El problema que tiene este film no es su historia, sino que su guión, es decir, lo que el autor quiso contar es una historia bastante interesante, pero está escrito de forma tal que...
No se puede resucitar a James Dean. Si Robert Pattinson quiere que lo recuerden por algún trabajo “serio” y no como el “cara-bonita” de la saga Crepúsculo, o que hizo una pequeña aparición en una Harry Potter, no puede imitar a James Dean. En primer lugar, debería tomar una clase de actuación en el Actor’s Studio y aprender el “método” al menos. Después que busque su propio método interpretativo, pero… imitar a James Dean… es caer muy bajo. Especialmente para aquellos que conocimos la obra de este increíble actor, de frescura inmortal, que con apenas tres películas se convirtió en leyenda y falleció en un trágico accidente automovilístico. Podríamos decir que no es culpa de Pattinson elegir un guión tan malo (no hay otra palabra) como el de Recuérdame, pero tomando en consideración que aparece como productor ejecutivo, en algo debió influir para realizar semejante bodrio. La película empieza en 1991. Dato no menor. Una mujer con su pequeña hija son asaltadas, esperando el tren. A la mujer la matan. Su esposo es policía de Nueva York. Diez años después conocemos a Tyler (Pattinson), un joven rebelde que va a cumplir 22 años y no sabe que hacer de su vida, excepto vivir de fiesta en fiesta y leer libros en la biblioteca para la que trabaja. Tyler vive deprimido por el suicidio del hermano mayor, a quien admiraba. Piensa que debe dejar algún tipo de testimonio o legado para que no se olviden de él. Vive peleado con su padre (Brosnan),un millonario empresario, a quien culpa de la muerte de Michael, su hermano. Para Tyler, lo único relevante que le queda hacer es cuidar de su hermanita de 11 años, y tratar de que su padre, se preocupe por ella, y como cuido a los hijos mayores. Diferentes circunstancias acercarán a Tyler a Neil (Cooper) y su hija Ally (De Ravin), de quien se enamorará paulatinamente. Ally es la hija de la mujer que matan en la secuencia inicial, y su padre policía, la cuida como si fuera un guardabosques. La pareja se rebelará contra sus respectivos padres, buscando un rumbo a su relación, y a sus vidas. Si combinamos Al Este del Paraíso (Elia Kazan, 1955) con Rebelde Sin Causa (Nicholas Ray,1955), ambas protagonizadas por Dean, llegaremos a la génesis de esta historia. El conflicto central de la película es obviamente la relación padre e hijo, ya sea uno ausente, o uno omnipresente. La moraleja, es dejar crecer a los chicos, pero por otro lado, acompañarlos en la vida, por así decirlo. Este tipo de conflictos que suceden en las mejores familias, Coulter (director de Hollywoodland, y miles de series de TV, especialmente Los Soprano), los convierte en la telenovela de las dos de la tarde de manera más burda posible, apelando a golpes bajos, momentos sensibleros, gritos, llantos, besos, video clips románticos vistos en las peores series estadounidenses. Acompañado por melodías contemporáneas. No falta un clisé, ni lugar común. Por supuesto, el comic relief es el compañero de habitación de Pattinson. A Coultier no se le escapa estereotipo, y esto repercute en las interpretaciones. Cooper, que desde El Ladrón de Orquideas, se convirtió en una figura de gran relevancia, pero su aspecto hosco, lo encasillaron en el personaje del conservador / borracho / policía violento. Brosnan es el típico empresario frío, sin la calidez del Michael Douglas de Wall Street pero un comportamiento más serio, que lo alejan cada vez más de James Bond. Se muestra creíble en el personaje, pero los excesos dramáticos del guión lo obligan a sobreactuar. Lena Olin completamente desaprovechada como la madre testigo. Solamente Emile de Ravin aporta mayor simpatía y gracia a su personaje, Pero Pattinson se come al elenco. Y no porque sea buen actor. Tan solo por ser narrador y protagonista. Se trata de un monigote. Un verdadero vampiro, pálido, andrógeno, escuálido sin una mínima expresividad. Todos sus diálogos están dichos con el mismo tono parco. Y no hace falta aclarar que cada línea, encima es peor que la anterior. Cada diálogo es previsible, mil veces visto. Y como si esto no fuera suficiente para completar el tedio, Coultier no acierta con los encuadres, con la puesta de cámara, con la iluminación (no hay una sola puesta lumínica de interior donde no me haya distraído pensando donde estaba cada farol). Realmente se trata de una película que visualmente pretende ser prolija, y termina siendo peor que un cortometraje de un estudiante de cine de primer año. Hay errores de montaje que son increíbles para un film industrial. No se trata de una película siquiera hecha en piloto automático. Directamente, es “algo”: un “ente melodramático” cuya exhibición y realización resultan inexplicables. Resulta anticuada en el peor de los sentidos. Ver hoy en día las obras de Kazan y Ray siguen siendo inspiradoras, tensionantes, apasionadas. Recuerdame es lo opuesto. Teniendo en cuenta, que Coultier, con Hollywoodland trató de recuperar el espíritu del film noir de los ‘50s, así como la desmitificación de los “héroes” de esos años, no es difícil creer, que con esta película trató de revivir los melodramas adolescentes de ese periodo, pero llevado hace 9 años atrás. Aclaro, Hollywoodland no me gustó. Fue una gran decepción porque la historia prometía contar aspectos interesantes sobre el star system de la década, pero se perdía en densas escenas de diálogos inertes, y pistas falsas. Al final no tenía ni una pizca de noir, ni de tensión, ni de dramatismo o suspenso. Lo mismo o peor, mejor dicho, sucede con Recuerdame. Pero si el principio y desarrollo son más difíciles de tragar que bola de naftalina, el final es un insulto a la inteligencia del espectador. Fetters y Coulter se las arreglan para introducir pistas sobre como (o mejor dicho, cuando y donde) va a terminar la historia. Cada espectador lo resolverá de forma distinta seguramente. Por mi parte, me di cuenta cuando el protagonista mira en el cine la secuela de American Pie (¿no podía haber elegido un película mejor de ese año?). Una cadena de razonamiento, me llevo a razonar, la fecha en que sucede la película y el lugar. El resto, por lo tanto es previsible. Y sí, van a correr lágrimas… pero de bronca. Porque si alguno no lo entendió (o se quedó dormido capaz), Coulter no encuentra un cajoncito para las sutilezas, y no solamente indigna la redundancia del relato en off de Pattinson, sino también la manera burda, obvia, subrayada con que remarca cual va a ser el destino de Tyler en el final del relato. Me molesta cuando ciertos “críticos” hablan de los hermanos Coen, como realizadores, que se creen que están por encima del espectador, y se burlan de la inteligencia de los personajes. Los Coen no lo ocultan: critican y se ríen, de y con el espectador (bueno, no a todos les cae bien el humor Coen). Pero Coulter es pretencioso e ingenuo al pensar que el espectador es demasiado estúpido para no darse cuenta de su jugarreta. Repetir tantas veces el mensaje y la información más banal ES burlarse deliberadamente de la inteligencia y la paciencia del espectador. Y ni hablar del cinéfilo, amante del cine clásico, al que ya nada puede sorprender, y solo pide… respeto por aquel cine. No solamente se trata de un film, pretencioso, pobre, retrógrado, insultante, indignante y manipulador, sino también, un producto irrespetuoso, que no solamente desmitifica a la leyendas y glorias, del cine de la edad dorada de Hollywood, sino que los pasa por encima y se ríe de ellos. Elia Kazan, Nicholas Ray y James Dean deben estar revolcándose en sus tumbas. Recuerdame es totalmente olvidable.
Olvídame Esta crítica también se podría haber titulado El niño rico que tiene tristeza o Una película sin colmillos o En busca de un actor o Rebelde sin causa o ... Al final me decidí por el más contundente y directo de Olvídame (producto de la irritación que me provocó padecer una película tan estúpida y pretenciosa a la vez). Es que el principal argumento (diría que el único) que tiene este melodrama berreta y solemne, construido en base a clisés, golpes de efecto (ese final...) y frases ampulosas con "mensaje", es la presencia de Robert "Crepúsculo" Pattinson, que no sé qué tiene para ser un sex symbol adolescente, pero sí sé que es un muy mal actor. Aquí, en un papel "serio" (un joven hijo de un multimillonario intepretado por Pierce Brosnan que vive entre la melancolía, el nihilismo y la autoflagelación por el suicidio de su hermano mayor), hace que todos pidamos que vuelva cuanto antes Edward, el insufrible vampiro enamorado de la exitosa saga basada en los libros de Stephenie Meyer. La historia de amor entre este absurdo rebelde y una joven tan herida como él que fue testigo del asesinato de su madre cuando era una niña (Emilie de Ravin, tan inexpesiva como Pattinson, no sea cosa de hacerle sombra) no alcanza jamás la intensidad ni la pasión que se supone debería tener. No adelanto nada de la trama, pero tiro un dato para que piensen antes de entrar al cine: transcurre en la Nueva York de 2001. La fotografía, la musicalización, las frases dignas de un libro de aforismos, todo en este film es decididamente grasa. Me dio pena ver a actores con una larga carrera sobre sus espaldas (Chris Cooper, Lena Olin, Pierce Brosnan) haciendo un gran esfuerzo para no caer en el ridículo. Ni siquiera esos raptos de dignidad sirven para salvar a este torpe culebrón del espanto. Olvídenlo.
Las películas como mercancía Hijo bobo de marketing y con uno de los desenlaces más inenarrables de los últimos años, Recuérdame (Remember me, 2010) es un anodino drama romántico cuya génesis radica en la explotación de Robert Pattinson en pleno auge de la saga Crepúsculo. El soso galán de la franquicia vampírica pone la totalidad de su tosco cuerpo al servicio de Tyler, un adolescente aún en duelo por la muerte de su hermano más de un lustro atrás. Sin rumbo, sin trabajo, solitario por elección, todo cambiará cuando conozca a Ally (Emilie De Ravin, conocida por el rol de Claire en Lost, pero también protagonista de la inédita y atrapante Brick), una bella compañera de estudios también conflictuada que presenció el asesinato de su madre en el albor de la pubertad. El acercamiento a Recuérdame debe hacerse desde una correcta concepción del andamiaje sobre el que se apoya la industria norteamericana. Las películas son, aunque nos duela, una mercancía y como tales, se filman con el objetivo primordial de que su exhibición resulte un negocio redituable tanto para los productores que arriesgan dinero en esa tómbola azarosa que es el séptimo arte, como para los distribuidores y exhibidores que exprimen cada film hasta sorberle la última gota. En medio de este panorama, que el rol protagónico recaiga en el nuevo paradigma del hormonal star system adolescente excede lo entendible para catalogarse como justificable. Antes que una película, Recuérdame es un vehículo diseñado a medida para el “lucimiento” de ese enorme enigma (¡¿Cómo llegó a Hollywood?!) que es Robert Pattinson, donde el director Allen Coulter es apenas el conductor designado (¿y resignado?) que asegura el arribo a destino del film. La consigna se presume clara, inapelable, sin lugar a interpretaciones erróneas: Coulter debía incluir en cada escena al menos un primer plano del insípido rostro juvenil (con el rictus apesadumbrado y sufriente, si fuera posible) de Pattinson. La lunga y pálida figura debía estamparse en cuanto fotograma sea posible. Es menester entonces que el espectador obstinado en buscar en Recuérdame una película no carezca de espíritu tolerante y criterios laxos, además de una benevolencia crítica al momento de una evaluación. Articulada como un drama romántico juvenil, el film trasviste de gravedad el tratamiento superficial y pueril que le propensa a sus criaturas, aspectos que la vinculan con las series de adolescentes clase ABC1 que hicieron furor en los ’90, con Dawson's Creek y Beverly Hills, 90210 como emblemas. Ya a la primer carita sufriente del chico-rico-disconforme-con-la-vida que interpreta Pattinson, notamos que todo luce impostado, prolijamente desprolijo, arbitrario, increíble; estilización que alcanza el paroxismo en la absurda construcción del vínculo romántico (Ally es la hija del comisario que encarceló a Tyler y que, por esas casualidades que ocurren en Hollywood, resulta ser compañera de clases y blanco perfecto para una venganza): Dos miraditas, un par de histeriqueos, una escenita de sexo bien, pero bien empalagosa -con el sol tiñendo toda la casa de un dorado irreal hasta la médula- y listo, la bella y el soso se enamoraron. Recuérdame discurre herida de muerte por el ridículo y la intrascendencia. La estocada final llega con un final no sólo absurdo y aleccionador, sino también irrespetuoso e hipócrita para con el propio film. Nobleza obliga, será el aventurado espectador que abone su entrada quien tendrá la dicha de descubrir el inerrable desenlace que pergeño Coulter. Pero no todo está perdido. Ante una película-mamarracho de proporciones magnánimas, queda el pequeño consuelo de saber que el estreno comercial en Estados Unidos dos meses atrás fue un auténtico fracaso comercial. No siempre la culpa es de quien lo alimenta. El chancho puede revelarse.
Demasiados conflictos y tragedias familiares El joven actor Robert Pattinson es mundialmente conocido por su participación en las exitosas Crepúsculo y Luna Nueva y, por esos trabajos, despertó el fervor de las adolescentes. Acá es Tyler, el protagonista de este drama romántico que acumula excesivas tragedias familiares. La acción comienza en Brooklyn, en 1991, con una escena de asalto y muerte en el subte. Y luego, se traslada diez años después. Tyler vive con un compañero en un destartalado departamento, trabaja en una librería y su aspecto es desprolijo. Una tragedia lo separó de su familia (Lena Olin, su madre y Pierce Brosnan, su padre), pero conserva el vínculo con su hermana menor. Después pasar sus días con varias chicas y, por un insólito giro del destino, conoce a Ally (Emilie de Ravin), la hija del policía (el siempre correcto Chris Cooper, el vecino de Belleza Americana) que lo arrestó por un incidente callejero. El relato intenta tocar todas las cuerdas dramáticas posibles pero no siempre lo consigue: la mala relación de Tyler con su padre ricachón (¿la sola interrupción de su hijo en una reunión lo hace recapacitar?); la tensión que genera el policía al enterarse del romance; las muertes familiares; la comunicación que mantiene con su hermanita y así. Los diálogos y las actuaciones no siempre funcionan en Recuérdame. Y todavía falta un detalle que acá no vamos a revelar pero la trama llega hasta el atentado del 11 de septiembre a las Torres Gemelas. ¿No será demasiado?. Múltiples cabos dramáticos para una historia que intenta ser un cuento inolvidable sobre el poder del amor y la importancia de descubrirlo. Si falta emoción es por la actuación de Pattison, que deambula por la pantalla como si se tratase de un vampiro sin emociones.
Un galán con traumas Robert Pattinson, el actor de "Crepúsculo", está al frente de este denso drama romántico en el que encarna a un joven problematizado, dueño de relaciones tormentosas, que se enamora de una chica similar a él. Si las chicas enloquecieron de amor por Robert Pattinson en "Crepúsculo", qué esperar, entonces, en "Recuérdame", drama romántico que se estrena este jueves. Ahora, el londinense de 23 años contará con virtudes y defectos que, para un galán en ascenso como él, resultarán infalibles para asegurarse una nutrida concurrencia femenina aquí y en todo el mundo. "Recuérdame" es una de esas historias que funcionará porque es efectista, que a veces cae en esos lugares comunes que gustan, cuenta con el galán del momento (Pattinson), además de otras caras conocidas y apela al amor como una suerte de jarabe sanador, y su director, Allen Coulter, el de "Hollywoodland", se permite alguna sorpresa y vuelta de tuerca. El actor pudo rodar "Recuérdame" en el breve espacio que le quedó entre "Crepúsculo" y sus secuela s "Luna nueva" y "Eclipse". Y cuando todavía no se había despertado el furor que por estos tiempos genera su presencia y la de su novia, Kristen Stewart (coprotagonista de la saga adolescente). Pattinson es Tyler, un neoyorquino, rebelde con causa, de aspecto desaliñado, que huele a tabaco y alcohol, de mirada entre filosa, cínica y tierna, con un padre distante y un hermano que se suicidó. Golpeado por la vida, no hay posibilidades de pensar en enamorarse, ni siquiera en perder tiempo en mirar a una chica. Hasta que uno de esos amigos pegajosos le insiste, apuesta mediante, en ganarse a la más difícil de la universidad. Lo que a priori resultaba un desafío al orgullo, se transforma en una paulatina historia de amor. Tyler se aferra a Ally (Emi lie de R av in, conocida por su personaje de Claire, en "Lost"), porque ella también es poseedora de una historia trágica. "¿Por qué me gusta lo complejo, lo oscuro?", se filtra en un segmento. No hay explicación en ninguna latitud, menos en una película cuyo fuerte es ése, el amor conflictivo. Tyler y Ally se atraen por las dificultades y los dolores compartidos. Por sus crecimientos rengos y llenos de vacío. Se identifican y se retroalimentan con sus desgracias. Tyler, además, tiene una hermana menor (gran actuación de la niña Ruby Jerins), ignorada por su padre desamorado. Convincente la interpretación del irlandés Pierce Brosnan haciendo a ese hombre marchito, que sólo tiene tiempo para sus negocios. El padre de Ally es un policía circunspecto, de pocas palabras y ceño fruncido, que personifica con solidez Chris Cooper, el recordado ganador del Oscar por su rol en "El ladrón de orquídeas", junto a Meryl Streep. Habrá que mencionar que "Recuérdame" comienza en 1991 con un suceso que involucrará a la por entonces pequeña Ally, testigo de un hecho también traumático, y luego salta a 2001, un año fatídico y determinante para la historia. Se mencionaba párrafos arriba que las chicas enloquecerán con el personaje de Tyler... Claro, es que Pattinson aquí personifica a un hombre alejado de la fantasía de "Crepúsculo", que sufre, que se enamora, que a veces mira con timidez. Según Pattinson, ésta es su mejor actuación.
Una extraña paradoja. Recuérdame es un drama protagonizado Robert Patttinson, quien por estos días es el actor hollywoodense con más prensa en los medios de comunicación, que además tiene miles de seguidoras adolescentes en todo el mundo a raíz de su trabajo en la serie Crepúsculo. Sin embargo, cuando el flaco hizo otro film romántico, que encima es mejor que los filmes de la saga Twilight, resultó uno de los fiascos comerciales de este 2010. Creo que la explicación de esta cuestión reside en que la gran mayoría de las seguidoras de Pattinson no lo siguen a él sino al personaje del vampiro. Cualquier otro nabo que hubiera interpretado ese papel habría adquirido la misma atención. Recuérdame es un drama decente que no está dirigida al público preadolescente y narra una historia de amor madura con personajes que logran engancharnos con las situaciones que viven. No es poco teniendo en cuenta las últimas cosas que se estrenaron en este género. La dirección corrió por cuenta de Allen Coulter, uno de los principales realizadores de Los Sopranos quien lleva muy bien la historia y se encargó de cuidar que Pattinson no arruine el film. Acá la verdad que está muy bien y si bien por momentos intenta emular a James Dean en Rebelde sin causa se nota que hubo detrás de cámaras un director que se encargó de contenerlo para que no vuelque. Emily DeRavin (El despertar del Diablo), la coprotagonista, es quien más se destaca dentro del reparto, pese a que la mejor historia de amor que se narra en la historia es la que se desarrolla entre Pattinson y su pequeña hermana que es la más emotiva. La verdad pensé que Recuérdame iba ser otra historia romántica insulsa y tonta como las que suele escribir últimamente Nicholas Sparks y resultó todo lo contrario. El director Coulter presentó un drama decente que no cae en sentimentalismos baratos y lo que es más importantes tiene personajes creíbles. Para alguien que no es fanático del género es un alivio.
Uno de los trabajos más difíciles a la hora de elaborar una crítica se da cuando uno recuerda el refrán "Si no puedes decir nada bueno, mejor no digas nada". Y a su vez un espacio en blanco gigante no hace bien el papel de una crítica. Inevitablemente, y pese a que mi compañero Rodolfo Weisskirch ya dijo casi todo lo que se puede decir sobre este intento de película, hay, aún, unas pocas cosas de las cuales se puede extraer algo, no bueno, pero algo. Aquello que ronda toda la película, aquello que se subraya y se resalta de una forma tan alevosa que resulta indignante sobre encontrar el lugar de uno en el mundo, esta, curiosamente, ligado a la depresión y el suicidio. Por lo tanto, no es ilógico pensar que la película sufra del mismo problema. Sin mucho talento y con un guión que deja mucho que desear, se hace imposible construir un filme optimista a partir de una nota de suicidio. Así que tarde o temprano, y gracias a los incontables esfuerzos del equipo creativo detrás de Recuérdame, finalmente la película tiene su momento kamikaze y se inmola contra todo lo poco bueno que había construido. Ese "poco bueno" debe leerse como Emilie de Ravin, y por mucho que me pese, las intenciones de homenajear a Brando y Dean de Robert Pattinson, quién pese a que sus dotes actorales no son sobresalientes, entendió que nadie puede hacer mejor de joven incomprendido que ellos, aunque no logró extraer algo propio del tan peculiar lenguaje corporal de esos dos monstruos de la actuación. Todo lo demás, hace agua. Pierce Brosnan si bien tiene unos segundos donde logra construir un personaje más o menos decente, el guionista se esfuerza en llevarlo al cliché más extremo. Lo mismo puede aplicarse a Chris Cooper, y a todo lo que uno pueda imaginarse dentro del filme, el mejor amigo es el cliché del mejor amigo, la relación padre e hijo, casí que la película debería haberse llamado así. Por favor, y me tomo una licencia muy grande, que se entienda que no tengo nada en particular contra el cliché, no es el recurso en si, sino como se lo usa. Cuando se recurre a este tipo de elementos debido a carencias del autor para poder transmitir el nivel dramático que desea o por falta de recursos artísticos para poder narrar una historia, es cuando el espectador se molesta. Y el final, ese momento cuando la película se inmola en una escena tan asquerosamente patética, subrayada, abyecta e innecesaria que uno realmente no puede creer que hayan tenido el coraje de dejarla en el corte final. No solo por como iban a ser cuestionados, no porque fuesen a ser tratado como viles (después de Preciosa dudo mucho de los valores morales del estadounidense promedio), no porque lo hayan hecho con una ligereza indignante, no porque hayan tratado el aspecto moral y/o ético del asunto (el personaje de Emilie de Ravin y su profesor no se decidieron), ni siquiera por la falta de respeto que representa tomar por estúpido al espectador de una manera tan asquerosamente evidente, sino por la falta de consideración que representa para una inmensa parte del pueblo norteamericano (y por mucho que nos pese, mundial) incluir una escena tan canalla. Por otro lado, chicas, vayan tranquilas, lloren a su héroe, lagrimeen por esta versión triste y opaca de rebelde. James Deen hay uno solo, Robert Pattison ni siquiera califica como un Matt Dillon tercermundista. De todos modos, quiero rescatar que el pibe se animó a hacer una película independiente, a cree en un proyecto y llevarlo adelante, lástima que haya elegido tan mal. Dejando de lado toda seriedad y solemnidad, debo decir que no se me ocurre mejor título para el film, es tal el esfuerzo de que uno recuerde a la película y a sus realizadores que uno no solo se acuerda de ellos sino tambien, de sus madres y hermanas.
Edulcorada pulsión de muerte Tyler (Robert Pattinson) está atormentado por distintos conflictos. Por un lado, no sabe exactamente qué es lo que quiere hacer o con qué talentos cuenta. Por el otro, atraviesa un duelo intenso a raíz de la muerte de su hermano mayor, que se suicidó por motivos no muy claros aunque pudo haberse visto desbordado por la exagerada presión paterna. A Tyler le quedan sus padres divorciados y una hermana estigmatizada en el colegio por su excéntrico temperamento de artista precoz; pobre contención para un muchacho conflictuado. Pero algo cambia cuando un giro del destino lo acerca a Ally (Emilie de Ravin), hija única de un policía, que también alberga un dolor inmenso y su propia pérdida. En el dolor, estos personajes se acercan buscando una salida que los aleje de esa sensación agobiante que les dejaron las muertes de sus más queridos, y en el proceso construyen algo parecido a una relación convencional. Sin embargo, la comunicación interferida y algunos problemas externos se combinan para recordarles a cada paso que sus peores temores están más allá de su control, al igual que las tragedias. A través de la interacción de los personajes y de la evolución de su relación, queda claro que la historia es, en definitiva, la de uno de los más atávicos conflictos del ser humano, como es la pulsión de muerte. A ambos protagonistas (con sus contracaras más entrañables: padre en el caso de la chica, hermana en el del chico) les desespera la imposibilidad de arraigarse a la vida, ambos han sufrido pérdidas desgarradoras y las subliman a su manera. Detrás de sus instintos positivos o negativos subyace el peligro de autodestrucción latente. Con esta premisa, podría haberse conseguido algo más que esta diluída y almibarada película, que coquetea con el bostezo en varios tramos y con la obviedad en tantos otros. Seguramente el mayor mérito de este filme es poner a sus conocidos y carilindos protagonistas en una situación inusual (ambos son figuras con gran exposición masiva en los últimos años) y ofrecer así un contraste ganchero para un drama fácil, ambientado en estos tiempos.
La tristeza de los chicos ricos Hace un tiempo, una publicidad de la gaseosa que se jacta de ser la que refresca mejor mostraba a una joven en el cine viendo una película romántica que representaba la suma de todos los lugares comunes del género, mientras el relato en off de un crítico de cine los enumeraba usando todas las convenciones del argot que la crítica utiliza cuando no quiere ir demasiado profundo. Contrariando esos juicios negativos, la joven se veía invariablemente afectada por todo cuanto ocurría en la pantalla: reía, lloraba, se emocionaba cada vez que la película le daba la orden. El spot cerraba con una diatriba que sostenía que “se necesitan menos críticos y más gente sensible”. Aquel film bien podría haber sido Recuérdame, y más que nunca se necesitan críticos. Porque no está mal conmoverse y reaccionar, como un cobayo de laboratorio al recibir la descarga del electrodo, ante los estímulos que de manera calculada van minando esta película; el problema es hacerlo sin detectar los desgraciados símbolos que algunos de esos estímulos representan. Recuérdame es una declaración política y social xenófoba y racista, envasada en una mediocre comedia romántica para nenas de 16 para abajo, que además tiene la prepotencia de creerse un homenaje. Ya de entrada la cosa está mal. Estamos en 1991: una niña y su madre esperan felices en una estación de subte de Nueva York. Altas, rubias, casi brillan como dos torres de vidrio en la oscuridad subterránea. A pocos metros, dos chicos apenas mayores que la niña se confunden con el gris del cemento, y aunque al principio parecen mirar a la chica con inocente calentura, pronto queda claro que son delincuentes. Tan claro como oscura es la piel de esos chicos que al fin roban a la mujer. Ella entrega la cartera y protege a su hija, pero de todas formas uno de ellos la mata de un tiro en el pecho, porque sí, antes de huir en el tren. Las torres se desmoronan. Una conveniente elipsis se salta diez años para acompañar a Tyler al cementerio, donde junto a su familia visitan la tumba de un hermano suicida. Las cosas no están bien en esa familia: padres separados; madre vuelta a casar; padre millonario, duro y ausente; hermanita genio, blanco de burlas escolares, y Tyler, depresivo y rebelde, tan romántico como Byron, tan seductor como James Dean. O eso intenta Robert Pattinson, que olvidó dejar en casa las poses de su personaje de Crepúsculo y además ensaya toscamente gestos y perfiles de rebelde sin causa. El asunto tiene sus vericuetos, pero el caso es que Tyler termina enamorado de Patsy, que es nada menos que aquella niña ya crecida que vio morir a su madre sobre el andén. Que se aman, que se pelean; una sucesión de problemas que ninguna familia que se jacte de normal debería desconocer. Reconciliación final y todos felices. Es el año 2001. Como al principio, la muerte entra a escena, esta vez por vía aérea. Y aunque el recurso es efectista en sí mismo, no es eso lo peor, porque la sucesión de la primera escena y este cierre convierte al relato central, una hora y media de película, en el prescindible nexo entre ellas. Lo más terrible es entonces la imagen de aquellas dos mujeres como torres inmaculadas durante la escena inicial, que regresan ahora en la caída fuera de campo de estas otras dos. Lo más infame son los dos chicos de esa primera escena, los únicos dos negros en toda la película, que también vuelven fuera de campo, montados de prepo en aviones ajenos. Lo más burdo es pretender que ambas agresiones están viciadas de gratuidad. Es 2001, el año en que los norteamericanos lloraron el sueño roto, aquel sueño blanco de un mundo mejor (para los blancos) que los otros –porque siempre son los otros– destrozaron sin piedad. Y ahora los chicos ricos tienen tristeza. Pero acá falta la voz en off del crítico subrayando lo obvio y sucio del truco.
Pattinson, carne de diván El galán de "Crepúsculo" se prueba en un rol dramático. A todo actor al que el éxito le llegó de la mano de una superproducción hiperpopular también le llega el momento de probarse a sí mismo y demostrar realmente qué es aquéllo para lo que es capaz. El londinense Robert Pattinson (23), que es conocido por Edward en la saga Crepúsculo, decidió seguir en la línea romántica, pero mucho más dramática. Y no sólo se atrevió a protagonizar al hermano de un joven suicida en Recuérdame, sino que también puso su nombre detrás de la producción. Lo que se dice doblar la apuesta. Pero Pattinson no es el único. La australiana Emilie de Ravin (Claire Littleton en Lost) también se la juega con un personaje sufriente: de niña, en un andén del subte, ve cómo asesinan a balazos a su mamá. Pero Recuérdame es más que el encuentro de dos almas en continua pena que se conocen en un encuentro más o menos forzado. Es que si Tyler se lleva horrible con su padre divorciado (Pierce Brosnan) desde la muerte del hermano, Ally tiene una relación peor con su padre policía (Chris Cooper, más que habituado a papeles agrios desde Belleza americana). En síntesis, Tyler y Ally pertenecen a familias destrozadas por la muerte trágica de alguno de sus miembros, que los marcará de por vida... hasta un final igualmente trágico. Recuérdame es de las películas en las que las redenciones están a a la vuelta de cada esquina o página del guión. Con personajes que rondan los veinte años y aún tienen arranques de adolescentes -el público al que está destinada en primer término-, lo llamativo es que Pattinson optara por un drama romántico, con más drama que amor. Allen Coulter, que hace su primera película tras un vasto background en la TV, supo orientar a Pattinson, quien esta vez no muestra su rostro atribulado con los ojitos entrecerrados. Con algunos papeles totalmente desdibujados -el de Lena Olin, como la madre de Tykler, y el de su nueva pareja son ceros a la izquierda, o el del compañero de departamento de Tyler, todo un clisé del gracioso-, salva lo suyo Ruby Jerins como la hermanita de Tyler, sufrida y maltratada por sus compañeritas de colegio. Las fans de Pattinson, de parabienes, se encontrarán con un drama como Hollywood no suele atreverse a hacer.
La edad del pavo. Es la primera vez que veo una película con Robert Pattinson: me interesaban Crepúsculo y Luna nueva pero por motivos varios no llegué a verlas en su momento. El batifondo crítico y por parte del público que acompañó a esas películas me hacía esperar de Recuérdame y de Pattinson algo muy diferente de lo que me terminé encontrando. En Recuérdame no estaba ni el nuevo galán cinematográfico que pretenden los fans ni el carilindo de actuación paupérrima que denunciaba la crítica. Más bien lo que había era un actor (encarnando a un personaje que, se ve, está escrito para su lucimiento personal) con algún que otro costado interesante, y que de a ratos alcanzaba a cobrar una cierta presencia cinematográfica. Se nota, sí, el peso de su figura en la película, la que parece tenderle todos los puentes posibles al actor para que Pattinson se dé el panzazo actoral del año (o al menos lo intente). Es una pena que la película le deje todo servido en bandeja al protagonista, porque la mayor parte del tiempo Tyler no es más que un triste estereotipo de sí mismo: chico rico que quiere conocer la dureza de la vida, galán solitario que rehuye la compañía femenina como si de un retiro espiritual se tratase su existencia, amante del conocimiento pero no de las instituciones (va a las clases de la universidad como oyente), etc. Pattinson se la cree, sobreactúa más de la cuenta y es increíble ver cómo, de manera consciente o no, de a poco la película se le vuelve en contra: el padre (Pierce Brosnan) que tanto odia resulta ser un personaje bastante accesible, sus escarceos amorosos lo dejan en evidencia como un histérico de aquellos, y su rebeldía general se revela más como un capricho adolescente que como una verdadera toma de posición. Esto se ve con claridad en la escena en que Tyler va a la oficina de su padre a recriminarle que no estuvo presente en la exposición de su hija: el tono de los reproches del joven resultan infantiles cuando no directamente bobos, y la actuación de Pattinson en particular es exagerada, malograda y genera una distancia insalvable entre el personaje y el público; no es que el personaje de Brosnan me caiga bien, pero al final tenía ganas de que le pegara un bife, aunque nomás sea por mequetrefe. Y hablando de bifes, se nota mucho cómo la película trata de convertir a su protagonista en víctima cuando, poco después de la escena en la oficina, Pattinson es a) abandonado y cacheteado (¡y cómo!) por Ally, y b) humillado, golpeado y asfixiado (sí sí, asfixiado) por el papá policía de Ally. Como si el último refugio del personaje fuera la condescendencia y la lástima, la película lo somete a toda clase de torturas físicas y psicológicas, pero la sensación de fondo es que es el propio Tyler el que busca ese sufrimiento en más de un arranque sadomasoquista. Cómo un avión estrellado. Es llamativa la alternancia en la relación entre protagonista y película: como ésta le extiende la mano o lo deja tirado y expuesto, según su antojo. Quizás el final, que solamente por su intrascendencia (no sea cosa que le demos mucha importancia, tampoco) no llega a ser uno de los más ridículos y abyectos del cine reciente, se pueda leer como un ajuste de cuentas definitivo para con Tyler: justo cuando el chico estaba arreglando su vida, viendo a su padre tal cuál es, haciéndose cargo de su relación con Ally, justo ahí, ¡pum! Resulta que la oficina del padre en la que se encontraba Tyler quedaba ¡en una de las torres gemelas! Y que la fecha es ¡11 de septiembre! La película no sólo le propina el chirlo final al protagonista, sino que a la vez trata de erigirlo en una suerte de mártir de ocasión; si lo vemos como un gesto final de indulgencia, un último deseo cumplido a destiempo, a Tyler al menos se le concede el estatus de verdadera víctima, esa en la que trató de convertirse por sus propios medios sin éxito durante toda la película.
Rebelde con causa de lucro Diseñada para el lucimiento de la estrella en ascenso Robert Pattinson, el film descuida la puesta de su historia de amor con fondo trágico. El motivo por el cual el público –cierto sector del público, digamos– irá a ver Recuérdame es el mismo por el que otro público –otro sector de otro público– fue a ver Rebelde sin causa: su actor. En el segundo caso, daba la casualidad de que se trataba de una obra maestra, debida, claro, al genio nihilista de Nicholas Ray, mucho más que al talento de James Dean. Así que disculpemos al pobre Robert Pattinson, que todavía está con vida –aparentemente por mucho tiempo más–y digamos que no es su culpa si Recuérdame, un film diseñado para mostrarlo de todas las maneras posibles, no resulta demasiado interesante. Tyler (Pattinson) es hijo de una familia adinerada; el padre es un severo Pierce Brosnan y la familia está golpeada por una tragedia. En fin, que Tyler es duro, rebelde, y tiene esas cejas curvadas hacia abajo que provocan que, incluso a los peores tipos humanos, ciertas señoras y señoritas vean como "soñadores". Ally (Emilie de Ravin) es linda, buena y también está golpeada por una tragedia. Obviamente se conocen, obviamente se enamoran, obviamente algún hecho del pasado los separará y ya saben que, de Píramo y Tisbe (o Romeo y Julieta, ustedes elijan el ancestro) para acá, todo es más o menos igual. Nadie culpe al guionista por guiarse con arquetipos. La cuestión aquí es que el film está demasiado preocupado por demostrar que Pattinson es capaz de hacer cualquier género y no sólo de vampiro de gónadas torturadas. El problema es que, en ese afán que suele guiar las películas que se definen como "vehículos" ad maiorem gloriam estrella naciente, el film deja de ser una película cohesiva para volverse un catálogo de ropa cool. Pattinson mira triste, Pattinson se violenta, Pattinson abraza a la chica, Pattinson llora. Usted puede comprar el modelo que más le guste. La culpa, dijimos, no es del actor sino de la puesta en escena, que descuida el universo que ha creado, incluso si se lo creó para él: después de todo, Amor sin escalas es también un vehículo para George Clooney y funciona en todas sus líneas. Aquí la responsabilidad es del director, demasiado preocupado por quedar bien con sus empleadores y dejar un nuevo producto en la línea de montaje del star-system. Lástima que aquella vieja fábrica de estrellas cerró: Rebelde sin causa nació, claro, con la misma intención pero tuvo alguien que cuidó del mundo, fue coherente y en él inscribió a su estrella. Este mundo de Recuérdame tiene un Pattinson rebelde con causa lucrativa, algo que siempre congrega al olvido.
Un drama que golpea bajo Hay películas más o menos interesantes, entretenidas, profundas o superficiales. Y luego hay films tramposos. Recuérdame encabeza esa lista.El drama romántico promete ser una cosa, la historia de amor entre Tyler (Robert Pattinson) y Ally (Emilie de Ravin), pero sorpresivamente es varias otras y la sorpresa no es buena. El film dirigido por Allen Coulter (Hollywoodland) trata más bien de tragedias familiares y amores fraternales utilizados como excusa para explicar el comportamiento de un par de estudiantes universitarios bellos pero tan densos que aburren. Especialmente el personaje de Pattinson, protagonista de la saga Crepúsculo, que tanto en aquellas películas como en ésta demuestra tener un carisma frente a cámara que supera, por ahora, su capacidad como actor. Casi todas las escenas tienen al muchacho en estado de morosa reflexión mirando sufriente hacia la nada siempre iluminado para provocar el suspiro de las chicas que lo siguen desde su aparición como Edward Cullen en la película de vampiros. Aquí, el dolor de Tyler tiene origen en el suicidio de su hermano mayor y en la aparente indiferencia de su padre, interpretado por Pierce Brosnan. En el caso de Ally, el trauma tiene que ver con la violenta muerte de su madre durante un asalto del que ella fue testigo a los 10 años. Así, con esas mochilas a cuestas en común, los chicos se enamoran durante el verano neoyorquino de 2001. O al menos eso dice el guión, porque en cuanto a lo que se ve la química entre los protagonistas es inexistente. Ese mismo guión se toma mucho tiempo en plantear una situación al estilo Romeo y Julieta entre el muchacho y el padre de su enamorada que luego descarta rápido para ocuparse de otras cosas. Entre ellas, uno de los puntos más luminosos de esta sombría película: la relación entre Tyler y su hermana menor, Caroline, interpretada con emoción y sensibilidad asombrosa por la joven actriz Ruby Jerins. Es allí donde Pattinson logra mostrar algo más que las poses de modelo publicitario estratégicamente arreglado para parecer que su ropa necesita de un buen lavado. Siempre con un libro en el bolsillo y su cuaderno de poemas y reflexiones a mano y su empleo en una conocida librería de Nueva York, el personaje es un cliché andante. El contundente final de la película busca impactar al espectador, pero lo que consigue es asestarle un golpe de los más bajos.
Existencialismo para principiantes Cuando en la primera escena de Recuérdame asesinan a una de las chicas de Los Goonies (la ya cuarentona Martha Plimpton) me llegó el primer presentimiento funesto sobre lo que vendría. Debo decir que me quedé corto. La película está diseñada para seguir explotando -mientras les dure el filón- a una figurita de moda entre las adolescentes, como es el inglés Robert Pattinson (sí, el insufrible vampiro Edward de la saga Crepúsculo). Lo indignante de estos melodramas románticos es que no se detienen ante nada (no existen aquí mayores escrúpulos éticos ni morales en el tratamiento de algunos temas delicados), con total de dejar a la platea femenina anegada en lágrimas. Se nota –y da vergüenza ajena que se note- que el desubicadísimo final fue lo primero en ser concebido, incluso antes que la línea argumental o los mismos personajes. La palabra manipulación cobra un nuevo sentido en este caradurísimo filme dirigido por el veterano realizador televisivo Allen Coulter (Los Soprano, Damages, Sex and the City, etc.) que hace aquí su tardío debut cinematográfico. El guión de Will Fetters desarrolla su historia de amor con recursos trillados, diálogos presuntamente perspicaces, bastante existencialismo berreta (en la línea de Gente como uno) y una sobrecarga de conflictos en sus personajes principales que la tornan excesiva. El trabajo de Fetters podría servirle a un estudiante de cine que intente aprender sobre narrativa por la claridad de su trama y sub-tramas. Lo normal sería que las partes se interconecten de una manera más armónica y fluida, pero lo “normal” muta en otra cosa. Esto es lo que se denomina un guión de manual... Cada personaje de Recuérdame cuenta con su drama personal y su correspondiente arco de transformación. El combo Motivación/Acción/Meta tan bien descripto por Linda Seger en sus libros de guión está potenciado como nunca. No existe la ambigüedad, todo es blanco o negro y los estereotipos arrasan con actores de probado oficio como Pierce Brosnan, Lena Olin o el pobre Chris Cooper (Oscar por El ladrón de orquídeas en 2003). Mejor parada sale la nena Ruby Jerins (encarna a la hermana del romántico y torturado héroe) y especialmente el comic relief que aporta Tate Ellington, que espeta sus textos con tanto lucimiento que se convierte en el mejor actor del drama por lejos. Por su parte Pattinson, si bien no deslumbra, sabe qué es lo que esperan de él sus fans (no por nada es uno de los productores ejecutivos) y castiga perfil de lo lindo. Su Tyler Hawkins mezcla violencia, culpa, dolor y melancolía en dosis parejas. Se trata de un primo menos pálido de Edward, seguramente más tolerable para quienes no comulguen en la misa crepuscular. La bella australiana Emilie de Ravin (la Claire de la serie Lost) no actúa mal pero hay un error de casting flagrante en la decisión de contratar a una mujer de casi treinta años para el rol de una chica que apenas ha dejado la adolescencia. Revelar más detalles sobre la trama sería arruinarle las “sorpresas” a los interesados/as, por lo que sólo contaremos que Pattinson es el triste hijo de un millonario enemistado con Dios y el Diablo por la pérdida de un familiar muy cercano. Ally, por su parte, es una víctima más de la inseguridad que habita en las grandes urbes y está tan dañada como él. Simplificando un poco: son tal para cual. La relación de ambos con sus respectivos progenitores ocupa buena parte del metraje y justifica la presencia de Brosnan (el padre workaholic y ricachón de Tyler) y Cooper (como el taciturno policía que sobreprotege a Ally). El contexto histórico es la carta escondida en la manga de un libreto tramposo, solemne y viciado de inverosimilitudes varias. Emociones prefabricadas se liberan como endorfinas en el cuerpo y el alma de cientos de ninfas cachondas que, ululantes, manifiestan su amor incondicional por un símbolo (ese pseudo Adonis británico) que, no nos engañemos, es la nada misma...
Un buen drama y un actor irritante Más allá de su adscripción al melodrama, esa textura folletinesca de otras formas más prestigiosas, Recuérdame es una película más compleja de lo que parece. O no, no es compleja la película -que no deja de ser la convencional lucha de un hijo para que su padre lo reconozca- sino que lo que se hace complejo es tratar de dilucidar si es la presencia de un actor en constante pose lo que minimiza sus posibles aciertos o, en todo caso, si es el aprovechamiento de ese actor en pose por parte del director lo que provoca tal falla. Recuérdame es sí la historia de un joven con padres separados, que deposita en la distancia que ha puesto su progenitor (Pierce Brosnan) las culpas sobre el suicidio de su hermano y sobre las conductas extrañas que tiene su pequeña hermana. De hecho, él mismo es todo un ser extraño, melancólico, triste, introspectivo. Tyler se verá entonces en una especie de cruzada para reintegrar de alguna manera los lazos familiares, justo cuando está por cumplir 22 años y se le vienen a la mente los consejos de su hermano, quien casualmente se mató a esa misma edad. A partir de esta premisa, que suma la aparición de un interés romántico en la presencia de Ally (Emile de Ravin), la hija de un policía (Chriss Cooper) que sufrió la muerte de su madre a manos de delincuentes, el film parece transitar por dos mundos en paralelo: primero, el del drama de sus personajes, con sus giros más o menos previsibles; y por el otro el de la conciencia de que Recuérdame es un vehículo para que Pattinson demuestre que puede hacer otras cosas más que poner cara de vampiro anémico en la saga Crepúsculo. Dicho esto, hay una película que funciona y otra que no. La que funciona se permite contar con ritmos poco habituales para el cine que viene hoy de Hollywood y, de hecho, se aleja de ciertos modismos del cine indie actual. No quiere lucir desprolija sino que, sin vergüenza, cruza dramas y conflictos como cualquier telenovela de la tarde. Y esto no es malo en sí: Recuérdame incluso construye algunos lazos de manera acertada y elabora coherentemente su escalada trágica. Sobre el final las cosas se pondrán serias, pero nunca solemnes, gracias a que la película es conciente de que su esencia ya es lo suficientemente trágica y a una frase que utiliza como leit motiv: “todo lo que hagamos resultará insignificante”. Pero la película que no funciona es la que en paralelo pretende hacer de Pattinson una estrella de Hollywood. Su idea de la tristeza es poner cara de afectado al hígado. Salvo en los momentos en que comparte pantalla con su hermanita (gran actuación de Ruby Jerins), donde se lo observa suelto y simpático, durante el resto de Recuérdame luce pretencioso como no haciéndose cargo de lo que es: una figurita decorativa. A la inversa de Zac Efron, que demuestra saber divertirse, Pattinson cree que tiene que hacer cosas serias para convertirse en un actor de prestigio, y eso lo vincula con lo peor del cine de los 70’s. Y básicamente el problema es que las emociones se generan como conceptos. Lo que cabe preguntarse entonces es si la culpa es de Pattinson o de quien le da de comer. Así como Allen Coulter, el director, sabe lo que quiere contar y cómo llevar el relato, no sabe de qué manera construir a su personaje principal. Tyler se reduce a una serie de mohines marca Pattinson, quien como robotito imita cada gesto para la pantalla en vez de preocuparse por lo que le pasa a su personaje. Y por otra parte Recuérdame tiene un final que podríamos llamar sorpresa, y que dará para del debate acerca de su propiedad. Para algunos un recurso de guión, para otros una manipulación para el lado del llanto, lo cierto es que no se puede hablar de coherencia, pero sí al menos de justicia con aquel leit motiv que mencionábamos antes. El film habla de actos y actitudes y de cómo estas nos pueden modificar. Pero, atención, también que nunca dejaremos de ser seres insignificantes por más que tomemos esas decisiones. Para demostrar eso -y sin revelar nada- digamos que Coulter y su guionista Will Fetters se valen de un suceso casi fantástico. Y no hay comentario político ahí, sino el aprovechamiento de algo conocido universalmente y que se puede explicar sólo con imágenes. Algo de cine se filtra tras la irritante presencia de Pattinson, logrando que Recuérdame presente algunos aciertos y sea algo más que el drama al que muchos están destrozando a falta de causas más justificables.
Por amor y por espanto La película norteamericana Recuérdame tiene un estilo para enfocar un romance entre dos adolescentes que le vuelve ligeramente distinta del común denominador, aunque no alzanza para convertirla en una experiencia totalmente original. Tyler es un muchacho eternamente angustiado, que termina preso luego de una noche de juerga con un amigo. El mal trago lo lleva a planear una venganza: acercarse a Ally, la hija del policía que lo encerró, y embaucarla sentimentalmente. Pero el tiro se sale por la culata y el chico termina enamorado de verdad. Y es un primer amor tanto para él como para la chica. Todo esto en el contexto de dos familias golpeadas por lo trágico. La de Tyler, por el suicidio del hermano mayor, que precipitó la separación de los padres y parece haber hipotecado el futuro emocional de su pequeña hermana. La de Ally, por el asesinato, 10 años antes, en una estación de subterráneo, y en su presencia, de su madre. También en el ambiente de una ciudad tirante e intensa, Nueva York, que se prepara sin saberlo para atravesar uno de los momentos más difíciles de su historia. Con un ritmo moroso, una banda sonora que inunda de melancolía la sala, y varios buenos actores en el reparto, este filme se despliega mucho más allá de la figura de Robert Pattinson –el actor inglés catapultado al estrellato por el papel del vampiro en la saga Crepúsculo–, y se erige como un relato integral, con una exploración propia del género dramático, de las relaciones amorosas primerizas, y de las tensiones y relajaciones que atraviesan los miembros de cualquier grupo de parentesco. En cuanto a Pattinson, no era aún el actor conocido de hoy cuando fue contratado para este filme. El director lo eligió porque encarnaba “cierta angustia que se siente a los 21 años y que se proyecta en las complejas relaciones que se entablan a esa edad” que en el almanaque y en cierto imaginario social supone un rito de transición en la vida de las personas que van hacia el comienzo de la edad adulta. Lo paradójico es que por su fama creciente Pattinson comenzó a ser acosado durante el rodaje por decenas y cientos de fanáticas que en una ocasión lo impulsaron a escapar corriendo del set y por ello sufrir un accidente con un vehículo que circulaba por las inmediaciones
La abstracción de la memoria Cuando por fin aparece en cartelera una película romántica cuya premisa es digna de la hoguera, y encima se puede poner a consideración la calidad actoral de Robert Pattinson -conocido por sus insulsas participaciones estelares en la saga Twilight-, uno se frota las manos de la emoción. Pero cuando al sentarse a apreciar los matices que hacen al film uno se encuentra con que sorpresivamente la historia no es tan mala y, aún peor, Pattinson tampoco lo es, todo se vuelve confuso. El que nació siendo el moribundo carilindo Cedric Digory en Harry Potter and the Goblet of Fire (2005) despliega credibilidad en su personaje, en parte gracias al complemento de actores en un correcto rol que tiene alrededor. Su personaje se devora cada fotograma, haciendo contraste con un nuevo gran papel de Pierce Brosnan y una importante participación de Chris Cooper. Las escenas en que estos tres se conjugan en la pantalla son de lo mejor del largometraje, siendo todo lo contrario a las secuencias románticas con una Emilie de Ravin que, si bien hace linda pareja con Pattinson, no logra convencer aisladadamente. El guión es lo que más sorprende... es bastante bueno. De hecho, la trama no aburre y, a pesar de que no encuentra un súmun de acción que despierte del onanismo a las muchachitas que caerán en el producto engañoso del póster, se descubre minuto a minuto entre emocionantes líneas de diálogo entre el protagonista y su hermanita, o en el pasado que tanto pega de cerca a los dos enamorados, que se ven sumidos en una memoria ultrajada por las circunstancias instantáneas de la vida, sin importar el grado de shock de los hechos que los formaron. El título está muy bien puesto. Ese "recuérdame" es sobre la historia, la paciencia, la atención paternofilial, la del amor, la de la vida en sí misma, con todos sus matices. Y ese final tan inesperado es el aval principal de la tésis central de la trama. Si uno llega a un punto en que no quiere seguir viendo la película, con el final termina por aceptar que todo lo anterior tenía un sentido, aunque sea por el simple hecho de recibir una percepción emotiva desde las imágenes, algo que casualmente es lo que se busca a la hora de elegir un film para ver... y algo que el cine de hoy, refugiado en la comodidad de la industria -y, aceptando los dardos, diré que éste no es el caso- no logra hacer llegar. Esta es una película que destaca el rol interpretativo por encima de la historia, y sólo puede llegar a conmover justamente a aquel que sienta de cerca el caso que atañe al personaje principal. Insisto en que, en lo personal, el final me sorprendió/impactó. Fue inesperado. Y lo mismo sucedió con el histrionismo que por fin demuestra Pattinson en su trabajo individual, sin quedar opacado por los nombres que lo rodean en este proyecto. No es la gran cosa, pero mantiene atento al espectador... y bueno, obviamente, a las espectadoras.
Muchas películas dependen en todo su desarrollo del giro o planteo final para que sus ideas se redondeen y se comprendan. Esta cinta lleva adelante esa premisa, convirtiéndose en un relato algo extenso y precipitado llegando a las instancias finales, pero al mismo tiempo muy correcto y con situaciones muy alejadas las unas de las otras, muy ricas.
Esta es la segunda realización de Allen Coulter (“Hollywoodlands”, 2007), con una trayectoria importante en series televisivas como, por ejemplo, "The Sopranos" "Sex and the City". La historia es el eterno tema humano de los vínculos. Tyler Hankins (Robert.Pattison protagonista la saga “Crepusculo”) es un joven rebelde que no ha superado la muerte de su hermano mayor Michael (se ha suicidado), y todo su dolor y enojo lo lleva a una confusión de sentimientos, en una familia esta desintegrada por lo sucedido. La relación con su padre Charles (Pierce Brosnan) es conflictiva, de aparente indiferencia, y viven un permanente enfrentamiento. Se trata de un empresario exitoso, pero ausente en el vínculo con sus hijos, excepto en las obligaciones económicas. Tyler cuida de su hermana menor (Caroline), con la que mantiene cierta complicidad y acuerdo en las charlas que tienen cuando la pasa a busca por la escuela. En una pelea callejera Tyler es detenido con cierta saña por el Sargento Neil Craig (Chris Cooper), debido a diferencias pendientes. Tyler es liberado por la fianza depositada por su padre lo que suma otro motivo al enfrentamiento. Su mejor amigo Aidan (Tate Ellington) en un desafío lo convence que conquiste a Ally (Emile de Ravin), hija del Sargento, quien presencio la violenta muerte de su madre durante un asalto, cuando ella tenía sólo 10 años, la que se enamoran de él. Superando el conflicto que genera el descubrirse la verdad resuelven luchan ante otra oportunidad que se les presenta sobre la base de creer en sí mismos. El guión entrama conflictos dramáticos familiares con diversos giros temáticos que incluye un relato romántico, no exento de un toque con reminiscencias de Romeo y Julieta, con un giro final sorprende e inesperado. Los adolescentes recibirán esta realización con cierta preferencia por su romanticismo y la presencia Robert Pattinson, a quien, palpito, se lo perfila, en presencia y estilo interpretativo, como el James Dean de esta generación.