Mujeres empoderadas… ¿o no? Liudmila es una princesa rebelde que prefiere una vida de aventuras, correrías y peligros, estilo de vida que no coincide con el proyecto de vida que pretende imponer su padre, quien está decidido a casarla con algún Caballero. Disgustada por la imposición, Liudmila huye de palacio y recorre el pueblo, donde es atacada por dos maleantes quienes intentan robarle el collar que le ha regalado antes de morir su madre amada. Liudmila es finalmente rescatada por un joven actor llamado Ruslán, sueña con ser Caballero. Liudmila y Ruslán se enamora durante el amanecer. Sin embargo, antes de poder materializar siquiera el beso el cielo se abre en dos mitades y un gigante tornado rapta a la princesa. Al enterarse el rey de esta desgracia ofrece a quien la rescate la mano de su hija. Ruslán deberá rescatar a la muchacha, enfrentando no sólo al malvado hechicero que la ha secuestrado, sino también a los envidiosos Caballeros que intentarán sabotear su éxito. La película está basada en el poema ruso Ruslán y Liudmila (1820), de Aleksandr Pushkin. Si bien se trata de una adaptación relativamente libre del texto original del poeta, el relato cinematográfico conserva no obstante cierta semejanza estructural con el poema de origen: varones que pretenden a la princesa; rapto de la princesa por una fuerza mágica; ofrecimiento del Rey; Enfrentamiento con el hechicero y rescate; muerte y resurrección de Ruslán. La narración es correcta y está estructurada en un esquema clásico, casi al límite del protocolo infantil disneyniano en relación a las películas de princesas. El mayor defecto del film es, a mi juicio, lo relacionado al rol femenino de la princesa. Aunque desde el comienzo se nos muestra a un sujeto activo, confrontativo, rebelde, hábil, obstinado (en un grado notablemente superior a su pareja masculina), a medida que el relato se desarrolla esa agencia del personaje femenino se va diluyendo gradualmente hasta casi desaparecer. La adaptación propuesta desarrolla, de hecho, toda una faceta de la princesa, completamente ausente del poema original, lo que ha permitido darle a este personaje una primacía de cartel que el original no tiene; de allí que el título, en vez de referir a la historia amor y sus protagonistas, sólo remita a la mujer. Sin embargo, este desvío inicial, potencialmente interesante, queda sin efecto, pues aunque estaban dadas todas las condiciones narrativas para que el desarrollo y el desenlace pusieran a Liudmila en un rol narrativo más audaz y atípico (sujeto de la acción, heroína), la película vuelve a encarrilar la historia en un esquema tradicionalista donde la mujer será pasiva y habrá de esperar ser rescatada por su amado. Ni siquiera la resurrección de Ruslán (a manos del hechicero, y no del malvado Caballero como figura en el original) quedará en manos suyas, y deberá contar con un segundo varón que “tenga un poder” del que ella carece. Pienso que, en los tiempos actuales, donde está tan discutido el lugar de los roles femeninos, tematizada la necesidad de empoderamiento de la Mujer, un relato de princesas tradicional es un objeto narrativo obsoleto (o debería serlo). Se me dirá que se trata de representar un poema de 1820 donde tales cuestiones sobre la igualdad de la mujer y del hombre no tenían todavía existencia… es decir, podrá acusarse a este comentario de irremediable anacronismo. Todo ello es cierto, pero en función de que la película se ha propuesto como una adaptación libre (y se toma, de hecho, muchas libertades) bien podría haber diseñado otros recorridos menos arcaicos. Se me dirá también que “así son los cuentos de princesas” “¿Qué queremos inventar?” y que quien acepte el tipo de relato, debe también admitir los contenidos involucrados. Responderé yo que eso no es cierto. Mientras yo veía esta película con mi hijo menor, pensando si a mí me gustaría que mi hija, ya un poco más grande, vea esta película… inmediatamente recordé esa rara maravilla que en 2003 nos regaló Disney. La misma casa productora de la industria de princesas produjo un film bello y anómalo: la historia de una princesa empoderada, que sin perder lo esencial de una princesa (sin perder tampoco el sentido del humor sobre ciertos estereotipos femeninos) termina rescatando a su amado. En definitiva, La Princesa Encantada elige tomarse unas libertades narrativas que luego no es capaz de afrontar. Se ha dado, según parece, demasiada libertad.
Creo que ya he dicho en innumerables oportunidades, que celebro que la animación familiar, no sea un negocio de pocos. Entiendo que las grandes compañías llevan una enorme delantera con respecto a los players independientes que tiene limitados recursos para enfrentarlos con éxito, pero intentar, siempre hace a la industria más competitiva. Y sí, creo que hay lugar para todos. De hecho, el género terror y el infantil, son dos de los grandes movilizadores de audiencias en nuestro país. Siempre se necesitan títulos en cartelera para abastecer esa demanda. En esta oportunidad, vamos a ir a una producción ucraniana, que rompe un poco la lógica de producciones de este tipo, al menos en lo geográfico. Porque la peli que dirige Oleh Malamuzh se nutre mucho (demasiado) de muchos personajes y tramas que nos remiten a historias que ya conocemos. Esta es la historia de una princesa raptada. Un desafío que impulsa a un artista a soñar quedarse con la chica, convertirse en caballero y ser el heredero del imperio. Un rescate, en definitiva. Ruslan no pertenece a la nobleza, pero conoce, accidentalmente, a la princesa Mía. Algo pasa entre ellos, aunque el primero no sabe que la dama, es la hija del rey. Mientras ellos comienzan a reconocerse, ella será secuestrada por Chernomor, un terrible (feo) hechicero que aparece contra todos los pronósticos y se lleva a la encantadora Mía. El rey estalla en furia y dolor y abre la búsqueda ofreciendo que aquel que traiga a su hija sana y salva, podrá desposarla. Hasta ahí, lo que ya todos imaginamos. Aventuras, color, algo de diversión, algún personaje secundario simpático. Un malvado que juega bien su rol. Mía, por su parte, construye su perfil con retazos de heroínas ya vistas (una de las hermanitas de Frozen), pero sin la fuerza que se espera dentro de los nuevos cánones de los films que empoderan al género femenino. Digamos que "La princesa encantada" es un intento válido por procurar ofrecer un producto de animación atractivo para chicos. A diferencia de los ofrecidos por los grandes estudios, los grandes quedamos afuera (nada atrae demasiado, lejos de lo divertido que es ver cine de Pixar o Dreamworks) y sólo los peques la pasan bien en sala. Que en definitiva es lo que vale la pena. Como producto cinematográfico, debo decir que tiene aceptables condiciones técnicas y reconocerle su carácter de novedad por ser de Europa Central. Desde el guión y el desarrollo de personajes e historia, no me pareció que haga algún tipo de aporte original. Se apega a los establecido y tradicional y esa, es su principal debilidad.
Amor a primera vista La princesa encantada (The stolen princess, 2018), de Oleh Malamuzh, conjuga lo mejor y lo peor de la última producción animada fuera de la industria hollywoodense, realizada en países periféricos que buscan alternativas para enfrentarse en las salas a las grandes producciones de estudios poderosos. En la búsqueda de historias distintas, o en la posibilidad de reinventar desde fórmulas clásicas nuevas propuestas, muchas veces el resultado dista de las buenas intenciones iniciales. En La princesa encantada hay un factor que le juega en contra, y no es su delicada animación, el humor que maneja en sus gags y punchlines, la dedicación con la que se presentan cada uno de los personajes, sino una serie de lugares comunes que opacan cualquier intento de presentarse como diferente para las nuevas generaciones: Es que en tiempos de empoderamiento femenino, y de lucha por romper estereotipos y mandatos, queda vieja como propuesta este relato de amor entre un artista y una joven, quienes se enamoran a partir del engaño. Lo que en el vodevil funciona, la mentira como impulsora de confusiones para generar vínculos, aquí obstruyen la linealidad del relato, siendo utilizada como motor humorístico, transformando la historia en un híbrido que no respeta ni refleja un verosímil. Cuando el idilio entre Ruslan y Mila comienza, ya teníamos demasiada información sobre el actor que quiere ser caballero para dejar de trabajar, de luchar con audiencias inexistentes y algún que otro tomatazo por su pésima actuación. Y en el momento que eso queda claro, aparece un malvado (el villano de turno), el más malo del reino de las nueve montañas, que como tradición secuestra a la princesa Mila para quedarse con su poder. Así, La princesa encantada devendrá en una pesquisa para dar con el paradero de la joven, pero no sólo por parte de Ruslan, sino por cada persona del reino que sabe que como recompensa se lo nombrará caballero. Allí el relato pierde su posibilidad de construir un relato novedoso, deteniéndose en detalles acerca de la búsqueda de Ruslan (el protagonista) de Mila (la princesa) y de la necesidad de continuar con viejos esquemas narrativos que ubican, primero a la mujer en un lugar secundario, y, segundo, manipulan un guion que disfraza de humor la historia de amor. La indefinición y el jugar con los dos tonos, deconstruyen su estructura, debilitan las premisas, generando tedio en aquellos momentos en donde la búsqueda del realismo mágico y el romance se presentan ante los espectadores y en donde el guion y la narración podrían haber encontrado algo más para contar.
La princesa encantada es un gran esfuerzo del cine de animación de Ucrania, un país que no cuenta con numerosos antecedentes dentro de esta categoría. En este caso desarrollaron una propuesta de aventuras y fantasía para chicos inspirada por el poema de Alexandre Pushkin (La hija del capitán), Ruslán y Ludmilla, que fue adaptada al cine en esa gloriosa obra maestra de 1972, dirigida por Alexandre Pushtko. Una película que más allá de ser una joya del cine ruso sobresale entre los mejores exponentes de fantasía que se registraron en la historia de este género. Se puede conseguir con facilidad y es una experiencia visual alucinante que nunca me cansaré de recomendar. La historia de Pushkin es muy interesante, ya que el personaje de Ludmilla desafió todas las convenciones y lugares comunes que se asocian generalmente con el concepto de las princesas en los cuentos de hadas. Una particularidad divertida de este relato es que mientras el guerrero Ruslán emprende una aventura épica para rescatar a su amada del hechicero Chermonor, la princesa Ludmilla, lejos de ser una damisela en apuros, mantiene todo el tiempo el control de su cautiverio y lo vuelve loco al villano. Pushkin en 1820 creó una heroína adelantada a su tiempo que nunca llegó a tener reconocimiento en el continente americano. Esta película de animación adapta muy bien el relato tradicional para el público infantil de estos días con una propuesta de aventuras que no abundan en la cartelera. Se estrenan muchas comedias con animales parlantes o personajes graciosos pero hace rato que no llegaba a los cines una propuesta de este estilo que evoca el cine de aventuras de los años ´90, como La espada mágica: En busca de Camelot (1998) o El príncipe encantado (1990), basado en El cascanueces. Desde los aspectos visuales el film de Oleg Malamush no tiene nada que envidiarle a muchos producciones hollwoodenses que vemos habitualmente y todas las secuencias de acción y fantasía están muy bien elaboradas. La mayor objeción para hacerle a este film es que tal vez no tiene una identidad propia y toma muchos elementos del cine de animación estadounidense, con el claro propósito de llegar a un mercado internacional. De todos modos La princesa encantada es una buena producción de dibujos animados que consigue entretener a los más chicos con esta interpretación moderna de un clásico del género de fantasía.
Una de animación basada en un cuento de Pushkin, producida en Ucrania y muy a tono con la época en cuanto a una heroína princesa, que es rescatada por su enamorado (un actor que finge ser un caballero) de la garras de un hechicero malvado que planea extraerle el suero del amor y convertirla en piedra. Pero la princesa es, de acuerdo a los tiempos que corren, activa y valiente y cuando puedo le hace la vida imposible a su captor. El héroe solo tiene sus sentimientos y ningún poder, eso si, como ocurre generalmente en estos relatos los animales juegan papeles importantes para ayudar o entorpecer. Entretenida, con colores radiantes, dedicada a un público de muy pequeñas. Nada nuevo.
No descubrimos nada si observamos que existe una suerte de división de clases de producción en el cine. Aquellas del mainstream con millones de dólares en su presupuesto, otras de nivel medio en cuanto a su costo, y las definitivamente independientes hechas a pulmón en las cuales hasta la tía del director colabora haciendo empanadas para todo el equipo mientras pone el patio de su casa como locación. Por suerte nada de esto influye en la calidad cinematográfica. Siempre es el guión. Si hay historia bien desarrollada, el resto se puede trabajar. “La princesa encantada” podría, como producto animado, entrar en la categoría del medio si fuese por analizar sólo la producción de la animación. En este sentido, estamos frente a un estreno al cual se le notan todas las costuras empezando por la intermitencia en los movimientos de los personajes, tanto en sus cuerpos como en sus labios. Cortes abruptos, no en el montaje sino en la continuidad de cada plano, ofreciendo pausas raras pese al intento de la banda sonora y la edición de sonido por disimularlos. ¿Qué queda entonces? Esperar que el relato avance en su idea para que la fuerza de la pluma sea efectivamente mayor a la de la espada. “La princesa encantada”, desde su prosa, parece haber sido escrita en la década del ’50, y por ende se convierte en una suerte de émulo de las princesas de Disney que ahora el propio estudio intenta parodiar. Los directores de esta película ucraniana deberían haber esperado a ver ese brillante pasaje que “WiFi Ralph” (a estrenarse el 03 de enero) hace sobre las mujeres para decidir de qué manera le darían tratamiento a su personaje principal. Es que los tiempos cambian, y si bien Mila ofrece cierta rebeldía a los mandatos patriarcales nunca llega a sobrepasar esos diálogos de manual que ofrece. Ruslan es un artista en búsqueda de ganarse los garbanzos, o un “busca” que no los encuentra como artista. Así entiende que emprendiendo la misión de liberar a Mila tendrá “tranquilidad” como recompensa. El problema con este argumento no es necesariamente la progresión lineal del relato, sino en qué lugar se pone en tiempos de la igualdad entre el hombre y la mujer. Tal vez en Ucrania rompa algunas barreras pero de este lado del occidente supone un atraso, y si bien no estamos para analizar las barreras culturales que cada país enfrenta, lo cierto es que aun entendiendo las diferencias culturales “La princesa encantada” resulta una marcha cansina por virtud del espectador que podrá anticipar cada una de las vicisitudes de la trama. Cuando eso pasa en el cine de animación, que por definición le corresponden todas las rupturas de forma y contenido, se entra indefectiblemente en el terreno del aburrimiento.