Después de las 12 No es sólo durante el receso invernal se multiplica la oferta de películas para el público infantil, al contrario, esporádicamente llegan propuestas como Cenicienta y el príncipe oculto (Cinderella 3D, 2018), de Lynne Southerland (Mulan II), una relectura al clásico de Perrault para los tiempos que corren, que saben captar la atención de un público que busca entretenimiento familiar en las salas. En esta oportunidad, a la clásica historia ya conocida por todos, se busca agregarle una parte de empoderamiento para aggiornar a los tiempos que corren: la historia de la joven que no hace otra cosa más que fregar y atender a los demás hasta que descubre al verdadero amor. En Cenicienta y el príncipe oculto, la protagonista descubre por casualidad, y horas antes de dirigirse al castillo para el baile real, que el verdadero príncipe del palacio es un estafador, que por algún mecanismo pudo reemplazar al verdadero sin levantar sospechas en el reino. Cenicienta, con la ayuda de tres ratones (uno de ellos podría ser el verdadero príncipe), y una hada madrina bastante particular, se embarcará en una aventura que tomará por sorpresa a más de uno, incluyendo, a ella misma, para acabar con la farsa de la que es parte todo el pueblo. Así, dejando de lado las almibaradas imágenes que Disney supo regalar en su versión animada de 1950, o en la reciente adaptación de Kenneth Branagh, con actores de carne y hueso, Lynne Southerland, bajo guion de Francis Glebas (La gran película de Piglet), reinventan al personaje protagónico como una aguerrida luchadora que desea desentrañar el misterio tras la identidad real. El tópico central del cuento, el maltrato por parte de sus hermanastras y madrasta, y la búsqueda del amor, dejan espacio para una épica aventura digna de narraciones de películas de acción más que de una historia de romance y fantasía, agregando conflictos relacionados al camino que emprende y sumando obstáculos y enemigos de turno que no estaban contemplados en el relato original. En ese transgredir su fuente, es en donde Cenicienta y el príncipe oculto encuentra su fuerza. Con diseños básicos, pero estilizados, y una paleta de colores asociada más a tonos pasteles, que a estridentes cromas, se logra una empatía con los personajes. Además, en la presentación y posibilidad de desarrollar un personaje femenino acorde a la actualidad, su relato cobra aún más sentido, dejando de lado a la icónica figura de la princesa para presentar una nueva amazona que luchará por sus ideales. En esta línea, ya no importará si el traje de Cenicienta es el más bello, o si el carruaje es el más deslumbrante, al contrario, en la pesquisa por descubrir pistas para revelar quién de los ratones es el verdadero príncipe hay un valor agregado al relato que empodera a la protagonista de una manera contundente. La linealidad de la historia, la reiteración de estructuras dramáticas, y una resolución final precipitada, restan potencia a un relato que busca revisitar un clásico para las nuevas generaciones, sin dejar de atender a que muchos niños y niñas están subidos, intuitivamente, a un movimiento que descarta el rosa para unos y el celeste para otros.
Una cenicienta distinta, de armas tomar, decidida y nada victimizada. En esta película dirigida Lynne Southerland (“Mulan”), con guión de Francis Glebas (“Pocahontas”, “Hercules”), la protagonista va al baile del palacio pero ahí descubre que el príncipe atildado y codiciado es en realidad un impostor y su madre una bruja maléfica. El verdadero heredero ha sido transformado por un encantamiento es un diminuto ratón con buenos modales y poca fuerza. Será la Cenicienta del título y un hada aniñada y sin mucha experiencia las que impulsen la aventura y la resolución del maleficio. Simpática y práctica esta chica popular logrará que la justicia llegue por fin al palacio. Una de princesas no tradicionales para los mas chiquititos.
Todo comienza como un cuento de hadas, como era de esperar. Pero en lugar de asistir a la conocida vindicación de la pobre Cenicienta, de esclava de sus odiosas hermanastras a glamorosa princesa de un reino inesperado, aquí el de la mala suerte y el renovado destino es un tímido y elegante ratoncito. Agudo narrador y carismático protagonista, el héroe de esta historia sale de las alcantarillas junto a sus amigos para asistir al fastuoso baile del reino, enfrentar a la malvada bruja y desentrañar el hechizo que ha signado su fortuna. No hay demasiadas sorpresas: Cenicienta sale de la cocina, baila con el acartonado príncipe y sueña con ser la señora del castillo. Sin embargo, hay algunos cambios que aggiornan la versión y dan vida a este nuevo "punto de vista": un hada madrina aprendiz, que con cada truco deshace alguna convención, y una resolución original y nada concesiva. La animación es deudora del universo clásico de Disney, con algunas imprecisiones en los gestos de las figuras humanas y mejores resultados en el retrato del universo animal, desde los ratones hasta la perezosa tortuga que habita en el bosque. La bruja es casi la hermana gemela de la malvadísima Maléfica de La bella durmiente, pero ataviada con su olla de pociones y hechizos, sus pájaros salidos del mundo de Oz y algo del aguileño perfil del crítico gastronómico de Ratatouille. Lo que se dice un verdadero homenaje a los clásicos infantiles.
La Cenicienta que aquí vemos no limpia demasiado, ni canta maravillosamente como un pajarito, ni pierde el zapatito perseguida por el apuesto príncipe. Pero, acorde a los tiempos que corren, ella se pone al mando, toma decisiones arriesgadas y protege y da ánimos a su galán, auxiliada por dos ratones torpes y una gordita, aprendiz de hada madrina. Surgen aquí tres problemas. Primero, el susodicho galán ha sido transformado en un ratón melancólico, el emo de los ratones, blando, apocado y sin gracia, y cuando recupera la forma humana sigue blandito, hasta que al fin, en el anteúltimo capítulo, se despabila y pelea por su amada y por su reino. Segundo problema, bastante grave: el dibujo parece hecho por alumnos de primer año de computación, salvado apenas por un hermoso programa de luces de colores, una persecución y un par de peleas. Y tercer problema, el peor: parece que esto tendrá una continuación. Responsables, Lynne Southerland ("Mulan 2"), la productora Gold Valley films ("Nuevas aventuras de Blancanieves"), el libretista Francis Glebas y alumnas, y una empresa mexicana de doblaje, con Ximena de Anda en la voz de Cenicienta.
Una historia llena de simpáticos personajes, hay amor, color, magia, canciones, fantasía y una buena cuota de humor. Una buena propuesta para los más chiquitos de la familia, entretenida, un grato pasatiempo. Dirigida por Lynne Southerland, co-directora de “Mulán 2” de Disney, y escrita por Francis Glebas, co-guionista de “Hércules”, “El jorobado de Notre Dame”, “Pocahontas”, entre otras, contó con un presupuesto aproximado de U$S 20 millones.
La única forma de volver a contar hoy una de las historias infantiles más antiguas, es dándole un nuevo giro. Eso es lo que pretende hacer Cenicienta y el Príncipe Oculto, manteniendo la base clásica pero reformando todo el resto a algo más coherente con las generaciones actuales. Esta nueva Cenicienta también vive oprimida por su madrastra y hermanastras, pero ahora cuenta con tres ratones de aliados que hacen más llevadera su vida; cuando le llega la noticia de que el príncipe dará un baile en el palacio, manifiesta nulo interés por acudir. Finalmente sus amigos la convencen de ir, no para conquistar un esposo acaudalado que la rescate sino para conseguir comida gratis que compartir con ellos. El vestido sigue siendo un problema y el hada madrina la solución, pero deberá conformarse con una aprendiz que después de llevarla a la fiesta convertida en princesa se une a la búsqueda de comida junto con los ratones, descubriendo casi por accidente a los verdaderos villanos de esta historia. No tan moderna Desde la premisa, la propuesta deCenicienta y el Príncipe Oculto resulta bastante interesante y trae la clásica princesa a valores más contemporáneos compatibles con los tiempos que corren. La joven protagonista ya no es una doncella en peligro que solo puede verse bonita y esperar a que llegue el príncipe a rescatarla; por el contrario, se ríe de la noción de enamorarse de alguien solo porque porta un título o es apuesto y no teme enfrentar ella misma a los peligros para ayudar a la gente que realmente quiere. Los personajes son bastante genéricos pero funcionan medianamente bien dentro de la estructura propuesta, armando una buena dupla entre la protagonista y la maga que la acompaña para avanzar la trama, dejando la mayoría de los chistes al trío de ratones. Pero esa buena idea se desdibuja durante la ejecución con una narración que presenta importantes baches de ritmo, con diálogos sosos y resoluciones muy previsibles que no se justifican ni siquiera por la corta edad del público al que está apuntada, una generación ya de por sí bastante estimulada y consumidora de productos audiovisuales como para conformarse con algo que no los atrape de inmediato. Agregando personajes genéricos y con pocos momentos donde realmente se lucen, visualmente tampoco resulta atractiva porque presenta una animación que se siente chata y apenas digna de un programa de televisión, incomparable con la mayoría de las películas similares. Esto contribuye a que mientras por un lado mantiene un relato bastante progresista, al mismo tiempo deja una sensación de ser antigua, fuera de su época.
Solemos desear que si se aborda nuevamente una obra ya escrita o filmada, o lo que sea, se tenga a bien salirse de la copia y ofrecer una lectura personal y distinta como desafío primordial, y vaya si “Cenicienta y el príncipe oculto” lo hace. Al mismo tiempo, en este caso, da para reflexionar si la utilización del nombre de Cenicienta no será un gancho engañoso porque del eje central del cuento no queda nada, y es reemplazado por otra cosa. Como sea, lo cierto es que la relectura del personaje aporta a estos tiempos una novedad saludable por partida doble: por un lado, una chica decidida a ir contra los mandatos corriendo riesgos (por amor) y enfrentándose a sus miedos; por el otro, el punto de vista desde el cual se cuenta la historia, masculino y de ponderación por el accionar de la mujer luchadora El argumento se despega y rompe la estructura original. Cenicienta está yendo al baile pero descubre, de alguna manera, que el príncipe no es quien dice ser y se las arregló para reemplazar al original, con lo cual ella saldrá decidida, junto a sus amigos ratones, a desentramar el artilugio y poner las cosas en su lugar. Más allá de la intención del guión de Alice Blehart, Stephanie Bursill y Russell Fung de hablar de la opresión, pero no desde un lugar sumiso y entregada, la realización también se aleja de la almibarada inocencia del clásico de Disney para dar lugar a una aventura animada hecha y derecha, con varios pasajes de acción y un humor rápido que mezcla algunas agudezas con lo físico Es decir otro hallazgo, pero aquí es donde lo técnico reclamaba otra cosa. La animación tiene algunas fisuras respecto del universo estético al cual pertenece, y aunque los animales, en especial los ratones, están mejor diseñados y trabajados no hay rebeldía en este aspecto. Más allá de lo dicho, la banda sonora, el color y el ritmo apunta a un público que no saldrá defraudado porque ya está en la misma sintonía que este siglo impone.