La decisión de Dominga El patriarcado de don Arcadio presenta signos de decadencia, así como el status de los Amado, familia que supo vivir épocas de opulencia en sus campos de Tucumán pero que ahora se ve en una situación de retirada poco digna ante el avance de los nuevos ricos en la provincia de la caña de azúcar. Una reunión en las afueras, en una casa de campo con vistas a venderse en los próximos días, es el pretexto para construir la urdimbre de las traiciones y lealtades entre los hermanos. Aunque el problema mayor para los Amado no es la frágil salud de Arcadio y su inminente despedida sino que Dominga, la aborigen que cuida a Arcadio y hace los quehaceres domésticos de la familia, ya no puede ocultar su embarazo y pare justo el día de la reunión. A partir de ahí, la indiferencia de los hermanos y de toda la familia se mezcla con la hipocresía de clase, modelo que responde a la idiosincracia de una clase media alta que ve a la servidumbre desde un pedestal de falsa moral. Dominga calla y al no recibir apoyo sabe que su única salida es tomar una drástica desición. Mientras tanto el patriarcado de los Amado sucumbe, sus ruinas se hacen evidentes y la rivalidad entre los tres hermanos, dos hombres y una mujer, avanza por los andariveles convencionales. Con sutileza, detalles y una puesta en escena que hace de los espacios su arma más efectiva, este opus de Luis Sampieri maneja de manera eficaz los tiempos muertos, la sequedad en las palabras y en la gestualidad del reparto para que el relato transite por el terreno de lo sutil, sin un énfasis en lo discursivo y con el ojo puesto al servicio de los climas y una atmósfera que se va enrareciendo entre los secretos y las relaciones humanas.
Una familia en plena decadencia económica. El padre, tres hijos, uno de ellos casado con una mujer afín a sus intereses y una hija. Viven como “parásitos” del remate de los bienes del abuelo, como una posibilidad de mantener un status que hace agua por todos lados. Entre ellos Dominga que “justo ese fin de semana” da a luz a una niña, con un embarazo que disimuló cuidadosamente. Para ella todos los desprecios, “india” es lo más suave que le dicen. Una grieta grande como un desfiladero separa las clases sociales, algo muy pesadamente palpable en no pocos ciudades de nuestro interior. En este caso en Tucumán. La pobre parturienta recibe una minima asistencia que no incluye el hospital, una de las mujeres es enfermera. Todo se tapa ante algunas sospechas más que evidentes. Mientras las internas familiares solo acumulan crueldades, indiferencias, mínimos muestras de algo parecido al afecto, y sordas luchas que los muestran como aves de rapiña sobre el patrimonio familiar. Machismo, dominación y dominados que se pasean entre canapés y espumante cuando el drama, que se avecina apenas parece rozarlos. Con actores muy convincentes, una dirección de Luis Samperi ajustada, ascética, que subraya el horror con planos largos e incluye a la naturaleza como testigo y protagonista.
Una familia bien de Tucumán viaja a su bellísima quinta en las montañas de Villa Nougués, uno de los lugares más lindos de la provincia jardín de la patria. Viajan con su empleada, una chica callada que contesta con monosílabos las pocas veces que le dirigen la palabra. Están en pleno asado, llegando a la sobremesa, cuando la chica, sola en la cocina, empieza con trabajo de parto. Como iba fajada para disimular, nadie sabía que estaba embarazada. Segunda película del tucumano Luis Sampieri, con un elenco casi íntegro de actores de la provincia, La Hija observa las consecuencias de la llegada intempestiva d ese bebé o, más bien, la frialdad cruel con la que reaccionan los patrones, suerte de señores feudales para quienes el servicio no tiene ni nombre. Y menos debe traer problemas tales como un bebé. La Hija tiene un ritmo lento, acaso demasiado, en planos fijos que duran más de lo que parece justificarse en términos del relato, que es más bien mínimo. También parece exagerado el retrato de clases, estos dueños de casa demasiado malvados e insensibles. Con sus defectos, Sampieri consigue mantener el interés hasta un desenlace bien resuelto en este drama algo grotesco, pero logrado.
Amargo retrato de la hipocresía La hipocresía es el tema de La hija, tercer largometraje del tucumano Luis Sampieri. Así como la retraída empleada doméstica que cuida al patriarca de una decadente familia de la burguesía provincial oculta mientras puede su embarazo, cada uno de los personajes de la historia parece tener más de un secreto. Sampieri trabaja con precisión en la creación de ese ambiente dominado por las tensiones, las sospechas y los silencios incómodos que también funciona como inevitable caja de resonancia de un orden social injusto. El riguroso trabajo de puesta en escena y el buen trabajo de un elenco sin nombres rutilantes son dos de las fortalezas de esta película, amarga y contundente.
Un calvario personal y otro ancestral. Después de ocultar su embarazo, la “chica que trabaja” en la casa de un clan venido a menos tiene a su hija. El film parte de una dinámica que existe en gran parte del país, donde las empleadas como Dominga están entre una suerte de adopción y una semiesclavitud moderna. Algunas de las líneas argumentales de La hija, primer largometraje en solitario del tucumano residente en España Luis Sampieri (Cabecita rubia fue codirigida, hace ya 17 años, junto a Eduardo Leiva Muller) pueden recordar al espectador atento a la reciente Paula, la película de Eugenio Canevari sobre una joven del interior bonaerense que ocultaba un embarazo a sus patrones. Pero no sólo no hay posibilidad alguna de “contagio” entre ambos proyectos, que fueron producidos de forma paralela, sino que lo que en Paula estaba pautado por los primeros meses de la gestación, en La hija es hecho consumado: a pocas horas de llegar a una casa de fin de semana junto a la familia a la sirve, Dominga romperá bolsa y parirá en un pasillo cerca de la cocina, luego de quitarse la faja que supo ocultar la evidencia física de su condición durante meses. Lo que sí comparten Paula y Dominga es el silencio, tanto el metafórico como el literal, situación que el mismo afiche de la película de Sampieri explicita en su diseño: el título se sobreimprime y tapa completamente la boca de la actriz/personaje. “Parece que la india se olvidó de sus pagos. No sé tu papá cómo se encapricha con la negra esta, si es una vaga de mierda”, afirmará sin ponerse colorada la esposa de uno de los dos hermanos varones de la familia Amado, en camino hacia esas pequeñas y movidas mini vacaciones. Rodada íntegramente en Tucumán, La hija parte de una dinámica que continúa existiendo en gran parte del país, pero es mucho más evidente en el interior de ciertas provincias: la “chica que trabaja” en la casa es el sostén principal de su propia familia y, en la relación con sus empleadores, se produce una situación que puede ser vista, en algunos casos, como un particular caso de adopción. En otros, como una semi esclavitud moderna. El clan que describe el film está marcado por la caída en desgracia económica, representantes de una posible aristocracia rural de antaño que ahora debe vender sus campos y fincas para sobrevivir (y continuar aparentando aquello que ya no es). Precisamente, una de las escenas visualmente más ingeniosas y potentes es aquella en la que lo hermanos practican golf en un campo agreste lleno de yuyos y matas, un momento de surrealismo en un relato por demás realista. Si bien el realizador, en más de una instancia, fuerza a nivel formal y narrativo la descripción de esa putrefacción que parece carcomer a los Amado –no todos los planos generales sostenidos en el tiempo mantienen su pertinencia y los rasgos socio-psicológicos de los personajes parecen algo subrayados–, no es menos cierto que el relato mantiene a raya la sobre-explicitación y prefiere sugerir antes que explicitar la verdadera naturaleza de la relación entre algunos de los personajes. En más de una secuencia –con ese patriarca ensombrecido por la vejez, pero aún dueño de cierta injerencia, y esa adolescente perdida en el laberinto de su propia familia– es posible notar la influencia del cine de Lucrecia Martel, en particular su fundacional La ciénaga. Los ojos tristes y resignados pero resistentes de Dominga, en tanto (la debutante María Laura Carhuavilca), dicen bastante más que mil palabras, y en su silenciosa existencia parecen convivir su calvario personal con otros de orden colectivo y ancestral.
Historias en el norte La hija (2017) sigue la historia de una familia tucumana en un fin de semana que, se supone, es para relajarse de los problemas de la vida cotidiana. Sin embargo, los Amado llegan a la casona que tienen a las afueras de la ciudad, pero todo cobra un giro inesperado cuando Dominga (Maria Laura Carhuavilca), la empleada encargada de cuidar al patriarca de la familia Don Arcadio (Harry Havilio) da a luz un bebe, con la ayuda de Yola (Gloria Berbuc) y Amelia (Carolina Paz), desatando así un desconcierto total. El inesperado hecho conmociona y trastoca a todos los integrantes, quienes muestran los secretos y bajezas que cualquier tipo de familia puede llegar a tener. El film dirigido y escrito por Luis Sampieri trata de visualizar todos los aspectos que posee una familia del norte argentino de clase media, pero ¿llega a conseguirlo? Sin dudas que es un gran intento por parte del director tucumano, que lo deja claro en ciertas fracciones del largometraje, el cual se desarrolla de manera precisa como cada integrante de este grupo de parientes intenta guardar secretos entre sí, mientras que algunos albergan en su interior un cierto rencor y aires de superioridad para con el otro. La hija trata de que el espectador se comprometa con la película a través de las costumbres que tienen en el norte de nuestro país, donde el hermano mayor Horacio (Daniel Elías), después de su padre pasa a ser el patriarca y por ende a tomar las decisiones importantes. Pero todo esto se pone en duda luego de que la empleada doméstica tiene un hijo ese fin de semana. Las actuaciones de cada personaje son de un carácter sólido y con presencia que están bien respaldadas por un guion que en ese sentido es bien acompañado. Lo malo para destacar es que si bien se plantean secretos para descubrir durante la trama, estos no llegan a desarrollarse de buena manera y dejar en claro lo que está pasando dentro de ese grupo de personas. En conclusión, es una película que genera cierta expectativa en su historia pero que deja un sabor amargo con un final poco claro y desplegado por demás.
Dolorosa reflexión sobre la vida en un feudo en el que un patriarca está por ceder su lugar a uno de sus hijos, mientras la sorpresa que trae el inesperado parto de una empleada doméstica, llevará a una lucha de intereses sin igual. Hace poco la película “Paula” planteaba algo similar, pero sin la espesura de la mirada acertada de un realizador a tener en cuenta como en este caso. Luis Sampieri destroza a la clase alta del norte y la desnuda con su peor cara.
Una familia argentina, como tantas otras que en este país tuvieron un pasado económico de esplendor, donde los padres tenían oportunidad de progresar y los hijos vivir cómodamente, pero que, luego de tantos vaivenes económicos y políticos, las estructuras se resquebrajaron hasta provocar conflictos internos como los que tienen los Amado, que el director Luis Sampieri toma como ejemplo para retratar la degradación y la insensibilidad humana. Rodada íntegramente en la provincia de Tucumán, los Amado se reúnen en una casona de su propiedad, ubicada en las afueras de la ciudad, para pasar un fin de semana juntos. El apacible asado del mediodía se altera con el inesperado parto de Dominga (María Laura Carhuavilca), porque nadie sabía que estaba embarazada al ocultar muy bien su panza fajándosela. Ella es la empleada que cuida de Arcadio (Harry Havilio), el padre de la familia, y además ayuda a todos cuando se encuentran en la casa. Sólo la necesitan porque limpia, pero realmente, la discriminan, la desprecian por ser aborigen, y la indiferencia es su mayor arma cuando están con ella. Solamente cuenta con el apoyo de Don Arcadio. Por otro lado, la necesidad de uno de los tres hermanos de mantener el status de vida de su familia presiona, insiste y trata de convencer a su hermano, a la hermana, y a su longevo padre, de que lo más conveniente es vender una finca que tienen ellos. El relato del film es muy lento, el realizador se regodea con tomas que duran más tiempo de lo aconsejable y la tranquilidad provinciana se transmite a la pantalla. Jorge (Santiago Paz Posse) es el hermano que pretende ser el dominador de la situación familiar para lograr su cometido, y es el único que eventualmente se exalta quebrando la quietud general y provocando una gran incomodidad y tensión entre todos. La apatía, el tedio, y los intereses personales predominan en todo momento. Los diálogos son escasos, sin mucho parlamento, y las acciones que transcurren en cada escena, carecen de ritmo. El director toma la decisión de detallar y darle su importancia a ambos conflictos alternadamente, y este hecho genera que, al no focalizarse en un problema definido, la historia pierde fuerza y confunde ¿Qué es lo más importante, el sufrimiento que transita Dominga por haber tenido a una hija siendo soltera y pobre, o las luchas de poderes entre los hermanos para saciar sus propósitos por sobre los demás? Todas las situaciones exhibidas en esta película plantean un dilema moral, tan decadente como el tobogán por donde se desliza esta abúlica familia tucumana.