¿Quién fue Francisco del Puerto? Diego Recalde (Víctimas de Tangalanga, Tenemos un problema, Ernesto, T.VES?), hacedor de un cine tan personal como alejado de todos los cánones que lo rigen, trabaja en su nueva película, La trans de la Patria (2018), sobre la hipótesis de que el único sobreviviente perteneciente a la expedición de Juan Díaz de Solís era trans. Dice la historia que en el siglo XVI, una expedición de nueve hombres, comandada por Solís, ancló en tierras de la actual Uruguay y que al descender fue atacada por un grupo de aborígenes con un extraño ritual: comerse a los hombres que vencían. Pero hubo uno de ellos que logró sobrevivir: Francisco del Puerto, un grumete de la expedición. El trabajo que realiza Recalde consiste en investigar sobre la conjetura de que se trataba de una persona trans y por eso logró sobrevivir, ya que el ritual no se practicaba con mujeres. Fue durante una excursión realizada a Colonia del Sacramento (Uruguay) en 2002 que un guía le comenta a Recalde esta idea que le queda dando vueltas en la cabeza al punto de realizar una película. Para llevarla adelante comienza una investigación en la que recurre a célebres historiadores como Pacho O Donnell, Felipe Pigna o Eduardo Lazzari, además de otros personajes como el biólogo Diego Golombek o el dramaturgo Gonzalo Demaría, que exponen sus puntos de vistas en base al planteo que Recalde les hace. Y termina siendo la investigación la que se convierte en una película que mezcla el documental histórico con lo apócrifo, la ficción con la realidad y el humor con el rigor periodístico, siempre fiel al estilo irreverente de un realizador despreocupado por las formas y la estética. Con una narración desprejuiciada, carente de toda solemnidad y alejada de la típica clase de colegio, La trans de la Patria nos introduce en la historia de la colonización americana a través de una hipótesis teórica que ningún historiador puede asegurar si se trata de una locura o una realidad pero con la certeza de que hasta ahora a nadie se le ocurrió.
"Un delirio maravilloso”. A los veinte minutos de película, Pacho O’Donnell define con precisión La trans de la patria. Y lo hace frente al director de este encantador disparate, Diego Recalde, que jamás pudo olvidar un chimento que hace casi veinte años le contó un guía turístico en Colonia del Sacramento, Uruguay, y a partir de esas palabras construyó esta suerte de comedia documental. La teoría se refería a Francisco del Puerto, el único sobreviviente del grupo de ocho expedicionarios que, bajo el mando de Juan Díaz de Solís, desembarcó en las actuales costas uruguayas en 1516. Según el dichoso guía, los indios no se comieron al grumete porque éste ya no era Francisco sino “La Pancha”, y los habitantes de estas tierras no devoraban mujeres ni niños. Esta hipótesis quedó repiqueteando en la cabeza de Recalde y él, especialista en investigaciones utópicas -recordar que es el autor de la trilogía Víctimas de Tangalanga- decidió ir tras las pistas del caso. Primero consultó una profusa bibliografía sobre el tema (El entenado, de Juan José Saer, es una de las obras inspiradas en Del Puerto) pero no encontró ningún dato fehaciente, así que para darle forma a su elucubración salió a entrevistar a posibles fuentes de iluminación. Así se sentó frente a tres de los historiadores mediáticos más conocidos -O’Donnell, Felipe Pigna y Eduardo Lazzari-, al divulgador científico Diego Golombek, y al escritor Gonzalo Demaría, entre otros. Intercaladas con originales dramatizaciones, estas charlas van profundizando en la teoría de que Francisco del Puerto no sólo fue el primer blanco en habitar estos lares, sino también la primera trans, y quien introdujo el beso y otras novedades sexuales en el continente. Son diálogos que hay que ver para creer: el verdadero protagonista de esta historia no es otro que el propio Recalde, que con su entusiasmo y simpatía llevó su delirio hasta las últimas consecuencias (es decir, esta inclasificable película).
Diversidad histórica ¿Cuál es el modo correcto en que las ciencias deben ser abordadas? Tradicionalmente hablar de ciencias acarrea la idea de teorización, planteos y rigurosidad de letras y números, según sea el caso. En el último período han surgido cada vez más corrientes que nos hablan de los distintos tipos de ciencias, alejándolas de los pesados manuales y acercándolas a la lógica de lo cotidiano. Adrián Paenza, Diego Golombek y Felipe Pigna son algunos ejemplos en nuestro país de quienes -en su materia- saltaron a la popularidad por acercar los postulados y las letras escritas al lenguaje cotidiano y la investigación más fresca. Justamente los últimos nombres mencionados forman parte de La trans de la patria, el nuevo documental de Recalde, quien por un rato se aleja de los volúmenes homenajes al humorista Tangalanga que lo mantuvieron ocupado en los últimos años. La trans de la patria es en principio un documental histórico, pero ¿es un documental? ¿cuál es el límite de lo estrictamente histórico? Así, bordeando la tangente, Recalde consigue algo cercano a un relato atrapante. ¿Quién es es@ chic@? Cuenta la historia que, hace muchos años, en un viaje Diego Recalde conoció a una de esas personas con las que uno no se cruza todos los días: un guía turístico aficionado a la historia, quien le planteó una teoría que en un principio le resultó disparatada, pero con el correr de los tiempos fue tomando otro cariz. Ahora, con La trans de la patria, Recalde intentará hacer con nosotros lo mismo que aquel guía hizo con él. Con este propósito en la cabeza, realiza dos viajes que redundan en uno. Por un lado, visita distintos historiadores, sociólogos y afines, a los que les planteará la “famosa” teoría oculta. Por otro, por supuesto, encontrar a aquel guía que pueda aportarle más datos. No estamos hablando ni de Félix Luna, ni de Franco Bagnato: ante todo, Recalde es un humorista. Por lo que en La trans de la patria, aunque tomemos en serio su postura, prima la comedia. ¿De qué estamos hablando? Recalde parte de una premisa sencilla: la historia la escriben los que ganan. Cuando se revisa un relato histórico, quiérase o no, este estará cargado con la subjetividad de quien relata, y durante mucho tiempo primó el conservadurismo. Quizás no todo es como nos lo contaron. Si tenemos al padre de la patria y a la madre patria (o en su reemplazo más físico, figuras femeninas varias que ocuparon roles trascendentales en el armado del país), ¿por qué no tener una figura que hable de la diversidad sexual, del “tercer sexo” en nuestra historia fundacional? No es algo antojadizo, Recalde y nuestro guía desaparecido tienen una idea de quién puede ser. No me coman soy… Sin ahondar demasiado, es mejor ir descubriéndolo de a poco, como propone La trans de la patria. En el Siglo XVI, Solís comanda a un grupo de “soldados” y navegantes que llegan hasta nuestras tierras. Aquí son abordados por un grupo de nativos caníbales que los toman por prisioneros y tienen el fin adecuado a esa costumbre… Todos menos uno, un grumete muy particular: Francisco del Puerto, que la historia reconoce pero de un modo muy diferente a la idea que tienen Recalde y su desconocido amigo. Por La trans de la patria transitan los citados Pigna y Golombek, también Pacho O’Donnell y Eduardo Lazzari, entre otros, a los que Recalde trata de convencer sobre su idea de la tergiversación histórica. Todos en un principio lo aceptan como algo distendido, alejado de la realidad; pero cuando vean que la cosa va en serio, algunos le seguirán “el juego” y en otros se notará la clara incomodidad. Paralelamente, como dijimos, Recalde tratará de dar con la huella de este guía, en un viaje que tendrá mucho de emotivo. ¿Lograrán reencontrarse? Con mucho sentido del humor, algunas recreaciones históricas ad hoc, y unas infografías muy creativas, La trans de la patria nos va conquistando hasta hacernos dudar a nosotros como espectadores sobre lo que estamos presenciando. Párrafo aparte, más allá de tomarse en solfa, La trans de la patria construye una reivindicación como pocas veces se vio en nuestro cine a la comunidad LGBTIQ; dejando en claro que se puede respetar sin necesidad de ser solemne.
Diego Recalde, actor, realizador, documentalista, que se dedico a las “víctimas de Tangalanga” ahora arremete con nuestra propia historia y desarrolla desaforadamente una teoría que en principio le susurró un guía en Colonia y que le disparó el delirio de inferir que desde el primer momento del hombre blanco en América, puso su huella una transexual, única sobreviviente del banquete caníbal con Juan de Solís y ocho de sus tripulantes. El noveno en cuestión es la protagonista de la historia. Y para desarrollar esta teoría sorprendió e hizo cómplices del razonamiento nada menos que entrevistados de la talla de Pancho O’Donell, Felipe Piña, Eduardo Lazzari, Diego Golombek y siguen los nombres. Entusiasta y emprendedor, el delirio humorístico se agranda y con la dirección, guión, producción, edición, protagonismo y energía desbordante de Recalde se redondea un argumento a favor de la diversidad.
La filmografía de Diego Recalde ha sabido recorrer generos y mitos populares con una mirada particular y un estilo que ya lo distingue dentro del panorama local. Acá trabaja con una pregunta, quién fue Francisco del Puerto, grumete de la expedición de Juan Solís quien habría sido el primer trans de la Argentina y único sobreviviente de dicha travesía. Con testimonios de historiadores y un estilo desprejuiciado, su hipótesis, surgida de un dato escuchado al pasar en un encuentro con un guía turístico, propone la base de un documental para no tomar en serio.
Si hay algo que es distintivo de la obra de Diego Recalde (en sus múltiples facetas artísticas) es la fuerza y la creatividad que tiene para encarar y llevar a cabo cada uno de sus proyectos. Con algún resultado desparejo en su filmografía de ficción que comenzó allá en el 2011 con el estreno comercial de “Sidra”, logra una solidez narrativa muy especial con su trabajo en la trilogía “Victimas de Tangalanga”, basada en la figura del inolvidable bromista telefónico y con el que abandona la ficción, para ingresar al registro documental. Y logra, en esa trilogía, construir un documental completamente descontracturado, por fuera de todo enciclopedismo, donde puede mezclar un estilo de documental propiamente dicho, con un trabajo de investigación que va abriendo nuevas ramificaciones de la línea central, estando atravesado en todo momento por ese humor tan particular que siempre identifica a las producciones de Diego Recalde. Y el estreno de esta semana, “LA TRANS DE LA PATRIA”, repite este esquema exitosamente y logra superar sus objetivos. En este caso, todo comienza con un dato que le aporta un guía de turismo al propio Recalde durante un típico city tour por la ciudad de Colonia, Uruguay. Este dato dicho a media voz, subrepticiamente, pero con la contundencia necesaria para generar la inquietud y abrir el espíritu de investigación, es el que da pie a todo el desarrollo de este nuevo documental, por demás novedoso. Corre el siglo XVI y Solís con su tripulación llegan a América y de acuerdo con todos los registros de la época, el recibimiento por parte de los indígenas rioplatenses fue, indudablemente, feroz. Cabe recordar simplemente que estas tribus practicaban el canibalismo, comiéndose a los vencidos en la batalla y es por esto que como solamente eran los hombres quienes iban a la guerra, el canibalismo jamás había sido practicado con mujeres. De toda la tripulación de Solís, curiosamente sólo el grumete Francisco del Puerto, permanece ileso, vivo, como una especie de “intocable”. Es allí que aparece ese dato dicho por el guía de turismo al oído y clandestinamente “… es porque era La Pancha”. Con ese pequeño dato, no menor pero que claramente en oídos de otra persona no hubiese generado este “revuelo”, Recalde –en su doble rol de guionista y director- genera una serie de encuentros con periodistas y reconocidos historiadores, tendientes a poder completar esta idea de que La Pancha/Francisco del Puerto ha sido una figura femenina / trans de mucho peso y que fue posteriormente incorporada a la tribu, generando, además, una revolución a nivel sexual, cultural y social, dado que los indígenas lo consideraban un ser superior por reunir las condiciones de hombre y mujer al mismo tiempo, sentían que estaba habitado por ambos espíritus. Recalde en el trayecto de su investigación se codea nada más ni nada menos que con el divulgador científico Diego Golombek, el dramaturgo Gonzalo de María, Eduardo Lazzari (un reconocido historiador que hace paseos guidados, tertulias y caminatas) pero por sobre todo logra sacar provecho de jugosas entrevistas con el historiador Felipe Pigna y el escritor Pacho O´ Donnell. La riqueza de la propuesta radica en que jamás pierde de vista el juego entre el rigor histórico y los datos potencialmente apócrifos, entre rearmar la historia en forma precisa versus la ficcionalización de los hechos y en ese tono amable y distendido nos vamos adentrando en la historia, así como Pigna y O´Donnell se muestran en un primer momento casi escépticos a la propuesta, para luego terminar aportando datos y reforzando cada vez más fuertemente la hipótesis planteada en el documental. La entrevista con O´Donnell es una pequeña joya: completamente alejada de cualquier protocolo, a carcajada limpia, el escritor e historiador termina sorprendido y entusiasmado con que se desarrolle la historia y se plasme en el documental. Otro punto a favor es la duración: el relato se organiza inteligentemente de forma tal que en 64 minutos la idea queda perfectamente presentada y se concreta efectivamente, sin extenderse ni perder el rumbo. Nuevamente la mirada curiosa, inquieta y lúdica de Recalde nos sorprende positivamente.