A diferencia de otros films del subgénero, La luz del diablo gana algunos puntos más, cuando declina sus elementos fantásticos y los aleja del plano sobrenatural, usándolos como metáforas para discutir el eterno tormento moral universal y la delgada línea que a menudo separa el bien del mal.
Dice la historia que la santa madre iglesia católica lleva siglos en su lucha contra el Diablo y uno de los campos de batalla de esta contienda son las almas de los seres humanos. «Los demonios son la infantería del diablo», dice uno de los personajes de la película centrada en los exorcismos. Antes de entrar al tema hay que decir que La luz del diablo tiene dos ventajas que la hacen atractiva aún antes de comenzar: cuenta con la participación de gran Virginia Madsen y la segunda es que la película dura apenas 94 minutos. Una monja llamada Ann (Jaquelin Byers) ha sido aceptada en uno de los centros que la Iglesia Católica ha abierto para atender el tema de las posesiones satánicas. Después de centurias tratando del tema de manera más o menos vergonzosa y secreta, en 2018 las autoridades se encontraron con un aumento exponencial de los casos de posesión, así que adoptó una posición más realista. Lo que al momento de comenzar la película no ha cambiado es el hecho de que los exorcismos son realizados por sacerdotes hombres y que las monjas cumplen una papel más bien secundario o en todo caso, de enfermeras de las personas internadas, una labor valorable sin duda pero que las mantiene en un lugar poco visible. Pero la protagonista de La luz del diablo carga con una historia de vieja data con respecto al tema del Diablo, Ann tuvo a una madre poseída por Satán que hizo de la niñez de Ann un verdadero calvario. Rápidamente la chica muestra que llegó al centro que abrió la Iglesia en Boston por una misión que va más allá de ser una asistente pasiva de los sacerdotes metidos en la misión de expulsar al diablo de los cuerpos que han usurpado. La hermana Ann se va a encontrar en el instituto con una niña poseída y la pequeña victima le indica que ella escucha también «la voz» que decía escuchar su madre. Las película tiene buen clima y algunas escenas que posiblemente hagan apartar la vista de la pantalla a algún espectador. Hay algunas vueltas sorpresivas en la historia, pero todo transcurre más o menos por los carriles habituales de estas historias que se encargan de contarnos la lucha inagotable entre Dios y el Diablo, que seguramente terminará hasta que llegue el fin de los días o alguien empiece a tirar bombas nucleares y ya no podamos ir más al cine. LA LUZ DEL DIABLO Prey for The Devil. Estados Unidos, 2022. Dirección: Daniel Stamm. Intérpretes: Virginia Madsen, Ben Cross, Colin Salmon, Jacqueline Byers, Nicholas Ralph, Christian Navarro, Tom Forbes, Lisa Palfrey, Debora Zhecheva, Owen Davis, Velizar Binev, Posy Taylor, Cora Kirk, Elizabeth Gibson.
Reza por el demonio. En el cine del terror la temática religiosa es muy recurrente y por obvias cuestiones: por la lucha antagónica del bien contra el mal, en la figura demoníaca, en su carácter místico, también junto al lado oscuro que puede habitar en cualquier ser humano y un día puede salir a la luz. Basada principalmente en la fe católica, este subgénero toma una fuerte impronta sobrenatural. Posesiones, exorcismos, cultos, fanatismo y estigmas son algunas de las representaciones narrativas y visuales en que el terror religioso se apoya y luego da desarrollo a sus tenebrosas historias. La monja, que es aquella mujer que pertenece a una congregación religiosa y ha consagrado su vida a Dios, dio a su vez vida a otro subgénero dentro del terror religioso llamado Nunsploitation. Este particular tipo de cine, que tuvo su época de apogeo en los años 70’s en Europa, tiene en muchos de sus exponentes un marcado carácter comercial, pero también de muerte, erotismo y sexualidad, en una polémica contraposición al celibato y los buenos hábitos que estas mujeres de fe deben respetar y llevar a cabo a lo largo de su camino religioso. Lo prohibido se mezcla con el morbo, haciendo de la represión sexual y religiosa su principal enfoque. La luz del diablo (2022) es una película de terror dirigida por el realizador Daniel Stamm, que se cataloga dentro del Nunsploitation, aunque enfocada en una joven monja, la hermana Ann (Jaqueline Byers), que se prepara por primera vez en su vida a llevar a cabo un complejo exorcismo. Aquí el conflicto se presenta cuando la mujer quiere cambiar algunas reglas del cristianismo, para poder lograr convertirse en una exorcista, actividad que históricamente solo es llevada a cabo por sacerdotes o monjes. La luz del diablo es una propuesta más dentro del género del terror, de otras programadas en el mes de Octubre y a propósito de la festividad de Halloween, la víspera de Todos los Santos. En esta tradición de origen celta y que se celebra el 31 de Octubre de cada año en países como Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, es una norma el visionado de films de horror. Para el caso, esta película no ofrece demasiada novedad, aunque algunas secuencias son verdaderamente espeluznantes. La presencia de un demonio que persigue a la hermana en diferentes momentos de su vida será crucial y la pondrá en varias situaciones límite, tanto para la persona poseída por esta entidad maligna, como para ella misma. Su viaje al Vaticano, cuna del catolicismo, será fundamental para aprender cómo combatir a las fuerzas del mal. El guión de la película está a cargo de Robert Zappia, logrando un relato bastante convencional dentro del subgénero. El elenco está integrado por Jaqueline Byers, Virginia Madsen, Christian Navarro, Colín Salmon y el estupendo actor británico Ben Cross, en su último papel antes de morir y a quien está dedicada la cinta. La luz del diablo rinde un digno homenaje a otras películas de similar temática como El exorcista (William Friedkin, 1973), la madre de todos los films sobre posesiones demoníacas, o El exorcismo de Emily Rose (Scott Derrickson, 2005). El resultado no es tan malo: La luz del diablo asusta y aterra por partes iguales.
Dirigida por Daniel Stamm, “La Luz del Diablo” remite a un tema que ya vimos muchas veces después de la pionera de 1973, “El Exorcista”. De que va? Al comienzo, hay un relato que cuenta que a propósito de la cantidad de posesiones demoníacas que existen, el Vaticano tuvo que, además de tener su escuela allí, abrir otra en Estados Unidos, aunque sólo para hombres, las mujeres sólo podían colaborar como enfermeras. La hermana Ann (Jacqueline Byers) esconde un pasado traumático ya que su madre sufría depresión, que luego devino en esquizofrenia. Esta carga, con la que convive, de una infancia de maltrato y abuso psicológico es objeto de charlas con la Dra. Peters (Virginia Madsen), porque Ann cree que además del diagnóstico de los médicos, su madre estaba poseída. Aquí llega la novedad, Ann no sólo quiere colaborar con lo “permitido” por la Iglesia Católica, sino practicar ella también los exorcismos junto a los Sacerdotes. Primero asiste como oyente a las clases del Padre Quinn (Colin Salmon) pero luego conoce a Natalie (Posy Taylor) una niña poseída con la que construye un gran vínculo. Lo mejor: Las posesiones están bien logradas, en un clima de opresión y oscuridad que resulta muy convincente. Los efectos visuales están muy logrados y las actuaciones son muy buenas. Lo que menos me gustó: Los jump-scares se ven venir y no logran el efecto esperado. Conclusión: Historia sólida, con fundamento, entretenida y con un muy buen reparto donde se destacan Byers, Taylor y la yapa de ver a Madsen. Buena.
En el intento de aggiornar a la actual época un clásico relato de exorcismo, la propuesta se preocupa más por posicionarse feminista que otra cosa, perdiendo su objetivo de cumplir con los objetivos del género, redundando en lugares comunes y obviedades.
Una más de exorcismos, casi ya un subgénero, con algunas innovaciones. En el argumento la hermana Ann, que según sus confesiones desplegadas ante una psiquiatra, tuvo un pasado terrible, convivió con una madre que cada tanto le hacía daño, cuanto estaba poseída por un demonio. Por eso ella esta tan interesada en esa escuela de exorcismos, donde después de cierto éxito con una niña, le permiten ser oyente en las clases. Es que esos soldados que luchan contra el diablo ejercen un destino reservado a los hombres. Luego ella demostrará y será reconocida como una experta. El argumento abunda en sorprendentes vueltas de tuerca, la cual más imaginativa, pero ese soporte le brinda al director Daniel Stamm poner en funcionamiento los sustos para el espectador. Y cuando llega el momento todos los trucos conocidos del tema, caras transformadas, fuerza descomunal, retorcimientos del cuerpo de todo tipo, aunque desde Linda Blair hasta hoy, ya podrían catalogarse por su uso frecuente. Hay que reconocer que hay algunos a estrenar que sobresaltan bastante. Lo que más llama la atención es que la hermana Ann en vez de luchar contra el demonio trata de empatizar con la persona poseído para que se rebele contra esa invasión de cuerpo y alma. El final deja una puerta abierta a ver si la pegamos y hacemos una saga. Para los adictos al terror el entretenimiento está servido.
Cuando muchas personas son poseídas por una fuerza demoníaca Si hiciéramos la pregunta ¿cuántas películas sobre posesiones demoniacas hemos visto estrenar desde que tenemos uso de memoria? ¿Qué responderían? ¿Unas treinta? Es que, sin exagerar, se exhiben en salas una por año, todas con la misma línea narrativa, técnica y personajes. El señor está con nosotros y en las películas de posesiones genéricas también. El exorcista (The Exorcist, 1973), La profecía (The Omen,1976) y Horror en Amytiville (The Amityville Horror, 1979), sentaron las bases del subgénero de posesión en los setenta, es una simple formula: un niño es poseído + una familia desesperada que, al no encontrar ayuda médica decide acudir a la iglesia católica + un cura joven o viejo, determinado e inquebrantable comienza a cuestionar su fe + el mal seduce a los personajes y se sale de control + escenas largas de exorcismo = el demonio sale del cuerpo y pasa a otra persona. Con esta misma fórmula podemos definir a la nueva película de Daniel Stamm llamada La luz del diablo,pero la diferencia es acá es que vamos a añadir a la formula una monja exorcista. tenemos el conocimiento de que las mujeres tienen capacidad limitada en la iglesia católica, se les asocia como sirvientas de Dios o esclavas de Jesús, más allá de eso hay participación, siempre veremos a curas condenando a un demonio con una cruz, pero ¿Una monja exorcista? Stamm es uno de los directores de Them (2021), la serie de Amazon Prime, pero su carrera ha sido enfocada en el terror sobrenatural y, el tema de las posesiones no le es ajeno, ejemplo es uno de sus primeros filmes El último exorcismo (The Last Exorcism, 2010), pero lamentablemente no fue el último. Una joven monja, la hermana Ann (Jacqueline Byers), se prepara para un exorcismo luego de que haya sido aceptada en la escuela de Exorcismo del Vaticano. Se debe enfrentar a una fuerza demoniaca que posee a una niña que está misteriosamente relacionada con su pasado. Con esta descripción más los dos trailers que están disponibles, ya podemos predecir de qué va y cómo será toda la película. Para destacar lo positivo, el apartado técnico es impecable, especialmente el diseño de sonido, este nos hace saltar de las butacas por un momento, la fotografía con el manejo de luces y colorimetría aporta el peso lúgubre que se necesita para estos filmes, las actuaciones están decentes y se comprometen a lo máximo que pueden, especialmente Jacqueline Byers quien sostiene toda la cruz. La luz del diablo es una película para ir a ver con amigos, no es la nueva Exorcista y creo que nunca fue su intención, busca más bien dar inclusión a las mujeres dentro del subgénero de posesiones, lo que falla (además de todos los clichés que ya hemos visto en decenas de filmes como este) es que queda a medias en ese intento, ¿Acaso está pasando en el mundo real en la iglesia católica? No. ¿necesitábamos esta inclusión en un filme pochoclero? Tampoco.
La luz del diablo es una película en la que su director, Daniel Stamm, vuelve a abordar el tema de las posesiones demoníacas como lo hizo en El último exorcismo. En esta ocasión está protagonizada por Jaqueline Byers, acompañada de Ben Cross, Colin Salmon y Virginia Madsen, entre otros. La historia se centra en Ann (Byers), una monja que se encuentra al cuidado de las personas poseídas en una clínica dirigida por el padre Quinn (Salmon), que a su vez da clases de exorcismo a los sacerdotes. Y comienza a ser acosada por un demonio vinculado a su pasado, sacando a la luz un hecho traumático que vivió con su madre, mientras intenta salvar a una niña allí internada. En primer lugar es necesario destacar el uso efectivo de los jump scares, que sorprenden al espectador con escenas de violencia surrealista en momentos de tranquilidad. Siempre enmarcadas en un clima sombrío, en el que las excesivas normas de seguridad dan a entender la peligrosidad de las personas allí encerradas. Y al que nos exponemos como espectadores desde el punto de vista de esta joven cuyas buenas intenciones no permiten dimensionar en su totalidad. Lo que se justifica en largas explicaciones sobre estos casos, tanto desde la ciencia, a cargo de la Doctora Peters (Madsen) como desde la fe, a cargo del ya mencionado padre Quinn. Optando por tomar una posición objetiva, que demuestra que ambas posturas no son opuestas, sino complementarias. Aunque este afán de informar al espectador termina jugando en contra, al resolver mediante la elipsis y posterior comentarios de los personajes su escena más interesante, que da origen a un tercer acto que pierde fuerza. En conclusión, La luz del diablo es una película efectiva, pero que desaprovecha su potencial para convertirse en una obra maestra del terror y se convierte en una más dentro de su género largamente explotado. Porque si bien necesita recurrir a la explicación, abusa de ella, en lugar de utilizar la fórmula de El exorcista, de hacer partícipe al espectador privilegiando lo que se muestra y se da a entender.
La luz del diablo (Prey for the Devil en inglés) fue uno de ellos y, después de tantas postergaciones, será estrenado. Cabe destacar que, desde antes de la pandemia que la película estaba programada para llegar a los cines. En ese marco, la misma es dirigida por Daniel Stamm, quien ya conoce el universo de los sacerdotes y su lucha contra el mal. Esto debido a que en 2010 fue el realizador de la película El último exorcismo. Sobre La luz del diablo En esta ocasión, la película le da a las mujeres la oportunidad de ser las protagonistas y heroínas. Así, en esta nueva producción de Stamm quien hace los exorcismos es una monja, la hermana Ann. Sin embargo, el problema mayor de este film es que no aporta nada nuevo a este subgénero de terror tan usado y visto desde El exorcista de William Friedkin.
Como todos saben, los nuevos aires requieren que todo aquello que antes hacían en el cine exclusivamente los hombres hoy también puedan hacerlo las mujeres. Nada de malo en ello, de hecho se agradece. Aquí tenemos la historia de una monja con talento para el exorcismo a la que la Iglesia, contra su tradición, decide entrenar, y que enfrentará a un demonio. Esto sucede ante una ola de posesiones demoníacas y entonces, volvamos al principio. Como todos saben, los nuevos aires requieren que todo aquello que antes hacían en el cine exclusivamente personas sin poderes, hoy sea campo de superhéroes. Esta combinación hace que estemos más frente a un filme de aventuras y suspenso (con elementos de terror) que a un film de terror (con elementos de aventuras y suspenso). De todos modos, funciona donde debe. Signo de los tiempos, estimados amigos.
Desde el estreno de El exorcista (The Exorcist, 1973) en adelante, todo el cine de terror ha intentado hacer películas sobre exorcismos que estuvieran a la altura de ese clásico absoluto. Por supuesto, y como todos sabemos, ninguno logró ese objetivo. Algunos realizaron películas aceptables y la mayoría se quedó en el camino, casi siempre cayendo en un rápido olvido o en la inevitable y desfavorable comparación. Es mejor no guardar esperanzas y tratar de ver con pocas expectativas cada nueva aparición de un film alrededor de exorcismos. Aquí la protagonista es una monja, la hermana Ann (Jacqueline Byers), una joven de veintipico de año que tiene como vocación convertirse en exorcista. Tiene un pasado traumático y la fe de que en ella habita la fuerza para la tarea. Pero la tradición de la iglesia católica impide que las mujeres lleven adelante esas prácticas, por lo cual, como mucho, solo puede observar las clases donde se prepara a los sacerdotes para dichas prácticas. Todos sabemos, desde el comienzo, que ocurrirá algo que cambie las cosas. Un caso muy particular en el cual Ann se vea involucrada, siendo ella una posible elegida para resolverlo. Su mentor apoya la posibilidad de instruir a la joven, pero es evidente que la situación es particularmente peligrosa. Como buen film de exorcismo, el diablo entra por la vulnerabilidad de las personas, por lo que es importante el desarrollo de la protagonista por encima de cualquier otra cosa. Sin embargo, todas las cosas innovadoras o interesantes que trae la película se van apagando para ir hacia lo convencional. No es falta de voluntad, es que no es sencillo recorrer caminos tan transitados y crear una obra superior. Algunos actores conocidos como Virginia Madsen y Ben Cross (en su último papel) le aportan algo de interés extra a un largometraje que no está entre lo peor pero que no llega a dar el paso para estar entre los mejores.