Herederos de Merlín Un enfrentamiento milenario entre sucesores del Mago Merlín que extiende sus poderes hasta el año 2000 en plena ciudad de Nueva York. Esta es la nueva propuesta del sello Disney, de los mismos creadores de La leyenda del tesoro perdido, y que mantiene la línea de títulos como Percy Jackson y el ladrón del rayo. El protagonista, Balthazar Blake (Nicolas Cage) es un maestro de la magia que intenta defender la ciudad de su máximo enemigo, Horvath (Alfred Molina, un buen actor que vimos en El príncipe de Persia y como villano en El hombre araña 2). Para poder lograr su misión, recluta a su protegido, un jovencito universitario (Jay Baruchel), que es un como (y salvando las distancias) un pichón de Harry Potter. Así como los personajes manejan las energías a diestra y siniestra, el film no siempre da en el blanco. Si bien sorprende por su ritmo y por sus efectos visuales de su generosa producción (de Jerry Bruckheimer, ese sí es un mago), el desenlace con una desconcertada Monica Bellucci prometía mucho más. Las luchas cuerpo a cuerpo y las sorpresa reinan en la primera parte del film, en el que se suceden secuencias impactantes (la gárgola y el dragón que cobra vida como por arte de magia en el Barrio Chino), pero pierde fuerza al promediar el relato. Son como perlitas dentro de un gran despliegue de pirotecnia.
Mientras miraba El aprendiz de brujo, hice un retroceso a mis doce años, y me convencí que a esa edad la hubiera pasado bárbaro mirándola. Y ese es el mejor atributo de la película, es un gran entretenimiento para cierta edad de pre adolescentes. Para el resto puede ser una película más, pero hay que destacar que está muy bien hecha, y los efectos especiales están muy bien aplicados. El elenco está bien seleccionado. Nicolas Cage después del mejor trabajo de su carrera en Kick Ass, vuelve a sus papales “espelucados”, pero no es sorpresa eso, y es lo que uno espera de el… Como toda película producida por Jerry Bruckheimer, tiene una calidad de imagen y fotografía maravillosa, como lo puede tener la publicidad de una gaseosa cola. No es la gran película, pero sin lugar a dudas, se estrena en el momento justo, y para cubrir una necesidad de un público mayor de 8 años. Dudo mucho que alguien la pase mal con esta película, y seguramente los chicos saldrán altamente satisfechos.
La historia del aprendiz de brujo es un clásico emblemático de la obra de Walt Disney que trascendió con ese gran segmento de la película Fantasía protagonizado por el Ratón Mickey. El viejo Walt creó esa secuencia inspirado en el poema de Paul Dukas, de fines del siglo 19 y la balada de Goethe de 1797. Nicolas Cage siempre fue fan de esa historia y a él se le ocurrió la idea de hacer una película basada en este relato. Al Rey del Pochoclo, Jerry Bruckheimer que no deja pasar una, le pareció interesante la propuesta y decidió desarrollarla a través de una fórmula con la que tuvo éxito en los últimos años. Me refiero al buen equipo que integraron el director John Turtelaub y Cage, responsables de La Leyenda del Tesoro Perdido. Desde todo punto de vista Bruckheimer ofrece una producción superior a lo que fue El Príncipe de Persia, muy especialmente en lo que se refiere al trabajo con los efectos especiales. El director Turtelaub trabajó con más cautela la animación computada y no llenó la historia de secuencias artificiales que se ven truchas en la pantalla. Acá todas las escenas digitales están muy cuidadas y las batallas entre los magos se ven espectaculares junto con la gárgola que cobra vida. Es interesante que en este film el gran protagonista es un personaje que por lo general siempre obtiene un rol secundario en los filmes de Bruckheimer. Me refiero al nerd que suele aparecer como el amigo del héroe. Jay Baruchel, quien se había destacado en Tropic Thunder, hizo un muy buen trabajo con el rol del aprendiz y tuvo muy buena química con Cage que acá tiene un papel secundario, pero no por eso menos importante. La película capturó muy bien la esencia de lo que solían ser las viejas películas familiares de Disney de los ´80 que combinaban a la perfección la fantasía con la aventura y generaban un buen entretenimiento. Otro caso reciente fue Encantada. Al igual que La leyenda del Tesoro Perdido el director Turtelaub vuelve a demostrar su maestría para sacarle el jugo a las locaciones en la que trabaja. Acá convierte a la ciudad de Nueva York en un personaje más de la historia que no pasa desapercibido y suma bastante en esta propuesta. Por supuesto no falta el esperado homenaje al segmento de Fantasía que está muy bien logrado. La verdad que es una película muy divertida que está bien llevada y cumple claramente con lo que se propone ofrecer, que no es más que pasar un buen momento en el cine con un buen cuento de fantasía. Si se quedan a ver los créditos finales cuando terminan hay una escena extra con un guiñó loco al trabajo de Disney.
Los tres mosqueteros Productor con dinero y amante de la pirotecnia se asocia a director con más oficio que sabiduría, convocan a actor conocido y son felices hasta que la muerte (o el contrato) los separe. Se trata de Jerry Bruckheimer, Jon Turteltaub y Nicolas Cage, quienes construyen en El aprendiz de brujo una (otra) película con mucho ruido y algunas nueces. La tercera participación del trío tiene a Cage como un maestro de la magia que desde hace siglos se enfrenta al malvado de turno (el gran Alfred Molina, cabeceador de cualquier centro si los hay...). El primero debe dar con un recluta dotado de capacidades extraordinarias que motoricen su victoria. La buena noticia es que lo encuentra; la mala es que se corporizó en un chico tímido, enamorado de su compañera de primaria desde siempre, más apresto a la lucha intelectual que al contacto físico. De buenas a primeras, pasa del laboratorio a ser parte seminal de una lucha milenaria. Quienes hayan visto el díptico La leyenda del tesoro perdido, sabrán que los muchachos no se caracterizan por la sutileza ni la ambigüedad. El film es (debe serlo) unívoco, moralmente incuestionable, sin doble lectura posible: Turteltaub subraya la sobreactuación de Cage mientras Bruckheimer mete dedos en la calculadora. Bueno, El aprendiz de brujo es lo mismo. La principal dificultad para un análisis radica en la vacuidad. El film aspira a ser invisible, a desaparecer tras el velo de ruido y efectos especiales que pergeñan los mandamases. Sí, a Jay Baruchel le calza como anillo al dedo el papel de nerd timorato; sí, la película entretiene y transcurre ameno, terso. Pero hay una magnificación exacerbada de lo visual gratuita: la arena, las peleas sin trascendencia narrativas, se adocenan al por mayor y la aventura queda atrás. Toy Story 3, Eclipse, Shrek 4, elementos sintomáticos de la peligrosa enfermedad crónica de la secuela, que este año adelantó en varias semanas el receso escolar. He aquí otra muestra: El aprendiz de brujo...o La Leyenda del Tesoro 3.
Una de magos con poca magia El aprendiz de brujo, una superproducción demasiado artificial y previsible Hace cuatro semanas, Disney estrenó una película construida íntegramente en computadora como Toy Story 3 , capaz de emocionar hasta las lágrimas con sus personajes animados. Hoy, lanza una superproducción con actores de carne y hueso que luce siempre mecánica y artificial, más allá del vértigo, de la espectacularidad y de la adrenalina de sus múltiples escenas de acción elaboradas a fuerza de efectos visuales. La acumulación de set-pieces (secuencias de alto impacto) constituye el sello de las producciones del poderoso Jerry Bruckheimer ( Bad Boys, Piratas del Caribe , Transformers ), que aquí se reúne con el director Jon Turteltaub y el astro Nicolas Cage con la idea de repetir el éxito de otra de sus sagas: La leyenda del tesoro perdido . El guión de Matt Lopez, Doug Miro y Carlo Bernard propone una mixtura de fórmulas ya vistas en decenas de películas: desde la historia del mago Merlín hasta situaciones propias de la franquicia de Harry Potter, pasando por el esquema de mentor-discípulo, los clisés de las comedias románticas juveniles y, claro, la combinación entre elementos antiguos y contemporáneos ya elaborada por este mismo equipo en la apuntada La leyenda del tesoro perdido . Cage interpreta ahora a Balthazar, uno de los tres herederos de Merlín, que debe enfrentar a los malvados (caricaturescos) hechiceros Maxim Horvath (Alfred Molina) y Morgana (Alice Krige), salvar a su amada Veronica (Monica Bellucci) y encontrar al aprendiz del título -denominado El Supremo Merliniano-, que no es otro que un típico antihéroe veinteañero de la Nueva York actual (Jay Baruchel), que parece más interesado en conquistar a la rubia Becky Barnes (Teresa Palmer) que en convertirse en el salvador del mundo. El film nunca alcanza la intensidad buscada (toda una paradoja en una producción que bombardea con constantes escenas de acción editadas con un ritmo trepidante y un sonido invasivo) y, como el espectador queda imposibilitado de comprometerse y mucho menos de identificarse con las vivencias de los personajes, todo parece armado como si se tratara de una sucesión casi sin pausas de secuencias a puro vértigo, de un largo trailer de 108 minutos. Tómelo o déjelo.
Disney reloaded Hace algunos jueves, estas mismas páginas tuvieron oportunidad de abordar el estreno de Príncipe de Persia, último trabajo en colaboración entre el productor Jerry Bruckheimer y el pulpo Disney en pos de conseguir los favores de la caja registradora. Eso hasta hoy. Jerry y Disney volvieron a unir fuerzas por segunda vez en el año, para intentar el asalto de la taquilla desde todos los flancos posibles. Y, como ya demostraron con el príncipe del desierto, sin necesidad de invertir demasiado en ingenio. El nuevo proyecto lleva por nombre Aprendiz de brujo, una película cuya genética es propia de los días que corren. Así como Príncipe de Persia era la adaptación de un clásico de los fichines (también llamados videojuegos por los neófitos), la dupla “creativa” vuelve a demostrar que siempre se puede volver a exprimir una vieja idea y que en tiempos de productos light, ricos en color pero faltos de sustancia, sobra con un par de gotas para preparar un jugo. Los muchachos decidieron que para construir un blockbuster alcanzaba con tomar no más que el título de aquel recordado fragmento de la formidable Fantasía (1941; clásico de Disney, de cuando Walt todavía no se había comprado el Invierno), en el que nada menos que Mickey encarnaba al aprendiz de marras, trabajo que ahora le toca a Jay Baruchel, cuyo único punto de contacto con el gran ratón del Norte es cierta fisonomía roedora. Esta nueva versión también necesita viajar a la Edad Media para comenzar su historia. Es nada menos que el mago Merlín (otro “guiño” autorreferencial de Disney) quien da origen a todo. Resulta que uno de sus tres alumnos dilectos, Horvath (interpretado por Alfred Molina, quien también formaba parte del elenco de Príncipe de Persia), ha decidido pasarse al bando de la malvada hechicera Fata Morgana –“el Lado Oscuro de la magia”– robando el más temible de los conjuros: el que permite devolver la vida a los muertos. En la lucha por mantener semejante poder en buenas manos, Merlín se batirá con su némesis y pagará con la vida. Será Balthazar (Nicolas Cage), otro de los alumnos de Merlín, quien conseguirá neutralizarlos, confinando a los malvados en unas mamushkas. Pero lo hará a costa de encerrar también a Verónica (la hermosa Monica Bellucci), tercera alumna en discordia, de quien está enamorado. Antes de morir, Merlín le entregará a Balthazar un pequeño dragón de hierro, una herramienta que lo ayudará en la tarea de encontrar al primer merliniano, un niño aún no nacido que será el único capaz de destruir a Morgana. La búsqueda lo traerá a la moderna Nueva York. A Aprendiz de brujo le alcanza con este breve prólogo para dejar claro el tono de aventuras que guiará la trama hasta la actualidad, donde la magia medieval fuera de época será suficiente excusa para desplegar el consabido arsenal de efectos especiales, infaltable en toda producción con ambiciones comerciales (o eso parece). Es justo decir que, sin cerrar del todo, Aprendiz de brujo representa un pasatiempo más eficaz que Príncipe de Persia y que, en comparación, sus toques de humor resultan más frescos cuanto más inesperados, aunque eso sólo ocurra de vez en cuando. Las subtramas románticas no escapan a las convenciones y la escena de las escobas vivientes con que se homenajea al Aprendiz original apenas logra validar la utilización del título. Sin defraudar, Jay Baruchel tampoco acaba de justificar su gran salto de soldado de la troupe Apattow a Chico Disney y así las cosas, lo más destacable termina resultando al fin Nicolas Cage, usualmente castigado (y no sin justicia) por algunas interpretaciones que dejan a la vista su madera de actor (de actor de madera). Lejos de la metáfora leñadora, Cage consigue darle humanidad a su mago y algo de magia a este Aprendiz de brujo. Un mérito que, para él y la película, no es nada menor.
¿Se viene otra saga? Nuevo filme del equipo de “La leyenda del tesoro perdido”. A partir de ahora se podrá acuñar la frase “más viejo que hechicero de brujo”. Nicolas Cage encarna a Balthazar Blake en El aprendiz de brujo , no como el aprendiz, sino como el brujo: hace 1.400 años que este discípulo de Merlín está buscando un joven profetizado que siga su magia y detenga a las fuerzas del Mal que quieren destruir el mundo con un ejército de almas en pena. O algo así. Y encuentra en Nueva York a un estudiante de física, llamado Dave Stutler (Jay Baruchel, con una dicción que lo hace distinguible más que por sus aptitudes histriónicas). Dave es mitad nerd mitad sabio, como corresponde al clisé, y será el proceso de aprendizaje el que depare los momentos, si no mágicos, más risueños del filme producido por Jerry Bruckheimer y dirigido por Jon Turteltaub. Sí, ambos, más Cage, son el trío detrás de La leyenda del tesoro perdido . ¿Se viene otra saga? Basándose vagamente en el episodio en el que Mickey se las veía feas en Fantasía –que inclusive es homenajeado en una escena en la que Dave ve inundarse su estudio y es salvado por Balthazar-, el relato recorre todos los caminos que el manual del buen filme de aventuras indica que se deben seguir: hay un malvado perverso (personificado por Alfred Molina, igual que en El Hombre Araña 2 ), un hechicero antiguo que tiene en el presente también a un aprendiz –Tobby Kebbell, de El príncipe de Persia y la reciente Chéri , suerte de David Copperfield punk-, intereses románticos –Monica Bellucci, el de Cage; Teresa Palmer, el de Baruchel- y mucho, pero muchos efectos especiales para que los mundos paralelos en los que transcurre la historia parezcan más reales. Típica película del nuevo Disney, que incluye aventuras, acción, violencia y humor, El aprendiz de brujo necesitaba más magia y menos barullo, pero nadie puede negarle a Turteltaub destreza a la hora de amalgamar los ingredientes. Para los fanáticos: después de los créditos finales hay una toma, que no agrega mucho, pero que es un clásico en los filmes de Bruckheimer, y si El aprendiz de brujo llega a funcionar con el público, da pie a la consabida secuela.
Juego de magos ¿Cómo hacer diferente una historia demasiado parecida a muchas, muchísimas películas previas? En principio: asegurarse de que Alfred Molina haga de malo. Luego, orientar la antena de las palabras clave para el lado más nerdie de la ciencia, cuidar al máximo la apuesta por los efectos especiales y dejarle al encargado de los chistes una moderada libertad para decorar el guión. El resultado puede ser encantador e impactante, lo que parece ser el objetivo de Disney y Jerry Buckheimer en El aprendiz de brujo. Merlin tiene tres aprendices, Balthazar (Nicolas Cage), Veronica (Mónica Belluci) y Horvath (Alfred Molina), y una feroz enemiga, Morgana. Tras una traición de Horvath, la mala mata a Merlín y se apodera de un hechizo para resucitar a los magos muertos y destruir el mundo. Para detenerla, Verónica absorbe el alma de Morgana, cosa que Balthazar pueda encerrarlas a ambas en una muñeca rusa, una prisión que éste deberá custodiar hasta encontrar al “supremo merliniano”. 1400 años después empieza la película, en Nueva York, donde vive Dave (Jay Baruchel), amante de la física perdidamente enamorado de Becky (Teresa Palmer, hermosísima), quien será educado por Balthazar para salvar el mundo. Una vertiginosa introducción deja en claro que nos enfrentamos a una historia cuya naturaleza excluye cualquier exigencia de verosimilitud. Vamos a jugar a otra cosa, y en ese juego un tanto emotivo (por su homenaje al clásico animado Fantasía) y un tanto exagerado, la consigna principal es dejarse involucrar en una aventura extraordinaria. La película propone varias puertas para entrar: una épica de magos, una historia de amor del tipo “chico feo–chica sumamente linda”, otra historia de amor del club de los sacrificios, y un pequeño intento de enlazar la magia con la física, con guiños ñoños de sugestivo protagonismo. Como en casi todas las películas de iniciación, el aprendizaje excede al domino del don: Dave tiene que formarse simultáneamente en las alquimias de la magia y del amor. Un atinado humorismo desdramatiza esta situación, y el filme –más atrevido en acción y seducción que la saga de Harry Potter– opera la magia de encantar al público. No exige más que una complicidad de juego, y a cambio ofrece una historia tan atractiva como un amor de infancia.
Todo Comenzó con un Ratón El primer hechicero del siglo XX se llamó Walt Disney. Algunos creen que fue el creador de los dibujos animados, pero eso no es verdad. Lo cierto es que bajo el ala de este hombre contradictorio, polémico, imaginativo se crearon obras maravillosas de la historia del cine, que nos hipnotizaron por su magia… y aún la sangre de Disney brota en el cuerpo de Pixar, quienes elevaron con identidad propia el estudio más importante de la historia del cine estadounidense. No vamos a ponernos meticulosos con la historia la compañía, pero vamos a recordar, uno de sus trabajos aún más bellos, armoniosos, arriesgados, personales de la historia, y lo admito, mi favorito. Fantasía (1940) son múltiples cortometrajes que combinan música clásica, ópera, ballet con animación, ordenada con motivos cronológicos, desde los albores de la humanidad (como 2001, Odisea del Espacio) atravesando momentos cumbres de la historia hasta los tiempos aledaños. En el año 1999, se estrenó una secuela, que no tuvo ni la repercusión ni el éxito deseado. Fantasía 2000 nos traía jazz, blues y otros temas. Pero de la obra original, es recordado especialmente un cortometraje llamado: El Aprendiz de Brujo dirigido por James Algar. El mismo se inspira en el tema musical que lleva el mismo nombre del corto compuesto por el francés Paul Dukas, que a la vez se basa en una balada escrita por Goethe (Fausto). Pueden verlo acá. Pasemos la Escoba Como en Disney nada se tira o se olvida, sino que se recicla… Y una atracción con juegos mecánicos en el Parque de Diversiones de Disney acerca de piratas, se transforma en una saga de aventuras, ¿como no podía existir el largometraje acerca El Aprendiz de Brujo? La idea cayó encima de Jerry Bruckheimer, al que la asociación con los estudios del viejo Walt le dieron frutos con la saga de Piratas del Caribe y La Leyenda del Tesoro Perdido. En el 2010, el ex socio de Don Simpson apostó Doble o Nada… y me parece que le salió… Nada. Hace 2 meses estrenó la versión cinematográfica del video juego Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo. Los resultados fueron bastante desagradables. Más allá de la artificialidad del relato, la película fue un fracaso comercial, y cuando los números no cierra habría que evaluar si vale la pena seguir por la misma senda. Un director con un pasado interesante como Mike Newell no fue suficiente para reflotar una película con apenas un par de efectos especiales y escenas aventureras. Para El Aprendiz… confió en el director de La Leyenda del Tesoro… para tomar las riendas del barco, y lamentablemente, en el mismo equipo de guionistas (e inclusive uno de los protagonistas) de Príncipe de Persia. Siempre se me ataca por ser un tipo frío, insensible ante los productos más manufacturados de e industriales de Hollywood, pero debo admitir, que en épocas remotas, fui seguidor del cine de Jon Turteltaub. No voy a decir que fanático, o que sus películas me encantaban, pero admito que a este comodín de Disney lo vengo siguiendo hace tiempo. Como dije, Turteltaub está casado con la empresa Buena Vista desde los comienzos de su carrera, a principios de los años ´90 cuando realizó la subvalorada y bastante divertida/entretenida: Jamaica Bajo Cero (1993), una de las últimas apariciones del gran John Candy, aunque debo admitir que también vi su segunda película personal: 3 Ninjas (1992). Estoy seguro que más de uno la habrá visto. Un clásico de artes marciales con chicos y el finado Victor Wong. Posteriormente, pero sin dejar la compañía agarró trabajos más “adultos”, cuestionables desde puntos de vista cinematográficos, pero que tenían buenas intenciones, moralina mediante, y trataban de relajar al espectador con humor sano, algo de romance y una cuota bastante más amplia de drama. El trío: Mientras Dormías (con Bullock), Fenómeno (Travolta) e Instinto (Hopkins). Son películas que dan un poco de vergüenza ajena, es cierto, pero que todos vimos e incluso nos emocionamos. Sin embargo ante pobres resultados en la taquilla, Turteltaub decidió volver a trabajar con chicos y nos trajó la lamentable Mi Encuentro Conmigo (¡que traducción!) con Bruce Willis. En esta oportunidad se combinaba fantasía, comedia y drama melancólico. A pesar de las pésimas críticas, esto sirvió para que el director vuelva a estar en la lista de favoritos del estudio. Se asocia con Bruckheimer y Nicolas Cage. Entre los tres sacan las dos entregas de los Tesoros Perdidos, y si alguna vez hubo algún atisbo de identidad cinematográfica, aun cursi, en Turteltaub, esta ahora había desaparecido: películas de aventuras light, (mal) imitada de Indiana Jones, con cuota de patético patriotismo. En El Aprendiz… la cosa empeora. Todo comienza con una secuencia alrededor del 1300. El mago Merlín (que originales para poner nombres), se enfrenta por última vez, a su archienemiga Morgana. Merlín tiene tres aprendices. Verónica (Bellucci), por tratar de destruir a Morgana queda encerrada junto con ella dentro de una muñeca rusa. Horvath (Molina) se pasó de bando y también queda encerrado en una capa superior. El único que sobrevive del enfrentamiento es Balthazar (Cage con otra ridícula peluca y sin camello). Merlín, antes de morir, le pide que busque a un mago que será su único sucesor. Durante siglos, Balthazar, viaje a lo Richard Alpert, poniendo a prueba a chicos hasta que consigue al adecuado en… Nueva York. Por supuesto, se trata de Dave (Baruchel), un nerd, perdedor con las mujeres, al que solo le interesa sacar adelante su proyecto de física. Horvath saldrá de su “muñeca” y tratará de revivir a Morgana, así ella puede esclavizar a la humanidad. Baltazhar debe entrenar a Dave y ponerle al tanto de sus superpoderes, mientras este trata de conquistar a su “amor” de la infancia, Becky (revelación Palmer, alias la doble de Naomi Watts). El guión del quinteto de escritores no logra crear un relato que no se escape de lo convencional: o sea, personajes estereotipados, chatos, previsibles, unilaterales, una historia previsible, una estructura dramática compuesta por persecuciones, idas y vueltas que ayudan a extender el metraje injustificadamente, secuencias de acción, efectos especiales, dragones, autos fantásticos, etc. Todo es creatividad… superficial. En el fondo hay poco para rescatar. Todas frases hechas, diálogos poco creíbles y pretenciosos, romance aburrido. Si bien entretiene y posee un par de diálogos divertidos y efectivos (con relación a Star Wars, Indiana Jones o los magos pop del momento) es poco lo rescatable de esta película que se vuelve monótona, de lo manufacturada que termina siendo. A diferencia de Newell, al menos Turteltaub le dio un poco más de lugar a la actuación y un poco menos a los efectos, pero aún así ni Cage ni Molina, logran permeabilizar sus personajes. Quedan estancados, rígidos en ellos. En cambio, el elenco más joven parece más suelto. Baruchel es un humorista consumado. Hace el personaje de “loser” de taquito. Pero se empieza a encasillar en el rol. Al igual que Michael Cera o Seth Rogen, que provienen de la misma generación, es hora de que empiecen a elegir diferente sus personajes, porque van a terminar aburriendo (es triste pero Rogen no sale del personaje de amigo fiestero ni siquiera en El Avispón Verde) Baruchel, por su gracia natural, se destaca sobre Cage, que pasa a un segundo plano, por culpa de sus gestos demasiado conocidos a esta altura. Lo mismo pasa en el duelo entre Molina y Toby Kebbell (que también trabajó en Persia, pero se destacó en RockandRolla). A pesar de tener corta participación, sus aportes humorísticos son más atractivos que los tics del actor de Frida. Por último se rebela Palmer, como la chica de turno. Esta hermosa rubia, hace verosímil la interpretación que muchas otras hubiesen sobreactuado. Pero la obra en sí decepciona. Todo funciona correctamente. No hay sorpresas (ni siquiera en el final post títulos con mensaje de secuela y homenaje a Mickey incluido). La mejor escena, irónicamente es la más aislada del argumento y montada más forzosamente en la película: una seudoreproducción en música e imágenes de El Aprendiz de Brujo original con escobas, trapos, hachas, esponjas, espuma y agua por todas partes. Sin embargo, injustificada inserción no levanta el nivel del film. Un guión endeble, personajes e intérpretes mediocres no sacan adelante una película de estas magnitudes y presupuesto. Turteltaub confirma, lamentablemente, que es solo un aprendiz de Disney, un discípulo de Bruckheimer y Cage que acata las órdenes sin manifestar oposición. Por amor a la fantasía, pasémosle el trapo a este Aprendiz de Brujo, y sigamos viendo a Mickey haciendo travesuras.
VideoComentario (ver link).
Hechicería para principiantes Los últimos productos del tándem Walt Disney Pictures/ Jerry Bruckheimer Films habían resultado bastante pasables considerando el trágico historial de los involucrados, tanto compartido como en soledad: El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo (Prince of Persia: The Sands of Time, 2010) fue una aventura sumamente amable de espíritu retro y Fuerza G (G-Force, 2009) representó una ridiculez de tal magnitud que terminaba cayendo simpática. Guste o no, la racha se corta en este momento con la rutinaria El Aprendiz de Brujo (The Sorcerer''s Apprentice, 2010), otra típica amalgama pop sin corazón ni cordura. Aparentemente el plan original de Nicolas Cage pasaba por aggiornar el famoso episodio del mismo título de Fantasía (Fantasia, 1940) para adaptarlo en un largometraje. Con este fin los muchachos de Hollywood contrataron a un pelotón de guionistas y al paparulo de Jon Turteltaub, quien ha demostrado poco y nada en una carrera que supera los veinte años: si Mientras Dormías (While You Were Sleeping, 1995), Fenómeno (Phenomenon, 1996) e Instinto (Instinct, 1999) ya lo pintaban como un experto en la ciencia de los pasos en falso, mejor no extenderse demasiado en su fatídica reconversión hacia el cine de aventuras ATP. En esta oportunidad el director de La Leyenda del Tesoro Perdido (National Treasure, 2004) y La Leyenda del Tesoro Perdido: El Libro de los Secretos (National Treasure: Book of Secrets, 2007) repite la consabida fórmula mainstream que incluye una trama previsible, apuntes cómicos de poco vuelo y un enorme aluvión de CGI, verdaderos garantes de la fastuosidad del espectáculo. Que nadie se sorprenda si llegamos a idénticas conclusiones: para los adolescentes posee una concepción muy aniñada y a los adultos desprevenidos en un primer instante les hará recordar su infancia, luego se volverá cada vez más insufrible. Más allá de las referencias cinéfilas con las que está condimentado el relato y la presencia de alguna que otra escena mínimamente hilarante, la pobreza de ideas y el cúmulo de clichés empantanan la narración y llegando el desenlace la dejan en estado terminal. A pesar de ello vale aclarar que una película de estas características no puede ser del todo mala si tiene al chiflado de Nicolas Cage enseñando hechicería, a Alfred Molina como un villano obsesivo y a la hermosísima Monica Bellucci atrapada en una mamushka junto a una bruja que pretende destruir al mundo. Pero en realidad ni la magia nos salva del tedio…
¿Qué es lo que uno espera cuando va a ver una película con magos de Disney?, enemigos atractivos, temerosos y diabólicos, humor y, por sobre todas las cosas, magia, hechizos que confundan a los protagonistas y maravillen al espectador. Lamentablemente esta cinta, aunque tiene sus aciertos, falla en este aspecto, es un film de brujos con poca magia.
Al mago se le notan los trucos En sus títulos de cierre, esta película declara de sí misma estar inspirada (“suggested” es la palabra que emplea, es decir “sugerida”) por el segmento homónimo de Fantasía, superclásico de Disney, que a su vez produce esta re-visita. Aquel segmento estaba protagonizado por el ratón Mickey e inspirado a su vez por un relato de Goethe, y funciona aquí más bien como una cita, reducida a una sola escena en la que se encuentra toda la anécdota e insertada dentro de una historia más amplia. Pero si el fragmento del film de 1940 no es aquí más que un guiño que de reconocerse no va a cambiar la visión de la película, el verdadero referente – no declarado ni sugerido, pero bien identificado como blanco- es la saga de Harry Potter, ya cerrada en los libros y de próximo final en el cine. Un futuro lugar vacante al que se lanzaron también otros pretendientes como Percy Jackson y el ladrón del rayo o El aprendiz de vampiro (que aquí fue directo a dvd,) funcionando como Sagrado Grial o Santa Franquicia a alcanzar. El rey aún no ha muerto (aunque su muerte esté anunciada) y ya se están disputando su herencia. Sin embargo, hasta ahora, ninguno estuvo a la altura de ocupar el trono, y tampoco a esta El aprendiz de brujo le dio la cabeza para probarse la corona. El tándem Tureltaub-Bruckheimer-Cage vuelve a seguir el Manual del Alumno Disney que ya había aplicado en La leyenda del tesoro perdido, para rodear la anécdota del fragmento citado de una historia a la que la palabra nueva le cabe apenas: Un (post) adolescente perdedor, de involuntario (y al principio no deseado) destino mesiánico, dotado de poderes mágicos y acompañado por un maestro que lo guía lo reta y lo protege hasta que alcance su verdadero potencial. El film se sostiene por momentos gracias a algunos personajes secundarios y algunos gags que son efectivos pero que están alternados entre un montón de escenas ñoñas de romanticismo naive (el target son niños y preadolescentes) y un montos de diálogos y sentencias sentimentales y solemnes enmarcados en una historia previsible. Al principio hay una secuencia, a la manera de prólogo, que relata los sucesos previos para llegar al estado de situación actual, que se remontan a la lucha de Merlín y Morgana, a sus discípulos y rivales, y a las consecuencias de ese enfrentamiento a lo largo de los siglos. Contada a un ritmo apresurado y atolondrado, que quiere meter demasiada información en poco espacio, sugiere la pregunta de si no estaremos viendo el resumen de una película que no existe dentro de la secuela que vendría a ser El aprendiz… y que (lo intuimos al final) de haberse filmado podría haber sido más interesante que la que acabamos de ver. Imposible saberlo, porque de eso tenemos poco. Lo que sí tenemos es la aplicación de la pura formula donde se puede reconocer la marca Disney, así como se puede reconocer cada elemento, cada cliché y cada truco. Algo que para un mago es fatal…
El pochoclero productor hollywoodense Jerry Bruckheimer se vuelve a asociar con Disney, un vínculo que ya tiene en su haber sagas como La leyenda del tesoro perdido y Piratas del Caribe y que probablemente aspire con El aprendiz de brujo a generar alguna secuela. En el caso de la serie también protagonizada por Nicolas Cage, el primer film fue atrayente, no así el segundo; y si hablamos de los taquilleros piratas, la película original fue inconsistente, sin embargo el asunto mejoró con las continuaciones. Este arranque aparece aceptable, y seguramente la concurrencia infantil y adolescente se va a encontrar con alternativas aptas para el entetenimiento; mientras que el resto del público padecerá un producto armado y esquemático, que cae en situaciones ya transitadas en muchos films. Si bien se quiso recrear un fragmento inolvidable del clásico Fantasía protagonizado por Mickey, incluyendo una escena que lo homenajea, el consabido asunto de la magia, explotado al máximo en la franquicia Harry Potter y otros films juveniles que surgieron a su sombra; ya agota. También la lucha urbana sobrenatural entre magos archirivales recuerda a la reciente Percy Jackson y el Ladrón del Rayo, y la enseñanza del brujo a su discípulo, a La máscara del Zorro. Dentro de la parafernalia de efectos, se puede encontrar a un Cage bien lookeado y los toques de comedia de Jay Baruchel.
Vacua aventura de los sucesores de Merlín. Un enfrentamiento milenario entre sucesores del Mago Merlín que extiende sus poderes hasta el siglo XXI en plena Nueva York. Esta es la nueva propuesta del sello Disney, de los mismos creadores de “La leyenda del tesoro perdido”. Cage es un maestro de la magia _obviamente, sobreactuado_ en Manhattan que intenta defender a su ciudad del malvado Maxim Horvath (el gran Alfred Molina). Para poder lograr el objetivo, recluta a su protegido, un jovencito universitario (Jay Baruchel), una especie de Harry Potter, al menos en el intento en parecérsele. Las impactantes luchas cuerpo a cuerpo invaden la primera parte del filme, en medio de la pirotecnia cinematográfica. Efectos especiales, mucha acción y una narración sin dobles lecturas a pesar de ser como un círculo que nunca termina de cerrar, redondean una película tan entretenida como vacua.
Hollywood en castellano Seguimos “disfrutando” de los filmes familiares hollywoodenses en el idioma equivocado Jerry Bruckheimer, exitoso productor de Enemigo público y Pearl Harbor entre otros filmes, prácticamente una marca registrada en el cine mundial, fracasa por segunda vez en la taquilla norteamericana, en el mismo año. Le pasó primero con El príncipe de Persia-las arenas del tiempo, y ahora con El aprendiz de brujo. Ambas tenían como objetivo iniciar franquicias, es decir, ser las primeras entregas de varios filmes más, pero les va a ser muy difícil conseguir los avales para eso. En los dos casos también se buscaban repetir modelos que habían sido exitosos antes: el primero poseía una construcción que ambicionaba emular a la saga de Piratas del Caribe, mientras que el segundo repetía estrella y director de La leyenda del tesoro perdido. Sin embargo, antes que recreación del mismo espíritu, sólo hubo una repentización de mecanismos similares, sin un enfoque propio, sin una búsqueda particular para el género de aventuras. En el caso de El aprendiz de brujo, basada en el corto incluido dentro de Fantasía, da la impresión de que se creyó que bastaba con volver a juntar a Jon Turteltaub con Nicolas Cage. El problema pasa porque tanto el realizador como el actor se han caracterizado por ser siempre figuras que necesitan un relato fuerte que los respalde y contenga. Si no, Turteltaub no posee talento para la puesta en escena ni Cage carisma suficiente como para remontar potenciales deficiencias. Y en verdad, ninguno de los guionistas involucrados en este filme tiene la idoneidad y la aptitud de Ted Elliot o Terry Rossio, quienes estaban detrás de la historia de National treasure. De ahí que nos encontremos con una trama que arranca contando todo muy pero muy demasiado rápido, como si la estuviera apurando no se sabe quién; que luego va presentando algunos personajes más o menos sugestivos, y otros bastante irrelevantes; que combina algunos conceptos e ideas interesantes con otros que son puro relleno; que no ofende a nadie pero tampoco aporta algo realmente estimulante, que prenda en el espectador. En el medio tenemos a un Jay Baruchel (una de las revelaciones en Ligeramente embarazada y Una guerra de película) que como aprendiz que va descubriendo sus poderes y real protagonista de la película se las arregla para llevar cualquier diálogo a buen puerto y hasta ser un héroe creíble; una chica llamada Teresa Palmer que se dedica a ser muy linda y no mucho más; un Cage contenido que por suerte deja de lado las monigotadas; a Monica Bellucci y Alfred Molina haciendo sus papeles de taquito; a un director filmando todo como corresponde, entregando buenas secuencias de acción, manejando los efectos especiales de forma óptima, pero sin apartarse jamás del libreto. Porque eso es en su conjunto El aprendiz de brujo: un filme que jamás se aparta del libreto, que entrega lo que prometió, que nos lleva por el camino de construcción del héroe según las pautas preestablecidas, sin defraudar nunca. Eso sí: se muestra incapaz de elevarse por encima de la media y no sorprende en lo más mínimo. Es tan mecánicamente correcto que a uno hasta le dan ganas de ver alguna falla ostensible o de percibir cuestiones enojosas. La que tampoco se apartó del libreto fue la distribuidora Disney, que una vez más lanzó una gran cantidad de copias, de las cuales la inmensa mayoría son dobladas al castellano. Si uno quiere verla en el idioma original con subtítulos, más le vale que tenga horarios nocturnos y que le queden determinados –y selectos- cines cerca, porque si no está frito. De hecho, en Mar del Plata sólo puede verse la película en castellano. Pero no sólo hay que agradecerle a la Disney: las autoridades gubernamentales son asimismo responsables por no establecer normas y controles igualitarios para que el espectador tenga derechos y posibilidades adecuadas de elección a la hora de disfrutar un filme. Si seguimos así, vamos a terminar como México, cuyas autoridades llegaron a la estupidez de otorgarle al doblaje una justificación nacionalista, como si al ver pelis en castellano a uno se le elevara el amor por su patria. Gente, a un país hay que amarlo por las razones correctas.
Cuando uno se entera de qué va El aprendiz de brujo supone que se trata de otra película promedio de aventuras aggiornada a la moda del cine adolescente americano: apenas la historia de otro mago/héroe/guerrero teen medio acomplejado y con problemas comunes que recibe de golpe y porrazo la misión de salvar al mundo. Pero no: El aprendiz de brujo ni siquiera exhibe la prolijidad visual o el pulso más o menos firme para contar de las Harry Potter o Percy Jackson y el ladrón del rayo. La estrategia del director Jon Turteltaub parece ser no creerse nunca la historia: Nicolas Cage (y le volvieron a poner la peluca) es una mezcla imposible de misterio impostado y cancherismo de la peor calaña; Jay Baruchel aparece directamente como un tarado que no sabe hablar ni moverse y es un intento tristísimo de parodia del personaje del nerd tímido; Alfred Molina es el único que está bien, cumple como siempre, arrastrando las palabras y sacando panza. Para colmo, los actores, salvo por la dupla Cage y Baruchel, casi no interactúan entre sí: cada uno tiene sus planos y dice sus diálogos como en un unipersonal, sin responder al interlocutor (el montaje quiere disimular eso pegoteando las imágenes pero la desconexión se nota todo el tiempo). Encima, a Turteltaub se lo ve siempre forzando el guiño gratuito a otras películas, como queriendo hacerse amigo del público rápidamente y sin demasiado trabajo. El resultado se siente a los pocos minutos: El aprendiz de brujo no convence, porque incluso cuando se empeña en conquistarnos con toda la batería de efectos especiales (algunos son muy bonitos, hay que decirlo) se ve que la película no se toma en serio a sí misma, y cuando se decide a hacerlo, Turteltaub no sabe más que ponerse grandilocuente y echar mano a los diálogos más acartonados posibles (los mismos de los que la película se ríe el resto del tiempo). Al final, lo único que realmente justifica la visión de la película es la lindísima Teresa Palmer. Palmer hace de Becky, la chica de la que está enamorado Dave (Baruchel) desde hace diez años. Incluso conociendo de antemano lo que va a pasar entre ellos, uno se pregunta qué volteretas va a tener que pegar el guión para que Becky termine enamorándose del paparulo de Dave. El cambio por el que atraviesa Becky con Dave (de mirarlo con asco a interesarse en él) es uno de los pocos puntos fuertes de la película, y la cara y los ojos de ella son mucho más disfrutables que todos los efectos digitales, las frasesitas de Cage o los tics de Baruchel juntos.
La animación y los efectos especiales son de primera línea, donde consiguen que todo parezca real, y las batallas entre magos son de lo mejor. Realmente es un producto que se puede seguir explotando...
Cada vez que veo a Nicolas Cage en pantalla, me acuerdo del personaje de Robert Downey Jr en Una Guerra de Película (2008), en donde hacía de un actor necio y cargado de ínfulas que creía que podía interpretar cualquier tipo de papel... incluso el de un afroamericano (!). Para mí Cage siempre será el tarado que se creía vampiro en El Beso del Vampiro (1988) - el que debe ser uno de sus papeles más cómicos -. Vale decir, el tipo era bueno para lo comedia y zafaba para el drama, pero con el bendito regalo del Oscar de Leaving Las Vegas (1995), comenzó a creerse que le daba el físico para ser héroe de acción. Como en Hollywood lo usual es que la locura sea compartida (si ganó el Oscar, puede interpretar cualquier cosa), hay un numeroso grupo de productores que también se convencieron de ello (wtf!?) y le dieron su oportunidad. Lo cierto es que Cage ha tenido un olfato bastante bueno para elegir proyectos (cuando no lo apuran sus necesidades monetarias, debido a sus problemas con el fisco) y acierta en 2 de 3, generando películas taquilleras. Esto confirma el segundo axioma hollywoodense (si es taquillero, está en lo correcto), un descerebrado principio que indica que la efectividad en las recaudaciones le da la razón a los tipos más burros, torpes y carentes de talento que hayan circulado por la meca del cine - desde Joel Schumacher hasta Pauly Shore y Tim Story -, y los mantiene en actividad por un tiempo superior a lo saludable. Ciertamente Nicolas Cage no ha hecho un despropósito de su carrera como Cuba Gooding Jr (que ahora da lástima), pero se ha embarcado en proyectos bizarros y/o heroicos para los cuales no le dá el physique du rol - peliculas de pasables para abajo, en donde lo que más desentona es el casting de Cage -. Repasemos: Con Air (1997, y su primer atentado al buen gusto), Contacara (1997), Gone in 60 Seconds (2000), sus anteriores colaboraciones con il ladri Jon Turteltaub - Tesoro Nacional y secuela -, y la peor de todas que ha sido El Motorista Fantasma (2007). Todo esto, sin mencionar que en un momento fue un muy serio candidato a ponerse la capa roja en el papel del título del reboot de Superman cuando Tim Burton manejaba el proyecto (tsunami de wtf!). Aun con todo ello, uno no termina de odiar a Cage, simplemente porque el tipo tiene cierta simpatía. Lo que uno cuestiona es su elección de roles de héroe, para los cuales no le da la cara ni el cuero. Cage ha hecho cosas muy buenas como Next y Knowing, que son héroes más comunes y de clase media, pero también se ha embarcado en papeles que eran más del estilo de un Bruce Willis o de un Sylvester Stallone (cuando éstos estaban en su mejor momento). Con El Aprendiz de Brujo vuelve a cometer otro moco cinematográfico, no porque el papel sea para un tipo más atractivo y de físico más grande, sino porque su rol (y todo el film) está escrito para el demonio. Otra vez tenemos a Nicolas Cage haciéndose el canchero en una película absurda en un 99%, tal como ocurría en National Treasure. Como le dice Jay Baruchel en un momento: "Esto es una locura!. ¿No piensas que todo esto es demasiado ridículo?". ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis El otro cómplice de esta abominación es el director Jon Turteltaub, un tipo que no sabe lo que es mesura en términos cinematográficos. Y, detrás de todos estos, está el pope Jerry Bruckheimer produciendo. Me imagino el razonamiento de Bruckheimer con los ejecutivos de la Disney, diciéndoles que si con sólo un nombre pudieron hacer una franquicia millonaria - el del parque de entretenimientos de Disneylandia que evolucionó hasta convertirse en Piratas del Caribe -, por qué no podrían hacer lo mismo con el clip de cinco minutos de Fantasía (1940), en donde el ratón Mickey dirigía un ejército de escobas embrujadas que se salían de control?. Acá el mismo clip está recreado de una manera tan insípida, anónima y veloz que apenas dura tres minutos... pero aún le quedan 108 minutos de trama para rellenar. El filme podría haber seguido algún camino moderado y standard como para generar un poco de clima y hacer amigables a los protagonistas, pero como el director Turteltaub y el productor Bruckheimer están convencidos que están haciendo la próxima gran franquicia mágica post Harry Potter, se empeñan en incrustar efectos especiales cada dos minutos, lo que termina por saturar y volverse odioso. Nicolas Cage montando un águila de metal gigante del edificio Chrysler; Nicolas Cage revoleando a Alfred Molina por los aires; Nicolas Cage conduciendo un antiguo Rolls Royce a toda pastilla por las calles de Nueva York mientras entra y sale de los reflejos en las vidrieras... y así todo el tiempo. En el fondo, esto bien podría ser la versión americanizada de Harry Potter dirigida por Michael Bay (o por Barry Sonnenfeld, que no conoce términos medios). Al menos la acción que dirige Turteltaub se puede seguir en pantalla sin que se nos revuelva el estómago, pero es exagerada y recargada. El filme funciona bastante mejor (aunque sin ser una maravilla) cuando Jay Baruchel está solo y/o con la chica (como la danza con los rayos de la bobina Tesla, que debe ser el único momento original del filme). Pero por el resto, abruma y termina resultando ridículo. No es que el filme sea aburrido - simplemente porque todo el tiempo pasan cosas en pantalla -, pero es una película que tiene de todo en exceso, excepto magia real y entretenimiento sólido. Acá había una oportunidad de hacer algo medianamente interesante, sólo que los arruinaron una troupe de tipos que sobreactúan y que se han enviciado con el departamento de efectos especiales.
Varias son las aristas que se van desarrollando en la construcción de este producto netamente marquetinero, o dicho de otra manera esta realización producto directo de lo que hoy se conoce como cruce de géneros, con el sólo fin de la recaudación pecuniaria. Entonces tenemos aventuras, romance, acción, juego de adolescentes, digo entre la reafirmación de la identidad típica de la edad hasta el primer enamoramiento. Hasta quieren imprimirle al relato cierto dejo de suspenso, utilizando algo muy en boga que es la búsqueda de equilibrio entre lo antiguo y lo moderno. También puede ser leído lo uno como el lugar de la ética y la moral y lo otro como la búsqueda del logro de los objetivos. Entonces es muy fácil reconocer que esta mezcla degenerativa, que no hace pie en ninguna específicamente (o hace agua en todas), a otras historias o producciones como la saga de “Harry Potter”, pues desde el titulo hace referencia a un determinado grupo etario. El joven Dave Stutler (Jay Baruchel) esta enamorado de Becky Barnes (Teresa Palmer), su forma de conquistarla va a estar cruzada por los cambios que se producen en él al aceptar ser el aprendiz del mago, (¿cualquier similitud con “El hombre Araña” -2002-, va por cuenta del espectador?). Del mismo modo tenemos a los maestros Balthasar Blake (Nicolas Cage), en un personaje que como construcción se parece mucho al realizado en ese mamarracho llamado “La leyenda del tesoro perdido” (2004), no tanto desde la estética sino desde su representación, que desde hace mil años “busca” un heredero tal como hizo el mago Merlín con él. Su contrincante, igualmente discípulo de Merlín, es el malvado Maxim Horvat (Alfred Molina, otra vez…) Magia, acción, persecuciones, peleas, romances, celos, envidias, resentimientos, perdidas, duelos afectivos, hombres malos, jóvenes perversos, (los compañeros que se burlan del freak), sólo le falta aceite, sal y limón a esta ensalada. Circulan dentro del relato otros personajes que si bien hacen medianamente al cierre de la historia, a saber la compañera de Maxim, la mala Morgana, (Alice Krige) y la ex novia de Balthasar, la buena Verónica (Monica Bellucci) no aportan nada a la progresión dramática del mismo, (como si lo tuviera, ¿no?). Lo incoherente de toda esta producción plagada de escenas de efectos especiales, acción, montaje trabajado a puro corte, cosa que debería darle un ritmo vertiginoso, es lo moroso que termina siendo su resultado, también y es verdad esto esta dado por lo previsible del mismo. Algo sí tiene de positivo esta forma de contar, o este tipo de estructura narrativa, es que el diseño de montaje sea la estrella, no hay ni puede haber lucimiento de los actores, al punto tal que hasta Nicolas Cage parece actuar bien. Como para rematar esta crítica debo mencionar que este texto fílmico esta míinimamente basado en la balada de Goethe, quien se inspiro en una leyenda popular, y no sólo eso, sus responsables se dan el tiempo de realizar un “homenaje” al clásico de Disney “Fantasia” (1940), donde Mickey es el “Aprendiz de Hechicero” en uno de los episodios más logrados, con música de Paul Dukas, ejecutada en esa versión por la Filarmónica de Filadelfia, dirigida por Leopold Stokowski. ¿Quién se los pidió?
Cátedra de ineptitud ¿Qué es esta bazofia? ¿Y por qué será que estos tanques infumables todavía tienen cabida en la cartelera montevideana? El aprendiz de brujo vendría a ser el refrito cuadragésimo octavo de una inacabable serie de películas de batallas milenarias entre el bien y el mal, profecías que auguran el fin del mundo y que están a punto de concretarse –en el medio de la Nueva York actual, naturalmente- y un nuevo e inesperado mesías que apareció para salvar al mundo. Todo aderezado con un humor infantilizante de golpe y porrazo, enfrentamientos múltiples y efectos especiales millonarios, y todo sin una pizca de imaginación. No es solamente que la película carezca de energía y corazón, que la banda sonora sea espantosa, que la trama sea predecible en su totalidad, que Nicholas Cage esté impresentable, que su aprendiz (Jay Baruchel) se crea carismático pero despierte instintos homicidas, que las escenas de acción sean pura rutina y que las dos tramas románticas tengan menos química que una visita al gastroenterólogo. El mayor problema es que no debe haber ni una línea de diálogo que no sea un bochornoso cliché. Ejemplos aislados: “¿Has oído que las personas sólo usan el 10% de su cerebro?; los hechiceros son muy poderosos porque son capaces de usar toda la fuerza de su cerebro.”; “los civiles no deben saber que la magia existe”; “no controlarás la magia si no aprendes a controlarte a ti mismo, tienes que dejar de preocuparte y empezar a creer en ti”; o ese sufrido “tú no sabes lo que es vivir un infierno”. Y lo peor es que todas estas frases se pronuncian en tono sentencioso y grandilocuente, como si fueran originales, reveladoras e insustituibles. Las referencias a otras películas son de perogrullo, hay al menos tres referencias a Star Wars que pretenden ser guiños para entendidos, y otras tantas solapadas que más bien parecen obedecer a una radical falta de ideas. Hay un accidentado embrujo a escobas y trapeadores igual que en Fantasía o La espada en la piedra. Los magos se tiran bolas de plasma a lo Dragon Ball, hay un hechizo maligno final que resucita muertos como en Hellboy 2, al igual que en Matrix el elegido desarrolla poderes por fuera de los contextos imaginables. El director Jon Turteltaub quizá no sea el peor director hollywoodense de la actualidad -Michael Bay construyó una gran escuela de ineptos- pero sí uno de los más burocráticos: difícil recordar alguna escena de sus películas Fenómeno, Instinto o El chico. El problema con El aprendiz de brujo no es que sea defectuosa por donde se la mire, sino que además tampoco se vuelve divertida por ser tan mala. Es involuntariamente aburrida cuando pretende entretener, y al ser pura monotonía y repetición, no tiene nada que pudiera llamar la atención a un adulto. Quizá algunos niños queden encandilados con tanto derroche en fuegos de artificio, pero difícilmente guarden en sus memorias algún fragmento de este monótono pastiche.
Manual del film taquillero ¿Qué hace a una película diferente a la otra? Pues a Jerry Bruckheimer parece no importarle demasiado. Porque si a la historia del elegido que debe aprender las técnicas necesarias para derrotar al mal (Mark Hamill como Luke Skywalker se defendía de pelotitas voladoras mientras era supervisado por Alec Guiness en plan Obi Wan Kenobi) sumamos la magia como elemento rutilante (¿recuerdan al ratón Mickey vestido de mago en Fantasía?) reservado sólo para seres especiales, agregamos unos cuantos elementos, un holgado presupuesto en efectos digitales y habemus película. Pero si una cinta como “El aprendiz de brujo” ni siquiera se toma en serio a sí misma y se ríe desde los homenajes que realiza, pues, alguien más que el personaje principal aprendió la lección. La historia cuenta la leyenda de Balthazar (Nicholas Cage) un alumno de Merlín que tras una traición de Maxim Horvath (Alfred Molina, siempre convincente) deberá buscar al Supremo Merliniano, un hechicero capaz de vencer las fuerzas malignas. Sin embargo, el destino quiso que el supuesto heredero de tal poder sea un joven estudiante de física nuclear que reside en Manhattan. Ahora Balthazar deberá enseñarle todos los trucos que conoce a su aprendiz, para poder derrotar la amenaza juntos. Si bien la preedulcorada y utilizada-hasta-el-hartazgo historia del chico común que se encuentra en medio de una guerra fantástica no suena para nada original, sí hay algunos méritos que pueden rescatarse en este título. En primer parte, la participación de Jay Baruchel, el joven actor que –luego del fracaso que resultó esa joyita en televisión llamada Primer año y que emitió la Fox en 2001- se anima a protagonizar una cinta después de su buen paso por Una Guerra de película junto a Ben Stiller. Baruchel se lleva aquí los momentos cómicos con total naturalidad, todo un acierto en el casting. Por otro lado, el buen tino del director Jon Turteltaub para mezclar la multiplicidad de géneros que la cinta ofrece, a diferencia de lo que había sucedido con su fallido trabajo anterior (la saga La leyenda del tesoro perdido, también con Nicholas Cage como actor y Jerry Bruckheimer como productor). En este título la acción, la comedia, la aventura, la fantasía y los efectos especiales hacen un combo predigerido, sí, pero con la simpatía suficiente para entretener a la platea más joven que bien sabe disfrutar de la estética videoclipera y las secuencias exageradamente frenéticas que ofrece “El aprendiz de brujo”. Y puede que el film peque de ingenuo al mostrar pasajes/secuencias ya vistas en varios de estos productos hechos con manual de taquilla: a los ya mencionados, sumamos el nerd con poderes especiales, el eterno sabio corrompido por un suceso del pasado, los amigos enemistados, la famosa decisión que no permitirá volver atrás (parafraseando a Matrix, a Cage sólo le faltan las correspondientes pastillas azul y roja) y un largo etcétera. Para dejarlo claro. La película es una sucesión de batallas espectacularmente planificadas y una música que por momentos resulta invasiva; es una fórmula siempre reciclada en Hollywood pero que una vez más, parece funcionar. La pirotecnia exacerbada le gana a la historia y el interés se radica plenamente en el marco visual. ¿Entretenimiento banal? Seguramente, pero si uno se entrega al juego, tal vez pueda llegar a pasarla bien.