El viaje y el aprendizaje. En cada una de las películas del director Pablo César, lo espiritual atraviesa cualquier atisbo de lectura concentrada en la enorme riqueza histórica con la que se desarrollan las tramas. El viaje es el motor y el corazón no tanto en lo que al desplazamiento por geografías exóticas o desconocidas se refiere, sino en referencia al impulso de ese espíritu donde el auto descubrimiento o la búsqueda de redención son parte de un horizonte que no tiene límite. Tampoco los obstáculos que se presentan en ese derrotero transformador de la conciencia donde los tiempos se quiebran y la frontera entre lo real, lo vivido, lo pensado, lo soñado, lo imaginado, se disuelve. Pensando en él es el último opus de Pablo César y como hace un tiempo atrás, el nombre de la India y de Argentina vuelven a tomar protagonismo no sólo por tratarse de una coproducción, pues los protagonistas de esta historia de amor espiritual pertenecen al terreno de la literatura de otra época, quienes por los azares de la vida se conocieron en etapas claves de sus existencias. Ella no es nada más ni nada menos que Victoria Ocampo (Eleonora Wexler), personaje que ya tuviese su espacio en el cine argentino en el film Cuatro caras para Victoria de Oscar Barney Finn y el poeta bengalí Rabindranath Tagore (Víctor Banerjee),entre otras cosas premio Nobel de literatura, quien mantuvo luego de una estadía en una quinta de San Isidro – que la escritora argentina alquiló a parientes para darle el confort necesario – una relación epistolar desde su partida y hasta 1941 cuando falleció en la India a la edad de 80 años. Parte del legado de Tagore no se reduce a su aporte literario ni a sus traducciones de poetas sufíes sino a sus revolucionarios conceptos sobre la educación, a contracorriente de cualquier discurso institucionalizado, que procuraba tomar al estudiante como una flor para que se transforme en un árbol. Ocampo y Tagore mantuvieron charlas en inglés, compartieron momentos y paseos contemplativos donde el bengalí expresaba su sabiduría y su lección de vida desligada del mundo materialista, habitual en la familia Ocampo y en muchos argentinos pertenecientes a una clase social elevada, en la que lo cultural se equiparaba a la acumulación de conocimiento pero no del aprendizaje. El film reconstruye la época de los encuentros con un enfoque no revisionista pero fiel a la idea de no ficcionalizar o tergiversar los datos históricos. Sin embargo, el enlace con el presente se produce a partir de un libro en el que Tagore y Ocampo recrean en el lector ese pasado. No podría ser otro personaje que un profesor de geografía, sumido en los métodos de enseñanza más tradicionales, y que presta sus servicios en un penal de menores, jóvenes a los que la geografía y los mapas de Asia no les despiertan el menor interés. Es por eso que el viaje iniciático de Félix (Héctor Bordoni) se entrelaza con la lectura del libro,y presente tanto como pasado confluyen en una misma vertiente narrativa donde los paisajes de la India a colores trazan las coordenadas visuales para que el contraste con el blanco y negro del Buenos Aires de los años 20 no resulte demasiado abrupto como un corte en el relato. Pensando en él fluye como esos amores platónicos inolvidables y como esos encuentros azarosos que marcan para siempre el rumbo de una vida.
Pablo Cesar se ha caracterizado por una filmografía que ha frecuentado destinos exóticos y cierta cualidad críptica, que abandona en este trabajo. Para su nuevo filme eligió dos historias simultáneas: un profesor de geografía en un centro de detención de menores. Un hombre taciturno, disconforme que se topa con un libro que lo maravilla y lo impulsa a dejar todo para viajar a la India a la escuela revolucionaria que fundó su autor. Y la otra historia rodada en blanco y negro es la del encuentro de fascinación, amor platónico, deslumbramiento y admiración mutua entre Rabindranath Tagore y Victoria Ocampo. Ella será la anfitriona del poeta, escritor, pintor y filósofo bengalí que le hace descubrir un mundo nuevo. Y a su vez ese intelectual descubrirá a una mujer adelantada a su época, dueña de su propio destino. Filmada en 35 mm, una curiosidad en nuestro tiempo, con una muy buena ambientación de época y todo el colorido de la India fascinante. En el numeroso elenco, de argentinos e indios sobresale la Victoria Ocampo encarnada con justeza, emoción y con diálogos en inglés, por la talentosa Eleonora Wexler. Una pasión platónica y el legado de un hombre singular e inspirador.
Tal vez uno de los últimos exponentes locales de la resistencia en fílmico, Pablo César, nos propone un viaje de conocimiento y transformación, en dos planos, a partir del conocimiento de Rabindranath Tagore, su obra y su pensamiento. La multiplicación de tiempos muertos, las débiles actuaciones de los intérpretes y una historia que no termina de justificar aquello que propone, resienten la propuesta, en donde destaca Eleonora Wexler como Victoria Ocampo.
La historia de una amistad espiritual, o un amor platónico, entre Victoria Ocampo y Rabindranath Tagore, es decir, un alto poeta envejecido y una mujer brillante en proceso de crecimiento, se alterna con la historia del antipático profesor de un reformatorio de menores, que descubre otro modo de aprender y reconciliarse con la vida. Una historia transcurre entre 1924 y 1941, la otra en el presente, y ambas se contraponen, se complementan, y exaltan sin retórica viejos y nobles sentimientos. La parte del profesor, de colores realistas, comienza con tono áspero, desagradable, casi a la manera del "cine bruto", hasta que el hombre empieza su evolución. En cambio, la de Ocampo y Tagore se hace dulce desde la primera escena. Además está hecha en un exquisito blanco y negro, con una ambientación de simples artificios muy en el estilo de los años en que se ambienta, y hace añorar un poco el cine de aquellos tiempos. Para más nostalgia, agreguemos que ésta puede ser la última película argentina filmada en 35 mm. Los laboratorios de material fílmico van desapareciendo en todo el mundo, incluso en la India, donde se rodó una parte sustancial, justo en la escuela y la casa del poeta. Pablo César es el autor de esta obra, inspirada en los recuerdos de Ocampo "Tagore en las Barrancas de San Isidro". Carlos Essmann, el director de fotografía que hace lucir el blanco y negro. En elogiable composición, Eleonora Wexler. Y como Tagore, Victor Banerjee, el memorable doctor Azis de "Pasaje a la India". Verdadera institución en su país, actor de Satyajit Ray ("La casa y el mundo", sobre novela de Tagore), David Lean, Polanski, Mrinal Sen y otros buenos, Banerjee, biznieto de un famoso rajáh, es también director, sostén de una escuela de ciegos, bandera de diversas causas sociales y culturales, y calificado tenor. Un gusto, contarlo también en nuestro cine.
Felix (Héctor Bordoni) da clases de geografía en un correccional de menores. Un día se encuentra con un libro de Rabindranath Tagore (Victor Banerjee), poeta indio, y su camino de redención comienza, al tiempo que va descubriendo la historia que el bengalí y Victoria Ocampo (Eleonora Wexler) compartieron en 1924, durante su visita a Argentina. Pablo César dirige Pensando En Él, una sensible y emotiva co-producción con India.
Sabiduría ancestral No es la primera vez que Pablo César (Los Dioses de Agua) realiza una coproducción, siendo este trabajo entre Argentina y la India su octava colaboración entre su país y otro inexplorado por nuestro cine. Tampoco es la primera vez que se opone al digital filmando en 35mm como muy pocos en la actualidad. Estas características hacen que su cine sea único en su especie. El caso de Pensando en él (2017) nos trae dos historias que se cruzan en el tiempo y espacio, al partir de un libro de poemas encontrado por Felíx (Héctor Bordoni), un profesor de geografía en crisis existencial y profesional cuando un alumno de su centro de detención de menores se suicida. El libro, propiedad del chico fallecido, nos transporta a otro tiempo y espacio, cuando el poeta bengalí R. Tagore (Victor Banerjee) escribió su experiencia espiritual y amorosa en su paso por Argentina con Victoria Ocampo (Eleonora Wexler). Por su parte ella a principio de siglo XX también registrará sus vivencias con el hombre al que admira. La narración de los libros nos llevan de una historia a la otra mientras que, al profesor Felix, a viajar a la India actual. Como sucedía en otras de sus películas de su vasta filmografía (Orillas, El cielo escondido, Equinoccio, el jardín de las rosas), Pablo César incursiona en los universos desconocidos pero lejos de toda visión turística. Su abordaje invita a reflexionar de manera sensitiva sobre mundos legendarios, cargados de sabiduría ancestral incomprensible desde el raciocinio de occidente. La película no tiene rebusques formales, plantea el pasado en blanco y negro con referencias de época y el presente a color. Ambas épocas son retratadas con un estético 35mm que posibilita profundidad y textura a la imagen. El modo de filmar de antaño, con cierto parecido a producciones de los años ochenta y noventa en los encuadres y movimientos de cámara, busca adentrarnos en los tiempos espirituales que atraviesan los personajes. Así mismo, esta manera de filmar se muestra cargada de vicios de puesta que exponen a los actores, recayendo las emociones en su expresividad. Sin embargo, Pablo César parece convencido de ir en contra del cine actual, su viaje es introspectivo lejos de golpes de efecto y ritmos acelerados. Su estética no apunta a embellecer o destacar los países que visita, sino a encontrarse con las personas y aquello que tienen para ofrecer desde su cultura. Hay un encuentro de mundos entre Argentina y la India, como entre el presente de Argentina y el pasado de principio de siglo, como también entre el profesor de clase trabajadora y sus alumnos marginados del sistema. Los personajes transforman en aprendizaje la incomprensión que les causan culturas ajenas. Una manera de suplir distancias y encontrarse con un otro, así como también, con uno mismo. Su cine puede parecer anticuado pero su propuesta fílmica sigue vigente, por ser uno de los pocos -o quizás el único- en poder distanciarse de las modas y ahondar en los misterios y sabiduría detrás de culturas ajenas.
El nuevo opus de Pablo César, "Pensando en él", vuelve a demostrarlo como uno de los realizadores más atípicos de nuestro país. Esta vez en una búsqueda que hasta puede resultar extraña para sus seguidores. Son pocos los realizadores que, a lo largo de toda su carrera, logran mantener la coherencia de mantenerse siempre al margen de lo tradicional e incursionar en estilos y formas propias. Pablo César es uno de ellos. Ese sólo detalle ya alcanza para ubicarlo como alguien destacado, más allá de disfrutar o no de su arte. Un poco a la manera de Jorge Polaco (otro que hizo siempre “la que quiso” sin seguir ninguna regla, salvo las propias); el cine de César se predispone ante todo rupturista, apartado de un esquema. Pretendidamente diferente, como si su marca fuese hacer todo lo contrario de lo que otros harían. Polaco buscaba siempre la belleza en lo raro, bizarro y extravagante, el John Waters argentino. En esto, César se diferencia, más atento a viajes espirituales y metafóricos. Salido de esa generación que en los ochenta mezclo el cine, con el rock, el punk, el VHS, y atisbos de lo videoclipero (como Jorge Coscia, Horacio Maldonado, o Gustavo Cova), César es el único que se mantuvo fiel, aún mutando dentro de sí. Pensando en él es quizás, uno de sus films más accesibles formal y narrativamente; sin embargo, lejos está de lo tradicional, y sobre todo, popular. A César le gustan las coproducciones con países africanos o asiáticos menos explorados (de los cuáles existe una filmografía que aquí desconocemos, así que bienvenido sea); en este caso, India, pero ni pensar en Bollywood. Esto es la India real, o lo que César nos muestra como real. De idas y venidas en diferentes tiempos y territorios. Comenzamos con Félix (Héctor Bordoni), profesor de geografía, que encuentra un libro de poemas dejado por un alumno del centro de detención infantil en el que trabaja que se suicida. Félix está en shock por lo sucedido, y aquel libro de poemas lo/nos lleva hacia Rabindranath Tagore (Victor Banerjee), el poeta bengalí que mantuvo una relación muy cercana, hasta sentimental, con Victoria Ocampo (Eleonora Wexler) durante su visita a nuestro país. También nos transportaremos con ella, cuando desde su lado, narre las experiencias con este seductor personaje. Este ir y venir entre los dos poetas, llevará a Félix a realizar su propio viaje, de Argentina a la india. Pablo César busca la poesía, pero más de una vez suena a excusa narrativa, para mostrar lo que es una tendencia en su cine, los paralelismos y diferencias entre las culturas de occidente (para el caso Argentina) y otras culturas menos populares, en este caso oriente hindú. César filma como antes, en 35mm, con planos expresivos, y encuadres que nos hacen pensar en tiempos pasados. Nada es al azar. Su cine es así, fue vanguardista cuando primaba lo clásico; y es clasicista durante la era digital plástica. El pasado será presentado en blanco y negro, y el presente a color; y recurre a imágenes y a una puesta que exponen cierta belleza en las imágenes, pero de un modo más tradicional que en alguno de sus otros film que casi parecían una concatenación de cuadros pictóricos en los que adivinábamos su ilación. El modo en que logra llevar una escena monocromática, a otra a color, resulta llamativo, suavizado, y logrado en sí mismo. Pese a meterse con las figuras de Tagore y Ocampo, "Pensando en él" también es una de sus propuestas menos ambiciosas, en cuanto a las formas y el contenido. Aquí la historia es (más o menos) clara, y estéticamente hay un hilo básico a seguir. Esta determinación puede dejarlo en una zona gris. Sus seguidores pueden sentir que buscó una zona de comfort; y los que busquen algo más tradicional (¿Cuántas veces utilizaré esta palabra como posición?) seguirán sin encontrarlo. Porque en definitiva, más simplificado, pero sigue siendo el director de la trilogía "Equinoccio", "Unicornio", "Afrodita". Hay artificiosidad, preciosismo, y algo de forzado lirismo; todo lo que siempre hallamos en el cine de César y celebramos. Pero esta vez, lo diferente está en volver un poco más a las fuentes. En definitiva, como todo el cine de Pablo César; "Pensando en él" tiene su ritmo y su tónica. No intenta en ningún momento ser una propuesta para un público amplio. En la poesía de la imagen – también del texto –, y en la exploración de las dos culturas, encontrará la esencia de su disfrute.
Puede parecer un poco exagerado decir que ver una película argentina filmada parcialmente en la India es un mérito en sí mismo. Pero en ciertos casos, como este que comentamos acá, es verdaderamente lo más destacado para decir. También hay que decir que el director de la película, Pablo César, no es tímido ni falto de ambiciones a la hora de elegir lo que va a contar. Pensando en él cuenta dos historias separadas por el tiempo pero conectadas a través de un libro. Un presente donde un poco creíble profesor de geografía de un centro de detención de menores sufre una crisis existencial. La crisis se vincula con un alumno que lee y admira al poeta bengalí Rabindranath Tagore y que terminará al profesor leyendo lo que escribió la escritora argentina Victoria Ocampo sobre Tagore cuando lo conoció. La crisis y el texto de Ocampo llevarán al profesor hasta la India, en un viaje espiritual para conocerse a sí mismo. La historia del profesor se ubica en el presente mientras vemos en un pasado en blanco y negro a Victoria Ocampo y a Rabindranath Tagore. La historia de Ocampo y Tagore, sin duda muy interesante, digna de ser contada, no consigue desarrollarse más que a través de viñetas un tanto estáticas y poco fluidas. Aunque más acartonado y poco creíble es todo el viaje del profesor, más allá de la originalidad de las locaciones y lo diferentes que resultan dentro del cine argentino. Hay algunos hallazgos parciales en ambas ideas, tanto en la historia del pasado como en el viaje en el presente, pero claramente no están conectadas ni se justifican juntas en una película. Pablo César tiene una filmografía muy particular dentro del cine nacional, con variedad de tonos y universos, pero esto no le asegura que sus películas alcancen el nivel de sus ambiciones. Esta película es muy superior en la teoría que en la práctica, algo que podrá atraer espectadores al cine pero finalmente no dejarlos conformes.
Solemnes historias paralelas En 1996, Pablo César filmó Unicornio, el jardín de las frutas, un film coproducido entre Argentina y la India. Con Pensando en él repite la experiencia, abordando dos historias paralelas: una en color y en tiempo presente, protagonizada por un profesor que da clases de geografía en un centro de detención de menores y termina viajando a Santiniketan; y la otra en blanco y negro y ambientada en la década del 20, la época en la que escritora Victoria Ocampo (encarnada por Elenora Wexler) conoció al poeta y filósofo bengalí Rabindranath Tagore, ganador del Nobel de Literatura en 1913. Hay un vínculo algo forzado entre ambos relatos, que se van intercalando para darle forma a una narración errática que además sufre enormemente el peso de la solemnidad que la tiñe casi por completo.
Su narración es la de dos historias paralelas que se conectan a través de la literatura, una en tiempo actual y otra toda en blanco y negro, ambientada en la década del 20 teniendo como protagonista a la escritora Victoria Ocampo (Eleonora Wexler) y como se fue relacionando con el poeta y filósofo bengalí Rabindrnath Tagore (ganador del Nobel de Literatura, 1913) recreando una conexión con un toque espiritual. La idea resulta original con una apropiada ambientación, filmada en 35 mm, con una buena interpretación de Eleonora Wexler, pero las historias no logran entrelazarse, algunas actuaciones resultan endebles y bajo un ritmo lento deja cierto sabor amargo.
“El pez es mudo en el agua; la bestia, ruidosa en la tierra; el pájaro cantor en el aire, pero el hombre tiene en sí la música del aire, el alboroto de la tierra y el silencio del mar”. (Rabindranath Tagore –“Pájaros perdidos” “Pensando en él”, el último filme de Pablo César, busca conectar esa necesidad íntima del ser humano con un ser superior o la belleza de la poesía, con la realidad descarnadamente sórdida de los reformatorios. La educación y los modos de realizarla es el personaje borroso que sostiene todo el filme, a los que se agrega el orden desplegado en las circunstancias dadas: los espacios donde se lleva a cabo la educación y los personajes que la rodean. Un profesor de secundaria en un reformatorio y la tradicional “Shantiniquetán” (Morada de Paz), creada por Rabindranath Tagore en 1901, escritor, filósofo, pintor, músico, poeta y Premio Nobel de Literatura en 1913. Siguiendo los ideales de Sócrates y Pitágoras, dos grandes hombres de la literatura crearon su propio sistema. “Yasnaia Poliana” (Limpio Claro del Bosque) del escritor y guía espiritual de Rusia, León Tolstoi, fundada en 1859, constituye una de las primeras experiencias de la escuela libertaria y anti represiva. Para Tostoi la metodología y el fin de la educación es la libertad, en donde no existe ningún tipo de obligación: donde no hay horarios ni programas, ni disciplina. Tampoco hay premios ni castigos. En cambio, para Rabindranath Tagore, “Shantiniquetán”, significaba queel fin de la educación era tener herramientas para ser libres, pero bajo leyes ordenadas que se relacionan con el mundo espiritual y terrenal. Y que se desarrollaban a través de la meditación, ejercicios y conocimiento sobre la realidad. Tagore pertenecía a una familia hindú heterodoxa y promotora de la religión del “Brahmo-Somall”, creada por Rajá-Mohun Roy, que trataba de sintetizar elementos del hinduísmo, cristianismo, mahometanismo y budismo, y ligada a la cultura occidental. Tagore, por otra parte se manifestaba en contra las castas y la “sati” o quema de las viudas vivas en la pira funeraria del marido. La vida de Tagore estuvo siempre conectada entre Oriente y Occidente. “Pensando en él” es, como todos los filmes de Pablo César, un viaje hacia lo espiritual y a la vez al encuentro de personajes que conforman un universo de dicotomías entre su propia realidad y sus deseos. El viaje es la excusa imprescindible para unir una geografía exótica, exuberante y distante, a otra plana y cercana. En las cuales se unen países como Argentina e India e intelectuales como Rabindranath Tagore y Victoria Ocampo. Victoria Ocampo había hecho su primera aparición en el cine argentino con Oscar Barney Finn en “Cuatro caras para Victoria” (1992) y más recientemente, en una breve referencia, en la realización de María Schrader “Stefan Zweig: Adios Europa”.Ocampo y Tagore mantuvieron una extensa relación epistolar después que él dejara Buenos Aires, y de sus furtivos encuentros en París, hasta la muerte del escritor el 7 de agosto de 1941. El poeta bengalí había estado en Buenos Aires de paso para Perú y, por una dolencia que no le permitía seguir el viaje, se quedó una larga temporada. Victoria, siempre anfitriona de intelectuales extranjeros ( Graham Greene, Ígor Stravinsky, Saint-John Perse, Pierre Drieu La Rochelle, Roger Caillois, Ernest Ansermet, Albert Camus, o Indira Gandhi) alquiló una quinta a sus parientes, en San Isidro, para albergar al Premio Nobel. El filme recorta, en un exquisito y poético blanco y negro, fragmentos de tiempo sobre el nacimiento de una gran amistad, en una serie de secuencias que se inspiran en la relación de estos dos personajes, en los que aflora la gran admiración de Victoria y la humanidad e humildad de Tagore. Victoria Ocampo encarnada por Eleonora Wexler, con un parecido extraordinario, no tanto en lo físico como en la construcción del personaje, que quien conoció a Victoria puede recordar esa especie de mujer autoritaria, ser indefenso y niña mimada. Y a Tagore en el cuerpo de Víctor Banerjee, sin diferencias entre las antiguas fotografías o filmes que lo han eternizado. Sus interpretaciones fueron exquisitas y muy adaptadas a la época que representaban. No existieron ni gestos estridentes ni fuera de lugar, sino más bien se mantuvieron dentro de una extraña melancolía que permite al espectador situarse mucho mejor en una época que fueron los años dorados de la cultura argentina, de los que Victoria fue anfitriona. Tal vez el salto que en cierto modo confronta al espectador es la realidad plana de la actualidad que perdió el encanto de aquella década y otras posteriores, no sólo en Argentina sino también en el mundo y en la India actual. Calcuta o Kalkota ya no es la misma que la que vivió el poeta. La superpoblación le quitó el encanto que tenía en la época de los ingleses y la saturación del espacio deja ver la pobreza y miserabilidad del ambiente. Las cárceles argentinas poseen un poco de ese ambiente sórdido y superpoblado de Kalkota, de penuria e indiferencia. La película posee dos niveles netamente diferenciados en los que la poesía, la belleza, y la intelectualidad pertenecen a un modo de vida y circunstancias distintas, al blanco y negro del recuerdo. Mientras que lo miserable y fuera de la ley, sin otra alternativa más que la sobrevivencia se refugia en el reformatorio o cárceles o ciudades como Kolkata, en que unos tratan de emerger, como el alumno que lee a Tagore, y otros de subsistir. La búsqueda de un profesor, de una enseñanza superior, que nada tiene que ver con el modo de educación tradicional, es el viaje iniciático que realiza Pablo César para cuestionar no sólo la educación, sino la pérdida de valores que nos alejan de reencontrarnos con el mundo espiritual que se ha perdido. Félix (que significa feliz o afortunado) interpretado por Héctor Bordoni, al que su alumno le enseña a leer “Gîtânjalî” (Ofrenda lírica)o “El Jardinero”, va en busca de una enseñanza que lo redimensione con su profesión y lo místico. José Ortega y Gasset, creador de la brillante teoría de la razón vital, pese a su más puro racionalismo, afirma que en el hombre, el mundo poético es el ejemplo más transparente y definido de lo que se denominan “mundos interiores”, en el cual la poesía consiste en hacer callar los nombres directos de las cosas, haciendo que su investigación sea un delicado enigma. Y eso es lo que posee el filme “Pensando en él”, de Pablo César la visión de educadores que buscan crear un universo poético capaz de traspasar la sordidez y la desesperanza.
Esta coproducción argentino-hindú es posiblemente lo mejor que ha realizado el director Pablo Cesar, lo cual no implica un calificativo bondadoso. Son dos historias narradas de manera simultánea separadas temporalmente, lo que en esa estructura se mantiene a lo largo de toda la proyección En la actualidad Felix (Hector Bordoni) es un profesor de geografía de un instituto correccional de menores (si algo debe ser mal escrito, mal filmado, y peor actuado, remítanse a esta sección del filme). El problema es que el método de enseñanza, formas y contenidos de éste profesor lo dejo de llevar a cabo casi con seguridad Domingo Faustino Sarmiento Por casualidad descubre, a partir de un libro que encuentra por alguna eventualidad del guión, un “nuevo” modelo de enseñanza, el creado por Rabindranath Tagore, muerto hace casi 80 años.al que el personaje lo toma como novedoso. Tal es la razón que promueva un viaje de Félix a la india lo es tan inverosímil como que sirva de justificación para ficcionalizar el encuentro real entre el poeta indio y Victoria Ocampo, en 1924, en Buenos Aires. Si algo se acerca a lo atractivo está en la segunda historia, basada en gran parte en hechos reales y sustentados por la mutua admiración. La diferencia cromática impuesta de un tiempo a otro, lo antiguo en blanco y negro, es sólo a modo de que se reconozca inmediatamente en cual de las dos historias estamos siendo sumergidos, de manera casi innecesaria, cuya recreación de época es buena. Todo aquello no creíble en la historia actual, se debe en parte a la dirección del realizador tanto como a la propia performance del actor argentino, se muestra en las antípodas en la historia que transcurre de 1924 a 1941. Gracias a la actuación de Víctor Banerjee como Rabindranath Tagore, pero principalmente por Eleonora Wexler interpretando a Victoria Ocampo, es realmente asombroso como uno ve a Victoria en el rostro y el cuerpo de Eleonora. Que ninguno de los tres, ni Tagore ni Victoria, e incluimos a la que personifica a la dama de compañía de Victoria, envejezcan nada en 17 años es sólo un detalle, quien se fija, que algunos diálogos están cruzados por la banalidad absoluta, también. Si algo habría de modificarse en las vidas y en los personajes, se supone que la de Félix yendo a la escuela que fundo el ganador del premio Nobel de literatura en 1913, debía ser el parámetro del cambio. Pero nada sucede, y si sucedió no fue mostrado, no hay conflicto en ninguno de los dos relatos. Parece haberse preocupado más por lo estético, o lo estructural, de establecer como mecanismo narrativo. El uso de planos secuencias con pocos movimientos de cámara nunca están injustificados, siempre acompañan el recorrido de los personajes, y eso está bastante bien logrado, al igual que la dirección de fotografía en la difícil tarea de no mostrar saltos cuando pasan de una época a otra. Lo insubstancial de todo el texto fílmico se debe más que nada a una intención grandilocuente por parte de los productores y del director de intentar reestablecer un acercamiento al poeta hindú, sin dar cuenta que en principio, y como axioma, no debe aburrir, y lo hace en las casi dos horas de duración del filme.