Policial evangélico con drama social Pasa algo raro cuando uno ve las primeras escenas de El otro, no todo lo que ves (2014), algo parece fuera de eje... uno cree estar viendo un drama, tal vez un policial, una historia simple sobre un robo a un banco que hace esfuerzos un tanto evidentes por lograr deslizar a través de sus personajes críticas respecto de la sociedad, la violencia, el crimen y la justicia entre otros temas que se asumen del día a día. Pero como dicen los infomerciales yanquis sobre parrillas, maquinas de hacer ejercicios y aspiradoras: "But wait, there's more!" (Espere, aún hay más!) Ir a la galería de imágenes Película relacionada El otro, no todo lo que ves (2014) La historia gira en torno a Marcos (Guillermo Pfening), un joven que vive con su madre y su hermano y la lucha día a día. Marcos consigue trabajo como cartero y tiene tanta pero tanta mala suerte que en su primer día va a dejar una carta a un banco que es robado por una banda de ladrones integrada por su propio hermano. El bueno de Marcos busca evitar que un policía que bien podríamos denominar como "el facho" -interpretado por Víctor Laplace- abra fuego contra su hermano, y en medio del complejo episodio es confundido como parte de la banda de malhechores y herido de muerte. Y es acá donde la cuestión se pone interesante. De manera milagrosa Marcos revive en la morgue judicial, sus heridas de bala desaparecen y un misterioso hombre de barba -con una apariencia y proceder similares a los de cierta deidad biblica- comienza a presentarse ante él de forma esporádica en distintas situaciones con frases enigmáticas como "siempre voy a estar con vos" o "hay que tener fe" entre otras de un tono sospechosamente relacionado con otro ámbito. Este personaje fantástico aparecerá caprichosamente durante el relato sin otro objetivo más allá de bajar línea. Volviendo a la trama, a causa de toda la confusión generada Marcos deberá entregar la plata que no tiene de un robo que no cometió para evitar que las consecuencias las pague su hermano. La ficha del film nos dirá que está dirigida por Daniel De Felippo (Plumíferos, Aventuras Voladoras, 2010, Los Superagentes: La Nueva Generación [2008]), pero al mismo tiempo figura un Pablo Muñiz a cargo de la "Dirección General" -sea lo que fuere que ese cargo implique- y todo se vuelve mucho más extraño cuando después de investigar un poco uno se entera que es una película producida -entre otras- por Oramos Por Vos, que según dice su página web son un grupo de Pastores que forman parte de una red de iglesias evangélicas de todo nuestro país. Y es ahí donde nos termina de caer la ficha. Más allá de los orígenes de la producción, si analizamos al film fríamente podemos decir que a pesar de contar con un buen elenco -Víctor Laplace, Laura Azcurra, Alejandro Awada- se nota la caricaturización de personajes sin grises: los buenos son muy buenos y los malos son muy malos, y ninguno de ellos hará o dirá algo que no cuadre dentro de su -limitado- marco de competencia. A nivel técnico es un film que no desentona, con buen nivel de fotografía y trabajo de cámara, encuadres y movimientos de cámara que buscan dar valor agregado a aquello que se cuenta. Pero todos estos esfuerzos se ven bastante empañados por una historia cuya ideología intenta mostrar su costado evangelizador de forma demasiado denotativa, y eso lo corre a uno constantemente de aquello que plantea la trama, atentando contra una suspensión de nuestra incredulidad que nos permita disfrutar la película sin tener la sospecha constante de que al prenderse las luces en la sala nos darán un panfleto de la Iglesia Universal.
Surgida por la necesidad de una fundación para transmitir en manera de película un mensaje especifico "El otro, no todo es lo que ves" (Argentina, 2014) termina buscando una identidad especifica dentro del pedido concreto que origina su relato pero sin llegar a conseguirlo. Daniel de Felippo se pone detrás de cámara para construir un liviano alegato sobre valores positivos en medio de una trama policial muy maniquea y que, con trazos gruesos, y que rozan lo grotesco, presenta a los personajes dentro de un escenario lábil y estereotipado. La historia de dos hermanos (Guillermo Pfening y Gaston Soffriti), que se encuentran ubicados en las antípodas de la escala de valores, es sólo el puntapié inicial para hablar de temas como la separación, la coyuntura social y valores perdidos por sobre todas las cosas. Los protagonistas, luego de un hecho fortuito, se convencerán de la necesidad de elegir correctamente su lugar en el mundo, demostrando así la imperiosa necesidad de obligarse a querer trascender su propuesta sin hacer una sola afirmación que la avale. Una ayuda particular para el personaje de Pfening, por parte de un “ser” (Lucas Ferraro) que nunca termina de llegar correctamente a explicarse la razón de su habilidad para volver a los muertos a la vida, dota de “realismo mágico” a una historia que intenta fundamentar su esencia en una subtrama policial débil. El guión posee una estructura clara, salvo su incorporación del hecho “mágico”, pero resta fuerza a las afirmaciones y sentencias que los actores van soltando a lo largo del metraje, porque en la exageración de algunas palabras no se puede terminar de lograr naturalidad en los diálogos. El personaje de Pfening deambulará entre los suyos y el resto de involucrados que irán apareciendo con una clara ignorancia para favorecer así el desarrollo de la trama. En “El otro…” faltan cosas, que bien podrían haber sido omitidas por decisión de producción o por la propia generación de lagunas en la narración al haber sido pensado el discurso como una imperiosa y clara pelicula panfletaria sobre la positividad y el amor familiar. Ni siquiera el elenco de notables actores que la protagonizan (Graciela Pal, Alejandro Awada, Laura Azcurra, Lucas Ferraro, etc.) puede salvar una trama que no puede profundizar siquiera la premisa que dispara el relato. La facturación técnica tampoco acompaña la propuesta y porque justamente no hay un virtuoso detrás de cámaras que pueda solventar la necesidad que "El otro..." llegue a la pantalla.
Extraña bajada de línea espiritual Marcos (Guillermo Pfening) es un treintañero cínico y desesperanzado. Hijo de un militante de izquierda caído en los años 70, tiene una madre que se ha refugiado en la religión y un hermano menor, Jony (Gastón Soffritti), sumergido en el submundo de la delincuencia más pesada. La casualidad hace que el protagonista aparezca en su primer día de trabajo como cadete en una sucursal bancaria en el momento exacto en que la banda que integra Jony comete un asalto. Los resultados del golpe serán, en más de un sentido, devastadores. De Felippo intenta combinar la trama policial con el drama familiar, una mirada demoledora sobre la corrupción policial, pero apuesta -sobre todo- a la concientización con la aparición de un personaje "iluminado", capaz de concretar milagros y soltar discursos aleccionadores. Más allá de cierta pericia narrativa, el resultado es caótico y desconcertante, más cercano a la bajada de línea de valores espirituales que al genuino disfrute cinematográfico.
La película está producida para difundir valores de fe: una trama policial con muchas idas y vueltas y componentes sobrenaturales. Un film con algunos aciertos, varias obviedades.
Una cuestión de fe Aceptar las reglas del juego de El otro, no todo es lo que ves, film dirigido por encargo –según palabras del propio director- a Daniel De Filippo (Plumíferos, Los Superagentes: la nueva generación) supone una cuestión de fe en la propuesta general atravesada por elementos del policial y el drama familiar, con altas dosis de denuncia social y bajada de línea moralista detrás. Si como expresaba hace años la teoría el medio es el mensaje, con El otro… lo único que prevalece es el mensaje pseudo espiritual, pseudo religioso multiplicado desde los recursos del medio cinematográfico y para que ese objetivo se cumpla el personaje protagónico es víctima en un doble sentido de una tragedia y un milagro a la vez (de ahí el título no todo es lo que ves). De esta manera su misión y funcionalidad con la historia es mostrar a través de sus ojos al espectador la transformación de un personaje reacio a la fe y desencantado por las causas nobles, quien por azar es puesto a prueba para reforzar su espiritualidad en un mundo donde en apariencia todo es corrupto o injusto. De Filippo por momentos encuentra el ritmo a un relato que no puede despegarse de su prédica en palabras o diálogos ampulosos y confía demasiado en sus actores y en las caracterizaciones para llevar la historia a un lugar diferente al del mensaje propuesto. La desconexión de ambas líneas narrativas se hace notoria a medida que el film avanza en un cúmulo de malas decisiones que toma el protagonista interpretado por Guillermo Pfening: un reciente empleado de correo honesto que se ve por azar involucrado en un robo a una sucursal bancaria, perpetrado por una banda de delincuentes entre los que se encuentra su hermano menor Jony (Gastón Soffritti). El cadete es asesinado por un guardia de seguridad (Alejandro Awada) instantes después de frustrar las acciones de un ex policía (Víctor Laplace) que pretendía descargar fuego contra su hermano durante el atraco y en la morgue la presencia de un extraño (Lucas Ferraro) le devuelve la vida ¿el incrédulo víctima de un milagro?. Con esa premisa atractiva las condiciones del policial desde sus diferentes aristas, es decir corrupción de las fuerzas, mundillo de la marginalidad y la sensación plena de inseguridad, elementos revestidos desde lo discursivo tanto de derecha como de izquierda, se diluye paulatinamente al entrar en escena el elemento fantástico y la impronta del milagro para el incrédulo. Así las cosas, El otro… no encuentra el rumbo justo para unir las ideas que desde el guión se esbozan desde el planteo pero que nunca se plasman en pantalla.
La película muestra lo cotidiano de distintos transeúntes y nos ofrece una fuerte crítica a la sociedad y muchos de sus aspectos negativos: crimen, robo, violencia, justicia, pensar un poco en el otro, entre otros. Una invitación a la reflexión sobre la fe y el afán de superación, por momentos parece un discurso citando el evangelio, resulta muy irregular y cae rápidamente. Cuenta con un destacado elenco, (que no los ayuda el pobre guión): Alejandro Awada, Laura Azcurra, Gastón Soffritti, Lucas Ferraro, Víctor Laplace, entre otros.
Creer o reventar. Desesperanza por la vida, concepción nihilista acerca del escape a un mundo mejor, falta de fe: todas estas cruces son las que lleva en su mochila psicológica el protagonista de El otro (no todo es lo que ves), Marcos (Guillermo Pfening). Y hablo de cruces porque los primeros minutos -que parecen sumergirnos en un drama policial- tomarán un giro evangelizador que convertirá a este film en una suerte de propaganda religiosa de poca monta. Uno de los principales motivos pasa por el hecho de que entre los nombres que figuran como productores y distribuidores de film se encuentre “Professio Divinitus”, una productora creada en 2003 cuyo principal objetivo es comunicar valores morales a través de los medios de comunicación. A contraposición de la postura del Nuevo Cine Argentino de no demonizar la delincuencia o al “pibe chorro”, la política religiosa explícita de la película propone una visión conservadora de la delincuencia. El giro hacia el realismo mágico, que nos permite ratificar la hipótesis anterior, está ejemplificado en el momento en el que Marcos (Guillermo Pfeming) se ve involucrado en un asalto a un banco protagonizado por su hermano, quien está metido en “la pesada” -y a pesar de que es “bajado” a balazos- se encuentra con un hombre cuya estética recuerda al salvador bíblico que mágicamente sana todas sus heridas. Este leitmotiv irá apareciendo a lo largo de la película y abrirá un abismo narrativo entre el entramado policial y esta suerte de filosofía redentora encarada en la imagen del hombre misterioso. Si bien en tanto encuadre e imagen la película no deja cabos sueltos, es a la hora de querer trazar una metáfora sobre la salvación a través de la fe donde nos encontramos con una película sonsa y fofa en lo referido al contenido. Una bajada de línea evangelizadora que cualquier amante de los policiales sentirá que linda con la comedia. Tema aparte es la construcción naif de los personajes, que se dividen entre “buenos” y “malos”, convergiendo con esta imagen de cielo e infierno que implícitamente adherimos al obedecer al pacto narrativo del film. El otro (no todo es lo que ves) es un intento de drama policial -protagonizado por un gran y desperdiciado elenco- que carece de elementos metafóricos y narrativos necesarios para convertirse en una película real, siendo también un milagro que la propuesta esté destinada al público masivo.