Dar la cara "Nos quedábamos en las esquinas por si les pasaba algo", dice uno de los 10 hombres seleccionados por Joaquín Daglio para dar vida a este film, sobre su lugar, mientras ellas, las Madres de Plaza de Mayo, protestaban por la suerte de sus hijos. "Nunca nos organizamos", "fuimos acompañantes", agregan otros admitiendo su papel secundario, de reparto, en aquella épica de lucha, de dolor, de búsqueda de la verdad y de pedido de castigo a los culpables del genocidio. Este film intenta dibujar el desdibujado lugar de los padres de desaparecidos; es decir, el de maridos y viudos de esas mujeres que sí adquirieron gran notoriedad pública. Daglio y su equipo pudieron filmar los testimonios -en su mayoría más emotivos e íntimos que políticos y con toda esa inevitable carga de tristeza, bronca, culpa y melancolía- de diez hombres que hablan a cámara en sus hogares, en bares, en clubes deportivos, en aviones, en veleros, en plazas, en escuelas o en el propio Parque de la Memoria hasta que se reencuentran en la Plaza de Mayo. No hay grandes hallazgos cinematográficos (está claro que esa no era la búsqueda principal), pero sí un gran valor testimonial. Estos hombres, finalmente, también pudieron dar la cara y ese es el gran mérito de la película. Ahora sí: quien quiera oir que oiga.
Papás por siempre ¿Cómo abordar una película cuyo enfoque resulta tan necesario para una sociedad que pregona un mirada al pasado?¿Hasta qué punto la temática soslaya el dispositivo cinematográfico? Bien sirve Padres de la Plaza: 10 recorridos posibles (2009) para un intento de respuesta. Emotiva, sincera, honesta con su alcance, conciente de sus limitaciones, la ópera prima del también músico, docente y compositor Joaquín Daglio recupera la figura de aquellos que apuntalaron el dolor de las Madres. Ellos son los Padres de la Plaza. El documental recorre las historias de diez padres de hijos desaparecidos y asesinados durante la última dictadura militar. Figuras desconocidas para gran parte de la sociedad, ellos, juntos a las incansables Madres y Abuelas, también sostuvieron (y sostienen) la lucha por conocer el paradero de sus hijos. Rafael Beláustegui, Mario Belli, Mauricio Brodsky, Ricardo Chidíchimo, Oscar Hueravilo, Julio Morresi, Bruno Palermo, Teobaldo Altamiranda, Marcos Weinstein y Jaime Steimberg, quien falleció durante la post-producción de la película, abren no sólo la puerta de sus casas, cuna de infinitos recuerdos de quienes ya no están, sino también sus corazones para contar sin tapujos cómo se vive con la incertidumbre constante del paradero de un hijo. Es curioso: Daglio no procura una búsqueda cinematográfica y sin embargo logra una película por demás emotiva: el valor, la entereza y la fuerza para soportar el desarraigo del dolor que se desprenden de los testimonios posicionan al film como un legado de esas cualidades. El cine no se había fijado en ellos. Desde las sombras, alejados de las cámaras, soportaron estoicos durante los años oscuros de Argentina. Su grandeza parece quedar chica hasta en la pantalla grande. Nunca el cine fue una experiencia tan nimia.
Luchadores anónimos Rescata las voces de hombres que acompañaron y apoyaron a las Madres, sus esposas. Este documental de Joaquín Daglio, realizador que está a la cabeza de una construcción colectiva, parte de la indagación acerca del rol de los padres de desaparecidos durante la dictadura, de aquellos hombres que acompañaron a las Madres de Plaza de Mayo, sus esposas, aunque que no se agruparon en una entidad sino que apoyaron desde una contenedora, anónima periferia. Sin embargo, la película no se obsesiona por responder la pregunta inicial y, de hecho, no da una respuesta; al menos, no una respuesta unívoca. Padres..., un filme que pone más énfasis en el (alto) valor del documento histórico que en los aspectos formales, tiene una estructura sencilla. En la primera hora, se suceden los testimonios de diez hombres, de distintas clases sociales, con hijos desaparecidos. La combinación de cabezas parlantes no va acompañada de sobreimpresos con nombres. Los puntos de vista se complementan, se combinan y dan por resultado una mirada colectiva, desgarradora, pero cargada de dignidad: la de víctimas que no perdonan ni buscan venganza; sólo justicia. Después, cada entrevistado deja de estar estático y comienza a recorrer un lugar -elegido previamente por sí mismo-, mientras evoca el secuestro y desaparición de su hijo: recién ahí aparece el nombre del que habla y el de cada joven asesinado, con la fecha del secuestro. La cámara en mano acompaña las caminatas a respetuosa distancia, despreocupada de las desprolijidades visuales y sonoras. Queda en claro que la intención principal es registrar palabras, gestos, relatos que corren el riesgo de esfumarse para siempre. La gran mayoría de estos hombres supera los 80 años: dos de ellos ya han fallecido. La resolución del filme sucede en la Plaza de Mayo, donde, en torno de los pañuelos pintados en el piso, los protagonistas van encontrándose y, en muchos casos, conociéndose. Algunos redondean sus relatos, aunque la atroz idea de la desaparición ya tiene un nuevo punto de vista: el de la paternidad. Uno de estos diez padres es el psiquiatra Marcos Weinstein, un hombre brillante, cuyo hijo, Mauricio (ex alumno del Pellegrini, desaparecido en 1978, a los 18 años) es protagonista del filme Flores de septiembre , hoy en cartel. La Historia se entrelaza: en la vida real y en el “rescate” documental.
Padres que aún esperan noticias de sus hijos Efectivo y lírico documental de Joaquín Daglio Las Madres de Plaza de Mayo continúan tratando de hallar a sus hijos desaparecidos durante la dictadura militar. Pero detrás de esas incansables marchas se hallan, también, los padres de las víctimas. Joaquín Daglio, en su múltiple labor de director, guionista, investigador y músico, descorrió en este documental los pensamientos, los recuerdos y las angustias de esos hombres que, casi desde el anonimato, vivieron también el dolor de perder a sus hijos. Para ello se centró en diez de esos seres que todavía transitan por el dolor de desconocer el paradero de esos muchachos. Sin llegar a organizarse en una agrupación que les brindara un espacio de reconocimiento visible, esos padres rememoran, frente a la cámara, la infancia y la juventud de sus hijos y cada uno de ellos relata sus vivencias de estos últimos treinta años. Algunos lo hacen con sobriedad, otros con tristeza y no falta quien afirma que otros jóvenes recorrieron el camino de la violencia. La primera parte de este documental cae por momentos en la monotonía al presentar simplemente a esos personajes envueltos en su tristeza, pero luego el film se eleva cuando esos padres recorren los lugares más significativos de sus vidas y la de sus hijos, profundizan acerca de la paternidad, atesoran recuerdos, cuentan anécdotas y desfilan por los lugares en que sus hijos habían pasado su infancia y su juventud. Sin caer en el panfleto político, el director Joaquín Daglio logró un film austero y pleno de emoción en el que esos padres, muchos de ellos desconocidos entre sí, llevan sus memorias hacia los momentos más dramáticos. Una exhaustiva investigación, una fotografía de impecable tesitura y una música acorde con el recorrido de esos hombres que hoy continúan luchando por la memoria, la verdad y la justicia, elevan este documento que sirve, sin duda, para insertarse en esos padres que, todavía hoy, cargan sobre sus espaldas la tristeza de sus irreparables pérdidas.
Testimonios de una lucha silenciosa El documental da cuenta del rol que desempeñaron los padres de desaparecidos durante la dictadura. El film está estructurado a partir de los recuerdos de una decena de hombres que acompañaron a las Madres en la búsqueda de sus hijos. Si bien no tuvieron una exposición tan pública como las Madres de Plaza de Mayo, los padres de los desaparecidos estuvieron presentes frente a las ausencias. El documental Padres de la Plaza-10 recorridos posibles, de Joaquín Daglio, plantea desde su inicio la siguiente pregunta: ¿qué sucedió con los padres? Si las Madres, junto a las Abuelas, fueron un símbolo de la resistencia frente a la dictadura y los hijos supieron agruparse en democracia y darle sentido también a su lucha, el caso de los padres era más desconocido públicamente –hasta ahora–, pero no por eso menos valorable. Ese es el primer aspecto que desnuda este documental realizado por Daglio en conjunto con un grupo de egresados de Ciencias de la Comunicación y de Diseño e Imagen de Sonido de la UBA, porque ellos mismos se hicieron esa pregunta cuando estaban participando de la marcha con motivo de los treinta años del golpe de Estado, en 2006. Padres de la Plaza se estructura a partir del testimonio de una decena de hombres que sufrieron el dolor de tener hijos desaparecidos. Ante la pregunta acerca de por qué no estuvo tan presente la figura del padre, hay diversas opiniones como, por ejemplo, “Nosotros éramos acompañantes” de las Madres o “Los padres estaban presentes a su manera”. Pero el comentario que mejor traza el espíritu de la época es aquel que menciona que, mientras sus compañeras participaban de las rondas, “los padres nos manteníamos en las esquinas circundantes a Plaza de Mayo para ver si les pasaba algo”. Y este testimonio deja entrever que era una lucha más silenciosa la de estos hombres pero, a la vez, esperanzadora y admirable. Padres de la Plaza apela a la sensibilidad del espectador y establece una mirada humana para conocer las vidas, los sueños y las tragedias de estos hombres, que cuentan cómo eran sus hijos, sus deseos, sus satisfacciones, sus ideas, sus personalidades. Pero también relatan cómo ellos mismos se movían para conocer el paradero de sus hijos; desde uno que se topó con Massera en un vuelo hasta el que consultó a un obispo. Pero aquellos días en dictadura eran muy oscuros. Y las razones de las desapariciones también. Por eso nunca encontraron respuesta frente a las mentiras de los asesinos con botas. Cuando se les pregunta cómo eran sus sueños, algunos se atreven a confesar que en el mundo onírico podían ver el regreso de sus hijos a sus casas. Pero también queda en evidencia el duro momento del despertar y encontrarse con una realidad perturbadora, triste y horrorosa. Otros los recuerdan con fotos y escritos. Y está el que, con orgullo, muestra una pancarta “que recorrió muchas marchas”. Daglio convocó a cada padre para que eligiera un lugar de pertenencia: en ese recorrido del documental aparecen el café del barrio, el Club Huracán, un club de yatch, un aeródromo, un parque; es decir, lugares importantes en sus vidas pero que también les permiten encontrarse con el recuerdo de sus hijos. Promediando el documental llega el momento más fuerte, cuando los padres cuentan cómo desaparecieron sus hijos y narran la dificultad de hacer un duelo sin los restos de sus seres queridos. Es el momento en que lo grupal se vuelve individual, porque cada desaparición es única e incomparable. Cada uno a su modo y con la manera de manejar el dolor que cada uno adquirió con los años, brinda su testimonio. Pero tal vez por una decisión del director, después de esos recuerdos, todos se unen nuevamente: lo individual vuelve a hacerse colectivo y todos van a ese encuentro final en la Plaza de Mayo, donde se saludan, se conocen, se abrazan. Y provocan también un genuino deseo de abrazarlos. Como a las Madres de la Plaza.
Si bien Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo han tenido importantes registros audiovisuales de diferentes cinematografías, quizás aún esperen una película que refleje abarcativa y pormenorizadamente su lucha casi legendaria. Mientras tanto, los padres que estuvieron cerca de ellas, a través de un reconocimiento algo tardío pero valioso, ya tienen su pequeño y a la vez gran film testimonial. Porque Padres de la Plaza - 10 recorridos posibles es un conmovedor documental que se ocupa de un puñado de hombres, menores en número, más anónimos, menos mediáticos o mediatizados, pero igualmente poseedores del dolor de haber tenido hijos secuestrados, desaparecidos o comprobadamente aniquilados durante la nefasta segunda mitad de los años 70. Padres que compartieron con sus mujeres la búsqueda de sus hijos, pero sin por ello llegar a agruparse y organizarse como una referencia reconocible para sus pares y para el mundo. La película de Joaquín Daglio entrelaza con enorme sensibilidad diez historias que cuentan sobrecogedoras vivencias que se desprenden de esos episodios trágicos. Mientras recorren espacios entrañables, ellos hablan a la cámara con nostalgia, desazón, ira, entereza, algún sentimiento de culpa y comparten sus testimonios descomprimiendo, quizás, su indescriptible pesar. Sin grandes despliegues visuales, Padres de la Plaza está dotada de un impacto emocional poderoso e indeleble.
Las Madres de Plaza de Mayo fue constituída y organizada precisamente por madres de detenidos-desaparecidos en plena época del Proceso de Reorganización Nacional que estuvo en el poder político y económico de la República Argentina desde 1976 hasta 1983, Durante esos años desaparecieron 30.000 personas de las cuales, en su mayoría, no se volvió a tener datos, noticias o información. Las madres lograron formar una entidad que aún, 30 años después, perdura con diferentes actividades pero con la consigna inclaudicable de reclamar por conocer con certeza qué les sucedió a sus hijos. Muchas veces, a lo largo de los años, algún medio periodístico hizo conjeturas sobre las situaciones matrimoniales o de pareja de esas mujeres, sobre todo porque no se visualizaba públicamente a los hombres de sus núcleos familiares. En 2010, diez de esos hombres, diez padres de desaparecidos, se dieron a conocer mediante el documental que se comenta. Así vemos en pantalla a Rafael, Mario, Mauricio, Ricardo, Oscar, Julio, Bruno, Jaime, Marcos y Teobaldo. Todo ellos cuentan cómo fueron sus reacciones ante la desaparición forzada de sus hijos, las cosas que hicieron para tratar de encontrarlos y la forma que tuvieron de acompañar a sus mujeres a pesar de no haberse organizado de la misma manera que ellas. El equipo formado por Joaquín Daglio, Guillermo Moranchel, Juan Vitale, Maximiliano Cerdá y Milena Vidal buscó a estos hombres, y los presenta al público en esta obra cinematográfica, que al estar armada en su mayor parte por entrevistas, es más que nada una recopilación de testimonios de lo que les sucedió internamente a estos padres y de la manera en que cada uno afrontó la situación. Lo valioso de esta realización es haber rescatado la imagen estos hombres que también fueron impactados por la terrible realidad de no saber a ciencia cierta qué les ocurrió a sus hijos, y tener en la actualidad una herida que no deja de sangrar por no haber podido elaborar el duelo ante la ausencia de los mismos.
“Como marxista, me criaron diciendo que ‘el revolucionario no llora ni se arrodilla. Que no debe ser sentimentalista’. Pero ésas eran mentiras. Yo a veces lloro mucho.” Oscar Huaravilo, padre de “Taro”, desaparecido en 1977. No creo que exista imagen para lo infinito. No se lo puede pintar, ni fotografiar, ni filmar. A lo sumo se lo podrá intuir, presentir, quizás tantear, ya sea en la vida o en el arte, pero cuesta pensar que se pueda definir lo infinito en una imagen (material o mental). En todo caso, si llegamos a atisbarlo, es porque hacia él nos arrastran millones de imágenes y sonidos y músicas y palabras, un mural mutante ensamblado en la conciencia, una red precaria que nos mantiene suspendidos sobre al pozo ciego de lo que nunca conoceremos. Hablo de infinito porque una vez más comprobé que esa es la sensación que genera la tragedia de los desaparecidos en la Argentina. La certeza de lo inconmensurable. Crecimos escuchando testimonios, leyendo informes periodísticos, viendo documentales, y fueron muchos, muchos de verdad, y sin embargo cada nueva obra parecería reubicarnos en el inicio del camino, para que no nos acostumbremos jamás, para obligarnos a apreciar lo universal y lo particular en cada desgarro, en cada voz, en cada silencio. Nunca será demasiado. Entonces, frente a la imagen imposible, que es la imagen del duelo, este documental ya desde el título nos propone diez humildes recorridos posibles. Tan sólo aproximaciones, cruces, desahogos. Diez padres con diferentes miradas políticas, de distintas clases sociales, cada uno con su propia manera de lidiar con la ausencia. En la primera parte del relato los protagonistas no son identificados por sus nombres: son un colectivo, los “Padres de la Plaza”, tan importantes en la lucha por la justicia como lo fueron las madres, aunque ellos nunca se organizaron como sí lo hicieron las mujeres. Luego el film le da una identidad a cada hombre y lo invita a describir su profesión o los ámbitos cotidianos que suelen cobijarlos, detalles todos que nos permiten conocer a cada padre como individuo, y dibujar mejor los nidos en donde se acunaron los hijos. No hubo imagen del cuerpo final, por eso sólo queda acudir a las formas vicarias. Uno de los padres confiesa que se angustia mucho al soñar que su hijo está vivo, mientras otro hombre dice que no hay mayor felicidad que encontrarse con su hijo en un sueño. Otro retiene la presencia en un retrato del hijo pintado por Alberto Bruzzone. Otro admira la dignidad que transmite la foto de su hijo en una pancarta. Y otro cuenta que tuvo que vender la casa familiar porque le hacía daño recordar a su hijo en esos cuartos, al tiempo que otro exhibe orgulloso la habitación del hijo, que hoy es un santuario en cuyo armario se lee una frase anotada por el joven: “Es preferible morir de dolor que de vergüenza”. Sí, es una película necesariamente triste, pero a la vez tiene escenas de una inesperada vitalidad, como sucede durante la visita al colegio, en donde la voz del padre resulta por momentos opacada por el bullicio alegre de los alumnos. Y no es casualidad que sea una adolescente la que recorra el Parque de la Memoria: allí es donde los realizadores hacen su sigilosa apuesta. Aprender: ése es el único recorrido posible para las generaciones que vienen. Este film fue estrenado en octubre del año pasado, y recientemente participó en la sección Competencia Argentina en el Primer Festival de Cine Político de Buenos Aires.