Cómo recuperar el tiempo perdido Luego de la muerte de su marido, Claire, de 70 años, decide reforzar la relación con su hijo Sid, un outsider músico de hip hop. "Uno nunca sabe lo que le depara el futuro" lanza Claire (Marilou Mermans), la mujer que perdió a su marido, sufrió un accidente automovilístico y que ahora se reencuentra con su hijo Sid (Jan van Looveren), un músico de hip hop. La comedia belga de Geoffrey Enthoven habla de la recuperación del tiempo perdido y lo hace a través de una trama rica en nostalgia, drama, música y humor. Claire quiere volver a brillar con su banda de la juventud y está dispuesta a todo con tal de lograrlo. Las chicas de la banda tiene el espíritu de Las chicas del Calendario, y sus protagonistas desean volver a ser lo que fueron: pisar nuevamente un escenario. "Debajo de esta piel envejecida sigo teniendo diecisiete años" asegura Claire ante la mirada de sus amigas. Claro que para volver al ruedo tendrán que hacerlo con la ayuda de Sid y también de su música estilo hip hop!. Ahí es cuando el relato aprovecha para contrastar lo "antiguo" y lo "moderno". situando a sus personajes en otra realidad. La película tiene convincentes actuaciones del trío femenino que completan Lea Couzin, como Magda, y Luy Tomsin, en el rol de Lutgard, las más dura e incrédula del grupo . Entre ensayos, visitas el médico y una rodilla que sigue molestando, Claire también soporta algunos reproches de su otro hijo, pero sigue su marcha hacia su objetivo final. Si bien la película cambia el rumbo en los minutos finales, derrocha fuerza e inspiración.
Relato sobre la tercera edad Un poco de drama y otro poco de comedia, así es Las chicas de la banda (Meisjes, 2009) de Geoffrey Enthoven, que no precisamente se centra en la historia de un grupo musical conformado por mujeres, sino que va construyendo la historia de los vínculos familiares y pérdida de los seres queridos, con evidentes reminiscencias a El Hijo de la Novia (2001) de Juan José Campanella. Este es el relato de Claire (Marilou Mermans), una mujer (ya no digamos “anciana”), de 70 años que tras perder a su marido en un accidente de auto tiene más ganas de vivir que cualquier persona que atraviesa por la misma situación. Esa pérdida la lleva a querer revivir los momentos más agradables de su vida, que son remontar la tan querida banda de rock que formaba con sus amigas y así, de paso, “amigarse” con su hijo menor. No es casual que Meisjes signifique “niñas” y que el director haya escogido ese nombre para darle vida a las mayores instigadoras del quiebre en la película y a la reivindicación de la juventud ya no física, sino mental y espiritual que lleva a estas mujeres a querer revivir aquella banda tan mítica para ellas y, por sobre todas las cosas, volver a esa época dorada que fue la adolescencia. Cuando el agobio y la intranquilidad de toda la cuestión se adueñan de Claire, aparece Sid (Jan Van Looveren) su incomprendido hijo músico y disc-jockey con quien casi no se habla ni se ve pero que resulta ser el compañero ideal para volver a revivir el espíritu de las jóvenes rockeras de antaño. Sin embargo, no todo vuelve a ser felicidad para esta mujer. Al mejor estilo El Hijo de la Novia, Enthoven decide introducir elementos lacrimógenos al film que le imprimen algunas reflexiones sobre la vejez, la involución de la salud y la lamentable pérdida de la lucidez. Una buena banda sonora acompaña las sobresalientes actuaciones e incrementa cada vez más el interés por parte del espectador. Un film correcto, emotivo en los momentos justos y con toques de comedia en las escenas que lo amerita. Un buen relato sobre la tercera edad, un impecable trabajo de guión y un cierre colosal.
La juventud interior Claire no imaginó que la fatalidad se presentaría ante ella de la manera en que lo hizo. Como si la hubiera invocado al conversar con su marido sobre la manera en la que un amigo había fallecido de repente, de forma inesperada. Y así, igual de repentino, fue el infarto que sufrió su esposo mientras manejaba el vehículo en el que ambos viajaban. Viuda y preocupada al ver como uno de sus hijos, ya cuarentón, va sin rumbo por la vida, Claire decide ignorar la imagen que le devuelve el espejo y dar rienda suelta a la joven que lleva adentro. Así se reúne con dos viejas amigas, septuagenarias también, con las que en su juventud formaba "The Sisters of Love", trío dedicado a cantar melodías románticas, y que dejó de lado al ser madre. Reflotar al grupo es la excusa también para darle a su hijo Sid la oportunidad de demostrar qué tan bueno es haciendo música. Claro que hay quien se opone a la aventura, el otro hijo, más conservador, padre de familia y eterno crítico del estilo de vida de su hermano. Con buenas pinceladas de humor negro y tono tragicómico, transcurre apaciblemente este relato que tiene en Marilou Mermans a una notable intérprete, de gestos sutiles y capaz de transmitir el entusiasmo de quien comprende que el presente es lo que cuenta. El mérito del director belga Geoffrey Enthoven es el de no cargar las tintas sobre el perfil "inspirador" que suelen tener este tipo de historias, y en cambio solo narra el cuento, con naturalidad y buen timing, confiando en la labor de sus actores y la solidez de un guión que, hay que decirlo, no derrocha originalidad pero tampoco cae en obviedades insultantes.
Cantando por un sueño Como un cruce generacional, pero también posando la mirada en la tercera edad, Las chicas de la banda demuestra qué tan joven se puede ser a cierta edad y qué tan viejo a una numéricamente inferior. De una cinematografía de la que no nos llega demasiado como la nelga, Claire (Marilou Mermans) acaba de enviudar, y antes que quedarse sentada mirando la tele o llorando por los rincones de su casa, decide recuperar la ambición asordinada y el afecto de los que la quieren, apelando a reunir a dos viejas amigas con las que supo tener una banda. Ya no cantarán a Jacques Brel, porque es su hijo, que (sobre)vive como puede siendo músico, el que quiere que las chicas se presenten a un concurso, cantando adaptaciones que él ha creado. Pero como se trata de una comedia dramática, Geoffrey Entoven le(s) hará pasar momentos no tan lúdicos y sí más conflictivos y angustiantes, a todos. Los años no llegan solos, y así como se puede redescubiri el amor a los setenta, también es factible que alguna enfermedad degenerativa se cruce en el camino. Sin apelar a golpes bajos, aunque hacendo nítidas diferencias en los personajes de los hijos de la protagonista (el mayor, que le cuida las cuentas bancarias; el menor, más bohemio y apegado), Las chicas de la banda funciona cuando aprieta los botones justos y prescinde de los momentos remanidos. Cuando deja que los personajes hagan lo que se les da la gana y no se pone a juzgar ni condenar a nadie, ahí sí logra meterse al espectador en el bolsillo.
De segundas oportunidades Esta producción belga cumple con todos y cada uno de los lugares comunes de lo que en la jerga del cine se conoce como crowd-pleaser , películas con una fuerte carga demagógica que tratan -por cualquier medio- de seducir al espectador. El problema no es esa obsesión por ganarse el favor del público -algo a lo que aspira la mayoría de los artistas- sino los recursos que se ponen en juego para esa operación. Esta película -y la distribuidora local pensó en ello a la hora de elegir el título de estreno- incursiona en los mismos territorios de comedias negras con propuestas entre absurdas y provocativas (que pueden ser resumidas en un concepto ganchero) como Chicas de calendario o -ya en versión masculina- Todo o nada...El Full Monty . Aquí el "concepto" sería el siguiente: tres mujeres septuagenarias encuentran una segunda oportunidad en sus vidas al formar un grupo que interpreta temas que van desde "Pump Up the Jam", de Technotronic, hasta clásicos de Jacques Brel. Las "chicas" vuelven a disfrutar la alegría de vivir (la protagonista sufre en la escena inicial la muerte de su represivo marido) y eso implica desde fumar un porro, excitarse con un curvilíneo bajista negro o competir en una guerra de bandas con exponentes del heavy metal. La película aborda también algunos conflictos familiares (la protagonista se decide por el hijo díscolo, por la oveja negra, que formará parte de su aventura musical, en lugar del otro, mucho más pragmático, contenido y controlador), pero en ningún momento alcanza a quebrar la superficialidad y la previsibilidad de un guión que resulta más ingenioso en su punto de partida que en su concreción.
Una producción belga, con gran elenco, que pone su foco en los adultos mayores, puestos a entender la muerte de los seres queridos, el recupero de las ilusiones, el entusiasmo del amor, la nostalgia que se hace realidad, el límite de los años. Melancólica historia de esplendores pasados y reparaciones necesarias.
La cinematografía belga no es muy reconocida en nuestras tierras, principalmente por la escasez de títulos que nos llegan de ella, y también porque comúnmente se las confunde como películas de países con más “trayectoria” como Francia o Alemania. Podría creerse que es debido a una falta de registro, de estilo propio; sin embargo, caeríamos en un error, el cine de Bélgica suele tener una característica predominante, contar historias simples, amables, casi cotidianas; hecho que se repite en Las Chicas de la banda, producción que llega a nuestro país tardía (data del año 2009) y sorpresivamente. La protagonista es Claire (Marilou Mermans), una septuagenaria que acaba de enviudar. Esta mujer tiene un hijo, Sid (Jan Van Looveren) del que hace mucho tiempo se encuentra distanciada; pero las nuevas circunstancias servirán para el reencuentro. Como estamos frente a una comedia, no pasará mucho tiempo antes de que Claire recuerde sus viejos mejores tiempos con un trío musical de lo más simpático. Para tratar de recomponer su relación y cumplir un viejo sueño del pasado, Claire le propondrá a su hijo reconstruir aquella banda bajo su dirección y producción musical; sólo hay un pequeño detalle, Sid es aficionado al Hip Hop electrónico. Por supuesto, en una primera instancia el hombre (que ya está grandecito) se rehusará a la proeza, pero cuando escuché hablar de dinero será el bolsillo el que hable por él, aunque impondrá una sólo condición, el trío se adaptará a su ritmo musical... Eso es la película, un trío de ancianas que se rehúsan a aceptar que el tiempo ya les pasó, que vuelven a las andadas, y cambian los tonos de Jacques Brel (el de la hermosa Ne me quitte pas, también actor y director cinematográfico) por el del estruendoso Hip Hop (con un cover de Pump on the jam de Technotronics incluido); y un hombre que debe aceptar que las viejitas aún pueden darle algunas lecciones. El film de Geoffrey Enthoven (con una importante trayectoria en cine y TV de su país, pero aquí casi desconocido) gana en simpatía y ternura¸ el tono de comedia dramática le sienta muy bien; y es cuando encuentra un balance entre esos dos elementos, la comedia y el drama, cuando mejor uno se la pasa. Entonces, el problema está cuando se acerca a alguno de los bordes; por un lado la película hace una reivindicación de la vejez y que todavía esos pueden ser los mejores años de vida; y sin embargo, en los tonos gruesos de comedia, se ríe de las viejitas haciendo el ridículo cuando rapean, y hasta termina en un cierto dejo de “los ancianos que se creen jóvenes son grotescos”. Sucede lo mismo con algunos semi golpes bajos esperables, pero aún así innecesarios; la búsqueda del drama se inclina al llanto gratuito. Estas dos cuestiones lo transforman, en definitiva, en un film algo sentencioso , extrañamente conservador. Marilou Mermans (con un cierto parecido a Blythe Danner) compone una Claire adorable, lo mismo que todo el elenco mayorcito. Las cualidades actorales de Von Looveren no son muy apreciables, su personaje, Sid, es algo patético e irritante. Por lo demás es un film técnicamente correcto, modesto en sus intenciones y logros, con una importante banda sonora (en definitiva podría decirse que es un film musical) que oscila entre los dos géneros y hasta se da el lujo de algunas canciones propias (los hip hops del trío). Las chicas de la banda se define como un film dirigido a un público acorde al de las tres mujeres, el mensaje está directamente dirigido a ellos; y si no tienen grandes pretensiones pasarán un momento muy agradable... lástima que en un punto se ría de ellos.
Recuerdos del pasado musical Del cine belga llega esta comedia dramática conmovedora sobre Claire, una mujer, cuyo espíritu emprendedor, se niega a aceptar los setenta años que tiene. Estuvo casada con un marido un poco xenófobo, que murió de un infarto mientras viaja con ella en su auto camino a su casa. Si bien la mujer tiene dos hijos, solo uno de ellos, Michel (Lucas van den Eynde), que vive lejos y aparece en el sepelio de su padre, es el que terminará llegando al corazón de la viuda. Michel es un músico fracasado y su madre, en el pasado, formó parte de un trio de vocalistas, "Las sisters of love", que tuvieron su momento de éxito, cantando temas de Jacques Brel, al que consideran un dios. EL TIEMPO PASA El tiempo pasó y la vejez y la soledad no agriaron el corazón de Claire, quiene quiere ayudar a su hijo a triunfar y para hacerlo se asocia con él, vuelve a llamar a sus viejas compañeras forman una nueva banda. Lo que llega después, es un revivir épocas, el permitirse volver a enamorarse, en este caso de un organista de iglesia y el aceptar que el hip hop o el funky, también pueden ser aliados de tres ancianas que se niegan a envejecer. "Las chicas de la banda" habla de los años transcurridos, de la imposibilidad de recuperar los momentos felices y la temible amenaza del Alzheimer y la senilidad. Conmovedora, divertida, de un humor irónico y bien dirigida por Geoffrey Enthoven, se destaca la incansable Claire, muy bien actuada por Marilou Mermans.
Un volver a vivir bien contado Si uno solamente lee la sinopsis de esta película creerá que ya ha visto cuatro o cinco semejantes. Craso error. El punto de partida puede ser similar a otras. El empuje es bastante similar. Pero no el desenlace, y también hay otras cositas distintas en el camino. Una señora cercana a los 70 años sale del cementerio. Su marido bastante gruñón la está esperando, apurado por volver a casa antes que anochezca. Así le va. Ahora la señora está viuda, le sobra el tiempo, y en vez de arrinconarse en los recuerdos se le da por resucitar un trio musical que tuvo cuando adolescente con sus amigas, una de las cuales todavía está en la materia: dirige el coro de la iglesia. ¿Por qué no juntarse de nuevo y hacer incluso algunas presentaciones? «Tengo la misma edad de Mick Jagger» es una buena razón. Uno de los hijos es hombre formal, padre de familia, pero le da aliento. Piensa en términos de terapia. El otro es un tiro al aire, insociable, impresentable, un músico fracasado dedicado a remixar y sexualizar cualquier tema. Esas señoras, en cambio, amodorran devotamente el «Ne me quitte pas» que Jacquel Brel grabó allá por 1959, y sólo quieren «volver a los 17» en sus recuerdos. ¿Qué puede pasar si alguna vez se juntan? ¿Si ellas aprenden ciertos secretos vitales del rhytm & blues y el pop moderno? ¿Cómo se puede complicar esa experiencia? Y si llegaran a participar en algún certamen de aficionados, ¿cómo puede terminar su aventura? No crea el lector que van a ganar así nomás como si esto fuera un simple pasatiempo americano. De eso tiene el esquema básico y el gancho, pero no el corazón ni la mirada. Algo inesperado ha de ocurrir, y es natural que ocurra, pero está muy bien contado. Con dosis adecuadas y alternadas de realismo, sonrisas, entusiasmos, y melancolía, esta comedia dramática demuestra que no todo es «copie y pegue» en la vida, ni en la música, y que el cine belga no lo hacen solamente los hermanos Dardenne. Un nombre para anotar, aunque cueste memorizarlo, Jean-Claude van Rijckeghem, coguionista y productor, de quien acá se estrenó, años atrás, la sentimental «Moscú, Bélgica». Otro nombre más fácil, Marilou Mermans, la veterana y agradable protagonista.
Jubiladas al ritmo de Technotronic El término “película de fórmula” suele aplicarse a aquellas obras cinematográficas cuya estructura narrativa, iconografía, detalles argumentales y/o tipos de personajes pueden reconocerse fácilmente, rastreando una amplísima ascendencia fílmica. No se trata necesariamente de un epíteto: hay películas de fórmulas extraordinarias y cabría preguntarse, incluso, si la totalidad del cine no está, de una u otra manera, basada en alguna clase de receta preexistente. También hay películas de fórmulas mediocres; banales en su concepción, anodinas en su concreción, estériles en sus alcances estéticos y ontológicos. Las chicas de la banda, largometraje de origen belga producido en la zona flamenca, que llega a las pantallas argentinas con algunos años de retraso, pertenece a este último grupo. El film de Geoffrey Enthoven se ubica desde sus primeras escenas en el terreno de la comedia dramática (o agridulce) con protagonistas de la tercera edad en busca de segundas oportunidades. Y también desde un principio Las chicas de la banda se acomoda en la confortable zona de los lugares comunes. Con la excusa de la reciente muerte de su marido, la protagonista, Claire –una mujer mayor con mucha energía contenida durante demasiados años– decide ayudar a su hijo díscolo con su carrera musical, que nunca pasó de la etapa del amateurismo, a pesar de su ¿evidente? talento. De paso, la anciana puede reunirse con dos queridas amigas y volver a rearmar su antigua banda coral. Y eso es básicamente todo, cada uno de los personajes calzando perfectamente en el molde del estereotipo. La película alterna casi milimétricamente escenas dramáticas con otras cómicas y ensaya todos y cada uno de los clichés más previsibles, desde un nuevo posible amor con un hombre también mayor (sacerdote, cosas del protestantismo) hasta la escena en la cual Claire maneja un automóvil o fuma marihuana por primera vez. El entrecruzamiento generacional, que en pantalla se ve reflejado por el choque entre los estilos musicales favorecidos por las mujeres y el del treintañero amante del hip-hop (un hip-hop pop de ánimos bien mainstream) sólo puede convocar una sonrisa forzada. El realizador parece creer que el mero hecho de poner en pantalla al trío septuagenario cantando el hit de Technotronic “Pump Up the Jam” es gracioso en sí mismo, estirando el gag más allá del pegadizo estribillo. Y cuando la película mete la baza de la enfermedad degenerativa, el desbarranque es absoluto, a tal punto que el guión, ante la imposibilidad de un auténtico final feliz, lo inventa como un sueño o fantasía para el feliz regreso al hogar del espectador.
El swing no tiene edad Los adultos mayores que solucionan sus problemas con alguna salida original y divertida en una película se han convertido en un buen entretenimiento, y de paso sirven de inspiración. Hay mujeres que posan desnudas para almanaques, o que cultivan marihuana, o como las de este largometraje belga, las hay que forman una banda de música, por solidaridad, y para canalizar sus diferentes estados del espíritu y del cuerpo. Las chicas de la banda comienza con el accidente en el que muere el marido de una de las protagonistas, Magda. El sepelio sirve de excusa para que el hijo que vive lejos venga de visita. Sid no se parece en nada al resto de la familia. No es elegante, ni formal, ni protocolar. Antes de irse, le reprocha a su madre que nunca lo haya ido a visitar después de tantos años. Magda acusa recibo y visita pocos días después a Sid, y descubre que él sigue queriendo triunfar en la música, sin mucha suerte. Un poco por el remordimiento de no haberlo apoyado nunca, y otro poco porque está empezando a experimentar grandes cambios, decide convocar a dos antiguas amigas para formar una banda de música con él. Ellas tres habían tenido un grupo musical cuando eran jóvenes, pero creen estar muy fuera de onda cuando oyen lo que compone Sid: una especie de hip hop mezclado con electrónica. Sin embargo, en el fondo todo es una guerra contra los prejuicios del otro. Las chicas que cantaban Edith Piaf se juntan con el casi DJ y crean algo de él, mientras sacuden su pasión y arreglan y desarreglan varias cosas de sus vidas. Una de las mejores cosas de la película dirigida por Geoffrey Enthoven es la habilidad para dibujar bien a los personajes y sus distintos prejuicios y mostrar como todos luchan para vencer (o no) a algunos. El director logrado una película bastante original, con una banda sonora simpática y rara, en la que la cámara se comporta de manera ordinaria, es decir, casi no se nota, y se limita a mostrar lo que sucede, pues lo más importante del filme está en las situaciones y en el perfil de los personajes. Hablando de estos: mucho swing el de las tres chicas de la banda; también el de Sid, el líder; y el del pianista que quiere conquistar a Magda. Otra cosa positiva es que esas situaciones son muchas veces graciosas. Ver a las tres señoras muy pulcras, paradas frente a sus micrófonos, junto a un cantante que poco más se revuelca en el piso, es una de las tantas. Tal vez el final abra una charla entre dos o más espectadores. Es como si hubieran querido hacerlo diferente dentro de lo diferente, y se hubieran pasado de rosca. Pero no invalida todo lo que se ha vivido durante el visionado previo del filme.
Drama belga con un retrato positivo sobre la vejez. Con mucho más de drama que de comedia, este film aborda la muerte súbita del marido de una mujer de 70 años llamada Claire. Una reflexión sobre la necesidad y la búsqueda de recursos que los seres humanos tienen para sentirse vivos cuando aparece, como en este caso, una situación de duelo. Claire no sólo va a retomar una relación, un poco abandonada, que tiene con uno de sus hijos llamado Sid, (un Hip Hop que nunca ha podido lograr algo importante) a la vez que convencerá a sus dos amigas de toda la vida para que resuciten una banda. El tema es que estas tres mujeres hace casi 43 años tenían una llamada “The Sisters of love”, donde solían cantar temas de Rock and Roll e imitar a Elvis Presley. Sucede que cuando se lo comunica a su hijo, éste acepta la propuesta sólo con la condición de que de haga su música, es decir “al estilo Sid”. El film construye un retrato positivo de lo que podría ser el hecho de regresar en la vejez hacia aquellas cosas, que una vez nos hicieron felices. Muy buenas actuaciones, con un final que se parece mucho a El hijo de la novia, por momentos tierna, aunque los temas son tratados superficialmente, probablemente porque los tiempos se acortan y la conciencia de la muerte es más real. Festivales Selección Oficial Festival de Montreal – Selección Oficial Festival des Films Monde – Selección Oficial Festival Internacional de Manheim-Heidelberg – Selección Oficial Festival Internacional de Palm Springs