Emotivo y sentido homenaje en forma de documental para esta cantante símbolo de la cultura mexicana que curiosamente, y como se revela en la propuesta, nació en otro país. Al material de archivo se le suman testimonios de cantantes, amigas, activistas, que terminan de perfilar la historia de una mujer ícono clave de la lucha por la identidad y la igualdad.
El documental biográfico siempre corre el riesgo de que el personaje retratado, sobre todo si su personalidad tiene la inmensa fuerza de Chavela, acabe fagocitando cualquier rastro de autoría cinematográfica. Es decir, puede más el peso de la investigación e, incluso, de la tesis, que los propios valores estéticos/artísticos del relato. Quizá sabiendo que esto iba a pasar desde un primer momento, las directoras de este documental parecen apartarse y dejar paso a Chavela Vargas, al personaje, a la cantante, a la mujer que luchó (y sufrió) por su libertad sexual y, sobre todo, a la leyenda. El documental aporta entrevistas inéditas con la cantante nacida en Costa Rica, quizá la parte más valiosa junto con el material de archivo gráfico, y también testimonios de aquellos que la conocieron (como, por supuesto, Pedro Almodóvar, además de Miguel Bosé, Martirio o Liliana Felipe). Un recurso que, ciertamente, no aporta y simplemente sirve para acrecentar un mito cuya voz no necesita que se amplifique. Es cierto que Chavela se deshilacha como narración en imágenes, pero también aporta ese placer casi vouyerístico que supone descubrir la posible humanidad detrás de los mitos.
Además de haber sido una cantora extraordinaria, Chavela Vargas tuvo una vida de leyenda: lesbiana en una época -los años ’50- y un país -México- conservadores, presunta amante de Frida Kahlo y Ava Gardner, incansable bebedora de tequila, casi ahogada por su alcoholismo y, después de doce años de retiro, resucitada para alcanzar fama mundial. La australiana Catherine Gund y la estadounidense Daresha Kyi recorren esa fascinante historia de principio a fin. El documental tiene una estructura clásica: testimonios de “cabezas parlantes” se entrelazan con imágenes de archivo, fotografías y registros -sonoros y fílmicos- de recitales de distintas épocas de Chavela Vargas. Como correspondía, la mayoría de las consultadas son mujeres: cantantes (Eugenia León, Tania Libertad, Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe), su última pareja (Alicia Pérez Duarte), amigas. Una excepción es Pedro Almodóvar. Y también está la palabra de la propia Isabel Vargas Lizano, rescatada de viejas entrevistas, para redondear -más allá de ciertas desprolijidades o algún testimonio que se extiende demasiado- un logrado retrato de una de las voces fundamentales de Latinoamérica.
Una vida de una intensidad deslumbrante, una voz y una manera de cantar a las que llamar singulares es quedarse en la superficie, un ícono LGBT, una mujer mexicana nacida en Costa Rica y celebrada en muchos países. Una mujer amiga de José Alfredo Jiménez, que supo ser alcohólica y dejar de serlo, y que podía derrumbarse en un escenario y volver a subir. Y que vivió muchos años para ser mucho más leyenda. Este documental sobre una mujer que murió un domingo de 2012 trae imágenes inéditas de entrevistas y también claridad conceptual, tal vez demasiado celebratoria, y estructural para contar las claves de una vida. O dos. Porque Vargas pasó por un retiro y un ostracismo que hicieron que muchos pensaran que había muerto. Pero volvió, o la hicieron volver, gentes de México y de España. Uno de los españoles claves fue Pedro Almodóvar, para quien las canciones interpretadas por Chavela fueron fundamentales en varias de sus películas: La flor de mi secreto, por ejemplo, habría sido mucho menos encendida sin "En el último trago". Este documental hecho a cuatro manos cuenta con mucha presencia del manchego, que se explaya sobre Chavela. Y tanto en esos momentos como en otros este retrato cuenta con el atractivo suficiente como para convocar a los que ya conocen a la cantante y también para fascinar a los que recién se acercan.
La mujer que fue más grande que la vida de una artista única. No era tarea fácil condensar a semejante personaje en solo 93 minutos. Y sin embargo la coproducción entre México, España y Estados Unidos consigue reflejar la vida de Bigger than life es el término con el que en inglés se define a personalidades tan excesivas, tan desmesuradas, tan únicas, que parecerían estar más allá de la vida misma. País de desmesuras, México cuenta a lo largo de su historia con unxs cuantxs bigger than life, desde aquellos Villa y Zapata que tomaron las armas en nombre del campesinado hasta Frida Kahlo, que se pintaba a sí misma atravesada por la barra de metal que la dejó discapacitada. Venida al mundo según se creía en Costa Rica, pero de acuerdo a lo que ella declara, en Cuba, Chavela Vargas es la más mexicana de las bigger than life nacidas en el extranjero, y una de las mexicanas (o no) más bigger tan life del siglo XX. Chavela, el documental que hoy se estrena en Argentina, la refleja por completo. Lo cual no es poco decir. “No, a quién le importa eso”, reacciona Chavela al comienzo del documental, frente a una pregunta de la entrevistadora. “Hagamos algo más interesante: pregúntame por el futuro, por lo que voy a hacer, no por lo que hice”. Algo semejante hacía Marlene Dietrich –otra bigger tan life, icono de los films bigger tan life de Josef Von Sternberg– en el documental que también llevaba, como éste, el nombre de su estrella: intentaba arrebatarle la película al director. Marlene lo lograba, sustrayendo su cuerpo y limitándose a dejar su voz, emitiendo afirmaciones imperiales desde la habitación de al lado. Chavela debe haber sido menos generala que la estrella germana, porque no lo logra. “Bueno, pregunta lo que quieras”, acepta finalmente, entre la resignación y el desdén. En el momento de la entrevista, a la que se sumarán otras mujeres no identificadas y que sirve como hilo narrativo, la señora Isabel Vargas Lizano, nacida en 1919 bajo el hiperartístico signo de la Cabra (el mismo de Buster Keaton, John Ford y Federico Fellini), tiene 71 años. “¿Mi edad verdadera?”, se cerciora antes de confesarla. Es una mujer mayor, se diría que una anciana. Va a vivir, va a cantar dos décadas más, y en esas décadas va a atravesar un collar de momentos consagratorios: su triunfal desembarco en España, su presentación en el Carnegie Hall, la primera de dos únicas actuaciones en un teatro mexicano. Hasta ese momento no había podido pasar de clubes nocturnos, único lugar admisible para una señora a la cual hasta sus propios padres rechazaron de chica, por su aspecto y modales tan poco femeninos. “Me escondían como a un perro rabioso”, dice Chavela, refiriéndose a lo que hacían sus padres cuando daban una fiesta. Como entrevistada, la señora Vargas es como en la vida: no se guarda nada. ¿Aspecto poco femenino? Las espectaculares fotos en blanco y negro (parecería que todos los mexicanos son Gabriel Figueroa, el fotógrafo que modeló blancos y negros para los melodramas del Indio Fernández, que vendría a ser bigger than bigger tan life) muestran a la Chavela treintañera como una par de María Félix y Dolores del Río. “No me sentía yo con vestido, tacones y pelo suelto”, dice ella, recordando su breve y fallido intento para salir así a escena. “Cuando levanté la mano se me cayó el strapless y quedé ‘pelada’. Quise bajar de una pequeña escalerita que me habían puesto, resbalé y me caí. Nunca más volví a vestirme así.” Una de las testimoniantes de Chavela, que tienen todas la inmensurable virtud de dar exactamente en el blanco de la persona, la leyenda o el mito, señala el grado de transgresión que representó en su momento la adopción, por parte de Chavela, de un aspecto de ranchero que sería definitivo. En Chavela todo se confunde, como se confundían el dolor auténtico y la cuasi parodia del dolor que practicaba en su show, donde el melodrama personal (desamor paterno, amores contrariados, soledad, melancolía) y el melodrama como estética codificada se fusionaban, se hacían uno. Véase por ejemplo su teatral interpretación de “Soledad”, con su llanto falso, que tal vez esté ahí para disimular el verdadero. Dirigido por las realizadoras Catherine Gund y Daresha Kyi, habrá quien achaque a Chavela el presunto convencionalismo de su forma, con su esquema de entrevista + shows en vivo + testimonios de terceros + material de archivo. Pero sucede que aquí todo es imperdible –la entrevista, los shows, los testimonios y el material de archivo– y todas las decisiones tomadas por las realizadoras son las mejores posibles, al dar la palabra, por ejemplo, a quien mejor puede usarla, a quien más la conoció. Entre otros Jesusa Rodríguez, Tania Libertad, la activista pro-derechos de las lesbianas Patria Jiménez Flores y Pedro Almodóvar, su introductor en España. El hijo del inmenso José Alfredo Jiménez, por ejemplo, cuenta sobre las míticas noches de ronda de Chavela y su padre, que vaciaban literalmente las existencias de alcohol de las tabernas. O la ex pareja que repasa sus mil amores, incluyendo a Frida y… la esposa de un Presidente de la Nación. O su colega Eugenia León, que define el estilo-Vargas como “el canto desesperado, el canto del alma, del fin trágico del amor”. Acá, en estos 93 minutos, está toda Chavela. La que puede capturarse terrenalmente, al menos. El resto es bigger tan life.
Es un conmovedor y revelador documental sobre una mujer tan talentosa como sufrida, dueña de una manera de cantar el género de rancheras absolutamente único, con una vida digna de una novela. Realizado por Catherine Gound y Daresha Kyu, con producción de México, España y EEUU. Y en este material que toma como base un largo reportaje realizado a Chavela Vargas en l991, se enlaza con la letra de sus canciones, sus confesiones y las de amantes, productores, autores, hijos de autores, Almodovar, Martirio, Miguel Bosé y muchos más testimonios. Todos valientes, sinceros, de quienes la amaron, respetaron, ayudaron y sufrieron a la gran cantante. Su niñez despreciada por sus padres por su aspecto hombruno, la valentía de amar a quien quisiera, la discriminación, el reconocimiento, la autodestrucción, la rehabilitación de su adicción al alcohol. Toda su historia y sus canciones. Para ver con la emoción y la sensibilidad a flor de piel.
Ave Fénix El cine se ha dedicado a lo largo de sus 120 años de historia en llevar a la pantalla grande la vida de diferentes artistas de la música popular a través de ficciones o documentales con resultados dispares. Del ganador del Nobel de literatura Bob Dylan, Nina Simone, Mercedes Sosa, Paco de Lucía, Amy Winehouse, Kurt Cobain, Violeta Parra o Glora Trevi hemos visto recientemente cómo sus vidas fueron tan cinematográficas como sus carreras musicales. Ahora le tocó el turno a Chavela Vargas. La cantora mexicana, dueña de una voz única, amante de Frida Khalo y amiga personal de Pedro Almodóvar, tuvo una vida tan extraordinaria como la de cualquier artista que se precie de tal. No por la grandilocuencia, el divismo o la ostentación con las que se las relaciona a menudo. Sino por el sufrimiento tortuoso que atraviesa la vida de aquellos que trascienden por su talento. Su vida no difiere mucho a la de otros. Alcohol, olvido, pobreza, amoríos, lesbianismo, el apocalipsis y el resurgir como un Ave Fénix son los tópicos que atraviesan esta biopic documental sobre Chavela Vargas, de las directoras Catherine Gund y Daresha Kyi. Chavela (2017) tiene un hilo conductor que es una entrevista inédita del año 1992, veinte años antes de su muerte, que se va conectando con sus canciones. A través de su propia voz se irá reconstruyendo la vida y obra de una artista única en su género, que se atrevió a vivir como quiso, transgrediendo normas y reglas. Romper esas reglas le costó una carrera que se vino a pique y que mucho tiempo después (casi en simultáneo con la aparición de Almodóvar) vuelve a remontar hasta llegar a convertirse en una de las voces más reconocidas de la música mexicana y mundial. El binomio de realizadoras retrata a la artista y a la mujer con honestidad, sin caer en sensacionalismos ni especulaciones, solo a partir de un material de archivo único que se funde con imágenes y canciones perdidas en el tiempo que hoy vuelven a ver la luz para rendirle el tributo que Chavela Vargas se merece.
“Chavela”, de Catherine Gund y Daresha Kyi Por Marcela Barbaro Me estaba esperando ese ser desconocido que es el arte. Chavela Vargas Tómate esta botella conmigo Y en el último trago nos vamos Quiero ver a que sabe tu olvido Sin poner en mis ojos tus manos… La voz intensa y desgarrada de Chavela Vargas interpreta ese tema una y otra vez, lo corporiza, lo hace propio hasta volverlo un síntoma. Esa es su impronta, vivenciar las letras que parecen escaparse de lo más profundo de su cuerpo, alivianando su dolor. Una intensidad musical, que Pedro Almódovar llevó al cine incluyendo canciones como extensión de sus guiones. Así, muchos de nosotros conocimos su música, el personaje artístico, pero poco sabíamos de esa mujer vestida con un poncho y pantalones, llamada María Isabel. A seis años de su muerte, las directoras estadounidenses Catherine Gund y Daresha Kyi, le rinden homenaje a través de un documental biográfico que ha recorrido numerosos festivales, dando cuenta de la trascendencia de una mujer que significó un ejemplo para muchas. Tomando como hilo conductor una entrevista que Chavela Vargas ofreció en 1991, la película reconstruye su vida intercalando sus canciones, fotos, imágenes de archivo y de diversos reportajes a sus amigos y afectos, a través de los cuales se va armando su trayectoria. Una vida enfrentada a las dificultades por ser una mujer gay en una sociedad tan machista. “Cuando me maquillé y me puse tacones parecía un travesti”, cuenta Chavela riéndose, por eso optó por el poncho y los pantalones. A partir de un formato clásico, el documental prioriza el contenido y dosifica el vasto material que hay sobre ella, con un trabajo de edición efectivo que logra un relato dinámico y atractivo. El énfasis está dado en la historia y en el registro de todas las etapas que atravesó la protagonista para llegar a ser lo que fue. La construcción de esa identidad que se va revelando, muestra todos los matices por lo que transitó, dejándola al descubierto. La niña María Isabel, no era mexicana, había nacido en Costa Rica en 1919. Desde pequeña todos la notaban diferente, ocasionando el rechazo y ocultamiento de su familia. Siendo joven se marchó a México, donde inició su carrera en la década del cuarenta de la mano del compositor José Alfredo Jiménez y se transformó en Chavela. A partir de allí, vivió en la libertad más absoluta e intensa que la llevó a relacionarse con grandes artistas y figuras del espectáculo. Su sensualidad y temperamento conquistó el amor de muchas mujeres, lo que le ocasionó problemas y la censura de su carrera por doce años. Debía reinventarse, dejar su adicción al alcohol y volver. Los años noventa la llevaban a España donde vuelve a ser ella misma y alcanza el éxito a nivel internacional de la mano de Almódovar, entre otros. Recién, en la última etapa de su carrera artística, logra ser reconocida definitivamente en México, su país por adopción. “Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ese es el precio que tienes que pagar: la soledad.” Chavela, una vida que merecía ser contada. CHAVELA Chavela. Esstados Unidos, 2017. Dirección: Catherine Gund y Daresha Kyi. Edición: Carla Gutiérrez /Música: Gil Talmi /Fotografía: Natalia Cuevas, Catherine Gund, Paula Gutiérrez Orio. Intérpretes: Chavela Vargas, Pedro Almodóvar, Elena Benarroch, Miguel Bosé,Jose Alfredo Jimenez Jr., Alicia Elena Pérez Duarte, Liliana Felipe, Martirio,Patria Jiménez Flores, Laura García-Lorca, Mariana Gyalui, Eugenia León,Tania Libertad, Diana Ortega, Tlany Ortega, Jesusa Rodríguez, Marcela Rodríguez. Duración: 90 minutos.
Dirigido y escrito a cuatro manos por Catherine Gund y Daresha Kyi, se estrena este documental que retrata vida y obra de la cantante Chavela Vargas. No importa de dónde se viene, sino a dónde se va, dice en el comienzo de este documental la propia Chavela Vargas. Mejor interesarse por el futuro que por el pasado. No obstante, la idea de este documental es abarcar todo lo posible sobre Chavela, así que se irá al pasado para de allí partir hacia sus momentos de gloria, de caída y nuevamente de gloria hasta su final en el 2012. Chavela, que nació en Costa Rica pero se mudó a México donde se enamoró de ese país y desarrolló allí su carrera, brinda su voz por medio de una entrevista realizada a principio de los ’90 y, sobre todo, a través de sus canciones, que se van colando a lo largo de las secuencias y entrevistas del documental. Chavela le brinda entidad a su protagonista mostrándola desde varios aspectos: como mujer transgresora, como cantante, como una seductora incansable y, también, con sus problemas con el alcohol. Amigos y cercanos, artistas y no, ceden sus testimonios para contar cómo fue cada una de esas relaciones. También hay mención a otros personajes ilustres, como Frida Kahlo o el supuesto amorío fugaz con Ava Gardner. Realidad y mito se entremezclan constantemente. Una Chavela orgullosa de ser mujer que, sin embargo, llevaba una vida que mucho consideraban era de hombres, vistiendo pantalones y llevando adelante muchas relaciones casuales. A la larga, Chavela fue una mujer que más allá de su personalidad fuerte e innegable carisma sufrió mucho y la soledad y el alcohol fueron dos de sus grandes amores. Y por lo tanto, como todo gran amor, trágicos. Llevándola a alejarse durante largo tiempo de los escenarios, época en la que muchas personas la daban por muerta. Hasta que renace como el Ave Fénix y disfruta de la gloria de los últimos años. Así, esta alma herida con sus canciones que funcionan como una especie de bello canto desesperado consigue erguirse como leyenda, con una vida difícil pero que lo tuvo todo. “Mi nombre es Chavela Vargas, que no se les olvide” y cómo hacerlo con aquella presencia arrolladora.
Aquí se retrata la interesante trayectoria de la cantante mexicana de origen costarricense Chavela Vargas (1919-2012). Nos metemos en su infancia que para ella fue muy dolorosa, sus comienzos en el espectáculo en el circuito de cabarets, restaurantes y bares, sus amistades, su música y con un toque de humor. En este film los espectadores disfrutan de la intensa vida de una artista de la talla de Chavela Vargas. Vemos distintos documentos, imágenes, entrevistas, testimonios de archivo y un recorrido por muchas filmaciones de la época. Se realizó un buen trabajo de investigación, este es un gran homenaje, a la artista que fue. Un interesante documental para revivirla y conocerla más en profundidad.
Canta como ninguna “El silencio en mis canciones es un desgarramiento, en una emoción tal que me quedo muda… y es así donde se acentúa más mi soledad” . Esta semana, entre las diversas propuestas que renuevan la cartelera, aparece “CHAVELA”, el documental de Catherine Gund y Daresha Kyi que propone acercarnos acercarnos a la vida de Chavela Vargas, una artista completamente fascinante, tanto dentro como fuera del escenario. Nacida en 1919 en Costa Rica, ya desde su infancia parece tener que sobrellevar un destino signado por la tristeza y el desgarro: tras la separación de sus padres queda al cuidado de sus tíos y, unos y otros, solían esconderla por igual por considerarla “diferente”, por su extraña forma de comportarse. Quizás casi todo el mundo piense que Chavela es mexicana –y no portorriqueña- porque irrumpió tan explosivamente en ese México de los años ´40 y ´50, llamando poderosamente la atención por su vestuario y sus peinados, rompiendo absolutamente el cánon de lo que se consideraba femenino para la época, que quedó abrazada para siempre a esas tierras. Fue la primera mujer en usar pantalones en escena en aquel momento, no solía usar joyas ni vestidos y supo construir de ese modo, un particular estilo que fue sosteniendo a través del tiempo para ser recordada no solamente en Latinoamérica sino también en Europa y Estados Unidos. Su figura absolutamente magnética atrajo por igual, a hombres y mujeres: sintió deslumbramiento, entre otras, por Frida Kahlo y Ava Garner, y no dudó en expresar libremente sus elecciones sexuales y degustar a sus amantes –aun corriendo peligro porque eran las mujeres de renombrados políticos o del dueño de una importante compañía discográfica-. Tuvo una actitud absolutamente transgresora, desplegando frente al micrófono lo que no se le permitiría hacer con total libertad en la calles, convirtiéndose así en una abierta militante homosexual, toda una quimera en sus tiempos de juventud. Las imágenes de archivo, fotos y filmaciones de sus presentaciones, la muestran completamente hermosa con un rostro potente, intenso, bellísimo en el inicio de su carrera. Una vida absolutamente cinematográfica, ideal para trazar una extensa biografía llena de matices, que las directoras saben aprovechar al máximo, tomando como base una entrevista inédita que fue realizada por ellas en el año 1991. Ese será el punto de partida para ir recorriendo las anécdotas, los pensamientos, su modo de vivir, su carrera, sus éxitos, su vida personal: mostrando sus emotivos momentos de gloria pero sin dejar de lado las sombras y la oscuridad que habitaba también dentro de Chavela. Es así como aparece en primer plano su adicción al alcohol, su infierno más temido. Un flagelo que recorre gran parte de su vida. Aparece tímidamente cuando tomaba antes de cada representación por el pánico a afrontar el escenario, hasta llegar a demolerlo todo y hacerse insostenible, en aquellas épocas de pareja artística con el afamado compositor José Alfredo Jiménez –con un rico testimonio de su hijo dentro del documental- en donde solían tomar hasta quedar completamente desmayados y perder el control de sus vidas y de sus carreras. Es también el alcohol y la violencia que genera, lo que la aleja definitivamente de una importante relación amorosa que tuvo con la abogada Alicia Pérez Duarte, quien se erige en una de las voces más importantes del documental, quien la apoda “la Señora”. Luces y sombras de una artista inmensa, “CHAVELA” recorre también la etapa del resurgimiento en su carrera. Alejada del alcohol, hace anclaje en España, aquel momento en que Almodóvar la incorpora como aliada para sus bandas de sonido desde aquel éxito en “La Flor de mi Secreto” donde él mismo plantea que su música es como parte imprescindible del guion. Allí aparecen los testimonios de Miguel Bosé, de Martirio, de Elena Benarroch y fue para Chavela, una nueva época de gloria. El Ave Fénix renace y vuelve para quedarse: canta en los teatros más importantes de las grandes capitales (el Olympia de París entre tantos) y llega a coronar esta etapa con la actuación en el Palacio de las Bellas Artes de México, completamente abarrotado de sus seguidores. Uno podría quedarse mirando hablar a Chavela horas y horas, escuchar los testimonios de quienes estuvieron cerca de ella, de colegas que la admiraron profundamente, de anécdotas de su carrera y de su vida. Uno cae rendido ante sus encantos, ante ese fraseo de cada palabra en sus canciones que la hace particular y única. Y el enfoque de las directoras es tan integral que, a pesar de las convenciones que tiene el género y sobre las que deciden no tomar ningún tipo de riesgo, logran abordarla en toda su complejidad. Parte del éxito de la propuesta es el impecable trabajo de edición de Carla Gutierrez y la elección acertadísima de las canciones que acompañan cada uno de los capítulos en los que parece estar narrada la historia. Imposible no rendirse a la figura de una intérprete brillante, una vida intensamente vivida y la voz inconfundible que Chavela misma había definido como “esa voz herida de la vida, por el final trágico del amor”.
La primera imagen de archivo nos devuelve a 1991. Ante una pregunta de su entrevistadora, Chavela Vargas responde “¡A dónde vas! En estos tiempos, más que saber de dónde vienes es mejor saber a dónde vas”. Luego la veremos dejar el alma cantando “Vuelve Soledad” y posteriormente, en una entrevista a sus 71 años que obrará como eje de ida y vuelta entre el pasado con material de archivo y ese presente con todo el histrionismo de una artista que por su brío, su espíritu de lucha, su combate constante al status quo y al machismo y su talento ha dejado una huella imborrable. “Chavela era decirle NO a toda la coquetería de las cantantes que movían la cabecita para cantar que viva el agua de horchata” Dirá una de las entrevistadas. Y es una de las intenciones claras de Chavela: dejar claro que el suyo era un canto desesperado del alma herida. Los testimonios de la cantante Tania Libertad, la compositora Marcela Rodríguez, y otros tantos, contarán por su lado la historia de la artista, la cantante y actriz de la época de esplendor del cine mexicano, y también de la formación de uno de los tándems musicales más importantes de la historia: la de ella junto a José Alfredo Jiménez y sus rancheras, componiendo para la voz desgarradoramente carnal y verídica de Chavela Vargas, una voz que de haber nacido en Estados Unidos hubiese hecho parecer que Janis Joplin salió de Festilindo. Pero, por otro lado, los testimonios de su abogada, de Pedro Almodóvar y de alguna ex pareja, más los fragmentos de “La soldadura” (1951), sirven como botón de muestra de la presencia y personalidad que la costarricense tenía (una impronta a lo Tita Merello) que sirvió para erigirse como el emblema de otra lucha. La lucha contra la homofobia que en este estreno comienza a despuntarse a partir de los veinte minutos en el segmento que narra el encuentro en los años ’40 con Frida Khalo. He aquí entonces las dos aristas de éste documental pensado y dirigido por Catherine Gund y Daresha Kyi que, como ocurría con Mercedes Sosa: La voz de Latinoamérica (Rodrigo Vila, 2014) no hay un sólo espectador que no salga del cine teniendo un pantallazo general de Chavela Vargas como artista y como la mujer, cuya figura se erige como paradigma de la rebeldía de la mujer en un mundo machista y cruel, así como también de su fuerza y lucha por la igualdad de derechos. “Chavela” ha de ser vista entonces como un producto narrativamente convencional, pero absolutamente esclarecedor y emotivo. La música, huelga decir, es otra gran protagonista, y pese a haber quedado afuera la intensa y breve relación con Joaquin Sabina (quién le dedicó, en la letra de “El boulevard de los sueños rotos, uno de sus mejores textos), vale la pena citarlo: “quién pudiera reír, como llora Chavela
Un completo documental biográfico con entrevistas inéditas con la mítica cantora latinoamericana en el que se recorre su extraordinaria obra y su complicada, problemática y fascinante vida personal. La mítica figura de Chavela Vargas, esa enorme cantora mexicana que alcanzó la popularidad local e internacional recién en las dos últimas dos décadas de su vida, tuvo una vida larga, compleja y llena de idas y vueltas personales y profesionales. En este documental se atraviesan todas ellas, desde su difícil infancia en Costa Rica, donde sufrió el rechazo de su familia por su actitud y personalidad poco convencional y femenina hasta llegar a su consagración internacional en los años ’90 gracias a la ayuda y el cariño de Pedro Almodóvar, pasando por su llegada a México, sus primeros pasos como cantante, su compleja relación con el alcohol, sus años de escenarios, sus incontables romances (incluyendo a Frida Kahlo y Ava Gardner) y los años en los que estuvo tan fuera de todo que la gente creía que había muerto. Pero no. Chavela tuvo varias vidas y la película, que toma como eje una entrevista nunca antes vista que una de las directoras le hizo en 1992, las atraviesa, contadas por ella y por las personas que más y mejor la conocieron. Además del anecdotario copioso están, obviamente, los dos ejes principales de su vida: la canción y la sexualidad, que debió ocultar en México, al menos oficial y públicamente, hasta la última etapa de su vida. Su relación con la canción, si bien queda clara en varias de las historias que se cuentan y en algunas de las performances que se ven, tal vez merecía un poco más de atención. Aunque son varios los que analizan su arte (incluyendo ella misma) resulta un tanto problemático que la propia película dedicada a ella corte sus actuaciones por la mitad o reemplace el sonido de su voz con entrevistas. Más allá de eso –hay discos e incontables videos online de Chavela para verla en vivo–, la película es de una corrección irreprochable. No esconde ningún asunto (desde su alcoholismo hasta su difícil personalidad) pero tampoco intenta con eso bajarla de pedestal alguno. Por el contrario, conocer las contradicciones, sufrimientos y hasta sus agresiones y maltratos a gente que la quiso no hace más que humanizarla, algo que es evidente por la manera cariñosa en la que la recuerdan aún los que tuvieron que sufrirla en sus momentos más complicados. CHAVELA pinta a la cantante –con sus ponchos, sus tequilas, sus tirantes relaciones y su gigantesco talento– tal como uno imagina que era. Una mujer dura, frontal, que se desgarraba emocionalmente en el escenario pero parecía ser muy pragmática en su vida, al menos en lo que respecta a sus historias amorosas “prohibidas” en el México machista de entonces. La película la pinta de cuerpo entero y la honestidad con la que retrata su vida es la que finalmente termina por emocionar casi tanto como sus canciones.
Notable relato de la vida de la increíble intérprete, que gira alrededor de una larga entrevista y se entrelaza -a modo de un policial- con las letras de sus canciones. El resultado tiene el atractivo de pintar a un personaje artístico por su obra tanto como por sus palabras o vivencias. La voz de la Vargas sigue siendo algo único, y mantiene un contrapunto con las imágenes que sumerge al espectador en el universo de la artista.
En consonancia con este hermoso y subversivo período de la historia, en el que el poder de los machos resulta asediado por la fuerza indomable de las mujeres de todas las edades, Chavela, un didáctico retrato sobre Isabel Vargas Lizano, más conocida como Chavela Vargas, resulta una película indispensable para la ilustración de una lucha que siempre ha tenido varios frentes. La extraordinaria cantante nacida en Costa Rica, pero tan mexicana como Sor Juana Inés de la Cruz y Frida Kahlo, conquistó a lo largo de su vida un espacio privilegiado en un género musical dominado por hombres y en una férrea sociedad patriarcal poco proclive al cambio. Puede ser una contienda microscópica, pero no deja de ser épica.