Un documental de Javier Pernas que se mete en el corazón del mundo de las murgas. En la intimidad de discusiones y preparativos de la agrupación “Los cometas de Boedo”, Se trata de una de las murgas mas antiguas y tradicionales de la ciudad de Buenos Aires, cuando la gente tomaba como suya a esas expresiones, que murieron en el fervor popular durante el proceso militar y los años de plomo. Reaparecidas con la democracia son la expresión popular más genuina, de baile, canto, percusión y un entusiasmo que penetra por igual a distintas generaciones. Lo que muestra la película son los ocho meses antes del carnaval, con todos los preparativos, ensayos, discusiones, y el armado de la comparsa en el estallido del festejo y el desfile para fascinar al público. Un retrato vívido, la trama de sueños y logros, la fascinación de la tradición, la sabiduría de los mas grandes, el esfuerzo de los nuevos. Muy bien realizado.
La murga atraviesa la sociedad. Este documental intenta desandar los pasos de un grupo meses antes de la presentación en los carnavales. La decisión de hacerlo en blanco y negro, y con escenas precarias de disputas, terminan por opacar el tributo que originalmente se planteaba hacer.
El documental Mirala (que linda viene) (2018), se introduce en la gestación de una comparsa los días previos al carnaval. Este cuento urbano íntimo, define a la murga como un estilo de vida e intenta romper con sutileza prejuicios sociales. Primer dato curioso de este registro que tiene como protagonistas al grupo murgero “Los cometas de bohedo”: Las imágenes están impresas en blanco y negro. Y es que la murga siempre fue asociada a la multiplicidad de colores como sinónimo de alegría, diversidad. Todo intencional por parte Javier Pernas (el director), con el objetivo de centrarse en la cocina de la comparsa y sus hacedores. Con su cámara entramos a un grupo humano, que fraterniza y asimila conceptos murgeros. Pero también discute sobre cómo perfeccionar el show. Todo bajo la atenta mirada paternal de los profesores. Son ellos, quienes con algunos consejos y retos, van haciéndose protagonistas. “El paso cometa se salta con los dos pies muchachos”, repite uno sin cesar. “Si había algo que no te gustaba tendrías que haberlo dicho desde el primer día”, dice otra cuando alguien reclama. Se manifiesta también, cierto talento del realizador para retratar la vocación y paciencia de los maestros. Con cámara en mano, somos un testigo más, que baila con los jóvenes, se siente parte del grupo y escucha a los mayores. Este cuento urbano intentará a su vez, rescatar valores populares mediante las reflexiones de los directores de la comparsa. “No dejen que los chicos bailen con una botella de cerveza en la mano. Intentamos recuperar la sociedad perdida de los 70”. La alegría por lo que hacen estas personas, es el motor de un cine urgente, que intenta rescatar a la murga de los prejuicios y ubicarla como hecho social y producto cultural vigente. La manera artesanal de realizar la actividad murgera, será su bastión. Con fecha de estreno inteligente, (jueves 8) justo previa al carnaval (algo poco probable los realizadores argentinos durante sus primeros pasos), es el momento ideal para ver este material, que sin ofender a nadie, puede poner en duda conceptos muy arraigados en el espectador. Ahora sí el telón se corre, en plena noche veraniega, carnavalesca, y sorprende la pantalla explotada de colores.
Recuperar la mística Contrastes de colores, de épocas y de algo menos tangible, que se acerca a la utopía de que la murga y el carnaval tengan el verdadero sentido y no el arrastre de la degradación cultural a la que estamos expuestos por herencias que llegan desde las nefastas dictaduras y el avance de la derecha reaccionaria y conservadora, que siempre ve un peligro latente en lo popular. Y es ese blanco y negro de la melancolía el que nutre gran parte de este documental que se instala en el corazón de la murga Los cometas de Boedo durante sus preparativos para la gran noche cuando las calles los reciban en ese mezclado anhelo de alegría y exposición ante una audiencia que debe romper con inercias como los prejuicios, etiquetas que se ganan gratuitamente cuando episodios aislados dan cuenta de climas donde la inseguridad y el descontrol reinan por encima de la fiesta. Y de eso va Mirala (que linda viene), este sencillo homenaje disfrazado de documental, que procura encontrar un espacio en las contradicciones de los ensayos, que participa cámara en mano como un testigo invisible de las organizaciones de coreografías, diversidad de criterios para sacar lo mejor de ese grupo de jóvenes con mucho menos entusiasmo que el de la vieja guardia, dispuestos a poner lo mejor de sí en el trabajo colectivo. Lo más interesante del recorrido no es la presentación final donde aparece el color en la imagen para sintetizar un dispositivo conceptual detrás de la propuesta estética, sino en la antesala del resultado, producto de debates y discusiones que van más allá del hecho de la murga para adentrarse en las ideas de cultura y las diferencias de estilo para entender la filosofía murguera, algo que falta siempre y mucho más ahora donde aparenta el ruido de fuegos de artificio que tapan el clamor y la denuncia de un estado en que la cultura refleja sus heridas.
ESCENARIOS DE LA CALLE PORTEÑA Mirala (que linda viene), de Javier Pernas, es un documental que se encuentra afincado en una estructura tradicional, pero al que el valor de la forma en que está construido, integrando a cada uno de los elementos que forman parte de la murga Los Cometas y la elección estética del blanco y negro, lo hacen un film potente. Y, lo más importante, desarrollado sobre un guion que demuestra que la intención no es quedar estancado como un retrato social sino también como una forma de combatir prejuicios e integrar a quienes (como quien escribe) desconocen el largo proceso de ensayos y sacrificio que conlleva. En todo caso, el aproximamiento a este mundo a través de sus voces y problemáticas nos acerca no sólo a uno de los estandartes más valiosos de nuestra cultura popular (la murga), sino también a una exhaustiva puesta en escena del proceso creativo. Los Cometas es una murga de Boedo fundada en 1959 que se encuentra entre las más tradicionales y antiguas del país. Como tal, su relevancia lleva a que la preparación para los días del carnaval en las calles sea todo un acontecimiento social donde los egos colisionan por la naturaleza orgánica y coordinada de la murga. Pero además vemos cómo Los Cometas se encuentran en una crisis de identidad que los lleva a tratar de volver a sus raíces, proceso nada fácil que origina acaloradas discusiones, teniendo los directores la difícil tarea de sobrellevar el grupo. También aparece, no con la misma rigurosidad que las otras facetas del documental, la problemática de la autogestión y la dificultad de mantener un perfil independiente sin el apadrinamiento de una fuerza política, algo que se trata al pasar por los problemas de solvencia que atraviesan. Pernas toma la acertada elección estética del blanco y negro por razones narrativas, ya que ilustra el ensayo antes del color de la actuación, reservado a los últimos minutos del carnaval donde hacen su interpretación Los Cometas. Por otro lado, si bien se privilegia el paneo para seguir los movimientos de los murgueros, lo cierto es que cuando logra permanecer con la cámara fija demuestra el enorme valor de la composición y el retrato fotográfico para transmitir información, algo a lo que el blanco y negro le da relieve. Por momentos es el apartado sonoro donde más parecen surgir problemas, en particular porque las voces se superponen y, aunque en algún momentos esto genera ambiente y complementa al relato, lo cierto es que en otros se tapan cuestiones relevantes (en particular, cuando los directores dan su instrucción). Mirala (que linda viene) es un documental certero y dinámico que, más allá de sus irregularidades, trasciende al retrato social comprometiendo al interlocutor para conocer los vaivenes de la murga como fenómeno social.