Historias de explotación Ganadora del 2 Festival Internacional de Cine de las Alturas, Mujeres de la mina (2015) se centra en tres trabajadoras mineras de Bolivia: Francisca Gonzalez Santos, Domitila Barrios de Chungara y Lucia Armijo. Su vida, lucha y labor desgarradoras son el leiv motiv de esta película. Cuenta la historia que todo comenzó cuando la realizadora argentina Loreley Unamuno viajó a Bolivia para la asunción de Evo Morales y conoció a Francisca Gonzalez Santos, quién le sugirió hacer un documental sobre las mineras. Atendiendo a su deseo, Mujeres de la mina narra la labor de estas tres mujeres en su inhumana tarea diaria: extraer de rocas con sus manos y un martillo, los minerales que se encuentren en ellas. Las imágenes son pregnantes, no hace falta ver un capataz hostigando a las señoras, basta con ver a una de ellas en la soledad de la montaña golpeando piedras entre el polvo que recubre y marca su piel, para comprender la aberración de la función ejercida. El documental narra también la vida de estas mujeres por fuera de la actividad en las minas del Cerro Rico de Potosí, en sus humildes hogares, cocinando o lavando ropa para sus hijos. La mayoría son viudas, ya que sus maridos también mineros, son más proclives a las enfermedades respiratorias allí contraídas. Hay un motivo cultural: el género femenino no puede entrar a las minas, son relegadas por su condición a sus alrededores. Con este dato aparece la otra historia, la histórica, la de la lucha social por los derechos que una de ellas, Domitila, ejerce desde su juventud. Mediante fotografías vemos su accionar en diferentes momentos de su vida. Para evidenciar la lucha y resistencia de estas mujeres, se escucha a Eduardo Galeano, voz autorizada sobre derechos laborales no respetados en el sur del continente. Sus aportes, relatos y vaticinios cierran el círculo de la consecuencia colonial detrás de las atroces realidades retratadas. Las directoras Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno no se abstienen al documental observacional, también utilizan testimonios, material de archivo y música incidental, para dar un discurso potente sobre el marginal tema, plasmado con creces en los breves sesenta minutos de metraje.
MUJERES CONTRA LA INJUSTICIA Es un documental de Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno, que tuvo su inspiración en el viaje de la segunda a Bolivia, y al encuentro en Potosí con Francisca González Santos. Ella, una luchadora por los derechos sociales, es una de las tres mujeres que se abren a contar sus vidas en la minas, a mostrar como trabajan, viven, cocinan y atienden a sus hijos. Reciente ganadora en la sección documentales del Festival Internacional de las Alturas. Una realidad distinta, de extrema dureza y de activismo incesante, con riesgo de vida. Eduardo Galeano presta su testimonio, fruto de su investigación para su libro “Las venas abiertas de América Latina”.
Tan cerca y tan lejos Gracias a un viaje llevado a cabo para acompañar la asunción de Evo Morales a la presidencia de Bolivia en 2006, Loreley Unamuno, una de las directoras de este documental, conoció a Francisca Gonzales Santos, trabajadora en las minas del Cerro Rico de Potosí, cuya riqueza explotó sin culpa el colonialismo europeo.Ese primer contacto disparó la idea de esta película lúcida y austera que cuenta su sacrificada historia de vida y las de otras dos mujeres de la zona igual de tesoneras y politizadas, además de notablemente precisas en sus crudos testimonios. También aparece el valioso aporte del escritor uruguayo Eduardo Galeano, un conocedor del lugar, fallecido el año pasado. El film llega a su estreno en Buenos Aires con el aval de un envidiable recorrido por festivales de todo el mundo. No está tan lejos de nosotros, pero parece otro mundo. Y vale la pena asomarse.
Un valioso documental sobre la crítica situación de las trabajadoras en las minas de Bolivia. Potosí es uno de los grandes emblemas del modelo extractivista que imperó durante la época de la Colonia… y también en la actualidad. Visto aquí en el Festival de Cine de Derechos Humanos del año pasado y premiado hace pocos días en el Festival de Cine de las Alturas de Jujuy, este documental dirigido a cuatro manos por Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno retrata las condiciones de vida de tres mujeres que viven en esa zona. Mujeres de la mina aborda a través de sus protagonistas las consecuencias de una discriminación de género que las ubica como los eslabones más débiles de la cadena de producción minera, resaltando sin embargo su fortaleza interna y capacidad de lucha. Una de ellas es Domitila Chungara, conocida por haber iniciado una sentada que, según se dice, fue el puntapié para el fin de la dictadura de Hugo Banzer. Expositivo en su confección, el documental tiene sus principales puntos de interés en la visibilización de un conflicto históricamente silenciado y en el testimonio de Eduardo Galeano, cuya voz supo magnificar una opresión que lleva siglos y está lejos de ser concluida.
Cómo voltear una dictadura. Tras una amplia recorrida por festivales de todo el mundo, el documental se estrenó en el Gaumont: un retrato sin subrayados excesivos de la lucha de un grupo de mujeres bolivianas encabezadas por Domitila Barrios de Chungara. “Ella tumbó a la dictadura del general Banzer”, afirma Eduardo Galeano en referencia a Domitila Barrios de Chungara, legendaria líder obrera que en la Navidad de 1977 marchó de Potosí a La Paz, iniciando allí una huelga de hambre junto a otras cuatro mujeres, en protesta contra ese gobierno. “Pronto las cinco fueron diez”, dice Galeano, “y luego cincuenta, y más tarde cien, y enseguida mil, y diez mil, y cien mil, hasta que la dictadura de Banzer se vio obligada a renunciar, por la huelga iniciada por esas cinco mujeres”. De esa mujer y de esas cinco mujeres y de muchas más mujeres que trabajan o trabajaron en las minas del Departamento de Potosí –o cuyos maridos lo hacen o lo hicieron– y que terminaron organizándose por sus derechos, trata Mujeres de la mina, documental filmado (grabado, habría que acostumbrarse a decir) por las realizadoras argentinas Loreley Unamuno y Malena Bystrowicz. Tras recorrer una enorme cantidad de festivales, Mujeres de la mina se estrenó en el cine Gaumont. Domitila, que en el momento de grabarse el documental anda por los 70 y pico y poco después va a morir de cáncer de pulmón, es legendaria, ya que su lucha se imbrica en la Historia misma de Bolivia, en la Épica y la Política del país vecino. Todo con mayúsculas, al calor de paros mineros en los 60 y 70, levantamientos obreros, asambleas ardorosas en las que hasta entonces las mujeres no tenían la palabra (las mujeres tienen prohibido bajar al socavón, ya que se cree que traen mala suerte), represión militar, tortura (aunque el documental no lo diga, Domitila perdió un bebé por ese motivo), secuestro de representantes yanquis por parte de los militantes obreros y negociación directa con el gobierno. A fines de los 70 Domitila se presentó como candidata a vicepresidente de la Nación por un frente de izquierda, y en 2005 fue nominada al Premio Nobel de la Paz. Lucía Armijo y Francisca Gonzales, las otras “protagonistas” de Mujeres de la mina, no tienen tantas mayúsculas encima, pero no dejan de ser heroínas cotidianas. Lucía se separó de un marido que cuando se emborrachaba le pegaba a ella y a los chicos, a consecuencia de lo cual le mató a una criatura. Con su piel apergaminada, Francisca golpea todos los días las piedras del Cerro Rico, tratando de extraer de ellas algún metal precioso. Pero Lucía y Francisca, además de trabajar en casa y en los alrededores de la mina, se hicieron dirigentes. Lucía primero tuvo que aprender a leer y escribir, y además tuvo que aprender castellano. Hay días que no duerme, porque el tiempo no alcanza. La mayoría de las dirigentes son viudas: en la mina, los hombres no duran mucho. Los que no mueren de silicosis mueren por accidentes. “La maldición de las mujeres, que no las deja bajar a la mina, al final les convino, porque les permite seguir vivas”, comenta Galeano, que pasó un buen tiempo allí en la zona a comienzos de los 70. Unamuno y Bystrowicz observan, dejan hablar, esconden las preguntas entre fotograma y fotograma, organizan el material de modo de comenzar con Lucía Armijo cocinando y terminar con ella en medio del grupo de mujeres organizándose para una marcha a La Paz, testimonio de un crecimiento. Filman (graban) esos rostros del color de la tierra seca, que parecen tallados en la piedra que los rodea. Captan una analogía sorprendente. La estatua de un minero combativo, erguido sobre una elevación, con el taladro en una mano y un fusil en la otra. Corte a una estatua igual, aunque sin fusil. Esa segunda estatua resulta no ser una estatua, sino un minero de carne y hueso.
CUANDO NO HAY NADA QUE PERDER Un film sobre el pueblo hecho por un autor no es lo mismo que un film hecho por el pueblo por intermedio de un autor; como intérprete y traductor de ese pueblo se convierte en vehículo del pueblo“. Jorge Sanjinés El llamado Nuevo Cine Latinoamericano surge en los sesenta como respuesta a los conflictos de su región, ha influido a muchos directores que continuaron desde el documental político-social, principalmente, expresando la voz de los pueblos a la que alude Sanjinés, uno de los grandes realizadores del cine boliviano, creador del grupo Ukamanu que promovía un cine revolucionario para la liberación. Mujeres de la mina desarrolla la historia de las mujeres mineras en Bolivia, tomando como punto de partida el relato de tres de ellas, pero sin duda en ellas está consolidada la expresión de tantas otras que han dejado su vida en la crudeza geográfica del Cerro Pico, en Potosí. Una zona de gran riqueza que durante el colonialismo colmó las arcas de los europeos en detrimento de un pueblo empobrecido y explotado. Tal como cita Eduardo Galeano, quien participa del film, “los europeos deberían pedirles perdón”. El documental de las realizadoras Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno surge en el año 2006, cuando Loreley viaja a Bolivia para participar de la primer Asunción de Evo Morales. En el camino de regreso, al pasar unos días en Potosí realiza un recorrido por las minas donde conoce a una mujer que hará germinar este documental como idea-proyecto: Francisca. Una mujer muy humilde, de rostro y manos curtidas que le dijo: – sería bueno hacer un documental con nosotras, las mujeres de las minas… A través de las voces de Lucia Armijo; Domitila Barrios de Chungara y Francisca González Santos se hace un recorrido de corte antropológico e histórico sobre un país que ha padecido, como en el resto de Latinoamérica períodos dictatoriales que acallaron cualquier intento de expresión o pensamiento y que, además, padeció la explotación del suelo a través de la actividad minera, donde los hombres dejan la vida de forma temprana al morir intoxicados por el polvo de silicosis. Sus viudas tuvieron que reemplazarlos en las minas, a pesar de que la tradición prohibía su entrada, a fin de sostener lo poco que tenían: una casa de adobe y paja, sin luz, y muchos hijos para alimentar. Esas mujeres fuertes, valientes, sacrificadas, enfrentaron el machismo que impedía su ingreso a las minas como la desigualdad laboral. A pesar de ser analfabetas o con escasa escolaridad, algunas de ellas, como Domitila Chungara fueron militantes mineras organizadas que bregaron por sus derechos, fueron presas y hasta lograron derrocar la dictadura del general Banzer (1971-1978). Luego de ser presentado en muchos festivales del mundo, donde obtuvo diez premios internacionales, el documental construido a partir de imágenes de archivo, fotografías y relatos a cámara, se destaca por el gran trabajo de fotografía y el cuidado estético de la imágenes. La cámara recorre con cierto lirismo los paisajes, y el sacrificio diario de estas mujeres luchadoras que, como una de ellas dice: no tenemos nada que perder más que nuestra pobreza y sufrimiento. Mujeres de la mina logra un destacado equilibrio entre forma y contenido. Transmite un discurso crítico y apelativo bajo la mirada sensible y comprometida de las realizadoras que no descuidan el tratamiento poético de las imágenes que acompañan con música local. Una propuesta interesante dentro de la oferta cinematográfica local. MUJERES DE LA MINA Mujeres de la mina. Argentina, 2014. Dirección: Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno. Intérpretes: Lucia Armijo, Domitila Barrios de Chungara, Francisca Gonzales Santos, Eduardo Galeano. Duración 60 minutos.
Se presentó en el 2° Festival Internacional de Cine de las Alturas, Mujeres de la mina (2015). Una documental inteligente, fuerte, duro y para tomar conciencia. Donde muestra a mujeres luchadoras, valientes, hacen sus tareas y están solas, sus esposos se encuentran enfermos o han fallecido. Una notable investigación. Y con en el testimonio de Eduardo Galeano. Una acertada investigación, con varios testimonios de estas mujeres, que además incluye una estupenda fotografía.
PALABRA DE MUJER No deja de ser raro, pero el mayor problema de Mujeres de la mina viene de un lugar un tanto inesperado y se llama Eduardo Galeano. No es que el fallecido escritor diga cosas inoportunas ni que tampoco sepa narrar distintos acontecimientos -todo lo contrario-, pero lo cierto es que es un hombre. Un hombre que desde la entrevista se convierte en portador y transmisor de instancias claves en historias protagonizadas por mujeres, cuando deberían ser ellas mismas las que lleven adelante por completo la narración. De hecho, durante buena parte de su escaso metraje -dura apenas algo más de una hora-, el film de Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno realiza la pertinente elección de hacer foco exclusivamente en tres mujeres que viven y trabajan en las minas del Cerro Rico de Potosí, símbolo emblemático de lo que ha sido el saqueo colonial durante siglos en tierras bolivianas. Deja entonces que sean ellas las que lleven adelante las acciones y se cuenten a sí mismas. En unas cuentas instancias, Mujeres de la mina adquiere características de documental de pura observación, permitiendo hasta que las mujeres hablen sin siquiera traducirlas, porque ya con los tonos de la voz y los gestos es más que suficiente. Allí es donde la película alcanza mayor interés y solidez, porque son los cuerpos, los cuerpos femeninos, los que impulsan las diversas narraciones puestas en juego. Pero Mujeres de la mina parece necesitar cierta legitimación estética y temática, lo cual explica en buena medida la aparición de Galeano -ya lo dijimos antes: un hombre hablando sobre mujeres- explicando determinadas variables del conflicto minero y el rol jugado por las mujeres en circunstancias decisivas, como la caída de la dictadura de Hugo Banzer. Es entonces que el documental parece desviarse de su camino original, intentando ser un retrato no sólo de la vida de las mujeres en las minas, sino también un fresco sobre la actividad minera en general y las luchas obreras en un país como Bolivia, donde los sectores dominantes accionan de manera brutal y despiadada. Esa ambición paradójicamente le resta impacto a la película, que despliega varias puntas de análisis y termina entrando en una improductiva dispersión. A pesar de su muy buen trabajo de montaje -particularmente con las imágenes y fotografía de archivo-, Mujeres de la mina sustenta sus mayores virtudes en la observación y la escucha de las tres mujeres protagonistas, que desde sus palabras pero también sus silencios demuestran tener mucho para contar.
Todas las personas que viven y trabajan en el campo, la montaña, el mar, con climas duros, tanto con frío extremo como con calor agobiante, donde las condiciones sanitarias y de confort hogareñas no son las óptimas como en las grandes ciudades, surgen habitantes acostumbrados al dolor, al sufrimiento, que se adaptan, se curten y mimetizan con los pro y los contra que tienen esos lugares hostiles. Esto es lo que revela éste documental de Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno, focalizado en la vida de Francisca Gonzáles Santos y de otras mujeres que trabajan en una mina de extracción de minerales en Potosí, Bolivia, reflejando la tarea cotidiana en su muy humilde casita junto a sus hijos, y luego como trabaja en la mina extrayendo minerales a cielo abierto, rompiendo las piedras a mazazos. La precariedad de las viviendas, que no tienen electricidad ni agua de red, sumado a las malas condiciones laborales, hace que la gente viva y envejezca demasiado rápido. Los hombres mueren jóvenes por arruinárseles los pulmones aspirando el polvo de sílice, por lo que hay en ese pueblo demasiadas viudas que son las que tienen que suplirlos para continuar con el trabajo y poder mantener a sus hijos. Ellas tomaron la batuta de sus vidas y se sindicalizaron. Lograron con sus protestas derrocar al dictador Gral. Banzer. El relato de ésta película es cansino, adecuado al modo de vida que se lleva en el lugar, con una música incidental que marca el ritmo. Las directoras intercalan fotos antiguas en blanco y negro, con planos generales que revelan el paisaje, informándonos de la forma más completa la historia que están revelando. En definitiva, es un alegato de cómo estas mujeres bolivianas, pese a las condiciones adversas en las que viven, de generación en generación, no se dan por vencidas y siguen adelante pese a todo.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Luego de cosechar numerosos premios y reconocimientos internacionales, se estrenó finalmente en Buenos Aires un documental realizado en 2014 por Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno, a partir de los testimonios de las mineras Lucía Armijo, Domitila Barrios de Chungara y Francisca González Santos, en Cerro Rico, Potosí, Bolivia. Completan sus decires, la participación de Eduardo Galeano, que cuenta su experiencia en vivo acompañando a los mineros y mineras en las huelgas de finales de los 60. Mujeres en la mina, es un proyecto visual que nos merecemos mirar. Riquísimo el material que se muestra, vibrante en toda la tensión de esas historias de vida, que replican el desplazamiento de tantos cientos de milesen nuestro continente a través de los relatos de estas mujeres que han logrado plantarse, desde los márgenes de la historia, desde el atrás del lenguaje hegemónico y de la cultura central, de la alfabetización, para contar una historia silenciada, común, que viene al presente como un abrazo de esperanza. Los datos fácticos dicen que la mina de Potosí comienza a funcionar en 1545. Galeano explica, porque lo sabe largamente, fruto de su investigación para escribir ese gran monumento a la vergüenza de la modernidad occidental que es Las venas abiertas de América Latina, que los europeos deberían arrodillarse frente al cerro, porque propició la acumulación de capital (mano de obra gratis esclavizada hasta morir + extraccionismo del recurso metálico) que posibilitó el mundo mercantil. Y hay que decir que 1545 no fue cualquier año. Tan fuerte y significativo fue el descubrimiento de estas minas para el futuro de Europa, tan fuerte la necesidad de la contrarreforma que garantice un universo simbólico religioso disciplinador de cualquier disidencia cultural, que ese mismo año se realiza la apertura del Concilio de Trento. Tan de la mano van la moneda y la hostia y tan molecular pareciera el poder que construyeron. Tan agobiante es la imagen de ese cerro que tiene en la iconografía barroca a su Virgen del Cerro, con su rey y su pontífice, que casi casi podríamos decir que ese 1545 es el comienzo del recurso global a las imágenes que vivimos hoy. El repositorio que logra hacer visible esta película, con fotos antiguas y nuevas, con signos de las pequeñas historias y cotidianeidades y de las grandes gestas, es importantísimo al punto de convertir todo el documental en un documento, un testigo que nos mira mirar. En los ojos de esas mujeres, con una potencia de género que desmarca el #niunamenos hacia nuevas líneas de fuga. Galeano, también es el que explica, que Potosí es una historia de viudas. Porque la tradición dice que las mujeres siempre dieron mala suerte en las minas. Y no se las dejó entrar. Y escaparon de la silicosis y la locura, y pudieron vivir, y luchar, más que los machos que inventaron ese tabú de la mujer como fuente de desgracias. Y allí están ellas tres, con sus diminituvos, su estito y aquello, su cuerpo protegido en muchas polleras y lanas, sus manos rudas, partiendo piedras, como mineras menores, mineras de las resacas, que hicieron la historia junto a los hombres, la interna y la externa, la doméstica y la pública. Cuerpos que resisten el rebote del golpe que le propinan a la piedra para encontrar la veta, una y otra vez, en la oquedad de un mundo injusto y destructor, mediático y torpe, para resurgir en la pantalla de este documental que bien merece todos los premios que podamos darle. Sigue en el INCAA Gaumont, e ir a verla y recomendarla es apoyar la lucha de estas mujeres por escribir otra historia. https://mujeresdelamina.wordpress.com/