plataforma “Puentes de cine” de la Asociación de Directores de Cine PCI el lugar para ser exhibida, retrata la vida de Canela, una mujer trans de 58 años que se plantea la posibilidad de llevar adelante la cirugía de reasignación de género. En plena construcción de un edificio en la ciudad de Rosario Canela estaciona su camioneta y camina entre los obreros de la construcción, lleva vestido, lentes de sol y unos tacos pequeños, todo el mundo la trata con respeto y aceptando quien ha decidido ser. La mujer trans que es hoy es el resultado de una decisión de hace muchos años. Sin embargo, hace relativamente poco comenzó con el proceso médico de hormonización, algo que le trae felicidad pero también interrogantes. Aceptada por su familia y su entorno laboral, Canela piensa seriamente la posibilidad de someterse a la cirugía de cambio de género, pero esta posibilidad entra en tensión con otros planteos que debe hacerse si decide seguir adelante con esa idea, pues de ser un bastión muy necesario para todos sus familiares, pasaría a depender de ellos por unos meses en todo sentido. Entre charlas con amigos y familiares, reuniones con médicos y una cotidianeidad en donde Canela se ocupa de todo lo que la rodea, se plantean los interrogantes que conforman el eje principal del argumento ¿Qué es lo que realmente ella desea? ¿Cambiaría sustancialmente tras la operación? ¿Vale la pena asumir el riesgo médico que una operación de esas características conlleva? Canela dejó de ser Ayax Gardi hace tiempo y todo su circulo lo ha aceptado de esa manera. Sencilla desde su planteo pero también con ciertos interrogantes que abren a la reflexión, “Canela” nos invita a formar parte de la búsqueda de ciertas respuestas muy personales que la protagonista se plantea e intenta responder a lo largo del filme. Un sólido relato sobre la búsqueda de la plenitud personal más allá de la edad y el género.
Nunca es tarde para vivir La directora Cecilia del Valle nos invita a conocer con curiosidad y sensibilidad, el proceso de transición de Áyax Grandi, un arquitecto de la ciudad de Rosario quien a los 48 años decidió ser Canela. Canela (2020) Película que narra el paréntesis en la vida de la protagonista, donde ella se debate entre intervenir quirúrgicamente su cuerpo o no. Y es esa inquietud la que hace que se pregunte si quiere seguir postergándose en pos de los demás o si es hora de tomar las riendas de su deseo. ¿Pero cuál es su deseo? ¿Es necesario hacerse intervenciones quirúrgicas de reasignación de género para sentir que su identidad está “completa”? Al intentar contestar estas preguntas, la protagonista entra en tensión con sus hijos, terapeutas, cirujanos y viejas amistades. La dirección de Cecilia del Valle inyecta de valor los planos con una muy buena composición, aunque, a veces la luz artificial entorpezca la fotografía. No obstante, también destaca el especial uso de los reflejos para establecer símbolos que ayudarán narrativamente a comprender el viaje emocional de Canela (una persona que está descubriendo los alcances y límites de su identidad tanto por fuera como por dentro). Un recurso que hacen a este compilado de experiencias puras y modestas visualmente atractiva. El uso discreto de la música de la un toque de realismo y el ritmo del montaje permite observar sin invadir la realidad de la protagonista. "Canela ofrece acompañar a la protagonista durante su proceso, si bien compartimos todas sus inquietudes, no solo nos limitamos a recibir la información, también somos parte de sus inquietudes, dudas, temores sobre los que vale la pena reflexionar."
Canela, de Cecilia del Valle, es un sensible, honesto y hermoso relato sobre la vida de una trans que decide dar un volantazo en su vida y ser fiel a sus deseos y anhelos. Su amor por Canela se refleja en cada decisión de encuadre y en cómo presenta a esta persona/personaje que arrasa en la pantalla. Se ve en Cine Virtual, plataforma que PCI directores de cine creo para difundir y exhibir.
En una de las primeras escenas, Canela se prueba ropa y se mira en el espejo. Hay un flash en su mirada de esa satisfacción que cualquiera siente cuando le gusta la imagen que le devuelve su reflejo. Suele ser una sensación efímera y así es también para Canela, una mujer trans de 62 años, cuya felicidad de finalmente verse como siempre se sintió está permeada por la duda de someterse a una cirugía de reasignación de género. El documental de Cecilia del Valle es un retrato de cómo Canela vive su proceso de hormonización y se cuestiona hasta dónde tiene que seguir para sentirse una mujer completa y ser reconocida como tal. Todo se cuenta a partir de situaciones y diálogos, como las consultas de Canela con médicos sobre la posible cirugía; una difícil charla con sus hijos, en la que lo económico aparece como un factor clave en la decisión; también se la ve dirigiendo una obra en construcción y dando clases de arquitectura en la universidad. Las charlas con una amiga trans, con su psicóloga y con quien era su novia cuando Canela era Áyax, son íntimas y emotivas, ofreciendo al espectador una perspectiva única sobre las alegrías y frustraciones de su experiencia. La mirada del documental es sensible y tiene un espíritu alegre, sin negar las complejidades a las que se enfrenta su protagonista. Está en perfecta sintonía con Canela, su sentido del humor contagioso y la onda que tiene cuando anda con vestido y tacos en su pickup color naranja.
La identidad de género ha sido una de las grandes recurrencias del documental argentino de la última década. Son documentales de todo tipo y color: desde los más clásicos, televisivos y con un enfoque periodístico que tienden a visibilizar distintas problemáticas asociadas con el tema, hasta aquellos volcados a lo ensayístico y al trasfondo político de una elección personal (la extraordinaria El silencio es un cuerpo que cae, que por estos días puede verse en VOD), pasando por los que eligen un personaje para, a través de sus experiencias, construir una reflexión humanista y entrañable sobre la libertad y la voluntad. Seleccionado para la Competencia Argentina del BAFICI 2020 que -por obvias razones- no pudo realizarse en abril, Canela –que este jueves inaugurará la flamante sala virtual de cine del PCI en el sitio web Puentes de Cine– pertenece a este último grupo. La protagonista del título del debut en la realización de largometrajes de la rosarina Cecilia Del Valle tiene 62 años y hace menos de 15 que decidió ser quien es. La porción mayoritaria de su vida la vivió en la masculinidad, desde donde armó una familia y una exitosa carrera en el área de la Arquitectura, disciplina que todavía enseña en la universidad santafesina. Más allá de todos sus cambios, Canela siente, sin embargo, que le falta el último eslabón para alcanzar la plenitud: operarse. Pero, ¿verdaderamente quiere? Del Valle sigue a su protagonista a lo largo de varios años, mostrándola tanto en su trabajo y en la universidad como en sus reuniones con amigas, médicos y su familia. El tema es, pues, si completar su transformación amerita el riesgo de someterse a una operación compleja y con un proceso de recuperación largo y tortuoso. Es un entorno que, más allá de los resquemores del pasado que el film opta sabiamente por dejar fuera de campo –Canela, película y personaje, son puro presente–, hoy acepta sin demasiado problemas la identidad de Canela y está dispuesta a ayudarla en su dilema. Toda película-perfil necesita de un perfilado lo suficientemente atractivo y magnético para sostener su interés. En ese sentido, Canela es perfecta: inteligente, coherente, ubicada, lúcida y con una gran capacidad para hablar (los fragmentos de sus clases son magnéticos) y desenvolverse con soltura y naturalidad en ámbitos donde impera la masculinidad, como por ejemplo esas obras que visita con vestidos largos y tacos altos. Es un universo que Canela conoce a la perfección –la constructora que lleva adelante es un emprendimiento familiar creado en 1925- y, como tal, se mueve como pez en el agua. Película de colores chillones y una protagonista dignos de la primera etapa del cine de Pedro Almódovar, Candela no sería lo que es sin la mirada de la directora. Una mirada amable y amorosa, profundamente empática, que evidencia que entre ellas hay una relación que trasciende lo cinematográfico. El resultado es un film que logra dar cuenta de las innumerables aristas emocionales de una mujer sensible y valiente que, como escribió Maia Debowicz en el suplemento Soy de Página/12, “dedicó su vida a cuidar a lxs demás y hoy tiene que aprender a pedir que la cuiden”.
En medio de la profunda crisis que vive la industria audiovisual argentina surgen nuevas ideas que permiten generar alternativas para seguir estrenando aún frente al cierre de todas las posibilidades de exhibición en las salas de los complejos más tradicionales. A partir de este jueves 14 de mayo, se sumará a los estrenos de la plataforma www.cine.ar/play, la apertura de una “Sala de cine virtual” que propone el portal Puentes de Cine (www.puentesdecine.com) que acompañará a las otras propuestas dentro del portal de la Asociación de Directores de Cine, que incluye también charlas exclusivas online con directores, exhibiciones especiales gratuitas y diversos ciclos programados en la página. La película elegida para la apertura de esta nueva modalidad de ver cine online, es el documental de la rosarina Cecilia del Valle “CANELA, sólo se vive dos veces” que hace foco en la vida de Áyax Grandi, quien inicia un camino de construcción de una nueva identidad a sus 49 años, momento en el cual diversos hechos disparadores de su pasado vuelven a instalar la idea de una nueva búsqueda dentro de su identidad de género. Este nuevo documental se incorpora a un grupo de trabajos que recientemente se ha enfocado a poder incorporar una mirada transgénero dentro del cine nacional, visibilizando movimientos como el colectivo conformado por la cooperativa Arte trans en “Reina de Corazones” de Guillermo Bergandi, una mirada a la educación con el primer bachillerato trans del mundo que funciona en el barrio de Chacarita con “Mocha (nuestra lucha, su vida, mi derecho)” de Francisco Quiñones Cuartas y Rayan Hindi, hasta llegar a relatos más personales, más íntimos, más ligados a la experiencia individual y personal como “El laberinto de las lunas” de Lucrecia Mastrángelo –en donde se explora el tema de la maternidad y se aborda el caso de Gabriela Mansilla, mamá de una niña trans- y “Madam Baterflai” de Carina Sama, en donde a través del retrato de cuatro chicas travestis y una transexual, empieza a aparecer un tema que se conforma como eje central de “CANELA” que es el debate interior frente a la intervención quirúrgica para dar un “cierre” a este proceso que la protagonista ha iniciado unos años atrás. Cecilia del Valle, escritora del guion junto a Romina Tamburello, pone a disposición y amorosamente el ojo de su cámara para seguir a Canela en su cotidiano y a través de esas “polaroids” de su vida hoy, podemos empezar a comprender el enorme proceso de cambio que ha vivido cuando con casi 50 años y una vida familiar constituida (junto a sus tres hijos) y un desarrollo profesional como arquitecto y con su propia empresa constructora, Áyax fue por sus verdaderos sueños más profundos y logró permitirse que apareciese Canela en su vida. El tono que acompaña todo el relato es de una calidez absoluta, respira libertad y espontaneidad y se va potenciando y nutriendo de la generosidad con la que Canela permite que vayamos formando parte de su vida. Lo hace con una dosis de valentía y coraje única, en donde plantea frente a cámara (una cámara que por suerte la inteligencia de la directora hace que se perciba como invisible y dé una verdadera sensación de inmersión en la privacidad de Canela) momentos de reflexión y emoción muy profunda, como los que aparecen en las sesiones con su analista o de poder abrir las conversaciones con sus hijos y su familia en este momento tan particular en el que se encuentra, en esta encrucijada de tomar difíciles decisiones como mencionábamos anteriormente, su operación para el cambio de sexo. La ciudad de Rosario, además, se suma a la propuesta como un hermoso marco de referencia con sus lugares entrañables, sus edificios, el icónico Monumento a la Bandera y su costanera, todos los lugares por donde Canela se maneja con su camioneta naranja, algo destartalada y va atravesando la ciudad. La acompañamos en su actividad profesional como arquitecta dentro de su estudio y su propia empresa constructora –aun cuando confiesa que en un momento perdió a casi toda su clientela al tomar la decisión de su nueva identidad y que pudo reinventarse con un nuevo grupo de clientes con los que pudo desarrollarse y sentirse profesionalmente contenida-, como docente en la Universidad de Rosario y surgen en ese cotidiano compartido, sus anécdotas personales y reencuentros con personas que la han marcado en su vida, notamos que no solamente enfrenta este cambio con una gran fortaleza interior y una gran decisión, sino con suma inteligencia. Esos chispazos de humor y absoluta lucidez con los que Canela nos sorprende, porque justamente sin hacer alarde de toda su intelectualidad sino con su tono sincero, directo, genuino, va compartiendo algunos pensamientos que invitan a la reflexión y a construir este nuevo espacio de inclusión y pluralidad que se rearma a partir de pequeños detalles como el nuevo DNI que le muestra a su amiga o los momentos de consulta médica en torno a ese paso que quiere decidir. En un colectivo muchas veces discriminado, segregado, relegado a condiciones tan extremas como la prostitución como único medio posible de vida, la historia de Canela se alza como una voz diferente –que incluso ella reconoce como absolutamente privilegiada y diferente al resto de sus compañeras- para mostrar que el cambio es posible y que ese impulso que va mucho más allá de uno mismo, tiene espacio para ser escuchado y que no hay edad ni condición para poner en juego el verdadero deseo e iniciar ese arduo camino de la construcción de nuestra propia identidad, de nuestra propia historia. POR QUE SI: «Calidez absoluta del relato»
Canela piensa en un cuerpo para vivir, arquitectura orgánica de los cuerpos. Tanto del “hacerse mujer” beauvoiriano como el “diseño de sí” de Groys. El documental convoca esa fuerza del hacerse público, germen del género que el ágora mediático poco reconoce. El trabajo de cámara usa mucho el reflejo, en la vida cotidiana el reflejo está continuamente presente, poco consciente. En la búsqueda de la imagen propia, aquella que se ajusta al propio placer del ser, el reflejo cumple una función fundamental. La imagen juega con la opacidad y la transparencia, oculta partes, vemos un ser en construcción que encuentra vedados aspectos íntimos. Al comienzo quizás es una cámara tímida, que prefiere adentrarse en el retrato manteniendo la distancia. El respeto y una mezcla de admiración y ternura enuncian la cámara pensante de Cecilia del Valle. Canela devela sus dilemas más íntimos mezclados con una risita nerviosa. “Conceptual, espacial, estilística, constructiva”; formas de hacer-siendo cuerpo. El nivel proyectual podría ser un tránsito, quizás un momento de apertura en la vida. Más bien ver a Canela refuerza el carácter proyectual de la vida misma. Al mismo tiempo, la veta ficcional pulsa continuamente, Canela en su pick up Chevrolet Apache naranja recorre las calles de Rosario dispuesta a la road movie. Canela es como Foxy Brown: “Sweet Brown Sugar With a Touch of Spice”. Ser heroína implica un camino lleno de aventuras y riesgos, por momentos encontrarse indefensa frente al acecho de la locura, el perfil esfinge de Canela nos trae a Amanda Gris. El diseño de sí es el relato de una mujer, una historia que se escribe con pasión. La fuerza del antiguo guerrero Áyax existe en Canela, lo que dolorosamente se consolida como un pasado de trabajador, alma y cuerpo entregados a la labor sin distinción, encuentra en su presente y futuro un camino prometedor. CANELA Canela. Argentina, 2020. Dirección y guion: Cecilia del Valle. Edición: Veronica Rossi. Colaboración autoral: Romina Tamburello. Fotografía y Cámara: Lucas Pérez. Sonido: Santiago Zecca. Música: Juani Favre. Duración: 77 minutos.
Canela, dirigida por Cecilia del Valle, cuenta la historia de una mujer trans de sesenta años que está atravesando el proceso de hormonización y se enfrenta a todos los cambios con esperanza pero también con incertidumbre. Busca sentirse bien con ella misma y el reconocimiento de su familia, sus pares y la sociedad. Canela vive en Rosario, dirige obras de construcción, da clases de arquitectura, maneja una espectacular camioneta Chevrolet clásica color naranja y tiene también un Dodge Coronado, aunque más sobrio. Tiene hijos y recién después de los cuarenta años descubrió su identidad de género. Es decir que el cambio es grande y complicado, pero no por eso Canela se arrepiente o pierde convicción. La película, que no olvidemos que es un documental, tiene muchas escenas donde la cámara presencia momentos importantes, claramente pactados con la protagonista y su entorno. Por eso algunas situaciones parecen algo artificiales por los nervios de tener una cámara delante, pero Canela, a puro carisma y sinceridad, consigue que sigamos sus pasos sintiendo una absoluta empatía con ella. Lo mismo con todos los personajes que aparecen. No importa que tanto compromiso político tiene la película, su victoria consiste en mostrar la humanidad de la protagonista y su mundo. No baja línea, no da clases, no se sube a un púlpito para decirnos que tenemos que pensar. Simplemente vive, ama, siente, teme, sueña, trabaja. La vida de las personas trans va cambiando en la sociedad y en la actualidad las cosas son un poco mejor que hace unos años. Hay mucho cine argentino documental sobre temática de género en general y de la problemática trans en particular. Muchas son correctas, otras son malas películas, pero Canela es la que hace la diferencia. Porque incluye y supera la temática de género. Es una película bella y luminosa, llena de vida.
Identidades en tránsito. “¡Créase o no, es un hombre!”, afirmaba escandalosamente la promoción de Testigo para un crimen (1963) para referirse a una tal Michelle, travesti estadounidense que actuaba en una escena de ese thriller erótico dirigido por Emilio Vieyra y protagonizado por Libertad Leblanc. Muchas otras referencias estigmatizantes y sensacionalistas eran habituales en esa época y en los años siguientes, en el cine, la TV y la vida cotidiana de los argentinos. Lenta, trabajosamente, travestis y transexuales fueron conquistando espacios, ganando respeto y conquistando derechos. En documentales recientes, que están dándose a conocer en distintas plataformas, dos realizadoras rosarinas abordaron la problemática, centrándose en conmovedoras historias de vida. El laberinto de las lunas, producido y realizado por Lucrecia Mastrángelo (quien desde fines de los ’90 viene volcando sus inquietudes en cortos de ficción y documentales, generalmente ligados a problemas de la sociedad que necesitan ser visibilizados, como Sexo, dignidad y muerte: Sandra Cabrera, el crimen impune), expone los testimonios de dos travestis en proceso de adopción y de la madre de una niña transgénero, a los que integra la presencia de la artista y escritora Susy Schok, con sus reflexiones y poemas. Por su parte, Canela, se vive dos veces, escrito, producido y dirigido por la joven Cecilia del Valle (quien, después de estudiar cine y teatro en Buenos Aires, realizó el corto Dilemas de un abandono en cinco fragmentos y se dedicó a la docencia y la dirección teatral), documenta la nueva vida de una mujer trans, arquitecta en actividad, satisfecha por haber decidido dejar de ser Áyax y convertirse en Canela en plena madurez, mientras duda si intervenir quirúrgicamente su cuerpo o no. El film de Mastrángelo es franco, directo y respira aire de barrio. Se habla de travas sin complejos y se muestra a esas mujeres haciendo los mandados por calles de tierra, atendiendo un humilde kiosco o compartiendo sencillas rutinas con sus hijos o parejas. Tiene también una intención claramente militante, no sólo porque de algunos testimonios se desprende información o frases que ruedan como eslogans, sino porque agrega imágenes de concurridas marchas y manifestaciones rebosantes de pancartas. En este sentido, el añadido de unos dibujos animados y niñas jugando –con una canción de fondo que habla de diversidad y de igualdad– parece innecesario, por redundante, acercando la propuesta a un film institucional. Su fuerte son las confesiones de sus retratadas, que ocasionalmente surgen mientras conversan con algún familiar o incluso entre ellas. En comparación con Gabriela (madre de la primera niña trans en obtener su DNI en nuestro país), a quien se la ve demasiado segura, tal vez acostumbrada a exponer en público sus conceptos, se ganan más fácilmente el afecto del espectador Maira, de vida y actitudes campechanas, y Karla, de clase media y serenos modales. Sus relatos deslizan anécdotas tristes o graciosas, que Mastrángelo sabe dosificar, con el plus de los dos únicos varones que cobran protagonismo en la película: el marido de Karla y el hijo de Maira. Dos grandes historias de amor asoman detrás de las elocuentes miradas y silencios de ambos. “Nos creamos a nosotras mismas” sostienen las mujeres, deseando salir de las zonas en las que la sociedad las mantuvo durante mucho tiempo: las de las crónicas policiales, las curiosidades científicas o los chistes discriminatorios. A pesar de los recuerdos amargos de algunas de ellas, en El laberinto de las lunas prima un clima festivo, como si celebraran haber ganado una batalla (de alguna manera así lo fue), por eso una de las últimas secuencias es la de Maira organizando su cumpleaños Nº 50 como si cumpliera 15. Tal vez los mejores momentos del film estén en algunos gestos de la vida cotidiana registrados sin énfasis ni exceso de palabras, como la cariñosa charla de Maira con su hijo mientras comen una tarta en su casa. A diferencia del documental de Mastrángelo, Canela, se vive dos veces se centra en una sola persona y agrega la presencia eventual de profesionales (un médico, una psicóloga), en intervenciones que no resultan forzadas y aportan observaciones relevantes. La protagonista en cuestión es una arquitecta cuya transformación física está en tránsito (“Me voy a jubilar antes de ser mujer” dice en un momento) y, mientras tanto, conversa de igual a igual con pintores, obreros o alumnos de la facultad donde da clases, especie de dicotomía que ya asoma al comienzo, cuando se la ve yendo de una ruidosa obra en construcción a una mercería. Canela no es avasalladora y, aunque las decisiones que ha tomado para sentirse bien implican no pocas dosis de audacia, se la ve relacionándose con quienes la rodean con cierto pudor, cuidando sus ademanes y riendo nerviosamente. La cámara es siempre respetuosa de su intimidad, como lo demuestra el momento en que la acompaña hasta su dormitorio sin ingresar más allá de la puerta. Cecilia del Valle acierta al ir revelando cuidadosamente aspectos de la vida del pasado y el presente de Canela. Una antigua anécdota al ver El juego de las lágrimas (1993, Neil Jordan) o la aparición de algunos familiares –no conviene aquí adelantar quiénes– permiten conocerla un poco más, lo mismo que fugaces planos de fotografías de su niñez o juventud. Canela habla con propiedad de la arquitectura en Rosario o de los problemas económicos que le traería someterse a la operación que modificaría su cuerpo, a la vez que participa de un encuentro en un precario “centro de adoración a Jesucristo” (regido por una pastora), quizás más por necesidad de afecto que por una cuestión de fe. La delicada melancolía que desprenden escenas como aquélla en la que se la ve bebiendo en soledad una gaseosa con limón en un bar, se alterna con raptos de humor, imponiéndose la ternura en la mirada sobre este personaje entrañable y singular. Canela, se vive dos veces se cierra con una canción algo ingenua y la duda de cómo seguirá su vida: no es un cierre, en realidad, sino una puerta abierta a la posibilidad de sus decisiones, en su empeñosa búsqueda de felicidad.
Canela (2020), la nueva película de la cineasta rosarina Cecilia del Valle, estrena en el marco del lanzamiento de una nueva plataforma de visualización de cine argentino. Debido al contexto de emergencia sanitaria actual, y en pos de ofrecer nuevas posibilidades de streaming y reproducción de cine nacional, el INCAA presenta “Puentes de cine”, una web realizada por la Asociación de Directores de Cine “PCI” que funciona a modo de sala cinematográfica virtual, y también ofrecerá otro tipo de experiencias (como charlas con directores, actores, y exhibiciones especiales). - Publicidad - En esta nueva película, cargada de realismo y de transparencia (por el modo de evidenciar la realidad de su protagonista), se nos presenta la historia de Canela Grandi Mallarini, una mujer trans que ronda los 60 años (la película es el resultado de un proceso de aproximadamente seis años de producción) que debe volver a enfrentar sus miedos y sus preconceptos cuando se plantea considerar seriamente la finalización de su proceso de hormonización femenina. Ella es arquitecta, docente en la universidad, madre de dos hijos, abuela, cuidadora de su madre anciana y trabajadora compulsiva. Las complejidades cotidianas que la atraviesan se van descubriendo en una película que nunca se corre del punto de vista de Canela respecto a su vida; pero que nos permite dilucidar su interioridad problemática y desentrañar ese conflicto, acaso identitario o existencial, que vive dentro de ella, y que ella misma, en su avasallante encanto y su actitud inclaudicable, no se atreve a terminar de resolver. La directora nos invita a recorrer todos los espacios y los lugares comunes que transita Canela en su día a día, para luego detenerse en esos momentos en los que la protagonista se enfrenta ineludiblemente con sus inseguridades, como cuando se propone comunicarle sus nuevas intenciones a sus dos hijos, o como cuando cuida de su madre, quien todavía no termina de concebir la decisión de su hija. La película no apela al dramatismo o al efectismo, sino que trabaja desde la naturalidad, sosteniendo una tensión documental que se permite fluctuar y confundir al espectador (lo cual funciona a la perfección, porque nos genera un mayor interés en la historia real de ese personaje). Si bien el seguimiento y el tono documental atraviesan a la película de principio a fin, lo cierto es que estamos ante un relato que traza sus propias coordenadas ficcionales. Podríamos decir que se percibe un coqueteo constante entre el tratamiento documental y el de la ficción, y esto es un logro singular de la película. El formato documental clásico y expositivo, estructurado a través de imágenes de archivo, voces en off y/o entrevistas a cámara al estilo “busto parlante” (como se las define en el ámbito televisivo), muchas veces corre el riesgo de generar un posible distanciamiento simbólico con lo que se está exponiendo en imágenes. Esto es un tema complejo y problemático, que invita a una reflexión profunda que definitivamente no viene al caso; el punto es que en la nueva película de Cecilia del Valle esta opción estética no hubiera funcionado, por las intenciones específicas que tiene el relato. En Canela se evidencia un seguimiento de personaje de estilo documental testimonial (acentuado en la cámara) pero con una narrativa propia de la ficción, y esto habilita de manera eficaz la empatía del espectador con la protagonista. Al mismo tiempo, la directora estructura las escenas y el recorrido de Canela (en un principio rutinario y cotidiano) de tal manera que se permite presentar y exponer en la película la mirada (y el posicionamiento) de todas las personas y los vínculos afectivos que forman parte de su vida, tanto los de su presente como los de su pasado. Esto último también representa un hallazgo, otro logro efectivo de la película, que nos ofrece una mirada general que se va agudizando y afinando a medida que avanza el relato, introduciéndonos en los distintos modos de ver, en las diversas formas de concebir la realidad de Canela como mujer trans, que tienen las personas que la rodean. Insistimos, por lo tanto, en comprender a Canela como una enternecedora pieza audiovisual, que logra conmover y narrar una historia real desde la compasión (con oportunas dosis de humor), que trabaja un híbrido entre documental y ficción. Es precisamente a partir de este tratamiento de tensión documental, que genera una zona de ambigüedad constante, que el film logra conectarnos con las vivencias de su protagonista, identificarnos, interpelarnos, transportarnos hacia esa realidad que vive esa mujer que se propone tomar una decisión crucial en la ciudad de Rosario. También nos permite remitir automáticamente a la conexión lógica con el contexto, aquello que está explícito en el audiovisual desde el primer minuto: la película funciona como recorte de un concepto general, la historia personal y el debate íntimo de Canela es un caso entre miles de mujeres trans de edad avanzada que atraviesan este mismo tipo de conflictos internos y disyuntivas. Por último, vale destacar un giro dramático que la película introduce en referencia a un amor de la vida pasada de Canela, cuando su autopercepción y concepción de género era otra. En la película, la propia Canela le confiesa a su psicóloga, entre risas nerviosas, que no puede evitar enredarse en sus desórdenes internos cuando piensa en sus deseos, en sus pulsiones, en las afecciones eróticas y sexuales que más la movilizan; en por qué siente que no puede permitirse desear a otra mujer trans siendo ella misma transgénero. En cierta forma, con este nuevo interrogante implícito que siembra la película, Cecilia del Valle y la propia Canela Grandi Mallarini nos recuerdan una vez más que todos/as somos parte de esto, y que todos/as nos debemos este tipo de reflexiones. Canela estrenó el 14 de mayo en la web de Puentes de Cine, disponible en el siguiente enlace: https://play.puentesdecine.com.ar/
RECONSTRUCCIÓN DE UNA PERSONA Canela Grandi Mallarini es una mujer trans, es arquitecta y da clases en la universidad. Los primeros minutos de Canela, el documental de Cecilia del Valle, la muestran avanzando sobre una obra en construcción que dirige, uno de esos universos vedados a lo femenino, donde su presencia resignifica el espacio, tanto el físico como el cultural. Sin embargo, la película no se construye sobre la mirada que los demás tienen de Canela, sino sobre la mirada que ella misma tiene de sí, y aborda el tema del deseo desde un lugar novedoso: ya no se trata de asumirse como mujer (eso ya lo hizo hace más de una década, hoy tiene 62 años), si no de dar ese paso posterior, el de someterse a una operación de reasignación de género. Si el documental muchas veces se construye sobre tres posibilidades (el personaje, el tema o la forma; y son contados los casos en los que se da esto todo junto), la película de Cecilia del Valle consigue ser efectiva en todos esos aspectos: encontró el personaje, encontró el tema y encontró la forma de transmitirlo en imágenes. Documental sobre la reconstrucción de una persona, la relación con la arquitectura y la recuperación de una vieja camioneta son símbolos que aparecen por allí y que hablan de formas tradicionales y nuevas posibilidades. Como el documental que se narra como una ficción. Canela es un bienvenido paso más allá del cine que se asume como “militante”, es una aceptación de un cambio social que ya está dado y elude los subrayados simplistas y las voces altas. Estos tacos con los que Canela avanza firmemente en los primeros minutos (después lo hará sobre su vieja camioneta Chevrolet) dan pasos decididos, no le preguntan a nadie si pueden avanzar (al igual que su protagonista, la película irrumpe ante el espectador con un uso del color que hace recordar al primer cine de Pedro Almodóvar). A partir de esa decisión, a la directora le interesa más mirar a Canela y reflexionar sobre qué pasa en su interior, algo que muchas veces se olvida desde la militancia, convirtiendo al sujeto en bandera antes que en un ser humano con sus dudas, certezas y contradicciones. El documental retrata al personaje en su mundo íntimo (con la familia, con amigas) y en el público (chequeando el trabajo de los albañiles, dando clases en la universidad), pero también durante una serie de consultas médicas y psicológicas que realiza mientras analiza los riesgos que pueden llevar la operación y, más allá todavía, cuán importante es dar ese paso. ¿Realmente lo necesita? De manera sutil, Canela se permite también lo didáctico, el detrás de escena burocrático de una decisión humana y política. Si hay algo que siempre resulta poderoso, eso es el humor. Y Canela, el documental y el personaje, lo tienen. Sin escaparle a lo dramático, que se filtra en aquellos pasajes en que se ahonda en la relación de dependencia que tuvo la protagonista hacia su familia (asistir a su tía y a su madre, sostener el camino que trazan sus hijos, la duda que genera saber quién la asistirá a ella durante el posible post-operatorio: hay un almuerzo familiar que se resuelven entre la amabilidad y la tensión), hay una comicidad que atraviesa todo el relato y que es parte inseparable de la forma de ser de Canela. Ese humor aparece tanto al reflexionar acerca del mundo que la rodea, como de verse a ella misma en determinadas situaciones. Y no pocas veces ese humor es una forma de mitigar el dolor, con la risa nerviosa que surge de la protagonista cuando dice algo que tal vez puede resultar incómodo: porque Canela es de esas personas a las que se le escapan algunos pensamientos. La película de Cecilia del Valle concluye sin definiciones explícitas y nos deja al personaje en el momento de tomar aquella decisión. Con sabiduría, termina aceptando aquello que se dice en la película: el cambio al que se enfrenta Canela es interior y no exterior. Al espectador, por lo tanto, no le tiene que interesar si se operó o no se operó. A su perfecta sincronía entre personaje, forma y tono, el documental le agrega la honestidad intelectual y la coherencia.
El documental Canela cuenta la vida de una arquitecta trans que con casi 50 años descubrió su nueva identidad. Un tema que es trascendental para entender uno de los más interesantes cambios de paradigma en nuestra sociedad actual. Se estrena en "Sala Virtual", la nueva iniciativa de PCI y Puentes de Cine. Una obra en construcción, algunos albañiles trabajando y llega Canela. Así la conocemos. Canela es una mujer trans que descubrió de grande su identidad y que ahora, pasados los 60 años, la está viviendo plenamente… O eso parece. Porque lejos de haber resuelto su vida, Canela tiene dudas: ¿cómo seguir? ¿qué es lo que desea? ¿a quién desea? ¿cuánto está dispuesta a arriesgar? Canela es un documental que retrata íntimamente a un personaje querible y muy humano. Vamos avanzando con ella en su búsqueda de identidad, la relación con su familia y, muy discretamente, algunas cosas de su vida pasada. Canela tiene una risa contagiosa y todo en ella parece ser alegría, pero el film, a medida que avanza, también deja lugar para la reflexión. Sin sobreexplicar nada, el espectador es obligado a replantearse varios preconceptos sobre la sexualidad y la genitalidad, al mismo tiempo que la protagonista trata de definir su opinión al respecto. El armado del documental es una labor digna de un arquitecto, que es, paradójicamente, la profesión de Canela. La forma en la cual la información va llegando al espectador es ordenada y precisa y construye, minuto a minuto, una idea mayor de su protagonista y su vida, y en esa construcción nos permite entender a un colectivo que la incluye, y al cual no siempre es fácil entender desde afuera. Pero antes de ser una arquitecta (y profesora) trans, Canela es un ser humano. Y en la empatía que el film logra generar, el espectador se relaciona con su sentir como madre, amiga, profesional y persona. Lo que está claro es que Canela es un muy interesante personaje, y el documental homónimo está a la altura de la situación. Es humano, amable, no da nada por sentado y todo es aprendizaje, ¿qué más puede pedir un espectador?
Documental cariñoso e íntimo sobre el proceso de construcción de Canela.
PASAJERA EN TRÁNSITO Una mujer trans, Canela, nace como Ayax Grandi, en Rosario, hace 58 años con la asignación de sexo masculino. El término trans refiere al otro lado, y en esta historia asistiremos, gracias a la dirección de Cecilia del Valle, y al guion que coescribió con Romina Tamburello, al proceso de transición para vivir y habitar un cuerpo y una mente que se encuentra al otro lado del sexo asignado al nacer. LO IMPOSIBLE SE CONSIGUE EN CUOTAS Un hombre en términos biológicos puede reconocerse mujer y presentarse o no a la sociedad como mujer. Esto dependerá en gran medida de su entorno familiar, o el representado por los ámbitos en los que circula, ya sean laborales, académicos o sociales, pero en definitiva, dependerá de la persona misma, es decir, de cuán fuerte sea su atadura o no a las normas sociales y a las convenciones impuestas por la sociedad. Y de cuán fuerte sea su deseo o cuánto coraje logre reunir para ser o hacer lo que siempre ha soñado. Canela es arquitecta y profesora universitaria, ha logrado consolidar con distinta suerte, debido a los avatares de la siempre impredecible economía argentina, la empresa constructora familiar fundada por su abuelo en 1925. Su medio es fuertemente masculino, ya que han sido en su mayoría hombres los que han trabajado y siguen haciéndolo en estos ámbitos de la construcción. De hecho, en algún momento, Canela, la protagonista, admitirá que habría de perder muchos clientes a partir de su elección personal y de hacerla pública, mostrándose como lo que ella siente y piensa que es, una mujer. Le habría de llevar mucho tiempo y esfuerzo reinventarse y conseguir una reinserción laboral a través de una nueva clientela dentro de una sociedad patriarcal y transfóbica. OBRA EN CONSTRUCCIÓN La directora rosarina Cecilia Del Valle monta en paralelo dos líneas narrativas que en distintos momentos se encuentran y confluyen en una misma línea. Una de ellas, dada por la construcción o la refacción de una casa que Canela supervisa y lleva adelante con un equipo de trabajo, el tuneo de su camioneta Apache que necesita nuevo tapizado, entre otros arreglos, y la otra línea narrativa estará dada por la construcción de su propio cuerpo y mente, a través del tratamiento hormonal, la construcción de su propia imagen como mujer, y la terapia que lleva a cabo con una analista. Si se pueden hacer cambios dentro de un espacio físico como en una casa, del mismo modo uno puede emprender la aventura de hacer del espacio físico del propio cuerpo un lugar habitable que se ajuste a nuestros deseos y a como siempre nos hemos percibido. Hacer su cuerpo habitable, en el sentido de sentirse feliz dentro de ese cuerpo, requerirá además de los tratamientos hormonales, y psicológicos, llegado el caso, de la cirugía. Y a partir de la posibilidad de una intervención quirúrgica de cambio de sexo, o no, se concentra el conflicto, no sólo con su entorno, sus hijos, sino y sobre todo consigo misma. “No se nace mujer, se llega a serlo”. Con esta frase Simone de Beauvoir señala que el género es una construcción social que trasciende la cuestión biológica. En este punto Canela es la constructora de su propia imagen, la vemos mostrándole a una nueva amiga su DNI en el que figura su nuevo nombre, con su nueva identidad de género, entrando en una tienda a probarse ropa femenina, o el modo en el que se acicala con cosméticos o con peinados. Se convierte en toda una aventura acompañar a Canela durante el trayecto en su camioneta Chevrolet Apache color fuego gracias a la cámara casi imperceptible de la directora que fluye junto a la protagonista con en ese ir y venir de la casa al trabajo y viceversa, o cuando hace sus visitas a la clínica siempre estamos a su lado o a sus espaldas dejándonos guiar por el recorrido que nos propone, incluso dentro del claustro universitario. Durante una clase en la Universidad de Rosario Canela les dice a sus alumnos que según Wright los tres males del capitalismo son el interés, el alquiler, y la sustitución del esfuerzo, es decir, encargarle a otro lo que podríamos hacer nosotros. Quizás esto último se refiere al punto crucial por el que Canela no vería posible la concreción de una cirugía de cambio de género. Cuando Canela le cuenta a sus hijos sobre su proyecto, la cirugía, y de algún modo, les pide ayuda, para evitar recurrir así a un tercero, ya que necesitará contar con ellos para que la cuiden durante su convalecencia, no encontrará el apoyo esperado. El encuentro, finalmente, con una ex pareja, de cuando Canela aún era Ayax, dejaría de serlo a los cuarenta años, le disparará emociones que ya creía olvidadas, y le hará preguntarse una y otra vez sobre su deseo de cambio de sexo, si es eso lo que ella realmente quiere, ya que todavía se siente atraída por la mujer. Su terapeuta le sugerirá que una cosa es el sexo, otra, el género, y una muy diferente el erotismo. La verdad de la arquitectura orgánica está en el espacio interior, Canela le dice a sus alumnos, no en las paredes que lo encierran. Lo importante sería concretar un espacio arquitectónico teniendo en cuenta la razonabilidad de los proyectos… Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
Las rutas del deseo Fruto de varios años de trabajo, de observación y de complicidad, Canela (2020), de Cecilia del Valle, se estrena este jueves por la flamante plataforma Puentes de Cine. El resultado es un retrato fascinante y sutil de la mujer trans que le da nombre al film. De unitario televisivo, el proyecto se transformó en película. Canela Grandi aporta tanto material que la directora decidió seguir filmándola un tiempo más. Es verdad que como espectadores, tampoco nos queremos despedir de ella. Poco a poco -y este control de la narración es el gran logro de la película-, entendemos que antes, Canela se llamaba Ájax y que tuvo una vida de familia como varón cis heterosexual no tan lejana. No podemos dejar de pensar en la apasionante y multifacética serie Transparent, una de las pocas ficciones que trata el cambio de género. Aún menos frecuentes son los documentales que existen sobre la cuestión y por eso Canela constituye un acto valioso por parte de su directora y de su protagonista. El punto de partida es su pregunta: a los 58 años, ya hizo su transición de género, ahora ¿quiere pasar por una cirugía de reasignación de sexo? Este cuestionamiento lo comparte con sus amigas trans pero también con sus hijos, su doctor, su psicóloga y de a poco, aparece un interrogante más grande: el de su deseo. Todxs le dicen de hacer lo que ella siente, lo que ella quiere, pero en realidad ¿qué es lo que quiere? ¿Cómo saber por dónde ir? A lo largo de la película, Canela transita la ciudad de Rosario con su camioneta naranja y a la vez transita esas preguntas. En el camino, hace experiencias. Cosas que quizás no hubiera hecho en su “vida anterior” pero que siente que podrían tener sentido en esta nueva etapa, como asistir a una misa evangélista. Esta escena, hipnotizante, demuestra en solo unos movimientos de cámara que la identidad trans, entrecruzada de múltiples factores, está lejos de ser uniforme. Así, más allá de mujer trans, Canela es también arquitecta y docente, dos identidades que reivindica. Ahí también, en estos espacios, sus espacios, se tiene que reinventar y hacerse un lugar nuevo, como mujer trans en mundos muchas veces habitados por varones cis. La cámara, siempre muy cercana a ella, es íntima pero a la vez marca distancia para observarla, dejándole lugar para existir. De esta forma, la profunda vitalidad de Canela fue capturada en la película y nos habla a todxs.
Un documental que acompaña el presente de la protagonista, que tiene 62 años, que hasta los 48 se movió en la vida como el arquitecto Ayax Grandi,, hasta que eligió ser Canela Grandi Mallarini en un presente lleno de búsquedas y dudas. Una mujer aceptada por su entorno, que sigue dando clases en la facultad de arquitectura, en Rosario, al frente de una empresa constructora que fundó su abuelo, que por primera vez en su vida necesita pedir ayuda. Todo su pasado se relaciona con el rol de proveedora para su familia. Ahora, enfrentada a la necesidad de operarse para sentirse más plena, indaga dudas con cirujanos, psicólogos, amigas y fundamentalmente con sus hijos. La realizadora Camila del Valle, lleva con ternura e inteligencia este retrato de un ser enfrentado a decisiones importantes, en la primera vez que decide mostrarse vulnerable para su entorno. Gracia, humor y profundidad para el perfil de alguien querible que indaga como enfrentarse a momentos decisivos. Un muy buen documental.
Que lo primero visto en Canela sea la imagen de una obra en construcción no es una casualidad propia del oficio de su protagonista. Nos tratan de advertir, sutilmente, que lo que vamos a observar es toda una construcción, o mejor dicho, la reconstrucción de una identidad, de la búsqueda de la felicidad. Canela: la reconstrucción del ser Los detalles que en la mayoría de los documentales serían información fría y distante, casi siempre en la forma de una entrevista, encuentran en Canela una manera más fluida y espontanea de ilustrar su punto. Si bien su estilo visual y puesta en escena pueden llegar a ser más propios de una ficción, ayudan crucialmente a quitarle una solemnidad excesiva al sujeto y nos permite ver su frescura, su naturalidad y su calidez. Al extremo de que no pocas veces sentimos que estamos viendo al más natural de los actores, cuando en realidad no lo es. Precisamente eso logra que sea tan disfrutable de ver. Canela transmite exitosamente la idea de que incluso con las incomodidades y dilemas que nos aquejan, más allá de la permanencia o la transformación física, el personaje está cómodo dentro de su piel. Sus dilemas, incluso de cara a algo tan particular como un cambio de sexo, son los de todos: el debate en la mesa familiar sobre mantener un negocio durante una baja médica prolongada, el ayudar a nuestros mayores, el día a día laboral, las sesiones de terapia y la búsqueda del amor. Un momento destacable del film es un charla cinéfila que Canela tiene con su hijo mientras ven El Juego de las Lagrimas, de Neil Jordan. Cuando aparece el big reveal de esa película, uno está pendiente de la reacción que va a tener su hijo cuando la vea. Sin embargo, lo que compra al espectador es la anécdota de Canela: al ver la película en el momento de su estreno, se quedó dormida durante esa escena. Este detalle ejemplifica de lleno el espíritu del film. Específico a la transición hacia el cambio de sexo que atraviesa la protagonista, se ponen de lleno detalles sobre la necesidad que tendrá ella de ser cuidada por sus hijos en la etapa post-operatoria, pero más específicamente el factor de riesgo implicado por su edad, las dudas sobre el desempeño sexual y, particularmente, el factor psicológico, tan o más crucial que el mismo proceso físico. Siendo la historia de una arquitecta, el estilo visual se muestra a la altura del desafío. La riqueza en la composición de los encuadres está presente desde la primera escena. Son encuadres diseñados, pensados, que se valen de recursos inteligentes como el uso de reflejos, las rejas, encuadres dentro del encuadre, el uso de objetos desenfocados en primer término para evocar una idea, el uso de capas y crear la sensación de un espacio. Es también en este apartado donde se manifiesta el detalle de la identidad, a través de la camioneta de Canela, de un color tan característico que consigue destacar hasta en el más amplio de los planos. Es algo interesante que, mientras conduce su camioneta por las calles de Rosario, Canela escucha y canta Ring of Fire, de Johnny Cash. Un apropiado simbolismo de lo que está por decidir, por atravesar, por vivir. Un camino riesgoso, pero sabiendo que es mejor a la alternativa de no poder ser ella misma.