Un virus letal se esparce por todo el mundo y fisura casi toda la humanidad. Cuatro amigos deciden huir de la ciudad hacía Méjico, pero en el medio de la ruta se rompe el auto y….. Un argumento ya hecho, la diferencia es que no es la típica peli de terror. Acá no hay zombies ni monstruos, sino que el horror está dentro de los sobrevivientes, que enloquecen en pos de una improbable salvación. Un film yanky, escrito por dos españoles, que , como ya dijimos, es una fórmula hecha mil veces. Si te gusta mucho el género, andá, porque se banca bien..
No hay escenas que espanten, ni que impresionen mirar, ni gore, ni nada, a lo sumo algunas mínimas tomas desagradables de ver con personas muertas. Lo "impresionante" aquí es reflexionar como la paranoia de una persona puede...
Inmunes al miedo Siguiendo el buen camino internacional que emprendieron realizadores como Alex De La Iglesia o incluso Alejandro Amenábar, los hermanos catalanes Alex y David Pastor filmaron Portadores, largometraje de terror producido con dinero norteamericano. Con referencias a los climas plasmados en films de Geoge A. Romero o en títulos más recientes como Soy leyenda y Exterminio, la película sumerge a sus personajes en un mundo desolado donde un extraño virus ha hecho estragos. Acá no hay zombies ni monstruos, sino que la mayor amenaza es el hombre mismo. Si bien Portadores está correctamente filmada, con el recurso de la cámara en mano, y ambientada en alejadas carreteras, el resultado deja un sabor amargo y el terror nunca aparece. No se explican las causas de esta extraña enfermedad que se desparrama y que coloca a los protagonistas en una posición vulnerable, entre barbijos, plásticos que aislan a los sanos de los portadores, piscinas contaminadas, militares homicidas y misteriosos centros de salud donde todavía quedan algunos niños con vida. Danny (Lou Taylor Pucci) y su hermano Brian (Chris Pine) viajan en auto hacia el Golfo de México junto a su novia Bobby y Kate, para encontrar un lugar seguro donde aislarse de la epidemia. Cuando su camioneta se rompe, y en su alocada travesía, se toparán con un padre y su pequeña contagiada (que misteriosamente son abandonados sin mayores explicaciones), como el resto de los simples mortales que son dejados de lado cuando muestran síntomas del virus. Muchas marcas y cicatrices en el cuerpo, pero poco suspenso para un film en el que el espectador es inmune al miedo.
Apocalypsis now total! En un mundo amenazado con ser devastado por un virus mortal, acentuando la paranoia que puede provocar por estos tiempos la gripe A, Portadores (Carriers, 2009) cobra relevancia y se permite de manera inteligente jugar con algunos de los miedos más recónditos de la psiquis humana. La historia de Portadores se desarrolla en pleno siglo XXI donde el hombre es incapaz de combatir un virus que se ha esparcido por la humanidad convirtiéndose en una enfermedad mortal. Aislados de la civilización y en medio de un panorama desolador, cuatro jóvenes intentan refugiarse hasta que algo sale mal y solo el instinto de supervivencia podrá salvarlos. Con una temática que se ciñe al género fantástico, no se puede ignorar la carga dramática que representa el destino -de inevitable tragedia- para los personajes. Allí el film buscará indagar en situaciones de extrema angustia y dilema existencial. Como un acertado ejercicio cinematográfico, la película no abusará de la situación para regodearse en la tragedia. Sin obviar los parámetros más tradicionales del género –y sin contar con los mecanismos y los recursos de una superproducción- los cineastas Alex y David Pastor se inclinan por un análisis psicológico de caracteres, lo que no quita que por momentos queden presos de alguna que otra marca convencional de la industria. Con inconfundibles guiños a Mad Max (1979), esta roadmovie del fin de los tiempos también se permite abordar un costado de crítica social. Porque en esta carrera contra reloj la muerte puede ser una aliada y el destino trágico de un semejante puede ser el vehículo de la propia salvación, trastocando los valores morales de un núcleo social de por sçi deteriorado. Los hermanos Pastor logran inquietar y perturbar con destreza mediante el clima de tensión e incertidumbre que generan. A veces lo peor no es la enfermedad, sino el remedio.
Las epidemias, el apocalipsis y las enfermedades han sido protagonistas de muchas películas en la historia del séptimo arte y en cierta forma, si no se plantea algo novedoso o diferente, las similitudes se hacen presentes y el disfrute va empeorando mientras los minutos van pasando. En cierta medida este es el error principal de “Carriers”, un film cuya historia no es original, pero que logra destacarse por su realismo y dramatismo en determinados momentos.
Acá tenemos la contracara perfecta de lo que fue ese bodrio pseudo que se tituló La carretera. Un historia apocalíptica con muchos puntos en común con ese trabajo de Viggo Mortensen, con la particularidad que esta contó con dos directores en serio que supieron narrar con precisión un buen cuento. Infectados presenta la misma premisa que La carretera. Por razones que nunca se llegan a explicar en detalles la raza humana se encuentra en jaque debido a una peligrosa epidemia que no para de cobrarse víctimas. Un grupo de sobrevientes, al igual que Viggo, deciden viajar a una zona costera para alejarse de la enfermedad. Parece que las playas y el mar son el destino preferido de los personajes que viven este tipo de conflictos. Los directores españoles Alex y Davis Pastor brindan una clase de lo que se puede hacer con poco presupuesto y un poco de imaginación. En lugar de presentar un collage de situaciones que se repiten una y otra vez sin sentido, acá mantuvieron muy bien el ritmo del relato con un cuidado manejo del suspenso. Los directores logran que el espectador se conecte con las situaciones que viven los personajes. En lo personal no la ubicaría dentro del género de terror que es como se vendió este estreno, ya que la película estuvo más encarada por el género del thriller, que no es lo mismo. Otro punto para destacar es que a diferencia de los personajes chatos y aburridos de Cormac McCarthy (escritores inflados si los hay) que se dividían en buenos heroícos (el papá valiente y sacrificado) y los villanos diabólicos (los terribles caníbales), Infectados nunca cae en esa pendejada. No hay héroes ni villanos, sólo personas que intentan sobrevivir como pueden a un mundo que llegó a su fin. Eso es algo que me gustó mucho de esta película. Los protagonistas no se enfrentan con zombies o infectados asesinos sino con una enfermedad a la que tratan de escaparle. Si bien no es un film con escenas de acción cada cinco minutos y mucho menos secuencias sangrientas, los directores se las arreglaron para hacer llevadera la historia al mantener el suspenso a lo largo del film al mismo que tiempo que desarrollan los personajes. No es una obra maestra dentro de las historias apocalípticas pero sí es una película bien hecha que por lo menos logra engancharte con el cuento que propone.
Puro reciclaje... con onda Esta opera prima de los hermanos catalanes Alex y David Pastor (29 y 31 años) no es más que un reciclaje (no debe haber ni una sola idea original en sus 84 minutos) de elementos, personajes y situaciones ya vistos en decenas de películas de terror apocalíptico sobre virus + zombies + caos + violencia. Los Pastor -que se suman a la avalancha de cineastas españoles que están haciendo carrera dentro del género de terror/fantástico- tienen parte de la culpa (son los guionistas), pero también parte del mérito de hacer bastante tolerables los 84 minutos gracias a un aplomo narrativo (digna la puesta en escena y sólidos en el uso de los recursos técnicos) que les sirve de carta de presentación con vistas a filmar en un futuro historias un poco más audaces y originales. Dos hermanos (uno tosco e impulsivo, el otro contenido y cerebral) y sus novias/amigas recorren carreteras desoladas y pueblos fantasmas en un planeta que se va quedando sin comida, sin combustible... y sin gente. Es territorio arrasado, un ámbito para el sálvese quien pueda y la supervivencia del más apto, ya que la cura del virus que ha desatado la epidema parece cada vez más lejana. Todos los sobrevivientes van armados y son (o se ven obligados a ser) insensibles ante el dolor y la degradación (física y moral) que los rodea. Como verán, esta suerte de sinopsis podría ser extraída de cualquier página de IMDb. Estamos, por lo tanto, ante un subproducto con algo de George A. Romero y compañía. De todas maneras, no deja de ser medianamente entretenida. Ya veremos, por lo tanto, a los hermanos Pastor haciendo dentro de poco películas más grandes (en presupuesto) y más elaboradas (en guión).
Exposición y contagio Hollywood sigue firme en su vieja táctica de fagocitar a realizadores extranjeros de cine de género para esporádicamente reemplazar a los asalariados de siempre, aquellos que suelen ser confundidos por la crítica imberbe con los queridos “artesanos” (este término implica un mínimo conocimiento que los directores propiedad del estudio ya no poseen desde hace tiempo). En lo referido a la valorización de las obras resultantes, en la década del ’90 numerosas carreras que prometían se vieron truncadas a raíz de productos deficitarios que revelaban sin sutilezas el carácter poco tolerante del gigante norteamericano: por suerte durante los últimos años la tendencia se ha dado vuelta y hoy el desafío es muy auspicioso. El caso que nos ocupa, la interesante Portadores (Carriers, 2009), ejemplifica lo anterior al poner una vez más de manifiesto la incompetencia de la “planta permanente” y la solvencia de los por ahora “turistas”. De hecho, hablamos de un combo terrorífico dirigido con una fuerte impronta dramática por los hermanos españoles Àlex y David Pastor: el film es tanto su debut en largometraje como su primera colaboración concreta (hasta este momento habían desarrollado trayectorias por separado centradas exclusivamente en cortos). Como en la reciente La Carretera (The Road, 2009) aunque sin los padecimientos humanistas, la propuesta construye un futuro tenebroso en la línea de Exterminio (28 Days Later..., 2002). Todo comienza con cuatro jóvenes viajando en una camioneta luego de que una pandemia diezmara casi por completo la población mundial: Brian Green (Chris Pine), su novia Bobby (Piper Perabo), su hermano Danny (Lou Taylor Pucci) y la amiga de éste Kate (Emily VanCamp). Por supuesto que de inmediato se topan con un sobreviviente y su hija infectada, lo que junto a las circunstancias contextuales disparará varios interrogantes en torno al dilema de abandonar o asistir a los enfermos. La película regresa una y otra vez sobre este eje moral a través de un pulso narrativo que abraza el suspenso minimalista y deja de lado la iconografía de los zombies (aquí la agonía es trágica y la muerte definitiva). Sin maravillar el elenco cumple dentro del marco general y Chris Pine conduce la acción replicando en buena medida su rol en Star Trek (2009). Sin dudas el aspecto más destacable es la misma labor de los cineastas, también responsables del guión: manteniendo un tono ameno que parece flirtear con el horror adolescente para rápidamente girar hacia la ciencia ficción apocalíptica, el dúo entrega un opus compacto sustentado en diálogos precisos, coherencia formal y sustos furtivos vinculados a las reacciones de los protagonistas. Lejos de las torpezas y la falta de ideas del promedio contemporáneo, en esta ocasión la exposición y el contagio están al servicio de un ataque inteligente contra el individualismo.
Una película de terror que asusta, y mucho Portadores carece de virtudes y de originalidad Todos los años, más o menos a esta altura de las vacaciones de invierno, aparece un tipo de películas que se suelen definir como "de relleno", que son todas aquellas que los distribuidores suelen tener amontonadas en rincones producto de compras de paquetes que las incluyen entre otros títulos más apetecibles. Es el caso de Portadores, enésima película que aborda el género "virus mortal", que ha tenido algunos ejemplos memorables, como Exterminio . Precisamente, apenas comienza la película, una plaga devastadora se ha extendido por todo el planeta. Cuatro jóvenes amigos se dirigen a una playa del Golfo de México donde pasaron su infancia para refugiarse hasta que pase la epidemia. Cuando su vehículo se descompone en medio de una carretera aislada, dará comienzo una fuga desesperada, en la que se enfrentarán a niños infectados, médicos homicidas y supervivientes fuera de sí. Todos los años, más o menos a esta altura de las vacaciones de invierno, aparece un tipo de películas que se suelen definir como "de relleno", que son todas aquellas que los distribuidores suelen tener amontonadas en rincones producto de compras de paquetes que las incluyen entre otros títulos más apetecibles. Es el caso de Portadores, enésima película que aborda el género "virus mortal", que ha tenido algunos ejemplos memorables, como Exterminio . Precisamente, apenas comienza la película, una plaga devastadora se ha extendido por todo el planeta. Cuatro jóvenes amigos se dirigen a una playa del Golfo de México donde pasaron su infancia para refugiarse hasta que pase la epidemia. Cuando su vehículo se descompone en medio de una carretera aislada, dará comienzo una fuga desesperada, en la que se enfrentarán a niños infectados, médicos homicidas y supervivientes fuera de sí.
Apenas el fin del mundo Bajo la apariencia de un filme futurista de zombies se despliega una tragedia individualista. Portadores puede generar confusión. Su gráfica y su trailer, incluso su trama y su estética, parecen remitir a una película (más) de zombies. Pero en la opera prima de los catalanes Alex y David Pastor sólo hay vivos -muchos, agonizantes- y muertos. Su esencia, sí, tiene algo en común con el cine de George Romero: detrás de la acción, fobias sociales. Portadores es un drama oscuro, una tragedia, sobre el individualismo feroz. La historia, centrada en una enfermedad contagiosa, alude a cualquier ámbito. Los enfermos son una molestia, una amenaza: gente que por error o displicencia merece su destino. Lo único que puede hacerse por ellos es compadecerse -un instante, no mucho- y dejarlos atrás: mirar para otro lado y seguir camino. Salvarse. La película empieza con idílicas “imágenes caseras” en Súper 8: dos chicos juegan con sus padres en una playa desierta. Tras un salto temporal, los chicos ya son jóvenes que viajan con sus novias por una ruta, en un universo con guiños a Mad Max . Los muchachos se escapan hacia la utopía infantil, a orillas del mar. Pero se ahogan en un mundo apocalíptico, asolado por un virus muy contagioso que no sólo mata sin atenuantes: fomenta rechazos e indolencia extrema. Un mundo sin héroes ni redenciones. Uno de los hermanos es pragmático, además de insufrible, y está dispuesto a todo por sobrevivir (Chris Pine); el otro (Lou Taylor Pucci) es temeroso y siente algo parecido a la culpa. Portadores es una road movie : el camino -desolador, claustrofóbico aun a cielo abierto- espera con acechanzas, aunque la principal va creciendo en las mentes de los protagonistas. Inspirados en la Gripe A y el terror infundido por los medios, los realizadores hacen futurismo llevando simplemente el presente a un extremo. Y manejan muy bien las compulsiones neurótico-obsesivas, basándose en rituales de barbijos y líquidos antisépticos, mientras el terror se impone por encima de la racionalidad y el espíritu colectivo. Aunque los Pastor saben mantener la tensión y componer imágenes siniestras con pocos medios, los amantes del cine de terror pueden sentir que el filme no concreta las subtramas que promete. Los que busquen algo menos convencional -dentro de los códigos de género- disfrutarán y sentirán, con razón, que la verdadera pesadilla se agazapa en uno mismo.
Un viaje para hacer con barbijo Ausencia de nombres rutilantes delante y detrás de cámaras, economía de medios, un relato más confiado en sí mismo que en el departamento de efectos especiales. Producida y filmada en Estados Unidos, la ópera prima de los hermanos Alex y David Pastor (Barcelona, 1978 y 1981) tiene todas las marcas de lo que alguna vez hizo de la clase B un laboratorio privilegiado del relato cinematográfico. De allí, seguramente, que el estreno de Portadores en Estados Unidos haya sido limitado: a la industria le gustan los efectismos y esta pequeña fabulita post apocalíptica no los ofrece. ¿Por qué entonces, si es tan buena, se la califica aquí con apenas un 6, nota correspondiente a un “aceptable”? Porque para ser realmente buena a la primera película de los Pastor le faltaría algo más de desarrollo. Así como le anda sobrando metáfora, en la última parte. Aun así es mucho más noble y genuina de lo que suele verse en cine semana a semana. Un auto, una ruta, cuatro chicos y unos barbijos: con eso, estos nuevos hermanos cinematográficos (cuya originalidad reside en no ser mellizos) se las arreglan para mantener el interés durante buena parte de los 84 minutos. Como road movie viral podría calificarse esta fabulita en la que dos parejas huyen en busca de refugio, atravesando en auto –como lo hicieran Barry Sullivan en Carrera contra el destino y Kurt Russell y Kathleen Quinlan en Sin rastro– el desierto de Nuevo México. A diferencia de La carretera, no hacen falta flashbacks para saber que un colapso global tuvo lugar poco tiempo atrás. ¿Importa saber acaso de qué clase de virus de trata? Desde ya que no: al espectador le cabe asociarlo con los que conoce o puede imaginar, desde la gripe porcina al SIDA y los que vengan de aquí en más. Lo que importa es cómo se las arreglan los protagonistas frente a la epidemia, y eso puede verse en la primera escena. En una ruta despoblada, donde todo es sol y paisaje raleado, un auto sobre la carretera interrumpe las bromas que los hermanos Danny (Lou Taylor Pucci, visto en Fast Food Nation y Southland Tales) y Brian (Chris Pine, de la última Viaje a las estrellas) y sus novias (Emily VanCamp y la gran Piper Perabo) intercambian a bordo de un Mercedes. Un hombre pide un poco de nafta, y en el asiento del acompañante tiene a su hija enferma. Todos están de acuerdo en ayudarlo. Menos Brian, que no se muestra dispuesto a dejarse contagiar por excesos humanistas. En la escena siguiente serán ellos los que necesiten ayuda, y en kilómetros a la redonda los únicos que se la pueden brindar son el padre y su hija, que tal vez estén contagiados. Que las fábulas virales son primas hermanas de las películas de zombies últimamente lo recordaron Exterminio y [REC]. Portadores lo ratifica. Pero –una vez más– con economía de medios: no se trata de sumar atacantes contagiosos, sino de focalizar sobre el drama de que un ser querido pueda ser portador. Un solo ser querido: concentración, en lugar de multiplicación. A partir de cierto momento da la sensación de que los hermanos Pastor no saben muy bien cómo seguir la cosa, optando por llevar la acción a un lugar que tiene, para los hermanos Danny y Brian, alto valor metafórico. Y como altos valores no pegan con pequeñas películas, no hay más remedio que ponerle a Portadores el 6 de “aceptable”, en lugar del 7 de “buena”, que uno hubiera querido poner.
El postapocalipsis continúa siendo uno de los temas recurrentes en el cine moderno. En Portadores, los protagonistas son jóvenes en un mundo que ya no es el que era. Ellos son Brian (Chris Pine), impulsivo líder del grupo; Danny (Lou Taylor Pucci), su hermano, mucha más pensante; Bobby (Piper Perabo), la novia de Brian; y Kate (Emily VanCamp) ex millonaria amiga del resto. Los cuatro viajan a través de las rutas estadounidenses en dirección a una playa. Un lugar en el que podrán refugiarse del extraño virus que mata de a poco a los seres vivos. Aunque ellos van muy bien preparados para no contagiarse (usan barbijos, desinfectan cada lugar que tocan), no podrán evitar que las cosas se pongan muy feas. Lo que diferencia a la película de otras similares es que no hace foco en el gore, ni en las escenas de acción. El énfasis está puesto en los personajes, en cómo deben lidiar con una situación desesperante, en cómo la lucha por la supervivencia nos lleva a cometer actos de crueldad extrema, en cómo los seres humanos resultan ser más letales que cualquier amenaza exterior, en cómo es indispensable seguir luchando por mantenerse cuerdo en un lugar lleno de caos y muerte y miedo. Como dicen los cineastas españoles Alex y David Pastor, que se inspiraron en los casos de Gripe Aviar de hace unos años: “Es un mundo vacío, la población ha desaparecido prácticamente, y no hay leyes ni códigos morales que rijan las situaciones que se presentan”. Casi no se ve gente infectada, y cuando aparece, es en momentos muy específicos, nada gratuitos. Y jamás se explica en detalle cómo funciona el virus ni de dónde viene. Portadores funciona de una manera similar a los films de zombies (tiene mucho en común con Exterminio, de Danny Boyle, y también con La carretera), aunque sin monstruos devoradores de carne humana. El elenco está muy correcto, entre los que se destaca Lou Taylor Pucci, protagonista del film Impulso adolescente. Su personaje es el que trata de evitar que sus amigos se deshumanicen en pos de mantenerse con vida. Por su parte, Chris Pine, el muevo Capitán Kirk, demuestra que tiene mucha presencia en la pantalla. Portadores no será genial, pero al menos es un producto interesante, que nos lleva a pensar cómo nos comportaríamos nosotros en una situación así.
Una trama mínima, intensa, que sabe dosificar los elementos característicos del género derivando del contagio y la enfermedad hacia la lucha por la supervivencia en un apocalipsis inminente. Portadores alcanza a cumplir las expectativas de los amantes de este tipo de propuestas para salir airosa superando a muchas producciones mediocres (la mayoria llega solo a dvd) que giran en torno a la temática zombie y se vienen reproduciendo desde hace varios años; aunque es justo aclarar que no aporta nada nuevo al género.
Parece ser que la temática apocalíptica en el cine, que abarca cataclismos naturales, invasiones extraterrestres, conflagraciones nucleares, pandemias que derivan en zombies depredadores, enfrentamientos bíblicos, etc.; no se termina de agotar y aún ejerce una perversa atracción en el público, más aún en aquél seguidor de la ciencia-ficción y el terror. Portadores entra en el tópico “plagas incontrolables”, ya que la inminente desaparición de la raza humana será a causa de un virus mortal de origen desconocido y devastadoramente contagioso. Nada nuevo, pero al menos en el caso de este film estadounidense dirigido por una pareja de hermanos españoles, los infectados no derivan en muertos vivientes, no son agresivos, no se vuelven caníbales; lo que le proporciona al film un toque de realismo y verosimilitud y como contrapartida le resta espacio a escenas terroríficas y de acción. Por otra parte, si hay algo que resulta denigrante en este subgénero es que siempre la solidaridad y la humanidad quedan desvirtuadas a causa de un presunto espíritu de supervivencia, lo que permite cualquier tipo de actitud canallesca. Portadores se puede definir mejor como un dramático road movie sobre el fin de los tiempos, y cuenta con una trama bien filmada que da pie a algunas reflexiones, sostenida por un elenco convincente.
Sin reglas El debut de este dúo de directores españoles en Hollywood, los hermanos Alex y David Pastor, dista de ser demasiado original tanto desde la trama, los personajes o el apartado visual. La película continúa en la línea de algunos films de Romero (particularmente The Crazies) o Exterminio (sobre todo la primera), aunque también tiene una intensidad dramática que guarda cierta proximidad con otros films post apocalípticos como la reciente La niebla, de Frank Darabont, o La carretera, de John Hillcoat. Hay muchas ideas y algunos recursos explotados de manera ingeniosa, pero por momentos construye personajes demasiado unidimensionales para mostrar facetas que se extravían de la película y aparecen aislados, sin un trasfondo que los sustente. Por supuesto, uno podría pensar que en esta omisión podría haber un detalle interesante (precisamente, sucedía con la carencia de explicaciones de La carretera), pero lo cierto es que en el contexto en que está realizada la historia, y frente a un grupo de personajes que dista de ser heterogéneo, también se pone en juego la empatía que podamos sentir por quienes intentan sobrevivir bajo esas circunstancias trágicas. Sin embargo, también hay que mencionar que cuando comienzan a desdibujarse los estereotipos la película termina, no sin antes dejar un gusto agridulce en la boca donde vemos méritos y defectos por igual, con una prolijidad visual que no deja de ser un debut remarcable para este dúo de realizadores. Entonces, tenemos a cuatro jóvenes en una carretera a bordo de un auto deportivo. Parecen estar de vacaciones, su ropa deportiva y el ánimo festivo de los diálogos sugieren eso tras un flashback en una playa que se puede asociar a las dos figuras masculinas: dos hermanos, uno mayor y uno menor, que luego asociaremos como Brian (Chris Pine) y Danny (Lou Taylor Pucci). Van acompañados por dos chicas, una es la novia de Brian, Bobby (Piper Perabo), y la otra es prácticamente una desconocida que tiene algún leve vínculo con Danny, Kate (Emily VanCamp). De repente el escenario cambia, surge el conflicto, un auto en el medio de la carretera bloquea el camino. El hombre (Christopher Meloni) no parece un enemigo y les pide por favor combustible. Hay tensión, el grupo discute, y de repente Kate observa que una niña en la camioneta que bloquea el camino tiene sangre en su barbijo. Esta “infectada”. Sin pensarlo dos veces Brian acelera a pesar de la desesperación del hombre y deja a la niña y al coche allí. Con este tipo de confrontaciones es con las que avanza la película: ¿supervivencia o integridad moral?, ¿es posible la convivencia de ambas o debemos abastecernos con una serie de reglas para evitar plantearnos el cuestionamiento y seguir adelante? De eso se trata, y esta introducción es sólo una pequeña viñeta del resto del film, donde los personajes conflictuados se mantienen en un margen que se va desdibujando a medida que se acerca el final del film, a medida que la amenaza se hace más próxima. La amenaza es un virus mortal. No importa que virus, la cuestión es que es altamente contagioso y que no hay cura. De hecho, entre los planteos de las reglas de Brian se dice que “los infectados ya están muertos”. No hay esperanza. Entonces, volvamos a nuestro grupo de cuatro jóvenes conflictuados en una supervivencia imposible, intentando llegar a una playa de recuerdos de la infancia, mientras el camino y las situaciones se van haciendo cada vez más tensos, y tendremos el leitmotiv de la película. La supervivencia. Lo hemos visto antes, por supuesto. Aquí la peculiaridad está con la reglas y como atenerse o no a ellas, en como la moral o la humanidad pueden plantear un cuestionamiento en ese mundo paranoico, y como eso afecta a nuestros personajes. Hay engaños, giros previsibles y una evolución en la dinámica entre hermanos que logra picos dramáticos emotivos, con decisiones y recuerdos que demuestran las zonas oscuras y luminosas de cada personaje. Hasta ahí se entendió la idea, la particularidad de este film que asoma entre el thriller y el terror. El problema está en que los personajes no aparecen tan definidos en ningún momento y que, por momentos los tendremos actuando como si se tratara de un film de terror serie B (piensen en un slasher en la línea de Viernes 13) o un thriller de supervivencia que incluye terror, en la línea de Exterminio. El primer registro es unidimensional y caricaturesco, mientras que el segundo mantiene un crescendo dramático más complejo, con personajes que se mantienen en la línea de un verosímil más elaborado ante una situación extraordinaria. Esto genera un distanciamiento inevitable porque veremos a los personajes actuar de manera aislada, bromeando luego de una situación traumática o sobreviviendo a cuestiones extraordinarias para luego caer presas de alguna estupidez que, repito, esperaríamos en un personaje de Viernes 13 pero no de esta película. Pero el relato gana emotivamente. Hay una construcción visual y del sonido que nos dan una dimensión de la tragedia (fíjense sino en la sutileza del off en algunas secuencias o el imaginario apocalíptico de la carretera) y la relación entre los cuatro personajes centrales es coherente desde el primer minuto hasta el último, dejando a un doloroso desenlace del episodio con el personaje de Christopher Meloni como uno de los momentos más intensos de la narración. Sobra sangre y hay momentos perturbadores, pero no por nada es una película a la que le calza mejor el guante del thriller: todo aparece justificado para shockear desde lo emocional antes que desde lo visual e inmediato. Por lo tanto tenemos a un film irregular, que alude de alguna manera a la gripe aviar (en una parte vemos una referencia a que los “asiáticos la trajeron”, demostrando las secuelas racistas del hecho), pero que abreva en el cine de terror de zombies, con planteamientos éticos que resultan universales. Quizá el guión no acompaña demasiado y el desenlace queda un poco en el aire, pero eso no quita que sea una película a tener en cuenta en función del verosímil que mantiene en el sombrío escenario que presenta.
Apocalípticos e infectados El género apocalíptico (si es que se trata de un género) hace tiempo que está pasando por una racha productiva. Algo habrá en el aire, pero son unas cuantas las películas recientemente estrenadas que proponen el fin de la especie como escenario, sea por desastres naturales, guerras, epidemias o zombies, así como las desventuras de los pocos sobrevivientes en pos de continuar siéndolo. En el post-apocalíptico de los ‘80 era frecuente ubicar la causa en algún desastre nuclear, ahora la razón frecuente es una infección que se expande como pandemia y deja diezmada a la mayor parte de la humanidad. Son varios los films que explotan las consecuencias de ese estado de las cosas, y con diferentes tonos, desde Exterminio a Zombieland, pasando por las últimas entregas de Resident Evil y la saga de los Muertos vivos. Portadores está ubicada en este contexto: un virus mortal, altamente contagioso, acaba con la civilización, y los sobrevivientes van de un lado al otro procurándose el techo provisorio, el alimento escaso y, sobre todo, evitando cualquier contacto con posibles infectados. Los protagonistas son dos hermanos jóvenes que, junto con sus parejas, se mueven en coche por la ruta en dirección a la casa de verano en la que pasaron su niñez y a la que ubican idealmente como posible refugio. Pero el camino está plagado (cuac) y de posibles encuentros indeseables. Ese planteo le da al film el elemento de road movie, algo que comparte con films también apocalípticos pero tan disimiles como pueden ser La carretera y Zombieland. Será que el Apocalipsis se presta bien por la necesidad de estar siempre en movimiento. El principio es algo engañoso, cierto comportamiento de los protagonistas, y sobre todo la actitud un poco imbécil del hermano mayor, hacen temer un tono adolescente y lelo que por suerte se esfuma cuando las cosas se ponen pesadas. La premisa, ya lo dijimos, no es original, pero el tratamiento tiene lo suyo. No se trata exactamente de una película de terror, aunque tenga elementos del género. No hay un monstruo, ni un antagonista claro. Los infectados no se transforman en zombies, no muerden ni están rabiosos. Los monstruos reales son -no es sorprendente- la paranoia que lleva a que los sobrevivientes estén dispuestos a lo que sea. De lo que se trata es de cuan bajo puede caer la humanidad, cuan insensible y cuan despiadada puede ser, y como las situaciones límite logran romper con la solidaridad y las normas más elementales. Lo interesante de Portadores es que, si bien al principio el miedo y la desconfianza están puestos en el afuera y en los otros, luego se trasladan al seno mismo del grupo protagónico, y son sus integrantes los que cometen las acciones más cuestionables, volviendo la situación aún más cruel. Hay un tenso clima de paranoia y los realizadores (los catalanes Alex y David Pastor, que debutan en el largo con una producción norteamericana), aún cuando por momento acuden a golpes bajos (las filmaciones caseras de los hermanos cuando eran chicos), retratan con precisión el progresivo y agónico desmembramiento del grupo. Suerte de road movie, con elementos de terror y hasta algún elemento moral, con el marco siniestro del fin de la especie, pero filmada en la ruta y a pleno sol, Portadores puede tratarse de una película barata y menor, pero termina siendo una interesante sorpresa.
Portadores es una película seca, áspera, asfixiante, recalentada como el asfalto de la ruta que recorren los personajes. El viaje es incierto: los cuatro protagonistas escapan de una enfermedad que no se sabe cómo se desató hacia un destino impreciso. Como en toda película de catástrofe, el objetivo primordial parece ser el movimiento, viajar siempre sin parar, porque quedarse quieto en un mundo lleno de peligros es estar cerca de la muerte. El dilema último termina siendo la manera de encarar la travesía: fiel a la historia del género, Portadores gravita especialmente sobre la moral y los vínculos humanos. El grupo de personajes se rige por una regla inquebrantable que consiste en que si alguien está infectado, hay que abandonarlo. No importa que se trate de una novia y que afuera del coche haya un desierto del infierno; Brian, el líder, cree ciegamente en la regla y la aplica de manera implacable. A diferencia de otras películas semejantes, en la de los españoles Álex y David Pastor la verdadera amenaza son los propios compañeros de ruta: un amigo, un novio, un hermano, todos pueden ser portadores del virus o castigadores del infectado. El resto de la humanidad, ya sean un montón de tipos armados o nuevos compañeros de viaje, constituyen las esquirlas de un desastre lejano, ecos apenas de un contagio inminente que acecha a los protagonistas. Los signos más terribles de ese cataclismo son los chicos, en Portadores víctimas recurrentes que sufren despiadadamente los primeros efectos de la enfermedad como tos, vómitos, erupciones o cansancio. Los planos en los que la cámara descubre los síntomas de la infección en sus caritas son durísimos pero a la vez representan la vocación realista y nada concesiva de la película: a contrapelo de muchos otros exponentes del género, acá los chicos son un blanco fácil para el virus y encariñarse con ellos implica un riesgo, como le recuerda constantemente Brian a Bobby. Así, la película recrudece su planteo ético: para sobrevivir hay que olvidarse de los lazos sociales más básicos, incluso si esto significa dejar en medio de la nada a un padre con su hijita enferma. Que la supervivencia de los protagonistas dependa efectivamente del cumplimiento de esa regla es una muestra de profunda amargura pero también de rigurosidad ideológica por parte de la película, porque los que consigan llegar hasta la playa van a ser los que puedan acatar la norma hasta las últimas consecuencias. No hay castigo para ellos ni salvación para los abandonados durante el viaje. La voz en off es el testimonio de los resistentes, la prueba de vida de los que todavía pueden contar el cuento. En cambio, nada se sabe de los contaminados: muertos por el camino, solos, seguramente en medio de estertores largos y agónicos provocados por el virus, a ellos les toca el silencio, el olvido absoluto tanto de los otros como de la propia película. Solamente que, a diferencia de otras en las que el esfuerzo se cifra en dejar una marca, una huella última (en El libro de los secretos se busca transmitir el relato de la Biblia, en La carretera se trata de imponer una disciplina moral) en Portadores los personajes no tienen metas que los excedan: todos sus trabajos apuntan a la supervivencia más crasa e inmediata y, quizás por eso mismo, más humana.
Buscando lo nuevo Film sumamente irregular que tiene más de un logro importante. Portadores no es sólo la historia de un viaje en ruta de cuatro jóvenes buscando escapar y aislarse de los peligros que conlleva un virus que ha afectado a toda la humanidad. Es también el racconto de una dupla de directores y guionistas buscando la forma de aportar elementos nuevos dentro de un sub-género como el pos-apocalíptico, que ya se ha contado miles de veces, desde múltiples ángulos, pero que todavía sigue llamando la atención tanto de los productores como del público. Ya habíamos tenido la oportunidad de presenciar la metáfora religiosa aportada por Soy leyenda y El libro de los secretos. También tuvimos a Zombieland, con su reescritura a través del pastiche y la parodia posmoderna, pero sin cinismo, sólo con humor y una sana celebración de la familia como núcleo contenedor. O a Exterminio, explorando los factores espacio-temporales con la cámara digital como soporte tecnológico, pero también estético y narrativo. No hay que olvidarse de otras aproximaciones con una fuerte carga ética, política y religiosa, como La niebla, The stand o La carretera. Los españoles Àlex y David Pastor se hacen cargo desde el principio de que es más bien difícil que puedan aportar algo completamente nuevo y original -de ahí la cita explícita a Mad Max-. Pero no hay que olvidarse que lo nuevo nunca es completamente nuevo: siempre viene con una carga de componentes viejos, ya utilizados, que son rejuntados y remezclados para terminar concibiendo una nueva forma. No vamos a decir que Carriers aporta muchas cosas nuevas, pero sí que apela a una combinatoria de géneros –el thriller, la road movie, el terror, el drama familiar y social- y materialidad –paisajes desérticos, locaciones arrasadas, casas que prefiguran lo horroroso- para intentar un abordaje que se diferencie de lo que ha producido Hollywood hasta ahora. A partir de esto, van alternando una de cal y otra de arena. Se pasa de la sutileza enmarcada por los silencios, los mínimos gestos y las decisiones fuertes en el vínculo establecido entre los cuatros jóvenes y un padre con su hija infectada, a la redundancia en explicaciones sobre las reglas para sobrevivir; de los momentos de horror percibido a través del fuera del campo o mediante la mínima exhibición, al trazo grueso para señalar la decadencia moral de algunos personajes, con tal de hacer avanzar la trama. Muy irregular, con muchos baches, arrojada –tanto en Estados Unidos como acá- más que estrenada en cartelera, Portadores no deja de ser un filme atractivo. Es como un borrador de lo que puede alcanzar un gran filme pos-apocalíptico si posee mayor presupuesto y tiempo para desarrollar ideas.
Paranoia y terror al apocalipsis. De los miedos que más alimentaron las fantasías del cine, la destrucción de la humanidad provocada por un virus es uno de los más explotados por la industria de Hollywood. Si bien la tradición se remonta a las primeras películas de zombies, en las que los muertos volvían a la vida a causa de una intoxicación química, a partir de la difusión del HIV y, más tarde, de la gripe aviar y porcina, el tema cobró actualidad. “Portadores”, una creación de los cineastas catalanes Alex y David Pastor, sigue una tradición que, a partir del éxito de “Cuarentena”, que tuvo su taquillera versión norteamericana, “Rec”, se reafirmó en el cine español. Road movie con reminiscencias de “Mad Max”, la película cuenta las peripecias que vive un grupo de jóvenes que atraviesa el desierto de Estados Unidos huyendo de una epidemia que amenaza con diezmar a la humanidad. La historia juega con una idea que alimenta la pranoia del siglo XXI: tarde o temprano el hombre tendrá que combatir los virus que él mismo creó y que, fuera de control, se convierte en una enfermedad mortal. Con oficio más que creatividad, los hermanos Pastor llevan adelante la trama con una sola consigna: explorar hasta donde se es capaz de llegar con tal de seguir con vida. Lo hacen sin apelar a la truculencia, con acción, actuaciones correctas y buenas ideas les alcanza. El hilo conductor es el miedo al contagio, algo que en la reciente crisis de la Gripe A asoló al mundo.
Los Hipócritas Hace años se hizo un filme que afortunadamente hoy se puede conseguir pese a ser en Blanco y Negro y de inicio de los años 50, con toda la paranoia atómica de entonces, se llamó "Five" y fué dirigida por Arch Oboler. Aún sigue siendo una pequeña gema del cine apocalíptico, con sus personajes bien definidos, marcados, y si bien la trama era más lenta, se sabe que los tiempos han cambiado además, y ya nada es igual. Ni el cine en parte. "Carriers", aqui estrenada como "Portadores" y en otros paises como "Infectados", está hecha por los hermanos Pastor, y a diferencia de -valga la sutil comparación- la joyita que mencionamos más arriba, no posee más que una trama que parece surgida a partir del flagelo mundial surgido meses atrás: la gripe A. Y a través un híbrido argumental donde sitúa a un grupo que huye hacia el mar -lugar común si los hay en este género de cine-, y que durante su trayectoria por urgencias de combustible, medicaciones etc. hará cualquier cosa, para quitarse gente del camino, mostrando todo un compendio de cinismo, hijoputez e hipocresía social, porque si algo tiene este producto es personajes de mierda. Claro, tampoco pensemos que vivimos dentro de una sociedad ideal, pero quizás que los jodidos son los menos, y quien asegura que ante una tragedia colectiva, no haya ni un ápice de solidaridad..???. Hay obviedad, poco ingenio, y una repetida cita de espacios comunes típicos y ya muy vistos. Si no la ven no se pierden absolutamente nada. Busquen "Five", es superior y del año 1951.