Tras su estreno mundial en el Festival de Mar del Plata 2019 y luego de un largo recorrido por distintas muestras nacionales e internacionales (SANFIC, Málaga, Gramado) llega a cuatro salas cordobesas este valioso nuevo trabajo del director de El día trajo la oscuridad. Tras incursionar en el cine de vampiros con El día trajo la oscuridad (2014), en la comedia con El padre de mis hijos (2018) y en el drama carcelario con elementos políticos con Unidad XV (2018), Martín Desalvo continúa indagando en los géneros con El silencio del cazador, un tenso, espeso e inquietante thriller con estructura y aires de western. Ismael Guzmán (Pablo Echarri) es guardaparques en una selva misionera cada vez más amenazada por la deforestación. Pese a la prohibición existente de ingresar en el monte para la caza, son varios los que suelen incumplirla. Uno de ellos es Orlando “El Polaco” Venneck (Alberto Ammann), un terrateniente de una de las familias tradicionales de colonos de la zona acostumbrado a la impunidad de los poderosos. Hay algo más que enfrenta a Ismael -que está próximo a reemplazar a su jefe, Agosto (César Bordón), en la supervisión de ese destacamento y es impiadoso con los cazadores furtivos- y El Polaco; y es, claro, una mujer: Sara Voguel (Mora Recalde), una médica rural que trabaja en la clínica local pero también recorre cada una de las necesitadas comunidades de los pueblos orignarios, que supo ser la novia juvenil del Polaco y que hoy es la pareja de Ismael. Todo servido, entonces, para un crescendo de tensión que Desalvo va construyendo con absoluto dominio de los elementos y una puesta en escena virtuosa pero jamás ostentosa. El contexto social, las diferencias de clase, el machismo predominante, la descontención (explotación) de mujeres y niños, así como la violencia latente (y que no tardará en explotar) que se percibe a toda hora y en todo lugar en la zona son algunos de los aspectos que aborda y desarrolla El silencio del cazador (como dato de color el film tiene varios elementos en común con la reciente Al acecho, de Francisco D'Eufemia, con Rodrigo de la Serna). Aunque por momentos los actores deben luchar contra unos acentos que lucen demasiado forzados, esa complicación no conspira contra el resultado final en términos dramáticos ni mucho menos visuales (excelente aporte del DF Nicolás Trovato). El guion de Francisco Javier Kosterlitz no será particularmente sorprendente, pero es impecable. Cada personaje secundario (incluidos Sordo, un niño de la comunidad indígena interpretado por Thiago Morinigio, y Simone, una empleada doméstica encarnada por María Mercedes Burgos) tiene su aporte decisivo a la trama, aunque el eje -por supuesto- está puesto en el enfrentamiento entre el héroe torturado (Ismael) y un antagonista cruel y despiadado (El Polaco), pero que jamás cae en el estereotipo ni la exageración. Un western contemporáneo que funciona a la perfección.
Martín Desalvo (Unidad XV, El padre de mis hijos) vuelve al cine de género para fusionar el thriller con el western ecológico en El silencio del cazador (2019), película filmada en la selva misionera con Pablo Echarri, Alberto Ammann y Mora Recalde.Se puede ver en Cine.Ar Play. La historia se centra en la disputa entre Guzmán (Echarri), un guardaparque fronterizo, y Benek (Ammann), un terrateniente al que su dinero lo vuelve impune. Ambos eran amigos de juventud y Sara (Recalde), una médica rural, hoy casada con Guzmán y antigua novia de Benek, los convirtió en enemigos. Ante la amenaza de que un yaguareté se está comiendo el ganado, Benek aprovecha el ataque para hacer uso de sus habilidades (reprimidas) de cazador, mientras Guzmán inicia una feroz cacería contra su enemigo amparándose en las facultades que la ley le brinda. Con guion de Francisco javier Kosterlitz, cuya mayor virtud es la forma que utiliza para adentrarse en la complejidad psicológica de los personajes, El silencio del cazador está estructurado como un western moderno con elementos de thriller dramático, donde el foco, que está puesto en la ecología, resulta la excusa para narrar una historia en donde las relaciones con el poder, la impunidad y el abuso, en todo sentido, están a la orden del día. Guzmán y Benek aparecen enfrentados por Sara pero en ese enfrentamiento no solo está la disputa por el amor, sino también por el poder. Filmada con cámara en mano y largos planos secuencia en locaciones de las comunidades de Alem, Cerro Azul, San Ignacio y Mojón Grande, Desalvo, que en todas sus películas trabaja la fotografía de una manera particular y diferente, apela al DF Nicolás Trovato para crear la atmosfera opresiva y de tensión que se mantiene a lo largo de toda una historia donde no hay héroes ni heroínas, sino hombres y mujeres con las contradicciones que los hacen humanos.
Pablo Echarri interpreta a un severo guardaparques en este mezcla de western misionero, thriller ecológico y drama pasional con un jaguareté suelto en el monte y dos hombres enfrentados por una mujer. Correcta aunque no muy imaginativamente filmada por Martín De Salvo, la película empieza bien con una redada del guardaparques y presenta el conflicto que se desarrolla en atractivas escenas en el monte, con momentos de lograda tensión. El crescendo dramático está bien armado y actuado, pero a medida que se ve venir el desenlace, el guión prolonga las cosas más de lo necesario mientras la acción va quedando relegada ante el asunto dramático, que sin dudas es menos entretenido. Las actuaciones son buenas, especialmente la de Mora Recalde, y el tigre se luce en una escena fundamental.
Apoyado por el instituto de cine de Misiones, esta película cuenta la trágica historia de este aguerrido guardaparque, inmerso en un triángulo de celos que tiene lugar en el calor de la selva. Filmada en locaciones naturales y protagonizada por Pablo Echarri y Mora Recalde, “El Silencio del Cazador” nos habla de cazadores furtivos y pasiones humanas, en donde la escalada de violencia en la que se verán envueltos los protagonistas representa el síntoma de una sociedad que porta conflictos ancestrales. Partiendo de un proceso de investigación en el lugar que demandó años, “El Silencio del Cazador” destaca en la habilidad por mixturar los elementos del género thriller y western. Martín Desalvo denota una notable capacidad para utilizar a los mismos en función de trabajar una problemática social y humana real y concreta. El realizador de “Unidad XV” apuesta a la heterogeneidad de registros dramáticos para contar una película atrapante sin quitarle importancia a la preocupación ecológica por los animales autóctonos, proveyendo una mirada a la ecología desde una verdad despojada de liviandades. Acaso también busca posicionarse como una válida película testimonial, denunciando el peligro de extinción del yaguareté de la selva misionera. La aparición en escena del mítico animal, constituirá una metáfora particularmente llamativa como disparador argumental de estas rivalidades sosegadas, buscando el autor una verdad consecuente y comprometida y visibilizando el impacto en los pobladores de allí, fresco social que otorga al film un fuerte sesgo documental.
Crítica de “El silencio del cazador” de Martín Desalvo. Una historia inquietante que transcurre en el marco de la selva misionera donde se entrecruza un triángulo de pasiones, el peligro de un yaguareté que amenaza la tranquilidad de los colonos y el poder de un terrateniente sediento de cazar en forma indiscriminada.por Javier Erlij Pablo Echarri encarna a un guardaparque que trabaja incansablemente en busca de un puma y también se ocupa que los animales autóctonos no sean matados por un grupo de cazadores liderados por el Polaco, encarnado por Alberto Ammann, dueño de muchas tierras heredadas de su padre. El polaco fué el novio de la esposa del guardaparque, rol que compone Mora Recalde, y en la actualidad continúan las fricciones con el guardafauna por celos con su mujer, además de las rencillas por la matanza sin permisos en la selva fronteriza.Completan el elenco: César Bordón y Mercedes Burgos. En el desarrollo de la trama también se abordan los tópicos del abuso infantil a través del trabajo y las tierras apropiadas a las tribus originarias. Una combinación de un thriller y western con brillantes actuaciones de Echarri, Recalde y Ammann rodada en la mayoría de las escenas con cámara en mano y en plano secuencia bajo la cuidada dirección de Martín Desalvo hacen de la película una magnética opción para ver. Cabe destacar que el realizador presentó también el año anterior en el marco del Festival el film “Unidad XV” La película se exhibió fuera de concurso en la sección de Competencia Latinoamericana Calificación: 90/100 Dirección Fotografía Actuaciones Arte Por que sí: No sumerge en un mundo desconocido como el de un guardaparques con una estupenda fotografía y actuaciones logradas.
Luego de haber realizado «Unidad XV», un drama carcelario poderoso, Martín Desalvo regresa con «El Silencio del Cazador», un thriller interesante que mantendrá atrapado y tenso al espectador a pesar de que ciertos momentos se vuelvan predecibles. Guzmán es un cuidador de un parque nacional en Misiones, donde antiguamente iban los cazadores a buscar a sus presas, pero ahora se convirtió en una reserva natural. Es así como pasará sus días ahuyentando a quienes se acercan allí con malas intenciones, mientras que estará atento al rumor de que un tigre anda merodeando en la selva. Pero además deberá lidiar con su vida privada, el deseo de ser padre y una disputa con un antiguo novio de su mujer que sigue formando parte de su vida. «El Silencio del Cazador» es un thriller argentino que se sostiene por el clima que se crea a lo largo de todo el film. Durante todo momento el público vivirá en una atmósfera tensa que cada vez crece más y donde sabe que en cualquier momento todo explotará en violencia. Con todas las aristas que se abren en la primera parte de la película se pueden prever algunos cierres de cada historia o al menos cómo se irán desarrollando. Si bien sigue una lógica, la trama se vuelve algo predecible. El clima deseado se logra también gracias a la utilización de la selva como una de las grandes y principales locaciones. No sé sabe qué puede suceder allí, convirtiéndose en una especie de personaje más. En este sentido, debemos destacar también el trabajo de fotografía y ambientación. El elenco está compuesto por importantes figuras del cine nacional, como Pablo Echarri, Alberto Amman, Mora Recalde, César Bordón, entre otros. Al tratarse de una historia filmada en Misiones, interpretan a personajes locales, realizando un correcto acento. Sin embargo, a quien se lo siente más cómodo en su rol es a Cristian Salguero, oriundo de Posadas. Igualmente, todos consiguen involucrarse en el drama con sus gestos y actitudes. Y si bien existe una gran cantidad de personajes, cada uno de ellos tiene su importancia en la historia y el tiempo necesario en pantalla para poder desarrollarse. En síntesis, «El Silencio del Cazador» es un thriller atrapante e interesante, que si bien por momentos se vuelve predecible, sale airoso por la atmósfera opresiva y tensa creada como también por el comportamiento de sus personajes.
El realizador Martín Desalvo es uno de los directores argentinos que intenta salirse de los moldes y probar suerte con los géneros. En un cine industrial esto sería ser la norma, pero en Argentina, un país donde la mayoría de los directores, sean buenos o pésimos, quieren ser grandes autores con importantes temas, hacer películas de género es un camino diferente. En este caso, la película busca ser un western contemporáneo, aunque podría haber transcurrido, por varios de sus elementos, en cualquier época. Al igual que Al acecho, otro film argentino estrenado recientemente, la película transcurre en un Parque Nacional, en este caso en la selva misionera. Guzmán (interpretado por Pablo Echarri) es el guardaparques que lucha contra los cazadores furtivos. Venneck (Alberto Ammann) es un conocido poblador que sigue la larga tradición familiar de cazar animales. Completa el triángulo Sara Vogel (Mora Recalde) una médica que está casada con Guzmán y fue antes pareja de Venneck. En conflicto crecerá en el ambiente exuberante de la selva, con el calor y las tensiones entre los personajes. El guión de la película tiene la misma base que muchas otras historias de este tipo. Hablamos de western, pero también podríamos hablar de melodrama o film noir, por las tensiones sexuales, el círculo en el cual los personajes parecen estar atrapados y la sensación de que más tarde o más temprano todo va a explotar. En esta clase de films se necesitan alguna chispa extra para hacer la diferencia y no quedar atrapado en lo convencional. El director busca armar una puesta en escena que subraye todo lo mencionado y por momentos lo logra, pero la historia pasa por más lugares comunes que hallazgos novedosos. Los actores parecen llevados al lugar y no se siente como parte de ese ambiente. Seguirá siendo un misterio porque a Pablo Echarri se lo convoca para roles protagónicos cuando ya ha demostrado con creces que no tiene como sostener estos papeles. Es difícil sobrellevar su presencia. Tampoco Mora Recalde tiene química alguna con él y son esas las cosas que le terminan bajando el nivel a toda la película más allá de sus intenciones, sus detalles poéticos y sus pequeños y previsibles apuntes políticos.
Sangre del monte. Desde el comienzo del film se genera la posibilidad de un conflicto bien establecido al plantar una rivalidad entre el guardaparques Ismael Guzmán (interpretado por Pablo Echarri) con Orlando Venneck (Alberto Amnann), un adinerado terrateniente que poco le interesa la prohibición de cazar dentro del parque. Y si bien uno de los problemas es que Venneck haga caso omiso a la autoridad, el conflicto mayor es la presencia de la pareja de Guzmán: Sara Voguel (Mora Recalde), una médica que trabaja recorriendo las distintas comunidades aborígenes de la zona. Y es que en realidad el problema no será su presencia, sino más bien el romance que supo tener la doctora con Orlando en su juventud; formando así un triángulo amoroso que poco a poco irá sembrando un camino de ida hacia una violencia desmedida. Es así como el director Martín Desalvo va construyendo un relato que en ningún momento decae o necesita del típico estereotipo héroe contra antagonista. El director nos deja en claro que sabe cómo utilizar los elementos y recursos para que el film adopte la característica de un western contemporáneo, dándole así el ritmo necesario a esta película que, dentro de los conflictos ya mencionados, sabe cómo navegar entre tópicos como el machismo predominante de la zona, la explotación de mujeres y niños aborígenes, y la impunidad de las familias más poderosas, como resulta ser el caso de Orlando Venneck. Mucho para destacar y poco para criticar, y dentro de ese poco se encuentra el paupérrimo acento de los actores, el cual de forzado lo tiene todo. Aun así, no es suficiente piedra para obstaculizar el camino de una película que, en conjunto con un guion impecable, y con una hermosa fotografía, logra un desarrollo excelente y finaliza de una manera aún mejor. Un film que pide ser visto en salas de cine.
“El silencio del cazador”, de Martín Desalvo Por Jorge Bernárdez - 31 marzo, 2021 Estreno en salas. Comienza como una especie de western selvático pero deriva en otra cosa. El silencio del cazador es una muestra más de lo que es un proyecto que se viene desarrollando en Misiones de crear allí un polo audiovisual, de donde también se inscribe otra sorpresa como Fantasma vuelve al pueblo. Lo cierto es que la historia dirigida por Martín Desalvo en Misiones hace que haya que prestar atención a lo que se está produciendo en esa provincia. Ismael Guzmán (Pablo Echarri) es un guardaparque y básicamente se dedica a la protección de las especies animales. En el intrigante comienzo, unos cazadores furtivos deambulan por el monte y una patrulla que comanda Ismael los persigue, desde ese primer momento Martin Desalvo hace gala de un gran manejo de la puesta de escena con la cámara de Nicolás Trovato. El cazador es “El Polaco”, un personaje del pueblo que tiene una chacra pero que utiliza los parques nacionales para entrar y cazar. Por cierto, no es la primera vez que lo hace y no es la primera que es apercibido por los guardabosques. Ismael y el Polaco no se llevan nada bien y la tensión, ya desde ese primer encuentro, es palpable. El Polaco es un poco el mandamás de la zona, su padre le dio trabajo a buena parte del pueblo en la chacra y entre otros al padre de Ismael, que era paraguayo y pobre. Para sumar razones para que Ismael y Polaco se odien la mujer del guardabosque fue novia del polaco. Entre los modales prepotentes y de patrón de la tierra del colono y los celos de Ismael, es fácil darse cuenta de que el asunto no puede terminar bien. Hay una subtrama que es la de un tigre, puma o jaguar, que anda suelto en el monte matando ganado de los colones. A medida que avanza la película, el personaje de Guzmán empieza a tropezar con su futuro en la fuerza, con la prepotencia del Polaco que maneja a los poderes del pueblo y con la mujer que le pide que piense en ellos y que su vida en el pueblo se puede volver insoportable si insiste con hacer cumplir la ley y castigar al capanga del lugar. En ese punto del relato, El silencio del cazador parece aquellos clásicos western en que el protagonista se enfrenta a todos. La vuelta de tuerca que va a hacer estallar todo entre los protagonistas es muy interesante -no vamos a adelantar nada-, una explosión de que la tensión del relato pedía a gritos. Alguien dijo que los mejores guiones son aquellos que ponen a los protagonistas ante la única posibilidad de agarrarse a tiros. Martín Desalvo es un director que vale la pena tener en cuenta y es el responsable de Unidad XV , una película sobre la famosa huida de dirigentes peronistas de una cárcel de Río Gallegos donde habían sido confinados por la revolución autodenominada “Libertadora”. Todo en El silencio del cazador es preciso, el trabajo de Echarri debe ser de las mejores que ha hecho en cine y el resto del elenco también es muy sólido, todos le dan credibilidad a una película que cumple sobradamente con lo que promete. EL SILENCIO DEL CAZADOR El silencio del cazador. Argentina, 2019. Dirección: Martín Desalvo. Intérpretes: Pablo Echarri, Alberto Ammann, Mora Recalde, César Bordón, María Mercedes Burgos, Cristian Salguero y Thiago Morinigio. Guion: Francisco Javier Kosterlitz. Fotografía: Nicolás Trovato. Música: Jorge Chikiar. Edición: Paula Rupolo. Sonido: Hernán Ruiz y Federico Esquerro. Dirección de arte: Daniela Podcaminsky. Producción: Pepe Salvia y Julieta Sánchez (Doménica Films). Distribuidora: Cinetren. Duración: 103 minutos.
Los mejores momentos de El silencio del cazador transcurren en el interior del monte misionero. Una escenografía natural poderosa, densa, intrincada, capaz de atrapar en el más profundo sentido del término a los dos personajes protagónicos, un estricto guardaparque (Pablo Echarri) y el hijo de uno de los colonos terratenientes (Alberto Ammann). Con rencores acumulados desde la infancia y enfrentados además por el deseo hacia la misma mujer, ambos parecen esperar que el destino acelere todavía más las tensiones que los enfrentan hasta el estallido que esperan desde hace mucho tiempo. El conflicto crece bajo otras reglas: la deforestación del monte, el abandono de las comunidades aborígenes, las desigualdades sociales, la búsqueda esquiva de un destino dentro o fuera del terruño. Son apuntes bien dosificados por el director Desalvo, que consigue con largas secuencias cámara en mano, la excelente fotografía de Nicolás Trovato y un elenco de altísimo compromiso un retrato preciso de ese antagonismo irreductible. Menos atractiva resulta la descripción del costado de esa lucha ligado al aspecto afectivo, excusa para el desarrollo de algunas de las escenas más previsibles. La presencia amenazante de un misterioso y elusivo animal le aporta otro elemento de interés a una historia cuyos protagonistas terminan comportándose como verdaderas fieras.
La selva misionera en el centro de la atención, un clima cálido y por momentos abrazador, y en ese ámbito un triangulo amoroso, con mucho de thriller, de western autóctono, despliega sus virtudes y tensiones, en un hilo argumental redondo que nada desperdicia, y mantiene muy atento al espectador. Martin Desalvo es un director con muchas virtudes (Unidad XV, Las mantenidas sin sueños) supo aprovechar al máximo ese entorno alejado de la postal turística, donde se revelan diferencias de clases, odios acumulados, la labor de los guarda-parques para defender el ambiente de los cazadores furtivos y lugareños poderosos acostumbrados a hacer su voluntad. Son hombres armados y eso ya implica una carga latente extra y siempre presente. La película tiene un efecto inmersivo en esa selva, con una fotografía saturada y el seguimiento de cada personaje en cada pliegue de su personalidad, como si fuese un documental.. Con esos elementos el guión de Francisco Kosterlitz no desaprovecha a ningún personaje, hasta los roles más cortos tienen un momento clave. Desalvo sabe sacarle partido a cada uno de los actores, sus mejores virtudes. Se luce Pablo Echarri con la dosis justa de vulnerabilidad por origen y la fuerza de sus convicciones. Alberto Ammann despliega vigor en su patrón dictatorial. Ambos compartieron el premio a mejor actor en el Festival de Malaga. La película gano otros premios internacionales. Mora Recalde, Cesar Bordón, y todo el elenco es ajustado y perfecto. La intención del realizador de entretener se cumple a la perfección, pero quedan descubiertas tensiones sociales, raciales, sabiduría autóctona, guerra de poderes, de hombres perdidos en una espiral violenta y feroz.
"El silencio del cazador": relato clásico de lucha contra la impunidad. El actor encarna a un guardaparque que protege a la selva misionera de los cazadores furtivos en este notable thriller con resonancias ecologistas. “Funcionarios sobran. Lo que hace falta es poner el cuerpo”, dice el guardaparque Ismael ante el planteo de su mujer de mudarse a Posadas por una oportunidad laboral y, con ello, dar una vuelta de página a la vida en común. La frase está en perfecta sintonía, primero, con el idealismo intransigente de un hombre que ha dedicado su vida a proteger la selva misionera de cazadores furtivos que, más por diversión que por necesidad, circulan sigilosamente entre la frondosa vegetación a la espera de una presa. Y segundo, con un mandato estético del director Martín Desalvo según el cual los personajes construyen su esencia, su manera de existir, en base a la corporalidad. Thriller con resonancias ecologistas, western anclado en las históricas tensiones de clase que, desde Ushuaia hasta La Quiaca, atraviesan a la Argentina, El silencio del cazador es una película intensa y nerviosa, una historia de enfrentamientos personales en el que se conjugan dos cosmovisiones opuestas. El último trabajo del director de El día trajo la oscuridad (2014), El padre de mis hijos (2018) y Unidad XV (2018) arranca con una secuencia notable que muestra a Ismael (un Pablo Echarri inusualmente contenido) invisibilizándose en la selva para seguir con sigilo los sonidos provenientes de la actividad de un par de cazadores a los que, en este caso, encuentra con las manos en la masa. O, mejor dicho, en el cadáver de un animal. La situación está filmada con una cámara en mano que, si bien aquí no puede evitar el típico plano tembloroso de la espalda, en general no sigue sino que “replica” los movimientos de los personajes: si Ismael viaja en moto por un terreno pedregoso, la cámara también; si él está agachado y luego se levanta, el ojo electrónico seguirá ese camino. Que esté pegada a ellos, que casi siempre se mantenga al ras de la tierra y evite ese flamante lugar común visual que es el plano aéreo desde un drone, genera una atmósfera opresiva y asfixiante que hace sentir el calor y la humedad desde el otro lado de la pantalla. Como Al acecho, otro muy buen thriller –que puede verse en Netflix– centrado en una guardaparque con el que éste tiene varios puntos en común, el entorno agreste es más que una locación: es un factor que condiciona los comportamientos y actitudes de un hombre perseguido por su propia historia. Una historia que es la de muchos, con el sometimiento a los poderosos y lucha contra la impunidad que otorga el dinero como características principales. Así lo demuestra la reaparición de “El Polaco” (Alberto Ammann), un terrateniente que desde su estancia, como en su momento su padre agonizante, hace y deshace a su voluntad, independientemente de la legalidad o no de sus planes. Cuando lo descubren por primera vez cazando con unos amigos en la selva, hay una advertencia. En la segunda la cosa ya pasa al terreno de la violencia física, con un disparo al hombro del compañero de Ismael cuyas consecuencias El Polaco arregla con una jugosa cantidad de billetes, como todo en su vida. Pero el enfrentamiento entre El Polaco e Ismael va más allá de los límites selváticos, dado que es una relación asimétrica de larguísima data que arrancó con ambos padres enfrentados y que ahora encuentra un nuevo capítulo en la disputa por Sara (Mora Recalde), una médica del lugar que en su juventud novió con el primero y ahora lo hace con el otro. Puede sonar anacrónica una subtrama así en estos tiempos, pero Sara no es presentada como un botín sino como una mujer firme y decidida, dueña de sus decisiones y atenta a sus deseos. Está todo bien en El silencio del cazador, una película pensada desde la interacción de imágenes y sonidos con las líneas de diálogo, en la que sus temas se desprenden de las acciones y no al revés, en la que no hay personaje secundario sin relevancia en la trama. Lo único que hace ruido en la primera parte es el acento forzado de los actores, obligados a silbar las erres y remarcar la tonada del norte de la Mesopotamia. Pero la sensación no dura demasiado: es cuestión de dejarse envolver por los tentáculos de un relato que muestra que los géneros clásicos, aunque a veces no lo parezca, gozan de buena salud en el cine argentino.
Al escuchar el primer diálogo de `El silencio del cazador' uno se pregunta si Pablo Echarri podrá sostener a lo largo del filme ese acento del norte de nuestro país. Y las siguientes escenas responden claramente que no. Sin embargo, es tan fuerte su imagen y magnetismo, que ese detalle (no menor) no interfiere en el relato; al contrario, su presencia lo realza. Aunque también hace su parte su director Martín Desalvo, quien logra en todo momento llevarnos por esa selva misionera, entre silencios, ruidos de animales que se acercan y la frialdad de un disparo en medio de la maleza. La trama no dice mucho. Un guardaparque, Guzmán (Pablo Echarri), que busca impedir que cazadores furtivos rompan el ecosistema que lleva consigo el Parque Nacional Iguazú. Y ya tiene a uno entre ceja y ceja, Orlando Venneck (Alberto Ammann), quien además de no cumplir con las reglas del lugar, es la ex pareja de su mujer, Sara Vogel (Mora Recalde). Entonces entre ellos hay más que una cuestión reglamentaria. Pero `El silencio del cazador' atrapa desde que entendemos de qué va el filme -escrito por Francisco Kosterlitz en colaboración con el propio Desalvo-. Porque los personajes nos adentran en la historia, porque la simpleza de los escenarios nos invitan a fisgonear a gusto y porque entre tanta espectacularidad de Netflix, Amazon y Disney+ queremos ver qué sucede en un recóndito pueblo de nuestro país. Con paisajes autóctonos, casas reales y pobladores que con un gesto dicen mucho y que tan solo con una escopeta se sienten amos del lugar. El concepto menos es más, en esta película, se cumple a la perfección.
COSTADO HUMANO "Película que expresa un impetuoso mensaje, de una manera aggiornada, acerca de lo que sucede en un lugar recóndito de Misiones. Tendremos la oportunidad de reflexionar con respecto a nuestra existencia, valores, comportamiento hacia los animales y cómo nos estamos destruyendo o cuidando." El silencio del cazador, 2019. La postal turística de un Parque Nacional en medio de la selva misionera esconde un mundo asediado por peleas ancestrales y conflictos de intereses. Guzmán (PABLO ECHARRI) es un guarda parque que patrulla incansablemente la reserva en busca de cazadores furtivos. Orlando Venneck (ALBERTO AMMANN) es un querido colono de la zona y, como sus ancestros, es cazador. Sara Vogel (MORA RECALDE) es una comprometida médica rural, está casada con Guzmán y fue antes pareja de Venneck. La aparición de un mítico jaguar dividirá a la pequeña comunidad en la que viven y despertará una antigua rivalidad entre ellos, haciendo que la escalada de violencia sea imparable. El silencio del cazador del Director y Guionista, Martín Desalvo nos ubica en un una provincia turística, pero desde otro punto de vista, con una muy buena excusa, que tomemos conciencia de una escondida y complicada realidad. Con fluidez, logró un interesante film, cuya inquieta cámara, sigue a los personajes. Utilizando una atiborrada fotografía y un abismal sonido. Como consecuencia, tenemos la sensación de realidad, incluyéndonos en la historia. Como buenos recursos, se destacan la utilería, el vestuario, la música lugareña, las locaciones y escenografía. Tanto en dirección y guion, en colaboración con Francisco Kosterlitz, debemos destacar el estilo franco y directo de Desalvo. Dejando en claro la premisa y despertando nuestro interés. Se presentan tópicos como los celos, la amistad, la traición, el amor, el uso y abuso de la fauna y de la naturaleza. La construcción de los personajes, está bien realizada, definiendo la personalidad del protagonista y el antagonista. El ritmo es dinámico y se respeta el tratamiento de la estructura dramática. Los diálogos son elocuentes. Con respecto a las actuaciones, todas son muy buenas y creíbles. Destacándose la interpretación de Echarri. Todo el elenco genera empatía o lo contrario, aportando verosimilitud y nuestra participación. "Contundente mensaje brinda "El silencio del cazador", e informa lo que sucede en un rincón de la Argentina, sobre lo que es esencial reflexionar. Las personas estamos enfrentadas y en el medio se encuentra la observadora naturaleza." CLASIFICACIÓN: 8/10 FICHA TÉCNICA El silencio del cazador, 2019 Dirección: Martín Desalvo Guion: Francisco Kosterlitz en colaboración con Martin Desalvo Fotografía: Nicolás Trovato Dirección de Arte: Daniela Podcaminsky Dirección de Sonido: Federico Esquerro Montaje: Paula Rupolo Música: Jorge Chikiar Producción: Pepe Salvia Compañía Productora: Doménica Films País: Argentina Duración:103 min. Distribuye: Cinetren ELENCO COMPLETO Pablo Echarri, Alberto Ammann, Mora Recalde, César Bordón, Mercedes Burgos, Cristian Salguero, Adrián Fondari, Leandro Recalde, Thiago Morinigo
En un cine como el argentino tan claramente urbano, es llamativo que dos películas, al menos en el último año, tomen como escenario ese particular territorio que es el Parque Nacional. Área protegida que resguarda los espacios naturales, sus recursos, patrimonio del Estado. Habrá que pensar què representa esa insistencia para este cine argentino. El parque preserva algo del bosque medieval: pueden esconder cualquier cosa sus espesuras, como un tigre por ejemplo, configurado casi como un objeto mìtico, Son lugares tambièn indicados para marcar la eterna lucha entre el bien y el mal. Si se lo toma desde algo màs racional el parque suele estar amenazado por intereses violentos y personales. En Al acecho (Francisco D´Eufemia, 2019) un guardaparques (Rodrigo de la Serna) se enfrenta a un grupo de mafiosos que roba animales de las reservas protegidas. D´Eufemia (Fuga de la Patagonia) manejó bien allì el ritmo del conflicto entre perseguidores y perseguidos dándole un marco ético y moral en el que un pasado espùreo debìa ser exorcisado. El ambiente no es muy diferente en El silencio de el cazador de Martin Desalvo, que se estrena este jueves 1 de abril. Producción de la provincia del Instituto Audiovisual de la provincia de Misiones, y con el escenario natural del parque misionero, Pablo Echarri hace tandem con Alberto Amman, actor argentino que vive en Madrid y que desarrolló su carrera en el mercado internacional. Ambos, funcionan muy bien en pantalla. El guardaparques que interpreta Echarri es de origen humilde. El otro, hijo de una terrateniente en la selva misionera. El conflicto de clases hace visible otros enfrentamientos en la historia: las comunidades indìgenas o las mujeres abusadas por sus patrones. El guiòn de Francisco Kosterlitz construye un trasfondo bien masculino donde las amas, las escopetas o los animales muertos no son otra cosa que subtemas desglosados de las luchas de poder. Una historia clásicas de de trìos amorosos donde las cosas suelen terminar mal. Desalvo le da carnadura visual a esa intensidad. La càmara es movediza usualmente muy pegada a los personajes con largas tomas que aprovechan esa tierra roja repleta de pasiones. Tal vez cueste al principio acostumbrarse al lenguaje misionero, algo forzado, de los protagonistas foràneos, pero esto no mella lo que logra Desalvo que es finalmente combinar una tradiciòn cinematogràfica de historia clàsica y atrapar con un producto bien digno para el cine nacional.
THRILLER EN LA SELVA Un guardaparque, su novia y un amigo de la infancia de ambos irán incrementando las rispideces que tienen. En el medio de todo esto, en la selva, la presencia de un animal acecha la zona y está matando a los otros animales del lugar. El silencio del cazador es un thriller, pero también tiene varias capas que la pueden vincular con otro tipo de películas, especialmente con cierto tipo de policial en ambientes selváticos que tiene fuerte raigambre en nuestro cine (recientemente se estrenó Al acecho, por ejemplo) y que Martín Desalvo recrea con astucia. El silencio del cazador avanza sobre diversos asuntos que se relacionan y fluyen narrativamente. La historia de amor no terminada entre el polaco (gran actuación de Alberto Ammann) con Sara (Mora Recalde), pareja del guardaparques (Echarri). Las diferencias sociales entre los nativos y los colonos en la provincia de Misiones, lugar donde se desarrolla la película. Diferencias entre los cazadores y los que tienen que proteger el parque, haciendo ingresar el tema ecológico y ciertos niveles de corrupción interna en las áreas correspondientes. La película de Desalvo va generando climas de tensión y el ambiente se carga lentamente, aunque nunca termina de explotar. La selva se vuelve un protagonista más y, sobre el final, hay una gran escena que hace recordar algo del western clásico. Otro de los puntos a favor de la película es que todos los integrantes del elenco que son de Buenos Aires incorporan la típica tonada de Misiones, sumándole credibilidad. Y este es un gran acierto del realizador, por la importancia que tienen algunos diálogos, eludiendo porteñismos que nos hubieran sacado fácilmente de la película.
Misteriosa y paradójica película la de Desalvo. Los conflictos arquetípicos, y no por eso poco verosímiles, respetan a rajatabla la lógica evolución del antagonismo invocado. Lo mismo sucede con las escenas: están la de la lucha cuerpo a cuerpo, la de los celos de un melodrama, la de sexo e incluso el instante poético invocado por una fiera. Todas se ejecutan con firmeza y ritmo, aun con una contenida elegancia, pero son siempre predecibles. Esta cualidad presente en toda la película puede pasar desapercibida, y bastará observar un pasaje menor en el que Guzmán y su mujer están bailando en una fiesta y son interrumpidos por “El Polaco” para constatar la seguridad que se transmite en cada pasaje; el registro en movimiento en el espacio es notable, la razón de toda la escena resulta esperable. He aquí un signo estético reiterado. El vigor formal es tan indesmentible como la esterilidad de la trama para urdir sorpresas.
Intenso y potente western en medio de la selva misionera, en donde el dolor, la falta de asistencia y el pasado teñirán de sangre uno de los films más sólidos del cine nacional.
El ambiente de la selva se transforma en un protagonista más de algunas de las recientes producciones del cine nacional como “Trópico” (de Sabrina Farji con Juana Viale, Agustín Sullivan y Fabián Mazzei) y “Al Acecho” (de Francisco D’ Eufemia con Rodrigo de la Serna, Belén Blanco y Walter Jacob) con la que el estreno de esta semana, “EL SILENCIO DEL CAZADOR”, mantiene sutilmente algunos puntos en común. Al mismo tiempo que la geografía y cierta temática de ecología y preservación aparece en todos estos trabajos, la nueva película de Martín Desalvo se distancia fuertemente de las otras mencionadas por la solidez narrativa de la propuesta (gracias a una interesante construcción de climas y personajes que plantea el guion de Francisco Kosterlitz) y los buenos trabajos que logra de todo el elenco, generando un producto sólido y bien construido. La historia presenta a Guzmán (una excelente interpretación de Pablo Echarri, cambiando totalmente de registro de la costumbrista “El Kiosco” o la comedia romántica “No soy tu mami”, sus últimos trabajos) quien trabaja como guardabosques en un parque nacional en la provincia de Misiones, mientras su esposa Sara (Mora Recalde) se desempeña como médica rural, de forma tal que cada uno en su profesión, se encuentra vinculado con su entorno cumpliendo una función de servicio con un fuerte compromiso social. Como tema recurrente que aparece también en los otros trabajos mencionados, se presenta el entorno violento de los cazadores furtivos que atentan contra la fauna silvestre del lugar, en peligro de extinción. Una de las obsesiones de Guzmán será capturar a quienes intentan cazar sin permiso dentro del parque y particularmente a uno de ellos, conocido como El Polaco, que hace valer su poderío económico y sus contactos para no respetar ninguna de las reglas y continuar invadiendo el territorio donde la caza está prohibida, imponiendo impunemente sus propias reglas. A esta tensión antagónica entre Guzmán y El Polaco, ese sutil juego de gato y ratón que se desarrolla en el espeso ambiente de la selva, se suman sus historias personales que cargan todavía más espesor al conflicto: no sólo fueron amigos en un pasado sino que se encuentran conectados por las historias de sus propios padres, en las que ya se marca un conflicto de poder: el padre de Guzmán había trabajado casi en forma esclavizada bajo las órdenes del poderoso Venneck –padre de El Polaco-, el terrateniente más importante del lugar, reforzando el esquema opresor / oprimido, que se repite en la nueva generación. Para completar la fuerte rivalidad latente entre ambos, se suma el triángulo amoroso con vértice en Sara: ella ha sido la novia de El Polaco pero finalmente se ha casado con Guzmán y de esta forma, Desalvo entremezcla sutilmente todos estos conflictos de forma tal que sería imposible determinar cuál de ellos es el más doloroso o el más importante a la hora en que esa pugna se pone en juego. Algunos elementos adicionales, como una doméstica que trabaja con El Polaco, uno de los amigos de Guzmán que atraviesa la selva junto con él, o un niño que no se desprende del Polaco y sus armas ilegales –el Sordo-, van sumando nervio a ese ritmo de thriller que va tomando espesura y gana tensión a medida que va avanzando la historia. Desalvo, de todos modos, cocina la receta a fuego lento, sin estridencias y sin efectismos y eso se debe a su pericia como director para crear los climas adecuados y a la firme conducción de sus actores, pero también a las sutilezas con las que el guion va acumulando las diferentes capas, sobreponiéndolas en la medida justa para llegar a un clímax que se presupone trágico pero que tiene sorpresivas implicancias. El peligro al acecho, la persecución, la presa y el cazador están siempre presentes en el juego del protagonista / antagonista, no solamente disputando un territorio sino también una mujer y ese “trofeo” que se materializa en la figura de un yaguareté, símbolo del depredador que habita indirectamente en cada uno de los personajes y que vaga en la espesura de la selva, dispuesto a atacar y a lanzarse sobre el más desprevenido. Después de su presentación en la edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 2019 y su participación en otros numerosos festivales internacionales, finalmente podremos ver “EL SILENCIO DEL CAZADOR” el potente trabajo de Martín Desalvo que llega a la cartelera y podrá disfrutarse en la pantalla grande. POR QUE SI: » Thriller que va tomando espesura y gana tensión a medida que va avanzando la historia «
Dirigida por Martín Desalvo (El día trajo la oscuridad) y con guion de Francisco Kosterlitz, el filme tiene elementos de thriller y de western por partes iguales, y se desarrollará casi en su totalidad dentro de un parque nacional ubicado en la selva misionera. Un relato en donde la lucha de clases es atravesada por una historia de amor, y donde las fuerzas de la naturaleza son las que finalmente se impondrán por encima de la voluntad del hombre de expoliarla y domeñarla… Guzmán (Pablo Echarri) trabaja como guardabosques en un parque nacional en la provincia de Misiones. Su trabajo consiste en la protección de la fauna a través de la detección y captura de los cazadores furtivos dentro del parque. Su antagonista, el polaco Venneck, (Alberto Ammann) es descendiente de los primeros colonos que poblaron el lugar, por ende, un terrateniente rico, dueño de una gran extensión de tierras, además de cazador reincidente, pero impune ya que la caza dentro del parque está prohibida. El terrateniente Venneck es demasiado respetado o temido como para que las autoridades, en este caso, Guzmán, tomen medidas contra su proceder ilegal, y lo denuncien por sus reiteradas infracciones, ya que además cuenta con la complicidad de algunos de los lugareños que lo acompañan en sus aventuras. Es un cazador compulsivo que no puede dejar de cazar ejemplares que están bajo el cuidado y la protección de Guzmán. Si bien el relato parte de la conocida fórmula del triángulo amoroso, Guzmán y el polaco Venneck eran amigos en el pasado, hasta que el amor que sienten por Sara, (Mora Recalde) médica rural, casada con Guzmán, pero antigua novia del polaco, los convertirá en enemigos, el triángulo es apenas una excusa que esconde el verdadero enfrentamiento de los dos personajes, y que se encuentra enraizado en las generaciones explotadas que representa Guzmán, su padre era un capataz paraguayo que trabajaba de sol a sol por dos pesos en las tierras de los Venneck, como le dice Guzmán a su mujer Sara, en un rapto de furia, dejando por sentado el sometimiento sufrido por sus ancestros bajo el poder ejercido sobre las vidas de los oprimidos por los dueños de la tierra. La naturaleza, condensada en un frondoso parque y en la presencia siempre acechante pero nunca manifiesta de un yaguareté que hace estragos con el ganado de los lugareños, conforma el espacio en donde nos iremos adentrando sigilosamente, como lo hace Guzmán a diario junto a su ayudante, en esa espesura asfixiante en donde a cada paso se encuentra la amenaza y el peligro de ser atacado por la bestia, es decir, el yaguareté que está siempre al acecho. Las fuerzas que empujan y llevan a los protagonistas al enfrentamiento final, un duelo agobiante, sin pausa y sin tregua, se remontan a la época en la que los colonos blancos se apoderaban de las tierras de los indígenas, dando comienzo a una cadena de usurpación y apropiación de tierras junto a la explotación cada vez más brutal de los usurpados. No es casual que Guzmán se haya convertido en guardabosques y se dedique con obsesión a preservar la fauna y la flora del lugar, mientras que su antagonista, el polaco, se le oponga dedicándose a depredar tanto recursos como a personas. Para los ricos terratenientes todo es un recurso, tanto si se trata de la naturaleza, a través de la deforestación de los bosques, o el usufructo a través de la explotación de las tierras tanto así como la explotación de las personas a su servicio que pasan a ser “carne de uso”. Baste como ejemplo mencionar a la criada que trabaja en la casa del polaco, cuando Venneck le paga un poco más de lo que le corresponde para que se compre un vestidito; o el niño, al que apodan Sordo, especie de ladero de Venneck, que además de ser explotado en la tarefa, y por eso mismo tiene problemas de salud, es corrompido por las malas costumbres en las que el mismo Venneck lo introduce, tomar alcohol y manejar armas para cazar. Esta matriz de explotación y sometimiento naturalizada durante generaciones y generaciones, de relaciones paternalistas y asimétricas, en la que el explotado debe someterse a la ley del opresor, es el verdadero caldo del cultivo que irá tornándose cada vez más espeso hasta llegar al punto de máximo hervor. La naturaleza, que ampara y cobija como si se tratara de una madre vegetal, responderá con la misma falta de piedad con la que fue tratada y será en definitiva quien tenga la última palabra…
Un triángulo amoroso, una vieja rivalidad masculina, una comunidad vulnerable, un depredador suelto. Tensiones que se tramitan en el escenario de la selva misionera: barro colorado, espesura verde, cuerpos transpirados. Un guardaparque, de esos que se ocupan y preocupan por todo (Pablo Echarri), vive con su mujer (Mora Recalde), médica sensible que cuida a la población autóctona como si fuera su familia. Pero ella también siente atracción por el heredero de un terrateniente (Alberto Amann), lo que suma dificultad a un enfrentamiento, entre los dos hombres, que viene de largo. El director Martín Desalvo consigue armar con estos elementos un thriller sólido, sobre todo por el vigor que transmiten las secuencias de acción, en esos exteriores abrumadores, con los personajes vagando alertas, en el borde del estallido violento, cruzándose con situaciones que apuntan los problemas del desmonte y la devastación medioambiental, el abandono social y la continuidad de las más crudas divisiones sociales.
Este western moderno que transcurre en la selva misionera se centra en los diversos conflictos que existen entre un guardabosques y un cazador furtivo. Pablo Echarri, Alberto Ammann y Mora Recalde son los protagonistas de este sólido thriller. Una de las líneas más interesantes del cine argentino de los últimos tiempos es una que está alejada de algunos vicios históricos de gran parte de las películas hechas en este país. Si no sonara un poco excesivo, podríamos definir su estilo como neoclásico, uno que bebe de los códigos tradicionales del cine de género en su costado más modélico, si se quiere hasta arquetípico. EL SILENCIO DEL CAZADOR pertenece a ese linaje, lo mismo que algunos films recientes como AL ACECHO o EL INVIERNO, entre otros. Son herederas de la gran tradición del western clásico y de la obra de realizadores locales posteriores como Adolfo Aristarain, Fabián Bielinsky o Israel Adrián Caetano, cuyo EL OTRO HERMANO bien podría incluirse en esta suerte de recorrido. La película de Desalvo (EL DIA TRAJO LA OSCURIDAD) funciona desde las imágenes y los sonidos, desde los silencios y las miradas, desde una cámara que investiga, husmea y se mueve en medio de una selva misionera envuelta en peligro y misterios. La trama que propone trabaja sobre elementos sociales, políticos y económicos –son enfrentamientos de clase, fundamentalmente–, pero a la vez lo hace desde el lugar más básico y si se quiere bestial de la lógica masculina: una suerte de pelea animal por la posesión del territorio, incluyendo a las mujeres que viven en él. Ismael Guzmán (Pablo Echarri) es un guardabosques que protege su zona de la labor de cazadores furtivos. Está en pareja con Sara (Mora Recalde), una médica rural que vive con él y también trabaja allí. Y uno de los principales adversarios de Ismael es alguien conocido como «El polaco» (el actor argentino radicado en España Alberto Ammann), hijo de uno de los potentados de la zona y un hombre acostumbrado a hacer lo que quiere, a siempre salirse con la suya a partir del dinero y las conexiones. A los dos los (des)une otro tema: El Polaco fue novio de Sara varios años antes y esa es una rivalidad paralela que ambos sostienen y de la que la chica no parece poder tomar del todo distancia. En EL SILENCIO DEL CAZADOR habrá otras subtramas que quedan en segundo plano por debajo del conflicto central entre estos dos hombres, subtramas que revelan las manipulaciones del poder económico de la zona y cómo los problemas se arreglan «al costado» de la ley. Y en ella se ven involucrados una serie de personajes (el elenco incluye a muy buenos actores como César Bordón, Cristian Salguero y Adrián Fondari) que son parte o sufren las consecuencias de esas tensiones históricas. Pero el núcleo es prototípico: son dos tipos peleándose cuerpo a cuerpo como animales salvajes por el territorio y por la presa, a tal punto que no pueden evitar revelar las limitaciones e impotencias de ambos. El único aporte que puede ser considerado «moderno» al clasicismo imperante en el guión escrito por Francisco Kosterlitz tiene que ver con ir de a poco borrando las fronteras entre héroe y villano, entre el protector y el agresor, alteración que sirve para darle una mayor relevancia actual al relato. Es que Guzmán prueba ser, a su manera, casi tan impresentable (posesivo, dominante, agresivo) como su rival. Y El Polaco, que podría ser el villano clásico en la trama, es lo suficientemente humano como para que el espectador –casi como si fueran los ojos de Sara– advierta que entre uno y otro hay menos diferencias de las que parece haber. Desalvo construye esta historia desde la acción y el movimiento. No hay grandes diálogos ni extrañas vueltas de tuerca narrativas. La película se construye desde los hechos, con la cámara recorriendo la selva, casi transpirando a la par de las persecuciones y de las tensiones que se van dando entre los tres protagonistas. Siempre un tanto nerviosa (si se quiere, otro gesto «moderno»), la cámara parece estar siempre persiguiendo a los personajes, corriéndolos de atrás, alcanzándolos con lo justo. Y el trabajo con la edición y el sonido son igualmente inmersivos: uno casi puede sentir el calor, la transpiración y la sangre en la pantalla. Irreprochable en todos sus rubros –más allá de algún chirrido con los acentos misioneros que de tanto en tanto le recuerda a uno la naturaleza de la ficción–, EL SILENCIO DEL CAZADOR prueba, como las otras películas antes mencionadas, que hay un registro posible para un cine argentino que intente ser accesible y hasta comercial sin dejar de ser noble, honesto y tan cuidadoso como coherente en lo formal. El cine clásico de género –y sus grandes practicantes– siempre ha demostrado ser lo más parecido a la tierra firme que existe a la hora de meterse en el complicado mundo de hacer películas. Y este western moderno de Desalvo se sostiene, como dice la frase, sobre los hombros de gigantes.