Buenas compañías Museum Hours transcurre en el invierno de Viena y es fantástica. Es la historia de un guardia de una sala dedicada a Brueghel dentro del Museo de Historia del Arte que traba amistad con Anne, una mujer de unos 50 años que acaba de llegar a Viena a "cuidar" (si cabe la palabra) a Janet, una amiga de su infancia que yace en estado de coma en un hospital de la ciudad. Anne -que viene de Montreal- casi no tiene dinero y menos amigos en esa ciudad, por lo que la amistad que traba con el guardia es inevitable. Cohen la filma evitando todos los clichés esperables (por ejemplo, el romance entre ellos, que el director elude con mucha fineza), pero sin hacerle el quite ni por un minuto a la emoción genuina de dos personas necesitadas. Como si fuera poco, además la película se permite reflexiones muy lúcidas (casi como de contrabando) sobre el museismo, la historia del arte y el sentido del cine. Un gran film. PD: No será raro encontrar críticas que hagan paralelos con Antes del amanecer, de Richard Linklater. No los culpo: es Viena y es una pareja que conversa mucho y disfruta del gentil arte de conocer a otra persona.
Nacido en Afganistán hace 50 años, pero radicado en Nueva York, Jem Cohen es uno de los directores más prolíficos, diversos e interesantes del panorama internacional. Su filmografía incluye desde documentales hasta varios videoclips para la banda R.E.M., pasando por decenas de cortos (desde trabajos experimentales hasta registros dedicados a figuras musicales como Patti Smith, Fugazi, Vic Chesnutt o Elliott Smith) y elogiados largometrajes de ficción como Chain y Museum Hours. Precisamente, Museum Hours -película premiada en los festivales de Locarno y Toronto- se estrena de manera exclusiva en el MALBA (Figueroa Alcorta 3415), donde se exhibe todos los viernes de enero, a las 22; y todos los domingos, a las 18. Y nada mejor que el cine de un ámbito como el MALBA para albergar a un film cuyo punto de partida es el Museo de Historia del Arte de Viena. Los protagonistas de esta encantadora historia son Johann (Robert Sommer), un ex manager de bandas en la ruidosa escena musical que ahora se desempeña como guardia en la quietud de la sala dedicada a la obra de Pieter Brueghel el Viejo. Allí conocerá a Anne (la compositora canadiense Mary Margaret O'Hara), una mujer de unos 50 años que llega desde Montreal a Austria casi sin dinero ni idea de cómo es el país debido a una emergencia: acompañar a una amiga de la infancia que está en coma en un hospital. Museum Hours -que tiene bastante puntos de contacto con Antes del amanecer, de Richard Linklater, más allá de que sus personajes son más veteranos que los de Julie Delpy y Ethan Hawke- es una delicada película de encuentros en cafés, charlas entre dos seres frágiles y en crisis, caminatas por las hermosas calles de la ciudad nevada, viajes en el transporte público y reflexiones siempre inteligentes sobre el museismo, la historia del arte, la soledad y la madurez, Viena y el cine. Una pequeña joyita para no dejar pasar.
Interrogantes sobre la vida y el arte El viaje de una mujer canadiense a Viena y su posterior amistad con el celador de un museo son las excusas que disparan múltiples líneas reflexivas y emocionales. En este film de Cohen, la ficción y el documental se entreveran y confunden, borroneando sus límites. Jem Cohen no es el típico director norteamericano, como bien saben los habitués del Bafici (el festival porteño le dedicó una retrospectiva hace algunos años y sus cortos y largometrajes suelen exhibirse en cada nueva edición). Para aquellos que desconozcan por completo su nombre, baste decir que su obra audiovisual bascula alrededor de lo que suele llamarse –a falta de un término más preciso– ensayo cinematográfico, pero también incluye documentales de observación y videoclips de reconocidas bandas. Si Cohen es una suerte de francotirador fílmico, su última obra (con la cual obtuvo un grado de exposición internacional inédito hasta este momento) pertenece con honores a un territorio felizmente contaminado en el cine contemporáneo, donde la ficción y el documental se entreveran y confunden, borroneando sus límites por completo. Aunque, en este caso, no se trata de un cine donde la realidad encontrada por la cámara y la fantasía del guionista se enfrentan en una suerte de dialéctica, sino todo lo contrario: en Museum Hours todos los materiales cinematográficos poseen el mismo valor y pueden cumplir funciones similares, intercambiables. La excusa narrativa pergeñada por Cohen es el viaje de una mujer canadiense a Viena. Lejos del turismo lúdico, Anne, una mujer que andará por los sesenta años, visita la capital austríaca al recibir la noticia de que una prima sin familiares cercanos está internada en estado comatoso. El otro personaje de ficción del film es Johann, un celador del Kunsthistorisches Museum, el legendario Museo de Historia del Arte vienés, depositario de obras de, entre otros, Durero, Arcimboldo, Velázquez, Rubens y un pabellón entero dedicado a pinturas de Brueghel el Viejo. Entre ambos comienza a desarrollarse una relación de amistad a partir de la cual el realizador dispara múltiples líneas reflexivas y emocionales, planteando interrogantes sobre el arte, la vida cotidiana, la relación entre ambos, la ciudad como hábitat, las relaciones humanas. Museum Hours es una película de una amabilidad infrecuente, libre de ataduras, despreocupada de usos y costumbres, que logra poner al Arte con mayúsculas a la misma altura del eventual visitante de un museo. No es menor en el listado de logros del film la elección del casting. Tanto la cantautora y actriz canadiense Mary Margaret O’Hara como Bobby Sommer, actor no profesional que hace aquí su debut (dicho sea de paso, Sommer es un veterano colaborador de la Viennale, el Festival de Cine de Viena), logran darle al relato una porción considerable de su tono tristón pero siempre optimista. Más allá de las escenas de diálogos entre ambos personajes –una novedad en el cine del realizador– que tienen como trasfondo las calles, los bares y lugares famosos (y no tanto) de Viena, el film nunca abandona las obras pictóricas y escultóricas del museo como centro de irradiación de ideas y sensaciones. Pero, lejos del documental tradicional, lo hace de una manera poco ortodoxa, alejada de saberes canónicos y didactismos de manual. Un segmento de la película presenta una visita guiada a la colección de Brueghel, en la cual la guía conversa y discute con algunos de los miembros del grupo las posibles intenciones del artista, su estilo, sus ideas. En esa secuencia de poco más de quince minutos, Cohen consigue con creces lo que el film del polaco Lech Majewski, El molino y la cruz, no lograba alcanzar en su hora y media de metraje: plantear la enorme o escasa importancia de la obra de arte en el momento de su creación y/o a la distancia de los siglos transcurridos, bajar a tierra la creación artística, un logro de la inteligencia y el espíritu humanos. Pero se trata de dos films muy disímiles en intenciones y alcances; el de Cohen es un ensayo expansivo, que busca similitudes y contrastes en los lugares más insospechados; el de Majewski, una lección donde el didactismo no hace más que encerrarse sobre sí mismo. En el fondo, Museum Hours es un poco como esas grandes pinturas de Brueghel donde el centro nunca está donde se supone o, mejor aún, donde nada es periférico y todo es central. Ninguna cosa es más importante que otra y central es la melancolía de esos personajes, el paso del otoño al invierno en las calles de Viena, las pinturas colgadas en el Museo, la inminente muerte de la prima de Anne, las canciones del grupo de inmigrantes en el bar, la palpable soledad de Johann y el nacimiento de esa nueva amistad.
Sobre una ciudad y la vida que alberga Museum Hours , y es una gran apertura de temporada. El director, Jem Cohen (nacido en Afganistán, radicado en Nueva York), es una de las principales figuras del cine independiente actual. Sus películas han sido exhibidas en diversas ediciones del Bafici (con retrospectiva en 2007) y además forman parte de la colección del MoMA neoyorquino. Museum Hours fue una de las estrellas del circuito de festivales 2012 y 2013, y ahora felizmente se estrena en forma comercial. Se trata un film-ensayo bordado por una ficción, o una ficción sostenida por un ensayo cinematográfico sobre la ciudad de Viena, el arte que alberga, el frío, los museos, los comportamientos de los visitantes, los cafés, las calles. La ficción parte de un viaje de una mujer (Anne) desde Montreal hasta Viena a acompañar a una prima hospitalizada. Anne, sola en Viena y Johann (Bobby Sommer) se conocen. Johannn es guardia del Museo de Historia del Arte de la ciudad austríaca. A Johann lo conocemos más porque tenemos su voz, que nos cuenta sobre su vida, sus trabajos, sus horas en el museo, sus observaciones. Anne es más misteriosa, y aunque hable con Johann, y cante, y baile, y camine y observe y reflexione, un enigma irresuelto flota sobre ella. Tal vez eso la haga aún más seductora. Anne está interpretada por la cantante canadiense Mary Margaret O'Hara, de una belleza y una fotogenia llamativas. Su notorio parecido con Catherine O'Hara (la mamá de Mi pobre angelito y parte de la troupe de Christopher Guest ) se debe a que son hermanas. Cuando la ficción entre Anne y Johann se enciende, estamos ante un estupendo logro: una ciudad y su exploración son un escenario rico y reflexivo para una historia entre dos personajes que manejan una química otoñal, reposada y, a la vez, cargada de electricidad. El creciente compañerismo o amistad entre Anne y Johann es sostenido, intersectado, comentado, por reflexiones sobre el arte (en especial sobre las pinturas de Bruegel) y por la presencia de una ciudad y sus edificios, sus historias, sus rincones, sus grises, sus fríos, sus fachadas (hay algo de Chats Perchés de Chris Marker en la propuesta, aunque con menos política). Más allá de la frustración que puede provocar que la historia de Anne y Johann avance menos de lo que queremos, esta es una película que convierte la pausa en placidez y la quietud en detalle y no en mero detenimiento. No hay tantos experimentos contemporáneos tan logrados como Museum Hours , con esa agudeza para observar y para dejarse observar por una ciudad y la vida que alberga.
El arte de la vida Dirigida por Jem Cohen y producida por la cantante Patti Smith, se estrena en malba.cine los viernes y domingos de enero Museum Hours (2012), peculiar e intimista film centrado en solo dos personajes: el guardia de un museo y una mujer que cuida a un familiar enfermo. Museum Hours, que se verá todos los viernes a las 22 y los domingos a las 18 en el auditorio del Malba, ubicado en avenida Figueroa Alcorta 3415 - CABA, viene de participar en diferentes festivales como Viena, Locarno, Toronto, San Francisco, Moscú y Vancouver. La historia narra el encuentro durante un frio invierno en la ciudad de Viena entre Johann, el cuidador de una sala dedicada al artista Pieter Bruegel dentro del Museo de Historia del Arte, y Anne, una mujer canadiense que se encuentra en la ciudad austríaca para cuidar a un familiar enfermo. Sin dinero, Anne deambula por la ciudad y toma al museo como una especie de refugio personal para evadirse de la realidad. Entre los paseos diarios de Anne y la rutina de Johann se producirá el encuentro de estos dos personajes condenados a la soledad. Jem Cohen, reconocido por su documental sobre la banda de rock experimental Fugazi, aborda contemplativamente desde lo visual lo que sucede en los tiempos muertos del museo, a la vez que estos dos personajes dialogan sobre la vida y el arte. Mientras el silencio invade los salones, la cámara se posará sobre los cuadros de Bruegel y aquellos seres que los contemplan a diario durante una ceremonia intima y alejada de toda realidad. Mientras la reiteración de este ritual se sucede a diario, entre Johann y Anne se irán afianzando los vinculos y la confianza les permitirá abrirse al uno con el otro, para así manifestarse libremente y sin ningún tipo de prejuicios sobre sus vidas, la ciudad y las formas en las que el arte se manifiesta en la cotideanidad. El museo dejará de ser un espacio del pasado para convertirse en un ámbito atemporal en donde también el presente y el futuro formarán parte de él. Jem Cohen logra en Museum Hours conjugar la contemplación visual de la obra Bruegel con la sonoridad de un film enteramente de diálogos, para dar como resultado una obra única, en la que el arte, la vida y el cine se convierten en algo único e irrepetible.
¿Cuál es la pregunta más usual que le hacen a los guardias de un museo? Según Johann (Bobby Sommer), quien tiene esa labor en el Kunsthistorisches Museum de Viena, es “¿dónde está el baño?”. A punto tal que muchas veces los guardias, agotados, mandan a los pobres visitantes a dar una vuelta por el camino equivocado. En la inteligente y curiosa conversación que es el centro de MUSEUM HOURS, la película del norteamericano Jem Cohen rodada en Viena, Johann es nuestro principal anfitrión. Su particular ubicación física, la cantidad de tiempo que ha pasado mirando algunas de las grandes obras de la pintura mundial y su amable y respetuosa inteligencia lo convierten en un espectador calificado para conducir al espectador del filme hacia una serie de reflexiones que van desde las obras de arte per se hasta su función cultural pasando por una variada cantidad de temas que exceden el marco cultural y sociopolítico vienés. En una película que podría ser vista como la versión realista y a escala humana de EL ARCA RUSA, de Alexander Sokurov, Johann conoce en el museo a una mujer canadiense, Anne (encarnada por la gran cantautora Mary Margaret O’Hara), quien está en Viena cuidando a un primo que está en coma en un hospital, por lo que pasa muchas de sus horas en el museo. Ambos entablan una relación de amistad que se va desarrollando cinematográficamente mediante conversaciones que discurren por los temas antes citados, partiendo del arte para recorrer varios universos. Y así como los temas, la película sale del museo para recorrer las calles de Viena, algunos de sus sitios históricos, sus bares y restaurantes. museum hoursCohen, cuyo cine personal siempre se ubicó en una zona gris entre el documental, la ficción y la película ensayo (entre sus películas están las notables BENJAMIN SMOKE, CHAIN e INSTRUMENT, además de varios videoclip de R.E.M., entre otras bandas), mantiene aquí un tono que bordea lo documental. Si bien sabemos que no se interpretan a sí mismos (los que hemos ido a la Viennale conocemos bien a Sommer como el coordinador de los transportes del festival), la película transmite la sensación de estar husmeando en una serie de conversaciones y situaciones privadas. En un filme de observación (y escucha) como es MUSEUM HOURS lo más rico es estar atento a los detalles, perderse en la conversación entre los personajes, o escuchar con atención cuando una historiadora de arte explica a unos visitantes particularmente irritantes su mirada al universo de Bruegel, algo que Cohen acompaña desde el montaje, yendo a los detalles visuales de su explicación. A partir de esos momentos, la película logra hacer una pintura de ambos personajes y sus realidades: la mujer sola y algo deprimida fuera de su elemento (y su idioma) y el solitario hombre, gay, de más de 60 años. museumhoursSus conversaciones, de cualquier modo, no siempre tienen que ver con el análisis de las obras de arte. Johann cuenta anécdotas de sus épocas como chofer de bandas de rock y ambos discuten sobre bandas de heavy metal. Anne, en tanto, deja ver su delicada situación personal. Ambos comparten una curiosidad que excede el turismo cultural y que se relaciona más con lo humano, con la forma en que las personas se relacionan (o no) con esos objetos y/o lugares y, más que nada, cómo se relacionan unas con otras. Algunas escenas (una, digamos, casi surrealista, con varias personas desnudas mirando las obras del museo) no funcionan del todo bien y por momentos uno no puede evitar sentirse ante un objeto de promoción cultural disfrazado de película para festivales, pero fuera de esos pequeños momentos lo que transmite MUSEUM HOURS es curiosidad por el mundo, por la historia y por el presente, y por entender cómo las personas se relacionan con el arte y viceversa. Como los cuadros de Bruegel que analizan, Cohen trata de pintar a sus personajes integrados al mundo que habitan. Y como en esas obras, conviene observar muy bien la película para notar donde están guardados sus mejores secretos.
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Voy a ser breve, esta peli hay que verla centrándose en quién mira, y qué mira. Allí esta todo su rico juego, o gran parte de él. Nos encontramos con un personaje que trabaja en un museo y conoce no solo las obras, sino a la gente que ve las obras. El otro personaje, femenino este, pasa muchas horas en el museo últimamente. Hace tiempo allí, se arma una amistad con la persona que mencionamos antes. Y miran obras. Obras de arte en todos lados. ¿Qué es un obra de arte? ¿Qué es arte? Qué muestra el autor y qué ve el espectador. Con eso se juega. Además, tenemos hasta una clase de Pieter Brueghel, que enriquece todo este relato sobre el recorte, y esta peli recorta los cuadros en el encuadre, juega con los pedazos de las obras, con obras relatadas y vistas, y algunas relatadas pero que el espectador se tiene que imaginar, como se las tiene que imaginar aquella mujer que esta en coma. Y cada uno tiene su propia mirada. Y la subjetividad esta a la orden del día. También veremos otras personas, diferentes todas, como las obras de arte. Algunas dan ganas de conocerlas un poco más. Y ya dije mucho, para una peli que será mucho más rica para aquél que más sepa sobre pintura, escultura, etc. Pero que no dejara de tener interés para el que no, siempre y cuando no esperen algo encasillado en un ritmo rápido con acciones turbulentas. Acá la cosa viene de contemplación, como cuando vamos a un museo.