Profunda reflexión sobre la imagen y su recorte de realidad, sobre el pasado y la posibilidad de reconstruir historias desde la conciencia de una historia que está en todo. Artistas que inspeccionan sus obras, que vívidamente recuerdan sus dolores activando una parte olvidada de procesos sangrientos y complicados del país.
Durante gran parte de 2019 el realizador Miguel Baratta siguió el trabajo de los alumnos de una cátedra de Morfología de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires con el objetivo de indagar en las motivaciones detrás de las creaciones artísticas presentadas durante el ciclo lectivo. El resultado de esa experiencia es el documental Escondido, que desde jueves 18 podrá verse en VOD. La dinámica del documental es sencilla: a una secuencia de una clase le sigue la entrevista a cámara de algún alumno o artista que cuenta la estrecha relación entre las obras y los universos personales de los creadores. Durante poco más de una hora se entreveran recuerdos y relatos que abarcan desde la Guerra de Malvinas hasta el Holocausto, pasando por la última dictadura militar y la Conquista del Desierto. De indudable interés para los conocedores de la arquitectura y el diseño, el problema con Escondido es que se choca con la complejidad de una disciplina compuesta con partes iguales de subjetividad artística y lógica matemática como la morfología, una disciplina que se ocupa del estudio y la descripción de las formas externas de un objeto. El resultado es un film gélido y distante.
Una consigna para un trabajo práctico universitario se transforma en el disparador de Escondido, un documental que acompaña a algunos alumnos en parte de su proyecto creativo. Estreno en VOD. El contexto es la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Allí, en las cátedras de Morfología I y II, de la carrera de Diseño, los alumnos son enfrentados a la creación de un trabajo que interpele sus emociones. La búsqueda de un objeto del cual se desprenderán otros y que irán dando forma a un sistema que contenga y se expanda desde ese objeto primario. Y en la construcción de este metaobjeto, el film Escondido documenta los tópicos y los disparadores de algunos artistas y sus creaciones. La memoria familiar, la Campaña del Desierto, el Holocausto, las desapariciones durante la dictadura y otros temas se condensan a lo largo del film que se va armando, al mismo tiempo que van interviniendo, con el montaje y la puesta de cámara, los trabajos de los alumnos, transformándose entonces, también, la película en un metaobjeto. Escondido es, en sí, un ensayo sobre un trabajo práctico y, como tal, carece de cierto interés cinematográfico. Donde toma trascendencia es en las temáticas que trata paralelamente, tal como ocurre con los trabajos que los alumnos llevan a las diferentes cátedras. Equiparados por el tiempo en pantalla, temas como las tipografías, las fotos, los genocidios, la música, todo se mezcla con el mismo ímpetu con el que, probablemente, se mezclaron en las aulas mientras los alumnos armaban sus trabajos, quitándole peso a las temáticas que revisten probablemente un mayor interés para cualquier espectador: las sociales. La fotografía en el film sobresale junto con el diseño de sonido. Su resultado estético es exquisito, pero termina, tal cual pasa con las temáticas abordadas por los alumnos, extremadamente contrastada con la desprolijidad del sonido ambiente con el que se toma a los profesores mientras dan instrucciones o explican el trabajo. El documental en sí parece un proyecto de la cátedra. Parte de un punto de interés y lo transforma en el metaobjeto, ramificándose en diferentes tópicos que serían interesantes por sí mismos pero que no sostienen su relevancia a lo largo del relato, ya que son presentados, explicados y luego abandonados. El relato propuesto en el documental Escondido es interesante, pero en su desarrollo no logra conectarse con las temáticas que plantean alguna revisión de interés de la historia y la memoria, haciendo más bien superficial su inclusión en el film, que llega a buen puerto en algunos aspectos pero no logra tener un hilo conductor que le dé relevancia al hecho cinematográfico que implica un film.
LA (IN)SEGURIDAD DE LOS OBJETOS El documental de Baratta está estructurado sobre diversas capas. En una de ellas seguimos el proyecto de los alumnos de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad de Buenos Aires en la materia Morfología. Un profesor y luego una joven profesora hacen el seguimiento en torno a los objetos que se seleccionan y ofrecen pautas para que el alumnado aprenda a leerlos como signos que encierran historias, para que armen sus contextos y comprendan, al mismo tiempo, la importancia de reutilizarlos en un lenguaje artístico con poder testimonial. Maniobrar con los objetos, más allá de la virtualidad, habla de una materialidad concreta, de una vuelta a la realidad, a partir de intuiciones que se transforman en investigaciones, donde la magia del relato aparece progresivamente. Se escucha en una de las clases que la Morfología trasciende al Diseño y que es sumamente productiva en muchas otras disciplinas. Dentro de la lógica del armado del documental, la frase cobra especial relevancia para introducir la otra capa enunciativa, la que recopila testimonios de diversas personas involucradas en trabajar, estudiar y juntar objetos para develar aspectos siniestros de la historia argentina y mundial. En este punto, la dimensión política es indisociable de la artística, es decir, más allá de la posibilidad de recontextualizar los signos, también está la voluntad por rastrear los orígenes y armar un cuadro que los libros oficiales nunca han contado. Con respecto a lo anterior, dos testimonios son perturbadores. Uno corresponde a un joven investigador que, a partir de los restos de cráneos de indígenas y de fotos extraídas en el contexto del genocidio de la (mal) llamada campaña del desierto, expone las macabras formas en que el gobierno dispuso de miles de vidas, las maneras en que registró esos cuerpos (“desnudos antropológicos”, les llamaban, un eufemismo de pornografía comercializada en las esferas del poder) y violó intimidades. El otro corresponde a Víctor Basterra, sobreviviente de la última dictadura militar, quien salvó su vida trabajando y sacando fotos. De modo oculto, logró conservar negativos que posteriormente fueron claves para utilizarlos como evidencias en los juicios a las juntas (a propósito de esto, recuerdo haber programado una gran película de dos documentalistas belgas producida por los hermanos Dardenne, en la que Víctor Basterra relata los mismos hechos. El distanciamiento que proponen las directoras posibilita un enfoque que, al ser desde otro marco espacial, obtiene resultados testimoniales sorprendentes). La tercera capa expresiva se arma a partir de breves intervenciones donde una sucesión de fotogramas amparados bajo el registro experimental también hablan de otro tipo de restos, más vinculados con la propia materialidad del cine. La manera en que se combinan estos tres niveles de enunciación es un mérito del realizador, a pesar de un desigual manejo del tiempo en la exposición de los elementos. No obstante, se trata de un ejercicio estimulante. Cuando termina la proyección, la vuelta al título se vuelve reveladora de una idea que atraviesa a la película en todas sus aristas, “escondido” como “algo que está detrás de los objetos” pidiendo a gritos ser develado, para sacar a la luz historias, pero también versiones sepultadas adrede.
Desde la intuición Resulta muy interesante bucear entre los diferentes caminos creativos que recorren los estudiantes en formación, la responsabilidad del contenido y la forma de generar trabajos honestos y con personalidad. Trabajos que simula el nacimiento de una idea que luego será proyecto. Este documental invita a reflexionar al respecto. Escondido (2019), documental escrito y dirigido por Miguel Baratta, explora el modo en el que las obras creativas se relacionan con los universos personales de sus creadores. Estudiantes de diseño desarrollan una investigación personal para llevar a cabo un trabajo práctico que los interpela, mientras artistas de distintas disciplinas exponen y teorizan sobre lo escondido, tanto en sus propias obras, como en situaciones sociales y políticas. En este ida y vuelta entre lo creativo y lo evocado, entre lo personal y lo universal, se van abordando temas concretos como el holocausto, el genocidio mapuche, la guerra de Malvinas y la desaparición forzada de personas durante la última dictadura militar en Argentina, con la idea de contextualizar el material, interviniéndolo y así, generar un nuevo y propio discurso. El documental se nutre de herramientas para dar respuesta a antiguas preguntas, con matices personales y poéticos. Observa el pasado, valiéndose de material "guardado/escondido" con los que trabajarán los alumnos: objetos, negativos, fotos inéditas en blanco y negro, algunos videos a color, testimonios de protagonistas y la permanente guía de docentes. Si bien es de carácter exploratorio, nos conmovemos con los testimonios, en especial con el de un secuestrado durante la dictadura. "Las heridas personales y sociales, quedan abiertas hasta que nos propongamos sanarlas o al menos intentarlo. La elaboración artística es un proceso, y este documental resulta muy atinado en su manera de relatarnos el paso a paso. A través de la Morfología, comprendemos el valor de la palabra y de manera paulatina se encontrarán las respuestas a esas preguntas que hasta el momento era el silencio, puesto que estaban escondidas"
A partir de un relato coral llevado a cabo por profesores de la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad de Buenos Aires de Arquitectura, Diseño y Planificación, y de los alumnos hablando de sus trabajos, sumados a los relatos a través de entrevistas de personajes tales como Victor Basterra, Diana Wang, Helen Zout, entre otros, el filme rastrea, encuentra y exhuma todos aquellos objetos que nos remiten a relatos olvidados –las grandes tragedias de nuestra historia– que han sido borrados o permanecido ocultos por una poderosa voluntad negacionista del poder hegemónico de entonces y de siempre. MORFOLOGÍA DEL HORROR Asistimos a varias clases, entre ellas, a la cátedra de Horacio Wainhaus, de Morfología en la carrera de Diseño Gráfico en la que cuenta que el diseño está contenido dentro de la morfología, mientras que la morfología está por afuera del diseño, y a través de ella podemos derivar en otras disciplinas tales como la música, el arte, la ciencia, la biología, es decir, hacer conexiones, trascender la propia disciplina del diseño a partir de la posibilidad de construir una narrativa que dé cuenta de estructuras de pensamiento más que de acciones cotidianas como modos nuevos de percibir las cosas. Los alumnos deberán elegir un objeto, acumular en torno a ese objeto una serie de otros objetos que se constituyan en un sistema de piezas en donde ese objeto se mueve. Y a partir de este campo sémico configurado por la acumulación y la superposición de objetos en torno al objeto primigenio surgirá el metaobjeto, que se encuentra por encima del objeto y que forma parte de un sistema que reflexiona y revela mucho más de lo que el objeto mismo pueda decir o hablar de sí mismo. Detrás de un meta objeto hay un relato que hay que buscar y que rescatar. Y esta es una de las propuestas que encara el documental de Baratta. Ir al rescate de lo que permanece escondido detrás de las narrativas hegemónicas que han venido dando cuenta de las tragedias históricas argentinas como por ejemplo, la Guerra de Malvinas. A través de una reveladora serie de fotografías que retratan a ex combatientes podemos apreciar de manera mucho más sutil pero no menos profunda la gran tristeza y la desolación de las miradas, ya que el retrato se demorará y hará foco en los ojos, una faceta nunca antes mostrada de los combatientes. Si los ojos reflejan el alma, no sorprenderá que justamente la mirada, y los ojos principalmente brillen por su ausencia en las representaciones fotográficas y cinematográficas de los ex combatientes que la prensa dominante nos ha venido mostrando, imponiendo así un modelo único de representación. Frente a la contemplación de las fotografías uno no puede más que verlos como retratos afectivos a los que se les restituye esa humanidad que les había sido arrebatada en esas representaciones modélicas y lineales de cómo debe verse un soldado. Ya que esas fotografías muestran y dicen mucho más de lo que se les había permitido hablar y contar de lo que habían visto y vivido durante la guerra. MORFOLOGÍA DE LA DESAPARICIÓN ¿Cuánto lugar físico ocuparía treinta mil cuerpos? Con esa consigna, las madres de Plaza de Mayo junto a un grupo de artistas plásticos, agrupaciones de estudiantes y militantes de derechos humanos se apostaron en la Plaza para dar respuesta llevando a cabo la acción artística conocida como El Siluetazo, definida así por la investigadora y crítica de arte Ana Longoni, que consistió en trazar las siluetas de los desaparecidos a escala humana usando sus propios cuerpos contorneados sobre los más diversos soportes con el solo fin de representar la presencia de una ausencia. El cuerpo presente reemplaza al cuerpo ausente. El cuerpo desaparecido. Lo que queda del Siluetazo es justamente la silueta pintada sobre los muros de la ciudad que remiten a ese cuerpo ausente. Las siluetas, como negativos reveladores, seguirán haciendo semiosis, es decir que a través de los signos, de las siluetas estampadas sobre los muros, seguirán produciendo significados. MORFOLOGÍA DEL EXTERMINIO Un estudiante de Antropología en la Universidad de La Plata, junto con otros compañeros, accedió a los restos de las razas originarias del territorio argentino exhibidos en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. La tarea fue identificar esos restos humanos, colecciones de cráneos, huesos, restos de piel, fetos, cerebros y orejas mal conservados en frascos de formol para una vez identificados restituirlos a sus comunidades de pertenencia. Sirviéndose de fotografías de los indígenas capturados y en donde se los muestra desnudos de frente y perfil, se nos cuenta que la mayoría de los indígenas capturados eran llevados a la Isla Martín García, o a los ingenios azucareros de Jujuy, que hacían las veces de prisiones y de campos de concentración, y los hacían trabajar hasta la muerte, adoquinando calles o trabajando en la zafra, sus niños eran entregados y reducidos a servidumbre por las familias oligárquicas que se apropiaban de sus cuerpos como si fueran botines de guerra. Lo que se pone de manifiesto en el filme, a través de los objetos de estudio, y valiéndose además de la Morfología, de la antropología, la ciencia y el arte, es la conexión que el director hace entre el primer genocidio mal llamado “La Conquista del Desierto” con el otro genocidio más reciente que llevó a cabo la última dictadura cívico-militar mal llamado también como “Proceso de Reorganización Nacional”. Baratta compara así los dos genocidios, a través de prácticas similares como el robo de niños, dentro del ciclo de secuestro y apropiación, así como el que se llevó adelante con sus padres, de caza o secuestro, tortura y muerte tanto de los indígenas de entonces, como de los mal llamados subversivos durante la dictadura. El documental no hace otra cosa sino excavar dentro de la memoria, ya no como un instrumento para recordar el pasado, sin más bien como un medio que se propone revolver esa tierra que es la memoria hecha de fotografías, dibujos, documentos, piedras y restos óseos para esparcirla y ver todo lo que sus capas han guardado tantos años y que ha permanecido allí sepultado. Escondido. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
Las historias sin voz El resultado de una tarea universitaria que busca movilizar a los estudiantes y crear contenido distinto, es el disparador de este documental, que se anima a contar historias de los hechos mas importantes de Argentina y del mundo, a través de las imágenes. El documental dirigido, por Miguel Baratta, centra su interés en conocer las historias detrás de las fotografías, analizar su representación simbólica y colocarlas en un contexto con alcance mundial. A través de testimonios de primera fuente, se realiza un viaje al pasado. La Guerra de Malvinas, la Conquista del Desierto, el Holocausto, la dictadura argentina, son algunos de los acontecimientos analizados desde una perspectiva distinta. A través de una foto o un instrumento, se invita al espectador a recorrer la historia conocida por todos, pero contada por pocos. Si bien cuenta con planos de las tareas en una búsqueda por descomprimir la tensión del relato, se puede volver redundante por la falta de contenido. Las grabaciones en la clase con el sonido ambiente y los profesores encargados de explicar las tareas, combinado con las escenas de los testimonios como resultados de las consignas, logran la armonía en la composición final del trabajo.
Através de los alumnos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, en la cátedra Wainhaus, el realizador Miguel Baratta realiza un documental que reflexiona sobre cómo organizar y comunicar el conocimiento, pero también como se hurga en lo que una sociedad mantiene oculto, por ser vencedores y no vencidos, por destrucción de pruebas, por conveniencias sociales, e historias oficiales. El trabajo de los alumnos y el testimonio valioso de artistas y protagonistas que permiten hablar del holocausto judío, el genocidio mapuche, la guerra de Malvinas y la desaparición forzosa de personas durante la última dictadura militar. Participan: Horacio Wainhaus, Marco Bufano, Juan Travnik, Eduardo Gil, Ignacio Tamarit, Marcelo Moguilevsky , Diana Wang, Víctor Basterra y Helen Zout.