Ellos tienen la panza llena Hace poco más de diez años atrás, este país atravesaba una de sus crisis más grandes. Con una economía destrozada, un Estado ausente y represor, tenemos que recordar que cuando decimos “país” hablamos de “sociedad”, y cuando decimos “sociedad” hablamos de individuos que la conforman, y como diría el músico Jamaiquino, Bob Marley, “a hungry mob is an angry mob” (una multitud hambrienta es una multitud furiosa). Hace diez años Néstor Mazzini decidía filmar su primer largometraje, que hoy roza el mediometraje, un thriller ambientado en Lugano I y II (premisa sobre la que más pesa la difusión de la película, quizás por la ríspida fama del lugar), realizado contra viento y marea y a todo pulmón. No es idea mía, el mismo director hace referencia a los aspectos personales y económicos que se vieron en juego durante el largo proceso que atravesó su ópera prima, desde su génesis hasta su próximo estreno oficial. Que lo Pague la Noche no es exactamente un estreno. Filmada en enero del 2002, fue recién pre-estrenada en video en el 2004 y premiada en el 2005 por el INCAA permitiéndoles que la película fuera terminada en 35 mm para ser estrenada. Este fue el inicio de una serie de cambios estructurales, como la agilización del montaje y digitalización de algunas tomas con el fin de mejorar la calidad técnica. La película comienza cuando Esteche (Roberto Lavezzari) está celebrando su boda. La fiesta se realiza en los parques del complejo de monoblocks en el que vive junto a su novia (Anabella Barujel), ubicado dentro del barrio Lugano I y II. Pese a que es un día de celebración, hay un aire malsano en el ambiente que no se puede definir. Hay algo que no nos están contando, impresión que se mantiene a lo largo de casi toda la historia. Cuando los novios se disponen a cortar la torta, Esteche se desploma sobre la mesa ante la sorpresa de los invitados, socorrido por su novia y amigos que se acuden a llevarlo a un hospital. Es sobre este aire extraño que se va construyendo la película, una suerte de híbrido entre thriller psicológico y surrealismo, que se vale de las características laberínticas del barrio. Aunque el guión comienza a redundar bastante, sobre todo en la segunda parte de la película, son algunos otros, y pocos, aspectos técnicos los que mantienen la tensión y atención. Las grises y monstruosas edificaciones de fondo y el costado más marginal del barrio, dan el aspecto de una ciudad apocalíptica donde algo está esperando estallar. Sobre estas imágenes se oyen los murmullos, las radios, los televisores formando una nebulosa de la que podemos discernir alguna que otra frase que recuerda a tiempos de pesadilla, porque aunque la historia no sea sobre la crisis del 2001, es evidente que Mazzini lo utiliza como pieza fundamental de fondo, fuerza negativa y destructora. Los personajes son oscuros, todos, y viven como se ven. Aunque no podamos decir que a nivel actoral la película no falla, son sí algunos de sus intérpretes los que llevan adelante la tarea dignamente, en su mayoría actores no profesionales, algo similar a lo que sucediera hace varios años con Pizza, Birra, Faso de Caetano/Stagnaro o con Historias Mínimas de Sorin, únicamente comparables en este aspecto. La dirección de arte, a cargo de Makena Lorenzo (también productora del film), se pierde tras una fallida fotografía que, quizás por falta de presupuesto o experiencia, le resta profundidad a los planos. Ya de por sí oscura, las escenas, excepto contadas situaciones, suelen desarrollarse dentro de espacios pequeños y poco iluminados, algo acertadísimo para funcionar como contexto de individuos cocainómanos que se enredan en teorías paranoides suscitadas alrededor de la misteriosa muerte de Esteche, pero que pierde efecto al carecer de contrastes. La olla está hirviendo, eso está muy claro, y la tensión (que en algún momento promediando la película se pierde bastante) es presentada mediante situaciones en apariencia inexplicables y de tintes surrealistas que se terminan explicando mutando al realismo, para llegar al clímax con un final que la devuelve a su extrañeza inicial, aunque igualmente no me terminó de convencer. Pero pese a que comete algunos (varios) errores, en su mayoría de aspecto técnico, no debemos ignorar sus raíces y contemplarla como lo que es, una película producida a pulmón y repleta de buenas intenciones.
Confesiones de una muerte con recuerdos La ópera prima de Néstor Mazzini, que se estrena diez años después de su filmación, es un thriller psicológico sobre los borrosos recuerdos que tiene un hombre acerca de su propia muerte. Que lo pague la noche (2011) es un relato onírico del que, como de una cebolla, se desprenden capas con las diferentes conjeturas que tiene un hombre sobre la muerte que lo sorprendió en plena fiesta de casamiento. Lugano 1 y 2 de 2001. Esteche es uno de los hombres más fuertes de un barrio poblado por monoblocks. Es el día de su boda y en medio de la fiesta cae muerto súbitamente. Su esposa y dos hombres dicen llevarlo a un hospital. Pero, ¿cuál es la verdad sobre la repentina muerte de Esteche? Una verdad que el propio muerto deberá descubrir. Con una impronta neorralista el realizador trabaja la historia con actores desconocidos y en muchos casos vecinos del barrio. Esto hace que por momentos uno se sienta frente a un documental más que a una ficción, o en mayor medida provoque una ruptura de límites y se juegue con cierta ambigüedad que hace que no se sepa bien si se está frente a hechos reales o ficcionados. Que lo pague la noche presenta una estructura en donde se prioriza a los personajes y esto queda de manifiesto en los planos anteriores a la secuencia de títulos que servirá como presentación de cada uno y una pista esencial para saber a quién seguir dentro del conflicto, y así poder entender la historia. Aunque esta puede variar según el punto de vista y la propia lectura que cada uno haga de la misma. La no linealidad y la intercalación temporal y espacial son otros dos elementos que no se deben descuidar para así poder resolver el nudo de la trama. Visualmente hay que destacar la secuencia de títulos con reminiscencias expresionistas – y una de las más maravillosas que haya dado el cine argentino- que se opone en cierta medida a la “suciedad neorralista” que se utiliza en el resto del film para darle un registro más documental. Este contrapunto visual es otra pista para leer el relato y sin duda tiene que ver con el onirismo que lo envuelve. Si la presentación está hecha desde la irrealidad todo lo que viene después será parte de un mundo ficticio aunque visualmente se nos muestre como real. Que lo pague la noche tardó diez años en llegar a los cines pero no por eso es una película vieja. Sin duda la distancia que se tiene hoy de los conflictos sociales de 2001 hace que las lecturas sean otras. Mucho más cinematográficas y mucho menos sociales. Mazzini logra un film “lyncheano” poblado de seres anónimos y realidades paralelas que pueden parecer lejanas aunque cada día sean más cercanas.
Gigantes de cemento Rodada en 2002 -con la crisis socioeconómica en plena ebullición- en esa bomba de tiempo que es la zona de Lugano I y II, esta ópera prima de Néstor Mazzini rodada a pulmón y con actores no profesionales recorrió un largo periplo hasta alcanzar ahora, una década más tarde, su estreno comercial. En el medio, este film ganó el Concurso de Películas Terminadas del INCAA, consiguió así fondos para mejorar su acabado técnico, fue reeditado varias veces (incluso después de algunas proyecciones públicas), y encontró su forma definitiva. Más allá de algunas precariedades visuales o de ciertos desniveles interpretativos, hay en Que lo pague la noche unos cuantos hallazgos. Thriller surrealista, muestra un estado de degradación, de descomposición social con personajes oscuros y climas ominosos sin caer en la bajada de línea, en la declamación ni en el subrayado. El largo, impactante y muy virtuoso plano-secuencia inicial nos presenta a esas moles de cemento que son los monoblocks de Lugano I y II, "personaje" central del relato. Luego, veremos una celebración (un casamiento) que se tiñe de tragedia. Lo que sigue es una sucesión de situaciones tensas, duras, escabrosas que transforman al film en una interesante descripción de la miseria y la paranoia sociales. Una película que -con sus problemas- no deja de ser cautivante. Una rara-avis, "deforme", diferente, poderosa, vital.
Lugano Arde En uno de los barrios más grandes y con mayor movilización se desarrolla este film, que narra una de las tantas experiencias ocurridas durante el imborrable diciembre de 2001: cuando las cacerolas sonaban, muchos observaban por tv lo que sucedía en las calles y todo volaba por los aires (incluso un presidente), mientras otros se organizaban o intentaban hacerlo...
Con un buen pulso cinematográfico y un gran manejo de actores no profesionales, el debutante Néstor Mazzini no logra de todas maneras encausar una película que se filmó hace casi diez años, que sufrió varios retoques de posproducción y recién ahora puede darse a conocer comercialmente. Que lo pague la noche cuenta con un atrayente marco real, los peculiares monobloks del barrio Lugano 1 Y 2, a su vez también recreados digitalmente en la sugerente presentación de títulos. Es otro los logros de este –corto- largometraje, pero en lo que hace a su trama con toques de thriller, el andamiaje fílmico se resiente al no lograr remontar una serie de confusas y forzadas vueltas de tuerca. Ambientada durante la crisis política de diciembre del 2001, el film, que hace alguna mención visual y narrativa de estos hechos, refleja climas de tensión, tras lo que sucede en una rústica boda que se lleva a cabo en una plaza de Villa lugano. Rodeados por ese paisaje de edificios, ese particular festejo va desenmadejando una extraña y sórdida trama entre oscuros personajes. Las alternativas van tomando un cariz algo ensoñado, donde no se sabe a ciencia cierta qué es lo que está sucediendo. Mazzini acierta en la caracterización de los personajes, pero no se decide entre una trama realista de acción o un drama psicológico surrealista, y se queda a mitad de camino.
Un crimen de ensueño Que lo pague la noche es una película presentada para video originalmente en el año 2004, que se estrena ahora en salas comerciales luego de haber obtenido una serie de apoyos institucionales, el INCAA entre ellos. La acción transcurre en el barrio de Lugano: Esteche, una especie de delegado vecinal, celebra su matrimonio con Fiorella en el parque. Repentinamente cae desmayado sin explicación. Dos hombres y la reciente esposa lo trasladan hacia un supuesto hospital, pero finalmente lo abandonan en un descampado. Aunque la versión oficial es que ha muerto de un pico de estrés, los vecinos de Lugano comienzan a especular sobre una posible conspiración. Si bien se trata del primer largometraje que produce el director Néstor Mazzini, éste da cuentas de una gran solvencia en el manejo formal de los recursos narrativos y estilísticos. Resulta especialmente notable el privilegio que Mazzini hace de los recursos visuales por sobre el diálogo para obtener un clima onírico y enrarecido. Esto no significa, sin embargo, un desmedro en el manejo expresivo del material sonoro, lo cual se advierte en el sofisticado tratamiento que hace de algunos de los diálogos al utilizarlos como elemento de ambientación o fondo sonoro para generar un impacto estético. El relato, no obstante, presenta dos deficiencias: 1) algunas oscuridades en la estrategia narrativa, que impiden al espectador apropiarse de la historia de modo orgánico; b) el recurso (ya un poco gastado y difícil de justificar para cualquier proyecto) de actores no profesionales para la realización de la película. Sobre el primer punto, entiéndase bien, dado el carácter onírico del relato es esperable un nivel de ambigüedad en el armado de la historia (¿Esteche verdaderamente regresa y es ajusticiado por los vecinos de Lugano, o todo el relato es la ensoñación de un moribundo?). Pero esta ambigüedad, al ser estructural debe estar correctamente planteada para que el espectador advierta que se trata de dos posibilidades narrativas que el relato habilita de manera simétrica, y no de una desprolijidad formal. Esta ambigüedad con la que se pretende jugar narrativamente no está lo suficientemente preparada por la instancia de enunciador, y de allí que el espectador hacia el final pueda sentirse confundido. Esto es importante entenderlo: la ambigüedad narrativa cuando está bien desarrollada no deja lugar a dudas, no es confusa; el espectador claramente entiende que se lo estimula a elegir entre dos posibilidades, por las cuales el enunciador no se juega. Sobre el segundo punto, no es demasiado lo que se puede decir: las actuaciones son malas, y esto desluce demasiado el devenir del relato. El recurso de emplear a actores no profesionales suele tomarse como una virtud en sí misma, y pienso que es un criterio erróneo. Si lo que se pretende es generar un efecto de pretendido realismo, creo que el error es doble, pues el efecto suele ser casi siempre todo lo contrario, excepto en las extraordinarias y excepcionales situaciones en donde los actores principales del suceso demuestran condiciones naturales para la representación, o bien han sido bien dirigidos –dramáticamente hablando- por algún profesional. En el resto de los casos, el resultado es siempre forzado. Este fetiche va de la mano con aquel otro que sostiene que para generar un impacto de narración realista, nada como contar las cosas que realmente suceden. Este desmedro de lo ficcional, injustificado e insostenible, es lo que ha llevado en los últimos años a que las producciones, propias y ajenas, crean que el hecho de mostrar el cartelito de basado en una historia real es de por sí un plus de valor y que esto engrandece la producción cinematográfica. Pienso que nada en el film de Mazzini justifica apelar a actores no profesionales, y que en última instancia, si hubiese sido un asunto de presupuesto, debió ponerse más énfasis en la dirección de actores, rubro que en la producción cinematográfica argentina, junto a la elaboración de guiones, suele ser el más descuidado.
Rara avis argentina Thriller con toques oníricos, durante la crisis de 2001. Que lo pague la noche , opera prima que Néstor Mazzini filmó hace más de una década, durante la crisis de 2001, en Lugano 1 y 2, es una película indefinible, lo que no implica un demérito. Su trama, que incluye tensión y misterio, la acerca al thriller; sus diálogos y personajes, al documental de raíz social condimentado con realismo sucio; sus atmósferas, al género fantástico apocalíptico. O incluso al surrealismo. En este eclecticismo radican su atractivo y también sus puntos débiles. Que lo pague...es, ante todo, una película de atmósferas sobrecargadas, oníricas. Una pesadilla trabajada desde lo visual y lo sonoro, abundante en imágenes ominosas y ruidos inquietantes, líquidos. En el comienzo, un travelling nos encierra, con eficacia y asfixiante belleza, entre infinitas moles de cemento: un mundo simétrico e interminable de monoblocks, que parecen vacíos, salvo por la apertura o cierre de algunas pequeñas ventanas. Más adelante, apretados desde la pantalla por el calor veraniego, la rabia y aquel derrumbe general, asistimos a un casamiento al aire libre, con los grises y monolíticos edificios como escenografía de fondo. De pronto, como en cumplimiento de un oscuro presagio, el novio se desploma sobre la mesa. Un grupo, sospechoso, intenta llevarlo -supuestamente- a un hospital. Pero empieza un viaje siniestro, que se irá abriendo como brazos un delta cenagoso. Los elementos que se ponen en juego, teñidos por la marginalidad, son múltiples. La premonición del que se va a morir. Una red de estafas y posterior ocultamiento de la verdad. Un infierno vecinal de prejuicios, rumores y búsqueda de culpables. Todo, en el marco expresionista de un país que estalla en pedazos. Las interpretaciones, a cargo de actores no muy conocidos y de verdaderos habitantes de Lugano 1 y 2, son irregulares pero hiperrealistas. El guión, en este caso, no se siente como un artificio. Muchas películas argentinas filmadas durante la crisis del 2001 -tan lejana, tan cercana- hoy parecen obvias, anacrónicas. Que lo pague noche , en cambio, evitó los lugares comunes y optó, con virtudes y defectos, por una potente extrañeza, tal vez algo confusa. El que quiera ver una alegoría de aquel período podrá hacerlo. Mazzini, atinado, no subraya nada.
Un policial bastante extraño Una densa presencia lidera un filme extraño. Se trata de un espacio urbano, Lugano 1 y 2, ubicado al sur de Buenos Aires, que concentra más de veintiún mil personas repartidas en ciento dieciocho monoblocks con puentes en altura que unen los complejos. Su presencia nocturna y matinal conserva el misterio que no sólo emana de su imponente construcción, sino de la sutil manera en que su director la muestra como innegable entorno de un grupo de personajes de la historia. Hay un casamiento, hay una muerte, una desaparición y una atmósfera en que se concentran situaciones ambiguas, momentos que quedan como sin explicación y dichos de gente que largan noticias, sin que la mayoría de ellas se confirmen o comprueben. ELEGANCIA Y VERDAD La idea es que la realidad es ambigua, no hay un racionalismo puro y los intereses pueden marcar situaciones terminales. Filmada en fechas crueles (enero de 2002), cuando el país ardía, "Qué lo pague la noche", fue preestrenada en video. En 2005, premiada por el INCAA, logró ser ampliada a 35 mm, digitalizada, mejorado el sonido y ajustado el color. El que quiera ver una película como cualquier otra, con principio, desarrollo y final prolijo, se puede sentir defraudado, porque hay problemas formales y algunos de contenidos, que no terminan de armarse. Pero hay elementos que hablan de un director que hay que apoyar y seguir. Lo mismo que a su grupo de gente. El se llama Néstor Mazzini y muestra que maneja la narración cinematográfica con pureza y fluidez. Nada parece forzado y llamativamente, enriquece imágenes sin diálogo. La secuencia del comienzo, con ese largo paneo, dice más del contenido del relato que su totalidad. Su manejo de las atmósferas y la habilidad de trabajar con actores no profesionales que parecen espontáneos y libres, es un patrimonio más que difícil, aún en profesionales. Mazzini tiene muñeca para orientar tensiones y mostrar el lumpenaje con cierta elegancia y total credibilidad. Su autenticidad es lo que impacta, lo que en José Celestino Campusano ("Vil romance"), otro director a seguir, con similares materiales era herida al rojo vivo, cortada a machete, en Mazzini se difumina casi en forma de ensueño y de susurros. Un director argentino con innegable futuro.
Híbrido que pudo ser un buen thriller Las primeras imágenes de «Que lo pague la noche», especialmente durante la secuencia de créditos, muestran de manera fascinante, con mucho clima y excelente música, el decorado donde va a transcurrir el resto de la acción: los monoblocks de Lugano 1 y 2. Esas imágenes podrían pertenecer a algún film de ciencia ficción, ya que los edificios no parecen de este mundo. Sin embargo lo son. Lástima que el resto del film es bastante pedestre, y de ese clima semifantástico del comienzo, enseguida el guión cae en una fiesta de bodas más bien típica con un asadito en medio de una plaza del complejo. Para ser un thriller, «Que lo pague la noche» carece casi totalmente de suspenso. Hay un complot que tiene que ver con un negociado del que podrían ser víctimas los vecinos del lugar, pero tampoco hay escenas propias de un policial negro, ni mucho menos acción. El hecho de que la historia esté ambientada en los días previos a la caída de De la Rúa proporciona cierto interés, pero por otro lado convierte lo que parecía ser un policial en el más o menos típico film testimonial argentino, restándole originalidad. En general, los rubros técnicos son correctos, igual que el elenco, aunque las largas escenas casi sin diálogos no permiten mucho lucimiento por parte de los actores.
Este es el film del debutante Néstor Mazzini, invita al espectador a hacer un recorrido por el Barrio Lugano 1 y 2, por sus calles y monoblocks e introducirnos en una de las crisis más grandes la de diciembre 2001, una sociedad quebrada en todo sentido, con un estado prácticamente ausente, muertes en la plaza, se decretó el estado de sitio y todos sabemos cómo término lamentablemente todo. Esta historia comienza con Esteche (Roberto Lavezzari) celebrando su boda en una plaza de Villa Lugano, rodeada de sus monoblocks, todos se encuentran felices, pero en el momento del brindis este cae desmayado sobre la torta de boda, tirando todo al piso, su esposa con traje de novia (Anabella Barujel) y amigos deciden levantarlo y llevarlo con su auto al Hospital General de Agudos "P. Piñero". Pero a este lo llevan a un lugar y queda flotando en un agua tan sucia como la conciencia del traidor y muere, algo raro se siente en la atmósfera, muchas dudas, llena de rarezas, se van reflejando climas de tensión y cierta incertidumbre, pronto aparecen los rumores, la paranoia, inclinándose a un thriller psicológico surrealista. La película comienza a transformarse en un laberinto, llena de personajes oscuros y raros, sus vidas se encuentran encerradas deambulando en una gran oscuridad, son seres marginales y la incertidumbre es muy grande. La idea era buena pero tiene problemas de montaje, de fotografía y al contar con actores poco conocidos y no profesionales no logra llegar, posee escenas con pocos diálogos, por momentos rozando el documental, situaciones exigidas, resulta confusas, soporífera, queda a mitad de camino y con forzadas vueltas de tuerca.
Salí del cine un poco aturdido por lo que había presenciado. Me gustan los relatos ambiguos, las intrigas y los juegos que algunos cineastas proponen para desestructurar al espectador y sorprenderlo. Claramente, Nestor Mazzini (su director y guionista) pensó "Que lo pague la noche" bajo esa premisa: una construcción onírica indecifrable (en formato thriler psicológico) donde nada es lo que parece ser, ambientada en una poderosa e intimidante Lugano 1 y 2, formación de monoblocks histórica en el Sur de Buenos Aires que son en sí, una ciudad en sí misma. Esteche (Roberto Lavezzari) es un hombre de peso en el barrio (un delegado, o algo así): él es sobre quien girará toda la historia. Los primeros minutos de proyección nos lo muestran en su fiesta de casamiento, al aire libre (en la zona verde de Lugano), con el muro de edificios (intimidante eh!) de fondo... Todo parece ir bien hasta que comienza a sentirse mal (se desmaya), y un par de invitados lo ponen en un taxi para llevarlo (supuestamente) a un hospital cercano. Al parecer, Esteche habría sufrido una especie de pico de presión y eso lo habría llevado a la muerte...según la versión oficial (la de su flamante esposa). Los vecinos de los monoblocks reaccionan con estupor frente a la noticia, sienten que esa desaparición no es lo natural que debería ser, sino que se encuadra en una situación de saqueo de un fondo común del lugar. Lo cierto es que muerto o no, Esteche es el tema de un montón de personas que se sienten afectadas por su desaparición. Entretanto, se ve la crisis desde la ventana de cada departamento: hay fuego, palos, violencia contenida y mucha paranoia. Al parecer hay programados desalojos y la gente tiene miedo, lo cual la vuelve peligrosamente primitiva en sus emociones... "Que lo pague la noche" invita a un viaje fuerte pero honesto, de resultado discutible pero al que hay que reconocerle valores, sin dudas. A pesar de sentir en el cuerpo el sentido de la dirección que Mazzini le dio al film, por momentos (y creo que esto es producto de los pocos recursos técnicos con los que se contó a la hora de la realización) la cinta te deja solo, abandonado y mirando a las moles de cemento donde la acción se juega sin entender bien que es lo que está pasando. Trata de sumergir al público en un contexto donde las certezas, no existen. Lo intenta, en una economía de elementos forzada (se filmó durante la crisis del 2001) pero su resultado no es del todo redondo. Sí tienen presencia física (eso hay que reconocerselo), las realidades oscuras corporizadas en sujetos discutiendo sobre amenzas, reales o ficticias, que los desequilibran, secundarios que pueblan la película y disparan conjeturas en distintas direcciones todo el tiempo, desorientando al espectador . También debemos decir que el film tiene problemas de fotografía y audio que dificultan su disfrute en salas (yo la ví en el fondo de la sala 3 del Gaumont y perdí mucho), aunque sabemos que se ha trabajado mucho para mejorarlo. Me hubiese gustado otro tipo de luz para algunos ambientes y algunas vueltas de tuerca en el guión, con mayor protagonismo de algunos personajes en detrimento de otros, pero esto es sólo una opinión. Saludamos la fuerza de su director y su gente por traernos su trabajo y no haber bajado los brazos a pesar de la adversidad todos estos años. Si Mazzini pudo esto con tan poco, qué futuro le espera con más recursos no?
Nestor Mazzini acierta con la manera de contar la historia de una sociedad en la que los rumores producen un estado de ansiedad, con venganzas y muerte, ambientada en Villa Lugano durante la crisis de diciembre del 2001. Una mirada oscura, que envuelve a inocentes y culpables en la más negra de las noches. Un camino circular sin esperanzas.