Elogio a la inocencia Avalada por más de un millón y medio de ejemplares vendidos a lo largo de casi diez años, la adaptación cinematográfica del clásico libro infantil de Luis Pescetti, Natacha, La Película (2017), establece una revisita al cine infantil más clásico, aquel encuentra en la escuela su razón de ser y motor narrativo. Fernanda Ribeiz y Eduardo Pinto son el equipo de directores encargados de llevar a la pantalla grande a uno de los personajes más emblemáticos de la literatura para niños, y, en este caso, adaptando los dos primeros libros de la saga best seller regional. Natacha (Antonia Brill) es una niña que siempre está con una sonrisa, vive con sus padres (JJulieta Cardinali y Joaquín Berthold) y disfruta diariamente de la compañía de sus amigos, especialmente de Patti (Lola Seglin), “su mejor amiga”, con quien avanza en un negocio de escritura de cartas de amor que genera más confusión entre los participantes que parejas. En el medio adopta a Rafles, un pequeño perro que desorganiza su casa (y los nervios de su madre), pero que le permite demostrar que el animal distingue colores, tema central de una tarea escolar especial asignada con la que intenta además, derrotar a sus archienemigas las “chicas coral” (Fiorela Duranda y Martina Iglesias) y así convertirse en la reina de la clase y la preferida por todos. Natacha, La Película fusiona tradicionales relatos de colegio (Señorita Maestra, Caídos del mapa) en el que dos grupos, uno popular y otro que intenta serlo, interactúan avanzando a paso firme, esquivando los conflictos y resolviendo en el día a día cuestiones relacionadas a la familia, la amistad y el amor. El binomio de directores decidieron contar la historia con un tempo diferente al de la Industria, creando además un universo inocente y en donde los niños son niños, los adultos, adultos, y cada rol que se presenta en el relato, además de cumplir con su función, representa, de la manera más verosímil, su idea y origen. Hay también una decisión por evitar caer en estereotipos parentales, así, la representación de los adultos de Natacha, La Película arranca con hombres y mujeres sin hiperbolización y, menos aún, con la necesidad de trascender o mostrarse por encima del elenco infantil. Su participación es en función de cada uno de los conflictos de los niños, muchos presentados con anterioridad en una propuesta para chicos que respeta a su público y que lo entiende y contiene. La incorporación de una banda sonora efectiva y trazos gráficos para dinamizar la historia, son aditamentos que terminan por consolidar una idea que hace años viene buscando plasmarse y verse en la pantalla grande y que en tiempos de efectos especiales y grandes es un pequeño oasis en medio de tanta espectacularidad. Y si bien Natacha, La Película falla en algunos puntos trabajados desde el guion (resolución de conflictos secundarios, diálogos demasiado extensos, desarrollo de ciertas cuestiones asociadas a los roles) la frescura con la que los niños protagonistas avanzan en el relato, la fuerza de las actuaciones, y una línea progresiva que respeta a raja tabla el cuento clásico de tres actos, con las idas y venidas esperables y la política como motor performatico, destacan como materia prima de una ideología ajena al establishment y que cada día avanza con más fuerza sobre lugares comunes, empoderando niños y familias con un mensaje esperanzador.
Hace veinte años, Luis Pescetti, popular escritor, músico y cantante argentino, creó a Natacha, un personaje infantil que se transformó en protagonista central de una exitosa saga de nueve libros. Atenta a ese suceso, la productora Magoya Films de Nicolás Battle, Sebastián Schindel y Fernando Molnar (la misma de películas como El patrón y Mundo Alas), le propuso llevar al cine una historia basada en los dos primeros. Natacha (Antonia Brill) es una niña curiosa, inquieta y preguntona que rara vez se despega de su amiga Pati. Ellas son "las chicas perla", enfrentadas permanentemente con otro dúo de su misma clase, bautizadas como "las chicas coral". En un contexto en el que el cine infantil ha sido monopolizado por producciones de animación por lo general supercostosas, esta simpática película argentina apuesta por una alternativa diferente, apoyada en las cándidas travesuras de una niña que pretende que su pequeño y enérgico perro Rafles pueda ver el mundo en colores. Una de las características más notorias del personaje imaginado por Pescetti sobre la base de su propia experiencia en el trabajo docente con alumnos de preescolar y primaria es que no replica problemáticas más típicas de los adultos, como ocurre en muchas otras ficciones destinadas a los chicos. Esa cualidad los aleja de la caricatura y los vuelve verdaderos, cercanos, inmediatamente reconocibles.
El universo de los chicos según Pescetti Músico, cantante y escritor, el argentino Luis María Pescetti ha venido publicando en las últimas dos décadas una gran cantidad de libros destinados a los lectores más pequeños. Entre ellos, la saga de nueve tomos dedicada a Natacha –una nena de 8 años muy curiosa y dueña de cierta tendencia a generar desastres menores– logró transformarse en un éxito de ventas, tanto aquí como en el resto del mercado hispanófono. Curiosamente, el arribo de Natacha al cine no fue encarado a partir de una producción de alto presupuesto sino, por el contrario, mediante un concepto de pequeña escala industrial que parece sentarle bien a los personajes y a sus aventuras cotidianas. La debutante Fernanda Ribeiz y el experimentado realizador Eduardo Pinto (Palermo Hollywood, Corralón) –con la participación muy activa del propio Pescetti– recrean libremente algunas anécdotas puntuales de los dos primeros libros protagonizados por la niña, encarando un relato costumbrista en miniatura en el cual el universo de los chicos, como suele ocurrir en el mundo real, se roza constantemente con el de los adultos. Y a veces, claro, choca frontalmente. No es fácil trasladar al medio cinematográfico, con actores de carne y hueso, el cosmos de los cuentos infantiles, en particular cuando no existen elementos fantásticos que hagan las veces de alegoría. La reciente película uruguaya AninA demuestra que los modos de la animación son generalmente más generosos con ese traspaso de un formato a otro. En Natacha, la película conviven el deseo de mantener el espíritu de los textos originales con las imposiciones naturalistas de un hábitat muy diferente al de la letra impresa. Es por esa razón que no todos los diálogos se sienten frescos: por momentos, los pequeños actores y actrices están atados a ciertas líneas que no terminan de funcionar correctamente al estar despegadas del formato literario. En otras, en cambio, la magia dice presente, y no es nada menor el hallazgo de Antonia Brill, una Natacha cuyo rostro inquieto transmite el espíritu revoltoso del personaje original. Julieta Cardinali, Joaquín Berthold y Ana María Picchio (Mamá, Papá y la Abuela, respectivamente) enfrentan el desafío de equilibrar la historia y el casting con sus miradas y actitudes de adultos. La anécdota es sencilla y sin demasiadas complicaciones dramáticas: una feria de ciencias escolar y el hallazgo de un perrito perdido (de allí en más, El Rafles) cruzan sus caminos y terminan anudándose en una misma trama, aderezada con líneas secundarias como el furioso intercambio de cartas donde los chicos y las chicas se “declaran”. La villana titular de la película es, previsiblemente, la directora de la escuela, a quien los alumnos apodan “La bigotuda”, por razones no tan evidentes en pantalla. El notorio uso de varias cámaras durante el rodaje transmite por momentos la sensación del típico efecto televisivo de “ponchar”, apoyado por una estructura hilvanada de situaciones/sketches, con sus tres actos resueltos antes de seguir camino hacia la siguiente. Quizás esa era la idea: que Natacha, la película no fuera un ente definidamente autónomo sino una ilustración viva –y con canciones reflexivas a tono– de las peripecias contenidas en los libros.
La protagonista que da nombre a la película es una inquieta nena de 8 años (Antonia Brill) quien, junto a su mejor amiga Pati (Lola Seglin), conforma el dúo de las “Chicas Perla”, antagonistas de las “Chicas Coral”.La “Feria de Ciencia y Tecnología” de la escuela será el marco ideal para que la inseparable pareja tenga la oportunidad de planear como vencer a sus rivales, consentidas por la directora. Con ese objetivo adoptarán un perro de la plaza al que llamarán Rafles. El revoltoso cachorro será determinante para el proyecto que presentarán en la feria: “¿Los perros ven colores?”. A pesar de la negativa del papá (Joaquín Berthold) y la mamá (Julieta Cardinali) de Natacha a aceptarlo en casa, las niñas no estarán solas en el desafío de educar a la mascota, ya que contarán con la fiel complicidad de Abu Marta (Ana María Picchio). El film es una adaptación del personaje infantil protagonista de nueve libros creado por el escritor, compositor y cantante argentino Luis Pescetti. En ésta, su primera versión cinematográfica, fiel al texto original se relatan las emociones y reflexiones de una nena en edad escolar. Apelando a un lenguaje espontáneo y coloquial la película logra representar el mundo infantil contemporáneo en cada uno de los escenarios donde se despliega: en casa con la familia, en la escuela con los compañeros, o en la plaza con la abuela. Cabe destacar que las canciones de Luis Pescetti, lejos de ser disruptivas con la historia, asoman discretamente reforzando el contexto narrativo en que se insertan. Para los más chicos, entre seis y diez años. Brillan especialmente las dos nenas protagonistas y el oficio de la Picchio. Siempre es valorable que el material para chicos no sea solo de animación. Bienvenida Natacha. (M.S.)
“Natacha, la película” es la adaptación de lo libros de Luis Pescetti en el cine, que desde 1997 vendió más de 1.500.000 ejemplares entre Argentina y España. La cinta sigue a Natacha (Antonia Brill), una niña alegre que vive con sus padres (Julieta Cardinalli y Joaquín Bertold). Con sus amigas de la escuela, Pati (Lola Seglin) y Nati, tiene un pequeño emprendimiento, que se trata de escribir cartas de amor, para alivianarle la tarea a Cupido. Un día adopta a Rafles, con la sola condición de que se quede en la casa hasta que termine una tarea de la escuela para la Feria de Ciencias, que consiste en demostrar que los perros ven en colores, para obtener la mejor calificación, además de buscar derrotar a sus archienemigas Las chicas coral (Fiorella Duranda y Martina Iglesias). Eduardo Pinto, que viene de dirigir films como “Palermo Hollywood” (2004), “Caño Dorado” (2010) y “Corralón” (2017), además es guionista y director de fotografía, mientras que Fernanda Ribeiz fue asistente y guionista antes de hacer su debut en la dirección. La decisión de los directores fue buscar diferenciar dos mundos diametralmente opuestos: el infantil y el adulto. Los protagonistas son los niños, quienes muestran su mágico e inocente mundo, mientras que los roles de la madre, el padre, la abuela, los docentes y la directora de escuela no se ven por encima de los más pequeños. Todos se encuentran muy bien en su papel, con una actuación fresca. En cuanto a los aspectos técnicos, “Natacha, la película” utiliza una música muy apropiada, que se incorpora a través de una banda sonora, realizada por el mismo Luis Pescetti y Gonzalo Pomenarec, que además se puede ver en los créditos. Por su parte, las locaciones elegidas para el film son muy diversas, tenemos situaciones que ocurren en la escuela, otras en la casa y también en la plaza. En síntesis, la película presenta una estructura clásica de tres actos, propicia de los cuentos infantiles, tiene una actuación fresca tanto de los chicos como de los adultos, y nos brinda un mensaje esperanzador con respecto a la familia, los amigos y la escuela. Imperdible.
El universo infantil del escritor y cantante Luis Pescetti llega al cine con Natacha, la película. Basada en sus dos primeros de la saga de nueve libros sobre la chica preguntona, la película construye un mundo candoroso donde la protagonista y Pati, su mejor amiga, tienen que entrenar al perrito Rafles para que aprenda los colores y así ganarles a "las chicas Coral" en el proyecto de ciencias del colegio. El principal desafío de Fernanda Ribeiz y Eduardo Pinto tiene que ver con ese protagonismo de los chicos en la película, una carga para cualquier cineasta a la que ellos le agregan la presencia del perrito. Julieta Cardinali, Ana María Picchio y Joaquín Berthold son los adultos que intentan hacerles la vida un poco más fácil a los cineastas. Los directores construyen un mundo extraño e idealizado, siempre en torno a la escuela pública, donde la tecnología todavía no se metió en la vida de los chicos de ocho años. Uno de los puntos más interesantes y sutiles de Natacha, más allá de las canciones originales de Pescetti, está en esa sensación rara que transmite hoy día ver a los chicos divertirse sin celulares, tabletas ni tele. Esa infancia que hoy se siente un poco lejana parece haber sido la inspiración de Ribeiz y Pinto, que celebran cada una de las salidas ingeniosas de la protagonista. Natacha es una película optimista donde la maldad no es atribuible ni siquiera a los personajes que en algún momento ocupan el rol de villanos, como si la mirada infantil condicionara a los directores. Y, una vez en ese universo aniñado, la candidez no es un problema tan grande como la poca imaginación.
La protagonista es Natacha (Antonia Brill) una niña de 8 años, comunicativa, curiosa, sus padres (Julieta Cardinali y Joaquín Berthold), son quienes le ponen ciertos límites, en cambio su abuela Marta (Ana María Picchio) le da todos los gusto y es cómplice de sus travesuras. Sus vidas tienen ciertos cambios cuando llega Rafles, un perro vivaracho y juguetón, junto a su amiga Pati y a otros amigos educarán a esta mascota y vivirán una serie de aventuras increíbles. Un film de aventuras que tiene un corte familiar, es sencillo, tiene frescura, es divertido, entretenido y para nada pretencioso, aunque tiene un flojo guión.
Lo interesante de esta adaptación de los libros de Luis Pescetti consiste en intentar eludir la puerilidad a la hora de contar una aventura para chicos. Lo logra casi siempre, y hay buen gusto para elegir los elementos visuales. A veces, de todas formas, el asunto se vuelve sentencioso, como si la necesidad de moraleja hubiera de ser subrayada todo el tiempo. Pero prima en general la simpatía y eso que en los setenta solíamos llamar “chispa”.
La adaptación de Natacha, la novela de Luis María Pescetti, llega al cine con dirección de Fernanda Ribeiz y Eduardo Pinto. Natacha es una niña muy curiosa y muy amiga de Patti. En el camino encuentra a un perro que lo llama Rafles y aprovecha un trabajo práctico del colegio para preguntarse si los perros ven en colores. En su casa, los papás tratan de aguantar las ocurrencias de la chica mientras que la abuela sirve como compinche. Las historias para niños en el cine argentino son inexistentes. Mientras que las grandes producciones internacionales tratan los temas básicos como la amistad y la madurez en un contexto totalmente ajeno a lo que viven los chicos en nuestro país. Natacha, la película remedia este problema al centrar la acción en el colegio y en los problemas que pueden surgir en chicos de nueve o diez años. Hay ciertos aspectos de la producción y las actuaciones que parecieran presentarse como un film casero o familiar que podría restar ritmo en una época donde los chicos consumen contenido visual a una velocidad increíble. Pero este aspecto aparentemente buscado hace la cinta aún más particular en el género infantil, donde el punto de vista se sitúa en su picaresca protagonista Natacha. Hay que mencionar que Pescetti realizó la música original de la película, una manera de expandir el universo de sus novelas y canciones a la pantalla grande.
Basada en los dos primeros tomos de la saga de libros de Luis Pescetti, esta película codirigida por Fernanda Ribeiz y Eduardo Pinto trae el aire fresco de las buenas noticias para el cine argentino para toda la familia. Primero, porque es una película dominada por los chicos, en la que los adultos tienen papeles rotundamente secundarios. Segundo, porque como dice Ribeiz, son chicos haciendo cosas de chicos: ni hablando como adultitos, ni involucrados en el mundo de los adultos. Como en los libros de Pescetti, uno de los autores juveniles e infantiles más creativos y exitosos de este tiempo, Natacha-la película está hecha desde el absoluto respeto por el mundo infantil, al que invita a mirar y escuchar. En poco más de una hora, se trata de seguir a sus protagonistas, las muy sueltas Antonia Brill y Lola Seglin, en la "aventura" que supone encontrar un perro y llevarlo a casa, aunque a mamá y papá mucho no les guste, y pensar con él el proyecto de la feria de ciencias, competencia con sus compañeros de aula. Acompañan muy bien Julieta Cardinali y la siempre divertida Ana María Picchio, como la abuela. El resto, como canta la canción final con destino de hit, que Pescetti compuso para el film, es una lúdica -y emocionante, padres y madres que todavía pueden conectar con la propia infancia- invitación a jugar y jugar y jugar y jugar.
La infancia es una gota de agua suspendida en el tiempo, que va creciendo hasta convertirse en el río de la vida. Y según Heráclito "Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.". Y la infancia no vuelve, sólo continúa en los recuerdos. Ese mundo perdido de la infancia fue recreado en libros que hablan de un mundo de jeroglíficos codificados por niños que entre ellos se entienden, pero que los adultos deben decodificar. La saga “Natacha” de Luis Pescetti (músico, cantante, escritor) fue publicada en las últimas dos décadas con una protagonista de 8 años, que sin ser Mafalda en muchas actitudes se le parece. El mundo de Natacha es el del absurdo, porque maneja lo que Piaget llamaría “el pensamiento simbólico”, en donde todo se transforma en lo que se desea, una hoja de papel puede ser tanto una carta de amor como un barco o un avión o una flor puede convertirse en jardín. Basada en los libros de Luis Pescetti, Natacha visita ese planeta donde el absurdo es el oxígeno que mantiene activa la imaginación de los niños. Nati (Antonia Brill) y Patti (Lola Seglin) son dos grandes amigas que comparten, secretos y el emprendimiento de escribir cartas de amor para alivianarle la tarea al Cupido, porque sus flechas caen muy desordenadas. Mientras se preguntan cómo organizarse dentro del mundo de los adultos, planean la desafiante misión de demostrar que los perros ven en colores para obtener el premio en la feria de ciencias y tecnología de la escuela, y derrotar a sus archienemigas Las chicas coral (Fiorella Duranda y Martina Iglesias). Como afirmaba Truffaut, que cuando hablamos de niños no existen dramas pequeños, sino una madeja que se debe desenredar, ya que su hilo nos enseña formas de comportamientos, pero también la importancia de los gestos y los rituales, que poseen esos locos bajitos. El contenido del filme está dirigido a niños cuyas edades oscilan entre los 6 y 10 años, ya que en ese estadio se forma el Pensamiento Intuitivo y Las Operaciones Concretas, porque según Piaget desde un principio el niño sigue un proceso determinado con el fin de comunicarse y comprender el mundo exterior. Las herramientas que utiliza para esto son los símbolos, y los aplica en la imitación, los juegos, los sueños, etc. En una cita a Piaget, “Garaigordobil” (1990), explica la Importancia de los juegos simbólicos para comprender y asimilar el entorno. El juego le permite al niño aprender y poner en práctica los conocimientos sobre los roles de la sociedad, lo que está bien, lo que está mal, etc. Eduardo Pinto (“Palermo Hollywood” -2004,“CañoDorado” 2010, “Corralón” 2017), y Fernanda Ribeiz fueron los encargados de la realización de “Natacha, la película”, y su tarea fue exitosa ya que lograron trabajar en paralelo con dos mundos en cierta forma irreconciliables: el de los adultos y el infantil. Sin caer en valorizaciones de uno u otro. Tal vez lo que resulta poco creíble es el estereotipo de la directora (Cori Romero) que parecía más una figura de los años ‘50 que una directora actual. Por lo demás, tanto los padres (Julieta Cardinalli y Joaquín Bertold), como la abuela (Ana María Picchio) juegan su rol con mayor naturalidad. “Natacha. la película” es un relato con la estructura del cuento tradicional, de construcción artesanal, con muy buena musicalización y con el acierto de presentar en el comienzo del filme una animación ágil y ajustada a la fantasiosa imaginación infantil.