Perdido en la oscuridad Diego Schipani, co-director de Las hermanas L (2008) y director de Ocho semanas (2009) ingresa con La noche del lobo (2014) a la noche gay “pesada”, a partir de una historia de ruptura amorosa. Pablo (Nahuel Mutti) es un joven que quiere distanciarse de su pareja Ulises (Tom Middleton), aún más joven que él. A medida que la noche a la que alude el título transcurre, el espectador toma conocimiento de esta relación breve, intensa, con algo de autodestrucción, que al fin de cuenta los unió. Schipani grafica el derrotero nocturno de ambos y lo hace con estilo y crudeza. Por momentos, el estilo opaca lo crudo del material; pero aún así La noche del lobo construye un mundo, revela una zona de la noche gay en donde el exceso y la soledad van de la mano. Ulises coquetea con la prostitución, las drogas, el crimen. A partir de una serie de encuentros con personajes variopintos, se irá esbozando un mapa urbano en donde todos están -en buena medida- solos. El pasado que retorna a modo de flashbacks muestra cómo el cariño de su pareja marcaba una distancia con lo más sórdido de la historia. Desde este ángulo, La noche del lobo se revela como una película de clima, de tránsito, en donde lo que se cuenta está por debajo del “cómo”. Un pedido de Ulises a Pablo hacia el final de la película resulta una síntesis del espíritu de autodestrucción, que tantas veces se asocia con el amor y las pulsiones más vitales (y a la vez violentas). Schipani utiliza recursos interesantes para mostrar este vínculo tan carnal; por momentos, cercanos al video clip. La banda sonora es eminentemente nocturna y genera un ambiente singular, sentido. Hay, también, un recorrido nocturno que nos recuerda a Ronda nocturna (2005), aquella película de Edgardo Cozarinsky que también nos sumergía en una noche de almas desesperadas.
LA SOLEDAD, LA BÚSQUEDA, LA NOCHE GAY Con dirección y guión de Diego Schipani la película muestra durante una larga noche como en una relación de pareja homosexual que se rompe, por soledad y por venganza, los protagonistas pasean su rabia por los lugares donde transcurre la noche gay de Buenos Aires. Una mirada sobre la diversión, la prostitución, la violencia desatada desde la nada, pero por sobre todo de la desesperación. Sin llegar a ser provocativa, y a veces repitiendo situaciones sin ahondar en las personalidades de sus personajes, que a su modo se hunden en sus infiernos personales. Bien 1/2Nahuel Mutti, especialmente intenso Tom Middleton y siempre sobresaliendo Ivan Moschner.
Un experimento estereotipado La historia de la ruptura de una pareja gay es más un ejercicio fragmentario que una trama cerrada. La apuesta estética, el ritmo, la intención de espejar en una fugaz relación de pareja todo un submundo y su endeblez de vínculos, convierten a La noche del lobo más en un ejercicio experimental y fragmentario que en una trama cerrada. Quizá sea esa la intención de Diego Schipani, el director, que juega con traer a la superficie los códigos, los clichés y cierto reviente de la noche gay porteña. Se ampara para ello en un dato mínimo, la ruptura de una pareja. Una mañana, Pablo (Nahuel Mutti) echa de su casa a Ulises (Tom Middleton), su compañero más joven, que ingresa inmediatamente en un estado de desesperación por la ruptura. Vemos personajes afectados. En pose permanente. Una venganza escatológica, algunos toques de un humor, y el derrape inevitable hacia una noche de descontrol, matizada con citas a los franceses Jean Genet y Marcel Proust. El contraste con semejantes monstruos, autores, suena pretencioso. También hay un exceso de cosificación (que suma mala prensa y existe desde siempre en las relaciones humanas) con primeros planos que poco aportan, y es que la película está apuntada a una comunidad, a un público, que le resta amplitud de perspectivas. Como también le resta ritmo esa sucesión de flashbacks que funcionan a manera de resumen de la curiosa relación que construyeron los protagonistas y que ya se quebró. Más allá de algunos aciertos, actores y escenas logradas, este paseo por la noche gay, sus personajes marginales, discotecas, levantes y códigos parece muy poco a esta altura del partido. Apenas asoma la idea del chico lindo que choca en todos lados y esa persecución a manera de juego que animan los protagonistas, la posibilidad del reencuentro, su necesidad extrema de seguir buscándose.
Historia sórdida y violenta en la noche gay porteña La noche del lobo es un ejercicio fílmico con búsquedas artísticas que no terminan de poder concretarse. El trabajo con el sonido y la imagen apuntan a llevar a otro plano una historia con tintes sórdidos, que propone un retrato sin censura de distintos aspectos de la noche gay porteña. La película plantea escenas fuertes en cuanto a sexo y violencia, pero no va a fondo, al encontrar un límite en sus intenciones estéticas. La narración se centra en una sola noche en la que Ulises (Tom Middleton) recorre las calles de Buenos Aires después de que su pareja, Pablo (Nahuel Mutti), lo echa. Sin hogar y sin saber qué hacer con su vida, Ulises hace destrozos en el departamento y se roba un arma y dinero. Su ex pareja sale a buscarlo por las calles y un boliche gay, mientras Ulises vive diversas experiencias en las que se cruzan la búsqueda del amor, el placer y la violencia.
Historia cruel de desengaño y venganza. En La noche del lobo, de Diego Schipani, todo parece bien elegido. Los escenarios, los arquetipos y los actores para representarlos, un buen trabajo con la música y el sonido, la sensación de peligro que rodea a las criaturas que serpentean en la noche. Todo es funcional a esta historia de desengaño y venganza que hace centro en los aspectos más sórdidos del micromundo nocturno de la comunidad gay. La cosa está clara desde la primera escena: Pablo le dice a Ulises que no quiere volver a verlo y que cuando vuelva a la noche espera que se haya ido. Ulises se va, pero primero le mea y le caga la cama, le roba dinero y un arma, y le rompe algunas cosas. Cuando Pablo encuentra su casa en ese estado enfurece y decide salir a buscar a Ulises. La noche del lobo es el relato de todo lo que ocurre esa noche. Esta estructura de solidez aparente, que parece reunir las piezas necesarias para articular con éxito la historia que Schipani se dispone a contar, adolesce de una debilidad que socava su efectividad. Porque lo que debería fungir como enlace para hacer que los engranajes encastren entre sí y la máquina cinematográfica se ponga en marcha con elegancia, pocas veces consigue que las piezas se amalgamen en un movimiento coordinado. Una causa de ello podría ser la comodidad de buscar el impacto en el lugar incorrecto, mostrando lo innecesario pero sin atreverse a hacer explícitos detalles más relevantes. Sin embargo el nudo de esa impotencia radica sobre todo en el carácter notoriamente artificial de la apuesta dramática. Esa falta de “luz natural” en la acción narrativa afecta el plano de lo oral, haciendo que las líneas que los personajes deben articular rara vez consigan sacudirse la persistente falta de espontaneidad que las atraviesa. Y no por falta de oficio en los intérpretes, que se empeñan en sostener a sus personajes a pesar de ese lastre, sino porque el guión no logra dar con el tono adecuado para que la acción se desarrolle de forma verosímil. Algo parecido ocurre con la gestualidad y la construcción física de los personajes, que parecen no poder desprenderse de ese carácter declamativo que desborda hacia lo corporal. Y es una lástima, porque el trabajo de casting tampoco es malo. Los protagonistas, Tom Middleton y Nahuel Mutti, están bien elegidos para ocupar los roles que les han confiado. Hay en ambos ciertas características físicas y fotográficas que facilitan el ensamble con sus physique du rol. El primero, por ejemplo, le confiere a Ulises una potencia seductora en la que reúne violencia con desamparo y fragilidad, rasgos que lo emparentan con algunas criaturas de Pasolini. En el caso de Mutti –cuyo Pablo parece una parodia física de Fito Páez–, realiza un buen trabajo con el estereotipo del “puto intelectual recién salido del ropero” que sueña con la vida burguesa de un matrimonio “para toda la vida”, pero que no puede dejar de sumergirse en las aguas más peligrosas de la noche, donde habitan los lobos.
Historia de apasionada ruptura en una pareja gay, La Noche del Lobo arranca con el despechado Pablo (el apuesto Nahuel Mutti con una onda Fito Páez) echando a Ulises a la calle. El más joven Ulises se va, vagando por la noche gay de la ciudad, pero no sin antes desquitarse: defecando en la cama que compartían. De arranque, está claro que La noche del lobo busca provocar y sacudir. Y cuando Pablo, enojado, salga a buscarlo por boliches, bosques de Palermo de noche y otros escenarios, irán apareciendo otros personajes que completen ese retrato de un micromundo queer. Llama la atención que La noche del lobo encuadre las escenas de sexo casi pudorosamente, sin mostrar, dada la propuesta. A diferencia de la mucho más profunda, valiente e interesante La Noche, de Edgardo Castro, que también buceaba en la nocturnidad semiclandestina de los encuentros homosexuales. Claro que La noche del lobo es una comedia más alegre, pop, convencional y, si se quiere, almodovariana. Y quizá por eso su provocación, escatológica o verbal, parece algo forzada. Como si no se decidiera por un registro definitivamente "adulto" o una comedia gay más amable. En ese camino intermedio, las idas y vueltas de Ulises y Pablo terminan por perderse en su laberinto.
Con más intenciones que cine y entre escenas de resolución irregular que hubieran sorprendido hace 30 años pero hoy lucen estereotipadas e insustanciales, transcurre La noche del lobo. Este opus del director Diego Schipani está montado desde la lógica narrativa del sketch, con modos toscos y a través de un tic tac sonoro omnipresente, quizá, esta última, la única idea fuerza que funciona sin grietas en el film. Nahuel Mutti (¿con look inspirado en Fito Páez?) abre el relato desde una gestualidad limitada e intimando al hombre con el que compartía su cama a que abandonara la casa y no dejara allí un sólo rastro de su persona. Rechazado y forzado a dejar el techo que lo cobijó el último tiempo es que Ulises (Tom Middleton) se encuentra rápidamente en situación de calle, deambulando en busca de dinero y cocaína fácil por camas y personajes que van de la oscuridad a la monotonía estético-conceptual. Del otro lado, Pablo (Mutti) busca a Ulises por la Ciudad sin mayor éxito, prometiéndole en repetidos mensajes telefónicos que lo castigará por haberle “cagado la cama” y otros quehaceres que el despechado amante cometió contra el mobilario. Todo lo que les sucede a los personajes de La noche del lobo transita el drama agónico. El universo de sus torturadas almas es el del destino marcado por la desgracia, un clásico de la ficción que hasta hace unos años se presentaba como “de temática gay”. El film luce, en ese punto, demasiado avejentado en su tono y sus raíces argumentales, pese a que apenas pasaron dos años desde su realización. Y es que en el medio de ese 2014 y hoy el cine argentino se animó a otras miradas sobre la comunidad gay y, sobre todo, en relación a los márgenes de la vida urbana. Ahí está La noche, la arriesgada y urgente propuesta del actor y director Edgardo Castro, que sorprendió en la reciente edición del Bafici. Hay búsqueda en el largometraje de Schipani y en ello radica su principal capital. Ahí es donde podría haber ganado efectividad si el impulso por contar hubiera ido de la mano de ideas mejor desarrolladas y más rigurosidad en los diálogos y la dirección de actores.
The long journey into the night By Pablo Suárez For the Herald POINTS: 3 Ulises (Tom Middleton) is a sexy gay man in his early 20s, with the cutest face and a body to die for. He’s had a fight with his boyfriend Pablo (Nahuel Mutti), an older guy, rather a brainy type than a passionate lover — or so it seems, considering their bond is hardly explored. For whatever unknown reason, Pablo has violently kicked off Ulises out of his house and is determined not to let him come back. Homeless and jobless, Ulises embarks on a long journey into the BA night life, roaming the streets and going into two-bit clubs that are actually more of a dive than anything else. But not without first stealing some money and a gun from Pablo’s apartment. So throughout a whole night, what viewers get is a tour filled with drugs, alcohol, loneliness, abuse, and even gay bashing. It’s a shame that, considering how few local films deal with what you could broadly call queer cinema, Diego Schipani’s debut feature La noche del lobo (“Night of the Wolf”) is so far from a memorable one. Or maybe it will be memorable, but for all the wrong reasons. Once again, as is the case with so many features, both local and foreign, it’s not the storyline itself that’s to be criticized. Granted, it’s not precisely inventive, but then again with good actors and a muscular script a handful of steamy scenes of some impact could be pulled off. But when the execution is so flawed, uninspired, and uneven, no miracle can be performed. Production values are astoundingly cheap, and this doesn’t have to do with having a small budget. Gus Van Sant’s Mala noche had a very small budget and that didn’t prevent it from being a near masterpiece — and it was a debut feature as well. But comparisons aside, La noche del lobo’s art direction, cinematography — meaning both camerawork and photography — and editing are below average and hardly create any sense of verisimilitude. You can see La noche del lobo is almost a film in the making, rather than a finished film. And don’t get me started on all the narrative and aesthetic clichés. In some scenes, Schipani aims for realism whereas in others he goes for a more formalistic approach. Such stylistic unevenness is far from desirable, but what hurts the film the most is that, in both cases, he fails to get it right. To begin with, performances are so rehearsed and soulless that realism is far, far away — and this is true of all performances, except perhaps for some moments in that of Willy Lemos and Tom Middleton’s. To Middleton’s credit, he has the right physique du role to play his character, so he can sometimes get away with the lines of contrived dialogue. In the end, you realize the filmmaker had the best intentions in making a different sort o feature focused on a wild and loveless night. That’s enough to begin with, but not for getting it right. production notes La noche del lobo (Argentina, 2016) Written and directed by Diego Schipani. With Tom Middleton, Nahuel Mutti, Willy Lemos, Silvina Acosta. Cinematography: Federico Bracken. Editing: Diego Schipani, Sabrina Parel. Running time: 72 minutes. @pablsuarez
Su narración va tocando diferentes temas, metiéndose en noches de: prostitución, gays, drogas, alcohol, violencia y peleas. Nos encontramos frente a una pareja con distinto poder adquisitivo, uno de ellos Pablo, es de clase media acomodada y el otro un vago, algo pasó entre ellos, y para interiorizar al espectador se utilizan flashbacks. Pablo decide romper la relación entre ambos y ante tal situación tienen reacciones diferentes, uno más animal que otro. Pero a todos los personajes en distinta medida les sale cierto instinto bestial, seres atormentados y marginados. Pero su desarrollo resulta chato, con un ritmo lento, primeros planos, y tiene un pequeño acercamiento al film "Ronda nocturna" (2005) de Edgardo Cozarinsky.
Ulises (Tom Middleton) es un taxi boy fachero y algo pendenciero. Una noche escucha el mensaje de abandono de Pablo (Nahuel Mutti), y antes de dejar su departamento le roba plata y una pistola, aparte de hacerle algunas chanchadas. Cuando Pablo, una suerte de empresario hípster, regresa al departamento y descubre los regalitos, jura venganza y sale a buscarlo con su auto. Mientras tanto, Ulises se engancha chongos, se vende a un gay obeso y se enfiesta con cocaína en cuanta disco descubre por el camino. También, en un puesto de choripán, le roba una Suzuki destartalada a un pobre cuidador de garita. La noche del lobo es la noche de la lujuria, el desenfreno, bastante absurdo, de Ulises (algunas partes parecen una versión kitsch de Shame, el último gran film de Steve McQueen); pero en contraposición a las situaciones bizarras (o quizás, en sincronía), hay un buen retrato de la noche porteña, de lugares indudablemente palermitanos, y en ese logro radica buena parte del atractivo del film.
Encerrar una película entre dos frases, una de Jean Genet y otra de Marcel Proust puede ser riesgoso. Diego Schipani hizo eso con su película y uno no puede menos que pensar que a lo mejor , invocar semejantes figuras es un poco presuntuoso. Pablo y Ulises son una pareja gay, rompen una noche y cada uno reaccionad de manera diferente. Ulises lleva adelante una venganza repugnante y se va no sin antes robar algo de plata y un arma. Cuando Pablo descubre el asqueroso acto cometido por su despechado ex amante, sale a buscarlo por la noche gay de la ciudad de Buenos aires. Ulises deambula escapando y a la vez buscando olvidar. Pablo lo hace tratando de encontrar a Ulises ya entrarle a las piñas. La deriva de ambos personajes le permite al director mostrar una buena variedad de parafilias eróticas y hacer desfilar distintos personajes de lo profundo de la noche. En la noche gay de Buenos aires, de acuerdo a lo que muestra La hora de lobo, está plagada de drogas de todo tipo y formas de consumirla, hay personajes border y existe una búsqueda desesperada de amor o de algo que se le parezca. Nahuel Muttti es Pablo, Tom Midleton es Ulises y ambos le ponen el cuerpo a una película fallida que cuenta todo de manera fragmentaria con actores como Willy Lemos que se lucen y otros que bordean la macchieta y que hacen quedar al Huguito Araña de Matrimonios y algo más o al gay que interpretaba Gianola en De carne somos como personajes realistas. Lo mejor de La noche del lobo se encuentra en la ambientación que la banda de sonido de logra a través de su música ambient y electrónica. Y cuando todo termina uno se da cuenta que mejor no buscar el paraguas de genios como Genet o Proust si uno no puede estar a la altura. No irían a Sodoma sino los días de suprema necesidad, cuando su ciudad estuviera vacía, en esos tiempos en que el hambre echa del bosque al lobo. Es decir, que, en Sodoma, todo sería igual que en Londres, en Berlín, en Roma, en Petrogrado o en París. Marcel Proust LA NOCHE DEL LOBO La noche del lobo. Argentina, 2014. Dirección y guión: Diego Schipani. Intérpretes: Nahuel Mutti, Tom Middleton, Silvina Acosta, Willy Lemos. Duración: 70 minutos.
La Noche del Lobo: aullando por lo bajo La odisea nocturna de un joven al que su pareja echó de su casa el lei motiv de unapelícula que apuesta a sorprender por lo osada más que por la historia que narra. El cine de temática gay va ganando más y más espacios dentro de los estrenos nacionales, a veces con grandes productoras por detrás como la recordada "Muerte en Buenos Aires" y otras con films menos ambiciosos como esta "La Noche del Lobo" que apuesta más al volumen de los aullidos que la calidad de los cuadrúpedos en cuestión. La historia de esta película gira en torno a Ulises, un joven taxi boy al que su pareja, Pablo (Nahuel Mutti, ¡sí el de "Verano de ´98"), echa de la comodidad de su hogar, vaya uno a saber porqué causa principalmente porque lo "vive": no trabaja y le vacía la heladera, en pocas palabras. Tras orinarle y defecarle la cama a Pablo, Ulises le roba un arma y algo ediner, y sale a buscar un nuevo lugar donde quedarse. Deambulando por la noche porteña termina atravesando muchas situaciones que lo pondrán a prueba mientras recuerda los bunos momentos que pasó con su ex pareja, que al mismo tiempo lo está buscando para recuperar sus pertenencias. El film consta de una sucesión de escenas que se alternan entre las desventuras nocturnas de protagonista y su propia introspección, en la que revive su pasado junto a Pablo. Sin embargo, y a pesar de la buena elección del desconocido Tom Middleton en el rol conductor de la trama, el film no logra transmitir las muchas sensaciones que tiene para entregar, es decir que no se termina de entender qué les está pasando emocionalmente a los protagonistas, problema que deriva de un guión que busca redondear la historia en los exactos 70 minutos de duración. De esta manera, la Odisea nocturna que vive este Ulises no logra ser lo suficientemente atractiva para trascender el nicho de público al que está dirigida en primer término.