Las películas del subgénero “cine dentro del cine” tienen muchos y buenos exponentes. En Argentina hay pocos casos, pero algunos resultan notables: La película del Rey, ópera prima de Carlos Sorín, y UPA: Una película argentina, en la que los directores Camila Toker, Santiago Giralt y Tamae Garateguy satirizan a un grupo de realizadores snobs que quieren pertenecer al otrora denominado Nuevo Cine Argentino. Ínsula, de María Onis, se acerca a UPA -y a su secuela, UPA 2-, pero por el lado del enfoque, ya que el tono es menos estrafalario y más crudo. Una crudeza que viene por el lado de lo que los protagonistas están rodando: un documental sobre los aborígenes de la comunidad El Traslado, de Salta. La pareja de cineastas (Francisco Benvenutti y María Soldi), también pareja a nivel sentimental, comienzan a tener diferencias. Para empezar, diferencias a la hora de abordar el trabajo: según él, ella propone un acercamiento a los lugareños demasiado frívolo, evidenciando un desconocimiento por sus costumbres. Según ella, él no tiene demasiado tacto a la hora de editar el material, que incluye planos de hombres matando conejos y armadillos para comer. Tanta tensión pondrá en peligro el proyecto cinematográfico y el vínculo amoroso. Teniendo Argentina un amplio catálogo de documentalistas, en especial dedicados a la temática indigenista y marginal, la película permite adentrarse en el quehacer de un trabajo de estas características. Si bien funciona como sátira, permite conocer de cerca las discusiones y dilemas que plantea rodar un film de altas pretensiones, y cómo los mismos directores -por soberbia y egoísmo y falta de empatía- a veces pueden echar a perder su propio material. María Soldi y Francisco Benvenutti componen a estos realizadores ambiciosos pero en plena crisis. Actúan de manera seria y realista, en un recurso que forma parte del humor implícito que le imprime la directora. Ínsula es una mirada ácida sobre el mundo de los documentalistas, sobre el quehacer cinematográfico en general y sobre lo que hoy se entiende por corrección política.
La ética documental “La ínsula es una región del cerebro que cumple distintas funciones, relacionadas con la percepción”, dice el diccionario acerca del curioso título de la película de María Onis, que sintetiza el eje central del relato. ¿De qué trata la película? Ínsula (2019) tiene a una pareja (María Soldi y Francisco Benvenutti) instalada en el nordeste argentino tratando de hacer un documental sobre la comunidad aborigen El Traslado, ubicada al este de la provincia de Salta. Los jóvenes se plantean qué decisiones tomar a la hora de representar al pueblo originario. Sus ideas progresistas los llevan a eternas discusiones sobre qué mostrar de ellos y qué no, al punto de cuestionarse la realización misma del trabajo y con él, la continuidad de la pareja. Ínsula es interesante por su planteo, porque después de tantos documentales antropológicos se cuestiona la necesidad de la existencia de los mismos, el para qué y el para quién son realizados. Si los espectadores serán gente de clase media, ¿corresponde victimizar a los miembros de la comunidad para generar empatía con ellos? Si hay que comprenderlos tal cómo son, ¿se deben aceptar sus prácticas arcaicas de cacería que maltratan animales, por citar un ejemplo? Son algunos de los dilemas que pasan por la óptica de la pareja documentalista que la película pone en relieve. Pero sucede que el relato no termina de profundizar las inquietudes que plantea, justo cuando parece que indagará en dichos temas se queda en la relación de la pareja y su crisis amorosa, dejando la ética de la representación en un segundo plano. El film "decide" abocarse a la crisis existencial de los jóvenes progresistas de clase media. La premisa requería una conclusión más reflexiva que la película no explaya, quedándose en la discusión retórica. Como si al film le bastase abrir el debate en torno al tema y escapase de tomar una postura determinada. Tal vez, esta profundización sea material para una próxima película que recoja las solventes ideas expuestas por este film.
El poder de la lente La pregunta sobre el sentido de hacer un documental es tan perturbadora como entusiasta para esta comedia con ecos de otras películas que se entrecruzan como por ejemplo Opus (Mariano Donoso, 2005) desde el punto de vista de la subjetividad versus la falsa objetividad que arrastra todo proyecto documental. Pero el detonante son los roces no creativos sino de pareja, la sociedad entre una realizadora y su editor dentro y fuera del proyecto, que procura acercarse o al menos aproximarse antropológicamente a los pueblos originarios en la provincia de Salta. La impronta rupturista y latente, junto al discurso sobre estereotipos de un grupo identificable, están presentes en Ínsula, así como el cuestionamiento a los alcances del cine como herramienta de conocimiento. Esos son algunos de los tantos eslabones de una larga cadena de ideas que también se rompen cuando entre lo que se ve, aquello que se elige desechar o simplemente las discusiones y dilemas de la ética ante el fenómeno cinematográfico, arrancan sonrisas cómplices en medio de esa sensación de pedantería irresuelta a la hora de empuñar una cámara y ponderar el arte para registrar la realidad, un fenómeno con vida propia que se escapa al poder de la lente y mucho más de la sensibilidad para el que observa.
La mirada ácida de “Insula” Lautaro Franchini ¿Qué ves cuando me ves? He aquí un documental indigenista que se aleja de sus pares. La película de María Onis y Laura Amdan, “Ínsula”, se divide entre el día a día de la comunidad Wichi y la mirada persuasiva de los realizadores. Ideas, opiniones y prejuicios tomaran las riendas del relato y el cine dentro del cine será el motor de esta historia. Mañana 00hs en Cine.ar. Por el monte salteño, en la comunidad El Traslado, se encuentra la tribu Wichi, un grupo de indígenas alejados de la sociedad que vive de la caza. Sin electricidad y agua potable. Fuera de la realidad urbana y sus leyes, los habitantes del pueblo pasan sus días entre la mugre y la falta de sanidad. Matar un conejo o un armadillo, sin dudarlo, reflejan la vida veleidosa que conllevan diariamente. Desde el otro lado, María Soldi y Francisco Benvenutti, los protagonistas de este sub género, componen el dúo de cineastas que se adentraron en la comunidad. Tras haber filmado y recolectado material, llegaron los conflictos de qué querer contar y qué mostrar. La crudeza de ciertos planos despierta conflictos en la pareja. La frivolidad o la falta de empatía con la que actúan ponen en jaque la realización del proyecto y el vínculo sentimental entre ambos. Bifurcando por la ácida vida de la comunidad Wichi y la fábula de los cineastas, “Ínsula” toma poder y se agiganta. El relato se aleja de lo ya visto anteriormente con el agregado de la mirada crítica del espectador. Saber y conocer que hay detrás de esta temática documentalista hace que uno vea lo que quiere ver. Estreno mañana 00hs en Cine.ar (hoy a las 12 de la noche). También disponible por la plataforma CINE AR PLAY. Puntaje 80/100. Dirección Montaje Arte y Fotografia Música Actuación ¿Qué ves cuando me ves? Un documental indigenista diferente a los demás. Crítica hacia la mirada de los realizadores y el espectador. User Rating: No Ratings Yet !
UN PERRO LAMIENDO LA SANGRE DE UN QUIRQUINCHO Una teoría: durante el proceso de investigación para un documental sobre una comunidad indígena, los miembros de un equipo de realizadores son testigos de cómo sus propios prejuicios, y sus distintas concepciones de lo “políticamente correcto”, determinan y moldean la manera en que la comunidad queda retratada en la pantalla. Deciden que trabajar sobre ese conflicto (el problema de quién elige la porción de realidad que se recorta, y cómo elige mostrarla) es quizás más interesante que el documental mismo, y terminan realizando una película al respecto. A pesar de no ser más que una especulación de quien suscribe, los resultados de Insula parecieran ajustarse a este origen accidental. La película de María Onis se inscribe dentro de una larga tradición de films que se encargan de mostrar el detrás de escena de la producción cinematográfica, ya sea para exponer los pormenores de una filmación, para desentrañar “la magia del cine”, o para hablar de los recovecos burocráticos de la industria. La premisa de Insula nos ubica en una comunidad wichi, donde una pareja de documentalistas sigue con su cámara las tareas cotidianas de los habitantes. En un film que no alcanza los 90 minutos, es llamativo el tiempo que se toma la directora para plantear su conflicto. Los planos se demoran sobre la naturaleza, los cuerpos y los rostros, casi como si lo que estuviésemos viendo fuese realmente un documental. La ficción irrumpe discreta, con apuntes breves de voces que discuten lo que vemos, hasta que finalmente llegamos al núcleo del relato: en la sala de edición, la pareja conformada por Juli y Fran (interpretados por María Soldi y Francisco Benvenutti) no logran ponerse de acuerdo sobre qué mostrar, y en sus conversaciones salen a la luz ideas sobre la estigmatización de la comunidad, o la tolerancia del público a ciertas imágenes, entre otros conceptos que rondan la cuestión de la corrección política en el cine. Si la premisa es interesante, porque intenta escarbar en el modo en que se piensan los discursos que después vemos reflejados en una película (y cómo esos discursos se ven afectados por cuestiones de agenda o por miedos coyunturales), la ejecución de esas ideas por parte de la directora lleva a Insula a convertirse en una escalada de aburrimiento y confusión. El registro documental se intercala con las discusiones de la pareja sin mucha fluidez, y de manera inexplicable también vemos lecturas de poesía a cargo de Naty Menstrual y Fernando Noy. Podemos pensar que se trata de dar pistas sobre la vida blanca y palermitana de los protagonistas, algo sobre lo que película intenta una suerte de posición (chicos bien, universitarios, contrastados con una comunidad indígena a la que se acercan sin poder despegarse de cierta condescendencia de clase), pero que se diluye en la construcción poco esmerada de una mirada autocrítica. El efecto es curioso: las lecturas poseen una belleza y una consistencia que permanecen aisladas del resto del relato, que por lo general se debate entre el tedio y la apatía; su presencia es efectiva, pero también antojadiza. Hacia el final, con una secuencia bastante arbitraria que termina por dejar mal parados a los protagonistas, Onis concluye lo que parecería ser el boceto de una película, con actuaciones desganadas (Soldi hace lo que puede, y aun así se ubica muy por encima de lo que ofrece Benvenutti), y una notable desorientación a la hora de elegir qué es lo que quiere contar. Se entiende que el patetismo imperante sea buscado, pero la pereza y la falta de humor, en una propuesta que se pretende ácida, son contras que no pueden dejarse de lado. La directora termina por emparentarse con sus personajes, que no consiguen encontrar el enfoque adecuado para su documental. Lo que queda de este lado es aguantar hasta los créditos, y después a otra cosa.
En la historia de una joven (María Soldi) que decide avanzar con la realización de un documental mientras se adentra en sus propios conflictos profesionales y la comunidad indígena que aborda para realizar la película se habla de la cultura dominante y sus intentos por conquistar todo. Rodada con un registro cuasi documental, que quiebra la delgada línea entre ficción y realidad.
Mirar con una lupa Avanzar por oposiciones. Comunidad que vive del monte, documentalistas que quieren hacer una película. ¿Quiénes son los retratados? ¿Cómo definir un punto de vista en un documental? Ínsula (2020) es un largometraje argentino dirigido por María Onis; estrena este martes 1 de septiembre por CineAr Tv y CineAr Play. Una estudiante de antropología (María Soldi) y un estudiante de cine (Francisco Benvenutti) viajan a Chaco para rodar un documental sobre una comunidad indígena. El problema son las diferencias de la pareja a la hora de atravesar las distintas etapas de la película, entre ellas, definir criterios y pensar en lo que querrían ver los espectadores. La estética se interesa sobre los trabajos manuales y las miradas; en este sentido, emplea recursos técnicos como rewind, primer plano medio, plano fijo, plano-contraplano, angulación normal y plano detalle. El montaje propone construir diferentes tiempos para diferenciar una locación de la otra. La banda de sonido es muy fina, dada la calidad de las grabaciones y la variedad de las fuentes. Las locaciones se construyen por oposiciones, es decir, exteriores e interiores, intemperie y comodidad, casa y campamento, campo y ciudad. Los actores, el vestuario y el casting son buenos. Respecto al argumento, hay un avance por niveles que se vuelve enroscado. Primero, los personajes que editan la película; luego, la manera de retratar la cotidianidad de la comunidad indígena y compararla con la de los documentalistas. A esto se suman los modos de ver a unos y a otros. La idea podría haberse realizado con menos giros y más definición. La estructura personajes no tiene un crecimiento en emociones y acciones, reitera conflictos. Por último, el guión va por esa misma línea, con diálogos forzados desde la escritura. "En conclusión, la obra de Onis trata sobre las miradas y las comparaciones entre experiencias de vida distintas. El resultado, si bien está logrado, es complejo y termina por desorientar la tensión dramática y la atención."
Del tándem de estrenos documentales de esta semana, puede distinguirse a “INSULA” por haber tomado riesgos e intentar atravesar la búsqueda de un lenguaje diferente, deconstruyendo el propio código del documental para armar otro, que sabe jugar al borde de los límites de realidad / ficción y también del “cine dentro del cine” -más puntualmente en este caso, el mundo del “documental dentro del documental”-. Una pareja de cineastas (Maria Soldi y Franciso Benvenutti, con un notable desequilibrio en lo actoral que hace que cueste aceptar naturalmente a sus personajes en una primera instancia y que suenen creíbles) se acerca a la comunidad wichi, en la localidad de El Traslado, provincia de Salta en donde comenzarán a filmar su documental, el que apunta a retratar la cotidianeidad de sus pobladores en una visión etnográfica no carente de cierta impostura por parte de ellos: acompañarlos sus tares, sus rituales, analizar su organización, sus creencias. Aparecen rápidamente las discusiones de la pareja, en donde no solamente se debate sobre sus temas personales sino que fundamentalmente polemizan sobre la mirada que se impone a la hora de lo que cada uno de ellos elige mostrar en el documental. La directora, María Onis, se permite un espacio de reflexión sobre la construcción de una mirada del autor, el sesgo del documentalista –y de todo artista- sobre el propio material que quiere mostrar, los diferentes abordajes y puntos de vista que pueden existir sobre un mismo objeto de análisis y los resultados que pretenden obtener de su trabajo, en donde surgirán ciertas conversaciones en donde quedan firmemente expuestas las miradas prejuiciosas de sostienen cada uno de ellos, los preconceptos que en cierto modo estigmatizan a la forma de vida, las costumbres y el modo en el que funciona esa comunidad que es el propio objetivo del documental. Onis tiene como principal hallazgo el hecho de incomodar a los personajes y someterlos a una búsqueda en la que también hace partícipe al espectador en forma activa, donde no solamente se participa del recorrido de este documental como pieza cinematográfica –con el backstage que tiene éste y cualquier otro documental-, sino del de sus propios protagonistas contra sus propios prejuicios que juega al mejor estilo de cajas chinas uno dentro de otro infinitamente. Formando un interesante juego de espejos, las fracturas de la pareja, repercuten también en su obra, y viceversa. Puntos en los que no acuerdan, posiciones casi opuestas frente al objeto estético y la aguerrida toma de posiciones donde, por un lado, la directora que direcciona la mirada y elige qué mirar (casi negando, al mismo tiempo, ser un alter ego para Onis) y del montajista que a la hora de editar, también impone su mirada propia y reescribe lo filmado bajo su propia ética y percepción, construyendo indirectamente otra nueva narrativa. Despareja, irregular, arriesgada y hasta en cierto modo lúdica “INSULAR” gana interés, paradójicamente, en los fragmentos no documentales, con las participaciones de Andrea Garrote, Nati Menstral, Fernando Noy y Mariano Sayavedra.
Un documental que cuestiona a ciertos documentales. Una muy inteligente propuesta de las guionistas Laura Amdan y de la directora y co autora María Onis. Entre las tensiones surgidas entre una estudiante de antropología y otro de cine, que deciden hacer un documental sobre una comunidad wichi se centra una mirada crítica e inteligente donde no se salva nadie: los buscadores de los llamados pornógrafos de la miseria, el objetivo fácil, las discusiones ideológicas, la prepotencia, las órdenes, la falta total de empatía, salvo la recitada. La falsedad en la búsqueda de lo social y el compromiso, cuando en realidad se trata solo de conseguir elogios, reconocimiento, preconceptos. El otro queda allá en su soledad, en su precariedad, los “realizadores” parten hacia otro objetivo popular para saciar su “canibalismo” social. Una película que hay que ver.