Honestamente no sé nada de fútbol más que las reglas básicas del juego y algún que otro enfrentamiento entre hinchadas y/o dirigentes que me llega por cuestiones mediáticas más que por interés propio. Sin embargo me sucede lo mismo que con casi todos los deportes, disfruto viéndolo. Desde mi ignorancia en materia deportiva lo percibo como el más pasional de todos (y la pasión incluye de forma inevitable la violencia) pero exceptuando las veces que mi abuelo y mi hermano me llevaron a ver a Talleres de Remedios de Escalada (hinchas fanáticos, socios del Club) conozco lo que conoce cualquiera, los equipos famosos, las rivalidades ya populares...
Tesis sobre la pasión En El otro fútbol (2012), Federico Peretti propone un recorrido sociológico azarozo por sobre diversos equipos de fútbol del ascenso, con la mirada puesta no tanto en la práctica deportiva sino en la pasión que provoca en jugadores e hinchas llevar en el alma los colores del club que representan. El fútbol, tal vez el deporte que más amores y odios despierta por estos lados del mundo, ha sido objeto de diversos films que lo mostraron tanto desde la ficción como del documental. Pero más allá de los equipos convocantes -o conocidos- que vemos a menudo por la TV, son cerca de 400 los que están afiliados a la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) que pelean semana tras semana por ascender de categoría y poder algún día jugar en Primera A. El documental de Federico Peretti muestra todo aquello que lejos de los "millones" y el "glamour" futbolero hace que metafóricamente se deje la vida por lo que más se ama: el cuadro del que se es hincha. El otro fútbol presenta varias miradas cinematográficas. Si bien es un documental, también es una road movie que recorre la Argentina de Ushuaia a La Quiaca mostrando las diferentes formas de vivir el fútbol. A través de varios años de investigación y filmaciones, Peretti logra una selección representativa de lo que es el ascenso argentino atravesando equipos tan dispares como el último River de Matías Almeyda o Pioneros, integrado por presos y policías de un penal de Campana, personas que vieron en el fútbol una manera de inclusión social y que, aunque parezca mentira, pueden llegar a ascender y jugar en las grandes ligas. Sin duda la historia más atrapante, pero que el director inteligentemente supo manejar para no restarle protagonismo al resto. Ideológicamente la visión del documental no está puesta en el fútbol como deporte sino en lo que éste moviliza a su alrededor. Por ese motivo continuamente la cámara se posará en la tribuna, el banco de suplentes, o se irá al vestuario mostrando al hincha o jugador por sobre el partido en sí mismo. Esta decisión de que mostrar y que mantener fuera del campo visual del espectador define cual es el verdadero sentido de una película sobre fútbol en el que el paradójicamente el fútbol está casi ausente. En los últimos tiempos numerosos documentales fueron apareciendo sobre diferentes clubes como Bichos criollos (2012), pero siempre articulados a partir del equipo por sobre el hincha. Federico Peretti logra con El otro fútbol una tesis sobre la pasión a través de estudio sociológico que va mucho más allá de lo que es fútbol en sí mismo.
Nuestra pasión de multitudes Enfocar el fútbol amateur por dentro, a través de sus mismos protagonistas fue la idea que puso en marcha el reportero gráfico y cineasta Federico Peretti. Peretti confiesa que es un admirador total de este deporte, pero no es bueno jugándolo por eso eligió estar del otro lado y ser el testigo privilegiado de aquellos que "sudan" la camiseta en las canchas más alejadas del país. Los equipos a veces juegan en canchas con piso de tierra, o de pasto recortado, pero también compiten en medio de un clima helado, como ocurre en la Liga de fútbol de Ushuaia. BICICLETAS Y MOTOS El cineasta con este documental no se propuso ni ser didáctico, ni tampoco muy explicativo en lo que muestra, por eso para el que no conoce bien el interior, la imagen de la cancha de Chaco For Ever, se puede confundir con alguna otra del conurbano bonaerense. Lo cierto es que el director, se tomó el trabajo de recorrer el país, a lo largo y a lo ancho, desde Ushuaia a La Quiaca y su registro de imágenes, despiertan y contagian pasión futbolera al que ve su película, porque los jugadores que se muestran practican el deporte sin cobrar ningún sueldo, al contrario, a veces hasta juntan dinero, o hacen colectas para comprar las camisetas. Varias de las canchas tienen su propia tribuna, otras ni siquiera eso y los que observan el partido lo hacen sentados en los asientos de sus bicicletas o de sus motos. UN HOMENAJE "El otro fútbol" es un homenaje a los clubes en ascenso y de ellos, el cineasta muestra algunas curiosidades, como el testimonio de Carlos Gabuti, que se enorgullece de ser el único colectivero que juega para un equipo, sacrificando el escaso tiempo libre que le queda después de estar horas al volante de un vehículo de la línea 553. El otro es un taxista de La Plata, que también aporta su relato, pero quizás, uno de los momentos más contundentes es cuando los presos del penal de Campana, salen a jugar un partido, junto al mismo personal penitenciario y se enfrentan a otros equipos, sólo por el hecho de practicar un deporte que los hace sentirse más útiles y a la vez incentiva el compañerismo entre pares. Escenas en la cancha, los entrenamientos, vestuarios, el fervor de las hinchadas, la voz de algunos presidentes de clubes, la señora que vende banderines, o las voces de los relatores que además promocionan los negocios del lugar, conforman un retrato que despierta emoción y entusiasmo y más aún en aquellos que aman este deporte.
“El otro fútbol”, con esfuerzo y dispersiones Enorme proyecto encaró Federico Peretti, por puro gusto y pasión. Durante tres años recorrió el país de una punta a la otra, visitó 140 clubes de lo que eufemísticamente se llama Fútbol del Ascenso, captó las expresiones de los seguidores sobre auténticos tablones, recorrió instalaciones que a veces parecen de pasillos carcelarios entre rejas y muros descuidados, visitó a directivos que se sacrifican de veras, siguió la rutina de jugadores que trabajan de colectiveros o lo que sea incluso el mismo día del partido, grabó a los comentaristas y relatores en cabinas de pueblo, y también los avisos publicitarios de esos pueblos, y al fin acompañó a algunos equipos en el todo o nada del último partido en que se define el ascenso o la amargura. Lugar especial tuvieron, en esa recorrida, algunos jóvenes que, como ellos cuentan, iban para profesionales hasta que hicieron mala junta y ahora están presos. Pero agradecen que les tocó el penal de Campana, donde internos y guardianes integran un mismo club, Pioneros, que ya se hizo notar en la C. Otro lugar especial, el relato del Indio Bazán de Almirante Brown evocando a su madre en un partido clave. Pero hay demasiados pantallazos que dispersan la atención. Ya se sabe, quien mucho abarca poco aprieta. La idea, bien extendida, podría servir para una miniserie. En una película de duración normal como ésta, muchas cosas quedan en el aire, se salta de un tema a otro y el espectador extraña un hilo conductor. Por suerte, si ese espectador ama el «fóbal», más que el fútbol, igual habrá de deleitarse ante el portón que apenas cierra de un club puneño pomposamente bautizado Estadio Unico, la cantina poco recomendable de varios lugares, o los delanteros fueguinos calculando la velocidad y dirección del viento, y recomendando el uso de rodilleras porque no es precisamente césped lo que pisan. Y así, como esas, otras historias, otras situaciones. Estudiante de comunicación social y letras, Peretti empezó como fotorreportero de un periódico que cubre la actividad de los cuadros chicos. Más que los estudios universitarios, lo pudo el recuerdo de sus juegos de pibe en la cancha de Atlanta. Después pasó al cine publicitario y al cortometraje («Séptimo piso», o lo que puede iniciarse en un ascensor, fue bien recibido en varios festivales de cine erótico). Acá es director, camarógrafo, entrevistador, editor, guionista, y foto fija. No le da a la pelota porque no lo dejan, pero las ganas se le notan a lo largo de toda la película.
Rara vez tenemos la posibilidad de entrar en contacto con la realidad federal de nuestro país. En general, vivimos encapsulados en Buenos Aires y sus alrededores y vemos (y accedemos poco) en contadas oportunidadades, cómo se viven algunos fenómenos sociales en el resto de nuestro territorio. "El otro fútbol", documental de Federico Peretti, se transforma entonces en una gran puerta que nos permite transitar, libremente, de norte a sur, por la gran pasión argentina que conmueve desde cada rol de los que están y viven cerca de ese maravilloso deporte. Durante tres años, el director y su equipo, estuvieron presentes en diferentes estadios del ascenso de todas las divisionales de la AFA (incluso la primera divisón!), prestando atención a todos los elementos que integran esta pasión nacional: los hinchas, jugadores, técnicos, directivos, periodistas, relatores, etc... Este film tiene como premisa ser mosaico de sujetos cuya vida está atravesada por el fútbol. Lo cual, lo hace muy colorido, ameno y simpático: las historias de vida van tejiendo esa red invisible y federal que nos atraviesa a todos aquellos que nos interesa el mundo de la redonda: conoceremos canchas en el norte jujeño, que no tienen pasto y son sólo polvo y arena y su contraste en el sur, Usuahia, donde sólo pueden jugar en césped sintético por las caracteristicas del clima. El documental está dividido, no en capítulos, sino en escenas de distintos momentos históricos para la escena local (el campeonato de Almirante Brown, el descenso de River, por nombrar alguno) y en algunas entrevistas a personalidades de todo el país que habla de cómo los convoca la tarea de participar en los torneos que la AFA propone. Hay algunas historias muy interesantes (la del hincha de Muñiz que se hizo técnico o la del club cuyo entrenador hace tarea evangélica/religiosa) y otras que quizás no tengan tanto vuelo, pero Peretti tiene oficio y logra siempre encontrar la toma que resuelve la escena, un chiste espontáneo, un hincha solo en una tribuna vacía, las hinchadas cantando, las evacuaciones de planteles luego de ganar en terreno visitante, etc... Si, eso sí, les tiene que gustar el fútbol. Por qué elegirían sino este documental para ver? Todos nos sentimos tocados e identificados por el amor amateur que el director logra captar, en todas los estadios, bajo todas las condiciones. Una fiesta, para vivir, no sólo en sábado o domingo. En el ArteCinema y Monumental Lavalle, no te la pierdas!
Césped más o menos cuidado; piso de tierra, polvoriento o barroso; en pocos casos, césped sintético; calor sofocante en ciertos lugares, en otros, tanto frío que los jueces de línea están autorizados a usar pantalones largos. Y además, el viento que gobierna a su antojo el rumbo de la pelota. Pero no hay obstáculo que pueda con la pasión del fútbol, la misma en todas partes, aunque aquí se esté muy lejos de los millones y el ruido mediático de Primera. Este es el ascenso en todas sus categorías, de los que están cerca de los campeonatos donde militan los grandes hasta los de aspiraciones más modestas. Federico Peretti conoció de cerca ese mundo como fotógrafo de la revista Ascenso y dedicó años a registrarlo. Lo que vio fue no tanto el sacrificio en el que suele hacerse hincapié cuando se habla de jugadores que dividen su tiempo entre el trabajo para ganarse la vida y la obligación deportiva, sino el amor que hay detrás de esa elección. En general, se juega por placer: el sacrificio no es tal. Ni para el colectivero de Kimberley ni para el taxista que es árbitro, ni mucho menos para los del equipo penitenciario de Campana, en el que conviven presos y carceleros, o para el periodista radial que relata desde la tribuna con un equipo precario, ni para el hincha. Cuestión de amor, de pertenencia. Aquí no se ve mucho fútbol porque lo que interesa es ese fenómeno humano que Peretti plasmó primero en un libro de fotos, testimonio de su sensibilidad plástica, y ahora en este primer film. En cambio sí se ve el espíritu que anima a todos los que se comprometen en un proyecto común. Porque no se trata sólo de la búsqueda del éxito. Es cuidar a la criatura que han contribuido a crear, a sostener; desde cualquier función, del dirigente al utilero, del técnico al que fabrica banderines o al hincha que nunca falla. Todos tienen oportunidad de manifestarse en este documento sencillo pero sentido, cuya única nota discordante es el tramo dedicado al descenso de River, cuya historia, con todo lo dramática que pudo haber sido, poco tiene que ver con el tema central de la película.
Una película para el folklore del ascenso El documental va de Ushuaia a La Quiaca para dar cuenta de esos equipos, esos jugadores y esos hinchas que no suelen salir en la tele. Peretti dirigió, escribió, entrevistó, fotografió y montó este film que está lleno de pasión, amateurismo y entrega. “Vos sos de Burzaco, te la pongo, te la saco”, cantan, en el ómnibus que los espera a la salida, los jugadores de Atlético Claypole, que vienen de ganarle el clásico zonal, de visitantes, a San Martín de Burzaco, sin temer a pedradas ni pinchaduras de gomas (salvo uno, que les pide que canten un poco más bajito). “Yo soy de Burzaco, te la pongo, te la saco”, cantarán más tarde los veinte muchachos de la barra brava de San Martín en la tribuna, el día que salieron campeones de la D, demostrando que los cantitos de hinchada son tan reversibles como algunas camperas. Hincha de River, Federico Peretti no esperó a que su equipo descendiera para apasionarse por esa suerte de clase B deportiva que es el fútbol de ascenso. Primero empezó sacando fotos en partidos de la B, la C y la D; más tarde quiso poner esas fotos en movimiento. Tres años después, los esfuerzos de Peretti (que dirigió, escribió, entrevistó, fotografió y montó) dieron por resultado El otro fútbol, documental sobre el fútbol que no se ve en la tele. El de las categorías de ascenso, que Peretti recorre de Ushuaia a La Quiaca, de Puerto Nuevo a San Juan y de Devoto a Barracas. Peretti da la espalda a toda sistematización, prefiriendo narrar de modo impresionista e intentando alguna clase de orden del material, con títulos que preceden distintas partes de la miscelánea. Lo que el realizador registra es, básicamente, el folklore del ascenso, la curiosidad, la estampa, los rituales. Rituales de automotivación, con el capitán del equipo haciendo su arenga en el vestuario, mientras sus compañeros hacen como un clinch de rugby. Curiosidad de nombres, cifras y datos, desde los 20 pesos que cuesta una popu en la C o la D, hasta el 13 a 1 con que Banfield surtió a Puerto Comercial, de Bahía Blanca, en el Nacional de 1974. Record recordado, con paradójico orgullo, por un jugador del equipo bahiense. Nombres de clubes como Automoto de Tornquist, Sansinena de Bahía, Los Cuervos del Fin del Mundo de Ushuaia o Yupanqui, de Capital Federal. “Juegan El Pampa, Lechuga y Bonito”, anuncia un técnico antes del partido, y uno tiene la sensación de que son nombres inventados, de cuento de Soriano o de sketch de Capusotto. Pero a no confundir: no hay la menor dosis de sátira o de burla en El otro fútbol, está claro que el realizador ama aquello que está mostrando. Seguramente por eso El otro fútbol está lleno de pasión, amateurismo, entrega, y ninguna violencia, apriete o patoterismo. Llevado por su ojo de fotógrafo, Peretti encuadra tribunas de madera, de tres o diez filas (o directamente ninguna tribuna sino sólo un simple espacio fuera del perímetro), un par de caballos pastando en una canchita de pasto raleado, una lineman mujer (¿linewoman?), un relator que transmite parado al costado de la raya de cal. Esas imágenes fijas ayudan a darle a El otro fútbol una vena contemplativa, que lo aleja de todo costumbrismo. El resto son los “personajes”, el folklore encantador: un hincha que de tanto ir a ver a su equipo llegó a ser técnico, un increíble hincha de Lamadrid que parece Felipe de Mafalda, el aviso del lavadero de la zona (“Los jugadores transpiran la camiseta, nosotros hacemos el resto”), el jugador-colectivero, el referí-tachero (que cuenta que al terminar el partido los jugadores le manguean las tarjetas y el aerosol), el pastor evangelista llamado para infundir fe a un equipo perdidoso. La increíble historia de Pioneros, club del penal de Campana integrado por presidiarios y guardiacárceles, que llegó a competir por el Argentino C, perdiendo todos los partidos, y daría, sin duda, para un documental aparte. Hay en El otro fútbol, como en todo buen documental, un desfile de hechos y de gente que el espectador tiene a su lado, pero ignora por completo. Aunque en verdad, para que El otro fútbol fuera del todo buena, habría que haber recortado bastante material de relleno (imágenes de partidos un poco al tuntún, una serie de penales sin valor en sí misma, unas cuantas “fotos” de más, algún clip desordenado), cuya única función parecería ser “engordar” el documental, para llegar a una hora y media que bien pudo haber sido imperdible.
De Federico Peretti. Una muy inteligente mirada sobre la pasión del fútbol de las distintas divisiones. No importa la B, la C o la D. Importa la pasión por un deporte que se roba voluntades y corazón, aunque la cancha no tenga pasto, aunque el viento se lleve a la pelota, en los confines de nuestro país. Tierna mirada, reveladora, inteligente.
Publicada en la edición impresa de la revista.
El lado B de la pasión El documental “El otro fútbol” se centra en el mundo del Ascenso. El Ascenso es el continente menos explorado -y el más pobre y acaso el más interesante- del planeta fútbol. Federico Peretti, que fatigó esa geografía durante años como reportero gráfico, nos entrega ahora un documental hecho de postales que, reunidas, dan cuenta de un territorio peculiar, densamente poblado, habitado por antihéroes que merecen nuestro cariño: a eso apunta El otro fútbol . A través de viñetas que hacen foco en detalles poco obvios, muchas veces graciosos, la película nos muestra desde polvorientos partidos en la altura de la Quiaca hasta partidos gélidos, cruzados por el viento, la lluvia o la nieve, en una cancha sintética en Ushuaia. En un momento, en esta ciudad, un plano fijo insiste con el banco de suplentes de un equipo que, durante el entretiempo, va perdiendo 6 a 0. Un jugador rompe el desolado silencio: “Cómo puede ser que en un tiempo, 11 contra 11, nos metan 6, boludo”. Hay otros futbolistas que dejan de ser anónimos, como Carlos Gabutti: jugador de Kimberley y colectivero. Relatores partidarios que llevan su fanatismo y sus equipos de transmisión a cuestas. Hinchas que ensayan cantitos poco sutiles y muy pegadizos: Ooohhh, yo soy de Burzaco/te la pongo, te la saco. Tal vez lo más parecido a esta película que hayamos visto en TV sea el formidable Atlas, la otra pasión . El otro fútbol tiene, también, ases en la manga. Como un equipo conformado por detenidos y guardiacárceles del penal de Campana. O un pastor que guía espiritualmente al plantel de Barracas Bolívar. “No somos menos que nadie. Y tenemos un plus extra (sic). Dios está de nuestra parte”, arenga a sus atribulados jugadores. Ojalá que así sea, para todos ellos.
Resulta curioso que un documental con tantas propuestas termine victima de la abundancia. Algo innegable de “El otro fútbol” es la enorme cantidad de kilómetros recorridos por la producción en el transcurso de los cuales se metió en 108 partidos de todas las divisiones y torneos del fútbol argentino, con la excepción de la primera A. La noble intención de captar postales de la pasión por el deporte más popular de nuestro país tiene sus puntos altos en la paciencia. El director ha logrado tomas fantásticas, como la de un hincha parado en el asiento de su bicicleta para poder ver el juego; la de una recriminación del capitán a sus compañeros por ir perdiendo 6 a 0 en el primer tiempo; o un plano general corto de un relator transmitiendo el partido a la intemperie y acodado en una estructura de cemento. “El otro fútbol”, propone meterse en los recovecos y en los alrededores del corazón del hincha. Sucede que cada vez que el realizador cambia el escenario, o el tipo de "protagonista", a lo mejor sin proponérselo, se disparan temáticas interesantes que nunca son profundizadas, por ejemplo la visita al penal de Campana y el logro de que presos y guardias juntos participen oficialmente del torneo local. Este recorrido termina entregando tantos testimonios e imágenes como propuestas inconclusas. Es como esos viejos albúmenes de fotos en los que entraban cuatro por cada página. Uno mira interesado y con detenimiento al principio, para luego perder gradualmente el interés a medida que se suceden las páginas. De todos modos cabe destacar el buen trabajo de edición y post-producción, y una gran capacidad visual para componer desde los planos detalles a los generales. Es allí donde la mayoría de las imágenes cuentan algo sobre la intimidad de la pasión de multitudes.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.