Dirigida por Sebastián Sarquís, escrita por Gustavo Cornillón es una comedia de ritmo alocado que aborda temas que plantean los tiempos actuales en materia de relaciones. Si bien se parece demasiado a una comedia costumbrista, con ese humor dislocado y gritado de las comedias televisivas estridentes, con momentos chabacanos y chistes forzados, con caritas significativas, detrás subyace una mirada a las nuevos modos del afecto y comprensión o el enamoramiento que difieren mucho de generaciones anteriores. Enredos, situaciones alocadas y los actores poniendo cada uno su estilo con tendencia hacia la exageración y al alargue de situaciones como la corrupción que no se sabe muy bien ni como se plantea ni como se resuelve. Buenas intenciones fallidas y actores duchos en la comedia, por momentos desaprovechados.
La maternidad, la sexualidad, el matrimonio -sometido severamente a prueba- y la amistad, con sus complicidades y vaivenes, son los temas que circulan con deliberada ligereza en esta comedia costumbrista cuya fluidez depende en buena parte de la gracia y el mentado timing del elenco, imprescindible para el género. En ese aspecto, los protagonistas de la película (Marcelo Mazzarello, Fabiana García Lago, Guillermo Pfenning, Anita Pauls), hacen lo que pueden con un guion rutinario y con demasiados trazos gruesos. El humor de este tercer largometraje de Sebastián Sarquís parece atado a un sentido común estricto, que no deja mucho espacio a observaciones nuevas.
Apareció desde hace un tiempo han aparecido en la enorme cantidad de estrenos de cine argentino, un grupo de comedias de bajo lanzamiento, elenco sin grandes estrellas y resultados que suelen quedar por debajo de la calidad mínima para volverse atractivas para los espectadores. Instrucciones para la poligamia se suma a esta lista y no sobresale particularmente. El matrimonio protagónico busca el embarazo de ella pero no lo consigue. Como en una versión muy pobre de aquel gag de Hanna y sus hermanas de Woody Allen, la película busca todos los chistes posibles sobre el tema. Pero esto no es Woody Allen, esto es comedia sin sutilezas, con pocas ideas de guión y con un cuarteto protagónico (Guillermo Pfening, Ana Pauls, Marcelo Mazzarello y Fabiana García Lago) que consigue sacar algunas adelante con puro talento para el género. Sin ellos la película sería intransitable, pero no les alcanza para cambiar el rumbo de un film sin gracia.
Costumbrismo 2.0 Una pareja que busca un embarazo, un veterinario que milita el poliamor y una amiga ninfómana, todos unidos por una serie de enredos y situaciones imposibles para el cine de hoy. Instrucciones para la poligamia es una historia que podríamos resumir como “costumbrismo 2.0”, cuyos personajes encarnizan cierta dinámica del argentino de clase media (al menos esa es la idea) mezclada con algunos de los temas más urgentes pero a modo de pinceladas de trazo grueso. Hay feminismo, poliamor, corrupción estatal y otros temas con los que pueden empatizar miembros de un comité que otorga subsidios, por ejemplo. Todo en una ensaladera de plano y contraplano, por si hacía falta un celofán televisivo. Ni siquiera funciona el timing para los gags, todos forzados al límite del ridículo como el caso de la secuencia de la cena, que tiene un broche de oro con puertas que se abren y se cierran, bien en el género teatral de la revista porteña. ¿Cine? Poco. Sí pasan cosas delante de una cámara de cine, pero pegar dos planos de actores y actrices haciendo una “perfo” para que se proyecte en una sala no es suficiente. ¿Habrá un público que busque productos como Gasoleros hoy en 2019? ¿Y para verlos en un cine? Sebastían Sarquís en su tercera película expone lo peor del cine argentino, ese que pretende hacer películas porque se puede, porque no importa donde la estrenes y porque todavía menos importa si hay un tipo de público para que las vea o no. Ya desde sus títulos hechos en una tipografía símil Comic Sans, Instrucciones para la poligamia ilustra la ausencia de pasión por parte de sus realizadores. Si ni siquiera existe un mínimo vuelo creativo para pensar unos paratextos novedosos, ¿Qué se puede esperar del resto de la película? Podría decirse que esos títulos no son más que una sinécdoque de los 96 minutos que dura esta comedia fallida y desganada. En estos tiempos en los que se debate qué es cine y qué no lo es, no dejan de brotar películas argentinas que no se ruborizan en pensar estrategias televisivas para sus historias. El costumbrismo, ese mal que tuvo su apogeo en la TV nacional allá por fines de los 90, parece resistir todavía en una parte del cine argentino que está más preocupado por el estreno inmediato que por la visualización de, al menos, un grupo de espectadores; es así que el único destino de estas producciones es el Cine Gaumont y en pocas funciones. Todo muy triste.
Madre a toda costa
Madre a toda costa Si bien es cierto que los desniveles de esta comedia son varios, cabe reconocer al menos un intento por hacerla llevadera. En ese intento, la operación debe apoyarse en algunos actores, Guillermo Pfening, Ana Pauls, Marcelo Mazzarello y Fabiana García Lago, quienes tienen sus logrados momentos en alguna que otra escena hilarante. Tal vez hay demasiadas puntadas sin hilo en el guion para que algunas ideas o gags lleguen a consolidarse definitivamente y más aún cuando se busca en el paradigma de los cambios de roles, entre otros que pretenden una relectura, encontrarle la veta humorística a todo incluída la famosa idea del poliamor. Presentar a la maternidad además como el principal deseo de las mujeres protagonistas en consonancia con esas modas o tendencias culturales que marcan el rumbo de determinadas épocas es un arma de doble filo porque la banalización de la concepción utilitaria del hombre puede generar rechazo más que aceptación. Y en ese sentido el papel masculino en un claro y forzado operativo de sustitución de estereotipos de objeto sexual si bien despierta alguna que otra sonrisa complaciente es demasiado exagerado como elemento dramático. Irregular por momentos, entretenida por otros, Instrucciones para la poligamia no supera la media de comedias fallidas que pueden encontrarse en televisión sin demasiada necesidad de buscar.
Los personajes principales son cuatro, muestra de que son capaces las mujeres cuando quieren lograr algo, una la independencia en el amor, otra quiere quedar embarazada y esta última cruza los limites ya que le pide a un conocido ocasional que done su esperma dado que además es parecido a un familiar de ella. Van sucediendo una serie de situaciones divertidas acompañadas por un humor un tanto chabacano que puede llegar a rozar con lo bizarro que puede resultar efectivo. Además contiene varios enredos que logran sacar algunas sonrisas y un toque para reflexionar. Cuenta con un reducido y talentoso elenco que intenta en todo momento sacarla a flote. Toca un abanico de temas: las crisis emocionales, la pareja, cuando se pone en juego la hombría, el replanteo de los vínculos, entre otras situaciones, demasiadas tramas y por momentos se pierde el hilo conductor del principio. Posee pequeñas fallas de montaje y se nota que cuenta con un reducido presupuesto y que tiene buenas intenciones, pero no alcanzan.
Fabiana busca quedar embarazada y está dispuesta a hacer lo que sea necesario para poder lograrlo: conspirar con su amiga, manipular al marido, pedirle esperma a un extraño. Todo se pondrá en juego y cada uno de ellos cruzara límites llegando a lugares de sí mismos, que en verdad desconocen En su tercer largometraje (“El mal del sauce”, 2010, “Yarará” 2915) Sebastián Sarquis nos enfrenta a una historia donde los cuatro personajes buscan aprender, conocerse para encontrarse, en un mundo moderno, con nuevas formas de comunicación. Sienten la carencia, cada uno de ellos necesita algo, algo que les falta, representando los argentinos de clase media a la que toca de pasada: feminismo, poli amor, corrupción estatal, y otros temas. Lástima que sólo se enumeran de pasada, con técnica de plano y contra plano, con total carácter de producto televisivo evocando un costumbrismo de fines de los ’90. Los actores intentan ponerse en sus hombros toda la obra, y la verdad es que no cuenta ni siquiera con la base de los gags, casi todos forzados, sin logran completar, o redondear, un producto que desde su origen implicó asumir una misión imposible.