Golpe al corazón A Marcelo Charras definitivamente le interesan los personajes marginales invisibilizados por la sociedad. Ya lo había demostrado en su aproximación al emblemático realizador de cine porno Víctor Maytland en Maytland, y ahora repite objeto de estudio con Erasmo Chambi, un particular deportista que practica lucha libre y es referente de la comunidad boliviana del barrio de Liniers. La Paz en Buenos Aires toma a Chambi para retratar los usos y costumbres de los residentes bolivianos en la Argentina en general y el vínculo con su familia en particular. En ese contexto, sobresale la relación con su hijo y virtual heredero en la disciplina deportiva. Charras filma con una rigurosidad apabullante, observando con minuciosa atención la cotidianeidad de sus criaturas. La inteligencia de la película está en su forma de ir desplegando sus diferentes niveles de lectura (la relación paterno-filial, la otredad latente, el arraigo cultural) con una falta de subrayados notable. Así, La Paz en Buenos Aires se convierte en un nuevo documental estrenado en 2014 que vale la pena celebrar.
Catch en Liniers La Paz en Buenos Aires (2013) es un documental de observación, acerca de la comunidad boliviana que vive en el barrio porteño de Liniers. La cámara acompaña la rutina diaria de los protagonistas haciendo especial énfasis en “El Ciclón”, otrora famoso luchador de lucha libre, héroe de los niños del barrio. La película de Marcelo Charras describe las situaciones cotidianas de Erasmo Chambi y su familia, con sus costumbres y actividades, y con ellas las de todo un pueblo. Así, de la parte al todo, podemos hacernos un fresco de la comunidad boliviana que vive en el barrio de Liniers. La cámara por momento narra mientras que en otros sólo se reposa a observar a los personajes, sin juzgarlos ni subestimarlos nunca. La actividad en el gimnasio invita a toda una serie de personajes al suceso que implica la lucha libre. Por otro lado está la comida y las mujeres como responsables de ella, que siguen una serie de trabajos relacionados también a la costura. Pero el núcleo del film, es la relación entre el antiguo y famoso luchador de catch y su heredero: “El Ciclón Jr”. Erasmo Chamba, alias “El Ciclón”, “La leyenda azul”, “El gran campeón boliviano”, hará lo imposible para dejarle su legado a su hijo adolescente que no termina de entender su rol y función para con él. Para “El Ciclón” es una misión que excede la farsa, lo carnavalesco, sino todo un acontecimiento de iniciación a ser tomado en serio. En el vínculo entre ambos personajes está lo mejor del film, que tiene la máscara del luchador callejero como símbolo fantasmagórico del ritual de aprendizaje. Entre técnicas de lucha y consejos a seguir, se fomentará el extraño y particular modo de entender el objetivo de vida de un padre con el futuro de su hijo.
El ciclón es un personaje icónico en la cultura popular boliviana, un luchador de catch, similar a nuestro Caballero Rojo pero en azul. Para quienes siguen este espectáculo/deporte es una figura reconocida. El Ciclón es Erasmo Chamba detrás de la máscara, El ciclón vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, más precisamente en el barrio de Liniers. El director Marcelo Charra decide tomar lo particular por el todo en su documental La Paz en Buenos Aires. Y siguiendo la figura de este héroe encubierto se abre a la comunidad de nuestro país vecino que vive en el primer barrio de la Avenida General Paz. La Paz… es un documental de observación, curioso, casi a la manera de programas televisivos que emulaban cierto estilo etnobiográfico. Si bien no necesita de la presencia en cámara, se juego por la presencia en cámara, utilizará algo de narración pero mayoritariamente se decidirá por dejar ser a sus “personajes”. Charrase centra en la cultura, la rutina y las costumbres. Los mostrará en sus quehaceres y en sus problemáticas; y como adelantamos, tomará a Erasmo Chamba como un botón de muestra de lo que esa comunidad vive. Charra tiene el peso atrás de “haber sido alguien”, y quiere que su hijo continúe con el legado convirtiéndose en El Ciclón Jr.; pero este parece aceptar con ciertas dudas, no sabemos dónde empieza el deseo propio y el mandato interpuesto. Se los muestra como un micromundo en el que cada uno cumple su rol; el hombre de la casa, la mujer que se encarga d los quehaceres especialmente de la cocina; y los que lo rodean. Por supuesto, en todo el documental ronda una dualidad entre dar a conocer lo que muchas veces se discrimina desde el desconocimiento (como si fuese miedo a lo ajeno), y también una sensación de desarraigo. La Paz en Buenos Aire consigue momentos muy amenos cuando se olvida del entorno y lo observa a El Ciclón como uno más, con sus ideas y sus conflictos, en la relación con su hijo y los suyos. Cuando entra al gimnasio, cuando habla de la importancia del catch y del legado; el film logra un centro, y delicadamente nos está mostrando una forma de ser, un pilar de principios. Mirar con otros ojos quizás sea la premisa de La Paz en Buenos Aires, quitarse la máscara para poder ver que debajo hay una persona normal, como cualquiera de nosotros, con sus defectos y virtudes. Un documental, pequeño, simple, que no innova en la materia pero sin dudas tiene algo para decir.
Un universo contenido dentro de otro mayor Desde el estreno hace diez años de Habitación disponible, de Marcelo Burd, Diego Gachassin y Eva Poncet –y coincidiendo con una explosión cuantitativa y cualitativa del cine de no ficción nacional–, han sido muchos los documentales que posaron sus ojos sobre la inmigración y sus avatares, sea ése su tema central o apenas un ribete en una trama más amplia. La particularidad de La Paz en Buenos Aires, estrenada en la edición 2013 del Bafici, no es tanto su descripción de los días de una familia boliviana en la Argentina como el especial pasado y presente de su protagonista, Erasmo Chambi, y por ende del resto del clan. Y es que, más allá de la sastrería familiar que los sostiene económicamente, ubicada como su hogar en el barrio de Flores, gran parte de su vida parece girar alrededor del catch, ese “deporte” que ha logrado fanatizar a multitudes en varios países de América latina, en distintos momentos de la historia.Como el Ciclón, Erasmo supo ser un héroe de la “lucha libre” en su Bolivia natal y el segundo largometraje de Marcelo Charras (Maytland, documental ficcionado o ficción documental sobre el único “autor” del porno nacional, fue su ópera prima) lo encuentra a punto de pasarle el testigo a su hijo, nueva encarnación del legendario luchador, ahora en tierras argentinas. En ese sentido, la familia Chambi es y, al mismo tiempo, no es una típica familia de expatriados bolivianos. Asimismo, La Paz en Buenos Aires es y no es un típico documental sobre migrantes. Con un preciso trabajo de cámara de Guido Lublinsky, el film se sostiene sobre una estructura expositiva clásica (y circular, no sólo por los planos complementarios que abren y cierran el film), evitando las entrevistas y explicaciones en off para concentrarse en la observación de aquello que podría definirse como cotidiano. Claro que esa cotidianidad no es inmediatamente reconocible en todos los casos ya que, ¿qué hay de cotidiano para el común de los espectadores en la preparación de los trajes que vestirán los “técnicos” y “rudos” –como llaman respectivamente a los héroes y villanos– o las prácticas sobre el ring de llaves y golpes para vencer al contrincante?Se trata, en definitiva, de describir un universo contenido dentro de otro mayor: el de una comunidad importante dentro de Buenos Aires que, sin embargo, permanece en gran medida oculta para la mayoría. El film se hace eco de ello –de la particularidad de esa familia dentro de la comunidad boliviana y de este último grupo en el cosmos de la ciudad– con sutileza y respeto; en otras palabras, con el pudor como ética cinematográfica. Charras deja traslucir, detrás de la singularidad del caso, la universalidad del tema inmigratorio, la melancolía por el pasado personal y colectivo y la esperanza depositada en el futuro. La película también se deja atrapar por la preparación de un evento de lucha en un club de barrio y no está mal que así sea: cerca del final, La Paz en Buenos Aires se transforma en una suerte de película de deportes, con sus momentos de suspenso y el crescendo dramático previo al debut del Ciclón Jr. Quizá como corolario de ese respeto antes mencionado, el realizador deja de lado las posibles discusiones sobre el catch como espectáculo guionado, como ese amigo del mago que conoce pero nunca explica las claves del truco. 6-LA PAZ EN BUENOS AIRES Argentina, 2013Dirección, guión y montaje: Marcelo Charras.Fotografía: Guido Lublinsky.Duración: 70 minutos.Estreno: exclusivo en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont.
Elocuentefresco de la comunidad boliviana Después de una buena ópera prima dedicada al director de cine porno más famoso de la Argentina, Víctor Maytland, Marcelo Charras pone el ojo en la vida de una comunidad de inmigrantes cada vez más numerosa en el país, la boliviana, mediante la singular historia de Erasmo Chambí, figura emblemática del pintoresco universo de la lucha libre, bajo el seudónimo "El Ciclón", y referente en su barrio, Liniers. Mediante algunos apuntes inteligentemente presentados, fruto de un trabajo de observación minucioso y selectivo, la película ofrece un sintético pero elocuente panorama de los consumos culturales, el mundo del trabajo y la conservación de las tradiciones de una colectividad, protagonizado por un entrañable héroe anónimo de una vitalidad asombrosa.
Retrato de un inmigrante fuera de su ambiente Se llama Erasmo Chambi, como el gran fotógrafo Martín Chambi Jiménez, y, a su manera, él también es artista. Del pugilato, donde alcanzó mantenida fama en su tierra. Y es artista también de la sastrería, la joyería, el comercio, la organización de espectáculos populares, la docencia. Y la conducción de una familia en tierra ajena. Aquí él es un inmigrante sin fama alguna fuera de su ambiente. Un hombre que se las rebusca trabajando de sol a sol, como tantos. Pero antes fue El Ciclón, campeón de lucha libre en los cuadriláteros de Bolivia, donde la lucha libre no es para cualquiera. Eran famosas sus peleas con El Conde, los niños coleccionaban figuritas y muñecos con su estampa. Pero él no enseña demasiado sus recuerdos. Más bien enseña sus habilidades, analizando viejos combates conservados en video, u orientando a los jóvenes de ambos sexos que suben a aprender y practicar en el ring instalado en una esquina del patio, bajo el cielo gris de Buenos Aires. Uno de esos jóvenes es hijo suyo, y pronto habrá de debutar en un espectáculo bajo el nombre de Ciclón Junior. Pero, cuando no hay nadie, sube la mujer a colgar la ropa. No es falta de respeto, simplemente es la vida, y la convivencia que permite a la familia tirar todos juntos para adelante. Eso es lo que muestra este documental, reciente ganador del Festival Mendoza Proyecta: la familia, donde la nena más chiquita tiene sus propios sueños ajenos a los del padre, y éste, típico inmigrante que se las rebusca para seguir luchando. En vez de envolverse en el recuerdo de viejas glorias, él las usa como trampolín para los suyos. No hay discurso, ni subrayado. Simplemente es lo que la cámara registra y expone en breves trazos. Autor, Marcelo Charras, que ya había trabajado en otro documental, "Maytland", sobre la figura del hombre que quiere pelear contra el posible ocaso, tras haber descollado en lo suyo (y lo suyo nunca es fácil, ni siquiera es del todo respetado por algunos que miran de afuera). Y el hijo que lo mira de cerca, y puede seguir sus pasos.
Un documental donde un inmigrante boliviano que fue un famoso luchador en su país, sobrevive en un suburbio de Buenos Aires, un titán del ring que le traspasa a su hijo la pasión y su personaje. Inteligente, buenos climas.
Como se sabe, octubre y noviembre son esos meses en los que se acumulan estrenos de películas argentinas desconocidas e inexplicables y que pasan totalmente desapercibidas. Como se sabe, también, en el paquete de estrenos se “escapan” muy buenas películas que, para el común de la gente, es difícil destacar dentro de ese montón de título. LA PAZ EN BUENOS AIRES, de Marcelo Charras, es una de ellas. Uno de esos títulos que no llaman la atención (de hecho, el título del filme es más bien anodino), pero que sirven para descubrir un universo fascinante y a un cineasta con una mirada propia. La película de Charras se centra en un hombre boliviano, que promedia los cincuenta años y que vive en Buenos Aires. Trabaja en una fábrica pero su pasión es enseñar a los jóvenes los secretos de la lucha libre. Es que Erasmo Chambi, tal es su nombre, fue una “celebridad” en el fascinante submundo de la lucha libre en Bolivia donde era conocido como El Ciclón. lapazenbaAhora, sobreviviendo en el Bajo Flores, lo que intenta es que hijo siga sus pasos y sea su heredero, aún en un contexto totalmente diferente. El filme se organiza a la manera de un documental de observación, con la cámara metiéndose en el mundo de este personaje “legendario” que supo tener su máscara, su fama y su gloria en La Paz lidiando con su nueva vida y con los pequeños sueños que le quedan, mientras recuerda su pasado de gloria y organiza nuevos combates de lucha para la comunidad boliviana que vive en esta ciudad. Charras consigue muchos momentos notables y el filme, con un espíritu generoso que jamás se toma con ironía ni el pasado ni el presente de estos personajes, va volviéndose no solo la historia de un curioso personaje, sino una sobre la inmigración y sobre la familia, el sostén que permite que El Ciclón, a su manera, siga existiendo. En el pasado y en el presente, como una herencia que pasa de padres a hijos.