La libertad sexual seguirá siendo un tema de debate, más que nada porque en oposición a otras épocas, ahora no solo hay libertad sino también responsabilidad. Por otro lado, si vas a contar una historia que describe un universo definido como “turismo sexual”, el riesgo que se corre es el de apañar o juzgar en exceso una postura. Afortunadamente, Monger no cae en ninguna de esas trampas. How much?: El documental ofrece un retrato del turismo sexual en Argentina desde tres puntos de vista: un guía turístico que facilita estos servicios, un turista que desea tener sexo con 400 mujeres antes de su cumpleaños y un hombre que en una de esas travesías tuvo un hijo, cuya tenencia está disputando con su madre. Monger tiene dos aciertos fundamentales: primero, se inclinó por elegir a sujetos con metas claras y tangibles; segundo, que en ningún momento la película plantea juicio alguno (moral o de cualquier índole) sobre las acciones de sus personajes. Simplemente los muestra; el juicio si lo hubiere, ya pasa por la opinión del espectador. Es un relato fluido que no pierde el tiempo en ningún momento. Es una narración sin vueltas y al punto, donde cada escena del recorrido de estas personas tiene peso e incidencia en el resultado final. A su vez, es una película que pudo haber hecho hincapié en los aspectos más sórdidos de este universo, y sin embargo el director tiene la confianza (y ya que estamos, la sabiduría) de ilustrarnos ese adjetivo pura y exclusivamente a través del testimonio de estos personajes. La realidad como punto de partida Donde muchos documentales usan el pretexto de “mostrar la realidad” para justificar golpes bajos y adolescencias narrativas de todos los sabores y colores, Jeff Zorrilla lo toma como un punto de partida para contarnos una historia más jugosa. He aquí un realizador que entiende el peso trascendental que tiene la estructura narrativa, incluso en un género como el documental, que por mucha preparación previa que tenga, está prácticamente obligado, al menos a la hora de lidiar con el resultado de las entrevistas, a operar sobre la marcha. En el costado técnico, si bien la película goza de una eficiente fotografía (que sorteó no pocos obstáculos de formato y admisión de cámaras a lugares públicos), el lauro para mí se lo lleva el montaje. Que podamos conocer tan bien a estos personajes, tener tan claro lo que son, lo que desean, lo que deben sobrellevar y que lo hagan con un desarrollo tan acotado como dinámico (y no por ello menos profundo) se debe en gran medida a cómo se construyó esta película en la isla de edición. Conclusión: Monger es una historia sobre un universo que podríamos considera sórdido, controversial incluso, pero está narrada con el más objetivo de los planteamientos. Una propuesta segura de sí misma, sin prejuicios, pero también dueña de una gran humildad y sutileza. Es un documental que, con sencillez y sensatez, se limita a mostrarte un mundo desconocido. Si no te gusta, te va a irritar que exista y si te gusta, vas a querer saber más. No importa en qué lado del espectro estés, vas a estar informado de su existencia, y sólo por eso, Jeff Zorrilla ya ganó.
Turismo Sexual en Baires Es poco conocido el turismo sexual por estos lares, también son apenas visibles algunos de los que viven y lucran con una actividad de variados dilemas en el orden moral pero no se puede negar la realidad, dado que esta práctica se expande y sobre todo con los extranjeros que hacen valer la primacía del dólar en economías tercermundistas. Monger es un término despectivo en el idioma inglés, algo similar a lo desagradable. El protagonista de este documental, dirigido por Jeff Zorrilla, es un norteamericano que se pasea por las calles del centro denostando todo lo que ocurre a su alrededor. Por las noches, se encarga de reunir a sus clientes como guía para una noche de sexo en Buenos Aires y la cámara acompaña su tarea cotidiana, registra sin filtros su intimidad aunque no expone de manera explícita a las chicas seleccionadas por cada extranjero que contrata sus servicios. La nocturnidad es una gran atmósfera y más si se trat de lo cinematográfico, es la clave de este singular documental, donde también en paralelo se conoce la historia de un cliente inglés que se enamoró de una de las chicas, tuvo un hijo con ella y ahora se debate en el dilema de dónde educar al niño. En complemento la llegada de otro norteamircano que para festejar su cumpleaños busca romper el récord de cuatrocientas chicas y así continuar con su derrotero de sexo por otras latitudes. Monger es crudo por la temática que explora y el tono acéptico que utiliza lo hace aún más interesante siempre que se aparte la mirada del espectador de una posición ética frente a los hechos mostrados.
El turismo sexual es común en todo el mundo. La ciudad de Buenos Aires no se queda atrás: así como visitantes de distintas partes del globo llegan para recorrer lugares de renombre, visitar museos y transitar zonas como La Boca y San Telmo, otros aterrizan con el objetivo de contratar prostitutas y pasar un buen rato. Se trata de una subcultura conocida como Monger, que le da título a este documental. El director Jeff Zorrilla hace foco en tres personas. Por un lado, Ramiro, estadounidense que se encarga de coordinar los encuentros entre los mongers y la compañía femenina que elijan. Uno de ellos está cerca de alcanzar el record de acostarse con 400 mujeres antes de su cumpleaños. Tal es su dedicación, que se dedica a puntuar cada atributo femenino. El tercero es un inglés que tuvo un hijo con una escort argentina, y aunque sabe que el chico no pasará necesidades permaneciendo sólo con él, vive en el país para que pueda estar con la madre. Zorrilla presenta con honestidad los movimientos de estos individuos, sin hacer juicios de valor. De esta manera, la cámara registra cada confesión, cada interacción entre cliente y prostituta (a la hora de conocerse en lugares públicos, nunca en la intimidad), sin ponerse del lado de ninguna de las partes. Secuencias oníricas filmadas con cámara Super 8 (el director se especializa en este formato) funcionan a modo de separadores. Monger: Turismo Sexual en Buenos Aires permite adentrarse en una movida que no es familiar para el gran público y que, por lo arriesgado y sincero del contenido, no dejará de llamar la atención.
Un mundo desconocido, el de aquellos que llegan a nuestro país con el atractivo de conocer a las prostitutas que en un caso lo ayudaran a batir un record personal, o como única diversión posible, o el hombre que se enamoró y casó con una prostituta y discute la tenencia de su hijo. O derrotero de un norteamericano guía turístico y gigoló, que se permite un gratuito insulto a Eva Perón y su mausoleo, además de satisfacer a sus clientes y pilotear su propia soledad. Un microcosmos distinto, bien mostrado, que por momentos se reitera y en otro descubre con muy buen criterio psicologías machistas en grado superlativo.
Un retrato de personajes extremos Este documental del estadounidense -radicado en la Argentina- Jeff Zorrilla muestra el circuito de turismo sexual en Buenos Aires. A partir de las historias de tres personajes (un guía que se dedica a proveer servicios a sus clientes, un extranjero que busca batir el récord de relaciones con mujeres distintas y un inglés que disputa la custodia del hijo que tuvo con una prostituta), se desvelan aspectos desconocidos y desgarradores de ese micromundo. Los personajes son desagradables, la exposición de ciertas perversiones puede incomodar, pero el film está lejos de ser un registro sensacionalista y muestra el vacío existencial, la angustia, las miserias y contradicciones de estos adictos al sexo.
Viaje por el submundo del turismo sexual Revulsivo documental sobre tres extranjeros vinculados al negocio de la prostitución en Buenos Aires. Hay documentales que tienen el valor de abrirnos los ojos a mundos sorprendentes, desconocidos: el revulsivo Monger es uno de ellos. A través de tres personajes, Jeff Zorrilla -un estadounidense radicado en la Argentina desde 2011- se adentró en un terreno poco explorado: el del turismo sexual en Buenos Aires. Y se encontró con historias que hablan tanto de prostitución como de la influencia del factor económico en las relaciones interpersonales. El título es una palabra en inglés que alude a cualquier individuo al que le gusta cometer o promocionar actos socialmente prohibidos. Un estadounidense radicado en Buenos Aires que es una mezcla de proxeneta y guía desagradable turístico-sexual; otro estadounidense que se dedica a viajar por el (Tercer) mundo acostándose con el mayor número posible de mujeres -su objetivo es llegar a 400 durante su estadía porteña- y tiene pretensiones de youtuber amatorio; un británico que tuvo un hijo con una prostituta argentina y, después de seis años acá, quiere convencerla de que le permita llevarse a vivir al chico a Inglaterra con él: “Argentina es una mierda”, define sin vueltas. Ellos son los tres ejemplos de “mongers” -léase “monguers”- que muestra la película. Hay un cuarto, formado por las voces en off de otros que no aparecen frente a cámara: sus reveladores testimonios explican la filosofía “monger”. Mientras los escuchamos, vemos filmaciones en Súper 8 de mujeres y paisajes urbanos o costeros: un atinado recurso estético para enrarecer aun más el ambiente; uno de los detalles de calidad que diferencian a este documental de un programa periodístico cualquiera. Tal como Paraíso: Amor, del austríaco Ulrich Seidl -una descarnada ficción que mostraba a un grupo de alemanas en busca de sexo, pero en Kenia-, Monger muestra al ser humano tratando a otros seres humanos como mercancía y, una vez más, a países subdesarrollados expoliados, también en este terreno, por los desarrollados. En foros virtuales, estos hombres intercambian información sobre la situación económica de los posibles destinos: cuanto peor sea, mayores sus posibilidades de conseguir carne de primera calidad a precio vil. Es inevitable preguntarse cuál es la diferencia entre su comportamiento y el de los especuladores financieros.
El otro lado del sexo (sin amor) Monger es un término inglés que refiere a cualquier individuo al que le guste generar actos prohibidos. Jeff Zorrilla realiza un minucioso trabajo visual a través de la multiplicidad de formatos para adentrarse en el mundo del turismo sexual en Argentina. La trama sigue a una serie de desagradables personajes cuyas vidas pasan por la práctica sexual a través del intercambio de dinero. Ramiro es un yanqui radicado en Argentina que trabaja como guía sexual. Mientras un ex-cliente lucha por la custodia del hijo que tuvo con una prostituta, Ramiro recibe a un novato que llega al país para acostarse con el mayor número de mujeres antes de su próximo cumpleaños. Estos son los tres personajes sobre los que Monger (2016) se edifica. Los tres hombres son literalmente desagradables y no tienen ningún prurito en mostrarse de esa forma. Todos ven el sexo como una práctica deportiva donde gana el que con más prostitutas se acostó durante el año. La película los retrata sin condescendencia alguna y con una profundidad esquiva en las formas que tiene el cine para mostrar a este tipo de personajes ocultos tras el anonimato. Tanto clientes, promotores y prostitutas son expuestos metafóricamente desnudos para abrir un abanico de preguntas sobre el porqué de esa forma de actuar. Desde lo formal Zorrilla elige filmar la mayor parte del documental en súper 8, mezclando formatos y hasta interviniendo las imágenes, algo poco típico en este tipo de documentales que muchas veces recurren a formatos más clásicos y lineales. El lado menos glamoroso y mediático del turismo es lo que Zorrilla se propone develar en Monger, un descarnado retrato sobre la misoginia en su más pura y repulsiva representación.
Mirada al turismo sexual en Buenos Aires. El film no pretende ser un informe sobre el mongering, sino que se concentra en tres casos para mostrar los razonamientos simplistas y el machismo torpe de sus personajes, y dejar en evidencia sus empobrecidas miradas de la realidad. Ramiro es argentino, pero cuando tenía seis meses su familia se mudó a Houston, Texas. Por alguna razón que nunca especificada (porque no está acá por voluntad propia), vive en Buenos Aires desde los 35 años. Ahora tendrá unos 50 y en su persona confluyen lo peor de las clases medias de la Argentina y Estados Unidos. “Hola, amigo”, saluda a alguien en la calle, pero dos pasos más allá, cuando el otro ya no lo oye, lo insulta. “¡Fuck You!”, dice entrando en un supermercado donde compra una petaca de whisky berreta, y se la toma mientras sigue camino. Al rato habla (en español) con un policía en un andén del metrobús de 9 de Julio. Le cuenta que en Texas es legal que todos vayan armados y el policía no sabe bien qué responder a eso. Otros dos pasos más y Ramiro confiesa a cámara (en inglés) que “hay que hablar con los fucking indians de vez en cuando”. Enseguida señala la imagen gigante de Evita que decora el edificio del Ministerio de Desarrollo Social y cuenta que va a llevar a unos turistas a visitar su tumba. “Les voy a mostrar las flores que deja la gente que la quiere tanto a esa puta de mierda. ¡Y les voy a contar la verdad!”, dice y con el rostro desencajado grita: “She’s a comunist, she ruined this country!”. Monger, documental del estadounidense Jeff Zorrilla que aborda el tema del turismo sexual en Buenos Aires, tiene en Ramiro a su protagonista. No es el único, pero sí el que más llama la atención, el que provoca más curiosidad y a quien dan ganas de seguir viendo. No porque caiga simpático ni despierte empatía, sino lo contrario. Pero la película no se ensaña con él: simplemente lo sigue, lo observa y lo deja hablar. No hace falta más. “En la Argentina me puedo coger a una chica que se parece a una que vi en la revista Penthouse cuando tenía 13 años. Me cuesta menos que una cena y mi sueño se hizo realidad”, cuenta Ramiro, hombre de la noche, putañero y... (el espectador puede completar la descripción con las palabras que mejor le parezcan). La palabra “monger” (o mongering) se aplica a aquellas personas que se dedican al turismo sexual, quienes suelen habitar en comunidades virtuales, agrupándose en foros y sitios donde comparten sus experiencias y se hacen recomendaciones. La película de Zorrilla no pretende ser un informe sobre mongering (aunque descorre un par de velos para espiar y ver de qué se trata), sino que se concentra en tres casos para contar la intimidad de sus experiencias. Ramiro es uno y pronto se hace obvio que sus paseos para turistas en Recoleta no son su principal ocupación, sino un adicional que viene incluido en el precio de conseguirles chicas y guiarlos por la noche. José Reyes, típico yanqui grandote y con pinta de exuniversitario que llega a BA para alcanzar la marca de 400 mujeres, es otro de ellos. Está a 15 de su récord personal y lleva un detallado registro de cada una incluyendo, claro, puntajes por sus tetas, culos y su desempeño en la cama. El tercero es un inglés con un perfil distinto: tuvo un hijo con una chica que conoció en un privado y se quedó en el país para criarlo, porque ella tiene su propia familia. El quiere que crezca en contacto con ambos, aunque sabe que ella no puede prestarle la atención debida y que el nene tendría mejor futuro en Inglaterra. Ramiro define a la prostitución como “un crimen sin víctima, uno de los pocos verdaderos libre mercados que quedan en el mundo”. Habrá quien le pueda objetar a Zorrilla la ausencia de una mirada más profunda a uno de los lados del “negocio”, alguien que demuela los razonamientos simplistas y el machismo torpe de sus personajes, pero Monger no se trata de mostrar las dos caras de la moneda de forma obvia. En ese simple dejar hablar, Zorrilla consigue que sean esos hombres consumidores de mujeres los que dejen en evidencia sus empobrecidas miradas de la realidad, sus dificultades para vincularse más allá del “intercambio comercial”. Incluso consigue ponerlos en situaciones paradójicas, que si bien no dicen más de lo que podría decir un psicólogo o una militante feminista respecto de lo miserable de la explotación de las mujeres, tal vez lo dicen mejor. Cinematográficamente mejor. Como cuando sigue a José Reyes en su recorrida por la ciudad y lo captura mientras se filma a sí mismo con su celular, realizando uno de sus reportes en video para los seguidores de su sitio web, donde cuenta sus “hazañas”. Lo interesante no es lo que José dice, porque no dice demasiado, sino que lo haga desde el Puente de la Mujer en Puerto Madero, ignorando el hecho por completo del mismo modo en qué vive ignorando qué pasa al otro lado de sus “aventuras”.
Un director estadounidense radicado en Buenos Aires sigue por las calles de Buenos Aires a un texano-argentino que organiza tours de turismo sexual, para extranjeros que se dedican a viajar por el mundo, de Tailandia a Costa Rica o Buenos Aires, teniendo sexo con la mayor cantidad y variedad de mujeres. También hay un inglés, que tuvo un hijo con una prostituta y se debate entre seguir acá o irse y criarlo en un lugar con mejor todo. Monger es una película fuerte, porque fuerte es, aunque no haya escenas de sexo, la sensación que produce ver y escuchar a estos hombres que hacen listas y puntúan a las mujeres con las que tienen sexo pago. Zorrilla no juzga, no se mete, no baja línea: acompaña y registra los testimonios entusiastas de estos señores. Uno llegó a las 400 y desafía en redes: voy por las 500. "Comida, vehículos y mujeres -dice uno de ellos-, el hombre necesita variedad de todo eso,una dominicana tetona y una chica que podría estar en Playboy, de cuerpo perfecto, por el precio de una cena".
Jeff Zorrilla acompaña y denuncia el estado del turismo sexual en una película que evita lugares comunes y que provoca desde el arranque con ese ser despreciable que entrevista. La realidad del intercambio sexual puesta en evidencia, como así también la complicidad de un Estado invisible y el constante menosprecio de aquellos que ejercen voluntaria o involuntariamente la prostitución. Zorrilla afila su mirada y logra un testimonio único sobre el creciente consumo sexual a partir de foros especializados.
Luego de un interesante recorrido festivalero, puede verse desde esta semana en BAMA, Cine Arte, a pasos del Obelisco, esta ópera prima documental de Jeff Zorilla, "Monger". Norteamericano que hizo su carrera académica en USA y Dinamarca y residente actual en nuestro país, Zorilla va a introducirnos a un submundo particular de la prostitución en los países del Tercer Mundo, aquel donde el sexo es barato y atractivo, a los dólares de los extranjeros. Que hay gente que hace turismo sexual, es sabido. "Monger" pone en relieve el hecho de corporizar esa fantasía que se construye en las miradas de quienes no recorren este camino, y darles personajes reales dispuestos a contar su historia en ese medio. El término "Monger" define a gente que transgrede, que desafía las normas y regulaciones y es usado para definir a un grupo de personas que viaja por el mundo para disfrutr de experiencias extremas y de las otras, dentro del terreno sexual, apoyado en el valor de su moneda frente a la de los países en desarrollo. Es decir, si en USA pagan un precio por un servicio de ese tipo, aquí obtienen el doble o el triple y de muy buena calidad. Sin entrar en valoraciones morales, Zorrilla elige tres personajes para seguir y escuchar. Uno es un guía local, nacido en Houston y que se gana la vida promoviendo encuentros para turistas; el otro es uno de esos visitantes, que busca su coito internacional número 400 (le faltan unos 15 cuando llega a Buenos Aires) y el último es un británico, quien tuvo un hijo con una escort local y lucha por llevárselo a Inglaterra a ampliar sus horizontes de desarrollo. El film es entretenido, fuerte en ideas y contenido y editado con pocos pero efectivos medios. El director se dedica a promover el vínculo con la cámara sin opinar y deja que la accón fluya natural. Eso provoca situaciones espontáneas e incómodas (sin entrar en detalles, las conceptualizaciones de los tres sobre nosotros son discutibles y hasta agresivas) ,todas registradas con sagacidad por Zorilla. "Monger" pone en valor una discusión latente sobre las desigualdades económicas entre este mundo y "el primero" y nos lleva a un debate indirecto sobre la dominación y el dominado, en términos amplios, lejos de la pequeña charla sobre si lo que experimentan está bien o no. Son seres libres y pueden hacer lo que quieran. La discusión es si este modelo local para las mujeres promueve desarrollos donde puedan elegir que empleo tener, sin actuar restringidas por la situación económica endémica, débil e imperante. El planteo es complejo y áspero. Buen debut para Jeff Zorilla, cineasta que sabe transmitir y registrar emociones desde una sutil e incisiva mirada. Un documental recomendable.
EL QUE DICTA LAS LEYES DEL MERCADO Jeff Zorrilla, quien ya tiene una larga trayectoria trabajando el formato Súper 8, aborda en Monger el universo del turismo sexual en Buenos Aires y hace la jugada más difícil y arriesgada: tomar el punto de vista del hombre, seguirlo y dejar casi en fuera de campo a las mujeres, para poner a prueba todos los prejuicios situándose en la construcción discursiva del que entabla las reglas del mercado. El recorte es específico pero bien representativo: un guía sexual llegado a la Argentina desde Texas; una especie de youtuber que quiere superar la marca de 400 mujeres con las que se acostó; y un hombre que quiere quedarse con la custodia del hijo que tuvo con una prostituta. Es decir, lo que prevalece es la mirada del macho, del cliente, del creador de la oferta a partir de la demanda, del que tiene el poder porque tiene la guita y que hace apología de esa posición. Todo el relato que monta Monger está pautado por una notoria sensación de incomodidad. Pero esa incomodidad no nace solo de ver cómo se cimenta el lenguaje del macho que se cree superior. Poco a poco, lo que se va revelando y delatando es que detrás de esa superficie de prepotencia y pedantería, de discurso machista, misógino, sexista y objetual, lo que queda es la soledad y fragilidad masculina, la necesidad de afecto enmascarada en el raid sexual. Ahí la molestia se redobla, porque ya no resulta tan fácil distanciarse de los personajes cuando muestran sus caras más contradictorias y por ende, humanas. Zorrilla es plenamente consciente del problema que afronta el espectador y no se la hace fácil, porque jamás juzga a los personajes. De hecho, muestra cómo ellos se juzgan solos, no sólo en sus acciones, sino incluso en cómo hablan de sí mismos. En el medio, se intuye una feminidad que establece un vínculo de retroalimentación con esa masculinidad que bordea lo horroroso. Monger es también un retrato brutal del capitalismo, de cómo el placer o el deseo más íntimo se convierten fácilmente en mercancía. Y en vez de permitirle al público refugiarse en la cómoda distancia, lo interpela, lo hace ver qué se puede ser cómplice, por acción u omisión. Desde ese posicionamiento, se constituye en uno de los mejores documentales que ha entregado el cine argentino en los últimos años.
Aunque la prostitución haya sido catalogada como la profesión más antigua del mundo, aún hoy, en pleno siglo XXI, genera temas para la discusión. La mayoría de la sociedad la cuestiona públicamente, pero en el ámbito privado está de acuerdo, o por lo menos la acepta sin inconvenientes, y también hay una porción importante de habitantes que directamente la apoya, y, por si fuera poco, hacen alarde de utilizar los servicios. El tema posee varias aristas para abordarlo y en este caso el director Jeff Zorrilla toma como punto de referencia para realizar este documental, a los hombres que vienen solos a Sudamérica, por unos pocos días, para practicar el turismo sexual. De allí toman la palabra “mongering” para calificar esta tan particular actividad. Los “turistas” son generalmente solteros, no son millonarios, son de clase media, que se pueden hacer del tiempo varias veces al año para salir del primer mundo y viajar a algún país subdesarrollado, para, no precisamente ver los paisajes o museos sino, recorrer de noche bares y boliches donde paran las prostitutas. El realizador estadounidense toma como “guía de turismo” a Ramiro, un proxeneta nacido en el país pero que a los 6 meses se fue con su familia a Houston y vivó allá hasta los 35 años, luego lo deportaron, aunque no explica el por qué, y se siente un apátrida, despotricando contra la Argentina y los E.E.U.U. Este curioso personaje no tiene plata y realiza contactos a través de internet con extranjeros para recomendarles lugares de visita y chicas. Entonces, como para ejemplificar la situación vemos dos historias paralelas, la un turista que viene a completar su récord de haber estado con 400 mujeres, antes de su cumpleaños que se aproxima, y el otro caso, es de un inglés que tuvo un hijo con una prostituta argentina. Ellos lo ven como un comercio normal, donde para acceder a ciertas “prestaciones” hay que negociar y pagar porque, en definitiva, es más barato que hacerle el novio a alguna chica pagándole las salidas, cenas, tragos, etc. El director no utiliza las clásicas “cabezas parlantes”, sino que acompaña a los distintos personajes en su recorrido por Buenos Aires, y ocasionalmente entra a sus departamentos. Como criterio artístico, alterna imágenes en HD con otras con una tonalidad de colores, movimientos de cámara, saltos de fotogramas, rayones, etc., que remiten a las películas de los años `’70. Jeff Zorrilla no se coloca en el plano de denunciante, tampoco de querellante, ni de defensor del sistema, no lo juzga, simplemente nos transmite lo que hacen ciertos hombres para distenderse y pasarla bien.
Monger es la ópera prima de Jeff Zorrilla, un director californiano, que vino a Argentina y encontró, además del amor (está casado con una argentina), el escenario perfecto para filmar un documental sobre turismo sexual. Zorrilla explora el mundo del mongering, nombre que se le da al hábito non sancto de viajar en busca de placer, y nos presenta, a través de su experimentación cinematográfica y su collage de imágenes en Super 8, a tres Mongers: un bacán (estadounidense repatriado) que es el nexo entre los turistas y las prostitutas, un joven que viene a festejar su cumpleaños y a acostarse con la señorita número 400 y el monger redimido, un inglés que lucha por llevarse a su hijo, fruto de una relación con una chica argentina, a su país de origen. Zorrilla explora el mundo absolutamente vetado, incómodo. Pero lo hábil y oneroso es que el director describe y pone su mirada sin tomar partido. Los protagonistas son personajes que viven su instancia sin vergüenza, ni prejuicio y se muestran, especialmente el joven que viene a experimentar y el guía sexual, como cultores del mongering. Ramiro, el proxeneta, es quizás el hallazgo más interesante: su verborragia y desenfadado generan reacciones diversas en el público. “Evita es una puta de mierda”, manifiesta con ánimos gorilones ante el monumento de Evita en la 9 de julio. Ese primer acercamiento propone un código de lectura que va a movilizar. Ramiro se pasea con soltura ante la mirada atenta de Zorrilla, y en su discurso misógino y cosificador describe el sórdido mundo en donde habita, un mundo regido por el dinero y el sexo. Ramiro es un ser solitario que carece de empatía con su entorno y genera rechazo con su prosa agresiva. Sus “chicas” lo acompañan con simpatía. Joe, el segundo protagonista, una especie de youtuber que viene a Argentina a explorar nuevos escenarios para sus conquistas pagas se pasea con su “diario intimo” y le pone puntajes a las mujeres con las que se acuesta. Así de trivial es la vida de estos mongers. La escena en la cual Ramiro va a Ezeiza a buscar a Joe, es una de una astucia importante. La gracia sobrevuela la secuencia y eso es muy interesante: Monger, nos sumerge, paso a paso, en un mundo a descubrir. Las voces en off de otros mongers, funcionan para entender aún más el deseo de estos gringos por viajar y experimentar sexualmente. Monger es un documental que muestra y describe un tabú, sin volverse ni detractor, ni apológico. Zorrilla nos brinda un paseo nocturno por la siempre atrayente Buenos Aires, con sus marquesinas poderosas y sus rincones arrabaleros y nos describe el deambular de estos personajes que buscan placer en la ciudad del deseo.
Este documental observacional une en la actual Ciudad de Buenos Aires el derrotero de tres personajes atravesados por la misma subcultura, el “mongering” (turismo sexual en países del tercer mundo). José Reyes es un yankee treinteañero que viene a completar aquí su auto regalo de cumpleaños “cogerme las 15 que me faltan para llegar a las 400” cifra que ya viene abultando desde las playas de Costa Rica, y Buenos Aires es su destino pues “aquí en Argentina podés cogerte a una mujer por menos de lo que cuesta una cena”. Ramiro es un estadounidense que hace más de 15 años reside en argentina, hoy ya tiene 50 años y maneja un sitio web de turismo sexual del cual será cliente José Reyes durante el transcurso del filme. Un provocador nato que lleva a un grupo de turistas al cementerio de Recoleta para mostrarles como los “estúpidos” llenan de flores la tumba de Evita “Esa puta comunista”. El tercero en cuestión es Alan, un británico de más de 60 que ha tenido un hijo del cual tiene la custodia, hoy ya de 8 años, cuya madre es una prostituta argentina. Su meta es volver a su país y “darle una mejor educación a mi hijo. Porque la Argentina es una mierda”. Pero debe conseguir que ella lo habilite legalmente, una cuestión no tan fácil de resolver por más que ella sea tan solo “una prostituta”. El realizador de este documental es Jeff Zorrilla un norteamericano que reside en Argentina desde hace 6 años. Su padre cubano le enseñó de niño a hablar español y su formación cinematográfica la realizó en Nueva York. Ya instalado en Buenos Aires se inserta en el ámbito del cine independiente y se siente atraído por la pluralidad de temas y estilos. Conoce aquí a su actual esposa y productora de su ópera prima “Monger” este primer largometraje no ficcional al cual nos dedicaremos a desmenuzar. Si primero ponemos bajo la lupa el trabajo del director, su punto de vista, su procedimiento y su estética podrimos echar luz sobre algunas cuestiones nada menores, que definen la posición del director frente al espectador y el lugar al cual este es convocado para resolver la compleja temática que el filme nos presenta. Jeff respeta durante toda la película la postura observacional en un doble juego de distancia objetiva, pues parece no plegarse a nada en particular y observar todo desde la misma intención de neutralidad, y a su vez hay una gran cercanía pues la cámara acompaña a cada personaje como “respirándoles en la nuca” dejándonos acceder a todos sus pensamientos, sus acciones, sus miradas, y hasta podemos escuchar sus conclusiones más aberrantes acerca de las relaciones, la mujer, el sexo y el valor del dinero por sobre todas las cosas. Filmada en un 70 % en formato digital, el filme contiene intervenciones en Super 8, querría aclarar que el director pertenece en Buenos Aires a “El club de Super 8” donde filman en este icónico formato y revelan en el conocido “Arco Iris” un laboratorio casero que lleva décadas instalado en San Telmo. Quienes estamos cerca del universo de la realización sabemos que el Super 8 es un atrapante soporte y a su vez un fetiche, no es casual que Jeff nos refiera “Yo usé mi fetiche para hablar de otro fetiche más complejo” Volviendo al uso del mismo en el filme, este no solo es de maravillosa factura visual sino que a través de esas transiciones analógicas incluye el uso alternado de distintas voces en off que nos explican con mayor precisión la significación del “mongering”, la ideología de los monger y la idiosincrasia que sostiene esta práctica ritual donde debemos entender que “el tajo que tienen las mujeres entre las piernas no es más que una mera mercancía”. En un fragmento del filme el realizador se detiene y nos hace ver una placa definiendo la etimología de la palabra en inglés: MONGER alguien que genera desagrado social. Debo referir que en algunos diccionarios de habla castellana se lo relaciona con la palabra traficante o trata. El “mongering” tiene fuertes bases en Estados Unidos y es una subcultura que se difunde a través de web privadas que comparten información de cada país, tipo de mujeres, costos, hasta compiten entre sí por cantidad o calidad de “adquisiciones sexuales”. Obviamente el auge del “mongering” se reafirma a través del uso masivo de Internet y siempre hablamos de “comprar sexo”, no de generar un encuentro sexual libre de intercambio monetario, pues como diría uno de sus participantes “lo importante es que sea del bueno y barato”. Como dice Jeff “nadie quiere pagar un par de cervezas a una chica gastar 6 dólares o 50 en una cena y no lograr ni que te den un beso”. Queda claro que para un “consumista con poder” es mejor pagar por tener sexo que crear un vínculo con alguien, dios nos salve del peligro de las relaciones humanas entonces! “El neo liberalismo una coyuntura muy actual, la gente cree que se puede comprar todo y las relaciones humanas TODAS se transforman en una mera transacción material” esto dice Jeff en una entrevista radial sobre su posición en este tema paradojal. Es claro también que no quiso dar una bajada de línea, una respuesta taxativa o una tranquilizadora y que dejó toda la carga moral en nuestras manos, la tarea de reflexionar, la de debatir y la de interpretar. Solo nos queda hurgar entre nuestras herramientas más personales, y sin proferir frases hechas tratar de repensar la realidad, esta realidad que se nos pone a la vista, inevitable, cáustica, desagradable pero innegable. No puedo negar que la visualización de Monger me resultó muy perturbadora, y salir de ese estado de neblina emocional para pensar me llevó varias horas de varios días. Entre un pensamiento y otro, se me impuso la frase ya citada : “el tajo que tienen las mujeres entre las piernas no es más que una mera mercancía”, recordé a Karl Marx y su teoría de la mercancía y el valor de uso. “El valor de uso de un objeto es su capacidad para satisfacer alguna necesidad humana, y el valor de cambio es el valor que un objeto tiene en el mercado y que se mide solo en dinero, en términos puramente cuantitativos. Hay objetos que tienen valor de uso pero no valor de cambio – los sentimientos y el propio cuerpo humano – pero la tendencia de las sociedades de explotación es hacer de todo objeto algo que sirva para vender y comprar, es decir una mercancía”. (Karl Marx “El Capital”) Marx es genial en su definición, excede su teoría la idea de izquierda o derecha, pues analiza un modus operandi del sujeto instalado en el sistema de más rabioso capitalismo porque un objeto puede ser consumido aún en las más cuestionable condiciones de uso: una hamburguesa de Mc Donalds, un café de Starbucks, una cápsula Nesspresso o un huevo kínder, ya que detrás de esos objetos hay casi siempre todo un sistema de opresión de poder que “hacemos que desconocemos por un rato”, cuando sabemos que trabajan en condiciones inaceptables un montón de personas para que nosotros podamos consumir “el cafecito en donde George Clooney nos sonríe en la publicidad”. Pero hay algo claro, el café que me tomo es un OBJETO, pero la mujer, el hombre, el niño, el adolescente o quien esté de turno para ser consumido como mercancía sexual es un SUJETO. Un SUJETO no debería ser mercancía, pues no es OBJETO, pero la gran problemática que nos impone la todopoderosa diosa del sistema neoliberal es que podemos transformar en objeto cualquier cosa, todo, puede ser mercancía, y como dice una de los personajes del filme cuyo rostro no vemos, hasta puede serlo el amor. “El arte es superar el obstáculo de que esto es real. Esto no es real. La mejor chica es la mejor actriz. Lo mejor para una chica sería conseguir un novato o quizás algún tipo que se acaba de divorciar y que tiene un montón de plata y convencerlo de que eso que ella te dice es verdadero amor, y después te dice ¿Puede mandarme algo de plata? Entonces él llega a casa y empieza a enviarle dinero. Y el tipo dice: No quiero que sigas haciendo esto, quiero que te quedes en casa con tu bebé y yo te voy a mandar plata. Ella acepta la plata, pero eso no significa que se quede en casa. Y cuando se entera que hay dos o tres tipos mandándole plata, eso es devastador. Algunos hombres me escriben y ya sé lo que me van a decir, mi chica es diferente. Pero no, no lo es” Algunos podrán preguntarse dónde queda el rol de la mujer en toda esta historia, en la que nos cuenta un personaje oculto inventado una historia posible como repetida o en el documental en su totalidad, indudablemente en el mismo lugar que estos hombres, en un lugar cosificado, marginal, mercantilizado, vacío, y esclavizante. Estos hombres que alardean unos dólares son esclavos del sistema, no son sujetos libres – si es que puedo decir de ellos sujetos – pues se han cosificado son “el billete” que poseen antes que otra cosa, y eso los une a ellas “ese objeto de cambio” detrás del cual ellas quedan disueltas fantasmáticamente, jugando el peligroso juego de ser un “objeto” tan solo por un rato. Imposible, el trato a ambos les cuesta mucho más que un par de horas. Y a la sociedad le cuesta mucho más de lo que parece, aunque parezca ser un precio que hace siglos se paga por este juego, es importante ver cómo crece este modelo mercantilista en tanto la diferencia de clases sea alimentada por el mismo sistema. Primer mundo y tercer mundo sin esta radical diferencia, habría que pensar en lo caro que costaría el mongering. Quién sabe si sería un buen negocio turísitico o ya no. Por Victoria Leven @victorialeven
En su opera prima, Monger, turismo sexual en Buenos Aires, Jeff Zorrilla visualiza una realidad oculta y un mundo desconocido para la sociedad: el turismo sexual en Baires. Dentro del sistema capitalista todo puede ser lucrativo, incluso la vida y la muerte, siempre va a haber un único fin: la ganancia. Viviendo bajo estas reglas el valor principal de un ser humano es su condición de sujeto explotable. El exceso de competencia y mercado motivan a la sociedad a ejercer el rol de cliente. Nadie está exento. La prostitución es un insumo necesario dentro de este sistema ya que ocupa el centro de la industria sexual. Gracias a la globalización económica, la prostitución traspasó las fronteras internacionales de manera tal que las mujeres de los países pobres pueden ser adquiridas con fines sexuales por hombres de los países ricos. Se lo podría definir como colonialismo sexual, pero aquellos que lo practican prefieren el término turismo sexual. Acceder a esta práctica es muy fácil, sólo basta tipear international sex en Google y entrar a los diversos foros que existen en la red. En esas páginas, miles de usuarios suben fotos, puntúan a las mujeres como mercadería y aconsejan a otros desde sus experiencias. Para estas personas los viajes sexuales son un deporte y el principal objetivo es conseguir la mayor cantidad de premios posibles. En ese universo invisible se sumerge Monger, turismo sexual en Buenos Aires, para retratar estas prácticas a través de la mirada de quienes las llevan a cabo. Monger es un término inglés que se utiliza dentro del ambiente y su definición es muy similar al de traficante. El documental se construye con tres perfiles: un guía sexual, un turista que desea tener sexo con 400 mujeres antes de su cumpleaños y un ex cliente que está luchando por la custodia del hijo que tuvo con una prostituta. Las únicas voces son las de estos hombres que tienen una visión de mundo donde todo se controla a través de la plata, incluso las relaciones entre seres humanos. No es necesario relacionarse cuando podés tener sexo por unos cuantos pesos o dólares. Se ven reflejados como coleccionistas dentro del sistema capitalista, obsesionados en acumular experiencias sin importar el efecto de sus acciones. Su ideología machista se refleja en cada una de sus palabras: las mujeres son sólo objetos para brindar placer, un número más en la lista o un envase descartable. A través de diferentes formatos y registros, Monger, turismo sexual en Buenos Aires expone crudamente este estilo de vida que incomoda a la mayoría de la sociedad, pero que pocos quieren visualizar y muchos menos debatir. Lo que sí sorprende es que, al abarcar un tema tan sensible como lo es la prostitución, no se le dé espacio ni voz a las trabajadoras sexuales que lidian con estas problemáticas. La prostitución es un debate pendiente en la mayoría de las sociedades latinoamericanas, especialmente en Argentina. Actualmente las trabajadoras sexuales luchan para eliminar el gran estigma que sufren y exigen mejoras en sus condiciones laborales. El documental no hace eco a este reclamo y decide mostrar la mirada patriarcal del servicio, haciendo hincapié en el machismo dominante de la sociedad.
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