Variaciones sobre Shakespeare Matías Piñeiro es un realizador al que le gusta indagar sobre la obra de diferentes escritores. En Rosalinda (2010), uno de los tres mediometrajes que formaron parte de un proyecto digital que se realizó en el marco del Festival Coreano de Jeonju, la investigación surge en base al personaje femenino de la obra del dramaturgo William Shakespeare. Un grupo de amigos en una isla ensayan una obra shakesperiana. Rosalinda es quien lleva el hilo del relato en el que la ficción se disipará frente a la realidad de la misma manera que los personajes lo hacen con las personas. ¿Todo es realidad, ficción o un conjunto que se complementa? La respuesta es libre. Matías Piñeiro trabaja en apenas 43 minutos sobre el género de la comedia pero de una manera poco usual. Sobre los textos de Shakespeare y el “supuesto” ensayo se armarán y desarmarán los más variopintos enredos amorosos entre quienes integran una especie de “casa de gran hermano” y como Rosalinda vive estos episodios. Con una cámara movediza e inquieta que actúa como una espía tras los pastizales y una puesta colorida que se ve favorecida por la saturación del color, Rosalinda es, tal vez, la propuesta más lineal del realizador, que ya había trabajado sobre Domingo Faustino Sarmiento en El hombre robado (2007), marcando el rumbo de su búsqueda como director.
Este mediometraje del director de Todos Mienten y El Hombre Robado continúa el juego de obras shakesperianas que el mismo Piñerio representa en el Centro Cultural Ricardo Rojas en el Ciclo Óperas Primas con Y Cuando no te Quiera Será de Nuevo el Caos (ver crítica acá: http://www.asalallenaonline.com.ar/teatro/criticas/2037-ciclo-de-operas-primas-.html) Un grupo de jóvenes actores vive y representa comedias del dramaturgo inglés en una isla del Tigre. La película incluye personajes de diversas obras enredados románticamente en un sucesión de cambios de sexo, confusiones y engaños. Este ida y vuelta lúdico van acorde a la obra del Rojas. La espontaneidad de los textos, la versatilidad, dinamismo y agilidad de los intérpretes hacen de Rosalinda una obra entretenida, divertida y ligera. Lo que desconcierta, son los últimos 10 minutos, cuando los intérpretes olvidan para siempre a Shakespeare y se meten de lleno a jugar a una versión del Poliladron en medio de la noche. No es que eso no sea divertido, pero aparece de forma tan descolgada, que no se entiende muy bien cuál fue la intención del realizador para incluir una escena así...
Frescura y espíritu lúdico Viola está inspirada en Noche de reyes y Rosalinda en Como les guste, pero ambas comedias de Shakespeare le sirven a Matías Piñeiro para jugar con sus actrices, para quienes las líneas del Bardo funcionan como reflejos de sus conflictos sentimentales. Matías Piñeiro fue uno de los grandes protagonistas de la Competencia Internacional del último Bafici. Esto dicho no sólo porque en ese marco fue la primera proyección nacional de Viola después de su celebrado recorrido por los festivales más importantes del globo cinéfilo, sino también porque el vagabundeo de los adolescentes de Leones, otra de las representantes locales de la sección, tenía al cine del egresado de la Universidad del Cine como una referencia dilecta. Casi tres meses después de aquel evento, Piñeiro vuelve a los primeros planos con un jugoso programa en la Sala Lugones. Programa que incluye sus primeros dos films (El hombre robado y Todos mienten), un puñado de películas elegidas por el propio cineasta y, last but no least, la exhibición de Rosalinda y Viola, sus dos últimos opus, ambos hasta ahora inéditos en la cartelera comercial vernácula. Es, al fin de cuentas, una buena oportunidad para ver de qué se trata el cine de Piñeiro. Cine por demás curioso: es cierto que parece transcurrir en un mismo universo, pero también da la sensación de que ese universo se sitúa sobre unas placas tectónicas cuyo asentamiento definitivo está lejos de vislumbrarse, con sus coordenadas en constante expansión. Mediometraje realizado hace tres años en el marco de un proyecto del festival coreano de Jeonju, Rosalinda establece desde sus primeros minutos la triangulación constante entre cine, teatro y literatura presente en ambos films. O, aún mejor, entre todos ellos y la coyuntura emocional de sus personajes: al fin y al cabo, lo primero que se ve es a una joven lagrimeando a raudales mientras corta con su novio por teléfono justo antes de regresar con sus amigos/colegas a los ensayos de una adaptación de Como les guste, de Shakespeare. Es en ese sentido que Rosalinda remite inmediatamente a Leones (aunque debería ser al revés, ya que la primera se filmó antes). Pero allí donde los textos servían para cargar al film de López de una solemnidad gélida que terminaba por generar una distancia insalvable entre el espectador y el relato, Piñeiro los utiliza para constituir una película fluida y fresca cuyas criaturas exhiben la tersidad de lo lúdico. No es casual que el film evada cualquier explicación de las motivaciones detrás del accionar de sus personajes, al punto que podría pensarse que el ensayo no es sino un ejercicio recreativo conjunto, ni mucho menos que el director haga del juego –físico, dialéctico, con naipes– una de las actividades recurrentes de la troupe. Viola es una acentuación de todo lo anterior. Con una narración otra vez concéntrica en Shakespeare y la meta-realidad como factor condicionante de la meta-ficción, el film comienza con la joven del título (María Villar) andando en bicicleta para luego pasar a una puesta en escena de Noche de reyes, de allí a una charla entre las actrices sobre la situación sentimental de una de ellas y más tarde a una suerte de ensayo informal y hogareño de la misma obra. La dicción pasional del parlamento evidencia que lo que se dice sobrepasa los límites de la actuación. Más tarde, reaparece otra vez la ciclista, quien resulta ser la encargada de repartir DVD piratas confeccionados por su novio. El reparto la llevará a reencontrarse con las actrices, en lo que será puntapié inicial para una serie de charlas con eje en la funcionalidad de la relación de Viola con su pareja. Charlas, claro está, atravesadas por las líneas de la obra en cuestión. Lejos del tono grave y ominoso, Piñeiro capta el proceso de vinculación femenina con partes iguales de respeto (la cámara jamás invade la acción), luminosidad y naturalismo, fundiéndose en la cotidianidad más absoluta de ese universo cuyos límites parecen reescribirse película tras película.
43 minutos. Según la ley argentina, es un mediometraje. Originalmente, Rosalinda formó parte de una entrega de los ya tradicionales Digital Short Films que año a año produce el festival surcoreano de Jeonju. Rosalinda, de Matías Piñeiro, se vio junto a trabajos del canadiense Denis Côté y el estadounidense James Benning. Ahora, Rosalinda se estrena localmente junto a Viola , también de Piñeiro, que es un largometraje que apenas supera los sesenta minutos (ver aparte). Juntas forman un doble programa consistente, lógico. Rosalinda es varias cosas. Es una adaptación de As You Like It ( Como gustéis , comedia de Shakespeare). Es un entramado de diálogos, imposturas, disfraces, máscaras. Es una película soleada, con agua, naturaleza, chicas y chicos jóvenes. Es, claro, un juego: la secuencia final lo deja claro por si hay algún distraído; una secuencia final que no explica sino que, justamente, juega. Es una de esas raras películas argentinas con el aire cargado de erotismo, con velocidad para los diálogos, con la capacidad de establecer situaciones que se diluyen en la siguiente y sin frustrarnos, porque la nueva se genera con encanto, gracia, ritmo. Piñeiro, en su tercera película (las dos primeras fueron El hombre robado y Todos mienten ), dispone actrices y actores en el Tigre, dispone ensayos, dispone sus habituales juegos de ficción dentro de ficción (o ficciones exponenciales). Y lo hace sin pedantería, con una amabilidad y una velocidad que se ajustan al tiempo breve y al encanto perdurable que propone Rosalinda .
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Programa doble en Sala Lugones y Malba, con los títulos "shakespereanos" de Matías Piñeiro, celebrado autor del ambiente de la Fuc, el Bafici y alrededores. Quien vive más lejos puede sentirse estafado por tantos elogios que le prodigan, pero sus méritos tiene, empezando por el de la brevedad, ya que presenta un mediometraje de 43 minutos y un largo de 63 (60 es el mínimo establecido). Otros méritos se relacionan con la habilidad para insertar textos de calidad literaria en diálogos cotidianos de ciertos personajes femeninos, entremezclar obras ajenas, adaptarlas a veces a nuestra forma coloquial, transmitir una frescura general, sorprender al espectador mediante inesperados cambios de planos y figuras conductoras, o cortes también inesperados, e ir mejorando algo de película en película. En ese sentido, ver ambas piezas juntas (siempre que haya aguante) nos permite apreciar los avances del autor, ya que ambas trabajan sobre el mismo "universo": jóvenes actrices que ensayan papeles de mujeres presuntuosas como ellas, dedicadas a charlas y juegos adolescentes, a veces crueles, para burlarse de sus enamorados, celebración o al menos aceptación del robo y la estafa, vaivenes amorosos que dependen del propio tedio, o de consejos vanos, todo llevando hacia finales medianamente insulsos a través de asertos, casualidades y coincidencias de su pequeño mundo. Una abreva en "Como gusteis", otra en "Noche de reyes", pasatiempos shakespereanos donde identidades y géneros se confunden, y una mujer se hace pasar por muchachito para que alguien practique en "él" lo que quisiera decirle a "ella", o viceversa. Esos chistes ingleses tal vez nacieron aprovechando la niebla de las islas. Piñeiro los traslada al Tigre, y a un departamento donde dos flacas repiten y repiten los diálogos con acercamientos suspicaces y miradas cada vez más cómplices. Eso es todo. Por cierto, los excesivos elogios del sector a "diálogos de gran encanto", "experiencia tan disfrutable", "largos, bellos y virtuosos planos-secuencia", "impecable", "fascinante y embriagador", "una puesta en abismo cuidadosamente descuidada" y demás, pueden irritar un poquito a cualquier espectador que haya pagado su entrada.
Rosalinda parece un desprendimiento feliz y luminoso de la película anterior de Piñeiro, Todos mienten. Solamente que acá todos, además de mentir, juegan: a ser otros, a enamorarse, a correr por el bosque. Un día de campo de Renoir resuena en cada uno de los paisajes y los romances que filma Piñeiro, pero el director no trabaja con relatos naturalistas, sino que en sus películas siempre hay capas y capas de ficción que se confunden y que borran sus límites. ¿Dónde empieza y termina la actuación de Luisa? ¿Luisa hace de otra solamente durante los ensayos de Como les guste y se muestra tal cual es con sus compañeros? Difícil pensar eso de la cara (y el cuerpo) más representativo del cine de Piñeiro, la increíble María Villar, maestra del engaño, creadora de intrigas y ladrona del hombre robado del primer largo del director. La película no se preocupa por esclarecer las ambigüedades sino que las explota: los ensayos son expuestos en su andamiaje textual y performático, mientras que los contactos entre los chicos se perciben ajustados y pulidos, como si nunca fueran ellos mismos del todo. Y, desde lejos, asoman los signos esquivos de unos amores que nunca se concretan del todo, al menos hasta la escena de los besos, en la que la película regala besos y más besos, todos gratuitos y alegres. Rosalinda termina con la que seguro va a ser la escena más recordada de este Bafici: los chicos juegan con cartas a algo parecido al Poliladron y en frente de la cámara se levanta de la nada, como una magia juguetona, la trama de engaños, alianzas e intrigas insinuadas (y no tanto) que son la estampa refulgente del cine de Matías Piñeiro.
Esta semana se ofrece en la sala Leopoldo Lugones un programa doble compuesto por un largometraje de escasa duración y un mediometraje, ambos del director Matías Piñeiro, y que, pese a no haber sido trabajados en conjunto, se complementan mutuamente. El largometraje es "Viola" (resñada por mi compañero Rodrigo Chavero que pueden leer aquí: ,http://bit.ly/13HERcj ) y fue presentado en la última edición del BAFICI y el mediometraje (objeto de esta reseña) lleva por título "Rosalinda", formó parte de un tríptico junto a otros cortometrajes para el Festival de Jeonju en Corea, y está inspirado en otra obra del autor inglés "Como les guste". Piñeiro es de esos directores a los que les gusta jugar con las formas, manejarse en el borde de lo críptico y lo lúdico, y al fin usar la imagen de un modo sensorial, y en Rosalinda (al igual que en Viola) parece sentirse a sus anchas con este “método”. El lugar es la Localidad bonaenerense de Tigre, mucho verde, muchos colores, mucho sol. Allí un grupo de jóvenes se encuentra ensayando una puesta en escena de cómo les guste, pero lo que podía empezar como una suerte de movedizo making off, pronto se intercala con una historia dentro de la historia, Rosalinda, una de las chicas comienza a utilizar su celular para resolver problemas sentimentales, y entre el desagrado y desconcentración del grupo comienzan los enredos amorosos propios del Shakespeare inspirado, le letra pasa a la realidad. Algo similar a lo que ocurre en la excelente "César debe morir", reciente estreno de los hermanos Taviani, pero casi en un sentido opuesto. Piñeiro opta por el trabajo con la imágen, el movimiento constante, la contraposición de formas y colores, y sin dudas, por el texto ligero y alborotado; en momentos casi una puesta Kitsch del clásico en que se inspira. Es cierto que la obra de este joven cineasta (estudió en NY y su estilo desprejuiciado es difícil de encasillar), parece propicia para el regodeo festivalero, para el público ávido en la intertextualidad, para aquellos que aman el poderío críptico de la imagen. Puede ser útil advertir a un espectador más “desarmado” que se encontrarán con 43 minutos que no serán fáciles de digerir para alguien que busque algo más tradicional, o lineal, por definirlo de alguna manera. "Rosalinda" maneja los ejes ligeros y chispeantes de una obra directa, pero a la vez con varias vueltas que dejan entrever que no estamos frente a una esquemática comedia inocente. Lo dicho, este díptico de Piñeiro hará las mieles de quienes admiran un cine que otros consideran selecto, aquellos que van en busca algo más a una sala. Su sentido de la curiosidad y su estilo narrativo le ha significado las palmas en más de un festival y la máxima aprobación en las miradas de muchos entendedores.
Publicada en la edición digital #253 de la revista.