12 x 8 Luego de las últimas dispares ediciones del concurso Historias Breves, con trabajos un tanto fallidos en su estructura, llega un compendio que vuelve a poner al proyecto, que dio nombres como los de Lucrecia Martel, Daniel Burman o Israel Adrián Caetano, en lo alto del podio. Historias breves 12 (2016) está integrado por ocho trabajos que transitan por los diferentes géneros. Cómo venía sucediendo en las últimas ediciones, en su mayoría, está atravesado por un hilo conductor que en este caso resulta ser la muerte, tanto literal como metafórica. La serie se inicia con La canoa de Ulises, un corto de Diego Fio (uno de los hacedores de ARSAT-1. A la altura de las estrellas, 2015), que transita por un relato anclado en la selva guaraní, Un joven se debate entre su vocación o la tradición. El exótico paisaje en el que se desarrolla es el marco ideal para que su realizador haga uso (y abuso) de una fotografía majestuosa. En El plan, Victor Postiglione vuelve a apostar a temas sociales, tópico de sus anteriores trabajos. Esta vez relata una historia de abuso y violencia de género visto a través de los ojos de los hijos de la pareja. Fiel a su estilo de poner toda la carne en el asador, deja la sutileza de lado. En ese afán de querer mostrar todo y no apostar al fuera de campo hace que el trabajo le sobre la escena final y no termine en el momento preciso. Chiara Ghio dirige Cimarrón, un relato rural contado a través de un flashback donde la explotación y el maltrato desencadenarán una tragedia. Destacable la sutileza empleada como también la fotografía y el montaje. En Una mujer en el bosque César Sodero recurre a una historia de amor en un futuro cercano donde los humanos tendrán la posibilidad de adquirir robots (con similitudes humanas) para suplir el rol de la pareja. El problema surge cuando este deja de funcionar y el otro está perdidamente enamorado. Una metáfora de la soledad y la incomunicación en la vida moderna. Josefina Recio trabaja en Las nadadoras de Villa Rosa la historia de una preadolescente enamorada de un profesor de natación. Poético y sutil retrato de un amor platónico no correspondido desde el punto de vista de la enamorada. El inconveniente es el corto que dirige Adriana Yurcovich. Una comedia negra sobre una anciana que la noche de Navidad sufre un corte de luz que se extiende por días. En un piso alto de un edificio quedará aislada sin nadie que la socorra. A medida que pasen los días se irá acabando el agua y los alimentos hasta llegar al punto de hacer lo impensado para poder sobrevivir. Una situación extrema que la mirada inteligente de Yurkovich trata desde el humor, aunque lo que estamos viendo sea una tragedia. En Las liebres Martín Rodríguez Redondo retrata, a partir de la historia de un padre que obliga a su pequeño hijo salir de cacería, la problemática de una sociedad patriarcal donde la mirada machista se impone sobre los sentimientos y el autoritarismo sobre el verdadero deseo. Mientras que finalmente Dolores Montaño transita la comedia con Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia, un relato ambientado dentro de un camión hidrante que se encuentra en una manifestación esperando reprimir. Mientras afuera el mundo estalla, tres hombres viven otra realidad. Impecable y acertado el casting actoral. Después de mucho tiempo Historias Breves alcanza un nivel homogéneo, donde cada uno de los trabajos podrá gustar más o menos. Pero no se puede negar que hay variedad de géneros, temas y estilos, además de una gran calidad técnica y narrativa.
Ocho obras disímiles y diversas. Lo que une a estos cortos es que fueron producidos por quienes terminaron sus carreras en escuelas de cine. Los pocos puntos en común pasan por el alto nivel técnico y la preminencia de la violencia en varias de las historias. ¿Qué sentido tiene calificar con una sola y misma nota a ocho obras distintas, cuya única relación es haber sido producidas en el curso de un año por un cierto universo (el de los graduados en escuelas de cine) y seleccionadas por un comité ad hoc? En este caso tiene en verdad más sentido que el del mero promedio, que querría decir muy poco (un corto de de 8 puntos + uno de 6 + uno de 2 = 5 puntos de promedio), ya que el nivel de las nuevas Historias breves es más parejo que en otras ocasiones. 6/7 sería la calificación exacta, si esa calificación estuviera contemplada en el sistema. Cosecha entre aceptable y buena, en resumen. Como se trata de entregas regulares –en general anuales, a veces bianuales– las Historias breves, que selecciona un comité nombrado por el Incaa e integrado por los directores de cine Bebe Kamin y Eduardo Calcagno, y la directora de fotografía Paola Rizzi, pueden tomarse como muestra de la producción de los graduados en escuelas de cine, e intentar algunas aproximaciones más o menos generales. La primera y más obvia es una ya sabida, tanto gracias a ediciones previas como por lo que películas recientes hechas por graduados de escuelas de cine dejan ver: el nivel técnico es de primera. Punto resuelto y a otra cosa. Es llamativa, en lo temático, la preeminencia de la violencia. De los ocho cortos, cinco hablan de ella, de uno u otro modo. Tres de ellos, de modo directo. Los tres transcurren en el campo. En el primero (El plan, dirigido por Víctor Postiglione, que curiosamente estrena esta semana su primer largo, Tiempo muerto), los dos hijos de un matrimonio planifican cómo poner coto a los sádicos castigos de su padre (Guillermo Pfenning) sobre su madre. Cimarrón, de Chiara Ghio (una de las cuatro realizadoras mujeres de la selección), presenta al encargado de un campo reaccionando fusil en mano a la prepotencia del patrón. En Las liebres, de Martín Rodríguez Redondo, un padre intenta inculcar en su pequeño hijo la asociación entre masculinidad y maltrato animal. En la ciudad, la violencia es institucional, más indirecta, parecería desprenderse de los restantes cortos que abordan el tema. El inconveniente, de Adriana Yurkovich (correalizadora del documental El ambulante, realizadora en solitario del magnífico Bronces en Isla Verde), refiere, sin hacerlo explícito, a los cortes de energía de diciembre de 2014. Los padece, en los días previos y posteriores a Navidad, una mujer mayor que vive sola, impedida de movilizarse. Como todos sus vecinos parecen haber partido para las fiestas, la falta de agua se volverá dramática. En Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia, de Dolores Montaño, tres policías esperan, en el interior de un camión hidrante, que la superioridad les dé orden de rociar a los “zurdos” de una manifestación, pero se encontrarán con una falla en el sistema. Por fuera de la temática de la violencia, ubicado en medio de la selva misionera, La canoa de Ulises, de Diego Fió, plantea el clásico conflicto entre tradición y modernidad, encarnado entre un adulto que habla guaraní (el corto está subtitulado) y un adolescente rapero. Con una mujer-robot como eje de su ficción, Una mujer en el bosque, de César Sodero, se desmarca claramente del resto. Breve relato de iniciación femenina, Las nadadoras de Villa Rosa se destaca por el uso extensivo de la elipsis practicado por su realizadora, Josefina Recio, con una pileta de natación por escenario. Más específicamente, La canoa de Ulises aprovecha la belleza selvática y en un par de planos queda al borde del fotografismo, pero resuelve bien el conflicto central. El plan oscila entre cierto forzamiento (nadie mete la cabeza en la sopa por propia voluntad) y cierta previsibilidad. Cimarrón es seca como el par de disparos que la abren y la cierran. Una mujer en el bosque cruza con éxito ciencia ficción de duelo con chalets de troncos, de estilo barilochense, y se beneficia de las justísimas actuaciones de Elisa Carricajo y el notable Marcelo Subiotto. Las nadadoras de Villa Rosa está narrada con rigor y seguridad, aunque el exceso de signos y elipsis le hace correr el riesgo de la confusión. Riesgo que también afronta Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia, en este caso por alguna escasez de datos. El inconveniente fuerza la situación, no dando con el verosímil adecuado para narrarla. Las liebres es, en cambio, sencilla, justa y clara. ¿Alguna conclusión general? Ninguna: más allá de los puntos en común señalados más arriba, no pueden extraerse conclusiones generales de lo disímil y diverso.
Nueva edición del concurso de cortometrajes argentinos que, como venimos repitiendo, sirve como termómetro para apreciar cuál es el futuro creativo de nuestro cine. De las ya míticas Historias Breves salieron apellidos que hoy en día son marca y tendencia indiscutida, realizadores consagrados no sólo en nuestro país sino en festivales y pantallas del mundo entero. En los últimos años, junto con la crecida notoria de la industria cinematográfica local, siempre a destacar con el apoyo fundamental del INCAA y sus distintos planes de fomento; estos concursos, y sus respectivos estrenos, también se vieron en aumento. Luego de varios años de ediciones esporádicas. De este modo, si el año pasado tuvimos las ediciones 10 y 11 – más una retrospectiva recordando los veinte años de la primera edición –, ahora, en pocos meses, ya tenemos entre manos, un nuevo conjunto de cortos, que se presentó en la última muestra del BAFICI, y esta semana llega al Cine Gaumont, para luego iniciar un recorrido por los restantes Espacios INCAA. ¿Qué nos presentan esta vez? Ocho nuevos cortometrajes, de realizadores nóveles, provenientes de diferentes escuelas de cine; y como siempre, con una variedad de estilos y temáticas para el gran abanico. Si algo es común en estos ocho cortos, y que ya se venía vislumbrando en las últimas entregas, es el crecimiento en la calidad técnica de cada uno de los trabajos. Estos jóvenes con sus equipos técnicos, logran todos un nivel que nada tiene que envidiar a producciones de largometrajes con mucho más presupuesto, demostrando que la garra y la pasión con que se encara la labor son fundamentales a la hora de la concreción. Muchos espacios abiertos, locaciones rupestres, e historias que se inclinan por un modo de narración diferente, esto es lo que prevalece en esta edición, que quizás no da tanto lugar al género puro y duro como en las últimas entregas. Los títulos son La canoa de Ulises (Diego Fió), El plan (Víctor Postiglione), Cimarrón (Chiara Ghio), Una mujer en el bosque (Cesar Sodero), Las nadadoras de Villa Rosa (Josefina Recio), El inconveniente (Adriana Yurcovich), Las liebres (Martin Rodriguez Redondo), y Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia (Dolores Montaño). Sin desmerecer al resto en el que se mezclan la poesía, la ciencia ficción, el relato intimista, las ensoñaciones, y hasta la comedia; son cuatro las propuestas que quiero destacar. La Canoa de Ulises de Diego Fió presenta una suerte de choque cultural. Itaeté y Ulises conviven juntos a orillas del río. Mientas el anciano Itaeté construye canoas, el joven Ulises reniega de su legado, del habla en guaraní, y prefiere escuchar rap en sus auriculares. Un accidente y la desgracia del destino, querrán que se termine produciendo el ensamble. Por la sencillez en su narración y en el modo de presentar su mensaje, sumado al gran despliegue técnico en los planos aéreos, este corto es un excelente inicio para esta nueva edición. El Plan, de Victor Postiglione, quien casualmente esta misma semana estrena su ópera prima Tiempo Muerto. Cora y Valentín son dos hermanitos que viven en el campo junto a sus padres. Ellos observan como su padre maltrata violentamente a su madre. Pero tienen un plan, Cora entrena a su hermano en una disciplina física que habrá que ver si termina rindiendo sus frutos. La crudeza del maltrato se mezcla perfectamente con una incómoda simpatía por parte de los chicos; el montaje es fluido y las interpretaciones del conjunto terminan por redondear una propuesta que atrapa en sus escasos minutos. El inconveniente, de Adriana Yurcovich. Una historia sencilla, es verano, fines de diciembre, una ciudad cerrada y calurosa a más no poder. Se produce un corte de luz, y Celina, una anciana en camisón queda encerrada en su departamento de piso alto sin posibilidad de llegar a planta baja. Lo que para la señora debe ser una desgracia, al espectador se nos presenta con una gracia natural que resulta hipnótica. Planos cerrados, una luz pegajosa que nos hace transpirar, y una interpretación memorable de Rosa Myriam Marco. Las liebres, de Martín Rodríguez Redondo. Un delicado relato alrededor de Mariano un chico que en pleno invierno prefiere cobijarse en su casa jugando con sus hermanas que lo maquillan y se divierten. Pero no, sus padres reniegan de eso, el hombre los pasa a buscar para llevarlos de noche, en plena helada, a cazar liebres en medio del bosque. ¿Qué pasará en ese ambiente presuntamente “de machos”? Rodriguez Redondo traza suaves pinceladas, hace uso de un juego de sombras y colores opacos, focaliza en los gestos y las miradas, y crea tensión en la angustia creciente. Los conceptos son claros y la idea contundente en este corto que es el más breve de los ocho, pero para nada el menor. Podríamos hablar de aspectos muy positivos en los ocho cortometrajes que nos trae esta nueva y sobresaliente edición de las Historias Breves. Como todo colectivo, puede resultar desparejo en su conjunto de propuestas varias, pero es de destacar que ninguno de ellos resulta una experiencia negativa. Cada uno de los realizadores presenta diferentes inquietudes, y tonos variados a la hora de plasmarlas. Desde lo críptico a lo más lineal, este decimosegunda muestra, viene a confirmarnos una vez más que el rumbo de nuestro cine está en buenas manos.
A través de varios cortos vamos disfrutando sus historias dirigidas por distintos directores. En esta oportunidad observamos que algunos cortos son superiores a otros, es decir que la propuesta es bastante heterogénea.
Una proyección a futuro. Las distintas ediciones de la colección de cortos Historias Breves han aportado un gran número de realizadores al candelero cinematográfico argentino, en una jugada que por un lado -efectivamente- brinda un marco de acción a las nuevas voces (la renovación generacional, a la par de la discursiva, resulta fundamental en un país con tantos egresados en el rubro) y por el otro viabiliza la intervención del Estado en un mercado que tiende hacia los oligopolios privados (la diversidad no debe desaparecer bajo el espectro del conservadurismo de impronta televisiva o el destino festivalero/ de exportación). Historias Breves 12 (2016), a veintiún años del comienzo de esta serie de antologías, está compuesta por ocho cortos con un buen nivel general, cada uno con sus peculiaridades dentro de una sana heterogeneidad, la cual a su vez viene a complementar un panorama autóctono enriquecido en cuanto a intereses retóricos, influencias y propuestas estéticas. Pasemos a continuación a cada obra en particular… -La Canoa de Ulises, de Diego Fió, es un retrato del choque entre la tradición indígena y los cambios vinculados a los consumos culturales de las metrópolis como Buenos Aires, todo a través de un eficaz contrapunto entre el sentir de un anciano y el de un joven fanático del hip hop. La canoa del título, esa que están construyendo en conjunto en la selva misionera, funciona como una zona de confluencia de las dos ópticas, la metáfora de un espacio compartido que achica la distancia al reconciliar el origen ancestral y los anhelos del presente. -El Plan, de Víctor Postiglione, se centra en un matrimonio con dos hijos en el que el marido maltrata a la mujer ante la mirada impávida de los pequeños. El corto es una historia de justicia seca y sin demasiados adornos, ejecutada correctamente por el director, quien por suerte evita apelar a las fábulas fantásticas en su aproximación tangencial al costado más oscuro de la niñez, léase el estar siempre a la sombra de los adultos y su abulia autoconsciente. -El primer tropiezo del lote es la olvidable Cimarrón, de Chiara Ghio, otro de esos relatos en espiral que -mediante un tono cansino y bastante derivativo- pretende mostrarnos la enajenación progresiva del protagonista, hoy un pajuerano frustrado que asesina a su capataz. Un comienzo prometedor desemboca en un bosquejo contemplativo con algunos detalles de terror que agregan poco y nada a nivel dramático. -Una Mujer en el Bosque, de César Sodero, deja entrever su temática y perspectiva de abordaje desde los primeros minutos, cuando una pareja mira por televisión Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence, 2001), de Steven Spielberg a partir de un proyecto de Stanley Kubrick: lo que sigue es la dinámica de la relación -un tanto lacónica- entre Jorge (Marcelo Subiotto) y Sofía (Elisa Carricajo), ésta última nada menos que un androide. El realizador saca provecho de las minucias cotidianas y apuntala un trabajo cargado de un humanismo romántico y entrañable, que parece invocar desde la tragedia a la premisa de base de Cherry 2000 (1987). -Las Nadadoras de Villa Rosa, de Josefina Recio, es un exponente de ese cine de “despertar adolescente” que hace alarde de un pulso ensoñado y que juzga a la adultez en términos de un territorio inaprehensible, hoy visto a través de los ojos de una nena de 12 años. El opus es bastante esquemático y no va más allá del molde etéreo/ neofeminista -obsesionado con la corporalidad y sus diferentes facetas- que pulula en el mercado festivalero internacional de nuestros días. -El naturalismo austero es la gran vedette de El Inconveniente, de Adriana Yurcovich, un corto maravilloso y descarnado centrado en el apagón eléctrico -durante el fin de semana de Navidad- que padece Celina (Rosa Myriam Marco), una mujer mayor que debe sobrevivir sin ascensor ni agua en el doceavo piso de un edificio de la Ciudad de Buenos Aires. En medio de una ola de calor, la protagonista se convierte en una víctima más de la sociedad hedonista contemporánea, que descarta a gran parte de los sectores que la componen a pura negligencia y abandono. -Las Liebres, de Martín Rodríguez Redondo, es un análisis muy interesante acerca de la estupidez fascistoide masculina y la identidad sexual durante la infancia, todo bajo el manto de una excursión de cacería tan fútil como manipuladora. La muerte sin sentido de las presas del título pone de relieve ese clásico acto de autoafirmación del burgués de derecha, en sintonía con su desprecio por la vida (el padre obliga al hijo a matar, sin siquiera sopesar la inocencia del animal y del pequeño ser humano en cuestión). -Otro de los puntos altos de Historias Breves 12 es Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia, de Dolores Montaño, un opus de encierro sobre tres policías intolerantes, patéticos y racistas en un camión hidrante en medio de una manifestación popular. La propuesta funciona como una alegoría irónica en torno a la soberbia y el sentimiento promedio de impunidad de las fuerzas de represión pública, sin duda un paradigma execrable enquistado en el campo de Latinoamérica. A modo de síntesis, podemos concluir que los cortos de César Sodero, Adriana Yurcovich, Martín Rodríguez Redondo y Dolores Montaño cumplen con creces con las expectativas que acarrea una selección de estas características, de carácter federal y amparada por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales; mientras que el resto de los films se ubican unos escalones debajo pero sin pasar vergüenza ni mucho menos (en una primera línea están los trabajos de Diego Fió y Víctor Postiglione, y en una segunda los de Chiara Ghio y Josefina Recio). Resulta de lo más saludable que se siga apoyando a los nuevos directores mediante este tipo de plataformas, tanto si permiten una proyección a futuro en el marco de los cortometrajes como en el caso de que constituyan un primer paso hacia el ansiado largo, ese “cenit” del inicio de la carrera profesional de todo cineasta.
Nuevo muestrario de los cortometrajes surgidos del concurso del INCAA, de cuyo estreno se cumplen veintiún años. Son ocho cortos, de distintas temáticas y enfoques, que demuestran pericia para filmar y fotografiar, en general mayor que la destreza para escribir y organizar un relato. Es difícil sintetizar y concentrar una historia en 15 minutos sin precipitar desenlaces ni cambiar el ritmo sobre la marcha. Pero las búsquedas interesan: más delicadas y estéticas en Las nadadoras de Villa Rosa, antropológica, subyugante en La canoa de Ulises, dura, intimista y precisa en El Plan, bastante extremos como la crónica de la señora mayor que se queda sin luz en Nochebuena en El Inconveniente o sátiras negras como la que transcurre en el interior de un camión hidrante preparado para reprimir manifestantes (Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia). En definitiva, ocho historias breves que dejan la sensación de que hay una nueva y capaz generación de cineastas.
UNAS HISTORIAS VIOLENTAS Una sana costumbre de cada año (o cada dos años) es el estreno de Historias breves, que impone una suerte de recorte sobre parte del audiovisual nacional en germinación: una serie de cortometrajes sin mayor hilo conductor que el de registrar el trabajo de un grupo de egresados de la carrera de cine, y su mirada sobre este arte mayor. En el background de este proyecto se encuentran nombres como los de Pablo Trapero, Daniel Burman o Lucrecia Martel, entre otros muchos talentos, por lo que el desdén es una actitud incorrecta para enfrentarse a lo que puede ser la cantera del futuro. Este año Historias breves llegó a su 12ª edición y, tal vez de manera inconsciente, la serie de cortos presentados sí ofrece una suerte de unidad temática: el centro parece ser la violencia, institucional o hereditaria e incrustada en el núcleo familiar, lo que lleva a reflexionar sobre si tiene que ver la casualidad o el clima de época influye en el pesimismo. Claro está que hacer una mirada global es incorrecto, ya que no estamos ante una serie de cortos que busquen la homogeneización del concepto: por eso que la calificación a Historias breves la hacemos a partir de un promedio, y redondeando a favor de los realizadores. Por lo tanto, pasemos a reseñar cada corto de manera individual y en el orden de proyección: -La canoa de Ulises, de Diego Fió. El corto representa una temática reconocible, que es la del choque entre las tradiciones y la modernidad. Lo hace a partir de registrar la actividad que realizan en la selva dos hacheros, uno anciano y otro joven: el primero buscar inculcar sus costumbres en el otro, que impone desde su vestimenta y artilugios tecnológicos el imperio de la modernidad y la intromisión cultural. Más allá de plantear una situación nada original y de caer a veces en el preciosismo visual que impone el paisaje (notablemente fotografiado), La canosa de Ulises acierta en evitar cualquier tipo de reducción reaccionaria e incluso aporta un pasaje feliz en la puesta en escena de un rap en lengua original. -El plan, de Víctor Postiglione. La violencia en el hogar, un padre que golpea y maltrata salvajemente a su esposa, y unos niños que planifican algo. El espacio que impone el director es inquietante, más allá de cierto tono grueso en algunas situaciones. Pero está claro que Postiglione aborda la temática desde la mirada del cine de género, y en El plan sobresalen los climas de tensión y cierto subterfugio ominoso vinculable con el cine de terror. Lamentablemente el desenlace se torna previsible y pierde impacto, padeciendo nuevamente el hecho de ser poco sutil. -Cimarrón, de Chiara Ghio. Es posiblemente el más críptico de los ocho cortometrajes, aunque lo críptico no esté más que dado a partir de la forma con que la directora elige contar una historia que narra la venganza del oprimido. Un trabajo con el sonido y el montaje que apuesta por climas enrarecidos, y la supresión de cualquier tipo de empatía permiten pequeñas muestra de los riesgos que se toma Ghio. Un corto potente, aunque a veces recargado estéticamente. -Una mujer en el bosque, de César Sodero. Dentro de Historias breves 12 es decididamente el más particular, porque apuesta a la ciencia ficción pero sin dejar de lado el naturalismo del espacio en el que se narra la historia. Un hombre vive en una casa en el bosque con una mujer robot: el film alcanza algunos climas melancólicos en su postal postmoderna a lo Spike Jonze, pero es una triste reflexión sobre el amor y la aceptación de la pérdida. -Las nadadoras de Villa Rosa, de Josefina Recio. El despertar sexual en la adolescencia es una temática también muy recurrente, y encontrar formas novedosas de contarlo es la tarea que enfrenta la realizadora en este corto. Por momentos, en el registro de un grupo de chicas que hacen natación con una profesora algo exigente, lo logra, porque la puesta en escena es precisa y la utilización de una paleta de colores pastel le suma sobriedad y tensión, aunque en algunos momentos el exceso de elipsis y simbolismos profundicen un “no decir” algo afectado. -El inconveniente, de Adriana Yurcovich. Uno de los mejores cortos de este paquete pertenece a la experimentada Yurcovich, quien cuenta la aventura de supervivencia que atraviesa una anciana durante la Navidad, en la que se le cortó la luz en el edificio (aparentemente deshabitado) donde vive y que debe aprender a sobrevivir a partir de su imposibilidad para bajar de ese piso 12. El inconveniente se podría haber quedado en el mero registro satírico de algo real (los cortes de luz veraniegos en Capital Federal), pero sería apenas un ejemplo más de costumbrismo. El corto lo trasciende por el humor negro que trasunta y por lo progresivamente aberrante que se va volviendo la experiencia de esta anciana. Gran montaje y aprovechamiento del espacio. -Las liebres, de Martín Rodríguez Redondo. Al igual que Las nadadoras de Villa Rosa, este corto aborda un asunto que tiene un fuerte imaginario instalado en el cine: en este caso, un padre que sale a cazar con su hijo como reflexión sobre la imposición de discursos machistas y patriarcales. Si bien por momentos no se corre demasiado de una mirada un poco vista, es gracias a las actuaciones, sin desbordes ni sobreactuaciones, especialmente del pequeño Leonel Hucalo como ese niño que se niega a matar una liebre, donde se alcanza a ver con mayor precisión cómo la normalización de esos discursos irrumpe de manera violenta en el imaginario infantil. -Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia, de Dolores Montaño. Tal vez la verdadera rareza de Historias breves 12 sea este corto, no porque tenga algún tipo de distinción formal o temática, sino más bien porque apuesta definitivamente por la comedia, entre tanto drama y cosa pesada. Tres agentes policiales están en el interior de un camión hidrante, esperando entrar en acción. El humor surge por el enrarecimiento que lo considerado “normal” adquiere en un espacio poco habitual, pero incluso por el grotesco con el que se expone el discurso institucional de la fuerza represiva. Motaño, además, hace un muy atractivo uso del espacio off. El final no está a la altura, pero no limita los logros de este corto.
De la escuela a la pantalla Con veintiún años de existencia, la entrega del colectivo de cortometrajes bautizada como Historias Breves es una cita ineludible para todo aquel que quiere interiorizarse sobre en qué anda el cine argentino, pensado desde los graduados de escuelas de cine y hacia dónde se dirige.En ese sentido, ocho historias y con cada una de ellas alguna característica que puede remarcarse como positiva también habilita al espectador el encuentro con nuevos nombres de una generación que tiene por meta llegar a su opera prima, pero que conoce al dedillo el camino que le permite ese sueño a partir de sus cortometrajes como plataforma de lanzamiento.
Una nueva entrega de “Historias Breves”, el ya clásico módulo de cortos del INCAA que permite conocer nuevos talentos detrás de las cámaras brinda otra entrega de una calidad notable. Para esta edición número 12 la selección incluye historias bien variadas, de géneros diversos, que posibilitan un disfrute aún mayor en el visionado, generando pausas y espacios entre uno y otro relato y que son necesarios para continuar con el interés en la pantalla. El formato del filme, ya establecido, se transforma en una plataforma para los directores, quienes a partir de su participación en la película, verán cómo se les abrirán puertas para continuar en la carrera de dirigir cortos o largometrajes. A continuación algunas apreciaciones sobre cada “cuento”. “La canoa de Ulises”, de Diego Fió. Un viaje enigmático, hipnótico, en el que dos generaciones ven cómo su futuro dependerá de la otra, a pesar de las diferencias. Cuidada fotografía y un ritmo con tensión increscendo permiten acercar a Fió a realizadores con experiencia en el desentrañar culturas ancestrales y su evocación en imágenes icónicas clásicas. “El plan”, de Victor Postiglione. Uno de los relatos más atrapantes de “Historias Breves”. Un plan de niños para poder preservar y preservarse de un ser despreciable que con sus gritos y golpes les está quitando la infancia. Bien lograda la tensión y el misterio. “Cimarrón”, de Chiara Ghio. El campo como lugar de explotación y maltrato. Un hombre imagina cómo puede deshacerse de su patrón con una idea simple y precisa. “Una mujer en el bosque”, de Cesar Sodero. Una de las más logradas historias en la que un hombre ve cómo su “mujer” comienza a tener algunos problemas y debe llamar a un customer service para que lo ayuden. Los puntos de encuentro con la literatura de Bradbury y series como “Humans”, hacen que Sodero pueda superar y potenciar su relato. Notables actuaciones de Elisa Carricajo y Marcelo Subiotto. “Las nadadoras de Villa Rosa”, de Josedina Recio. Pequeños cuerpos en la pileta. Niñas que se asoman a la adolescencia y sienten que su profesor de natación es lo mejor que les puede pasar. Un acercamiento al amor idealizado y a la vez trunco. “El inconveniente”, de Adriana Yurcovich. Una anciana, en Navidad, ve como su suerte le juega una mala pasada al quedarse sin luz en pleno verano. La desesperación por continuar viva y “fresca” la impulsarán a ideas impensadas. Relato claustrofóbico y urgente de una lograda calidad. “Las liebres”, de Martin Rodriguez Redondo. Otro análisis sobre el quiebre de la niñez con una metáfora de la exigencia impuesta ante la disolución de la inocencia. “Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia”, de Dolores Montaño. Análisis sobre el poder y algunas ideas anquilosadas sobre el mismo. El joven que debe relacionarse con dos compañeros de trabajo con algunos vicios y la exploración de un espacio cerrado atemporal, hasta que, el Candy Crush y la cumbia invaden todo. Puntaje: 7/10
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.