Los detectives privados ocupan un lugar de privilegio en la cultura popular. Por el lado del cine, supo heredar muchos de la novela negra, como Sam Spade y Philip Marlowe, y más tarde, de los comics. Tal es el caso de La sudestada, que parte de las viñetas de Juan Sáenz Valiente. Jorge “El Sabueso” Villafañe (Juan Carrasco) se gana la vida espiando a quien se le indique, buena suma mediante. A diferencia de sus colegas más emblemáticos, no necesita de pilotos ni de sombreros, ni siquiera fuma; su look habitual incluye bermudas y chaleco, una vestimenta más propia de un pescador (de alguna manera, lo es). Pero al igual que Marlowe y compañía, lleva una vida de perfil bajo. En su caso, juega al paddle con sus amigos, Finoli (Javier Bacchetta) y Rubén (Cachi Bratoz). Y por supuesto, no se involucra con las personas que debe investigar… hasta que conoce a Elvira Schulz (Katja Alemann), una bailarina devenida coreógrafa. Su marido, Ricardo Zelarrayán (Edgardo Castro), pretende reconquistarla, pero quiere que Jorge averigüe qué hace antes y después de su trabajo en un teatro. Así va sigiloso tras ella en las calles de Buenos Aires, en el ecoparque de Palermo y hasta en una isla del Tigre, donde suele danzar desnuda a metros de una casona. Es allí, durante una sudestada, que el detective y la artista entran en contacto y comienzan una suerte de amistad. Los directores Daniel Casabé y Edgardo Dieleke parten de un clásico noir para ir revelando una historia que cobra un vuelo personal y arriesgado. Obsesionado con Elvira, Jorge sueña y fantasea con ella, dentro de su mundo performático, donde tienen lugar el delirio y una relación improbable. No es caprichosa la intervención de Katja Alemann, presencia de un eterno magnetismo: había sido un gran objeto de deseo en Las puertitas del señor López, también basada en una historieta. Pero Elvira es un personaje más rico y complejo, y bastan algunas pinceladas (gestos, sonrisas) para ilustrarlo. La sudestada triunfa por su audacia a la hora de mezclar ideas y tonos, demostrando en el camino que siempre hay lugar para historias de detectives privados.
Por momentos atrapante. Un policial distinto que se impulsa con gran vuelo pero que a partir de determinado momento se vuelve redundante y no cierra ideas. Gran retorno de Katja Alemann al cine y un homenaje directo a una de sus participaciones más recordadas en Las puertitas del Sr. López.
Jorge “El Sabueso” Villafañez (notable caracterización de Juan Carrasco) es un meticuloso detective privado de voluminosa barriga y acostumbrado a una soledad que solo rompe cuando se encuentra con sus amigos Finoli (Javier Bacchetta) y Rubén (Cachi Bratoz) a jugar al paddle o a tomar algo en un bar. El Sabueso tiene algo de esa impronta porteño-machista en una película que -a partir del cómic original de Sáenz Valiente- propone en primera instancia cierto look neo-noir. Pero todo cambia para el perfecto antihéroe cuando Ricardo Zelarrayán (Edgardo Castro) lo contrata para vigilar a su ¿futura ex? esposa Elvira Schulz (la mítica Katja Alemann, en un bienvenido regreso), una otrora famosa bailarina (aunque luego la veremos danzar en pantalla a sus 65 años) devenida coreógrafa experimental. Villafañez la seguirá, cada vez más extasiado, hasta que ambos entrarán en contacto en una casona que ella ha comprado en el Delta del Tigre. La sudestada tiene muchos elementos atractivos y bien concebidos de manera independiente, pero que no siempre conviven con la armonía, fluidez y naturalidad deseada dentro de la trama: el apuntado universo del noir luego va mutando hacia lo onírico y lo espiritual con un collage/patchwork en el que también hay lugar para imágenes de noticieros, de cortometrajes y de archivo para amplificar el clima de sudestada y crecida del río al que alude el título. Y, aunque el resultado no sea del todo convincente, hay en la hora y media de La sudestada una inteligente puesta en escena, buenas actuaciones para personajes que no disimulan las panzas ni las arrugas, un péndulo entre el costumbrismo barrial y la estética de cómic, irrupciones de humor y romance, varios momentos de baile y hasta escenas en las que los sueños dan lugar a fantasías, visiones y revelaciones trabajadas con una estética surrealista. Un film de a ratos fascinante y siempre audaz.
Basado en una novela gráfica de Juan Sáenz Valiente (quien en su momento también publicó historietas con guiones de Alfredo Casero en la revista Orsai de Hernán Casciari), este largometraje estrenado en la última edición del Bafici tiene como protagonistas a un detective privado muy particular, contratado por un hombre que sospecha una presunta infidelidad de su esposa, una enigmática coreógrafa de danza contemporánea. Como en muchas historias del cine negro, el investigador termina seducido por esa mujer a la que empieza espiando, pero aquí hay mucho más que un thriller al uso: la comedia condimentada por el absurdo matiza una historia también atravesada por el clima enrarecido de los sueños y en la que el paisaje juega un rol muy importante. Los directores -Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, cuyos antecedentes eran dos documentales muy personales, Cracks de nácar y La forma exacta de las islas- aprovecharon muy bien cada plano exterior, trabajándolo con criterio y buen gusto, aportándole a la película belleza y un vuelo poético que combina novedosamente con la trama de suspenso y humor bizarro que Juan Carrasco, Katja Alemann y Edgardo Castro sostienen con trabajos sólidos, adaptándose con soltura a los constantes cambios de tono del relato. Aun con algunos desniveles en los pasajes que exigen mayor carga dramática, La sudestada llama la atención por su desparpajo y su originalidad. El rigor de su puesta en escena, sus citas (cinéfilas, literarias) y su apuesta por la extravagancia la fortalecen y la dotan de encanto y personalidad.
Jorge Villafañez (Juan Carrasco) es un veterano detective privado que vive solo en un apartamento de gran altura en Buenos Aires. Discreto y meticuloso, tiene la habilidad de hacer que la gente se abra en las conversaciones. Cuando Ricardo Zelarrayán (Edgardo Castro), le pide que “espie” a Elvira Schultz (Kaatja Alemann), su futura ex-esposa, en esta nueva labor algo empieza a diluirse. Ella es una ex- bailarina reformulada como una coreógrafa experimental, es por determinadas circunstancias que la distancias entre ambos comienzan a empequeñecerse. Algo hay del orden de lo inverosímil, Jorge es un sujeto de digamos 1,70 metros de altura, con un peso aproximado de
Texto publicado en edición impresa.
Jorge “El Sabueso” Villafañez (Juan Carrasco) es un detective privado, muy bien preparado para resolver casos de todo tipo, aunque su especialidad son las mujeres sospechadas de infidelidad y los empleados en conflicto con sus patrones.
Daniel Casabé y Edgardo Dieleke dirigieron juntos los documentales «La forma exacta de las islas» (2014) y «Cracks de nácar» (2013). Esta vez, se volvieron a reunir para realizar su ópera prima de ficción, «La Sudestada», un thriller neo-noir con toques surrealistas. Después de su paso por el BAFICI, el film llega a las salas comerciales. Basada en la novela gráfica homónima de Juan Sáenz Valiente, «La Sudestada» se centra en Jorge «Sabueso» Villafañez (Juan Carrasco), un detective privado veterano, cínico y meticuloso, que se dedica a investigar a distintas personas, más que nada dentro de un contexto laboral. Pero cuando un hombre lo contrata para seguir a Elvira Schulz (Katja Alemann), una renombrada coreógrafa experimental, con la sospecha de que está engañando al marido del cual se está separando, empezará a confundir su rol y le prestará mucha más atención que a otros casos. La película comienza como un thriller neo-noir, donde el detective persigue de forma paulatina a su víctima con un clima lleno de tensión y misterio, y luego va virando hacia una historia mucho más onírica, íntima y experimental. En la primera instancia el film se encuentra mucho más sólido y logrado, mientras que en la segunda parte se pierde un poco en el género surrealista. Se le da mucha importancia al arte, a la danza, al movimiento del cuerpo (poniendo el foco en cuerpos naturales, sin ningún tipo de artificio para embellecerlos) y a los gestos de los protagonistas. En este sentido debemos destacar las buenas interpretaciones de su dúo protagónico conformado por Katja Alemann y Juan Carrasco. La mayor parte del tiempo comparten pantalla sin interacción alguna, haciendo que el silencio predomine por sobre los diálogos. Se hace énfasis en el sonido ambiente, como el ruido del agua, tanto de la lluvia como del río. El uso de este elemento está bien resuelto tanto a nivel narrativo como a nivel visual. Incluso se incorpora material de archivo en blanco y negro para darnos esa sensación de sudestada a la que alude el título. En síntesis, «La sudestada» es una lograda ópera prima para aquellos que quieren ver algo diferente. Un thriller neo-noir que se va volviendo más experimental y onírico con el correr del tiempo. Buenas interpretaciones del elenco y el uso de los recursos visuales en pos de la narración.
"La sudestada": un film noir a la criolla Película extraña, herencia de la novela gráfica en la que se basa, obra de Juan Sáenz Valiente, "La sudestada" combina el cine negro con un costumbrismo estilizado, lo onírico con el naturalismo, incluso la narración clásica con la danza. ¿Será el travelling el mejor recurso de apertura para una película, el gesto adecuado para que el espectador acepte dejar atrás la realidad para adentrarse en un mundo paralelo? En especial el travelling hacia adelante, porque es capaz de generar la ilusión de avanzar hacia un universo que puede parecer más o menos familiar, pero que es siempre desconocido. Bueno, lo es en el caso de La sudestada, tercer largometraje de los directores Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, que es además su primera ficción tras los documentales Cracks de nácar (2013) y La forma exacta de las islas (2014). Porque en ese movimiento virtuoso los directores presentan mucho más que un espacio o a un personaje. En ese recorrido también hay implícito un ritmo, una atmósfera, una estética e incluso una genealogía cinematográfica, que remite de forma inconfundible al film noir. En el travelling en cuestión, la cámara se toma casi un minuto y medio para atravesar de un extremo al otro la habitación del protagonista, el “Sabueso” Villafañez, un detective privado que por un lado responde al modelo clásico del cine negro –digamos, el Samuel Spade de Humphrey Bogart en El halcón maltés (1941), incluso el Marlowe tardío de Robert Mitchum en Adiós, muñeca (1975)—, pero también resulta cabalmente porteño. Parado junto a la ventana de su departamento, Villafañez observa el perfil nocturno de la ciudad: el contraste no es solo visual, el de la luz anaranjada del interior que enmarca al azul profundo del exterior. Además hay un choque de tensiones entre dos calmas engañosas: la de ese cuarto prolijamente desordenado y la del paisaje urbano, que se apiña dentro de los límites apretados que le impone el marco de la ventana. El balance es perfecto. Algo cercano a la liberación se produce cuando la cámara sale al exterior, para convertirse en un plano aéreo y abierto de la ciudad. Pero la aparición de algunos relámpagos vuelve a poner la tensión en su lugar. Al Sabueso lo contrata un marido celoso, quien al borde del divorcio quiere saber a dónde va su mujer cuando se ausenta, a veces días enteros. No para usarlo en su contra, dice, sino para intentar recuperarla. Aunque no se parece ni a Bogart ni a Mitchum (es gordito, pelado, entrado en años, nada elegante y no se saca los anteojos de marco de metal ni para dormir), el Sabueso comparte el carácter duro y la mirada ácida de los detectives de Dashiell Hammett y Raymond Chandler. Y no es alguien fácil de engañar. Para lo que sí es fácil, como todos los de su linaje, es para terminar atraído por la mujer que le encargaron seguir, una femme fatal que también resulta clásica y novedosa al mismo tiempo. Se trata de una sesentona exbailarina, a la que la edad no le ha quitado el atractivo ni el misterio. No hay forma de evitar que el Sabueso quede atrapado entre el trabajo y el deseo. Película extraña, herencia de la novela gráfica en la que se basa, obra de Juan Sáenz Valiente, La sudestada combina el género con un costumbrismo estilizado, lo onírico con el naturalismo, incluso la narración clásica con la danza. Y hasta utiliza con acierto los efectos especiales. Juan Carrasco y Katja Alemann interpretan con solvencia sus papeles, un aporte valioso para adaptar al contexto argentino un género difícil de realizar fuera del marco de la cultura estadounidense. Pero además Dieleke y Casabé se permiten otros significativos juegos formales que potencian la naturaleza única de La sudestada. Como el cambio del formato de pantalla que los cineastas realizan durante otro travelling, esta vez sobre el río. El mismo tiene lugar justo cuando cambia la mirada que el Sabueso tiene de la mujer que le encargaron seguir. En ese momento la pantalla se amplía y el travelling se combina con un zoom hacia adelante, generando la ilusión de que la cámara (y el espectador) flotan en el aire, tres metros sobre el agua. De esa manera, los directores consiguen que lo formal se convierta en un espejo de los cambios internos que van teniendo lugar en el protagonista, poniendo al cine a disposición de la ancestral tarea de contar una historia.
Es una invitación al riesgo de mezcla de géneros con mucha audacia e inspiración de parte de sus directores Daniel Casabé y Edgardo Dieleke que se basaron en la venerada novela gráfica de Juan Sáenz Valiente. Y además es el regreso al cine de una mujer fascinante como Katja Alemann que encarna a una bailarina muy particular, ahora coreógrafa de danza contemporánea que está armando un espectáculo de mucha fuerza visual. Ella tiene un marido celoso que contrata a un detective privado para que le descubra a un supuesto amante. Ese detective, apodado “sabueso” es una gran creación de Juan Carrasco, que se convertirá en la sombra de esa bella mujer y transformará su vida y sus códigos. Como la sudestada implacable del título, la pasión dirá presente, pero también los elementos del cine negro, momentos delirantes como el baile de disfraces, escenas oníricas bellamente realizadas y un clima de atracción continua para el espectador que queda fascinado con lo que ve en este film. Ganador de una mención especial en el Bafici donde formó parte de la Competencia Internacional.
La Sudestada tiene un desarrollo lento y cuenta con una galería de divertidos personajes secundarios, pero llama la atención por su originalidad y su desparpajo, una precisa puesta en escena, más la hipnótica extravagancia de su encantador y bizarro protagonista.
Después de su paso por la reciente edición del BAFICI, llega a salas este singular policial. Dirigido por Daniel Casabé y Edgardo Dieleke y con guion de ellos junto a Martín Mauregui y Agustina Liendo, La sudestada es una adaptación de la novela gráfica homónima de Juan Sáenz Valiente y además trae de vuelta a Katja Alemann al cine. Jorge “sabueso” Villafañez (Juan Carrasco) es un detective privado que parece de otra época. Si bien no lleva trenchs ni fuma incontable cantidad de cigarrillos, lleva a cabo su trabajo de una manera algo artesanal y paciente. En lugar de usar la tecnología a su favor (estamos ante alguien que incluso tiene contestador automático en estos tiempos), se dedica a seguir, observar e incluso hablar con las personas, con una capacidad para que ellos cuenten cosas que generalmente callan. Tampoco es una persona tan solitaria; si bien se entiende que hace mucho que no está con una mujer (se intuye alguna historia pasada en la que no se ahonda), tiene un fiel y reducido grupo de amigos con los que se encuentra de manera asidua. El problema empieza cuando un hombre (interpretado por Edgardo Castro) lo contrata para seguir a su mujer Elvira (Katja Alemann), convencido de que tiene un amante. Esta vez, «Sabueso» no consigue respuestas rápidas. La mujer es una cautivante bailarina que hoy trabaja como coreógrafa, solitaria, que escapa a una zona aislada del Tigre para bailar desnuda entre los árboles. Su marido espera una respuesta directa de qué es lo que le sucede como para querer separarse, esperando respuestas concretas y esperables. Sin embargo, Elvira no es cualquier mujer. La presencia de Katja Alemann es imprescindible en la película, ella es la película. Seductora, misteriosa, fascinante, consigue cautivar no sólo a su protagonista sino al espectador. Entendemos rápidamente lo que a ese hombre le sucede al observarla, las contradicciones sobre seguir las reglas de su trabajo o dejarse llevar por su propia curiosidad, animarse a acercarse a ella o esperar en la sombra que algo suceda. Y ella le pone el cuerpo a un personaje que durante toda la primera parte de la historia no tiene casi línea de diálogo, es pura presencia. Ya la idea de poner en el centro a personajes de una edad que suelen quedar relegados a secundarios es un aporte valioso. Y el retrato que se hace acá de ellos es muy humano, logrando con pocas pinceladas pintar personajes queribles. De todos modos no estamos ante un policial clásico, sino algo más cercano a un melodrama. Casabé y Dieleke le imprimen un tono onírico que enrarece la propuesta. Y la narración no cae en los lugares comunes y esperables del noir, sino que se queda estancado en otra parte. Ahonda en el misterio de una manera poética que puede dejar sabor a poco a quien espere una vuelta de tuerca o trágico final de policial negro. Hay pequeños momentos de comedia y absurdo que le aportan no sólo humor sino ternura. Y las escenas de los sueños, algunos pesadillas aterradoras, terminan de enrarecer una historia que en el fondo es sencilla. La sudestada es una película extravagante, muy prolija desde lo técnico con planos hermosos probablemente inspirados en el cómic en el que se basa. Una experiencia interesante que quizás en algún momento se estanca desde lo narrativo pero consigue mantener su interés a base de esos personajes tan particulares.
Un policial bien porteño. Adaptación de la novela gráfica homónima de Juan Sáenz Valiente, La sudestada (2023) es una película de intriga argentina, dirigida por los realizadores Daniel Casabe y Edgardo Dieleke. Está protagonizada por Katja Alemann, Juan Carrasco, Edgardo Castro, Ana Garibaldi y elenco. El principal escenario de La sudestada serán las aguas y alrededores del Delta del Río de la Plata, un ambiente ideal para el misterio y la sensualidad. Su trama se centra en el devenir diario de Jorge “El sabueso” Villafañez (Juan Carrasco), quien se gana la vida como detective privado para particulares. Hombre de pocas palabras y solitario por elección, es contratado por un esposo desconfiado y posesivo, Ricardo (Edgardo Castro) para seguir a su mujer, que justamente le está pidiendo el divorcio. Ella, interpretada por la actriz, cantante y escritora argentina Katja Alemann, es Elvira, una ex bailarina madura que seduce a cada paso que da y quizás viéndola en su proceder se justifique un poco los lógicos celos de su marido. Sumado a esto, el hombre se ve desesperado cuando su mujer se ausenta del hogar por demasiados días y sin ningún tipo de explicación. De a poco se irá descubriendo parte del misterio: Elvira se ha comprado una casa en el Delta del Tigre para practicar tranquilamente un tipo de danza experimental. Hasta allí le seguirá la pista Jorge “El sabueso”, observándola entre las penumbras del lugar. Irremediablemente, también se sentirá atraído por esta mujer que parece no perdió su belleza y gracia con el correr del tiempo. Todo se volverá mucho más complejo cuando Elvira y Jorge se conozcan en persona y comiencen una extraña relación. En primera instancia, La sudestada posee todos los componentes de un Noir (policial negro). Están el detective privado machista y astuto en la figura de “El sabueso”; la femme fatal en la piel de Elvira; el esposo inseguro, Ricardo, y el escenario misterioso y oculto, en esta oportunidad el Delta del Río de La Plata. Pero también conviven muy acertadamente en el film una especie de costumbrismo muy porteño, junto con el romance y el humor. La sudestada comienza con un inteligente travelling, que mostrará de forma detallada la habitación del protagonista y luego se posará en las luces y sombras de la ciudad porteña. Pronto iremos comprendiendo a “El sabueso”, un antihéroe argentino que no reniega jamás de su sobrepeso, pero sí de sus fracasos personales y profesionales. El hombre es un típico personaje de cómic y obvio tiene sus características propias. El actor Juan Carrasco hace un gran y solvente trabajo interpretándolo. La sex-symbol que brilló en cine, teatro y televisión en la década de los años 80’s, Katja Alemann, también logra una magnífica actuación y ocupa el lugar de mujer fatal y deseosa a sus más que dignos 65 años. Los directores Daniel Casabe y Edgardo Dieleke logran con su tercer largometraje juntos, después de los documentales Crack de nácar (2013) y La forma exacta de las islas (2014), una película muy lograda y entretenida. Se apreciarán momentos experimentales, otros de disciplina visual y también hasta toques oníricos. Humor bizarro y una puesta en escena muy bien pensada y plasmada en pantalla. Seguramente, en su nobleza La sudestada los sorprenderá gratamente.
Un meticuloso y dedicado investigador privado sigue el rastro de una coreógrafa, bajo la sospecha de su marido. El trabajo encargado por este no tarda en convertirse en incontenible obsesión. La artista, inmersa en una profunda crisis creativa y personal, confronta a un cazador sigiloso que ahora correrá riesgos de ser cazado. ¿A qué lugar exacto pertenecen las mentiras que la gente encubre y el investigador descubre? Protagonizado por Katja Alemann y Juan Carrasco, llega a las pantallas “La Sudestada”, participante de la competencia oficial del último BAFICI. El film aborda el género neo-noir, convirtiéndose en una rara avis dentro del cine argentino contemporáneo. Incorporando a la trama un preponderante elemento onírico, adapta con éxito el cómic de Juan Sáenz Valiente. Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, la dupla autora de los documentales de “Cracks de Nácar” y “La Forma Exacta de las Islas”, explora los paisajes del delta del Tigre, al tiempo que propone un recorte sesgado hacia una Buenos Aires tan atemporal como fotogénica. Una paleta cromática y emocional acompaña correctamente la atmósfera de un relato que abunda en el mundo de la coreografía y recurre a lo metatextual para llenar de guiños y referencias retrospectivas que homenajean la gran trayectoria de un emblema de la contracultura nacional como Alemann. Su contraparte actoral, un rostro sumamente conocido en el ámbito teatral como Carrasco, desembarca en el cine con absoluta prestancia, conformando las bases interpretativas de un sólido film.
El debut en la ficción del dúo Casabé- Dieleke es tan promisorio como lo fue cuando estrenaron en el 2011 Cracks de nácar y un año después La forma exacta de las islas, dos documentales tan distintos como sólidos.