Un valioso documental sobre algo así como el “Lado B” del rock argentino a partir de las historias de Willy Crook, Claudia Puyó, Gustavo “El Vasco” Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio y Cuino Scornik. “Me siento joven en esto de ser viejo”, dice cerca del final del film Willy Crook. Y el director Sergio “Cucho” Costantino decidió utlizar esa frase como subtítulo de su documental. Es que de alguna manera sintetiza el sentimiento de estos seis artistas que forman parte de una generación que hizo grande al rock nacional. No son famosos ni demasiado exitosos (a duras penas sobreviven con la música), pero solos o acompañando a otros músicos más populares son parte de la mejor historia del género. Algo así como el Lado B de la escena local. Costantino, que venía de filmar Buen día, día (sobre Miguel Abuelo), Imágenes paganas (sobre Federico Moura) y -ya más ligado al folklore- Familia cantora, Los Pacheco, propone aquí una mirada coral y generacional (además de los seis personajes principales también aparecen en participaciones menores Claudio Kleinman, Cuffa Roll, Ricardo Maril, Norman Ramírez y Santiago Ruiz) sobre una vieja guardia que no se lleva demasiado bien con estos tiempos donde la imagen y el sonido perfecto (“robotizado”, dicen ellos) se imponen sobre la autenticidad que ellos pregonan desde siempre. Las discográficas tampoco son demasiado bien tratadas por estos artistas que han optado por la independencia, la autogestión y sostener a ultranza la libertad creativa. En blanco y negro, con el agregado de ilustraciones y animaciones, con imágenes tomadas en sus casas, ensayos, grabaciones, zapadas íntimas y shows masivos (tocan con sus bandas Los Anestesistas, Bazterrícolas, Funky Torinos, Cuino y sus amigos), Costantino construye un patchwork bastante atractivo que, obviamente, disfrutarán sobre todo aquellos que siguen de cerca el derrotero de esa entelequia llamada rock nacional. El club de los 50 resulta una suerte de contrapunto del fatídico Club de los 27. Estos “viejitos piolas” están más vivos (y vigentes) que nunca.
Un muy interesante documental que realizo con amoroso cuidado Sergio Cucho Constantini con músicos que tienen una carrera de 25 a 30 años y que siempre han mantenido una coherencia creativa que valoriza la vocación, la pasión, la fidelidad a un estilo, la amistad, la música por sobre todas las cosas. Así cuentan sus ideas, muestran sus mundo Claudia Puyo, Gustavo “El vasco” Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio y Willy Crook. Son sus opiniones, anécdotas, shows, las claves de ser sobrevivientes del éxito. Con una buena compaginación, animaciones, en blanco y negro, y con una frase de Crook que enmarca el sentido “Me siento joven en esto de ser viejo” El titulo remite a una respuesta al trágico Club de los 27, que componen los músicos que murieron jóvenes en pleno éxito. Los convocados y nombrados eligieron el mejor camino con su talento a cuestas.
Publicada en edición impresa.
El lado B de la historia del rock Músicos que forjaron su camino y acompañaron a otros grandes, con opinión y sinceridad. A contramano del fatídico club de los 27 –las estrellas de la música que fallecieron teniendo esa edad, como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y Amy Winehouse- se le contrapone este club de los 50 nacional. Son Willy Crook, Claudia Puyó, el Vasco Bazterrica, Tito Losavio, Ica Novo y Cuino Scornik, músicos cantautores que han sabido emprender su camino y también acompañar a otros grandes de la música en sus bandas. El documental de Sergio “Cucho” Costantino (ya había hecho Buen día, día -sobre Miguel Abuelo- e Imágenes paganas -sobre Federico Moura-) los hace hablar, confluir, y opinar sobre el presente y los tiempos de gloria que supieron vivir. Los temas son variadísimos, lo mismo que sus puntos de vista. Independientes, hablan del streaming, los recitales en vivo, las imposiciones de las discográficas, los tiempos de los cassettes, la democratización de que hoy en día “un ferretero haga su propio disco”, de ahí, al consumo de drogas en los años ’60 y ’70. Estéticamente, Costantino utiliza la animación en blanco y negro como separadores, lo que sumado al uso también del blanco y negro en las entrevistas le confieren al trabajo un tono adecuado, que acentúa lo testimonial y sale de lo usual y más común. Hay también zapadas y shows un poco más armados, y se suman los pareceres de periodistas, managers y músicos como Claudio Kleinman, Ricardo Maril, Cuffa Roll, Norman Ramírez y Santiago Ruiz. Muy disfrutable para los fans del rock nacional.
Músicos en tiempo presente Casi como en clave secreta, como un guiño entre amigos, nace El club de los 50, el nuevo documental de Sergio "Cucho" Constantino. Director de varios homenajes como Buen día, día (a Miguel Abuelo), Imágenes paganas (a Federico Moura) o Familia cantora (a los Pacheco, familia de folkloristas cordobeses), Constantino sigue aquí a varios músicos en su presente, recorriendo los dilemas de la creación, las dificultades del negocio y la vitalidad de la pasión. Claudia Puyó, Willy Crook, el Vasco Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio, Cuino Scornik y Claudio Kleinman aparecen en el día a día de su producción musical, en zapadas improvisadas, haciendo chistes y dando a la música una presencia concreta, sin demasiadas veleidades ni sueños rotos. Los mejores momentos ocurren cuando están ahí, o cuando su voz se impregna en las imágenes. Tener cincuenta no implica ser nostálgico, ni hablar de tiempos mejores. El negocio ha cambiado, las discográficas producen artistas a medida, y los viejos rockeros y guitarristas con trayectoria ya no ocupan el centro de la escena. Pero hacer música también es una experiencia viva, es un trabajo, es un desafío. Constantino, con algún que otro exceso en las animaciones digitales pero con un registro en blanco y negro que explota muy bien las tomas en bares y recitales pequeños, logra un retrato honesto de ese espíritu, de esa cofradía única entre notas y armonías.
Viejitos piolas Parafraseando al desgraciado ”club de los 27”, el siempre interesante Sergio "Cucho" Costantino presenta El club de los 50 (2017), una suerte de retrato coral sobre un grupo de consagrados músicos nacionales, que sin ser mediáticos, forman una suerte de dream team dentro del rock vernáculo local. Las historias de vida de Willy Crook, Claudia Puyó, Gustavo “El Vasco” Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio y Cuino Scornik, hombres y mujeres ligados a las grandes ligas del rock argentino, integrantes de las más célebres bandas o acompañantes de otros grandes artistas, conforman este collage rockumental que funciona como el lado b de una generación musical plagada de nombres como los de Luis Alberto Spinetta, Charly García o Andrés Calamaro, por citar solo algunos. Ellos no son las caras más populares del rock pero sin ellos, los que sí lo son, tal vez no habrían llegado a ser lo que son. Sergio "Cucho" Costantino, con un estilo personal y definido ligado a búsquedas que combinan el cine con la música, construye un documental de estructura coral con historias separadas que confluyen en un punto en común, tanto para los artistas como para el propio director. Cada uno de estos pequeños retratos servirá para abordar temas que también hacen a la música como las descargas ilegales, las presiones de las compañías, el paso del tiempo, la permanencia y el reinventarse, la música como medio de supervivencia y un sinfín de tópicos más que cada uno de los elegidos expondrá con una honestidad brutal. En El club de los 50 Costantino recurre al recurso de la entrevista pero, y ahí es donde se vuelve más atractivo, las intercala con zapadas exclusivas y otras utilizadas en conciertos poco difundidos, todo virado al blanco y negro (hay mucho de la estética del comic) y superponiendo imágenes reales con animadas. Estos elementos le imprimen una estética rocker, moderna pero a la vez retro ausente en este tipo de films. Los rockumentales muchas veces resultan interesantes por sus historias pero desde lo visual hay una clara ausencia de rock. A lo largo de su carrera Costantino supo demostrar con películas como Buen día día (2010), Imágenes paganas (2013) o la más folclórica Familia Cantora (2015) que puede combinar forma y contenido con buenos resultados. El club de los 50 es un muy buen ejemplo más.
El club de los 50, de Sergio Costantino Por SIlvina Rival Sergio “Cucho” Costantino es un realizador que ya hace algunos años se lo asocia a la realización de documentales que toman al rock como temática central; particularmente desde Buen día, día (2010), dedicado a la figura de Miguel Abuelo y de Imágenes paganas (2013), tomando como eje la de Federico Moura. A muchos críticos les gusta hablar del subgénero “rockumental”, que bien podría ser acertado pero ciertamente nada dice respecto de decisiones que, de manera ineludible, todo realizador debe tomar, y esto independientemente del motivo narrativo en cuestión. Efectivamente, en términos generales, Costantino toma como tema central la música de rock nacional, pero en El club de los 50 gira hacia algunas decisiones sorpresivas. Mientras que sus documentales previos se interesa más por figuras emblemáticas, que bien podrían subir al podio de héroes del rock nacional, en esta nueva propuesta parece estar más centrado en la supervivencia de grandes figuras que caminan en los márgenes de las producciones musicales mainstream. Músicos de pura cepa, músicos que transitan el mismo camino hace décadas -ya sean épocas de vacas gordas o de las otras-, que juegan cada tanto en las grandes ligas pero que, tal como señala Norman Ramirez, dueño de Mamita Bar, “se cagan en el éxito”. Willy Crook, Claudia Puyó, Gustavo “Vasco” Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio, Cuino Scornik hablan, cada uno desde la más absoluta intimidad, de uno de los oficios más antiguos del mundo. El otro ya se sabe. Los relatos de estos se intercalan con apariciones menores de otros personajes como Ricardo Maril -productor, arreglador-, Santiago Ruiz -manager- o Claudio Kleiman -músico periodista- entre otros. De esta manera, El club de los 50, se va edificando gracias a la espontaneidad de cada una de estas apariciones, a su estructura narrativa laxa, entre ensayística y testimonial, que hace de este documental una rareza que vale la pena transitar, aún cuando al espectador no esté interesado en este estilo musical, porque la película habla más de estados y sensaciones personales que del rock producido en Argentina en estas últimas décadas. Omite, acertadamente, casi cualquier vestigio de archivo, no le interesa indagar en un pasado épico y loable sino más bien retratar “personas de la música” que sobreviven en esta coyuntura que les ha tocado en suerte. El club de los 50, es un ensayo más que un documental porque lo que registra no está signado por la necesidad de “documentar”, dejar asentado, sino más bien de reflexionar libremente alrededor de una temática. Por ejemplo, para Claudia Puyó su experiencia en el mundo de la música “no es comparable siquiera con el amor de un hombre”, mientra que para Willy Crook, “el arte debería dejarte en la más completa zozobra”. Ideas, sensaciones, experiencias vinculadas con el hacer y el sentir de la música. El relato parece acompañar algo del errático transitar de sus personajes, aunque dentro de ciertos parámetros reglados. Costantini elige una división en cinco capítulos cuyos títulos son fragmentos de “Himno de mi corazón”: Sobre la palma de mi lengua /La vida es un libro útil /Nadie quiere dormirse aquí/ Nada hay que nada prohíba/ Solo por amor yo canto. De alguna manera, encuentra un relato en esa subjetividad de la experiencia que se asemeja al azar. Hay allí un himno, cual manifiesto que aúna vidas y encuentra coincidencias. Y de esto trata en realidad este anti “rockumental” de Cucho Costantini. EL CLUB DE LOS 50 El club de los 50, Argentina, 2016 Dirección y guión: Sergio Costantino. Músicos invitados: Willy Crook, Claudia Puyó, Gustavo “Vasco” Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio, Cuino Scornik. Montaje: Manuel García Tornadú. Fotografía: Matías Calzolari, Sergio Costantino. Duración: 78 minutos.
Entre las cuerdas y la poesía Willy Crook, Claudia Puyó, Gustavo “El Vasco” Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio y Cuino Scornik, sobrevivientes a todo y con creces supieron acompañar a gran parte del firmamento del rock nacional, siempre desde el segundo plano que muchas veces se opaca por el rutilante brillo de algunas estrellas. Todos ellos grandes en lo suyo, hacedores de música más que de canciones, pero a quienes el progreso y el mercantilismo de las bateas les ha jugado sucio, las discográficas fieles a esa estética de la chatura no los acompañó y por eso pendularon de boliche en boliche con mucho talento en cada ejecución y la mezcla de garganta y arena que supone esa entrega en el escenario. Desde una impronta si se quiere contra cultural, Sergio Cucho Constantino devuelve en este exquisito documental en blanco y negro – con estética por momentos de fanzine, por otros de collage- los colores a figuras realmente representativas de la vieja guardia de ese extraño movimiento llamado rock nacional. Si hay algo que identifica a este film de estructura coral por un lado es la autenticidad y honestidad brutal de los músicos elegidos, la humildad con que procuran aprovechar ese tiempo sagrado que les brinda el director de Buen día día para decir a cámara cosas inteligentes, reflexiones intensas donde está en juego un pensamiento a contra corriente de las modas, que se traduce en integridad desde el punto de vista artístico cuando la mayoría intenta vivir de su arte como Claudia Puyó o Ica Novo. Zapadas, ensayos, reuniones, amistad, respeto, admiración, y mucha música de la buena, cruces melódicos con hitos de Miguel Abuelo y las estrofas del Himno del Corazón se entrelazan con los extemporáneos acordes de Filosofía barata y zapatos de goma de Charly García para traer el recuerdo del gran Negro García Moreno, guitarrista que supiera acompañar al bigote bicolor en otras épocas. Sobrevivientes como se decía al comienzo de esta nota entre las cuerdas de una guitarra rabiosa y desde el homenaje de Sergio Cucho Constantino en una ciudad imaginaria donde a la vejez en vez de temerle se le canta y se la transforma en poesía.
El rock argentino está hecho de músicos formidables compositores de grandes éxitos. Pero también de una vieja escuela en la que el talento abunda, a pesar de no haber sido tocada por la varita mágica del suceso. El director Sergio Costantino construye, desde el afecto y la admiración, un documental que recupera la voz y el sonido de seis figuras que lo definen: Claudia Puyó, Gustavo El Vasco Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio, el funkero Willy Crook y Cuino Scornik, acompañados por otros tan fundamentales para la crónica del rock nacional como el periodista, y músico, Claudio Kleiman. En blanco y negro y con el aporte de una animación que aporta unidad y frescura, El club de los 50 es una película que disfrutarán los interesados en el asunto, pero que también pone en primer plano asuntos que suman a un debate cultural más amplio: el devenir de una industria, el rol de las discográficas, las dificultades para difundir y hasta para vivir de lo que hacen algunos artistas que colaboraron o estuvieron muy cerca de bandas y músicos masivos y populares.
La cara oculta del rock. Dice el dicho que detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer. En El club de los 50 la máxima a aplicar sería que detrás de toda estrella del rock, hay grandes músicos que la respaldan. Artistas que más de una vez se ocultan en las sombras, que quizás son nombres lejanamente familiares, pero no gozan de esa masividad de las estrellas; cuyos rostros a veces desconocemos, y son celebrados dentro del séquito de cultores del rock. Sergio “Cucho” Costantino le dedicó trabajos documentales a Miguel Abuelo y Federico Mouras, líderes de bandas icónicas, legendarias, íconos de nuestro rock. Ahora, parece mirar al bosque detrás del árbol y posa su mirada sobre quienes se ubican detrás, sobre esos músicos que siempre están, y que atravesaron gran parte de la historia rockera vernácula. Claudia Puyó, Willy Crook, “El Vasco” Bazterrica, Cuino Scornik, Ica Novo, y Tito Losavio, son los nombres que aparecen en este documental. Todos ellos formaron parte de bandas estelares o fueron músicos soportes de distintas estrellas. De algún modo opacados, de algún modo con luz propia. Costantino sigue sus historias por separado, los observa y entrevista, y los hará confluir en un punto en común. De música, industria y otras yerbas: Estos seis músicos harán un repaso por los temas más “candentes” del mundillo rockero. De sus bocas saldrán frases sobre la tradición y los ritos; sobre la fama, su peso, su paso y su ausencia; sobre la industria musical; sobre el estar y no estar; sobre el músico y su público, entre un enorme etcétera. Todo con el particular toque que ellos pueden otorgarle. Está claro que los destinatarios de este trabajo serán quienes conozcan a estos artistas y quieran saber algo más de sus vidas y sus opiniones, no hay necesidad de prólogos o introducciones a modo de presentación para recién llegados. Pero esta estructura de entrevistas y pareceres otorgadas a un púbico que ya los conoce, no es impedimento para que Costantino innove a la hora de presentar el documental. Por supuesto que, si hablamos de música, esta se siente y no puede faltar, habrá momentos, a modo viñetas, de zapadas y archivo poco conocido; esos momentos que hacen que estas películas quieran ser atesoradas por los fanáticos. Su estética también es llamativa, de tonalidades blanco y negro, con un montaje ágil, y algunas animaciones para cerrar ese espíritu entre juguetón y rebelde de estos músicos que, como su título lo indica, ya pasaron los cincuenta y aun fuera de la masividad se mantienen vigentes. Conclusión: El club de los 50 es mucho más disrruptiva desde la imagen que desde la presentación de las historias que presenta. De gran disfrute para melómanos, Sergio “Cucho” Costantino, plantea una postura y deja que sean sus protagonistas los que se adueñen de su película, imprimiéndoles sus sellos personales. Algunas opiniones o abordajes inteligentes terminan por redondear un documental diferente aún dentro de su subgénero.
Mirada nostálgica sobre el pasado, sobre figuras del rock que se han mantenido al borde de negociados, resistiendo sólo con su arte, los embates de la industria y los problemas económicos generales. Sergio “Cucho” Costantino, uno de los referentes del cine documental musical, explora ideas y conceptos de las figuras convocadas para la ocasión, y juega con la animación para construir un testimonio sobre la pasión por la música, su auge, y, también, su decadencia.
Reunión cumbre de varias leyendas del rock argentino Los músicos reflexionan sobre la industria musical, la tiranía del mercado y se refieren a cómo la tecnología digital influye en sus creaciones. Este rockumental es interesante tanto en el tema como en la forma. El director Sergio "Cucho" Costantino se propuso juntar en una película a varios rockeros maduros, incluyendo algunas auténticas leyendas vivientes del rock argentino, para que no sólo hagan escuchar su música sino también y sobre todo para que cuenten sus historias y sus definiciones sobre su arte y el mundo en general. Y por otro lado el marco de estos encuentros con gente talentosa como Willy Crook, la cantante Claudia Puyo o el mítico guitarrista virtuoso Gustavo Bazterrica, el de Charly García y la Máquina de Hacer Pájaros, se logra a través de unos atractivas escenografías minimalistas de animación que ayudan a separar el decorado de cada una de las figuras que son entrevistadas. Hay otros personajes coprotagónicos que dan puntos de vista interesantes, por ejemplo el guitarrista y periodista Claudio Kleiman, y las charlas giran en torno a un sinfín de cosas, muchas veces vinculadas con la tiranía del mercado o cómo la tecnología digital influye en la música. Obviamente algunas de estas charlas son mas sustanciosas que otras, pero el montaje logra una síntesis razonable entre lo que es realmente interesante y lo que es puro colorido rockero estilo Capusotto, por decirlo de alguna manera. Y por supuesto, lo que más se destaca al final es la música, dado que hay mucha y buena.
Su desarrollo es en blanco y negro, las imágenes son de distintos ensayos y grabaciones realizadas en varios lugares. Resulta un gran juego musical, con imágenes ilustrativas y de archivo, lleno de sentimientos, testimonios, personajes, anécdotas y lindos mensajes.
Luego de un par de interesantes documentales, Sergio "Cucho" Costantino regresa con este "Club de los 50", retrato generacional de una camada de músicos muy talentosos que han hecho grande al rock nacional, quizás no desde una primera línea pero sí desde la vanguardia musical que nació en los 80 y se fortaleció en la escena local en ese período. Luego, a fines de los 90' las reglas de juego cambiaron. Y hoy en día, los parámetros para encarar la producción de un disco son diametralmente distintas a las que fueron durante los 80'. La producción, mezcla y edición final, no tienen nada que ver. Hoy en día un buen clip les garantiza a los músicos proyección. Nada que ver con esos tiempos donde MTV recién comenzaba y las cuestiones de contrato y difusión eran otras... Aquí tenemos un puñado de entrevistas, jugosas, divertidas, amenas, y otro puñado de videos de presentaciones en vivo. Los integrantes de este club (Willy Crook, Claudia Puyó, el Vasco Bazterrica, Tito Losavio, Ica Novo y Cuino Scornik) tienen mucha tela aún por cortar y es un placer verlos reflexionar sobre su carrera y el estado de la escena argentina del rock. La edición es prolija, hay material rico para fans y curiosos y la duración es exacta. Una vez más, Constantino acierta a la hora de traernos material que a quienes transitamos el apogeo del rock nacional, siempre nos interesa. Vale la pena.
Llega a salas El club de los 50, un documental, dirigido por Sergio “Cucho” Costantino, sobre el rock argentino que explora este submundo a través de seis artistas que han logrado vivir de la música. Willy Crook, Claudia Puyó, Gustavo “el Vasco” Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio y Cuino Scornik. Seis diferentes artistas -algunos más reconocidos que otros pero cada uno con una carrera que ya lleva varias décadas- se juntan para este documental sobre el rock nacional. Seis historias de personas que han vivido para y por la música. No son rock stars, nada más alejado a esa imagen del músico que se las sabe todas y que las tiene todas. Al contrario, gente que labura a pulmón y que no baja los brazos pero también que sabe muy bien lo que quiere hacer y cómo quiere hacerlo. No son las únicas voces que escucharemos pero sí las principales. En el medio aportarán lo suyo algún productor, un manager o el dueño de un bar (el peculiar Norman Ramírez). Entre todos se intenta hacer una especie de retrato generacional sobre el mundo del rock. Una generación que, como dice Willy Crook en el film, quizás se siente un poco joven en esto de ser viejos. La música como lenguaje universal, como arte por excelencia. También miradas opuestas respecto a hacer música: está quien cree que es algo natural, que sale del alma, y quien piensa que necesita de mucho estudio y dedicación para poder lograrlo. Es que vivir de la música no es fácil pero sí posible. Más cerca del final el documental de Costantino incluso se permite abordar la temática de las drogas, siempre desde el punto de vista de estos músicos. Con un estilo audiovisual muy particular, dividido en capítulos, en blanco y negro e intercalando animaciones -con cita directa a Sin City-, Costantino construye un documental dedicado especialmente al fanático del rock nacional, a base de imágenes grabadas en pequeños shows y en las casas e intimidad de los músicos. Es una mirada al mundo del rock nacional durante los últimos cincuenta años especialmente.
Documental diferente, creativo,alejado de los convencionalismos La fama, el dinero y el éxito dentro del ámbito musical vienen aparejados a un sistema de explotación comercial manejado por pocas y grandes compañías discográficas, que digitan la vida de los artistas, sus productos, la manera de difundirlos y también comercializarlos. Con estas reglas de juego, impuestas hace décadas, queda en ellos aceptarlas y entrar en la vorágine de la explotación artística, o apartarse y desarrollar su profesión de la manera más digna y seria posible. Con estos principios se mueven un grupo de rockeros que respetan el dogma de la segunda alternativa expuesta anteriormente. Son los que no aceptan el sistema establecido, quieren ser libres a su modo y tocar la música que quieren y sienten, sin estar sometidos a nada ni a nadie. Estos músicos son retratados por el director Sergio “Cucho” Costantino en un documental necesario para comprender el lado “B” de este mundo. Su estética está realizada en un impecable blanco y negro, matizada con dibujos de igual característica, en la presentación de ciertos músicos como si fuese una historieta de oscuros héroes marginales. La decisión exclusiva de apartarse del sistema es muy personal. Mientras la mayoría de los que comienzan quieren llegar a ser reconocidos y poder vivir de lo que hacen, están los que llegaron y necesitan por todos los medios, mantenerse en el estrellato y, por último, se encuentran los personajes referidos en esta película. Porque Costantino entrevista a varios músicos, autores, compositores del rock nacional que, en su mayoría, fueron famosos, en definitiva, ganaron plata, y fueron exitosos. Pero en un momento de sus vidas le dieron la espalda al éxito , no quisieron “transar” más con el sistema y se volvieron independientes. No son decadentes, ni melancólicos, simplemente están orgullosos de lo que son, porque se convirtieron en una cofradía, se requieren unos a otros para tocar en sus conciertos que realizan en pubs, boliches, o pequeños teatros. No hay remordimientos ni nostalgias por los tiempos idos, ni por lo que pudieron haber sido si seguían como en sus comienzos, viven únicamente el presente, por lo que están felices y conformes con sus carreras. El documentalista no profundiza demasiado, simplemente, como amigo de ellos, los deja declarar sin sentimentalismo, solo justifican sus decisiones criticando las condiciones a las que deben someterse y que no las aceptan. El film tiene mucho ritmo, deja al espectador con ganas de ver y escuchar más música, sumado al arte del comienzo, que mantiene a lo largo del relato y lo enriquece, distinguiéndolo como un documental diferente, creativo, original, alejado de las convenciones, casi tanto como los rockeros retratados.
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LA MÚSICA, EL ELIXIR DE LOS SENSIBLES DE LA SOCIEDAD El documentalista Sergio Costantino entrega una nueva producción sobre la historia y la importancia de la música argentina, en especial del rock nacional. Ya habiendo abordado en sus films anteriores las historias de Federico Moura y Miguel Abuelo, dos íconos del rock argento, en esta oportunidad, con El club de los 50, ofrece una mirada cómplice sobre las figuras desdibujadas en este ámbito musical específico: aquellos músicos, cantautores, guitarristas, compositores, que si bien fueron y son parte importante del proceso de consolidación de este género en las décadas de ‘60 y ‘70, han sido opacadas por el estrellato de las figuras más renombradas de rock. Industria cultural, diría el querido Theodor Adorno ya en los años 40. Mezclando música, testimonios, registros de presentaciones e imágenes mezcladas con animación, el film se presenta secuenciado en cinco episodios, cada uno de los cuales tiene un tema presentación y un tópico distintivo que responde a dicho tema y a alguna cuestión del género en particular. El director se presenta en una enunciación explicita, mostrándose en escena, haciendo oír su voz y realizando una reflexión a modo de presentación al inicio de la película. Se ponderan los primeros planos para el momento de las entrevistas, los planos detalle cuando se exhibe la destreza en la utilización de un instrumento y la coloración en blanco y negro para generar, quizá, un efecto más de registro documental y de nostalgia por la impronta que estas figuras supieron construir. Conversando, metiéndose en la intimidad de su quehacer artístico y de su cotidianidad, el autor nos familiariza con Willy Crook, Claudia Puyó, Gustavo “El Vasco” Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio y Cuino Scornik, figuras de gran impronta dentro del rock, pero que, como bien se dice en el documental, “se cagaron en la fama” y siguieron construyendo desde los cimientos la música que ellos aman. En el inspeccionar de estos renombres, el film postula una interesante reflexión sobre la práctica artística, la recepción y la concepción espiritual sobre el arte. Se habla de los mitos que rodean el rock y al arte en general, de la pasión que genera dedicarse a lo que uno ama, de lo bien que se siente tocar música. Se postula la idea de la circulación de energías en las presentaciones en vivo, en este devenir mágico que es la convivencia de cuerpos para presenciar un hecho artístico (ya sea teatral, cinematográfico, musical). Hermosas reflexiones salen de quienes han conseguido hacer de la práctica de lo artístico su forma de vida, de felicidad y de orgullo. Es interesante para pensar y desmitificar la idea de un genio creador en la figura del artista, ya que el documental muestra la parte humana de quienes hacen; su dedicación, admiración por los pares, su formación y la autorreflexión de su propia práctica.