En su momento, el hecho conmovió a todo el mundo. Doce niños y su entrenador de fútbol quedaron atrapados en una cueva en Tailandia, y el rescate se prolongó durante días, al comienzo sin saber si se encontraban o no con vida. No fue hace tanto. El sábado 23 de junio de 2018 entraron y no pudieron salir. Fueron 18 días de angustia los que se vivieron para rescatar a Los jabalíes, como se conocía al equipo de fútbol. Milagro en la cueva, que se filmó a la brevedad y tuvo su premiere en 2019, sigue una estructura básica: los chicos jugando en una cancha, ingresando a la cueva, el encierro y el mítico rescate (con el título Milagro en la cueva no hay manera de evitar el spoiler) del que participaron rescatistas de todo el mundo. Es que cuando los primeros socorristas pudieron llegar a tomar contacto con el entrenador y la docena de chicos de entre 11 y 16 años, ya llevaban diez días sin comida. Y como el nivel de oxígeno disminuía cada hora más -llegó a un 15%-, había que sacarlos de allí lo antes posible. Las condiciones climáticas no ayudaban: si las lluvias habían hecho que quedaran encerrados, el pronóstico no era alentador, porque era época de monzones y se acercaba otro temporal. Relato de supervivencia Es un relato de supervivencia, sí, pero no como el de la reciente Dos contra el hielo, estrenada en Netflix. La película no les da tanta preponderancia a los chicos y su entrenador, sino que prefiere seguir la vida y el accionar de los socorristas, los buzos internacionales y la gente que quería como sea ayudar a sacar a los 13 encerrados con vida. Las trabas burocráticas que impedían que alguien llevara sus propias y necesarias bombas para extraer el agua, por ejemplo, son mostradas sin preámbulos. Hay dos datos claves por los que atravesó el rodaje. Como el director irlandés Tom Waller y su equipo no pudieron acceder a la cueva Chiang Rai, al norte de Tailandia donde transcurrieron los hechos, debieron rodar en cuevas similares. Y, por otra parte, varios de los personajes que aparecen en la pantalla se interpretan a sí mismos, como el propio Jim Warny, que ya ha dicho que le resultó más agotadora la filmación que el rescate, y que lo suyo fue más recrear que actuar. Es cierto que muchos de quienes actúan no son precisamente profesionales, y la credibilidad hay que buscarla, rascarla de la realidad. Cómo llegar hasta ellos, bucear cientos de metros, y confiar en que todos podrían salir con vida (los memoriosos recordarán que hubo que lamentar una víctima fatal) suma a la hora de seguir con atención el relato.
Esta producción independiente de Tailandia presenta una crónica detallada de la operación internacional de rescate en la cueva de Tham Luang, ubicada en el norte de ese país, donde los integrantes de un equipo de fútbol infantil quedaron atrapados juntos a su entrenador en junio de 2018. En su momento el caso obtuvo la cobertura de medios de prensa de todo el mundo por la carrera contra el tiempo que enfrentaban los rescatistas ante situaciones climáticas muy adversas. La película del director Tom Waller desarrolla la narración de los hechos con un estilo muy similar al que presentaron hace unos años Paul Greengrass en Vuelo 93 y Clint Eastwood en 15:17 Tren a París. En ambas producciones el reparto incluía a los protagonistas reales que fueron partes de esos eventos donde se interpretaban a sí mismos. El film tailandés hace algo parecido donde participaron los rescatistas que sacaron de la cueva a los chicos y los especialistas que contribuyeron a organizar la operación. Esta característica le aportó un realismo cercano al documental conde reconstruye con veracidad una tarea que parecía imposible. La película de Waller también elabora una crítica a la insufrible burocracia del gobierno de su país que puso en jaque la vida de las víctimas al complicar con impedimentos absurdos la tarea de los expertos. Si la operación no se hubiera convertido en una cooperación de fuerza internacionales el accidente de la cueva hubiera terminado en una tragedia. Un detalle interesante de la labor del director es que consigue mantener el suspenso y la tensión a lo largo del film pese a que es de público conocimiento como terminaron los hechos. Este se debe a que su narración representa con mucho realismo las diversas perspectivas del caso con la labor de los rescatistas y la aterradora experiencia de los niños que quedaron atrapados. La película le escapa al sensacionalismo hollwyoodense e inclusive se la puede percibir un poco seca en el terreno emocional, sin embargo consigue reconstruir los hechos con veracidad y sin exageraciones dramáticas. Para quienes les interese esta historia resulta una muy buena recomendación para tener en cuenta.
Mientras ingresaba a la sala a ver «The Cave», pensaba en cuantas oportunidades un evento dramático de gran difusión internacional, se transformaba en una oportunidad de contar una historia, a nivel cinematográfico. Esto sucedió en muchos casos («Los 33», «Horizonte profundo» -si, es un caso real-, «Lo imposible», etc) con suerte dispar. Habitualmente, yo creo que la gente y la opinión especializada prefieren los documentales antes que una ficcionalización del relato. Pero algunas han funcionado. «The Cave», no está mal, aunque su guión ha sido discutido bastante en el país donde ocurrió el incidente. En caso de que ustedes no hayan conocido la historia, «Milagro en la Cueva» presenta la búsqueda de un equipo de fútbol local y su entrenador, quienes se pierden en una excursión en un parque nacional, en el norte de Tailandia. Los 13 extraviados, serán buscados por los equipo de rescate del país, con gran preocupación, dado que al encontrarse en ese momento en época de lluvia, las chances de supervivencia eran bajas. Sin embargo, al confirmar que ellos estaban vivos, unos días después de su desaparición, el problema se complejizó. Al haberse desplazado buscando salida adentro de una montaña llena de cuevas inundadas, los chicos y su líder quedaron alejadísimos del punto de partida, haciendo el rescate una tarea imposible. Como bien describe la película, para intentar el mismo, tres alternativas estaban en juego y sin anticiparles cuál se usaría, si podemos decir que las fuerzas locales necesitaron apoyo de buzos profesionales para proceder al salvataje. «The Cave», dirigida por Tom Waller, un tailandés hijo de madre irlandesa, es un intento de poner en valor la cooperación ante la emergencia a través de un discurso liviano pero efectivo. En su tierra natal, a muchos no les gustó cómo se analizó el accionar de las autoridades y le han discutido el enfoque a Waller, pero realmente, y sin conocer demasiado sobre el tema en profundidad, desde lo fílmico, no se le puede reprochar nada. La historia está interpretada por un grupo mezclado entre actores y reales protagonistas del equipo de rescate, lo cual, por momentos no genera el dramatismo esperado aunque despeja las dudas sobre cómo se estructuró la compleja labor de organización en la zona. Las notas de color, basadas en todo lo que rodeaba al incidente (todo el marco religioso, por ejemplo) se presentan como necesarias, aunque se desearía saber más acerca de cómo fue la estadía de los perdidos, siendo que pasaron muchos días en oscuridad, sin alimentos y aislados, casi sin esperanza. Waller prefiere dejar eso de lado y enfocarse en la reacción de la gente y las discusiones políticas entre los equipos de rescate, en las que se encuentran opiniones extranjeras (de hecho, el principal personaje es un buzo que es traído desde Irlanda para ayudar a la solución). La película fluye natural aunque de a ratos parece un documental falso actuado sin demasiado compromiso. Pero donde si funciona, es en el andamiaje que contextualiza la difícil tarea. Se respira un aire de urgencia dinámico que colabora para resolver el esquemático guión. En líneas generales, «Milagro en la Cueva», ofrece una visión personal sobre un rescate mediático de gran impacto global. Tiene un ritmo frenético y sus rubros técnicos no descollan, pero tampoco defraudan. Las actuaciones son discretas pero la historia es tan emotiva, que no tendrás demasiadas quejas al respecto. Aprobada y entretenida, sencillamente cumple su objetivo principal, que es ofrecer una nueva mirada a un hecho público de relevancia mediática.
Un equipo de jugadores de fútbol infantil tailandés queda atrapado en una cueva en Tham Luang, Tailandia. Esta es la historia verdadera de este rescate realizado en el año 2018 para salvar al grupo de doce niños de entre once y dieciséis años y su entrenador de veinticinco. La película narra todo el trabajo del equipo de rescate que luchó día tras día por salvarlos en una de las historias más espectaculares y tensas de la historia de los rescates modernos. Los realizadores decidieron jugar al límite entre la ficción y el documental. Muchos de los que participaron, en particular los rescatistas, son los mismos que protagonizaron la historia real. Al haber pasado tan poco tiempo entre los eventos reales y su recreación, no queda artificial mostrar los mismos rostros en las situaciones ya vividas. Se filmó parcialmente en las cuevas donde ocurrieron los hechos, lo que le da un realismo extra. Pero por razones de drama, lo que le falta esta gran historia es el suspenso natural que le hubiera dado una producción mayor, algo más recreado, con actores profesionales y un timing para la tensión que aquí no está. Pronto se estrenará una versión más inclinada a la ficción de esta historia y es posible que en ese aspecto termine siendo mejor.
En junio de 2018, un equipo infantil de fútbol y su entrenador fueron a pasear a una cueva en Chiang Rai, Tailandia. Problemas climáticos llevaron a que la entrada se inundara, dejando al grupo atrapado en el corazón de la cadena montañosa. El rescate llevó dos semanas, teniendo que intervenir expertos de otras partes del mundo para lograr rescatar a esos chicos de entre 12 y 16 años con vida. Este episodio -cuyas alternativas recorrieron el mundo- inspiró al director Tom Waller a recrearlo, y en el camino rendirle un homenaje a aquellos que arriesgaron (y dieron) su vida en la acción. Sin embargo, es en ese espíritu celebratorio donde Milagro en la cueva pierde el rumbo. En pos de aferrarse a los hechos -lo que llevó a incluir a varios de los protagonistas de la hazaña, interpretándose a sí mismos-, el guion desdeña cualquier intención de construcción dramática. En sus poco más de cien minutos, el film, se apura a relevar puntillosamente la crónica de lo sucedido, resignando en el camino el desarrollo de los personajes, sus problemáticas y motivaciones. Como es de esperar, esto redunda en una inevitable falta de identificación y compromiso emocional del espectador, no solo con los protagonistas sino también con el hecho en sí. Se esboza brevemente algún apunte crítico hacia la burocracia o hacia ese político de turno que llega, saluda y se va, al mismo tiempo que se destaca el compromiso de la gente común. Sin embargo, tanto una cosa como la otra se mantienen en un plano abúlico que merma cualquier posibilidad de emoción. Quienes recuerdan el hecho probablemente conecten con aquello que sintieron entonces, y experimenten un entusiasmo mayor por Milagro en la cueva. El resto seguramente empatice con el caracter verídico de la historia, pero no tanto con su resultado cinematográfico.