Folclore y fantasía Mi mamá Lora (2016) juega con el género fantástico pero además construye, desde el costumbrismo, un film apto para todo público en el sentido amplio del término, al incluir a los niños y adultos en una clásica historia de búsqueda y aventuras. Juana cumple años y su familia tiene un secreto que quiere contarle. Pero al revelarlo también exponen una realidad que perjudica a algunos de ellos y deciden mantenerlo aún en silencio. Un día, cuando Juana regresa del colegio, encuentra una lora sin sospechar que se trata de su madre. El universo secreto de animales y magia explota en la casa. Entre ese mundo infantil, con juegos, reclamos, bromas pesadas y lugares comunes con los que se traza la vida escolar, hay una mirada profunda sobre el misticismo que rodea la transformación en animal de la madre y un libro que contiene las historias de todos aquellos familiares que también han cambiados de un día para otro su fisonomía. El film, dividido en dos etapas diferenciadas entre sí, busca primero construir el marco narrativo para que la idea de fábula repercuta positivamente en el relato, y luego avanzar con la imperiosa necesidad de buscar una solución al cambio de la madre en lora y los villanos que aparecen para impedir esto. La estructura narrativa clásica, y la minuciosa descripción que se realiza sobre los personajes, dota al film de una familiaridad que repercute positivamente en el verosímil que desea construir y afirmar. Además, la banda sonora, emotiva y simple, de Yair Hilal, crea la atmósfera necesaria para que lo fantástico del relato, desde la mirada antropológica y folclórica del tema, sea naturalizado y encarnado en el personaje de la abuela, quien lidera la ancestral transformación de la familia en animales. El director Martín Musarra deposita la mirada en las relaciones en las que siempre, alguna de las partes, afecta a la otra escondiendo verdades y ocultándose del resto de los integrantes. Mi mamá Lora es un film que bucea en el mundo familiar e infantil para volcar ideas sobre el trabajo en equipo, la lealtad, y la amistad, pero también para jugar con el límite del género en el cual se inscribe. Mención especial a la cuidada incorporación de animación en los títulos y la secuencia de cierre, que agregan el colorido necesario para que esta historia de una niña y su madre lora pueda reforzar su propuesta con una mirada particular y única en el reciente cine argentino.
Una historia para niños, dirigida por Martín Musarra que con creatividad y poco presupuesto elude los efectos especiales e inscribe su relato en el litoral argentino con una cuota de magia: la historia de una familia muy especial que tiene la cualidad de transformarse en animales y después con un conjuro retornar a su forma humana. Una niña de 11 años que descubre que su mama se transformó en una lora en un momento de stress, recurre a su tío, a su abuela y a un grupo de amigos para lograr que en el plazo de tres días, su mama vuelva a ser una mujer y no un pájaro. Con buenas ideas que van a favor de quebrar estereotipos sobre belleza, roles, poderes, y a hurgar en nuestras leyendas mas que en modelos extraños, el film tiene su debilidad en el tema actoral y el ritmo pero es de una buena iniciativa.
La ópera prima de Martín Musarra, "Mi mamá Lora", resulta un hallazgo al presentar un elemento completamente fantástico dentro de un ambiente habitual y salir más que airoso del desafío. La familia de Juana (Valentina Marcone) es una familia como cualquier otra, con sus costumbres, rutinas, y valores; salvo por un pequeño detalle, que ella, casi accidentalmente, está por descubrir. Argentina tiene una más que interesante herencia en lo que a cine infantil se refiere. A diferencia de otros géneros, (casi) siempre se diferenció por trasladar a la pantalla raíces propias, marcar la diferencia con lo que puede ser un mercado global, llevando una narrativa con el peso de nuestra idiosincrasia. "Mi mamá lora" cuenta una historia fantástica, pero el modo y el ámbito en el que lo hace es ineludiblemente local. Conocemos a Juana, que acaba de cumplir once años y su familia sabe que tiene que revelarle un secreto oculto. Pero temen hacerlo por las graves consecuencias que puede acarrear, por lo que siguen ocultándolo. Esa decisión de mantener el secreto culminará cuando Juana descubra una lora, y resulte que esa lora no es más ni menos que su madre Ana (Natalia Señorales) transformada en el ave. Desde ese momento, un mundo nuevo se abre frente a la niña que comprenderá que su familia viene de un legado ancestral que le permite a sus miembros convertirse en animales. Pero eso no es todo, Juana contará con tres días para ayudar a su madre a volver a su forma humana, y para colmo hay un grupo de villanos que quieren impedir ese cometido. Si así leído puede sonar disparatado, el gran logro del film de Musarra es la naturalidad con la que asume su veta fantástica. En medio de la vida normal de una nena de once años, con todo lo que eso implica, sucede este hecho extraordinario, que sí, altera el eje, pero no varía su forma de ser y relacionarse con el entorno. "Mi mamá Lora" nunca olvida que su protagonista tiene once años, y que a esa edad, lo que nos rodea se ve desde una óptica diferente. No lleva la acción a un plano adulto, ni maneja una idealización que impediría la identificación. El término a utilizar quizás sea el del realismo mágico. También posee la virtud de abordar el género sin subestimarlo, si bien se trata de una comedia, y la atraviesa una fábula con moraleja(s) incluida, no trata al público al que se dirige como si fuesen seres con capacidades de comprensión diferentes o menores. El desarrollo va a atrapar a los niños, pero también a los adultos que acompañen, o por qué no, se decidan a ir solos. Tanto en el guion de las también debutantes Paula Mastellone y Diana Russo, como en la dirección de Musarra, el ritmo no decae, siempre hay algo que despierta nuestra interés, y aunque el clima derive en lo paródico propio del género infantil, nunca parece ser abordado a la ligera. Con apenas ochenta minutos de duración, no obstante, hay el tiempo necesario para la presentación de escena y desarrollo de personajes, todos con motivaciones entendibles. Cuando el film se plague de animales, la incorporación habrá sido tan lógica que creeremos su verosímil. Sin manejar un gran presupuesto, la fotografía de Cristian Ferreira Da Cámara aprovechando los escenarios naturales del litoral, sumada a la suave música de Yair Hilal, crearán el clima adecuado para que este film transmita belleza pacífica. La incorporación de animación similar a la de los libros de cuentos clásicos, también calza a la perfección y se amalgama con soltura a la acción real. Todo es simpatía alrededor, con buenos mensajes de compañerismo y familiaridad, y una transición que no traiciona al género. Acogedora, Mi mamá lora es una gran sorpresa de cartelera, Musarra da comienzo a su filmografía con un film diferente a la vez que tradicional, autóctono y enternecedor. Una propuesta para todas las edades de la que nadie saldrá descontento.
Hace un año comenzó su peregrinación por festivales alrededor del mundo y finalmente Mi Mamá Lora, la ópera prima de Martín Musarra, debuta en las salas locales. Con una apuesta al realismo mágico, minimalista y rebosante de mensajes positivos, la película infantil nunca prolonga su estadía mas de lo necesario para contar una hermosa fábula. Basada en una historia de Paula Mastellone y Diana Russo, tiene en su epicentro narrativo a la pequeña Juana (Valentina Marcone, en un debut para el aplauso), una precoz niña de 11 años cuyo ámbito familiar le ha quedado pequeño. Rodeada de sus amorosos padres, su extravagante tío y su adorable abuela, ella cumple años envuelta de afecto pero con un aura de tristeza. No puede escapar del yugo de su controladora madre, quien por puro temor no la deja relacionarse con sus compañeros de clase, dado que la familia esconde un secreto importante: pueden convertirse en animales. Esta magnífica pero a la vez devastadora revelación llega en un momento cúlmine al seno familiar, cuando la matriarca deje paso a sus nervios al ver a su hija crecer y se transforme en un bello loro verde, quizás para siempre. Este detalle le aporta un halo mágico a la película, que durante 80 minutos emprende una aventura única para Juana, el resto de su familia y sus compañeros, que se unen a la travesía para rescatar a la madre de la joven. Filmada íntegramente en Concordia, Entre Ríos, nunca pierde el norte en cuanto a los valores que gusta representar. Los lazos familiares, la amistad, el mensaje anti-bullying, la aceptación, el crecimiento de los hijos, todo forma un cóctel que traspasa los límites del género infantil y se convierte en un proyecto para toda la familia. En una época en la que toda producción para la platea menor son puros efectos computarizados, es refrescante encontrar una propuesta que conserve los pies plantados en el suelo. Ahí donde las claras barreras técnicas se hacen notar, Musarra le escapa a dichos obstáculos con astucia y buen tino. Mi mamá Lora es una combinación estimulante de preciosidad narrativa, pericia en la dirección, excelente ambientación musical e inventiva en la historia. Pasará desapercibida con el aluvión de proposiciones infantiles y productos comerciales destinados a vender merchandising, pero como representante latinoamericana del género es para aplaudir de pie su osadía de crear tanto con recursos tan económicos.
BUSCANDO UN CINE INFANTIL EN EL LITORAL Es el cumpleaños número 11 de Juana y su entorno familiar le esconde algo, le quieren contar pero no tienen la oportunidad. La niña quiere irse de campamento, su madre se niega a firmar el permiso, su padre lo hace y se va por unos días; la madre finalmente acepta y cuando firma, el secreto familiar se devela. Los integrantes de la familia pueden convertirse en animales: su mamá ahora es una lora y Juana tendrá que lograr que cambie su forma en 72 horas si no quedará así para siempre. Este cuento o leyenda que parece venir del Litoral le da a Mi mamá lora un toque original, donde el personaje principal y algunos niños hablan con tonada, mostrando otra imagen que no es tan común en el cine argentino más arraigado en Buenos Aires y posiciona a la película en un lugar distinto, corrido de la media de estrenos nacionales. El film tiene un arranque bastante interesante a partir de cómo establece su premisa, pero es en el nudo donde encuentra problemas: la narración se vuelve lenta, algo pesada en su desarrollo y algunos personajes sobre-explican mucho (el malo de la película, por así denominarlo), redundando en unos cuantos pasajes y restando la fluidez que este tipo de cine infantil necesita. Llegando al final, Mi mamá lora consigue volver a encarrilarse, logrando entretener y haciendo funcionar de la manera apropiada unos cuantos chistes. Vale la pena rescatar el jugarse por hacer cine infantil, en un contexto como el argentino, que no tiene una mirada muy puesta en ese público.
Es común enterarnos de que hay familias en apariencia “normales” pero que, en realidad, son todo lo contrario porque ocultan algo importante o vergonzoso. Con ese conocimiento popular el director Martín Musarra, en su ópera prima, nos introduce en el mundo fantástico y fantasioso que tiene la cinematografía. A través de unos dibujos de distintos animales nos traslada hacia la ciudad entrerriana de Concordia, donde se realizó este film. Allí, en el cumpleaños de Juana (Valentina Marcone) el tema central del que se habla en la reunión con su pequeña familia es el deseo de ella de ir al campamento con sus compañeros del colegio, porque su madre Ana (Natalia Señorales) se opone y su padre, Tomás (Adrián Garavano), está a favor de su hija. Pero la sobreprotección es muy fuerte y tiene su razón de ser. El motivo de tal comportamiento es que la rama materna de la familia, encabezada por la abuela Rita (Silvia Zerbini), se convierte en algún animal predeterminado, generalmente, cuando se enfrenta a algún problema, y tiene luego de esa transformación 72 horas para retornar a su condición anterior. Tomás no sabe nada de este hecho, y Ana tampoco. Pero, su madre, con un desbalance emocional fuerte, por primera vez se vuelve una lora. A partir de aquí comienza la aventura. Ana acepta inmediatamente esta realidad, no la discute ni la cuestiona, y tampoco se victimiza con su mala suerte, simplemente le pide ayuda a su tío Beto (Gabriel Páez) para que anule el hechizo, pues su padre está en viaje de negocios, pero él es atolondrado, dubitativo y no sabe cómo. La película está narrada en un tono muy infantil, a los malos que se tiene que enfrentar la protagonista, no lo son tanto. Los momentos de tensión no se sostienen un tiempo prudencial para generar expectativa, enseguida se resuelve la situación. Hay escenas bien logradas, con diálogos en su justa medida, y en otras situaciones ambos están fuera de timing. También hay frases o palabras que se reiteran, entorpeciendo el desarrollo del relato. Por otro lado, las actuaciones dejan mucho que desear. Tal vez, por intentar ser tan amables o simpáticos con el espectador no explotan su potencial. Crear un verosímil, como en este caso, tiene que tener una gran precisión en todos los aspectos de la producción, porque si algo falla, arrastra a todo lo demás hacia el precipicio, perjudicando notoriamente el esfuerzo de tantas personas. Se queda en las buenas intenciones, pero con eso sólo no alcanza.
Es una historia sencilla, tierna, tiene mucho humor, apta para un público al que le agrade la fantasía, la aventura y la magia. Ideal para soñadores. Cuenta con una buena banda sonora que le ofrece en algunos pasajes mayor emoción, además contiene una buena y colorida animación.