Historias de muerte en vida La helada y angustiante soledad de la prisión de Ushuaia se hace documental en el primer largometraje de la argentina Lucía Vassallo, La cárcel del fin del mundo (2013). Una investigación de ágil narrativa que quiere adentrarnos en lo que fue durante más de cuarenta años la cárcel más austral del mundo. La Colonia Penal al Sur de la Repu?blica Argentina es construida en 1883 y un año después se funda la ciudad de Ushuaia. Hoy, Carlos Pedro Vairo es quien dirige el Museo Mari?timo y Presidio de dicha ciudad y nos abre las puertas de un edificio que alberga historias de asesinatos, delincuentes, locura y mucha desesperanza. Los mismos protagonistas (guardias, enfermeras, policías y distintos empleados del presidio) recuerdan sus vivencias a sesenta y seis años de su clausura. El film comienza con una representación interpretada por guías de la cárcel y los turistas de turno. Si ésta no fuera advertida con anticipación, uno podría tranquilamente pensar –salvando las evidentes distancias temporales– que eso efectivamente está sucediendo sin ninguna teatralización de por medio. El inicio marca el clima que el documental querrá buscar en la casi hora y media de duración. Y allí está precisamente su mayor logro. Sentimos el insufrible frío que vivían los presos –Cayetano Santos Godino, alias “El Petiso Orejudo”, Simón Radowitzky y Mateo Banks, entro otros–, la ineludible desolación que los invadía en sus celdas, o los fallidos intentos de fuga. No sólo los testimonios de las personas que vieron bien de cerca lo que era la vida en la cárcel de Ushuaia, sino también las imágenes y la banda sonora nos van metiendo dentro de ese mundo. No encontraremos ninguna revelación periodística en La cárcel del fin del mundo. Los datos duros, la relevancia periodística o la información, de alguna manera, noticiable no son elementos que abunden. El detalle de la cotidianeidad vivida allí es lo más atractivo que encontramos. A su vez, Lucía Vassallo, por momentos, logra salirse de la cárcel propiamente dicha para hablarnos un poco más acerca de la ciudad de Ushuaia, alejada de todo e hija de un paradero de lo que la ley consideraba peligrosos delincuentes que había que excluir. Vale decir que –como se aclara en el documental– aquellos libros que registraban mayor información sobre la cárcel desaparecieron, por lo cual, la búsqueda de documentación al respecto no resulta una tarea fácil. La cárcel de Ushuaia: un pasado que el promedio de la gente sabe de su existencia, pero no más que por arriba. La propuesta de la directora argentina puede ser una buena oportunidad para hilar un poco más fino.
Fantasmas del pasado Apenas una semana después del estreno de Al fin del mundo, de Franca González, llega al Gaumont otro film cuyo eje está en la inhospitalidad y la gelidez de la isla de Tierra del Fuego. Dirigida por Lucía Vassallo y estrenada en el Festival de Mar del Plata del año pasado, La cárcel del fin del fin mundo es una suerte de viaje guiado por Carlos Pedro Vairo, director del Museo Marítimo y Presidio de Ushuaia, por la historia de aquella ciudad, uno de los actuales emblemas turísticos australes, pero que durante fines del siglo XIX y la primera mitad del XX funcionó como albergue de ladrones, asesinos y presos políticos de diversa calaña. Vasallo reconstruye la Historia a través de la historia. Esto es, a través del testimonio de los familiares de los carceleros, investigadores y expertos, además de diversas cartas escritas por los presos. Más allá del poco riesgo formal y el formato televisivo, el film se sigue con interés por aquellos elementos subrepticios que irán develándose durante la poco más de una hora de duración. Así, la vinculación entre el pasado y el presente, la tensión entre una sociedad dispuesta a esconder bajo la alfombra -o a más de 3.000 kilómetros de la ciudad- a aquellos elementos que ella considere conflictivo y el peso del legado se conjugan en este correcto documental que, sí, no es de lo mejor que se ha visto en el año, pero que muestra una historia muchas veces invisibilizada.
El ex-presidio Ushuaia (o Cárcel de Reincidentes de Tierra del Fuego) hoy es un Museo ganado a la comunidad. Guarda la historia de la ciudad más austral del mundo y de buena parte de la Armada Argentina: la Fragata Sarmiento y Fragata Libertad, la Goleta Espora de Luis Piedra Buena y al Naufragio del Monte Cervantes. El espacio más atractivo de este espacio museístico, claro, es el que pone en escena cuidadosas reconstrucciones de algunos de los presos ilustres que estuvieron alojados allí entre 1904 y 1947 momento en que la cárcel funcionó: el anarquista Simón Radowitzky, Santos Godino, (el petiso orejudo), Mateo Bank, el poeta Ricardo Rojas y más La cárcel de Ushuaia es tal vez una de esas visitas que todos los argentinos deberíamos hacer en algún momento: un penal que por lo inhóspito de su ubicación y las durisimas condiciones del clima fue durante 43 años el lugar de cautiverio más terrible de la Argentina. Para Lucía Vassallo, graduada del ENERC directora del documental La cárcel del fin del mundo “recorrer sus muros y escuchar al apasionado guía con su historia da frío y miedo, sensaciones viscerales e incontrolables.” Producida por Habitación 1520,con Benjamín Avila y Lorena Muñoz, la ópera prima de Vassallo se ajusta al conjunto de testimonios de los presos, mediante cartas, fotografías, poemas, algunos de nombres conocidos, otros anónimos. Voces que tienen en común ese espacio de convivencia terrible donde era común la tortura, el suicidio y la mala vidda: “había que tener cuidado con los filos del hielo que hacen cortaduras profundas y dolorosas“, “para lavarnos había que romper la capa de escarcha que cubría los depósitos” El acierto del documental, además de la fotografía límpida y precisa de Guido de Paula o la bella canción especialmente realizada por Axel Krigyer para la voz de Paula Maffia, es que se adueña de esas voces invisibles a través de la narración potente de Javier Valentín Diment que alterna con situaciones más anecdóticas como la conformación del equipo de rugby “Los presos” ,la cena de las mujeres de la armada o el desfile militar por las calles de la ciudad. El film tambien va a buscar las miradas actuales, algunas de jóvenes aficionados a la Historia, otras de ancianas descendientes de trabajadores del presidio, o reconstrucciones a través de expedientes judiciales o listados de guardiacárceles. Esas historias le otorgan al pasado una nueva dimensión en el presente que no es totalizadora, que parece errática, que no tiene todas las historias y todos los testimonios pero que es suficientemente justa en sus precisiones y en sus climas, mentales y sociales. Desde las sensaciones personales a las descripciones del trabajo en los bosques, el miedo o los planes de escapar, cosa prácticamente imposible. Buen debut en el documental de Lucía Vassallo y buena manera de re-conocer uno de los lugares históricos más terribles de la Argentina.
En el frío encierro Presente y pasado se fusionan en este documental de la realizadora Lucía Vasallo, La cárcel del fin del mundo, que se instala en los recovecos y las grietas que ha dejado la historia de la ciudad de Ushuaia, lugar donde se construyó la cárcel en 1904 hasta 1947 cuando un decreto de Juan Domingo Perón la cerró definitivamente, en la que fueron confinados presidiarios de nombre, famosos asesinos: Cayetano Santos Godino, alias El Petiso Orejudo, Simón Radowitzky, responsable del asesinato del jefe de policía Ramón Falcón y Mateo Banks, entre otros. El escaso material de archivo no fue un obstáculo en sí mismo para la directora argentina al haber encontrado el testimonio de pioneros del lugar en un noble ejercicio de memoria y recuerdos dispersos, que aportan un espacio distinto al relato, sumado a las fotografías que pudo recopilar y algunos elementos de la cárcel, donde las voces de los presidiarios de aquella época viaja en off desde el descubrimiento de algunas cartas o escritos que dejaron como único testimonio de su encierro, soledad y dolor, tras los muros y alejados de todo contacto con el mundo exterior. Las palabras que piden prestado a la poesía algún rayo de luz para hablar de tanta oscuridad del alma y para el alma encierran en un pedido casi agónico el anhelo de libertad, pero más que eso deslizan en los grilletes de la impotencia la sensación de que la socialización y reinserción social no se vuelva una utopía de trasnochados o soñadores sino que se haga carne en el reflejo de un avance en el pensamiento que despoje la idea del estigma social y repudie pacíficamente la indiferencia ante determinados emergentes sociales, que aún hoy lamentablemente continúan portando el estigma más allá de sus conductas o aberrantes actos pasados y presentes merecedores de todo castigo o cuota disciplinaria adecuada y justa. En ese sentido son elocuentes las palabras de uno de los confinados, José Berenguer, a modo de cierre para sintetizar conceptualmente el camino de búsqueda de la propia Lucía Vasallo, directora de fotografía egresada del Enerc en este interesante documental que recibió el premio Películas digitales 2010 del INCAA, al expresar que mientras siga habiendo lucha de clases, las cárceles van a ser un lugar de reclusión que no aspiren a la reinserción de presos, por lo cual se debe suprimir el régimen represivo en pos de la humanización.
La muerte entre rejas Al fin se realizó un documental sobre el histórico penal de Ushuahia, espacio de reclusión de presos de diversa procedencia: comunes, asesinos, ladrones y políticos enviados por el poder. Al fin se realizó un documental sobre el histórico penal de Ushuahia, espacio de reclusión de presos de diversa procedencia: comunes, asesinos, ladrones y políticos enviados por el poder. Por fin, entonces, en algo más de una hora, La cárcel del fin del mundo documentaliza imágenes donde se reúnen el pasado y el presente en una narración que fluye de manera placentera. La directora Lucía Vasallo, en su opera prima, articula un discurso original para semejante tema, sin necesidad de recurrir en exceso a las cabezas parlantes sino confiando en la intensidad que provoca la lectura en off de algunos de los presos del penal, un lugar del espanto que abrió sus puertas a fines del siglo XIX para cerrar esas páginas del horror en 1947. La película empieza con una lograda puesta en escena de una obra sobre el tema, donde la fiereza de los guardiacárceles alerta, atemoriza y reprime a los reclusos. Pasado este momento de ficción, surgen las imágenes de archivo en logrado contrapunto con la actualidad del ex presidio (desde 1947 Base Naval Argentina), entremezcladas con las cartas de presos comunes. Pero también hay espacio para referentes importantes que pasaron por el lugar: el Petiso Orejudo, el anarco Radowitzky (el asesino del asesino Ramón Falcón) y el criminal Mateo Bank. Cada uno de ellos tiene su propio espacio en el documental pero el trabajo de la realizadora vuelve a hacer hincapié en esos pasillos y rejas desde no había posibilidad de fuga. Es que La cárcel del fin del mundo es un documental sobre un lugar que fue ocupado por personas, algunas conocidas y otras anónimas, viviendo un temporada en el infierno donde solo existía el pasaje de ida.
Interesantes postales de una cárcel mítica Nacido en 1895 como Cárcel y Taller de Reincidentes, luego cárcel militar de 1902 a 1911, el Penal de Ushuaia tuvo tanta mala fama como el penal de la Isla del Diablo, en la entonces Guyana Francesa, y el Sing Sing Correctional Facility de Nueva York. Este último sigue parcialmente en actividad. Los galos desactivaron el suyo en 1938, Perón cerró el nuestro en 1947. Lo que no impidió que algunos de sus leales, como el diputado Héctor Cámpora y el comodoro Luis A. Lapuente, pasaran allí el invierno de 1956, víctimas de la Revolución Libertadora. El régimen entre esas tenebrosas y húmedas paredes ha sido largamente investigado, entre otros, por el pastor bautista Arnoldo Canclini, miembro de la Academia Nacional de la Historia, y el licenciado Carlos Pedro Vairo, alma mater del destacado complejo museológico que hoy reemplaza al penal. Cabe citar, por puro gusto, el tango "La hija del presidio", que José Corrado dedicó hacia 1925 a la hija del entonces director del establecimiento, y una película muda, "El evadido de Ushuaia", filmada en Buenos Aires. En cambio, cuando Eduardo Mignogna quiso describir en "La fuga" un episodio de la Cárcel de calle Las Heras, tuvo que llevarse todo el elenco a la de Ushuaia. El documental de Lucía Vasallo que ahora vemos elude estos datos inútiles, y aporta otros: el relato en primera persona de las torturas sufridas por José Berenguer, la carta de Simón Radowitzky a la Federación Obrera, los dolorosos versos del preso Enrique Arnold ("porque hay vivos sepultados,/ como hay muertos que caminan"), las singulares visitas guiadas del presente, las charlas entre las hijas ya ancianas de algunos guardiacárceles que pasaron allí buena parte de sus vidas, los comentarios de Olga Bronzovich sobre los menores que también estuvieron allí condenados. También, referencias a ciertos inquilinos ilustres, como los asesinos seriales Mateo Banks y Santos Godino, y el poco confiable Miguel Ernst, a quien, dicho sea de paso, los porteños le dedicaron una coplita con música de "La verbena de la Paloma": "¿Dónde vas con el bulto apurado?/ A los lagos lo voy a tirar./ Es el cuerpo de Augusto Conrado,/ al que acabo de descuartizar". Condenado a muerte, Yrigoyen cambió la pena por reclusión. En la cárcel lo rebautizaron Serrucho y lo pusieron de carnicero. Ironías nacionales, en su mesa terminaron comiendo unos cuantos yrigoyenistas condenados por el general Uriburu, como los doctores Honorio Pueyrredón y Ricardo Rojas. Por suerte, ellos más que la cárcel vivieron el destierro en la cercana población civil, situación que Rojas aprovechó para investigar y escribir un excelente libro sobre los últimos indios fueguinos. Si el penal contribuyó a la economía, la luz eléctrica y las comunicaciones regionales, o si tendría que volver el famoso artículo 52, que mandaba a Ushuaia a los reincidentes de condenas superiores a los tres años, esos son temas que alguna gente suele comentar con mayor o menor conocimiento. La sola visión del lugar envuelto en nieve, las fotos de los penados, proponen otra cosa.
Testimonios de un fin del mundo que se ha querido olvidar No era tarea sencilla la que se propuso Lucía Vassallo al encarar este documental sobre el tristemente célebre presidio austral que tuvo otros nombres oficiales, pero quedó definitivamente asociado al del faro de la novela de piratas de Julio Verne. Aunque su historia ha estado desde un comienzo estrechamente ligada a la de Ushuaia -a la que precedió y tanto, que fueron los presos quienes aportaron la mano de obra barata para su edificación-, prácticamente no se han conservado archivos ni documentos oficiales, por lo que la reconstrucción de su pasado exigió el laborioso armado de una suerte de rompecabezas sobre los testimonios ya existentes. A esa tarea contribuyeron desde estudiosos hasta descendientes de trabajadores del penal y aun los propios presidiarios -éstos a través de cartas, fotografías, artesanías, música, poesías. La Colonia Penal al Sur se construyó en 1883. Al año siguiente, en esa misma zona deshabitada del fin del mundo fue fundada Ushuaia. Se comprende que durante muchos años el solo nombre de la ciudad evocara la idea de cárcel. Tierra helada y remota, rodeada de bosques laberínticos que por sí mismos, sumados a la crudeza de un clima gélido y ventoso, ya suponían una muralla que aseguraba el confinamiento y desalentaba cualquier ilusión de fuga. Allí, desde entonces hasta 1947 -cuando fue cerrado, transferido a la Marina y convertido en base naval-, el penal no sólo albergó a toda clase de delincuentes comunes, entre ellos, los más peligrosos, sino también a prisioneros políticos. Entre los primeros figuran varios muy conocidos, como Santos Godino, el famoso Petiso Orejudo, asesino serial que había matado a cuatro menores de 4 años y cuya muerte en 1944 generó hipótesis diversas, entre ellas la que supone que la causa fue la furiosa paliza que recibió de sus compañeros del penal por haber torturado el gato que tenían como mascota. O como Mateo Banks, un chacarero en bancarrota que en 1922 mató a seis familiares y dos peones que trabajaban para él y es considerado el primer múltiple homicida argentino. Entre los confinados políticos estaba Simón Radowitzky, el anarquista autor del atentado que causó la muerte del jefe de policía Ramón Falcón. Sin innovar demasiado en la forma ni añadir excesivas novedades a lo ya sabido sobre su historia, el film se acerca a la descripción del (angustioso, desesperanzado) día a día de los reclusos, apoyándose en los relatos de los testigos y en la palabra de los confinados. Las diversas voces (ya sean tramos de cartas, ya recuerdos de antiguas maestras, ya exponentes de alguna labor artesanal) encuentran su encadenamiento en las intervenciones de Carlos Pedro Vairo, que es una autoridad en el tema porque ha dedicado muchas horas a investigar esta historia que se busca olvidar, es desde hace tiempo director del Museo Marítimo y Presidio de Ushuaia y asume el papel de guía por el interesante y bien expuesto recorrido que el film propone.
El lamento en las sombras Documental de Lucía Vassallo, sobre el penal de Ushuaia. Fin del mundo, principio de todo. Una cárcel que funciona como eje, motor de una ciudad, donde el frío, la hostilidad y, sobre todo, estar confinada al límite sur del continente la transforma en un buen punto para una opera prima. Y hacia allí fue la directora Lucía Vassallo, que muestra las entrañas de un presidio que funcionó entre 1904 y 1947 y, desde mediados de los años ‘90, alberga museos. La cineasta, al comienzo, se enfocó en registrar una obra teatral que dramatiza la vida en el penal. Pero las malas palabras y exageraciones actorales son un paso en falso para un documental de alto calibre. El penal de Ushuaia tuvo a presos tristemente célebres en sus celdas como Cayetano Santos Godino (El Petiso Orejudo), Mateo Banks (el primer multihomicida argentino) o el anarquista Simón Radowitzky, entre otros. De cada uno de ellos, La cárcel del fin del mundo traza un completo perfil de época. Con documentos y el exhaustivo análisis de Carlos Vairo, el actual director del museo del ex presidio, que viaja de archivo en archivo y no deja textos sin revisar ni cotejar. Los espantosos tormentos (extracción de uñas, por ejemplo) son contados en base a relatos reales extraídos de diarios, fragmentos de cartas y declaraciones de internos que pasaron entre 1920 y 1940. Este documental por momentos es fantasmagórico, las antiguas fotos, recortes de diarios y hasta imágenes de video se montan con puestas escenográficas que amplifican el aspecto lúgubre del presidio. Una cámara temblorosa, pero un firme, original y logrado trabajo de guión -el título de esta nota es un extracto de ello- se sostiene por una atrapante voz en off. El microclima intimista que logra La cárcel del fin del mundo, con el ruido del viento siempre presente, sufre una ruptura con las declaraciones (mano a mano o en reuniones) de familiares del entorno de la penitenciaría. El toque de color lo ponen Los Presos, el equipo de rugby que patea la ovalada hasta el fin del mundo.
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Llega a las salas porteñas el primer largometraje de Lucía Vassallo presentado en el 28º Festival Internacional de Mar del Plata. Bajo la producción de Habitación 1520, la directora brinda un recorrido a través de testimonios y documentos históricos filmados íntegramente en Tierra del Fuego, situando al espectador en el inhóspito y siniestro clima del Penal de Ushuaia. A simple vista se trata un documental, sin embargo, pueden captarse desplazamientos que ponen en jaque el género. Se nota en algunas decisiones de montaje que, si bien al apelar a lo poético refuerzan la atmosfera presentada, producen como efecto cierto resquebrajamiento del verosímil, dando lugar por momentos a la ficciónalización de los hechos narrados. Las atrocidades cometidas por algunos de sus penados, así como el cruel, corrupto y burocrático sistema bajo el que eran dispuestos, contribuyen junto con la locación geográfica a la formación de un aura mítica alrededor del lugar. Desde la literatura, pasando por la producción cinematográfica y la música, se abordó desde diversas perspectivas la peculiar cárcel y las múltiples leyendas a su alrededor. Es por eso que el presidio que ha alojado a personajes que pasaron al estrellato como Cayetano Santos Godino – el Petiso Orejudo-, o el anarquista Simón Radowitzky, ha sido varias veces protagonista de la pantalla grande. Esto sin duda debió representar una dificultad para la directora que, en su intento por brindar una nueva perspectiva, optó por la superposición de relatos que dan cuenta de la historia y el desarrollo de la ciudad del sur Argentino. Independientemente de la falta de originalidad del recurso, que en última instancia funciona a la perfección para el tipo de trabajo planteado, Vassallo logra por momentos atemorizarnos: transmite el frío, la desolación y la soledad de los pasillos que son filmados. Aún así, la acumulación de discursos desde los que se conforma el film impide una identificación total con ellos; cada relato exhibido no llega a ser explotado por la directora en pos de dar paso al siguiente, quedando de alguna forma desconectados entre sí, o inconclusos. Por otro lado, a esto se le suma la permanente irrupción visual de imágenes fotográficas, archivos y documentos, que a su vez son yuxtapuestos intermitentemente con escenas actuales del penal. Este juego anclado en el pasado-presente del recorrido de las instalaciones atraviesa la totalidad de la película, y es a partir de él desde el que se produce un doble efecto: por un lado se exalta la atmósfera y la carga emocional del relato, pero es justamente en esa potenciación en donde aparecen guiños de ficción y cuando la cámara deja inevitablemente de ser un testigo omnipresente para pasar a ser generadora de sentido. En este refuerzo de significación de las imágenes y narraciones se percibe un entorpecimiento, una pérdida en términos de fidelidad, que si bien suma en la construcción estética, hace surgir necesariamente momentos de ruptura en el relato. El choque de significados aparece en los cortes súbitos, cambios de iluminación y juegos de claroscuros y sombras; potenciados por la música, toman distancia junto con esa otra cámara que, simulando falta de intención, permite ver a un historiador y a la hija de un guarda cárcel paseando por las instalaciones, el equipo de futbol local con sus trajes emulando a los penados, o un grupo de señoras paquetas tomando el té mientras recuerdan cómo distinguían a los ex presidiarios en el cine de la ciudad por sus vestimentas. De esta forma, coexisten en La cárcel del fin del mundo ambas cosas: imágenes que por medio de la construcción poética producen efectos emocionales en el espectador, acompañadas por fragmentos de la vida real de los habitantes del lugar. El resultado es un breve panorama de una ciudad que ha sido construida en su totalidad a partir de la cárcel más austral del mundo, y que todavía al día de hoy continúa desarrollando su vida social y cultural en torno a ella.
Basta del fin del mundo Los argentinos solemos presumir y estar orgullosos de unos cuantos lugares comunes, tenemos los cuatro climas, el mejor jugador de la historia y el sur de nuestro país es el fin del mundo. Unos cuantos autores cuya obra se relaciona con la Patagonia sucumben a la tentación de incluir el definitivo “… del fin del mundo”. Pero no vamos a culpar de este abuso a la directora Lucía Vassallo porque si vas a hacer un documental sobre la cárcel de Ushuaia no te queda más opción que ponerle La cárcel del fin del mundo. El documental arranca con una obra de teatro vivencial (los espectadores protagonizan la obra) que cuenta cómo era la llegada de los penados al presidio y da una mirada general de cómo eran las condiciones de vida allí. Todo esto alternado con planos estáticos de la cárcel hoy en día, a los cuales se les superponen fotos antiguas y algunos ruidos de metal de los grilletes y puertas cerrándose, y una voz en off que va contextualizando las imágenes. Da la sensación de que Vassallo pretende amalgamar un par de estilos de documental y algunos cuantos recursos narrativos, sin embargo, en el armado general se le notan las costuras. Por momentos la utilización de las imágenes de archivo, la voz en off y los testimonios remiten a los documentales televisivos de History Channel, hay una sobreactuación de la afectación que produce el paisaje sureño, y se subrayan constantemente palabras como melancolía, soledad, frío. Este tipo de documental requiere una total pasividad del espectador que sólo recibe información, no se lo invita a explorar la historia por lo que si no interesa mucho el tema a priori, La cárcel del fin del mundo se puede volver algo tediosa. Aunque también se le podría achacar cierta reiteración de conceptos y alguna falla en la dosificación de los materiales expuestos con voz en off, como algunos poemas y entradas de diarios de los internos, también vale la pena mencionar el buen trabajo de documentación que tiene la película, que hacia el final termina encarrilando la historia y logrando un buen cierre con algunos testimonios interesantes y retratando con fidelidad el presente del penal de Ushuaia. Una discreción final, quien esto escribe nunca tuvo una prolongada estadía en los confines sureños de nuestro país, pero si ha logrado sentir por un ínfimo segundo el silencio eterno que puede devolver la Patagonia, seguramente sea uno de los lugares más magnéticos del mundo, y sin embargo hay que dejarnos de robar dos años con llamar a ese lugar “el fin del mundo”. Porque, algún día va a venir George Romero a filmar a Rio Gallegos y le va a poner a su película Los muertos vivos del fin del mundo y ya nada tendrá sentido.
El licenciado Carlos Pedro Vairo es quien dirige el Museo Marítimo y del Presidio de Ushuaia, y forma parte de este documental. Este documental se desarrolla en Ushuaia ciudad argentina, capital de la Provincia de Tierra del Fuego, fundada el 12 de octubre de 1884 por Augusto Lasserre y se ubica en las costas del canal Beagle rodeado por la cadena montañosa del Martial, en la bahía de Ushuaia. Allí se encontraba una cárcel que funciono desde 1904 hasta 1947 año en el que a través de un decreto del General Juan Domingo Perón se cerró definitivamente. Ushuaia suele ser llamada "La ciudad más austral del mundo", también puede ser principio de todo, se encuentra frente a la Antártida y en aquellos tiempos con esa cárcel llegan los primeros habitantes de la Ciudad, presos y carceleros. Existen documentos y fotos donde se demuestra que allí vivieron famosos asesinos como: Cayetano Santos Godino, alias El Petiso Orejudo, Simón Radowitzky, responsable del asesinato del jefe de policía Ramón Falcón y Mateo Banks, entre otros. Se encontraron documentos donde existen relatos de presos que cuentan como eran torturados con unas máquinas que le prensaban los dedos de los pies y manos, los ponían desnudos, los golpeaban con cachiporra, en algunos casos para que confiesen sus delitos sin saber si eran culpables o inocentes y estos luego escuchaban como algunos carceleros se burlaban de la situación. Muchos de ellos no disponían de una atención medica por lo tanto morían y para aquellos que lograban huir una de las posibilidades era llegar a Chile, pero eran encontrados o regresaban, debido a que se encontraban en medio de un clima inhóspito, un lugar rodeado de agua y con un bosque en el que se terminaban perdiendo. El presidio contaba con una línea de ferrocarril en la cual iban los reos desde el presidio a los campos de trabajo situados en lo que actualmente es el Parque Nacional Tierra del Fuego; lugar que había quedado afectado para instalar la Colonia Penal. Quienes viajaban, lo hacían para realizar distintos trabajos, por ejemplo talar árboles, y algunos en esas ocasiones han intentado huir y muchos de ellos fueron encontrados con dos balas, en la basura. En conclusión se ha encontrado material de archivo, fotos, periódicos, cartas, notas, libretas, fotografías, varios testimonios, relatos, entre otros elementos que son muy valiosos para este documental. Todo bajo una bella fotografía, música e imágenes que complementan, y en ese lugar tras esos muros se esconden secretos, hay dolor, silencio, aislamiento, destierro y sufrimiento. Se exhibe en una sola sala del país.
USHUAIA, FIN DEL MUNDO. PRINCIPIO DE TODO Primer plano de una celda vacía. Luego, plano general de los pasillos de la planta baja y del primer piso. Aunque un poco sombrías y distantes, ambas imágenes corresponden a la actualidad. No obstante, en una especie de parpadeo, se intercala la misma fotografía pero en color sepia y con cada prisionero en la puerta de su celda. El juego de alteraciones entre pasado y presente se duplica varias veces más pero, tal vez, la más sugestiva sea el trayecto del barco que arriba a Ushuaia como símbolo de la llegada al infinito: “Ushuaia, fin del mundo. Principio de todo”. En cierta medida, este anuncio es el leitmotiv de La cárcel del fin del mundo, el primer largometraje de Lucía Vassallo. El documental recorre la historia del presidio de Ushuaia pero no desde una mirada completamente histórica sino a través de relatos, cartas o diarios que reconstruyen cómo era la vida cotidiana de los detenidos. Para introducir las diferentes voces de reclusos como José Berenguer, Simón Radowitzky o el preso político Néstor Aparicio, la directora opta por una misma voz en off (Javier Valentín Diment) para potenciar el hilo conductor e incluye algunos fragmentos del diario del comodoro Lapuente y una carta anónima de un preso. Estos relatos se presentan, en general, ordenados históricamente: desde los presos políticos tras el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, en 1930, hasta los presos militares de la Base Naval de Ushuaia (después del cierre del penal en 1947). La directora comentó que el proyecto nació en el 2008 tras visitar el Museo del Presidio y realizar la visita guiada. El primer guión incluía los testimonios de antiguos pobladores, sin embargo, Vassallo debió modificarlo pues las personas fallecieron antes de poder conseguir el financiamiento para el documental. De todas formas, el filme cuenta con algunos testimonios de familiares de celadores y con objetos guardados de aquellos días, como una libreta con los nombres de los presos. En principio, el documental está construido a partir de la idea de la cárcel como piedra fundamental para la construcción de la ciudad más austral del mundo. Sin embargo, a lo largo del filme se puede apreciar un proceso en el cual ambos conceptos se descomponen y autonomizan. Al mismo tiempo, se evidencia un trabajo de archivo a partir de la documentación facilitada por el director del Museo Marítimo y del Presidio de Ushuaia Carlos Vairo (quien también participa en la película), por los testimonios, fotografías y objetos. La música y el sonido cobran un papel indispensable durante la película: no sólo acompañan y reafirman las imágenes y testimonios sino también se conforman como un personaje pero desdibujado, no del todo definido: el ruido de las pisadas con grilletes, el abrir y cerrar de las puertas, la banda de música. Por otro lado, se evidencia la idea de recorte. Al comienzo del documental se presenta una visita guiada interactuada para ver cómo vivían los presos: dos hombres del personal del museo recrean a los guardias mientras que los visitantes, enfundados en los trajes amillos y negros, interpretan a los reclusos. Una de las primeras cosas que indican los carceleros es que al entrar a la prisión deben olvidarse de su nombre pues ahora se los identificará con un número. En las imágenes, el fragmento se manifiesta a partir de planos detalle de los pies, de las ventanas, del tren o de personas de espaldas. También se muestra a partir de las imágenes de la actualidad, por ejemplo, de la fiesta para juntar dinero con la venta de rifas y la contraposición entre la gente cantando y los reclusos tocando instrumentos. De esta forma, el juego y la comparación, ya sea entre pasado/ presente o a través de la ostentación de las fiestas frente a lo inhóspito de la cárcel, tejen una red a lo largo del documental que busca rescatar lo invisible, lo olvidado, lo cubierto por la nieve del infinito: “Ushuaia, fin del mundo. Principio de todo”. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
La ópera prima de Lucía Vassallo retrata la historia de la cárcel de Ushuaia, institución que a fines del sigo XIX dio origen a la ciudad que conocemos hoy y que cerró sus puertas en 1947. Penados y confinados La cárcel del fin del mundo se construyó a fines del siglo XIX en Ushuaia, y los presos y guardiacárceles fueron los primeros habitantes de la ciudad, luego del exterminio de los Selkman y Yamanás, sus antiguos pobladores. Algunos de sus presos tristemente célebres fueron Cayetano Santos Godino, alias “el Petiso Orejudo” y Mateo Bank, el primer homicida múltiple. También estuvieron recluidos en esta institución los presos políticos Simón Radowitzky y Ricardo Rojas. Las condiciones climáticas hostiles y el aislamiento de Ushuaia hacían prácticamente imposible cualquier tipo de fuga del penal. Además de encerrados, estaban confinados. Se decía que ir a la cárcel del fin del mundo era un viaje sin retorno.Vivían en pésimas condiciones y muchos de ellos morían a causa de esto, y otros tantos fueron torturados. La historia de esta institución es por demás escalofriante. Paisaje invisible Cuando vi que este documental estaba producido por Habitación 1520 le puse fichas. Esta productora, conformada por Lorena Muñoz, Benjamín Ávila y Maxi Dubois, es la responsable de Infancia clandestina, de Benjamín Ávila, y los documentales Los próximos pasados, de Lorena Muñoz (que se puede ver online aquí) y El otro Maradona, de Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, entre otros títulos. Afortunadamente, La cárcel del fin del mundo estuvo a la altura de mis expectativas. La película comienza con un grupo de teatro abierto haciendo una dramatización de la vida cotidiana en la cárcel de Ushuaia, donde se puede apreciar el durísimo trato que recibían los reclusos y lo desprovistos que se encontraban ellos frente a las bajas temperaturas. Hay un enorme trabajo de recopilación de archivos, fotografías y testimonios, escritos y orales. Los hijos de los guardiacárceles y demás trabajadores de la cárcel aportan información valiosa sobre el estilo de vida de estas personas. Los hechos que relatan los presos en sus diarios y cartas dan escalofríos. El documental no toma el “camino fácil” de contar detalladamente los crímenes de sus célebres presos, como el Petiso Orejudo o Simón Radowitzky, simplemente las menciona, y se enfoca en principalmente en la vida del preso común y del carcelero dentro del penal de Ushuaia. Es un documental esencial para quienes no conozcan esta institución ni su historia, que además no deja de ser enriquecedor para quienes tuvimos la suerte de visitar la cárcel (convertida hoy en museo). La ópera prima de Lucía Vassallo busca mostrarnos ese “paisaje invisible”, al que se refiere una de las entrevistadas, que este pasado no tan lejano. Conclusión La cárcel del fin del mundo recopila numerosos testimonios y archivos para acercarnos a la escalofriante historia del penal de Ushuaia. Una historia de horror, por las terribles condiciones climáticas que atentaban contra la salud de los presos y por el maltrato y las torturas que éstos recibieron en la institución. Es un documental prolijo y conciso, esencial para quienes no conocen la historia de esta cárcel.
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Mirada retrospectiva a una cárcel con historia negra “La cárcel del fin del mundo” por fin trae a la luz la historia de una de las cárceles más despiadadas con la condición humana. Hay una decisión estética que combina elementos del cine de terror y misterio al colocar las cámaras en las mismas posiciones en que estaban aquellas utilizadas en los años ‘20, ‘30 y ’40, de manera tal de poder superponer pasado con presente en pequeñas apariciones casi fantasmales de los reclusos que sufrieron las condiciones del lugar hace muchos años. El film arranca con una representación. Una obra de teatro viviente que sirve a los efectos de un recorrido turístico mediante el cual los turistas obtienen una pequeña muestra de la dimensión real del presidio. Un segundo elemento, no narrativo, es la lectura de cartas recuperadas tanto de reclusos como de guardias. En esas palabras, leídas con cierto tono lúgubre, están los testimonios reales lo cual ayuda a bajar a tierra algunas imágenes de ensoñación que sirven para darle entorno geográfico. La película de Lucía Vasallo logra el objetivo principal de narrar la historia del penal alrededor del cual se construyó la ciudad y que funcionó hasta 1947. Una estupenda dirección de fotografía de Guido de Paula y la edición de Axel Krygier colaboran intensamente a darle a “La cárcel del fin del mundo” una impronta que por momentos deja picando la sensación de fantasía sutil frente a semejante crudeza. Es cierto que la estructura de la investigación y del guión no se escapa, ni pretende hacerlo, a un convencionalismo que en este caso se percibe necesario, pero en definitiva el personaje principal (el penal en sí mismo) queda realmente bien escrito en la memoria del espectador.
“Fin del mundo, principio de todo”, relata uno de los narradores, una voz que lee una carta, algo del poco material de archivo sobre un lugar que tras su fachada fría e inhóspita, guarda relatos de terror. En Ushuaia, allí donde hoy se encuentra el Museo Marítimo y el Museo del Presidio, hubo una “Cárcel de Reincidentes de Tierra de Fuego”. Así se llamaba, pero en esa misma carta se define a los presos que estaban allí dentro como “confinados, no penados”. La película comienza con una representación, una obra teatral, que ni cuenta una historia de ficción, ni parecería estar siendo actuada. En ella somos testigos del trato que los presos tienen en este lugar tan desolado y frío. Lo que la directora Lucía Vassallo hace en este documental es recopilar lo que se pudo conseguir de material de archivo, algo muy difícil ya que mucho de él al respecto fue destruido, y sumar testimonios de personas que de un modo u otro estuvieron, se sintieron o tuvieron a alguien cerca de ese lugar (carceleros, investigadores, expertos en el tema), junto a una cuidada fotografía que nos permite entrar al Penal como testigos. El objetivo de este documental no parecería ser el de investigar exactamente qué y por qué sucedían las cosas que sucedieron, sino más bien plasmar una parte de la historia argentina. Confinados políticos convivían con otros residentes del lugar. Nombres como el famoso “petiso orejudo”, Cayetano Santos Godino (el primer asesino serial conocido del país), el anarquista ucraniano Simón Radowitzky, y Mateo Banks, asesino de masas, se convirtieron entre los más conocidos. Se narra el modo en que los tenían aislados, de todo y de todos, incluso de sus propios familiares, los fallidos intentos de fuga y la desolación y desesperanza que se respiraba en ese lugar. Tras poco más de una de duración entre imágenes de archivo, testimonios y la narración de Javier Valentín Diment, Vassallo termina su película con una reflexión sobre la lucha de clases y la necesidad de la reclusión como reinserción y no como represión. Presente y pasado fusionados para conocer un poco más sobre la historia de nuestro país.
New Argentine documentary offers a glimpse into the darker history of Ushuaia Traditionally known as the southernmost city in the world, Ushuaia in Tierra del Fuego used to centre around a prison created in 1904 by the government in order to increase the population as well as to guarantee sovereignty over Tierra del Fuego. What this prison meant to the town is at the core of La cárcel del fin del mundo, an Argentine documentary by Lucía Vasallo that manages to draw a quite good panoramic view of a legendary place on earth. For starters, this prison became a most infamous home to two kinds of convicts. On the one hand, there were repeat offenders locked away with serious criminals, meaning murderers, thieves and embezzlers. On the other hand, there were the political prisoners, the victims of the many dictatorships that scourged the country. According to their social status, they remained inside the prison or were sheltered outside in small houses, since the city of Ushuaia was considered a prison in itself at the time. Among the prison’s many famous inmates, there was Mateo Banks, the first Argentine serial killer. Yet perhaps the most infamous one was Cayetano Santos Godino, nicknamed “el Petiso Orejudo,” another serial killer who at the early age of 16 murdered four children, attempted to kill another seven children, and was responsible for the arson of seven buildings. Regarding the political prisoners, the most notorious was Simón Radowitzky, an 18-year-old Ucranian anarchist who killed Chief of Police Ramón Lorenzo Falcón on May 1, 1909, after he ordered a brutal repression of a mass anarchist protest which left eight people dead and over 40 injured. Other well-known names include Peronist congressman and poet Ricardo Rojas, and politician Honorio Pueyrredón. The penal colony of Ushuaia was also well known for its cruelty and brutality toward convicts, who were usually tortured, beaten up, and locked up in solitary confinement for several weeks or even months. They were fed very poorly and had to endure the merciless extreme cold of the southernmost city in the world, from the first day they entered the prison to the very last. It was only in 1947 when the President Juan Domingo Perón shut it down for humanitarian reasons, and so convicts were then transferred to other penitentiaries. As far as being informative and educational, La cárcel del fin del mundo is a decent document. It does convey the most important facts as well as some details that add different layers to the big picture. It’s well narrated, it has an appealing pace, the testimonies are quite telling — even chilling at times — and its narrative almost never gets off track. But it’s not only didactic as it also conveys some of the atmosphere of the place, as well as a sense of space, as the interviewer and the documentary maker go around what’s left of the prison and stop at key spots. Plus the testimonies from elderly women, the daughters of former prison guards, are as valuable as they are believable. In fact, they come across unexpected findings which add a personal edge to the overall story. However, considering how rich the material to work with is, La cárcel del fin del mundo is rather at odds when it comes to probing deep into any given aspect of the whole scenario. Many stories are addressed, but none is given a more in-depth analysis as to elicit other meanings than those you can see at first sight. It’s also true that you get to feel a sense of place and mood thanks to its subdued cinematography, and yet it’s not strong enough as to plunge you right into the most obscure shades. It’s as if you were watching the whole thing from the outside, as a witness who is not so much involved with the picture. As long as you want to be acquainted with a story you didn’t know anything about, then La cárcel del fin del mundo will surely do the trick. That’s its main achievement. Production notes La cárcel del fin del mundo (Argentina, 2013). Written and directed by Lucía Vasallo. With: Carlos Pedro Vairo, Margarita Wilder, Julio Canga, Ana Maria Segovia. Cinematography: Guido de Paula. Editing: Meritxell Colell Aparicio. Running time: 67 minutes.