Marmaduke es un Gran Danes muy especial: vive con una familia tipo la cual por cuestiones laborales se muda de Texas a la soleada California y es el protagonista de esta comedia romántica adolescente estadounidense trasladada al mundo perruno. Cuando el film logra arrancar media sonrisa es cuando el doblaje nos juega esa mala pasada : chido grita el gato Carlos , la otra adorable mascota de la familia y es que parte de la gracia es escuchar las voces de O Wilson , George Lopez y Fergie (?) que aquí se pierden . Tom Dey, director de películas como Novia por Contrato (2006) y Shanghai Kid (2000) revive al perro que creo Brad Anderson para una tira cómica de periódico estadounidense y que tuvo cierta popularidad alla por el año `54. En este film Marmaduke frecuenta el “Parque Ladridos” donde forma parte del grupo de los corrientes queriendo encajar con los Pedigrees, que vendrían a ser los populares, cuando se enamora de la novia del líder. La combinación live action / animation esta muy bien lograda , el film esta orientado a un publico infantil no muy exigente: hay caídas, algún que otro numerito musical y un chiste escatologico que se repite, con cero guiño para el publico adulto.
Otra de perritos que hablan Todos los años Hollywood hace una estupidez como ésta. Perros que hablan, se disfrazan, se enamoran, son las repetitivas gracias de un género que no aporta nada nuevo desde que el cine es cine. Marmaduke (2010) no es la excepción. Aquí el perrito sigue el comportamiento de un adolescente que no puede manejar su cuerpo. Marmaduke es un perro adorado por su familia. Por cuestiones laborales del padre deberán mudarse todos de Kansas a California y el can deberá sortear las dificultades de adaptación que le imponen su cuerpo y sus nuevos amigos. Los cambios hormonales en la adolescencia traen grandes trastornos de conducta a un adolescente y, en consecuencia, a su familia. Aquí estas características las tiene el perro Marmaduke, que quiere ser cool y no juntarse con los perritos nerds, salir con la perrita linda del grupo, hacer fiestas en casa de sus padres (de sus dueños), enfrentar al líder de la banda del parque, etc, etc, etc. No es que haya que ser muy inteligente para interpretar semejante paralelismo. En el comienzo del film un adolescente sufre estos problemas corporales (el chico es alto en comparación al resto) y las obvias consecuencias. Luego vemos que la voz over (voz relatora) no pertenece al adolescente sino a un Gran Danes, raza grande si las hay, que tiene los mismo problemas que el niño. Ese perro es Marmaduke y allí empieza la previsible historia. La apuesta es entonces trasponer la comedia adolescente de preparatoria -mezclada con comedia familiar- a un perro, donde la familia mantiene el lugar sagrado de contención para el ser problemático, sea quien sea, incluso el cuadrúpedo. El personaje de Marmaduke surge de las tiras cómicas del mismo nombre, ahora llevado a la pantalla grande. Se agregan a las tomas de riesgo, efectos especiales que digitalizan al perro en una figura similar a la versión fílmica de Scooby-Doo o Garfield. Es decir, el muñeco tridimensional no alcanza la fluidez visual para no distinguirse del perro real. Tal vez, con mayor esmero, se hubiera prefigurado un producto al menos digno.
Perro que habla no muerde El especialista en comedias Tom Dey (Showtime, Shanghai Noon) transita nuevamente por el género con este producto dirigido a la familia y con un perro parlante, el Gran Danés que da título al film. Atrás quedaron estrellas como Lassie, Benji, Buddy y Un chihuahua en Beverly Hills y abordar un relato contado desde el puntro de vista de un can no parece entregar nada original. Sin embargo, Marmaduke (se estrena en Argentina en su versión doblada al castellano, sin la posibilidad de escuchar las voces de Owen Wilson como el protagonista o de Kiefer Sutherland, como el villano Bosco) sortea las situaciones esquemáticas del guión y logra entretener con sus ladridos made in Hollywood. El can adolescente y parlanchín, de tamaño enorme, intenta encontrar su lugar en el mundo cuando su familia se muda de Kansas a California y le "entrega" un verdadero paraíso terrenal. Claro que el lugar tiene sus reglas y está dominado por las peleas territoriales generadas entre dos bandos: los perros elegantes y los callejeros. Simpatizar con la novia del enemigo genera roces, al igual que las fiestas en las que particpan perros de todas las razas. Marmaduke es nuevo en el vecindario (al igual que su familia) y debe adecuarse a las reglas del nuevo espacio que le prometen sus amos, especialmente el padre de la familia. Sin desbordes, entre bailes (animados con técnicas de CGI), diálogos perrunos bien resueltos y peligros que lo esperan en los acueductos, el film ladra y captura la atención infantil.
Comedia familiar y perruna, Marmaduke está incluida dentro de una tendencia en la cual los animales están representados de manera realista, como si todo el film estuviera rodado en acción viva. Quizás el film que inauguró esta impronta sea Como Perros y Gatos, mientras que Un Chihuahua de Beverly Hills y Santa Buddies son otras películas que apelan a este formato. Precisamente Como Perros y Gatos está estrenando su continuación en unas semanas y Marmaduke seguramente aspirará también a tener su propia saga, pese a su escasa originalidad (también hay un gato parlanchín, por ejemplo). Aunque hay que aclarar que el film está basado en un comic creado en 1954, que alcanzó una gran popularidad en muchos países que reproducen la tira en sus diarios. La historieta retrata a un enorme Gran Danés con el nombre que le da título al film, que vive con una familia a la que somete a graciosos desastres. La adaptación busca caminos dentro de este esquema e incluye una verdadera jauría de personajes que le dan cierta gracia a algunas situaciones, aunque los que realmente se pueden divertir medianamente son niños de cinco a diez años y adultos que amen demasiado a los canes y sus distintas razas.
Aventuras repetidas con perros parlantes Poca originalidad y destreza canina en Marmaduke La Argentina no figura entre la veintena de países a los que se exportó con éxito la tira cómica protagonizada por el perro Marmaduke. Las aventuras de este gran danés eternamente incapaz de obedecer las órdenes de su dueño conservan su vigencia después de medio siglo y se siguen publicando en Estados Unidos -su lugar de origen- y otros 20 países. Esa falta de familiaridad se compensa con la condición que caracteriza a Marmaduke en su salto a la pantalla grande. Como otros recientes animales de película, el mastodóntico y siempre despistado can habla y se hace entender con sus pares de distintas razas. Hay un breve y alentador prólogo que insinúa con seres humanos algunas de las potenciales situaciones de comedia que se abren alrededor de un personaje de las dimensiones de Marmaduke cuando entra en colisión con su entorno. Pero lo que llega después es un desfile de lugares comunes, oposiciones elementales y propósitos aleccionadores. Marmaduke vive en el hogar de los Winslow, una familia prototípica con tres hijos que encuentra la posibilidad del crecimiento profesional cuando el padre -experto en marketing de alimento para mascotas- recibe una invitación para dejar la provinciana Kansas y mudarse a Los Angeles. El nuevo hogar resulta en los papeles tan acogedor como el amplio espacio laboral. El señor Winslow puede compartir las horas de trabajo en un amplio jardín con su mascota, que no tardará en interactuar -y, de paso, meterse en problemas- con toda clase de canes. Mientras su dueño descuida a la familia por atender en exceso el trabajo, el perrazo elige a los amigos equivocados y queda prendado por Jezebel, la bella émula de Lassie que es pareja del macho alfa de la jauría, dejando de lado a una confiable ejemplar de menor pedigrí. Como se precia en estos casos -trajinados hasta el hartazgo-, el deslumbramiento lleva primero a la frustración, después al dolor de la pérdida y por último a la redención. Todo para mostrar cómo los adiestrados canes pueden representar y verbalizar comportamientos humanos, lo cual torna las cosas más absurdas. La módica anécdota se resuelve con una sensación constante de historia ya vista. Y si por momentos el genuino entretenimiento asoma la cabeza -aunque la versión doblada impide disfrutar de las voces y algunos chistes de grandes comediantes como Owen Wilson, George Lopez y Steve Coogan- es porque los únicos verdaderos triunfadores de este film son los 30 entrenadores de canes que figuran en los créditos finales. Gracias a ellos, las mascotas consiguen algunos momentos de lucimiento y, de paso, dejan al descubierto el desgano con el que los actores de carne y hueso asumieron este compromiso.
Una historia predecible "Marmaduke" no aporta demasiado. La dirige Tom Dey. Si Hoollywood parecía haber agotado las historias de secundaria, con ganadores y perdedores, con fiestas "cool" a las cuales es difícil pertenecer, con antihéroe de preparatoria que intenta volverse popular para conquistar a la linda del lugar, Marmaduke representa otra opción: que todo eso le suceda a un gran danés y otros perros, tan parlanchines como él. En realidad la película supone el salto al cine de una famosa tira cómica de los años 50 creada por Brad Anderson y Phil Leeming. Esta historieta seguía las aventuras de un perro llamado Marmaduke que hacía las delicias de sus lectores, complicando la vida de la familia con la que vivía. El espíritu de la tira parece lograrse en los primeros 10 minutos de la película cuando el propio Marmaduke esboza un cuadro de situación presentando su vida con la familia Winslow: madre ama de casa, tres hijos y padre experto en marketing de alimento de mascotas. Puede resultar simpático conocer el punto de vista de un perro que plantea que en realidad es él quien saca a pasear a sus dueños para ayudarlos a ejercitarse o cuenta cómo la única manera de soportar el odiado baño semanal es salir corriendo mojado por toda la casa, para agregarle diversión. Sin embargo con la mudanza de la familia a la costa oeste, a Los Angeles -en busca de mejores horizontes profesionales para el padre-, la historia se instalará en el lugar común y en una especie de obsesión, la de hacerle hacer a los perros cosas de humanos: perros con anteojos de sol, perros "pinchando" discos, perros surfeando olas, perros cantando canciones de cuna a sus dueños. Con la trama encausada hacia las rivalidades entre las distintas bandas de perritos que conviven en una plaza (los ganadores son los que tienen pedigrí, los loosers, los perros "comunes"), la historia se vuelve absolutamente predecible: no falta la fiesta descontrolada que organiza Marmaduke para ganarse la simpatía de sus rivales, el ascenso y caída del protagonista canino y su posterior huida pensando que nadie lo quiere. Ni el consabido encuentro con un viejo perro sabio que le aconseja que vuelva a su casa. Así las cosas, la película puede resultar graciosa para chicos de 5 a 10 años, porque hay gags que están logrados, gracias al adiestramiento de los animales protagonistas. Aunque, algunas escenas puedan resultar quizás algo atemorizantes para los más chiquitos, por su tono realista, como cuando el perro patotero atemoriza a Marmaduke. No será sólo Marmaduke quien aprenda la lección. Su dueño, enfrascado en la búsqueda de ascenso social durante buena parte del filme, también tendrá la propia: ¡lo importante es la familia!
Llamen urgente a la perrera. Parece que nos invaden los perros. Hay perros que ladran y muerden. Hay perros que esperan, que aguantan,que aman, que añoran; por todos lados, perros. Se multiplican en el cine como los superhéroes o ciertas figuras legendarias de la literatura de aventuras. Los defienden Oscar Wilde, Nietzsche, D.H. Lawrence. Fernando Vallejo le da a su perra besos de amor interminables y después le lava los dientes. Allá ellos. Baruch Spinoza, en cambio, no los defendía ni justificaba en absoluto. Pero no tenía que escribir sobre películas. A mí, que no me conmueven ni medio las mascotas, que no me importan nada, en suma, me toca comentar andazas de perros en la pantalla grande. Qué vida de perros. En la Argentina no tenemos Marmaduke con las voces de actores norteamericanos originales sino que los ventrílocuos son otros, mucho menos célebres, con voces anónimas que salen de las bocas dentadas de los cánidos. Los perros hablan hasta por los codos, acá. Marmaduke se llama el Gran Danés que le da su nombre a la película. Un poco tosco, un poco palurdo, un poco provinciano. Habla con complicidad a cámara en un pasable castellano y desliza incluso algunas frases metadiscursivas. Dice, por ejemplo, canchero: “Y ahora: fundido a negro”. O le presenta al espectador los integrantes de la familia de humanos con la que vive, que no se enteran de que están siendo presentados. Después, como al hombre de la casa le ofrecieron un trabajo nuevo, mira por televisión Orange County al lado del gato para interiorizarse acerca del lugar al que la familia está a punto de mudarse con mascotas y todo y lo comenta. Pero guarda, que el lenguaje perruno (en verdad una especie de esperanto, porque les permite entenderse a todas las razas de perros entre sí, y además incluye a los gatos) no se compone de ladridos que el artilugio del cine traduce para beneficio de su fábula. Ladrido y habla están perfectamente bien diferenciados en el mundo según Marmaduke. Y el primero no se sabe bien para qué lo usan estos canes endemoniados de la película. Lo raro es que cuando están con algún humano y hablan a cámara (sólo oyen el espectador u otros animales, como quedó dicho) a nadie le llama la atención que estén moviendo la boca como locos sin emitir sonido alguno. Al principio nomás, la película sugiere una pista de lectura posible con la descripción codificada que se hace del ambiente de la escuela preparatoria, que incluye a sus matones deportistas y sus chicos tímidos a punto de ser golpeados junto a la fila de lockers. El perro se compara con el humano, debemos entender. El perro debe sobrevivir a un ambiente hostil en el que es mirado como pajuerano. Enseguida, la película sube la apuesta, y a las dificultades del animal se le agregan en paralelo las del atribulado padre de familia, que debe lidiar con su nuevo empleo y descuida por ello a su mujer y a sus hijos. Marmaduke, la película, no se ahorra la torpeza absoluta en el diseño de personajes y situaciones, ni tampoco la mala conciencia que hace que, al final, toda diferencia quede abolida cuando los perros chetos, de pedigree, conviven en una horrible danza de movimientos robóticos con sus colegas cabecitas negras (los “corrientes”, dice la deficiente traducción). Marmaduke es Gran Danés, pero el nuevo jefe de su dueño le ha mirado los dientes y ha dictaminado que no es del todo puro. Por lo que a nuestro perro le toca ser el artífice último de ese paisaje falsamente integrado del final: es él quien opera a modo de nexo entre dos mundos que hasta ayer no pensaban reconciliarse. Con su puerilidad y su absoluta falta de ingenio y gracia para la comicidad (cuya idea parece reducirse a flatulencias caninas y a tropiezos y caídas humanos varios) la película no termina de ser cine pero tampoco se sabe con exactitud qué es. ¿Se trata de un espectáculo concebido para niños muy pequeños? Esperemos que no, pero me declaro incompetente para dilucidarlo.
Si hago un análisis más riguroso de la película puedo decir que no aporta nada nuevo a este subgénero de animales que hablan, que la historia es previsible, que es más de lo mismo, etc., etc. Pero como a mí no me gusta orientar al espectador haciendo críticas de películas como si las analizara para...
Marmanduke es el perro de la familia Winslow, quienes por razones laborales deja el Estado de Kansas para mudarse a un confortable hogar en California, traslado que sólo parece satisfacer al padre de familia, y a su perro, quien cree tener la posibilidad de empezar de nuevo ; aunque no pierde su esencia de meterse en problemas. Por momentos el espectador tiende a olvidar que Marmanduke es un Gran Danés, pues deja de ser sólo un perro para pasar a ser un adolescente con sus típicos problemas… Intentar encajar en un grupo, conseguir una chica bonita y mantener siempre la atención de sus padres. La realización no deja de contar con una historia romántica, momentos de aventura y diversión para su mundo perruno. “Marmanduke” es sólo una producción más con perros parlantes, no aporta nada nuevo, o distinto, a cuanto hemos visto con anterioridad, pero aún así la historia resulta llevadera y entretenida merced a un guión amable y una realización fluida aunque rutinaria, aportando a la cartelera un entretenimiento atendible sugerido para chicos de tres a doce años.