Fruto de un proceso de creación colectiva ideado por tres pacientes del hospital neuropsiquiátrico Alejandro Korn, en Melchor Romero, en el que se narra su proceso de externación, este film atípico contó con la colaboración de sanitaristas y profesionales del ámbito teatral y audiovisual. Entre todos supieron armar un relato singular, cargado de aliento poético y al mismo tiempo elocuente, en términos de clarificar el sinuoso tránsito de la cotidianidad en esa institución que, en 2020, cumpliendo con el plan de desinstitucionalización que establece la ley de salud mental, debería cambiar radicalmente su funcionamiento.
Todos los fuegos el fuego ¿Cómo superar una internación psiquiátrica? ¿A qué se aferra una persona después de haber vivido algo tan traumático? Los fuegos internos (2019) indaga en la vida de tres pacientes que con sus propias palabras cuentan cómo el arte fue un vehículo fundamental para su recuperación. “Te puedo contar cómo fue la guerra sin armas” dice uno de los protagonistas de la película dirigida por el cuarteto conformado por Ana Santilli Logo, Laura Lugano, Ayelén Martinez y Malena Battista. Potente arranque de la película que en su gran mayoría es documental pero cuenta con experiencias recreadas de los pacientes antes de su internación. Los veremos en aquellos espacios que sirvieron para canalizar sus sentimientos, ese “fuego interno” al que alude el título de la película. Las realizadoras ponen especial énfasis en la relación entre Germán, Daniel y Miguel y cómo en la amistad también se encuentra la posibilidad de recuperar su vida. Sin caer en la solemnidad, con diálogos que surgen con naturalidad y, sobretodo, sin golpes bajos, Los fuegos internos explora el tema con astucia. La historia de amor que protagoniza Miguel es uno de los momentos más emotivos de la película y demuestra que el cine documental (muchas veces pasado por alto) también es capaz de transmitir emociones y generar empatía con sus protagonistas. Ya sea a través de la poesía, la carpintería, la amistad o un nuevo amor, la esperanza de no caer en la depresión y en la internación es posible. La recuperación no es inalcanzable y la película demuestra que el cine también funciona como canal para expresarse y, de paso, adentrarnos en un mundo del que se habla mucho y se sabe poco.
Es una de los pocos documentales que abordan la locura pero desde el punto de vista de las personas que atravesaron la internación psiquiátrica. Con la dirección de Ana Santilli Lago, Ayelén Martínez, Laura Lugano y Malena Battista, muestran las historias de Daneil, Miguel y Germán, que vivieron en manicomios y que ahora, amigos y sostenedores unos de otros, pueden tener un vida que apela a la poesía, la danza y la posibilidad del amor. Ellos son los que alimentan esos fuegos internos, cuentan cómo fueron abrazados por el delirio, lo que sintieron, lo que supieron dejar atrás. La realización donde cada uno de los internos se interpreta a sí mismo y asumen distintos roles dentro del filme, también se hizo con el Cisne del Arte. Se trata de un espacio de producción en la cultura que trabaja orientado por el psicoanálisis desde el saber hacer de cada persona por la vía del arte y la comunicación. Tiene una doble inserción: por un lado pertenece al Hospital Dr. A. Korn de Melchor Romero y por el otro es un colectivo artístico comunitario. Un documental de ficción realmente conmovedor y bien hecho.
Los insondables laberintos que tiene el cerebro humano, en el que intervienen los sentimientos, la genética y la familia, provocan traumas de distinto tipo, hasta convertirse en su propio enemigo. De eso se trata en éste documental, con tintes de ficción, en el que vemos, desde el lado de los pacientes, cómo son, qué hacen, o sienten, al estar internados en un neuropsiquiátrico, y sus intenciones de evolucionar con el tratamiento hasta poder conseguir la extgernación y vivir en una casa de convivencia. En un trabajo de codirección Ana Santilli Lago, Malena Battista, Laura Lugano y Ayelén Martínez cuentan con la colaboración y participación en el modo de contar, como le dicen ellos, a la “guerra” permanente que significa la lucha interna para alejar a los demonios que los acosan. Son tres pacientes, Daniel Degol, Jorge Deodato y Miguel Godoy, aunque podrían ser muchos más, que ponen el cuerpo y el alma para exponerse sin tapujos frente a una cámara y relatar sus conflictos, padecimientos, y necesidades de mejorar. No sólo cuentan sus propias experiencias sino que además actúan algunas escenas encarnan personajes con otros nombres, donde las directoras, en muchas ocasiones, juegan con las imágenes al hacer movimientos antinaturales o imprimiéndoles algún efecto raro. Por otro lado, les interesa mucho resaltar los elementos circundantes que hacen a la realidad de los protagonistas, al realizar planos detalle de objetos y movimientos de manos, o planos en el que no les interesa mostrar las caras sino los gestos corporales, etc. Suenan unas pocas y lentas canciones siguiendo el mismo ritmo que tiene la película, cuya intención principal es la de resaltar a los tres ejemplos tomados siguiéndolos desde el 2012 hasta la actualidad, para poder observar los resultados de la superación y recuperación de sus vidas, gracias al esfuerzo personal, por sobre todas las cosas.
Ana Santilli Lago, Ayelén Martínez, Laura Lugano, Malena Battista por un lado; Daniel Degol, Miguel Godoy, Jorge Deodato por el otro. Las mujeres se ubicaron detrás de cámara; los varones delante. Juntos filmaron un documental sin precedentes sobre la experiencia de (sobre)vivir en un neuropsiquiátrico y poder dejarlo atrás. Los fuegos internos se titula este largometraje que desembarcó el jueves pasado en el cine Gaumont, después de haber competido en una de las secciones locales del 14° Festival de Cine Latinoamericano de La Plata. A través de sus retratados, las realizadoras ofrecen un conmovedor registro de esa energía humana a veces demoledora, a veces reparadora. El ejercicio colectivo del arte como antídoto contra la locura atraviesa esta obra de una productora de contenidos que explora la relación saludable entre psicoanálisis, cultura y comunicación. En este punto corresponde explicar que El Cisne del Arte es un apéndice del Hospital Dr. Alejandro Korn de Melchor Romero, donde los protagonistas del film compartieron una parte de sus vidas. La amistad entre Daniel, Miguel, Jorge constituye otra arista de esta aproximación a la condición humana cuando se ve arrinconada por la enajenación, el encierro, el aislamiento, la estigmatización social, miedos propios y ajenos. Aunque las circunstancias son radicalmente distintas (¿o no tanto?), algunos espectadores recordamos la experiencia de José Pepe Mujica, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández mientras estuvieron detenidos entre 1973 y 1985, según contó el uruguayo Álvaro Brechner en La noche de 12 años. La autoría compartida de Los fuegos internos desarticula la jerarquía entre sanos y enfermos, un poco como la radio La Colifata en el Borda. Sin dudas estaríamos ante un registro convencional si Santilli Lago, Martínez, Lugano, Battista hubieran llevado adelante un trabajo de campo ortodoxo, concebido para observar y consultar ocasionalmente a los pacientes. Aquí Degol, Godoy, Deodato exponen y resignifican su propia vivencia de in/externación. Al calor de esta recreación amorosa y poética, los protagonistas transmiten el tironeo, que Charly García describió tan bien en Inconsciente colectivo, entre aquella voz que gusta cantar «en los aleros de la mente con las chicharras», y ese transformador «que te consume lo mejor que tenés».
Los fuegos internos. Crítica Película argentina de estilo documental, producida por Laura Lago y protagonizada por Daniel Degol, Jorge Donato, y Miguel Godoy. La historia se centra en tres hombres que padecen problemas de esquizofrenia, relatan cómo salieron adelante a través de talleres artísticos que les facilitaron expresarse para poder adaptarse mejor a la sociedad. La cinta cuenta con estos tres protagonistas que a lo largo de la narración van explicando los motivos por los cuales estuvieron encerrados en manicomios y todo lo que tuvieron que pasar durante su vida en relación a sus respectivas enfermedades. También relatan de qué manera sintieron su paso por las instituciones en donde se encontraban, y como esto los fue cambiando con el pasar del tiempo de una manera que los ayudó para poder salir adelante y llevar una vida normal. Con ayuda de servicios sociales, Daniel, Jorge y Miguel logran ir superando sus miedos e inseguridades para poder realizar las cosas que siempre quisieron hacer. A través de imágenes que van formando al film, los directores de rodaje forman una estructura muy bien lograda en la que se llega a apreciar lo que quieren contar y exactamente de la manera en que quieren hacerlo. El montaje también suma mucho a lo constructivo del relato y construye exitosamente a sus personajes y sus entornos.
EL OTRO LADO Los fuegos internos es una producción colectiva tan intensa como conmovedora por su forma de encarar un tema espinoso con una sensibilidad que demuestra el cariño por sus tres protagonistas, más allá de que el sanatorio Alejandro Korn en Melchor Romero termina siendo un personaje como estructura. La mirada de las cuatro directoras (Ana Santilli Lago, Ayelén Martinez, Laura Lugano y Malena Batista) en su primer emprendimiento cinematográfico indaga en la subjetividad construyendo un relato que representa más que presenta, haciendo de la expresión corporal una herramienta para aproximarse al infierno personal de Daniel, Miguel y Germán, pacientes del hospital que se encuentran en el proceso de salida del manicomio. No todas las vertientes narrativas contribuyen a darle una forma compacta y sólida al documental, que toma elementos del testimonial, no ficción y búsquedas líricas que dan un resultado algo disperso cuando se aleja de sus tres protagonistas excluyentes. Probablemente una vez finalizado el documental el testimonio más resonante sea el de Daniel Degol, que falleció antes del estreno del film y a quien va dedicado en el cierre. Pero no sólo por esta cuestión, sino también porque su búsqueda poética contiene algunos de los segmentos más emotivos. La melancolía de su relato en off expresa tanto dolor como esperanza, y las secuencias con los trabajos de expresión corporal intentan acercarnos al infierno subjetivo que atraviesa, más específicamente un cuadro de esquizofrenia. Los testimonios de Miguel y Germán no son menos intensos pero resuenan de forma distinta a lo largo del documental, en parte también gracias al atisbo a la obra de Degol cuyos versos aparecen esporádicamente como separadores. El eco de los versos de sus poemas es particularmente desolador una vez que el final resignifica el valor de esos segmentos. Sin embargo el documental no deja de ser un valioso testimonio en su conjunto del proceso de desmanicomialización, un tema muy debatido en el campo de la salud mental que se aborda no sólo desde la experiencia de los tres protagonistas, sino también a través de la exposición de profesionales y pacientes en un programa radial. Los fuegos internos muestra cómo resulta el proceso de retorno a la comunidad tras el encierro en una institución con una mirada tan aguda como sensible, pero predomina el intento de aproximarnos a la subjetividad de los protagonistas antes que la exposición de la cotidianeidad. No todos estos aproximamientos resultan igual de efectivos: demostrar la aparición de “Jesús” ante un paciente que padece delirios en una secuencia puede resultar un subrayado que no aporta demasiado a la narración. Distintos son los planos que se pierden en las texturas de los muros del hospicio, que tienen una búsqueda poética a través del montaje de encuadres cerrados que dan siempre la idea de encierro. Estos definitivamente actúan como un complemento de la experiencia subjetiva de los tres protagonistas, incluso cuando esto resulta apenas un flashback: allí está la herida. Conmovedor y agudo por sus observaciones precisas a través de la experiencia de sus tres protagonistas, Los fuegos internos es un documental sólido a pesar de que no profundiza en algunas de las muchas facetas que abre en la narración de su problemática. Sin embargo, resuena por la calidez de sus testimonios y la mirada del colectivo de directoras.
Hecha de manera colectiva bajo la dirección de Ana Santilli Lago, Ayelen Martinez, Laura Lugano y Malena Battista, Los fuegos internos es un documental que aborda la locura desde adentro y sin caer en la romantización. “Cuando yo me sacaba la ropa, creía que era invisible”, trata de explicar uno de los protagonistas de Los fuegos internos lo que le pasa por la cabeza cuando uno desde afuera sólo ve a un loco desnudo. En este documental también hay escenas ficcionalizadas protagonizadas por ellos mismos, tres amigos que se conocieron tras una internación psiquiátrica. Así, se nos permite introducirnos en la cabeza de personas que tienen en común la estadía en el Hospital Alejandro Korn de Melchor Romero y salen al mundo como pueden, de a poco, acompañados. Los fuegos internos está narrada de manera poética pero no retrata la locura como algo romántico sino que intenta hacerlo desde las entrañas. Las vidas de los protagonistas las narran ellos y actúan alguna escena en particular, por ejemplo el momento en que uno de ellos conoce a la mujer con la cual se terminará casando. A lo largo del documental se los ve intentando explicar lo que les pasa o sienten, en actividades como las de un taller de escritura del que puede salir un libro, o compartiendo mates mientras debaten sobre asumir responsabilidades. Tampoco se le escapa una de las cuestiones principales: el rol que el Estado ocupa (o no) al respecto. Sin ponerse en rol de denuncia es inevitable que aparezca esta arista. “Más que pedir ayuda, dejarse ayudar”, es una de las reflexiones que terminan de cerrar este singular y sentido retrato sobre una temática todavía poco visible que intenta mostrar un poco de este mundo entre los delirios, las alegrías y las tristezas, sin romantizar ni estigmatizar.
La locura como nunca antes se vio en el cine. Interesante documental, creación colectiva que...
La importancia de la salud mental Los fuegos internos indaga en la vida de tres pacientes que vivieron una internación psiquiátrica y cuentan desde su lugar la importancia del arte en su recuperación. Este documental con algunas interrupciones actuadas sirve para ver una vida y un espacio que se mantiene oculto, el del enfermo psiquiátrico. El “fuego interno” al que alude el titulo de la película refiere a la forma en que los pacientes pudieron canalizar sus sentimientos de distintas formas intentando recuperar sus vidas. La película tiene momentos emotivos, dramáticos pero también algunas escenas simpáticas donde vemos relacionarse a los protagonistas de una forma particular. La poesía, la carpintería se vuelven las acciones centrales de los protagonistas que buscan ver el sentido de la vida desde otros ojos. El documental podría sobrevivir sin las interrupciones ficcionales. Las actuaciones de los protagonistas sacan al espectador de esa relación que crea el documental para mostrarse de otra forma sin justificación aparente. Podemos destacar el tratamiento de un tema tan sensible y la mirada desde un lugar distinto, pero en algunos puntos el documental se vuelve repetitivo y lento. Los fuegos internos le puede servir a alguien que esté en una situación psiquiátrica compleja y necesite ver la realidad de otros pacientes para no sentirse solo. El arte siempre nos va a salvar.
“Los Fuegos Internos” parte de una idea del Cisne del Arte, un colectivo de producción interdisciplinaria de objetos artísticos y comunicacionales en relación con la salud mental; que funciona en el marco del Servicio de Rehabilitación del Hospital Dr. A. Korn. Dentro de sus variados procesos, en esta ocasión, elijen contar una historia mediante el lenguaje audiovisual partiendo de una construcción colectiva del guión. El mismo surge desde distintos talleres realizados con los protagonistas de esta historia, quienes participaron de la escritura acerca de lo que desean contar de sus historias y del funcionamiento del hospital en dónde se encuentran confinados. Llevado a cabo íntegramente en La Plata y sus alrededores, la idea data de fines del 2012 y el metraje que compone el film fue rodado en 2013. Este proceso colectivo respeta la perspectiva de los protagonistas y sus vivencias: relatada por los mismos internos del hospital (el mencionado nosocomio platense), cuenta una historia de amistad entre tres personas desde la subjetividad de la primera persona. Aspecto crítico que demanda al sujeto emocionalmente, circunstancia ante lo cual resulta pertinente trabajar la distancia emotiva de una construcción narrativa que, si bien se basa en hechos verídicos, el dispositivo audiovisual lo convierte en ficción. Cabe aclarar, que los internos tienen experiencia dentro del trabajo artístico -en artes literarias, musicales y de la comunicación radial-, no obstante se potencia lo estrictamente cinematográfico de cada historia; también haciendo hincapié en la espontaneidad del relato y en el lenguaje de la expresión corporal, más que en el esquema de representar un acto concreto. Oportuno resulta mencionar el libro ‘Conversaciones con Enrique Pichón Riviere (sobre el arte y la locura)’ de Vicente Zito Lema. Más precisamente, en el capítulo VIII autor e interlocutor abordan la problemática de la amplitud creativa, el arte y la locura, posicionándose en la impar figura de Antonin Artaud y su crisis espiritual. Riviere decía que ‘Artaud no es poeta por su demencia. Él es poeta pese a su demencia, luchando, a su manera contra ella. La alienación deteriora, imposibilita la verdadera creación. La poesía, en Artaud, es su unión con los hombres. La enfermedad es lo que lo aleja, y lo destruye’. A propósito de lo cual, podemos trazar un paralelo con el presente documental dirigido en co-autoría por Ana Santilli Lago, Malena Battista, Ayelén Martínez y Laura Lugano: “Los Fuegos Internos” nos trae historias inspiradoras que nos sensibilizan sobre realidades que vive el campo de la salud mental. Su visionado, también resulta un llamado de atención -y la atenta escucha acerca de una verdad dispuesta a ser compartida- para aquella sociedad los ha estigmatizado, del modo más condenable, inhumano e insensible, con la palabra ‘locos’.