La ética como estética Lo que en un principio puede llamar a la confusión, por el título El camino de Santiago, se disipa apenas comienza este documental sobre el realizador cubano Santiago Álvarez y su cine político a partir de su creación del noticiero cinematográfico del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), uno de los pilares culturales de la revolución en la isla y que sirviera para América Latina como modelo en el que la ética y la estética se dan la mano y no se sueltan hasta las últimas consecuencias. La idea central del director Fernando Krichmar (referente del grupo Cine Insurgente) es reunir la mayor cantidad de testimonios sobre Santiago Álvarez y su impronta en el noticiero, así como su compromiso con la causa de la revolución, tanto en los momentos de apogeo como en los más críticos. Primero con extracciones de audio, Santiago Álvarez cierra el círculo y luego con material de archivo que le dan rostro y cuerpo a esa voz, convencida e incansable frente a los diferentes cambios a lo largo de los años. También en El camino de Santiago surgen las diferencias generacionales, las contradicciones de la revolución y el proceso creativo de un homenaje a cargo de alumnos del ICAIC para traer la memoria del cineasta cubano. Una de las ideas que encuentra en la selección de fragmentos del noticiero para dar cuenta de la labor de Santiago Álvarez y la marca indeleble de su escuela en otros directores cubanos la constituye la preocupación por la estética, no en lo que al aspecto formal de la imagen se refiere, sino en su concepto más amplio como parte de una ética al servicio exclusivo de la percepción de aquella realidad vedada por los discursos hegemónicos. La contra información que ocupaba al público en las salas de cine es un ejemplo acabado de las pretensiones del creador de 79 primaveras -1969-, su montaje dialéctico como herramienta artesanal pero a la vez ideológica significan hoy por hoy una marca registrada de su obra y el aporte al documental, que logró superar fronteras y definió estilos una vez alcanzado su mayor esplendor. Las pinceladas y el legado de Santiago Álvarez se construyen en cada testimonio de aquellos que trabajaron junto a él, o quienes sencillamente admiraron su ética artística, para culminar con la mirada de los jóvenes actuales, los cuales tratan de comprender el pasado desde una concepción cinematográfica y artística únicas, que rubricaba cada uno de los episodios de ese noticiero de la urgencia, un ejemplo de creación colectiva que este documental homenajea y recupera frente a las convulsiones políticas de la región.
La revolución cubana según Santiago Álvarez Santiago Álvarez, uno de los directores fundamentales del cine revolucionario cubano, es el eje central de El camino de Santiago - Periodismo, Cine, Revolución - (2013), documental dirigido por Fernando Krichmar (Seré millones, 2012) del movimiento Grupo de Cine Insurgente. La figura Santiago Álvarez, hacedor de los innovadores noticieros cubanos que se hicieron durante 30 años desde el Instituto Cubano de Cine e Industrias Cinematográficas (ICAIC), es el foco de este documental centrado en la recuperación de esas imágenes y la figura del autor fallecido en 1998. Los dos pilares de este documental se construyen a partir de las imágenes de los noticieros filmados por Álvarez y los testimonios de aquellos que recorrieron el camino con él. La innovación cinematográfica a la hora de aplicar un lenguaje propio, contraponiendo imágenes de la realidad cubana con otras realidades mundiales fue lo que distinguió a este realizador pro revolucíon, y eso no solo puede verse en el archivo visual que Fernando Krichmar reúne sino también a través de la palabra de aquellos que acompañaron al cineasta durante tres décadas - Fernando Birri, el cantautor Silvio Rodríguez, entre otros- en la tarea de hacer un periodismo cinematográfico que pese a su mirada "oficialista" también se animaba a confrontar con quienes gobernaban el país. El camino de Santiago - Periodismo, Cine, Revolución - es un documental dentro otro documental que se nutre de imágenes y palabras para seguir la linea creada por el autor pero trasladada al presente. Un notable homenaje a un creador que marcó un antes y un después en la concepción del periodismo audiovisual, pese a ser reconocido por él mismo como panfletario. Y eso habla de su propia honestidad.
Al maestro con cariño Un valioso documental-tributo sobre un pionero del documental latinoamericano. Santiago Alvarez (1919-1998) fue uno de los directores más importantes de la historia del cine cubano y uno de los principales referentes del documental latinoamericano. Si bien realizó muchos cortos, medios y largometrajes, su principal aporte fue como cabeza durante más de tres décadas del Noticiero ICAIC Latinoamericano, un informativo semanal rodado en 35 milímetros que se constituyó en la principal herramienta de difusión de la Revolución de la isla. Su trabajo fue orgullosamente militante, didáctico, propagandístico, aunque también es cierto que en múltiples oportunidades críticó ciertas ridiculeces de las políticas oficiales (como la persecución a la Nueva Trova por sus “desviaciones rockeras”). Sus entrevistas a Fidel Castro, sus registros en el exterior (las imágenes de la asunción de Cámpora en 1973 son impresionantes), su mirada a la guerra de Vietnam y su padrinazgo a una nueva generación de directores directores como Pastor Vega, Miguel Torres, Daniel Díaz Torres, Rolando Díaz o José Padrón (también llegó a trabajar con ese otro pionero que fue Tomás Gutiérrez Alea) fueron algunos de sus significativos aportes, que se extendieron también a la estética y a las herramientas narrativas utilizadas en sus producciones. El film demuestra un impecable trabajo de investigación e incluye testimonios de Julio García Espinoza, Fernando Pérez, Alfredo Guevara, Fernando Birri, Silvio Rodríguez y Manolo Pérez, pero a nivel formal es más bien convencional. Incluso dedica muchos (demasiados) minutos a analizar el legado de Alvarez y su influencia en los jóvenes realizadores que preparan un homenaje a su figura. Las diferencias (brechas) generacionales y la huella dejada por el maestro eran, por supuesto, temas a desarrollar, pero la filmación de largas sesiones de debate quitan en este caso más de lo que aportan. Así y todo, este nuevo trabajo del realizador de Diablo, familia y propiedad y Seré millones (y de su colectivo Cine Insurgente) es muy valioso y atractivo, sobre todo para aquellos interesados en reconstruir esas páginas esenciales, insoslayables del cine político en América Latina.
Noticias de La Habana Este documental se centra en la figura del hombre, del cineasta y del político Santiago Alvarez. Es un homenaje dinámico El camino de Santiago. Periodismo, cine y revolución en Cuba. Un filme que habla del hombre, del cineasta, del político Santiago Alvarez, pero a la vez de su contexto, y de cómo evolucionó la mirada de ese contexto resumido en la revolución hasta nuestros días. Es dinámico porque es un retrato vivo, y ése es un logro de este grupo de realizadores, autores de joyitas como Seré millones, encabezados aquí por Fernando Krichmar. “Si no hubiera imperialismo, yo no haría cine”, define al comienzo Alvarez, famoso realizador del mítico Noticiero ICAIC, que en los ‘60 fue un arma fundamental de contrainformación. “Yo soy un director de cine panfletario”, decía este hombre cuya historia es sólo comprensible bajo la revolución cubana. Pero esa definición es la asunción de una posición política que Krichmar se encarga de cuestionar, revelando sus posiciones críticas, sus dudas y desafíos. Se lo describe como un férreo militante, pero también como un crítico furtivo de lo que ve y muestra en su país. Como el derrotero de una ventana, abandonada en un depósito, en una isla como Cuba, que no puede permitirse la burocratización de sus sistema constructivo. Además del recorrido por su vida y obra, por sus trabajos más famosos, la película recupera discursos de Fidel, el Che, y tiene a un protagonista interesado, Silvio Rodríguez, a quien Alvarez defendió cuando la Nueva Trova era acusada de ser influenciada por The Beatles. Los cubanos hoy pueden reírse de aquella historia, y allí también está el germen de su crítica, reflexión sobre el modelo, desembozado en la factura artística, en la estética del noticiero. Su facilidad de improvisación, sus juegos, su odio por la voz en off valen como definición casi tanto como algunas anécdotas. Y mientras todo esto ocurre, el documental recurre a un grupo de jóvenes cineastas que filman un nuevo Noticiero ICAIC en la Cuba actual. ¿Qué puede hacer el cine, el documentalismo, el periodismo por volver interesante temas abandonados a la lógica oficial? Si les gusta el cine, si los atrapa la historia cubana, si los emociona Silvio Rodríguez, El camino de Santiago es un gran plan.
Otras historias de la revolución Es un lugar común en este tipo de semblanzas que no exista margen de dudas sobre el personaje evocado. Si se tiene en cuenta que el objeto de estudio se vincula directamente con la Revolución Cubana, menor es la esperanza por hallar alguna vena crítica del proceso, sobre todo cuando se institucionalizó como forma absoluta y viciada de gobierno. No obstante, es importante destacar que, más allá de ello, el director de El camino de Santiago y sus colaboradores llevan a cabo una reconstrucción que hace justicia a la labor realizada por Santiago Alvarez y trabajan formalmente respetando los procedimientos del legendario documentalista. De este modo, el montaje de archivos y la recopilación de testimonios cumplen con el objetivo primordial de la propuesta: que las nuevas generaciones conozcan los particulares noticieros que acompañaron la transformación política en el país. En dicho sentido, hay archivos que representan un hallazgo (un joven Silvio Rodríguez subido a un tejado con su guitarra; un cine como lugar de confrontación donde los disidentes políticos aplauden al león de la MGM) y declaraciones que hacen justicia a la hora de relevar una forma de pensamiento por su calidad y calidez. “Si no hubiera imperialismo, yo no hacía cine”. Alvarez entiende el cine como un modo de expresar vitalidad política y se hace cargo del panfleto, a diferencia de los otros, los “comemierdas”. Por eso es designado para formar parte del ICAIC y elogiado por Stalin, entre otros. Desde este marco concebirá sus noticieros tan particulares por romper con esquemas convencionales televisivos, ya sea eludiendo la voz en off y cediendo el terreno a las imágenes para establecer una dinámica dialéctica potente. Todo se muestra muy bien en la película y es su principal virtud pese a que nunca se cuestiona en lo más mínimo dicha funcionalidad política. Otro aspecto interesante del pensamiento de Alvarez es que no hacía teoría. Más bien, sus discursos son breves sentencias lanzadas como flechas con destino certero. Entre los más llamativos están la necesidad de transformar la realidad en poesía, cuyo principal alcance se ve en sus noticieros, que rompen las fronteras entre el documental y el reportaje y forman parte de una búsqueda artística sin perder de vista la dialéctica de lo real. El otro concierne a la condición de creación. El realizador cubano habla de dos estados: uno es el de gracia y viene con el artista; el otro proviene de la necesidad y obedece a una variable histórica, y para ello hay que formarse. Esto lo emparienta con los vanguardistas rusos y especialmente con Dziga Vertov en la concepción creadora de la edición. El tramo final de El camino de Santiago se resiente cuando la evocación cede espacio a otro nivel enunciativo que se gesta a partir de un experimento llevado a cabo por jóvenes en la actualidad para recuperar la modalidad de trabajo del cineasta cubano. El resultado de este agregado resulta un tanto forzado y no aporta demasiado ya a la cuestión.
LAZOS ESENCIALES “¿Cuál fue el secreto?”, se pregunta uno de los entrevistados y, casi de forma instantánea, se responde a sí mismo: “Que Santiago planteó la interrelación de las diferentes noticias en el curso de la semana”. En efecto, la mayoría de los testimonios de la película El camino de Santiago, Periodismo, Cine y Revolución en Cuba reconocen como destreza primordial de Santiago Álvarez, considerado el pionero del cine documental en Cuba y realizador del noticiero del ICAIC por 30 años, la búsqueda de un hilo conductor de los hechos, el trabajo de puesta y también de cuestionamiento de los documentos, más allá de su afinidad hacia la Revolución cubana. Pero, quizás, su mayor virtud tenga que ver con otra capacidad también acentuada por quienes lo conocieron o trabajaron a su lado: la mirada estética, es decir, la habilidad de otorgarle a un documento una connotación artística. De esta forma, la metodología de Álvarez se acercaba más a una producción ensayística o crítica, profundizaba los análisis, las indagaciones, la relación entre los diferentes actores sociales e incluía otros elementos artísticos como caricaturas, grabados, fotografías o pinturas y resignificaba su valor. Pero en el documental de Fernando Krichmar, no sólo se busca rendir un homenaje a la figura de Álvarez desde los testimonios o el material de archivo, sino también a través de la mirada de las nuevas generaciones. Por tal motivo, un grupo de jóvenes profesionales, guiados por antiguos compañeros de Álvarez, intenta construir un noticiero similar a los del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica), aunque con un sello propio. Resulta muy interesante la charla luego de la proyección del noticiero del 1 de mayo de 2010 porque no sólo evidencia un recorrido por la historia del país acentuado en sus aspectos políticos, sociales y culturales, sino también enfatiza el intercambio generacional, las preocupaciones, trayectos y aspiraciones del pueblo. El homenaje, entonces, se va recontextualizando a lo largo de El camino de Santiago, Periodismo, Cine y Revolución en Cuba: comienza desde un particular enmarcado en la figura de Álvarez, luego se expande con el colectivo entre jóvenes y ya consagrados profesionales y termina con la exposición de la esencia del cubano; como si se tratara de ese trabajo artístico de los documentos y la profundización de los contenidos, la revelación de un secreto inmortal. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
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El camino de Santiago homenajea el trabajo de Santiago Álvarez al frente del Noticiero ICAIC Latinoamericano, emitido por décadas cada semana en las salas de cine cubanas junto con los estrenos de ficción. Didáctico, informativo y panfletario Tal como era habitual a mediados del siglo pasado en gran parte del mundo occidental (Sucesos Argentinos, en nuestra versión autóctona) las salas de cine cubanas exhibían antes de los estrenos semanales un cortometraje informativo con las noticias locales e internacionales. El cineasta y periodista encargado de su producción fue Santiago Álvarez, un militante comprometido desde sus inicios con la revolución cubana que no veía posible la separación entre su producción artística y la política, por lo que dedicó su vida a generar un cine que le permitiera expresar su ideología y trabajar por la revolución comunista. El Camino de Santiago acompaña a un grupo de estudiantes de cine que reciben el desafío de producir un cortometraje informativo inspirado en el histórico Noticiero ICAIC Latinoamericano y como preparación se reúnen con varios de sus artífices originales. Combinando entrevistas actuales con piezas de archivo, reconstruyen no sólo el impacto que el trabajo de Santiago Álvarez tuvo sobre el cine cubano sino sobre la sociedad en general al hacerles llegar piezas tanto informativas como reflexivas, sin nunca dejar de buscar formas de hacerlas atractivas e interesantes para los espectadores. Reformando el formato clásico de dar una secuencia de noticias breves con una voz en off sobre imágenes ascéticas, experimentó con la animación, el uso de música y un manejo de la fotografía que sin dejar de tener la crudeza de la improvisación pudiera conmover a su público. Se viene el zurdaje Cada sistema político se sirve de la cultura y los medios periodísticos para expresar sus fundamentos, algunos borroneando la frontera con la propaganda más que otros, pero El Camino de Santiago no pretende ocultar su sentido militante disfrazándose de imparcialidad. La narración de Fernando Krichmar es tan panfletaria como el sujeto de su homenaje y habla con orgullo del trabajo de todas las personas que se formaron bajo el liderazgo de Santiago Álvarez, participando de un proceso de experimentación que parece fuera de su época. El Camino de Santiago no tiene tiempo de detenerse a explicar quienes fueron Fulgencio Batista o Hồ Chí Minh. No sólo asume que su público ya los conoce, tampoco desea invertir minutos de más en ellos porque en el fondo quiere hablar de cine. De un cine íntimamente ligado a la política, de un cine que no sólo muestra sino que también opina tratando de caminar la cornisa entre poesía y realidad. Recién en el último tramo busca contrastar las visiones de la ya anciana primera generación de revolucionarios con la de los jóvenes que aún están formándose. En ese diálogo se expresan algunas de sus críticas al sistema pero siempre desde dentro, como según el documental hiciera varias veces el mismo Santiago Álvarez desde su programa, corriendo por izquierda a la burocracia partidaria capaz de prohibir músicos o dejar que se pudra a la intemperie la producción superflua de una fábrica. En ningún momento el descenso será tan profundo como para plantear más cambio que seguir avanzando en la revolución. Conclusión Santiago Álvarez se autoproclama panfletario y dice sólo hacer cine porque existe el imperialismo. El documental lo avisa desde su primer minuto y nadie debería verlo esperando otra cosa. Apunta a un público bastante específico y difícilmente atraiga a quienes no compartan al menos parte de las ideas que expresa, por más que utilice un montaje bastante ágil y se esfuerce por no caer en una retórica agobiante.
Eslabón fundamental para conocer la historia y ver un documental muy bien hecho “Hago cine porque hay imperialismo. Si no hubiese imperialismo no haría cine” dice la voz en off de Santiago Alvarez. Sus palabras serán secundadas con hechos cuando vemos los títulos de uno de sus documentales filmados en la época de la revolución cubana: “Van a ver un film didáctico, informativo, político y… Panfletario! Sobre un pueblo en revolución”. Con estos dos golpes de historia arranca “El camino de Santiago, periodismo, cine y revolución en Cuba”. Desde sus comienzos en CMQ, pasando por toda su trayectoria, las múltiples entrevistas a gente como la guionista Rebeca Chavez, el director de fotografía Raul Perez Ureta, o al hombre detrás de Nuevo Cine Latinoamericano, Fernando Birri, van ayudando a construir al hombre y al artista dando testimonios del compromiso con las ideas que el padre del documental en Cuba ha tenido con su manera de hacer cine. Aquí, si algo tiene una riqueza inconmensurable es precisamente todo el material de archivo. Una delicia verdaderamente, porque es fácil tomar éste documental como una suerte de sinécdoque de los ideales de la Revolución. En este aspecto el film es un egregio exponente de esa época, siendo loable la tarea de Omar Neri en la compaginación, y un destacado especial en la post producción de sonido de Rubén Piputto porque no es nada fácil “empatar” tanto material de archivo con el presente y amalgamarlo en una misma unidad conceptual junto a la banda de sonido. Entre las pequeñas gemas está la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfico apenas consumada la revolución, el noticiero ICAIC y otros episodios históricos que también influyeron en la propagación de la cultura popular, como la rebaja de los precios de entradas en todos los cines o echar a patadas a las distribuidoras de cine yanqui. Obviamente, Santiago Alvarez es mirado con admiración y devoción por Fernando Kirchmar y todo el equipo porque su obra sobrevive al mero hecho histórico (que tiene su peso específico), y se transforma en la piedra basal de cualquier cineasta abocado a concebir obras de género documental, su realización y su difusión, tarea que DOCA puede dar cuenta con orgullo desde hace varios años. Gente que ve en el cine una forma de mostrarle al mundo un claro camino para mirar el mundo. El relato es lineal y progresivo, como se merece una figura de la talla de hombre retratado aquí, porque de pretender otra cosa, se perdería la gran posibilidad de conocer lisa y llanamente a un artista político. Si existió (y hoy con otra realidad, existe) un Cine de las Bases, en parte es gracias a la obra del cubano. Un encuentro entre la obra pasada y el presente cuando las noticias se transformaban en arte por obra y gracia de la deducción e interpretación periodística, “El camino de Santiago, periodismo, cine y revolución en Cuba” es un eslabón fundamental para conocer la historia, pero además una oportunidad para ver cine documental muy bien hecho.
Hay dos elementos que terminan por trascender en el título de la película más reciente de Fernando Krichmar y el grupo de cine Insurgente que se estrena esta semana en el Gaumont. Por un lado, una profunda preocupación por la representación de lo real a través del cine, por el otro, o bien pegado a él, el sentido de transformación del proceso revolucionario que llevó a la victoria de la Revolución Cubana. El camino de Santiago, refiere al camino de Santiago Alvarez, documentalista, pionero del ICAIC y del cine insurgente de los 60. No existen uno sin el otro, el cine sin la revolución y viceversa porque el cine no es otra cosa que revolucionario. Marzo 1959, apenas ganada la revolución cubana, Julio García Espinosa, Alfredo Guevara y Santiago Álvarez fundan el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) . Desde hace mas de 10 años, en Argentina el grupo Cine Insurgente retoma las experiencias colectivas iniciadas por Fernando Birri en la Escuela de cine de Santa Fe, y más adelante por el grupo de cine Liberación y el grupo de cine de la base de Raymundo Gleyzer. Siendo coherente con ese principio, el documental se propone la realización de otro documental, en homenaje a Alvarez, realizado por jóvenes estudiantes de cine asesorados por los veteranos del ICAIC: en tres días la idea es hacer un corto homenaje al estilo Santiago Alvarez cubriendo la marcha del 1° de mayo. Lecciones de realización y montaje dentro del proceso del documental. Enorme contribución la del cine cubano que elige crear en estado de necesidad antes que en estado de gracia, (tremenda frase de Fernando Birri que testimonia en el film) y que propone un giro en la concepción de la relación entre estética y política. Claramente ejemplificados los principios de este uso del cine, la pelicula elige dos ejemplos: el de las persianas arrumbadas en un depósito cuyo origen se desconoce y cuyos fabricantes son entrevistados por los periodistas del noticiero de modo de pensar en un posible uso futuro y el caso del mal servicio de unas cafeterías en la ruta a Santa Clara que va a ser investigado hasta revertir la situacion. Soluciones pragmáticas para la vida cotidiana de los cubanos: “criticar para ayudar a cambiar” aparece en unos de los famosos elementos gráficos de los films del ICAIC. “Hago cine porque hay imperialismo” dice Santiago Alvarez para ello: un montaje asociativo donde la música da espacio a los jóvenes de la Nueva Trova (imperdibles los registros de un jovencísimo Silvio Rodriguez) donde el texto juega con la imagen, un estilo único que es convocado por Krichmar y su cine insurgente en uno de los grandes documentales de esta época. Share this: